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-Capítulo 4: Canon-
Aitana alzó la vista, examinando la sala en la que ahora se encontraban. No sólo la escalera de caracol, pegada firmemente al muro, parecía subir varios niveles, sino que además, habían más puertas como por la que ella había venido desembocando en aquella sala.
-Bueno, Julius: tu eres el que ha recorrido el castillo. Dinos como llegar a Drácula.
El fantasma del cazavampiros calló durante unos instantes, hasta que al final contestó:
-No lo sé.
El semblante de la yegua se congeló durante unos segundos.
-Espera, no lo debo de haber oído bien –Aitana tomó aire y…– ¡¿cómo cojones no puedes saberlo, j*der?! ¡¿No fuiste tu en que se cargó a ese capullo la última vez?!
Julius se aguantó la risa. Era hasta cierto punto divertido ver como un animal tan aparentemente dulce como un poni lanzaba insultos sin cortarse un pelo.
-Verás Aitana, es una de las particularidades de Castlevania: su forma cambia con cada nueva manifestación. Puede haber un complejo completamente distinto al que yo conocí por encima de nosotros, los únicos elementos comunes a todos los castillos son una torre del reloj y los aposentos de Drácula, en el pináculo.
Aitana relajó el rostro e hizo esfuerzo por recordar. Durante unos instantes lo vio, cuando volaba agarrada a Macdolia: un pequeño pináculo, en lo más alto del castillo.
-Entiendo… En fin: supongo que era mucho pedir que el señor del castillo construyese su sala del trono en el salón principal, como hacen todos los señores. Manda cojones… No nos quedará otra que subir a lo mas alt…
Pero antes de que Aitana acabase la frase, oyó numerosos golpes uno detrás de otro, provenientes de las salas continuas a la que se encontraba.
Y supo lo que eran: puertas abriéndose.
-Mierda, lo que faltaba.
La yegua empuño su látigo firmemente al tiempo que Julius lanzaba una exclamación.
-¿Peleas con un látigo?
Aitana lo miró fijamente.
-Pelear no es la palabra, pero lo uso, si. ¿Algún problema?
-No, ninguno –contestó el cazavampiros- es solo que…
En ese instante. Las puertas que daban a la habitación empezaron a abrirse… y a ser cruzadas por un gran número de seres que Aitana asoció a los mismos que emitían quejidos indescifrables cuando cruzó el pasillo a todo correr.
Eran criaturas con aspecto de poni, pero con una peculiaridad, una muy obvia: no tenían ningún tipo de rasgo: ni facial, ni corporal… nada de crin, nada de CM, nada de nada. Parecían más bien como cuerpos recubiertos por una extraña película blanca, como si fuesen maniquís andantes.
Y eran muchos, muchísimos. La sala fue abarrotándose cada vez más. Aitana, viéndose rodeada y con la escalera demasiado lejos de su alcance, no tuvo otra opción que situarse en el centro de la habitación.
-¿Qué mierdas son? –comentó la exploradora, que empezaba a sentirse algo agobiada por la gran cantidad de seres que empezaban a congregarse allí dentro.
Julius los miró detenidamente.
-Su aspecto… Me resulta vagamente familiar…
Aitana intentó contarlos. ¿Cuántos podían haber ahora mismo? ¿Doscientos? ¿Trescientos, quizá?
Pero ocurría algo extraño: los seres no atacaban. Solo se quedaban estáticos y se movían lentamente para dejar entrar a más como ellos.
Hasta que hubo un momento en el que dejaron de entrar.
–¿Qué va a pasar ahora?
Pero antes de que la poni de tierra recibiese respuesta, los cuerpos empezaron a brillar con una extraña aura roja… y comenzaron a flotar.
–¡¿Qué cojones…?!
–¡Aitana, siento una enorme concentración mágica por encima de nosotros! ¡Y cada vez es más poderosa!
Guiada por las palabras de Kolnarg, la arqueóloga miró hacia arriba… solo para encontrarse con algo que unos minutos antes no estaba ahí; algo que, de no haber sido porque estaba acostumbrada a ver cosas más irreales, le habría dejado estupefacta.
Los cuerpos que flotaban se estaban aglutinando en un enorme orbe de unos veinte metros de diámetro, todo formado por cuerpos: se superponían los unos a los otros, creando cada vez más una esfera perfecta, sin ningún hueco ni resquicio.
