[Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [Ep17]

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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por Volgrand » 30 Ago 2016, 18:15

[quote="Sr_Atomo";p=326426]Me ha encantado el capítulo. En especial, el asunto referente a hacer que ambas lograsen salir del influjo maligno de ese Gary Stu. No sé por qué, pero todo el capítulo me ha recordado muchísimo a "La Historia Interminable", donde Bastian tiene que reconstruir Fantasía a través de Auryn, usando deseos para completar dicho mundo. En este caso, todo es un vacío excepto Octavia y Vinyl (junto al violonchelo y el conjunto de mesa de mezclas + altavoces), y a partir de esos escasos elementos de existencia, poco a poco tanto Volgrand como Unade reconstruirán de nuevo el mundo de Equestria.[/quote]

Esta historia tiene muchísima inspiración en "La Historia Interminable", como ya habrás notado. Hay algunos detalles muy obvios, como la Nada, y como tú dices, el hecho de que toda esa dimensión es un vacío salvo donde hay... alguien. Y bueno, a ver si logras ver otra referencia al respecto en el siguiente capítulo :)

Capítulo 15: "Mi mundo es fuego. Y música"

(Premio para el que pille la referencia del título)
Spoiler:
La estación de tren de Canterlot se hallaba completamente desierta. Ningún ser equestriano, mortal o inmortal, podía resistir la llamada del Gary Stu; todos se hallaban en el estadio y sus alrededores, presenciando su grandiosidad. Los más desafortunados -o afortunados, según el punto de vista- observaban el espectáculo desde las gigantescas pantallas instaladas a lo largo de toda la ciudad.

Es por ello que nadie se percató de los gemidos lastimeros que recorrieron la estación. Y aunque los hubiesen percibido, nadie se molestaría jamás en ayudar a la patética criatura que se arrastraba por ella, lo que dejaba a esa pobre alma desamparada con una única opción: sobrevivir por su propia cuenta. Pero las horas de sufrimiento, finalmente, dieron su fruto al encontrar aquello que le devolvería a la vida.

Alzándose patéticamente, logró alargar una pata hasta la mesa de una cafetería cercana. Lo notaba, podía olerlo, a pesar de ser incapaz de levantarse para localizarlo con sus propios ojos, pero estaba a punto de conseguirlo.

Y, finalmente, logró atraparlo con el casco.

—¡S… sssíiiiiii! —gimió Mad Machine alzando un muffin a medio comer.

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La taza de porcelana, de un blanco inmaculado, fue colocada sobre la mesa. No era una taza con decoraciones superfluas ni florituras. Era la sólida taza de barra de bar acostumbrada al trabajo duro y la ración grande. A su lado fue colocada la cucharilla son un sugerente “clinc”
[center]*-*-*-*-*[/center]

Volgrand caminaba de lado a lado, oteando la oscuridad y la tormenta sobre él, tratando de encontrar alguna referencia a la que asirse.
—Te he echado mucho de menos, nena.
—Y yo a ti, mi amor.
Totalmente repuestas y reconciliadas, Octavia y Vynil intercambiaban palabras de bienvenida todavía abrazadas sobre la mesa de mezclas mientras Volgrand y Unade se estrujaban el cerebro.
—¿Alguna idea, Volgrand? —preguntó Unade.
Este pasó de caminar de un lado al otro a hacerlo en círculos, mientras pensaba en voz alta.
—Bueno… Dicen que el infinito es circular… Eso significa que aunque la oscuridad sea infinita, se pliega sobre sí misma en un círculo. Podríamos usarlo a nuestro favor.
—¿Eso significa que si saltamos lo bastante alto caeremos por el agujero del centro?
—¡Unade que esto es muy serio!
Por toda respuesta, la poni miró hacia la lejana tormenta y las criaturas de pesadilla que nadaban en ella.
—Si eso es el agujero de salida, no estoy tan segura de querer atravesarlo.
Volgrand dirigió su mirada hacia lo alto. En ese momento el rostro de una especie de caballo descarnado surgió de la tormenta y derramó una larga hilera de lava sobre las nubes, que chillaron de dolor.
—Decididamente, debemos buscar otra teoría sobre el multiverso para salir de aquí —declaró Volgrand con los ojos más desorbitados todavía, los reflejos del lejano fuego danzando en ellos.

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La cafetera, modelo moka, fue retirada del fuego, gorgoteando sugerentemente. La boca se inclinó sobre la taza despacio y el café, humeante y lleno de esencia la llenó hasta la mitad. Era uno de esos cafés italianos, intensos y espesos. El justo y mesurado contrapunto de leche fue añadido.
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Unade observó reflexiva la sopa primordial de caos y mal rollo sobre ellos. Varias cabezas, con cierta similitud a la de un buitre estrábico, habían surgido y graznaban. Una criatura, demasiado similar a un Horrendo Cazador como para que su locura no se resintiera ante su visión, devoró a uno de los buitres.
—Lovecraft y la teoría de cuerdas coincidieron recientemente en que el universo tiene once dimensiones. ¿Te puede ser de utilidad?
—Genial, eso significa que nos podemos perder once veces. O en uno de los diez elevado a la quinienta potencia universos que predice la teoría de cuerdas. Sea como sea, ni harto de vino atravieso volando esa cosa.
—Antes tendrías que aprender a volar en línea recta.
—Otro motivo para descartarlo.

Ajenas a la conversación de los dos ex-humanos, dos yeguas seguían a lo suyo.

—No quiero que volvamos a pelearnos nunca, ¿vale? —susurró Octavia.
—Prometido. ¿Pero podemos seguir discutiendo de música, porfa?
—¿Cómo te atreves a llamar música a los Wubs?

Volgrand dejó escapar un largo suspiro.

—¿Crees que deberíamos preguntar a esas dos?

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Un terrón pequeño de azúcar fue sumergido en la taza a continuación. La cucharilla fue tomada y, con deliberada parsimonia, removió los componentes de lo que era El Café Perfecto. Clinc, clinc, clinc, clinc...
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En la sala de ensayos carente de paredes, Volgrand fijó su mirada en el cielo y extendió sus alas, todo determinación. Unade se volvió hacia él.
—Volgrand, ¿qué ocurre?
Por toda respuesta él murmuró con los ojos desorbitados “c… aff… é…” y agitó las alas para echar a volar. Hay que decir que Volgrand le echaba muy buena voluntad a lo que hacía, y también la agilidad de un pato con sobrepeso. Así que Unade tuvo tiempo de agarrarlo por la cola para tratar de frenarlo.

—Vosotras dos, ¡dejad de haceros arrumacos y ayudadme!

Vynil y Octavia se volvieron cuando vieron pasar a Unade siendo arrastrada por Volgrand, que intentaba despegar con torpes rebotes en el suelo, agitando tanto patas como alas, sin tener muy claro que apéndices debía mover y probando con todos. Pero, a pesar de ello, conseguía ir acelerando en el proceso, realizando rebotes cada vez más largos.

—¿Pero qué hacéis?
—Creo que quiere atravesar la tormenta, ayudadme a pararlo.

Octavia saltó y agarró a Unade, a su vez, Vynil agarró a Octavia. Y Volgrand, llevado por una fuerza sobreponiesca, las arrastró a las tres.

—¡¡CAAAAAAAAFFFÉÉÉÉÉÉÉ!!

Gritó antes de despegar del suelo arrastrando a las tres ponis tras él.

—¡¡Volgrand!! ¿Qué demonios te pasa? ¡PARA!
—¿Pero qué le pasa? —preguntó Octavia—. ¿Es normal que haga esto?
—Ya no se ve el suelo. ¡¡No te sueltes, poni desconocida!! —gritó Vynil.

Y Unade supo que era la única del grupo que mantenía algo de su cordura. Podía soltarse y abandonar a Volgrand a solas con la fuerza que estaba tirando de él, y ella caería de nuevo a una dimensión de sombra infinita donde se pasaría la eternidad escuchando cómo Vynil y Octavia se hacían arrumacos… O podía seguir a Volgrand hasta la siguiente locura a la que la arrastraba, como era habitual.

—¡VAMOS, VOLGRAND! HAY CAFÉ AL OTRO LADO. ¡ENCOGE LAS PATAS Y MUEVE LAS ALAS! —lo animó.

Volgrand apretó los dientes, sus pupilas se contrajeron y su escasa fibra muscular se marcó por el esfuerzo. Recogió sus patas y centró toda su energía en mover sus apéndices plumíferos.

—¡¡CAAAAAAAAAAFFFFÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ....!!

Ante ellas, la tormenta pareció abrir una enorme boca para engullirlas. Unade sintió que las lágrimas caían por sus quijadas por efecto del miedo y la velocidad y escuchó las últimas frases que dos enamoradas se dedicaban en ese mundo.

—Vynil, tengo que confesarte algo.
—¿Qué?
—Amo tus Wups.

Hubo un momento de reflexión ante esas palabras.

—Lo sé —contestó Vynil.

Y la tormenta se los tragó.

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El bar era oscuro, plagado de rincones en penumbra y mesas furtivas. Había una barra; tras la barra, un muro lleno de botellas de muy diversos diseños, tamaños y colores. Había una pantalla enorme en una pared, donde se veía algo extraño… Un pegaso arrastrando a tres ponis más en un vuelo hacia una tormenta.

“Amo tus Wups.”
“Lo sé.”


Una garra tomó el mando y apagó la pantalla.
La misma garra tomó un vaso y se puso a limpiarlo con un trapo.

Al instante siguiente, la pared del bar se abrió en un estallido de sombras y relámpagos, y cuatro ponis rodaron sobre el suelo del establecimiento. Tras unos cuantos crujidos y chillidos de bestias de pesadilla, la pared se cerró tras ellos.
Unade fue la primera en ponerse en pie y mirar alrededor. Un bar oscuro, pero limpio. Una barra, una sombra detrás limpiando un vaso y sobre la barra una taza de…

—¡¡¡CAFÉ!!!

Seis torpes apéndices la pisotearon, devolviéndola al piso, cuando galotrotovolaron sobre ella para alcanzar el preciado brebaje.

Vynil saltó sobre sus patas.

—¿Estás bien, Tavi?

La yegua gris se puso en pie a su vez.

—Estoy bien, parece que hemos sobrevivido. ¿Estás tú bien?
—Sí, perfectamente.

De fondo les llegaba uno de los sonidos más extraños jamás emitidos. Sonaba como si alguien estuviese bebiendo a grandes sorbos los contenidos de la taza de café más perfecta del mundo y sollozando al mismo tiempo de la alegría. El resultado era como si una foca tratase de ahogarse infructuosamente. Ambas miraron hacia allí.

—Este poni parece un poco inestable emocionalmente —comentó Octavia.

Unade se puso en pie tras ellas.

—Yo también estoy bien, gracias por preguntar.
—¿Dónde estamos? —preguntó Octavia
—Parece un bar —aclaró Vynil.

