Estás asustado, notas como un tremendo miedo corre por tus venas, como si de un ácido se tratase, te quema por dentro.
No recuerdas nada, ni tu nombre siquiera. Pero sí estás consciente de que algo está pasando. Y es malo. Muy malo.
Un delicioso olor sacude tu nariz, y te atrae irremediablemente hacia una puerta. Estás en un pasillo, de hormigón, un hormigón frío, pero reconfortante. Sacas fuerzas, quizás del olor, quizás del miedo, y logras levantarte. Avanzas a trompicones hacia ella, y cuanto más te acercas, más recuerdas. Estás en un sitio que conoces... Pero no muy bien, quizá solo te resulta familiar. Casi agotado por el esfuerzo de moverte, llegas a la puerta. Ahora, tienes hambre, mucha hambre. Cuando abres la puerta, lo que ves te decepciona. Más pasillo, que conduce a una puerta roja... No, espera, todo el pasillo es rojo. Los ojos te pican, tanto que acercas tu peluda mano para secarte la... ¿Un momento, sangre? No lo habías notado, pero tienes un golpe en la cabeza. Pero eso no te importa. Solo te importa abrir esa puerta, y que alguien te lleve a un hospital, que te dé de comer. Ahora, te cuesta menos que antes, tu cabeza ya empieza a aclararse, pero aún así te empiezas a sentir muy extraño. Oyes unos ruidos, como de galope de caballos, a tu espalda. Sabes que eso es malo, que debes correr... Mientras puedas. Veloz como un galgo, corres a la puerta y la abres de un golpe. Es el exterior, y la noche te abraza. Estás a salvo, piensas. Pero sabes que te equivocas. Te apoyas sobre tus patas traseras y con una genuina fuerza empiezas a correr por los alrededores. Es una zona industrial en desuso, porque está llena de naves abandonadas y completamente desvalijadas. Cada vez que oyes algo raro, reaccionas de una forma exagerada, y corres a esconderte. Cuando llegas a la carretera, ves coches pasar cada poco, y un barrio de obreros se extiende ante tus ojos. Y entonces lo ves. Unos ojos, amarillos en la oscuridad, brillan intensamente, por encima de tus ojos. Bastante por encima. Grita algo de forma burlesca, todo hace mucho ruido a tu alrededor. El ser se agacha, como a 10 metros de tí, y cuando se levanta, notas que se mueve rápidamente y un dolor penetrante sacude tu flanco. Gruñes, amenazándole, como si pudieras algo contra él. Un instante después, estás corriendo por tu vida entre las naves, que apenas pueden guarecerte, y el olor se intensifica. Pero no corres de aquel ser. Corres de algo capaz de despedazar a tus miedos con un simple puñetazo, un licántropo temible, grande como dos hombres.. Sigues el olor, que te lleva a un pequeño recodo en una pared, donde crees que estarás a salvo. Un gruñido sale de tus fauces, ahora como simples juguetes. Ahora, hay otro par de ojos en la oscuridad. Tras tanto correr, sientes que no habrá lugar donde estés a salvo. Y decides enfrentarte a ellos: Corres hacia ellos, erguido, y saltas hacia ellos. Cada vez viendo mas claro un cuerpo humanoide, solo distinguible por los ojos. En apenas una décima de segundo sientes que está asustado, pero tú lo estás más. Cuando tus colmillos se clavan en su cuello, un delicioso sabor recorre tu garganta, y sientes que podrías quedarte allí para siempre. Pero no. Hay alguien viniendo. Algo más peligroso. Tú mismo.