–Maldición –murmuró por lo bajo Julius–. Ahora sé que son, o más bien que es. La forma equina no me hizo caer en la cuenta.
Pero antes de que Aitana abriese la boca para exigir una respuesta, una voz retumbó en la sala.
–A ti, intrusa, que has entrado en los dominios de mi señor: no te dejaremos salir de aquí. Pronto te unirás a mí, a nosotros. Porque yo soy Legión: el que es muchos… y es uno.
Aitana apretó el látigo con sus patas.
–Y una mierda.
Muchos metros más arriba… Una yegua de crin morena y pelaje rojizo hacía esfuerzos por memorizar nombres.
-A ver si me los he aprendido: tú te llamas Qing Long –dijo señalando al dragón, que asintió-; tú eres Bai Hu –el pequeño tigre lanzó un maullido-; el pequeño fénix es Zhu Que –el pájaro se posó en su cabeza-; y tu, pequeña amiga –concluyó, girando su cabeza y mirando a la tortuga que llevaba subida a la grupa-, eres Xuan Wu; ¿lo he dicho bien?
Los cuatro animales parecieron alegrarse al ver como su nueva amiga se había aprendido, tras varios intentos fallidos, como se llamaban.
-No es mi culpa, tenéis nombres complicados y en un idioma que no me es familiar…
En ese instante, la paloma se posó delante de ella, junto a una estatua.
-Es verdad, tu no tienes nombre, ¿no?, pues eso no puede ser. Dado los nombres de tus amigos, ¿Qué tal si te llamo Gezi?
La paloma pareció reaccionar a aquel nombre y se acercó volando a Macdolia para frotarle la mejilla con el pico.
-Ji ji, veo que te gusta, me alegro.
Aquella charla había relajado un poco el ambiente, pero Macdolia seguía inquieta por Aitana y por Tiny. Tras conversar con sus nuevos amigos y acompañantes, estaba claro que la mejor forma de asegurarse que no sufrirían más daños era derrotar al señor del castillo, ese tal Drácula, y así poner fin a la amenaza que suponía para Equestria.
Los cinco animales habían explicado a la yegua que los aposentos de Drácula estaban en el punto más alto del castillo, así que la yegua se había puesto en marcha, intentando buscar como acercarse a su objetivo. Tras abandonar la basílica donde se encontró a los animales petrificados, Macdolia encontró una zona que parecía subir a los pisos superiores. Al final de dicho tramo, el aspecto de las salas cambió respecto a lo que venía viendo.
Ahora la yegua cruzaba por unos lujosos salones bien iluminados y mejor decorados, como si se tratase del castillo de Canterlot durante las recepciones a puerta abierta que la princesa realizaba una vez al año.
“G.G.G se llamaba, si no me equivoco. Pero me pregunto a qué viene tanta luz. No pega nada con el castillo de un vampiro”
Pero si aquello resultaba desconcertante… mas lo fue lo que vio a continuación.
Al final de uno de los pasillos, Macdolia vio a alguien. Se trataba de una poni de tierra de pelaje rosa tenue y crin verde esmeralda embutida en traje de sirvienta… y que parecía limpiar el suelo con un extraño artilugio: era una especie de escoba pero con vara curvada y flexible y cuyo extremo terminaba en una especie de esfera de aspecto calavérico que emitía un ruido como de ventilador y que estaba provista de ruedas, para facilitar su desplazamiento.
-Esto… ¿hola?
La poni cesó en sus menesteres y se acercó hasta donde estaba la poni de pelaje rojo.
-Yōkoso –dijo, haciendo una reverencia.
Macdolia no supo que responder. Y menos aun… cuando la poni de tierra, haciendo alarde de una agilidad increíble, se incorporó e intentó cocear a la poni de coletas con una rápida patada lateral. Sorprendida, no pudo esquivar del todo el impacto, el cual le alcanzó en la pata izquierda.
-¿Pero qué…? –exclamó la yegua, que cayó de rodillas.
La poni sirvienta se dispuso a descargar una patada descendiente directa a la cabeza de Macdolia, pero algo se interpuso: Gezi voló rápidamente y golpeó a la agresora con sus alas, rasgándole parte del vestido. Inmediatamente después, Qing Long alzó el vuelo y la embistió con ambas patas, lanzándola por los aires. La poni lanzó un gritito y se deshizo en una lluvia de pétalos carmesí.
La mandíbula de la poni de coletas se abrió de par en par.