Unade caminó hasta la barra y la tocó prudentemente. El camarero seguía sacando brillo al mismo vaso impertérrito, aunque Unade se preguntó si tal vez, en realidad, lo estaba afilando para usarlo como arma. Se trataba de un corpulento pony sin crines, inexpresivo, todo fibra y músculo y que llevaba unas extrañas gafas oscuras que cubrían por completo sus ojos.
“Y ahora te mato con mi taza de té”.
Unade sacudió la cabeza tratando de centrarse en la… ¿Realidad? ¿Qué demonios no había oído?

Del fondo de la … taberna, empezó a sonar música de género impreciso. Allí, en un estrecho escenario, un grupo de músicos de diversas especies tocaban algo alegre, que iría acorde con un número de circo burlesque interpretado por seres extraplanetarios. El aire se llenó con el sonido de conversaciones a media voz y, a medida que pasaba la vista por la estancia, más grupos de amigos de toda raza imaginable parecían materializarse alrededor de mesas donde hacía un instante no había nadie. Unade se volvió hacia Volgrand, que justo en ese momento había acabado la taza de café.

—¡Bien! —gritó el pegaso azul, girándose rápidamente hacia sus compañeras y mirándolas con una determinación que podría inspirar a un babosa a ganar el Derby de Mónaco—. Tenemos que salir de aquí, chicas.
—Estaría bien saber dónde es “aquí” —murmuró Unade, y buscó con la mirada una puerta de salida.

La encontró de inmediato. Estaba señalizada con un gran cartel verde. Extraño no haberla visto antes. Volgrand prosiguió, contando sus planes a Octavia y Vynil.

—No puedo daros todos los detalles, ya que el Gary Stu…
—¿El qué?
—Magnificum Fornicatum podría saberlo también. Solo necesitáis saber lo más básico, y es que debemos llegar hasta Appleloosa. Allí os contaré el resto, pero sois imprescindibles para el plan.
—¿A Appleloosa? ¿Por qué? A nadie le importa Appleloosa.
—¡Por eso, precísamente!

Hubo un instante de silencio pero, de las dos virtuosas, Vinyl pareció apreciar la lógica tras el plan.

—Entonces usemos mi camión.

Volgrand y Unade la miraron.

—¿Tienes un camión?
—¡Sí, colega! —exclamó la unicornio blanca—. ¡El mejor camión del mundo, tíos! Es la caña, llevo el mejor equipo de sonido y espectáculo de toda Equestria. ¡DJ Pon-3 no necesita un escenario, lo lleva ella misma!
—Y todo el merchandising también —añadió Octavia.
—De acuerdo, pues, entonces tenemos que llegar hasta él.
—Vale Volgrand, pero quizá deberíamos…
—¡Seguidme!

El pegaso azul, habiendo recuperado sus niveles habituales de cafeína por mililitro de sangre, salió por la puerta señalizada en verde. Las tres yeguas miraron hacia la salida abierta durante unos instantes antes de decidirse a seguir a su alocado compañero. Octavia se quedó atrás durante un instante, pues un objeto le llamó la atención:

Junto al escenario, apoyado contra una pared y sin ningún músico que lo acompañara, se hallaba un solitario violoncello. Su cuerpo era de madera barnizada en rojo oscuro, mientras que su mástil era de color negro. Una simple mirada de la virtuosa le bastó para descubrir que las cuerdas eran de una calidad excelente; el arco, que se hallaba apoyado contra el instrumento, era largo, acabado con un suave pulido, y se había utilizado cola de poni -de verdad- para confeccionar sus cerdas.

Una obra de artesanía destinada a crear música.

La poni de tierra miró alrededor un instante y, al cerciorarse de que nadie miraba, lo tomó y siguió a sus compañeros rápidamente. Seguro que el dueño lo comprendería, el universo dependía de que ella contara con un instrumento que hiciera justicia a su arte.

Cuando todos hubieron salido, algo cambió en el bar: Las conversación murieron rápidamente y los grupos multirraciales empezaron a desaparecer uno a uno, como si jamás hubieran estado ahí. Cuando la estancia estuvo en un silencio casi completo, el barman soltó el vaso y el trapo, que se convirtieron en un enjambre de abejas multicolores que salieron zumbando. Tomó, con una garra de grifo, el mando de la pantalla y volvió a ponerla en marcha. Cuatro ponis aparecieron en ella caminando por un oscuro pasillo. Al fondo del mismo había una segunda puerta que abrieron.
El camarero, se bajó las gafas y miró por encima de las mismas con sus ojos heterócromos.

— Esto va a ser... muy divertido.


-----------
Volgrand observó con prudencia el exterior. Habían regresado al concierto, y de alguna manera estaban saliendo por la puerta de camerinos.

-- ¿A qué estamos esperando? ¡Vamos! -- apremió Vynil.

Más allá de la puerta, estaba el exterior y la posible libertad hacia una horda de ponis
descerebrados que se lanzarían en un frenesí contra cualquiera que hubiese podido estar en contacto con su héroe y salvador.

—¡Esperad! —Volgrand se plantó delante de Vinyl y Octavia —Esos ponis, ya no son como los conocéis, son unas bestias sedientas de reconocimiento, sexo y proximidad con su líder, Magníficum Fornicatum. Vosotras habéis sido sus teloneras, por lo que estáis en grave peligro. Hemos de buscar otra manera de sacaros de aquí. ¿Quizá disfrazándoos?

—Mi equipo de sonido está en el escenario.

Unade, desde la puerta le hizo una señal a Volgrand.

—No va a hacer falta, Volgrand, venid a ver esto.

Todos los ponis alzaban su mirada a lo alto y contenían la respiración. Algunos se desmayaban por la falta de oxígeno. En los cielos, su único héroe y salvador interpretaba un combate aéreo contra los Wonderbolts. Era el recuerdo de la gran batalla que enfrentó a Magníficum contra las hordas de dragones hacía un mes y que había salvado a Equestria (sí, la historia acababa de cambiar, otra vez).

Entre los humanos se contaban grandes conocedores del arte del duelo aéreo: veteranos pilotos de las Grandes Guerras, pilotos acróbatas, estudiosos de la aerodinámica o, sencillamente, historiadores apasionados en esta materia. Todos ellos ejemplos de carreras en las que la pasión, la dedicación y el estudio los habían hecho llegar a lo más alto, siendo considerados unos eruditos en la materia que les apasionaba.

Luego estaba Volgrand, que era un viciado al War Thunder.

—¡Guau! Tía, mira eso.
—¿La formación?
—¡Están haciendo un Immelmann inverso en doble formación de cuña! ¡La hostia! Pero Spitfire está subiendo demasiado… ¡Hostias, ha entrado en pérdida, va a por Magnificum! ¡De esa no se escapa!

La situación parecía mala para “el único salvador de Equestria”: Con dos grupos de Wonderbolts lanzándose contra él desde los flancos, y la capitana de los mismos cayendo a toda velocidad sobre él, no parecía haber escapatoria posible. Mas de um poderozo haleteo de zus jermosaz ahlas ze haparto del ataque i los wonderbolts se extreyaron entre si.

En tierra, Volgrand bajó la vista con cara de circunstancias.

—Por un momento olvidé que es un Gary Stú. ¿Dónde está ese camión?

Al fondo del gentío (¿ponitío?) del lugar sobresalía el inmenso escenario en el que Sombra Discordante había hecho su aparición estelar. Todavía había parte del attrezzo representando un cementerio que utilizó, lo cual dejaba claro que Sombra no había mentido: Literalmente habían pasado solo unos minutos en el exterior, mientras que en su dimensión habían transcurrido horas.

—Allí está, a la derecha —señaló Vinyl.

Justo detrás del escenario, pero sobresaliendo ligeramente, pudieron ver lo que parecía una pantalla de altavoces. Pero, tras una mejor inspección pudieron ver que no era tal. Se trataba, probablemente, del camión más guay y estrafalario que habían visto en sus vidas: de color blanco con reflejos eléctricos y descapotable, dos grandes altavoces se situaban donde normalmente debería ir el radiador. Tras la cabina, una enorme plataforma transportaba decenas de bafles, todo construido en torno a un escenario móvil, con su juego de luces incluído.

—¡La hostia!
—De verdad, Vinyl, tienes que limpiar las banderas, están hechas un asco —objetó la virtuosa gris.
—¿Pero cuántas torres de bafles tiene ese trasto? —exclamó Unade—. ¿Cuatrocientas?
—¿Y para qué llevas una jaula en el escenario?
—Para las hijas del alcalde.

Los dos ex-humanos se giraron hacia Vinyl y Octavia, esperando una aclaración.

—Es una larga historia —respondió esta última, acomodando su recién adquirido cello sobre su grupa.

En ese preciso instante hubo un cambio en el silencio del público idiotizado de Magnificum, como un grupo de bebés que dejaran de sorber sus chupetes al mismo tiempo por ver cómo les acercaban su papilla favorita. Sobre el gran estadio pudo verse que el combate no había acabado: Unos pocos Wonderbolts habían sobrevivido al choque, y seguían atacando al alicornio cuatrialado con veloces piruetas.


—Vale, vamos a pasar ahora —declaró Unade—. Es la mejor oportunidad que tenemos.
—¡¡Uala!! ¡¡Vaya maniobra!!
—¡Volgrand!
—Sí, sí, voy…

Los cuatro ponis pusieron un casco fuera, prudentemente. El silencio en tierra era atronador, y en el aire se oían los silbidos sónicos de los pegasos cortando el aire, en una lucha fingida cada vez más apasionada.

Con Unade liderando el grupo, caminaron agachados por debajo de las líneas de visión de los ponis. Despacio, una pezuña a cada vez. Torciéndose entre ellos, empujando suavemente para pedir un paso lateral a algún poni, lentamente, se acercaron al escenario. Volgrand echó una mirada tras él, para ver cómo iba la batalla.

En esos momentos, Magnificum estaba enfrascado en una dogfight con Soarin. Este último fruncía el cejo y sus ataques eran auténticos gritos de ira contra Magníficum. Aquello no era una representación, había auténtica rabia y agresividad en los ataques de Soarin. Volgrand abrió mucho los ojos, esperanzado. ¿Era posible que Soarin no estuviese bajo el influjo de Magníficum?

Tras un pasada con los cascos por delante que Magníficum esquivó sin problemas, Soarin remontó y, con un retorcimiento de sus alas y cuerpo, giró en redondo y cayó hacia él de nuevo.

Magnificum: porrké me hatakas ?

—¡Acabaré contigo!

La pose era perfecta, la velocidad de vértigo, la esquiva imposible... Y Magnificum de repente ya no estaba ante él. Soarin se estrelló contra una columna (sí, había una columna a trescientos metros de altura) y empezó a caer en barrena. Magnificum se lanzó para agarrarlo.

Magnificum: porke isiste halgo tam ezhtupidó ?

Soarin volvió la mirada hacia su único héroe y salvador y las lágrimas cayeron por sus quijadas.

—Porque te amo, Magnificum, pero tú solo haces caso a las yeguas.

Con una mirada compungida, Magnificum declaró algo.

Magnificum: ezo boi ah arrejlarlo aora mysmo.

