Tras escuchar el grito de Edge, Aitana se sienta en el suelo para pasar el rato. Revisa su pata herida por la brújula. Ha quedado un pequeño sarpullido, pero ya no le duele demasiado. Pero Twilight la mira compungida, sintiéndose mal por lo ocurrido.
—Eh, no te preocupes pequeña, que no ha sido nada —dice la arqueóloga sonriendo—. Por suerte usaste poca energía, jeje.
—Ya... lo siento Aitana.
—¡Deja ya de pedirme perdón Twilight! ¡Ja, ja, ja! ¡Ha sido un accidente!
—Vale, vale. No puedo evitar preguntarme por qué me atacó. ¿Acaso es una trampa?
—Hmmm....
Aitana murmura por lo bajo mientras piensa la respuesta.
—Yo creo que sólo una parte del alma de lich llegó hasta la brújula. Por lo que he visto que puede hacer, parece haber absorvido sus conocimientos y sentimientos más oscuros, atrapada en un paso intermedio entre un mago de combate y un nigromante.
—¿Un paso intermedio? Eso sería.... ¿un mago que empieza a experimentar con la magia negra?
—Algo así. Por eso puedo usarla en combate de la forma que lo hago: me da fuerza, me protege y a veces me teletransporta para esquivar a la muerte. Pero tiene otras capacidades más... oscuras, que he preferido no utilizar.
—¿Qué podría ocurrir?
Aitana no puede evitar sonreír ante la curiosidad de la joven unicornio. Y su inocencia.
—Lo que tenemos aquí —dijo la arqueóloga alzando la brújula—, es el alma de un nigromante, Twilight. Un mago que no dudo en romper las leyes de la muerte, de maldecir, torturar y asesinar para conseguir su objetivo final: volverse inmortal. ¿De verdad querrías tú explorar el aspecto más oscuro de este receptáculo, pequeña?
La cara de Twilight se truncó en un gesto de horror. Y Aitana se dio cuenta de que se había pasado de oscura. A fin de cuentas, Twilight era una unicornio de Equestria, y no conocía los horrores que había tras la protección de las princesas. Guardó la brújula y, tras unos segundos, cambió de tema.
—Háblame un poco de tí, Twilight, ¿a qué te dedicas exactamente?