-¿Qué se supone que acaba de ocurrir?
Mientras, en otra sala, dos ponis murciélago ultimaban unos preparativos.
-Mi señora, ya está todo listo.
Tiny Tales se encontraba ahora situada en el centro de la sala. Los candelabros seguían ardiendo emitiendo una siniestra luz, pero tres pebeteros habían sido colocados de forma equidistante entre sí del centro que la yegua ocupaba. Sobre los pebeteros flotaban tres figuras circulares similares a sellos mágicos y de tenue brillo blanco que representaban una enorme espada, un dragón y un trono respectivamente. Y por encima de Tiny había suspendida en el aire una enorme caja cuyo contenido se encontraba cerrado y sellado por varias cadenas.
“¿Qué se supone que me van a hacer?” se lamentaba la unicornio ante aquel panorama.
Carmilla se adelantó unos pasos y le levantó la cabeza a Tiny Tales.
-Mi Señor me aseguró que tu poder es un reflejo de cierta técnica usada contra él. Veamos si es cierto o no.
La poni murciélago empezó a entonar una letanía que parecía una especie de conjuro. Tiny Tales notó como su cuerno empezaba a brillar al tiempo que uno de los sellos, la espada. Para su sorpresa y asombro, el sello empezó a difuminarse y a estirarse en dirección a su cuerno. Cuando en sello, prácticamente convertido en un fino hilo, tocó a Tiny, la unicornio recibió una sacudida que hizo que sus pupilas se dilatasen.
Su mente se empezó a ver invadida por imágenes de un enorme ser con forma grotesca que sumía el mundo en una lluvia de fuego y destrucción. Las imágenes se amontonaban una detrás de otra. Tiny pensó que su mente se vería sobrepasada por todo aquel torrente de imágenes e intentó lanzar un grito, pero no le llegó la voz.
-Perfecto –dijo Carmilla al terminar el conjuro, cuando el sello fue absorbido del todo por el cuerno de Tiny- Vamos con el segundo.
De nuevo la poni murciélago empezó a recitar otro hechizo. Tiny, que aun temblaba por lo ocurrido, vio con cara horrorizada como otro sello, el del dragón, empezaba a estirarse y a acercarse a su cuerno.
“¡No, por favor!” quiso gritar, pero la voz no le salió.
De nuevo al tocar su cuerno el sello, un nuevo torrente de imágenes se agolpó en su mente. La misma criatura sumía en fuego abrasador a figuras sin identificar por medio de unas enormes bolas de fuego oscuro.
Tiny sentía como su mente se desbordaba… pero al mismo tempo empezó a sentir algo más. Era una sensación que nunca había sentido antes.
-Muy bien, vamos con el últi…
-¡NO!
Tiny Tales lanzó por fin un grito cuando vio claro lo que iba a suceder. La unicornio se incorporó ante la sorpresa de sus dos captoras.
-¡¿No se suponía que estabas impidiendo que se moviese, Laura?!
-¡No lo entiendo, mi Señora! ¡No debería poder liberarse!
Tiny Tales lo tuvo claro. Cerró los ojos y noto como un torrente de magia se acumulaba en su cuerno.
-¡NO! –alcanzó a oír gritar a Carmilla antes de desaparecer de la sala usando un hechizo de teletransporte.
Ambas ponis se quedaron mirándose la una a la otra.
-¿Cómo es posible, mi Señora?
-Es el Dominus… Realmente su poder era como nuestro Señor aseguraba. Hay que encontrarla y esta vez asegurarnos que absorbe el tercer glifo.
Aitana Pones trotaba escaleras arriba mientras se esforzaba por patear cuerpos por el enorme hueco de la sala. Desde que los cadáveres se habían aglutinado en aquel enorme orbe, habían empezado a descender sobre la arqueóloga con un nivel de agresividad bastante más elevado. A duras penas conseguía deshacerse de todos.
-Esto se debe a que ahora todos poseen una mente de colmena. Y la orden común es asimilarte a ti también –comentó Julius, el cual para poder desplazarse había decidido poseer en látigo de Aitana.
-Pues que esperen sentados. Van frescos si piensan que me voy a unir a su mierda de ejército.
La yegua seguía subiendo escaleras, pero la cosa no pintaba demasiado bien: cadáveres a ambos lados la acosaban cada vez más. Era cuestión de tiempo antes de que se viese acorralada por aquella marea de cuerpos.