Magnificum besó a Soarin, y acto seguido, sin dejar de volar, Soarin le ofreció sus cuartos traseros y levantó la cola.

Volgrand lanzó un grito de horror.

—¡¡Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!

Los ponis que había a su alrededor se volvieron hacia él.

—¡¡Es el pipa de Magnificum!! —chilló una yegua.
—Mieeeeerda —murmuró Volgrand.
—¡La madre que te parió, Volgrand! ¿No podías estarte calladito y seguirnos?

Y Unade hizo lo único que se le ocurrió en ese momento. Agarró a Volgrand del cuello con una pata y con la otra sacó una ballesta de su mochila y le apuntó a la cabeza.

—¡Atrás, cuadrúpedos idiotas! ¡O le abro un tercer ojo en la sien a vuestro pipa favorito!

Los ponis se detuvieron con los ojos como platos, tratando de asimilar algo incompatible con su mundo.

—¿Llevabas una ballesta en la mochila?
—Cállate, Volgrand.

Hubo dos desmayos y Unade retrocedió lentamente hacia Vinyl y Octavia arrastrando a Volgrand con él.

—Oye, ¿has pensado en hacerte atracadora de bancos? —preguntó Volgrand —Creo que se te daría bien.
—Cállate, Volgrand.
—Es que es increíble que los hayas asustado tanto si no tienes virote en la ballesta.

Hubo un segundo de silencio reflexivo mientras los ponis que los rodeaban se fijaban en el detalle.

—Es verdad —dijo uno—no tiene el palo ese que se clava.
—¡Se llama virote!
—De verdad, Volgrand, tu madre fue una santa al parirte.

Los ponis cargaron hacia ellos entre chillidos de entusiasmo.

En ese momento, hubo dos explosiones, la primera fue de sonido: Vinyl Scratch había puesto en marcha su equipo y una onda de choque plegó todas las crines hacia atrás con la primera nota de Octavia (sol sostenido).

La segunda vino de la puerta de camerinos. Cuando la nota todavía no se había extinguido, la puerta se abrió de par en par. Las sombras y la visión de una perspectiva imposible tomó la realidad, acto seguido se derramaron de ella una horda de vamponis de sombra.

Levitando lentamente hasta posarse sobre un bafle, con su larga capa de flecos aleteando tras él, Sombra Discordante dirigió su mirada ribeteada de purpurina a Volgrand.

—Atrapadlos —dijo con tono aburrido.

Los vamponis de sombra se lanzaron hacia Volgrand y Unade, planeando como trapos de negrura. Actuando cual moiseses espectrales, el mar de ponis se abrió ante ellos entre chillidos histéricos revelando un pasillo.

Unade frunció el ceño, lanzó la inútil ballesta y echó a correr hacia los vamponis aprovechando el pasillo que habían abierto. Por inercia, Volgrand la siguió.

—Estás locaaaaaaaaaaaa… ¿Qué haces cargando contra ellos?
No, Unade no estaba loca, estaba muy asustada, pero no tendrían otra oportunidad de alcanzar la máquina de Vynil. No volvería a abrírseles un pasillo como aquel. El primer vamponi se les echaba encima con un siseo y el grito histérico de Volgrand sonó por encima de los chillidos de los ponis que huían.

—j*der, j*der, j*der… ¡UNADEEEEEEEE!

Entonces la yegua melocotón dribló hacia la izquierda y se metió entre la horda de ponis… que huyeron del espectro. Y Volgrand, haciendo gala de su impresionante agilidad y coordinación, al tratar de seguirla, enredó sus patas sobre sí mismas y se fue de bruces al suelo.

Y llegó la tercera onda de choque: ¡Do sostenido!

Unade se agachó y rogó por que Volgrand hubiese hecho lo mismo a tiempo. Las crines volaron hacia atrás, las gorras fueron arrancadas de las cabezas, los vamponis fueron empujados por la onda de choque.

—¡Volgrand!
—Estoy aquí —respondió el poni azul desde el suelo.
—Buenos reflejos. ¡Vamos!
—En realidad he tropezado.

Volgrand y Unade corrieron (o trastabillaron) hacia el equipo de sonido de Vynil. Mientras los ponis a su alrededor reaccionaban lentamente, aturdidos por el choque sónico. Pudieron ver con horror cómo un poni se encaramaba a la máquina, tratando de alcanzar a Octavia cantando algo así como: “Me gustaría ser todo lo que deseas. Ey, chica, déjame hablar contigo…”

—For f*ck sake!! —protestó Octavia con gesto de fastidio.

Con un salto en el aire para tomar impulso Octavia bateó agarrando a dos cascos su violoncelo. Los restos de un pretendiente pasaron volando sobre Volgrand y Unade. Esta última subió de un ágil aleteo al vehículo, pero Volgrand hizo gala de su agilidad natural chocándose contra el lado del mismo y buscando patéticamente una forma para subir. Subitamente, junto a él, un casco salvador apareció: Octavia se había descolgado por el lateral, usando el arco de su instrumento como pivote.

—¡Sube si quieres vivir!

Usando ese apoyo, Volgrand logró alcanzar la seguridad del camión. Sin embargo, no tardaron en descubrir que esta era bastante relativa: Una manada de ponis empezaba a agolparse a los pies del vehículo, como zombies idiotizados; los pegasos, más afectados por la onda de sonido, se estaban recuperando y avanzaban para asaltar el camión. Y, por otro lado, los vamponis de sombra se preparaban para iniciar su asalto.

—¿Y ahora qué?
—Ahora, os agarráis fuerte —contestó Octavia—. ¡Vinyl, dame un acorde!
—Re bemol, tecno blues.

La yegua gris saltó al centro del escenario y tomó su cello con maestría. El ritmo de una percusión electronica empezó a sonar por los bafles, al tiempo que una progresión de acordes se hacía cada vez más poderosa. Octavia tomó el arco y un poderoso arpegio se alzó e hizo vibrar el equipo de sonido.

Al instante siguiente, Volgrand y Unade se agarraban a sendos bafles mientras aquella máquina infernal, se lanzaba hacia adelante y, tras echar abajo las barreras y atravesar el escenario como un rompehielos, se abría paso a toda velocidad hacia la salida.

—¡¡¡Por el amor del cielo!!! ¿Qué demonios mueve a esta cosa?
—¡La música!

Sombra Discordante observó los bandazos de la máquina. Se dirigían hacia la salida con una conducción más que caótica seguidos por sus vamponis y los pegasos enloquecidos por Magnificum. El señor de la sombra y el mal rollo se llevó una mano humana a la barbilla con gesto interesado.

Octavia, impasible cual musa griega, se alzaba sobre sus patas traseras encima de los baffles tocando el chelo con gesto impertérrito. Vynil, concentrada en sus discos y mesa de mezclas añadía la percusión. Sobre la máquina, los dos ex-humanos trataban de hacer su parte. Unade había tomado su mochila y, volteándola sobre su cabeza, golpeaba a todo vamponi que se les acercaba, mientras Volgrand rebuscaba entre los aparatos de Vinyl.

—Me gusta —murmuró Sombra Discordante—. Vamos a hacerlo más divertido.

Sus ojos brillaron en un tono verdoso, fijándose en los restos del destrozado escenario. Estos vibraron ligeramente y, finalmente, cobraron vida, emulando los movimientos de grandes tentáculos de escombros. Fueron atrapando a los ponis más cercanos, los cuales no tuvieron oportunidad de escapar cuando maderas, engranajes y trozos de metal los cubrieron, creando grandes máquinas motorizadas a su alrededor, a cada cual más desquiciada que la anterior. Los mortales atrapados dentro de las monstruosidades mecánicas, privados de sus propias voluntades, alzaron sus caras hacia su Sombra Discordante, esperando sus órdenes con devoción. Este los observó durante un instante y, con la gracia de una bailarina exótica, giró sobre sí mismo y señaló hacia el bólido blanco que se alejaba a toda velocidad.

—¡Traédmelos!

Las máquinas rugieron en respuesta, y los ponis atrapados en su interior se calaron los cascos y lanzaron gritos de caza. Como una jauría de hienas motorizadas, los bólidos iniciaron la persecución… pero hubo algo que se escapó del control de Sombra Discordante, algo que pasó junto a él a toda velocidad:

Una locomotora cromada.

Esta no tardó en alcanzar a las monstruosidades mecánicas, uniéndose a la partida de caza. El brillo de las lentejuelas del maquillaje de Sombra Discordante quedó eclipsado en comparación con el de sus ojos.

—Esto no me lo esperaba… ¡Me encanta!
—¡Sé mi testigo, amo y señor! —gritó Mad Machine a los mandos — ¡Alcanzaré tu gloria, todo bello y cromado!


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Obsérvese en este vídeo el virtuosismo de Octavia con el cello. :P
https://www.youtube.com/watch?v=ea1IiAgmHwI" onclick="window.open(this.href);return false;
Espero que lo disfrutéis, porque Unade y yo estamos muy inspirados :D
Volgrand: Junta de Iberbronies, vocal
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por horwaith » 30 Ago 2016, 21:21

si, lo he disfrutado xD. Por favor, no se crean personajes de la nada, ni planes de ataque en los que el villano sabe donde no debería ir. Además, si estáis inspirados a poner uno mas xD
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por McDohl » 31 Ago 2016, 00:04

Spoiler:
el arco, que se hallaba apoyado contra el instrumento, era largo, acabado con un suave pulido, y se había utilizado cola de poni -de verdad- para confeccionar sus cerdas.
Ups :ajsmile:

Madre mía, yo también he querido sacarme los ojos en el momento del shipping :sisi1:
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por unade » 31 Ago 2016, 00:10

A que duele??? xD
Me encanta torturaros.
¡NO SOY UN PONI!
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por Volgrand » 31 Ago 2016, 00:20

[quote="McDohl";p=328083]
Spoiler:
el arco, que se hallaba apoyado contra el instrumento, era largo, acabado con un suave pulido, y se había utilizado cola de poni -de verdad- para confeccionar sus cerdas.
Ups :ajsmile:

Madre mía, yo también he querido sacarme los ojos en el momento del shipping :sisi1:[/quote]

No pillo ese "ups".
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por McDohl » 31 Ago 2016, 07:05

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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por zelgadis » 04 Oct 2016, 09:08

que es lo que acabo de leer? y luego dicen que yo tomo drogas, dame unas pocas mas hermano que las que tomas son de las buenas xD
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por Volgrand » 14 Oct 2016, 02:19

Capítulo 16: "Witness me"
Spoiler:
Las calles de Canterlot se llenaron con los gritos de guerra lanzados por unos cazadores que bien podrían haber surgido de la mente del más excéntrico escritor de ciencia ficción. Los motores de los vehículos rugían, impulsando los mismos a velocidades de vértigo a través de las avenidas de la capital poni. Probablemente este era el único punto en común de cada ingenio mecánico; algunos eran bajos y muy reforzados, mientras que otros eran auténticos titanes de hierro, madera y goma. Otros tenían extraños soportes que recordaban vagamente a catapultas, y otros llevaban grandes pértigas que se bamboleaban con cada giro o cambio de velocidad. Respecto a la cordura de sus tripulantes, es suficiente destacar que algunos se hallaban encaramados en lo alto de las pértigas, aullando gritos de caza.