-Mierda y mas mierda. Y todo por culpa de este orbe de los cojones.
La yegua descargó un latigazo contra la aglutinación esférica de cadáveres que flotaba en medio de la sala. El latigazo tuvo un efecto inesperado: varios de los cuerpos se desprendieron y cayeron al suelo desde gran altura, aplastándose algunos de ellos.
-Interesante… Quizás deberías seguir golpeando la esfera, son menos enemigos que luego deberás vencer -comentó Kolnarg.
-¿No me digas, genio? –respondió sarcásticamente la arqueóloga. Pero sabía que el espíritu del lich tenía razón. La yegua empezó a descargar furiosamente su látigo contra aquel orbe al tiempo que coceaba y embestía los cadáveres que se le acercaban. La yegua dejó de avanzar, pero comprobó como la pared de cuerpos que rodeaba al enorme globo empezaba a disminuir… hasta que se rompió uno de los segmentos.
-¡De p*ta ma…!
-¡CUIDADO!
La advertencia de Julius llegó a tiempo y Aitana reaccionó en el último segundo. Un enorme haz de luz brotó del agujero abierto en el orbe que la yegua llegó a esquivar por milímetros. El haz golpeó en la pared y en algunos cadáveres, desintegrando del todo a los segundos y abriendo un boquete en la primera.
La arqueóloga esta vez sí se sorprendió.
-¡SU p*ta MADRE ALICORNIO! ¡¿Qué co*o..?!
-Legión posee un sistema de autodefensa en caso de perder su recubrimiento –explicó el cazavampiros-. El núcleo genera extremidades que pueden emitir este tipo de ataques que acabas de ver por los agujeros hechos en el orbe.
Aitana abrió los ojos de par en par.
-¿Has dicho núcleo?
-Sí, núcleo. El que se halla en el centro de la esfera.
Aitana no necesitó pensarlo dos veces.
-¿No irás a…? –empezó Kolnarg.
-¿Tu qué crees? –contestó la yegua, que sacó un objeto similar a una pequeña caja y lo toqueteó un par de veces, iluminándose con una luz roja. La poni de tierra coceó los cadáveres que se le acercaban para tener espacio de sobra alrededor y, de un salto, se lanzó dentro de Legion.
Durante unos segundos La sala quedó sumida en un silencio sepulcral, pero al cabo de unos instantes, el extremo del látigo surgió del interior de Legión, enroscándose en la barandilla de la escalera. Aitana surgió del interior parcialmente cubierta de un líquido rojo y viscoso mientras se esforzaba por abandonar a aquel monstruo, dejándose caer y quedándose colgada del látigo. Acto seguido un tentáculo surgió del mismo agujero y abrió su extremo, apuntando a la arqueóloga.
-¿Qué será primero? –murmuró con una sonrisa la poni de tierra mientras venía como el extremo comenzaba a iluminarse, preparando un nuevo disparo que esta vez no erraría el blanco.
Pero en ese instante, se oyó un ruido que venía del interior de aquel orbe. El tentáculo se estremeció y el orbe entero se desplomó empezando a arder por completo al entrar en contacto con el suelo. Los cadáveres que se habían desprendido cayeron al suelo y se quedaron totalmente inertes.
-En mis años de cazavampiro… jamás oí que alguien se hubiese atrevido a plantar una bomba en pleno núcleo de Legión para destruirlo directamente. Eres verdaderamente temeraria, pequeña poni, alocada incluso.
-¿No lo sabes? –dijo Aitana mientras reía de pura satisfacción al ver arder a su enemigo- “Loca” es mi segundo apellido.
Tras atravesar aquellos salones, Macdolia no salía de su asombro. No solo sus enemigos tenían aspecto de lo más simple (no en vano, la habían atacado en los últimos minutos una armadura azul que empuñaba una amenazante hacha, una pintura de aspecto siniestro y un esqueleto vestido con un chaleco y pajarita que le había lanzado un plato de una especie de comida extremadamente picante, ya que ardió al caer al suelo), sino que había comprobado que sus acompañantes no eran meros animales de compañía: Bai Hu había cargado contra la armadura, sumiéndola en una especie de corriente eléctrica cuando la cría de tigre la tocó, Zhu Que voló en dirección al cuadro y éste ardió cuando el pequeño fénix lo picoteó y Xuan Wu se interpuso entre Macdolia y el plato de comida cuando este iba a alcanzarla, recubriendo a la yegua en un enorme caparazón que la tortuga generó alrededor de ella, protegiéndola.