Y, al frente del grupo, una locomotora cromada emitió su propio bocinazo de guerra.

Giraron una esquina, adentrándose por la carretera principal de Canterlot, y hallaron su objetivo: Aquellos que habían osado desafiar al señor de la sombra, aquellos que se atrevían a ignorar la voluntad del Único y Gran Salvador Magnificum Fornicatum (marca registrada). Las catapultas fueron tensadas, los guerreros pegaso subidos a las mismas, y la carrera se estabilizó para dar tiempo a preparar el lanzamiento.

El primer pegaso, armado con una armadura de goma y una máscara que le cubría completamente el rostro, gritó cuando fue lanzado a toda velocidad hacia adelante. El gran camión blanco se definió a toda velocidad frente a él; pudo ver, en el escenario que había sobre este, a una poni de tierra gris tocando el cello sin inmutarse por la alocada carrera. Al frente, la unicornio blanca que conducía el bólido. En la parte posterior del vehículo, dos ponis, un semental y una yegua…. Y de pronto algo hizo impacto contra él, se le enredó en el torso y le inmovilizó las alas.

—¡Munición! —gritó Unade, recargando el cañón de camisetas de Vinyl.
—¡Buen tiro! —respondió Volgrand mientras le pasaba varios fardos de tela más.

Tras ellos, Octavia interpretaba la Marcha de las Valkirias, aderezada por el ritmo techno y dubstep que aportaba Vinyl Scratch. Sin embargo, a pesar de la velocidad y la puntería de Unade, la comitiva de caza se estaba acercando cada vez más.

—No puede ser… ¡Unade! ¡Es él!
—¿Quién? ¿Magnificum?
—¡No! ¡Él!

Un vehículo se adelantó al resto, acercándose peligrosamente al camión de Viny. Un poni rapado estaba a manejando los mandos con un solo casco, mientras que con el otro volteaba una cadena sobre su cabeza. La parte superior de su cabeza estaba tiznada por el hollín de la caldera, y parecía haberse pintado la mandíbula con un spray cromado. La pintura del vehículo, normalmente de alegres colores, había sido lijada para mostrar el metal bajo la misma. Cada esquina o detalle que resaltara había sido pintado con un sucio color dorado; su chimenea había sido modificada, lanzando ahora impresionantes llamaradas hacia el cielo al acelerar. Pero todos estos cambios eran una mera nimiedad si se consideraba el hecho de que la locomotora, ahora, era descapotable.

—¡YA VOY, MI AMO Y SEÑOR! ¡SED MIS TESTIGOS!
—¡¡j*der!! ¡¡Acelera, Vinyl, acelera!!
—¡Agarraos! —respondió la aludida mientras manipulaba unos controles.

A duras penas les dio tiempo a hacerlo cuando Vinyl dio un volantazo a la derecha; con un impresionante chirrido de ruedas derrapando, el camión se adentró en una calle perpendicular. Al mismo tiempo, todos los cañones de humo del escenario móvil se activaron, dejando tras ellos una espesa y opaca estela blanca.

Sin poder ver lo que ocurría, sí que escucharon el estrépito que hicieron varios bólidos al estrellarse y, tras unos instantes, nadie atravesó la pared de humo. Los dos ex-humanos intercambiaron una nerviosa mirada.

—¿Los hemos perdido?

Hubo un crujido de metal y madera; la locomotora de Mad Mach, impulsada por los restos de los vehículos estrellados, apareció saltando varios metros de altura; como a cámara lenta, cayó primero sobre el morro y se estabilizó sobre sus ruedas traseras lanzándose de nuevo a la persecución.

—¡Mierda! Mad Mach todavía nos sigue, y se ha traído amigos!

Agarrados a los flancos de la locomotora varios ponis aullaban y azuzaban a la gran máquina golpeándola y gritando. La seguían varios triciclos motorizados con largas pértigas ondulantes con un poni encaramado en cada una de ellas.

— ¡Van a tratar de asaltar el camión otra vez! ¡Atentos al aire! — gritó Unade cargando de nuevo el cañón de camisetas.
—Tavi, ¡dale caña! — indicó Vynil.

La poni de tierra respondió al grito tomando su arco con determinación; y se lanzó a por los arpegios de las melodías más complicadas de Chopin, los cuales fueron acelerando al tiempo que el camión de espectáculos aumentaba su velocidad. Pero, de pronto, algo cambió: El sonido del Cello empezó a distorsionarse, cambiando su timbre de forma caótica y asemejándose cada vez más a una guitarra eléctrica conectada a un amplificador de bajo.

—¡Vinyl, ¿qué estás haciendo?!
—¡Yo no he hecho nada! ¡Este cello tiene ideas propias!

Sobre la locomotora, con los desquiciados ojos fijos en su presa, los pegasos se lanzaron al aire. Remontaron hasta adquirir suficiente altura, dejando tras ellos el estrépito de la persecución, y entonces giraron y se dejaron caer sobre el camión aprovechado la velocidad que les daba la altura.

La poni con el cañón de camisetas gritó una advertencia al darse cuenta del verdadero objetivo de los pegasos.

— ¡Octavia, cuidado!

Logró encamisar a dos de ellos, pero los otros tres pasaron su fuego antiaéreo y se lanzaron hacia el verdadero motor de aquel camión: la poni de tierra gris. Ella, con la mirada fija en los asaltadores que se le echaban encima, retrocedió sin dejar de tocar hasta que su casco trasero tocó el borde de la plataforma del camión.

De pronto, su instrumento musical se volvió de un rojo más brillante y sus cuerdas empezaron a chisporrotear. La base acústica que salía de los bafles alcanzó su punto de inflexión, guardando un instante de silencio.

Y, al explotar los wubs, una enorme llamarada surgió del mástil del instrumento de Octavia. Los pegasos se vieron forzados a desviar su vuelo para no ser abrasados.

Los perseguidores sobre los triciclos observaron perplejos la llamarada y algunos trataron de limpiarse las gafas. Volgrand y Unade se volvieron hacia el fenómeno. El viento agitó crines y calvas de perseguidos y perseguidores mientras trataban de asimilar aquello.

—Pero, ¿qué…?

La yegua gris dejó de tocar y observó su instrumento, sin entender qué había ocurrido. Y los wups se quedaron huérfanos.

—¡Octavia! ¿Estás bien? —gritó Vinyl desde la cabina.
—¡Estoy bien! ¡Sigue adelante!

Octavia reanudó sus arpegios, y las llamas volvieron a alzarse del mástil de su instrumento. La virtuosa hizo lo mejor que sabía hacer: seguir tocando sin inmutarse mientras el mundo bailaba al son del fuego de su pasión.

—¡Aaaaaaaaaaahhhhh!

Un pegaso con la cola en llamas pasó por delante de Volgrand y Unade.

—Para mí que esto tiene el sello de Sombra Discordante —dijo la yegua.
—Sep.

Los pegasos ya no podían atacar aéreamente sin arriesgarse a ser encamisados o flambeados, era el turno de la tecnología de asalto. Tras el camión, la locomotora de Mad Machine emitió su bocinazo de guerra, el cual fue coreado por los aullidos desquiciados de los cazadores. Los triciclos se parapetaron tras la gran locomotora mientras esta se acercaba al camión. En cuanto pasaron el ángulo de tiro de Unade, los triciclos, haciendo gala de su maniobrabilidad y ligereza, adelantaron a la mole de acero. Sus ocupantes lanzaron chillidos de entusiasmo al saber que su momento había llegado.

— ¡Vamos, vamos! —azuzó el líder de la jauría.

Los conductores movieron los triciclos en paralelo al camión, los asaltadores se empezaron a balancear en el extremo de las pértigas tomando inercia.

Mientras Unade recargaba su cañón de camisetas, Volgrand observó con incredulidad los triciclos que se acercaban a sus flancos en paralelo, cada uno de ellos con un poni balanceándose de lado a lado sobre las pértigas, como columpios invertidos.

—¿En serio creen que esta técnica va a funcionar? Jamás he visto una idea más absurda. Sinceramente, creo que alguien debería decirles que...
— ¡Suéltame, maldito desquiciado! —chilló la voz de Unade.

Volgrand se volvió a tiempo de ver cómo Unade, debatiéndose y vociferando, era arrebatada por uno de los motoristas acróbatas, o como demonios se llamase a la ocupación de secuestrador de ponis sobre pértiga ondulante y motorizada. Había logrado aferrarla y la pértiga los había alzado de nuevo a ambos. El cañón de camisetas cayó al suelo del camión.

—¡Unade!

Pero Volgrand no tuvo tiempo de ayudar a su amiga. Un poni embadurnado en harina (parecía que había estado amasando muffins antes de unirse a la cacería) y con las crines rapadas cayó sobre él desde otra pértiga y trató de estrangularlo sin éxito (ni pulgares).

— Oye, en serio que esto no te va a funcionar. Yo mismo traté de estrangular a una poni, y sin pulgares es casi… ¡BlaRG!

“Nota mental”, pensó Volgrand, “he de dejar de cuestionar lo que pueden o no pueden hacer”. El poni asaltante había encontrado el truco y Volgrand sintió que se le cortaba el riego hacia el cerebro.

Unade y su secuestrador se balancearon sobre ellos agarrados a la pértiga.

— ¡Que me dejes en paz, maldito locooooo!

Volgrand nunca había sido un gran luchador de… Volgrand nunca había sido un luchador, punto. No solo debido a su carácter pacifista, pero también debido a su sobredosis de articulaciones descontroladas. Así que hizo lo que mejor hacía: activarlas todas al mismo tiempo, y ahora tenía muchas más.

Volgrand golpeó con un ala a su asaltante en la quijada, clavó una pata en su estómago, dos patas más se enrollaron alrededor de su cola, y le sobraron una pata y un ala más para tratar de arañarlo, antes de recordar que no tenía uñas.

Unade trazó una larga parábola sobre ellos mientras seguía debatiéndose contra su secuestrador con cada balanceo de la pértiga.

— … suéltAAAaaammeeee....

En vistas de que activar todas sus extremidades no funcionaba, Volgrand procedió a retorcerse. El poni intentó volver a aferrarse al cuello del pegaso azul, pero o su retorcimiento fue efectivo, o la extraña magia que permitía a los cascos agarrar perdió fuelle. Si a esa patética muestra de habilidad cuerpo a cuerpo le añadimos un camión que iba a toda velocidad y un firme irregular, el resultado fue que los dos ponis empezaron a dar saltos sobre suelo del camión impulsados por cada bache, como una enorme trucha fuera del agua.

— ….me esTOY MAreandooooo... — protestó Unade con tono lloroso cuando ella y su asaltante gravitaron de nuevo sobre la pelea.