-Está claro que vuestra antigua maestra os trajo aquí para que la ayudaseis en su lucha contra Drácula, ¿no es así?
Los animales asintieron.
-En ese caso, espero estar a la altura de vuestra antigua ama. Gracias por prestarme vuestro poder.
Macdolia siguió vagando por el pasillo, pero entonces sintió que algo no encajaba.
-Es extraño… juraría que ya he pasado por aquí.
La yegua abrió la puerta y siguió avanzando, pero a los pocos minutos se detuvo.
-Este pasillo es demasiado largo, hace tiempo que debería haber llegado al extremo del castillo. Aquí hay truco.
La yegua se acercó de nuevo a la puerta, pero esta vez, la abrió muy lentamente… y vio a una criatura de lo más curiosa: un conejo blanco con chistera y monóculo, embutido en un esmoquin morado y que se erguía sobre sus patas con la ayuda de un bastón. Y detrás de él, una puerta que parecía distinta de las demás y que sin duda conducía a otra zona del castillo.
-Esperad aquí –susurró a los animales.
La poni de tierra abrió la puerta sin hacer ruido e intentó acercarse al conejo, que parecía despistado en ese momento, pero cuando lo tenía a unos cinco metros de distancia éste lo vio. Antes de que Macdolia pudiese hacer o decir algo, el conejo sacó de la chistera un enorme reloj que encaró a la poni. Cuando quiso darse cuenta, Macdolia estaba sola en el pasillo, con los animales a su lado de nuevo.
-Ya veo lo que ocurre. No pensé que me toparía una criatura así…
Los animales parecían confusos por la repentina aparición de la poni.
-Pero dos pueden jugar a este juego.
La yegua se tocó la CM y ante ella se materializó su reloj de bolsillo. De nuevo volvió a repetir los pasos anteriores, acercándose lentamente al conejo de la sala contigua. Cuando de nuevo el conejo pareció reparar en su presencia, Macdolia empuñó el reloj de bolsillo con fuerza.
-¡SLOW!
El conejo sacó de nuevo el enorme reloj, pero esta vez cuando lo encaró a la yegua, no desapareció sin dejar rastro, sino que se quedó estático unos segundos. Macdolia siguió acercándose a la criatura, que al bajar el reloj mostraba un aspecto confuso.
-No puedes detener el tiempo si yo lo ralentizo primero –dijo la poni de tierra-. Has tenido mala suerte al toparte conmigo precisamente.
El conejo no se lo pensó dos veces. Metió el reloj en la chistera y dándose la vuelta, echó a correr como un desesperado.
-¡Quieto ahí! –gritó Macdolia, preparándose para lanzar la cadena.
Pero antes de que pudiese hacer algo, algo afilado golpeó al conejo, que se desvaneció en una rápida llamarada.
-Interesante… No pensé que alguien podría vencer al Cronomago usando su técnica contra él –dijo una voz.
Ante Macdolia se apareció un poni que empuñaba una enorme espada de lo más curiosa: la empuñadura era circular y con la forma de un enorme reloj de bolsillo. El poni que tenía delante era de pelaje blanco y crin plateada y brillante. Llevaba un monóculo en su ojo derecho y un reloj de bolsillo plateado sujeto con una cadena. Vestía ropa ligeramente recargada y de aspecto gótico y su CM era similar a la de Macdolia: un reloj de bolsillo, solo que plateado y con la manecilla de las horas apuntando a las III y la de los minutos a las X y algo más: su esfera tenía XIII números.
Los animales se unieron rápidamente a la yegua, pero no parecían lo que se dice hostiles ante la presencia de aquel poni.
-¿Quién eres? –preguntó la yegua.
-Alguien como tu: un viajero del tiempo, pequeña poni –contestó el semental-; Aeon es mi nombre. Y asuntos debo tratar contigo, la que porta el don del viaje espacio-temporal.
Tiny Tales reapareció en medio de una estancia levemente iluminada, pero fácilmente reconocible: una enorme biblioteca.
No sabía cómo había llegado allí. Su intención era teletransportarse fuera del castillo, pero era obvio que el nerviosismo por lo vivido había hecho que el hechizo no funcionase del todo, lanzándola a una ubicación aleatoria dentro de aquellos muros.