Tratando de ganar cierta ventaja, Volgrand recurrió a la única técnica de combate que había presenciado en el mundo real (concretamente en las verbenas de su barrio): trató de agarrar del pelo a su contrincante y arrancarle todas las extensiones… para encontrarse con que se había rapado la crin. “Mierda”, pensó, al ver como su pelea de gatas se frustraba antes de empezar.

Desgraciadamente para Volgrand, su asaltante era más fuerte y más experimentado en este tipo de asaltos (al menos cinco minutos más). Con un retorcimiento, logró situarse sobre Volgrand y lo inmovilizó pisándole la nube afro azul que tenía por crin. Volgrand trató de empujarlo con las patas delanteras sin resultado, mientras su cara adquiría un indeseado efecto lifting por la tensión del pelo, y es que, a diferencia de la choni común, Volgrand no llevaba extensiones. La capacidad de librarse de una presa perdiendo la cabellera (cual lagartija deshaciéndose de su cola), no era posible para él.

La sonrisa desquiciada del poni precedió a sus palabras.

— Soy el servidor de Sombra Discordante. Soy el asaltante de pértiga perfecto, y una máquina de combate preparada a su servicio. ¡Sé mi testigo, amo y señor!
— ¡Triple Pie, deja de jugar y vámonos! — gritó el poni subido a la pértiga, todavía aferrando a Unade en una presa imposible para un cuadrúpedo.
— ¡Me encuentro mal! Déjame bajaaaaaaaar... — gimió Unade en el siguiente balanceo.
Volgrand pataleó infructuosamente en el suelo y el poni rió desquiciado sobre él, dando su victoria por inapelable. Y Volgrand vio que, tras él, Unade y su asaltante volvían hacia ellos, agarrados a la pértiga; y Unade ya no era naranja rosita, era de un enfermizo color verde en sus mejillas.

— BBLLaaaaaaaarrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj…

Una lluvia de tropezones viscosos y calientes cayó sobre ellos. Y el olor era inconfundible. El poni sobre Volgrand permaneció unos instantes inmóvil, asumiendo aquello y cuando asimiló que, efectivamente, le habían vomitado encima, trató de alejarse de toda aquella masa viscosa sobre su piel al mismo tiempo. La consecuencia fue que trató de implosionar, y como resultado se fue al suelo y empezó a retorcerse haciendo muecas.

Volgrand se levantó sobre sus patas, con jugos gástricos goteando de su crin, y miró al poni retorciéndose de asco en el suelo. Caminó hacia él,

— ¿Te crees mejor que yo porque te has rapado la crin? ¿Te crees mejor que yo por ser capaz de asaltar a alguien con tu panda de amigotes calvos? Deja que te diga, pequeña criatura patética, que no tienes ni idea de lo que significa ser duro.

El poni trató de huir de Volgrand (y los tropezones que iban goteando de su crin y se deslizaban por sus gafas), arrastrándose hacia el borde del camión. Llegó justo al límite, con el suelo pasando a toda velocidad bajo él y se detuvo ahí, mirando aterrado a Volgrand.

— He limpiado cosas que nunca creerías, he atendido emergencias justo después de haber desayunado, he olido fluidos que provenían de la Dimensión de la Repugnancia Primordial… y jamás algo así me hizo abandonar mi trabajo. ¿Tú te crees duro? Tú no eres duro. Eres un cachorro patético jugando a ser mayor. Yo soy ENFERMERO. Y JAMÁS UNA VOMITONA ME HA DETENIDO.

Y acercándose a él le susurró: “Y ahora, salta, o me limpiaré las gafas en tu pelaje”

Y el poni saltó.

Volgrand se volvió buscando con la mirada a Unade. La vio tumbada sobre la plataforma, cerca de Octavia que seguía tocando imperturbable. Volgrand corrió hacia ella.

— Unade, ¿estás bien?

La yegua, con los ojos llorosos, miró de forma perdida al cielo, incapaz de centrar su vista en ningún punto en concreto.

— Me he mareado… no, no puedo…

Volgrand le casqueó amablemente el lomo.

— No pasa nada, no pasa nada —dijo— Quédate quieta y…
—¡No! No hay… ¡no hay tiempo! —Unade agarró a su amigo por el imaginario cuello de la camisa y lo centró frente a ella para poder mirarlo—. ¡Vienen a por Octavia! ¡Tienes que salvarla!

Volgrand alzó la vista y vio a los asaltadores de pértiga aproximándose por los costados, de nuevo, en un segundo ataque coordinado. En esta ocasión habían traídos lazos y cadenas que volteaban sobre sus cabezas. Todos tenían la mirada fija en Octavia Auditor y aullaban como hienas hambrientas. La poni, como una efigie de calma en mitad de la tempestad, seguía insuflando vida a aquel camión con su música sin dignarse a mirar a quienes la amenazaban. Iba a ser grandiosa hasta el final. The show must go on.

Volgrand echó a correr hacia ella cuando el primer lazo era lanzado entre risas desquiciadas, y supo que era demasiado tarde.

_____________________________
Y el creador se percató de que algo no encajaba en su mundo perfecto. El natural orden de las cosas exigía que todos los ojos se volviesen hacia él, que todos le deseasen, que todos lo admirasen… Y más cuando estaba siendo protagonista (de manera activa, por supuesto, que él era muy macho) sobre los cielos de Equestria de una escena gay.

Pero, allá abajo, algo había distraído a sus devotos seguidores… Algo atraía su atención… Y ÉL dijo: “mirazme”. Y todos los ojos en Canterlot se volvieron hacia él… Como debía ser
.
———————————————

El asaltador enlazó con la cuerda a su propio conductor y se estrellaron un poco más allá.
Dos de los triciclos motorizados chocaron entre ellos.
Otro más viró en sentido contrario y siguió su persecución alejándose de la misma.
Dos triciclos más se estamparon contra unos parterres de flores. Sus ocupantes se asomaron por la ventana para poder seguir mirando el cielo.

Y sobre la máquina de música infernal, se oyó el grito de desesperación de Vinyl.

— ¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh! ¡¡No puedo dejar de mirar al cielo!!

Unade, todavía mareada, trastabilló hasta la cabina, saltó dentro y cogió el volante. El camión dio un bandazo al recuperar la trayectoria y Volgrand agarró a Octavia cuando esta casi cayó por el borde.

—¡¿Pero qué demonios?!

Volgrand vio como todos los ponis, a excepción de él mismo y Unade, habían girado el cuello hacia atrás y observaban el cielo. Octavia también había fijado su mirada en lo alto. Por suerte podía tocar su instrumento con los ojos cerrados y la pezuñas atadas a la espalda.

— ¿Tienes colirio? ¡No puedo pestañear! — chilló Octavia.
— ¡Volgrand! — gritó Unade a los mandos del camión—. Es Magníficum y su egocentrismo, lo oigo también en mi mente. Quiere que miremos al cielo. ¡Hay que alejarse de su área de influencia!
— Me importa un pimiento Magnificum ahora mismo —chilló histéricamente Volgrand—. ¡¡Hay que alejarse de Mad Machine!!

Efectivamente, la locomotora todavía los seguía. Mad Machine también miraba al cielo (había sido una gran idea convertir su locomotora en descapotable), y lanzaba carcajadas desquiciadas y gritos de caza. Pero Mad Machine hacía algo que a nadie más se le había ocurrido: había girado sus orejas en dirección a su presa. Estaba conduciendo de oído… Lo cual no era complicado dado el tonelaje en decibelios que dejaban a su paso.

— ¡¡Sé mi testigo, amo y señor!!
— Cielo santo —murmuró Volgrand —. OCTAVIA, POR LO QUE MÁS QUIERAS! ¡DALE VELOCIDAD A ESTE TRASTO!
— ¡Aaaaaaaahh…! ¡Se me están secando las córneas por el viento! — gimió Octavia.

Subitamente algo fue arrojado hacia el pegaso azul, y este alargó una pata atrapándolo por puro instinto y sin parar a preguntarse cómo lo había podido agarrar con un casco.

—¿Colirio? ¿Llevas colirio en tu mochila? ¿Pero se puede saber qué…?
—¡¡PREGUNTAS LUEGO!! —gritó Unade desde la cabina.

El camión se adentró en la avenida de Magnificum el Empalador. una gran afevida de acseso a la jran siudad que era mas jrande de nuefallork porke majnificum la hafia costruido i la mas mejor caye hera en su onor. La gran mole de metal, baffles y decibelios la recorrió sin preocuparse de atropellar a nadie, pues estaba desierta, pero llevándose por delante todas las estatuas de oro a Magníficum que la decoraban. Tras ellos, una locomotora cromada los seguía, sin soltar su presa.

“Lo vamos a lograr, lo vamos a lograr…” trató de animarse Volgrand mientras volvía a hidratar los ojos de Octavia. Pero entonces llegó hasta él la voz de Unade.

— Volgrand, esta avenida es imposible que esté aquí.
— No te preocupes y conduce.
— Lo que realmente me preocupa es que ahí delante hay una muralla medieval que no debería existir en Canterlot.

Volgrand logró un hito alucinante, incluso para un enfermero con su trayectoria profesional: echar colirio en los gigantescos ojos de una pequeña poni cellista sin mirar, pues estaba observando aterrorizado la barrera a la que se refería Unade. Era cierto, estaban saliendo de los límites de Canterlot y ahora estos estaban demarcados por una enorme muralla defensiva de piedra, con sus minaretes, en cada uno de los cuales se veía el escudo cuatrialado… Y el tono como de un veyo color cromatico que tenia todos los espextros cromaticos pero similarres a la veyesa de los kolores de magnificum porke aora todo ekuestria era sucho i tanvien era sucho kanterlot le indicó a Volgrand que efectivamente, Magnificum había rehecho Canterlot también a su imagen.

— La madre que… Jod… Ahh…

Volgrand no pudo ni gritar “mierda” de manera coherente, su mente alcanzó ese momento de serenidad absoluta del que no ve posible salida a la situación y el mundo pareció ralentizarse hacia un inminente y horrible final, estampados contra la muralla o siendo apisonados por la locomotora de Mad Machine.

— ¿Qué ocurre? — preguntó Octavia con la mirada fija en los cielos.
— Hay una muralla que rodea Canterlot.
— Pues claro. Es El Escudo de Magnificum. Él mismo lo erigió para proteger Canterlot.
— ¡Ese muro no estaba ahí ayer!
— ¡Sí que estaba!
— ¿A ver, de qué os protege? ¡Eh?
— Pues… de… de…
— Ahááá, — declamó trinfal Volgrand —. Tengo razón, y lo sabes.

Pero su triunfo fue derribado cuando Unade lo obligó a enfocar un tema de rabiosa actualidad como era la supervivencia, en detrimento de vencer en una discusión sobre la incoherencia respecto al canon geográfico en un badfic.

— VOLGRAND, DEJA DE DISCUTIR. ESTAMOS A UNOS CIENTOS DE METROS DE ESTAMPARNOS. HACED ALGO O TENDRÉ QUE FRENAR Y MAD MACHINE NOS PASARÁ POR ENCIMA.
— ¡Mierda! — murmuró Volgrand al enfocar su mente en la supervivencia y no en vencer una discusión —. Habrá que frenar.
— ¡No!

Volgrand se volvió hacia Octavia.

— ¿Qué?
— ¿La muralla está justo delante de nosotros? — preguntó mirando hacia el cielo.
— Sí.
— Bien. ¡VINYL, ECHEMOS LA MURALLA ABAJO!
— ¡Está hecho, nena! ¡Necesitamos una resonancia!
— ¡Sólo dame un acorde!
—¡B bemol séptima!
—¡NO MANCILLES LA MÚSICA CON MODERNECES!
—Vale, ¡La sostenido, séptima!


Desde la cabina, con la mirada cubierta por gafas de sol vuelta hacia el cielo, Vynil tocó los controles a tientas. La música que había estado sonando a toda pastilla al ritmo de la persecución se apagó de golpe, un largo acorde sostenido surgió de los baffles, y eso hizo que el estrafalario camión perdiera velocidad al instante.
La distancia con la locomotora de Mad Machine menguó a ritmo creciente. Y al desquiciado maquinista parecía no importarle estar en ruta de colisión con su presa. Cargaba directamente contra ellos sin hacer el más mínimo atisbo de frenar.

— ¡Chicas, daos prisa! Mad Machine se nos echa encima.

Vinyl, todavía mirando al cielo, tocó los controles junto a Unade. Distintos resortes fueron activados; volúmenes, bajos, agudos y graves ajustados.

— ¡DALE CAÑA, TAVI!

A pesar de estar mirando el cielo, a pesar de tener a un loco a los mandos de un monstruo de varias toneladas cargando contra ellos, a pesar de estar contemplando contra su voluntad una escena pornográfica de escaso gusto, Octavia mantuvo una pose impasible; marcó las primeras notas en la parte más alta del mástil y su arco se desplazó lentamente sobre las cuerdas.

Vynil tocó un control.

A través de los bafles, surgió la larga nota del cello y el sutilísimo el repiqueteo de una batería electrónica se le unió. Vynil aumentó en intensidad. Los baffles vibraron, los metales del camión vibraron, y la vibración empezó a trepar por las patas de los ponis como un hormigueo de electricidad.

Ante ellos, la muralla se hallaba vez más cerca. Demasiado cerca.

Fue cuando se les acabó el tiempo. Volgrand solo pudo gritar una advertencia.

— CHOQUE INMINENTE. AGARRAOS.

El golpe de la locomotora contra la parte trasera del camión fue coreado por la desquiciada risa de Mad Machine. Toda la estructura se sacudió dando un salto hacia adelante. Unade estaba firmemente agarrada al volante y logró devolver la estabilidad al camión. Vynil cayó hacia atrás. Volgrand hizo lo posible por desparramarse bien lejos de los bordes, lográndolo a medias: Rodó por el suelo hasta el mismo borde del camión, y se aferró en el último momento. Sus cuartos traseros quedaron colgando por fuera y pataleó tratando de volver a subir.

Un nuevo golpe propinado por Mad Mach estremeció todo el camión de nuevo, haciéndolo saltar y perder la trayectoria durante un segundo. Unade y la unicornio blanca se agarraron a los controles, Volgrand salió disparado y aterrizó de nuevo sobre el suelo del camión. Octavia, por su parte, saltó con violencia pero, sin que su postura variara un ápice, aterrizó con la gracia de una bailarina de ballet, y no se apreció variación alguna en la creciente nota que entonaba.

La larga nota de Octavia empezó a acoplarse gracias al control de Vinyl de su equipo, creando una armonía que parecía aproximarse a su punto de inflexión. Los metales del camión temblaron con ella, los baffles resonaron emitiendo un brillo rojizo, y ante ellos la muralla empezó a devolver el sonido en un eco que retroalimentó los altavoces. El cello de Octavia, nuevamente, se iluminó con una extraña energía rojiza, la cual empezó a transmitirse a las cuatrocientas torres de bafles del camión.

— ¡¡ESTÁ FUNCIONANDO!! — gritó Unade —SEGUID.

Unade notó un movimiento a su izquierda. La locomotora de Mad Machine se situó a su lado, con su conductor gritando al cielo desquiciadamente y Unade hizo lo que toda persona cuerda habría hecho: empujarla hacia los edificios cercanos para obligar a Mad Machine a frenar.

Con un giro del volante, Unade golpeó el camión contra la locomotora. Los metales se encontraron con un chirrido, la locomotora fue empujada por el tonelaje del camión y se desvió hacia una casa. La pegaso melocotón no tuvo tiempo de regocijarse cuando la vio estamparse contra el edificio; sin siquiera tomarse la molestia en inmutarse, el monstruo de acero cromado atravesó la construcción y salió al otro lado.

—Mieeeeerda — murmuró ella.

Mad Machine rió maníacamente, recuperando el control tras la maniobra de Unade, y pisó a fondo para adelantar al camión y cruzarse ante ellos. Si el asalto con tropas no había funcionado, la fuerza bruta triunfaría.

Volgrand solo atinó a agarrarse y gritar. Octavia, impasible, deslizó la pata sobre las cuerdas y se acercó a la nota más aguda que podía permitir su instrumento. El brillo rojo del cello se intensificó, la energía se concentró frente a las membranas de cada bafle. La nota ascendente de la cellista sonó a continuación y, cuando alcanzó su punto más alto… los wubs acudieron.

Y la resonancia, potenciada por el poder del Cello, ocurrió.

Un enorme cono de energía azulada con rayos rojos se proyectó frente al camión de espectáculos; la argamasa cedió a la fuerza del choque sónico, y las enormes piedras que formaban el muro la siguieron a continuación, reventando la estructura del mismo hacia el exterior.

Unade, viendo una salida de aquella ciudad infernal, apuntó directamente al agujero que habían abierto, y miró hacia su izquierda para calcular cómo iba a evitar la nueva embestida de Mad… pero no fue necesario.

Mad Machine sacudió la cabeza, intentando orientarse. Se había hecho el silencio en el mundo tras la explosión sónica. El semental bajó la mirada hacia la trayectoria que seguía su locomotora y vio que estaba a punto de embestir el eje delantero del camión que llevaba la única esperanza de Equestria. Tocando los controles evitó el golpe en el último momento y se puso en paralelo. Vio a los ponis aterrorizados sobre el camión y vio la carbonilla que manchaba sus propias patas.

“¿Qué he hecho?”, pensó.

En el silencio, y el largo pitido en que se había convertido su mundo sonoro, sin voces que le diesen órdenes en la mente, recordó… Él no había merendado, tenía una misión sagrada… Y Magnificum, le había hecho sabotearla… La jauría de caza...

Mad Machine volvió la mirada y la vio tras ellos, rehaciendo sus vehículos, remontando las catapultas, preparando las pértigas para dar caza al camión con la última esperanza de Equestria… todo ello sin frenar en su carrera.

Mad Machine redujo la velocidad, para permitir al camión rebasarle. Su mirada se encontró con la de la conductora cuando ella se volvió hacia él. Durante un eterno instante se observaron. Mad Machine le dedicó un asentimiento, Unade le devolvió un gesto de agradecimiento y él se quedó atrás.

Mad Machine vio al camión atravesar el agujero que habían abierto por resonancia. Tras él, la partida de caza estaba acercándose rápidamente. Supo que tenía que evitar que continuaran la persecución a cualquier precio; aceleró hasta estar a pocos metros de la abertura y, con una hábil maniobra, puso la locomotora en paralelo a la muralla, haciéndola derrapar… y la aparcó con una habilidad magistral bloqueando completamente la salida. Después echó el freno de mano y arrancó la palanca.

La jauría llegó hasta él, frenaron, y tras unos instantes de desconcierto, empezaron a hacer sonar sus bocinas y a gritarle que se apartara. Mad Machine buscó un periódico que leer y se acomodó mientras los gritos y los cláxones lo increpaban. Siempre había querido aparcar su locomotora en doble fila, era genial poder hacerlo por una buena causa.


El estrafalario camión saltó hacia el exterior de la ciudad, dejando el fino asfaltado y adentrándose en el valle que rodeaba la montaña de Canterlot. El súbito cambio de moverse entre edificios y calles a pasar a un terreno tan amplio creó la ilusión de que habían disminuido su velocidad.

Y la influencia del Stu murió ahí mismo, liberando la presa que mantenía sobre las mentes de los ponis. Octavia pudo girar la cabeza y mirar al frente y, al hacerlo, su arco tembló ligeramente. Vinyl se bajó las gafas para mirar con sus propios ojos por encima de ellas.

Frente a ellos se alzaba… La Nada.

El antaño verde pastizal que rodeaba la capital Ecuestre había perdido todo rastro de vida, transformado ahora en un erial rocoso. La arena había tomado toda Equestria hasta el horizonte, y una neblina enfermiza lo cubría todo, tapando el sol. No podía apreciarse signo alguno de civilización, como si todo rastro de ponicidad hubiera desaparecido del universo.

Y, en medio de ese desierto, antaño conocido como “Equestria”, la nada extendía sus tentáculos. Ya no era un único vórtice de locura, sino decenas lo que, como gigantescas amebas, estaban devorando el universo a su paso.

—¿Qué es eso? ¡¿Dónde está Equestria?!
—¡Eso es la Nada! —respondió Unade—. Magnificum está haciendo desaparecer este universo y luego lo reconstruirá a su imagen, como una enorme loa a sí mismo.
—Es… es… es…

Vinyl trataba de encontrar las palabras para definir el vacío que la rodeaba, por el que el camión serpenteaba guiado por Unade. Pero era como si aquella Nada le absorbiera las palabras mismas. Y, de repente, fue como si le absorviese la voluntad. La unicornio se sentó en el suelo y se quitó la gafas. Su mirada observó un momento frente a ella llena de indiferencia y después se perdió en la lejanía, sin tratar de enfocar nada.

—Sería más fácil conducir directamente hacia eso y acabar de una vez.
—¡VOLGRAND!

El grito le hizo dar un respingo.

—¿Qué pasa?
—ÁTALAS. RÁPIDO.
—¿Pero qué?
—Me he leído más de diez veces La Historia Interminable. La Nada va a tratar de atraerlas y devorarlas. Ya ha empezado.

Volgrand corrió a buscar de algo que usar… Dio con un micro y se hizo con el cable. Mientras estaba atando a Vynil, de repente, el sonido del cello cesó y el camión se detuvo suavemente en mitad de aquella llanura nebulosa y onírica.

—Qué más da… —murmuró Octavia.
—¡Mierda!

Unade detuvo el camión completamente y buscó a su vez algo con lo que atar a la cellista.

Las dos músicas fueron acomodadas junto a los baffles, tras haberse asegurado de que no podían liberarse. Como Unade le había hecho notar a Volgrand, ambas tendían a girarse hacia las manchas de Nada cercanas, casi como si quisieran dirigirse hacia allí.