Pero no solo era nerviosismo lo que sentía la unicornio. Otra sensación se hacía cada vez mas latente aumentaba dentro de ella. Una muy clara pero que su maestro siempre le había dicho que no poseía.
Era poder.
Tiny era sin duda una poni muy talentosa. Su magia le permitía generar los más diversos objetos solo con el pensamiento, pero su talento rara vez había sido usado para el combate. Su vida era pacífica y siempre había deseado que fuera así. No sentía esa “adrenalina” que muchos unicornios mostraban cuando se enfrentaban en duelos mágicos.
Pero ahora mismo, Tiny notaba que un poder inconmensurable moraba dentro de ella. Uno capaz de hacerle realizar las mayores hazañas…
-¡GRAAAAAAAAAAGHH!
La mente de Tiny volvió en sí cuando escuchó aquel grito. De lo alto de una de las librerías una criatura similar a una gárgola se abalanzó sobre ella, dispuesta a atacarla.
Los ojos de la unicornio brillaron con un tono rojizo mientras concentraba magia. Un torrente de energía en forma llamaradas verdes y afiladas surgió del cuerno de Tiny Tales y golpeó con fuerza a la gárgola, lanzándola contra en suelo.
Los ojos de Tiny volvieron a la brillar, esta vez con mas intensidad. Este brillo se trasladó a su cuerno y ante ella apareció un portal que invocó una enorme esfera de magma humeante que impactó contra la gárgola, rompiéndola en pedazos.
Tiny recuperó su aspecto habitual cuando vio como la gárgola se reducía a polvo… y entonces sintió un enorme dolor. Era un dolor que parecía que la iba a partir por la mitad.
-Tu cuerpo no está preparado para usar Dominus –dijo una voz en su cabeza.
-¿Quién es? ¿Qué eres? –respondió una asustada Tiny Tales.
La voz dejó escapar un suspiro.
-Esto va a ser más largo de lo que creía…
Aitana alzó la vista, examinando la sala en la que ahora se encontraban. No sólo la escalera de caracol, pegada firmemente al muro, parecía subir varios niveles, sino que además, habían más puertas como por la que ella había venido desembocando en aquella sala.
-Bueno, Julius: tu eres el que ha recorrido el castillo. Dinos como llegar a Drácula.
El fantasma del cazavampiros calló durante unos instantes, hasta que al final contestó:
-No lo sé.
El semblante de la yegua se congeló durante unos segundos.
-Espera, no lo debo de haber oído bien –Aitana tomó aire y…– ¡¿cómo cojones no puedes saberlo, j*der?! ¡¿No fuiste tu en que se cargó a ese capullo la última vez?!
Julius se aguantó la risa. Era hasta cierto punto divertido ver como un animal tan aparentemente dulce como un poni lanzaba insultos sin cortarse un pelo.
-Verás Aitana, es una de las particularidades de Castlevania: su forma cambia con cada nueva manifestación. Puede haber un complejo completamente distinto al que yo conocí por encima de nosotros, los únicos elementos comunes a todos los castillos son una torre del reloj y los aposentos de Drácula, en el pináculo.
Aitana relajó el rostro e hizo esfuerzo por recordar. Durante unos instantes lo vio, cuando volaba agarrada a Macdolia: un pequeño pináculo, en lo más alto del castillo.
-Entiendo… En fin: supongo que era mucho pedir que el señor del castillo construyese su sala del trono en el salón principal, como hacen todos los señores. Manda cojones… No nos quedará otra que subir a lo mas alt…
Pero antes de que Aitana acabase la frase, oyó numerosos golpes uno detrás de otro, provenientes de las salas continuas a la que se encontraba.
Y supo lo que eran: puertas abriéndose.
-Mierda, lo que faltaba.
La yegua empuño su látigo firmemente al tiempo que Julius lanzaba una exclamación.
-¿Peleas con un látigo?
Aitana lo miró fijamente.
-Pelear no es la palabra, pero lo uso, si. ¿Algún problema?
-No, ninguno –contestó el cazavampiros- es solo que…
En ese instante. Las puertas que daban a la habitación empezaron a abrirse… y a ser cruzadas por un gran número de seres que Aitana asoció a los mismos que emitían quejidos indescifrables cuando cruzó el pasillo a todo correr.