Volgrand miró los alrededores y sintió que se le hundía el ánimo. Lo que veía era desolador. Las áreas de paisaje que no habían sido devoradas, se veían grises y sin vida y aquella niebla gris parecía estar extendiéndose.

—Tenemos un problema. Octavia era la que movía el camión.

Unade negó.

—La música es lo que mueve el camión. Sabes lo que eso significa.
—Que necesitamos un milagro.
—No. Necesitamos una pandereta.
Ale, a reíros un rato, esperamos :D
Última edición por Volgrand el 15 Oct 2016, 18:39, editado 1 vez en total.
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por horwaith » 14 Oct 2016, 08:55

jajajajaja Genial persecución, resolución de esta y cuando iba por la mitad he pensado lo que ha sucedido al final. Me encanta, pese a no recordar la pelicula de Mad Max me parece que la he leído en su mejor versión y cada vez lo hacéis mejor, así que quiero otra dosis para halloween :D2
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Re: [Humor][HiE] Las desventuras de Volgrand en Ecuestria [E

Mensaje por Volgrand » 29 Nov 2016, 19:06

Capítulo 17: "El largo camino hacia Appleloosa"
Spoiler:
La tiza naranja trazó serpentinas sobre el papel y se concentró en un remolino.
“Uiiiiissshhhh….”
El rotulador violeta se deslizó por el papel dejando un arcoiris unicolor sobre él.
“Jijijijijiji…”
El sonido de una galopada entusiasta precedió al de una frenada con derrape.
—¡TWILIGHT!
La aludida se volvió hacia Applejack revelando el plan sobre el papel encelado a la pared. Había muchos colores, líneas, burratachos y varios diseños dibujados sobre él. Pero lo que probaba que la concienzuda Twilight había perdido la cabeza era que se había salido de los bordes del papel, y las líneas habían continuado por las paredes, techo y suelo. De hecho, había tenido que realizar un vuelo invertido para poder pintar algunas de ellas. Pero, eso le daba igual ahora mismo a Applejack.
—¿QUÉ MÁS HAGO? —exigió.
Twilight se acercó a su amiga con un andar despreocupado.
—Shhiii… Hacer algo… para Applejack… para mi amiga valiente y fuerte y tan bonita Applejack… aayyyy… ¡Qué maja eres!
—¡TWILIGHT! ¡No me pellizques los mofletes!
—Jijiji… Vale… Ven.
Twilight se dirigió hacia el plan con mirada soñadora.
—Essshtá todo ahí… ¿Vale? Sólo haz tu parte… —dijo señalando el papel.
Applejack miró aquella cacofonía de colorines que se desbordaba más allá del papel y se puso a trotar con ansiedad sobre el sitio.
—No lo entiendo… No lo entiendo… No lo entiendo… Twilight, el escenario ya está montado. Necesito hacer algo más –dijo histéricamente—¡¿QUÉ MÁS HAGO?!
Twilight la miró fijamente, entrecerró los ojo y llevándose un casco al hocico dijo: “Shhhhhht”.
Sin dejar de trotar en el lugar, Applejack logró cerrar el hocico y se puso a sudar copiosamente por la ansiedad.
Twilight se agachó y le hizo señales para que la imitase. Applejack la imitó y Twilight le señalo la línea naranja que continuaba fuera de la pizarra, por la pared y por el suelo.
—Ssshhigue la línea naranja –susurró–. Vamos a neshecitar mucha energía… Al final hay… algo así como… redondo. ¿Vale?
—¿Una pelota?
—No. Mash grande.
—¿Una manzana gigante?
—No. No se come.
—¿Una rueda gigante?
Twilight asintió con una sonrisa bobalicona.
—Una enorme rueda de energía… Neceshitaremos mucha energía. Ponla en marcha.
—¿Cuánta?
—Toda la que puedas proporcionar. Necesitamos al mejor poni para ese trabajo, por esho te mando a ti. Pero, si necesitas alguien que te ayude, si encuentras alguien mejor para ese trabajo, lleva a ese poni allí como shea… ¿eshtá claro?
—Sí.
Twilight la agarró por la cola cuando ya se iba. Se acercó a ella y la miró a los ojos fijamente.
—A quien sea. ¿Lo entiendes?
—Sí, a quien sea, ¡pero mientras tanto lo haré yo misma!


Esta vez Applejack se olvidó de abrir la puerta para salir y simplemente la derribó. Twilight caminó con una sonrisa beatífica hasta el plan y marcó la línea naranja.
—Eshta parte ya eshtá en marcha… ahora vamosh a la shiguiente…
Twilight deslizó la pezuña sobre lo que parecía un escudo con una gran mariposa rosa por blasón.
—Jijijiji… jejejeje….


Su cuerno se iluminó y, de detrás de una caja, salió levitando lo que parecía un fardo de tela muy suave y un rollo de cinta adhesiva.


—Ángeeeeeeel… bonitoooooo… veeennnn…


El conejo levantó una mirada sorprendida de la zanahoria que se estaba comiendo y observó a la alicornia emporrada.

[center]* * * ------- * * *[/b][/center]

Ninguna criatura se movía, ningún color vibraba, toda actividad había desaparecido y todo deseo de existencia había resultado extinto en la llanura que rodeaba Canterlot. Ahora no era más que un mar de bruma grisácea salpicado de manchas de inexistencia.
Ni siquiera se podía hablar de muerte en aquel lugar en su concepto de criaturas devorando cadáveres o dunas cambiantes. La Nada era simplemente eso, Nada. No era la promesa de un nuevo mundo, de un renacer o de una destrucción, era un apagado sin pasión ni evitabilidad. La Nada era reina, emperatriz y diosa allí donde se asentaba, y todo lo demás era borrado.


Pero, de pronto, un sonido llegó hasta aquel lugar que desaparecía por momentos. El sonido fue en aumento, haciéndose más entendible. Era una canción, entonada con determinación. Era un grito de existencia, era un chillido de rabia rebelde que declaraba "No desapareceremos en silencio en la oscuridad, no nos desvaneceremos sin luchar. Vamos a vivir, vamos a sobrevivir.” Alguien, en mitad de la Nada cantaba y con ello la negaba y ponía en entredicho su reinado. La Nada se retorció ante aquella negación a la desesperación que era su propio ser. Y, a medida que la canción se acercaba y su letra se hizo entendible, La Nada se encogió y retrocedió, apartándose de aquello como de un veneno.


“Con mi amigo camionero voy camino de Appleloosa
con mi amigo camionero voy camino de Appleloosa
Si me ven, si me ven, voy camino de Appleloosa
Si me ven, si me ven, voy camino de Appleloosa.


Lo acompañaba un ritmo de pandereta y el sonido de un motor grande a bajas revoluciones.


Tukitukitukitukiiiii
tukitukitukitaaaa
Rueda rueda camioncito,
que ya vamos a llegar.


Tukitukitukitukiiiii
tukitukitukitaaaa
rueda rueda camioncito
—¡j*der, Unade! Esto es humillante.”


La última línea no cuadraba métricamente. Se hizo el silencio. El sonido de la pandereta se apagó, el del motor también. La Nada alargó los tentáculos hacia la zona que había ocupado el sonido para reclamarla de nuevo para sí. Pero entonces se alzó una voz:


—Volgrand, eres el que tiene más conocimiento musical de los dos. Eres el indicado para hacerlo.


La Nada permaneció un instante indecisa. Nadie se atrevía a adentrarse en sus terrenos si no era con la voluntad ya destruida y con la intención de ser devorado completamente. Todos los que se aventuraban cerca de ella no eran más que ofrendas a su poder, voluntarios sacrificios a su inmenso...


—¡SEIS AÑOS EN EL CONSERVATORIO DE MÚSICA! ¡Cinco años estudiando piano, cinco de canto coral, colaboraciones en diferentes grupos heavys amateur! ¡¡Para que ahora, ahora que es mi gran momento, EL UNIVERSO DEPENDA DE UNA PUÑETERA PANDERETA!!


Aquel chillido lleno de protesta era incompatible con la inexistencia. La Nada se replegó alejándose de él. Decididamente, tanta voluntad junta podía ser excesiva para una digestión adecuada.


—¿Prefieres intentarlo con el cello?


Volgrand dirigió una mirada hacia el instrumento, que estaba recostado sugerentemente junto a los baffles y que le dedicaba un brillo seductor.


—Eeehmm… Creo que mejor me aferraré a la pandereta. Por cierto, ¿por qué carajo la llevabas en la mochila?


—Sabía que algún día me sería útil. Perfecta para una emergencia. Puedes tocarla incluso estando borracha. Lo he comprobado.


Volgrand volvió a mirar al susodicho instrumento.


—Seis años de formación musical para esto.
—Prueba con otro villancico creativo, anda.
—Tengo el indicado.


Volgrand tomó aire y, atizando la pandereta con saña, empezó a declamar.


“En el portal de R’lyeh
hay estrellas sol y luna
Yog–shotot, Nyarlathotep
Y Cthulu que está en la cuna”



Y el camión se puso en marcha de nuevo, renqueante. La Nada se retorció alejándose de aquella aberración musical y, sobre todo, de aquellas dos voluntades sordas a la orden de rendición que ella les lanzaba. Mejor apartarse antes de que la atropellasen.


[center]* * * ------- * * *[/b][/center]


Twilight caminó por la calle principal de Appleloosa con una inmensa sonrisa en su cara, y unas enormes pupilas en sus ojos. Muchos ponis seguían atados, y habían sido amontonados en los lados de la calle para no ser pisoteados. Algunos vociferaban, otros simplemente se mecían en sus ataduras.
En la plaza principal, los búfalos se habían reunido y entonaban machacones cánticos acompañados por sus tambores de una sola nota. El resultado, mezclado con los alaridos de locura que recorrían el pueblo, resultaba .... Era imposible encontrar la palabra con la que rellenar ese hueco. Haría falta condensar el concepto de “me dan ganas de reír histéricamente para no llorar de miedo”.


Y en mitad de toda aquella locura, solo una yegua guardaba la cordura. Zecora, en mitad del círculo de búfalos, observaba sus evoluciones ¿musicales? sin inmutarse. Al detectar a Twilight observando la escena, caminó fuera de aquella cacofonía de percusión y, con paso calmo, se acercó a ella. Twilight le sonrió.
–Tush hierbas van mu bien –dijo.
Zecora asintió.
–A veces la química ayuda, cuando la mente tan solo duda.
–Shi… Ahora ya puedo pensar. Antes solo podía histerizar. Esh una suerte que nuestro enemigo sea un pendejo, y no te considere digna de su cortejo.
Zecora asintió.
–No tenerme en consideración. Esa será su perdición.
Twilight empezó a reír.
–Ya sé hablar en rima… Hasta luego Zecora… Voy a ver como van el plan.


Frente a los búfalos, se había alzado el escenario. Twilight se detuvo frente a él y lo observó. Era perfecto, si no fuese porque no tenía altavoces, ni equipo de sonido, ni mesa de mezcla… Pero Pinkie tenía un inmenso sentido del espectáculo y lo había decorado con los restos destrozados de varias casas de una manera artística. La misma poni rosa se alzaba frente al enorme pentáculo vertical que había construido, con su lacia melena cubriendo la mitad de su rostro. La otra mitad de su rostro había sido maquillada en pálido mortuorio y sombra de ojos Black number 1. Le dirigió una sombría mirada a Twilight.


—Toda existencia es oscuridad. Y la oscuridad de mi alma será la que se comunique con los dioses exteriores. ¡Los invitaré a comer un melón! ¡NADIE SE RESISTE A UN DULCE MELÓN! ¡MUA JA JA JA JA!


Twilight observó con una sonrisa beatífica cómo Pinkie alzaba una cuchara para atravesar la dulce fruta.


—Twilight —dijo Spike, repanchingado en una tumbona tras ella —algo se mueve en la llanura.


La alicornia volvió la mirada hacia el paisaje más allá. La Nada todavía no había llegado a Appleloosa, pero estaba cerrando su garra. Y, efectivamente, en aquella extensión de gris, algo venía hacia ellos.


—Vamosh a ver quien es… –dijo, y se encaminó hacia allí.


La alicornio lavanda se detuvo en los límites del pueblo y observó el inexistente paisaje con una beatífica sonrisa. Era totalmente descorazonador, y por algún motivo, le parecía… le parecía… jejeje… no lo sabía bien, pero aquello era chungo de verdad. Pero chungo chungo.


—Spiiiiike… —dijo Twilight con voz cantarina –. ¿Tienes hora?


Spike sacó un gran reloj dorado con cadena de vete a saber dónde y consultó la hora.


—Lo siento, Twilight, pero parece que los relojes han dejado de funcionar.
—Peeeerfecto —dijo Twilight mirando beatíficamente aquel horror que se estaba tragando su mundo.
—¿Perfecto? Pero, ¿por qué?
—Poooorque, la cosa… esho de ahí se está comiendo todo —dijo Twilight señalando las manchas de Nada—y ha empezado a comerse el tiempo también. Así que, o bien tenemosh todo el tieeeeeeeempo del mundo, o bien… —se giró hacia Spike e hizo un teatral gesto con las patas delanteras —no tenemos tiempo ya y nos morimos todos. ¿Entiendes?
—Eh… No…
—Creo que yo tampoco… Bueno, shi lo entiendo y por esho… por esho… Sé que se ha acabado el tiempo para todos y que esho no importa ya, porque seguimos vivos, ¿vale? El tiempo ya no exiiiiste...
Spike entrecerró los ojos tratando de entender algo...
—Eeeehmmm.
—Pero, lo másh importante —dijo Twilight —: no—hagash—nada. ¿Entiendesh?
—¿De verdad no quieres que ayude? No sé, creo que podría…
—No. No hagas…. nada.
—De acuerdo... —respondió en tono dubitativo el dragoncito.


El sonido llegó hasta ellos desde algún punto en la lejanía de la llanura. Twilight giró unas interesadas orejas. Se podía definir aquel ruido como la mezcla de un ritmo de pandereta, el sonido de un motor grande a bajas revoluciones y alguien cantando una canción digna del Hearts Warming’s Eve. La canción decía más o menos:


Pero mira como vienen los profundos desde el río
pero mira como vienen, con los ojos salíos...


Twilight fijó sus ojos con las pupilas dilatadísimas en aquel conjunto de grises sin sentido y murmuró: “Ya están aquíííííi”. Spike recordó que no tenía que hacer nada, y eso incluía asustarse, así que se colocó unas gafas de sol y dio un largo sorbo a un batido que tenía cerca.


La extraña canción siguió sonando desde la llanura. Antes de que empezase la segunda estrofa, Pinkie Pie saltó por encima de ellos al grito de “uiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii” y se adentró entre las manchas de Nada rumbo a la canción, uniéndose a los coros.


Vienen y vienen
vienen de tres en tres.
Los profundos desde el río,
vienen con Nyarlathotep.


Unos segundos más tarde, un enorme camión blanco y estrafalario, que más parecía un escenario sobre ruedas, surgió de la bruma y se adentró por la calle principal de Appleloosa.Traía consigo todo un equipo de sonido que incluía más altavoces de los que Twilight podía contar sin la ayuda de un ábaco, y a las dos mayores artistas musicales de Equestria atadas a un baffle. A los mandos del camión la pegaso de color melocotón, y al micrófono Volgrand empuñando una pandereta, ahora acompañado por Pinkie Pie.


—Excelente —dijo Twilight y siguió al camión.


Unade aparcó el camión en la plaza principal, justo enfrente del escenario. Volgrand soltó la pandereta y saltó al suelo.


—¡Bien! Hemos llegado, hemos llegado… Lo hemos hecho… Lo de seguir las vías ha funcionado.


Parecía que no se lo acababa de creer.


—Claro que ha funcionado seguir la vías –dijo Unade y señaló tras Volgrand con el hocico.—Ahora supongo que querrás hablar con tu amiga.


Volgrand se volvió. Caminando tranquilamente hacia ellos con una enorme sonrisa, se acercaba Twilight. Pero, a mitad de camino, se detuvo, se volvió hacia el camión y se puso tocar una de las ruedas.


—Essshhh… Redooooondo… Uiiiiissshhhhh….


Volgrand corrió hasta ella.


—Twilight, me alegro de verte. He traído todo lo que necesitábamos: equipo de sonido, mesa de mezclas, alguien capaz de poner música cuando todo falle…


Twilight se puso en pie y casqueó a Volgrand amablemente para calmarlo.


—Nada va a fallar, ¿vale? Lo tengo toooooooooooooodo bajo control –se acercó mucho a él y lo miró directamente a los ojos–. Por cierto, ¿hash… robado el camión de Vinyl?
—No, no, en realidad nos traía ella.
—Peeero, eshtá conduciendo Unade.
La interpelada trató de explicarse.
—Eh, sí, porque yo conduzco mejor que Volgrand.
—Aaashí que tú conduces mejor que Volgrand el camión de Vynil.
—Eh, sí...
—Y Vynil eshtá atada… con Octavia.
Volgrand sintió que el sudor caía por su pelaje. Estaba hablando con una yegua emporrada, pero una yegua capaz de convertirlo en purpurina de un cuernazo mágico.
—No, no… Verás… Les estábamos salvando la vida. Es que querían suicidarse hace un rato.
—¿Apareches aquí con un camión que no eesh tuyo, la dueña esshtá atada sobre él y dicesh que era para salvarles la vida porque querían suicidarse?
—Eh… Sí. Sé que esto parece raro pero te juro que…
Twilight interrumpió su explicación con una risita.
—jijijiji… Esh lo mááááás lóóóóógico que me han dicho hoy.
Volgrand pestañeó dos veces para ayudarse a sí mismo asimilar aquello. Twilight había aceptado una inverosímil (aunque cierta) historia que ni siquiera él mismo daría por válida. ¿A qué horrores se había enfrentado Twilight en la desquiciada Appleloosa como para encontrar credibilidad en su relato? Volgrand sintió que el mundo pendía de un hilo en un muy precario equilibrio psicológico balanceado por tan solo cuatro mentes casi cuerdas. ¡No había tiempo que perder!
—Twilight, tengo que montarlo todo. ¡No tenemos tiempo! Hay un montón de trabajo que hacer y el Stú podría parecer aquí en cualquier momento y…


Un casco se puso en la boca de Volgrand para hacerlo callar. La beatífica sonrisa de Twilight precedió a sus palabras.


—Tranquilo, Volgrand. Lo tengo toooooodo bajo control.


Varios gritos desquiciados acompañados de aporreamiento de tambores siguieron a esa declaración.


[center]* * * ------- * * *[/b][/center]


Y observó el sumo creador y único ser válido de Equestria que las mane six no estaban postradas ante él ni lanzando loas a su persona.
Y el sumo creador aceptó que las hermanas celestiales dejasen su puesto de guardaespaldas lobotomizadas para follárselo y así tratar de buscar consuelo en ellas. Pero no era suficiente.
Y el sumo creador, y único ser válido de Equestria, decidió que debía ir a rescatar a las mane six del terrible destino que las mantenía lejos de su persona.
Y supo de inmediato dónde ir a buscarlas, tan grande era su sabiduría.


Las dos hermanas celestiales ocuparon de nuevo el lugar que les correspondía como guardia pretoriana y volaron tras ÉL hacia aquel lugar que casi nadie recordaba.


Así fue como Magnificum partió de Canterlot, en su épica búsqueda de las Mane Six. Las hermanas alicornio abandonaron sus reales deberes de placer para formar tras él: negras gafas, negros uniformes, y la discreción de dos geranios. El protagonista era su protegido, y ellas se borrarían a sí mismas como fuese necesario. Era su función en esa historia, aquella que alzaría al autor a la inmortalidad a través de su proyección en ese mundo.


Y así, Magnificum Fornicatum partió en busca de Twilight Sparkle y sus amigas. En su viaje recorrió toda Equestria, llegando a un poblado que había olvidado la magia de la Cutie Marks. Mas él recordó a la responsable de semejante acto, Starlight Glimmer, lo erróneo de sus acciones con la po… Quiero decir, le demostró lo erróneo de sus acciones mientras se la follaba.


Tras ello encontró a un gran semental cuyo lamento giraba en torno a su desgraciada mala suerte, suerte que lo había acompañado a lo largo de su vida. Magnificum se apiadó de él, y le demostró lo afortunado que era por haberse encontrado con él, y le fue otorgado el amor que siempre le había sido negado. Por detrás, por supuesto, que Magnificum es muy macho.


Partió entonces hacia el norte, a las tierras de los Yaks, donde conoció a las hembras de esta especie. Mas nada de ellas había sido mostrado en el show televisivo, por lo que Magnificum les dio una forma adecuada, con enormes senos, sugerentes curvas y elevada líbido. Procedió pues a intimar con todas ellas, mientras los machos observaban y tomaban nota de cómo debía actuar un verdadero semental.


Y en el lugar que no era recordado por nadie, tan escasa era su importancia, hubo las señales que anunciaron su advenimiento. Todas las yeguas corrieron a maquillarse para ser apetecibles para sus apetitos; todos los ponis que habían perdido la cordura enfocaron sus destruidas mentes en lanzar loas a Magnificum Fornicatum, y todos los búfalos se quedaron petrificados y esperaron a que la Nada los engullese, pues ninguno de ellos era interesante o apetecible para Magnificum.


Volgrand observó las señales a su alrededor. Varias yeguas desplegaban un cartel dando la bienvenida a Magnificum. Los búfalos se habían quedado inmóviles y sólo esperaban a ser borrados. Todas las mentes rotas traídas desde PonyVile estaban lanzando loas a su único héroe y salvador.


Volgrand sintió que se le helaba la sangre.


— Oh, dioses… El Stú viene hacia aquí. Es el fin.
El fin de todo se acerca... La nada tomará el universo y nunca más sabremos de Equestria y sus habitantes... ¿o quizá todavía haya una pequeña esperanza?
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