Eran criaturas con aspecto de poni, pero con una peculiaridad, una muy obvia: no tenían ningún tipo de rasgo: ni facial, ni corporal… nada de crin, nada de CM, nada de nada. Parecían más bien como cuerpos recubiertos por una extraña película blanca, como si fuesen maniquís andantes.
Y eran muchos, muchísimos. La sala fue abarrotándose cada vez más. Aitana, viéndose rodeada y con la escalera demasiado lejos de su alcance, no tuvo otra opción que situarse en el centro de la habitación.
-¿Qué mierdas son? –comentó la exploradora, que empezaba a sentirse algo agobiada por la gran cantidad de seres que empezaban a congregarse allí dentro.
Julius los miró detenidamente.
-Su aspecto… Me resulta vagamente familiar…
Aitana intentó contarlos. ¿Cuántos podían haber ahora mismo? ¿Doscientos? ¿Trescientos, quizá?
Pero ocurría algo extraño: los seres no atacaban. Solo se quedaban estáticos y se movían lentamente para dejar entrar a más como ellos.
Hasta que hubo un momento en el que dejaron de entrar.
–¿Qué va a pasar ahora?
Pero antes de que la poni de tierra recibiese respuesta, los cuerpos empezaron a brillar con una extraña aura roja… y comenzaron a flotar.
–¡¿Qué cojones…?!
–¡Aitana, siento una enorme concentración mágica por encima de nosotros! ¡Y cada vez es más poderosa!
Guiada por las palabras de Kolnarg, la arqueóloga miró hacia arriba… solo para encontrarse con algo que unos minutos antes no estaba ahí; algo que, de no haber sido porque estaba acostumbrada a ver cosas más irreales, le habría dejado estupefacta.
Los cuerpos que flotaban se estaban aglutinando en un enorme orbe de unos veinte metros de diámetro, todo formado por cuerpos: se superponían los unos a los otros, creando cada vez más una esfera perfecta, sin ningún hueco ni resquicio.
–Maldición –murmuró por lo bajo Julius–. Ahora sé que son, o más bien que es. La forma equina no me hizo caer en la cuenta.
Pero antes de que Aitana abriese la boca para exigir una respuesta, una voz retumbó en la sala.
–A ti, intrusa, que has entrado en los dominios de mi señor: no te dejaremos salir de aquí. Pronto te unirás a mí, a nosotros. Porque yo soy Legión: el que es muchos… y es uno.
Aitana apretó el látigo con sus patas.
–Y una mierda.
Muchos metros más arriba… Una yegua de crin morena y pelaje rojizo hacía esfuerzos por memorizar nombres.
-A ver si me los he aprendido: tú te llamas Qing Long –dijo señalando al dragón, que asintió-; tú eres Bai Hu –el pequeño tigre lanzó un maullido-; el pequeño fénix es Zhu Que –el pájaro se posó en su cabeza-; y tu, pequeña amiga –concluyó, girando su cabeza y mirando a la tortuga que llevaba subida a la grupa-, eres Xuan Wu; ¿lo he dicho bien?
Los cuatro animales parecieron alegrarse al ver como su nueva amiga se había aprendido, tras varios intentos fallidos, como se llamaban.
-No es mi culpa, tenéis nombres complicados y en un idioma que no me es familiar…
En ese instante, la paloma se posó delante de ella, junto a una estatua.
-Es verdad, tu no tienes nombre, ¿no?, pues eso no puede ser. Dado los nombres de tus amigos, ¿Qué tal si te llamo Gezi?
La paloma pareció reaccionar a aquel nombre y se acercó volando a Macdolia para frotarle la mejilla con el pico.
-Ji ji, veo que te gusta, me alegro.
Aquella charla había relajado un poco el ambiente, pero Macdolia seguía inquieta por Aitana y por Tiny. Tras conversar con sus nuevos amigos y acompañantes, estaba claro que la mejor forma de asegurarse que no sufrirían más daños era derrotar al señor del castillo, ese tal Drácula, y así poner fin a la amenaza que suponía para Equestria.
Los cinco animales habían explicado a la yegua que los aposentos de Drácula estaban en el punto más alto del castillo, así que la yegua se había puesto en marcha, intentando buscar como acercarse a su objetivo. Tras abandonar la basílica donde se encontró a los animales petrificados, Macdolia encontró una zona que parecía subir a los pisos superiores. Al final de dicho tramo, el aspecto de las salas cambió respecto a lo que venía viendo.
Ahora la yegua cruzaba por unos lujosos salones bien iluminados y mejor decorados, como si se tratase del castillo de Canterlot durante las recepciones a puerta abierta que la princesa realizaba una vez al año.
“G.G.G se llamaba, si no me equivoco. Pero me pregunto a qué viene tanta luz. No pega nada con el castillo de un vampiro”
Pero si aquello resultaba desconcertante… mas lo fue lo que vio a continuación.
Al final de uno de los pasillos, Macdolia vio a alguien. Se trataba de una poni de tierra de pelaje rosa tenue y crin verde esmeralda embutida en traje de sirvienta… y que parecía limpiar el suelo con un extraño artilugio: era una especie de escoba pero con vara curvada y flexible y cuyo extremo terminaba en una especie de esfera de aspecto calavérico que emitía un ruido como de ventilador y que estaba provista de ruedas, para facilitar su desplazamiento.
-Esto… ¿hola?
La poni cesó en sus menesteres y se acercó hasta donde estaba la poni de pelaje rojo.
-Yōkoso –dijo, haciendo una reverencia.
Macdolia no supo que responder. Y menos aun… cuando la poni de tierra, haciendo alarde de una agilidad increíble, se incorporó e intentó cocear a la poni de coletas con una rápida patada lateral. Sorprendida, no pudo esquivar del todo el impacto, el cual le alcanzó en la pata izquierda.
-¿Pero qué…? –exclamó la yegua, que cayó de rodillas.
La poni sirvienta se dispuso a descargar una patada descendiente directa a la cabeza de Macdolia, pero algo se interpuso: Gezi voló rápidamente y golpeó a la agresora con sus alas, rasgándole parte del vestido. Inmediatamente después, Qing Long alzó el vuelo y la embistió con ambas patas, lanzándola por los aires. La poni lanzó un gritito y se deshizo en una lluvia de pétalos carmesí.
La mandíbula de la poni de coletas se abrió de par en par.
-¿Qué se supone que acaba de ocurrir?
Mientras, en otra sala, dos ponis murciélago ultimaban unos preparativos.
-Mi señora, ya está todo listo.
Tiny Tales se encontraba ahora situada en el centro de la sala. Los candelabros seguían ardiendo emitiendo una siniestra luz, pero tres pebeteros habían sido colocados de forma equidistante entre sí del centro que la yegua ocupaba. Sobre los pebeteros flotaban tres figuras circulares similares a sellos mágicos y de tenue brillo blanco que representaban una enorme espada, un dragón y un trono respectivamente. Y por encima de Tiny había suspendida en el aire una enorme caja cuyo contenido se encontraba cerrado y sellado por varias cadenas.
“¿Qué se supone que me van a hacer?” se lamentaba la unicornio ante aquel panorama.
Carmilla se adelantó unos pasos y le levantó la cabeza a Tiny Tales.
-Mi Señor me aseguró que tu poder es un reflejo de cierta técnica usada contra él. Veamos si es cierto o no.
La poni murciélago empezó a entonar una letanía que parecía una especie de conjuro. Tiny Tales notó como su cuerno empezaba a brillar al tiempo que uno de los sellos, la espada. Para su sorpresa y asombro, el sello empezó a difuminarse y a estirarse en dirección a su cuerno. Cuando en sello, prácticamente convertido en un fino hilo, tocó a Tiny, la unicornio recibió una sacudida que hizo que sus pupilas se dilatasen.
Su mente se empezó a ver invadida por imágenes de un enorme ser con forma grotesca que sumía el mundo en una lluvia de fuego y destrucción. Las imágenes se amontonaban una detrás de otra. Tiny pensó que su mente se vería sobrepasada por todo aquel torrente de imágenes e intentó lanzar un grito, pero no le llegó la voz.
-Perfecto –dijo Carmilla al terminar el conjuro, cuando el sello fue absorbido del todo por el cuerno de Tiny- Vamos con el segundo.
De nuevo la poni murciélago empezó a recitar otro hechizo. Tiny, que aun temblaba por lo ocurrido, vio con cara horrorizada como otro sello, el del dragón, empezaba a estirarse y a acercarse a su cuerno.
“¡No, por favor!” quiso gritar, pero la voz no le salió.
De nuevo al tocar su cuerno el sello, un nuevo torrente de imágenes se agolpó en su mente. La misma criatura sumía en fuego abrasador a figuras sin identificar por medio de unas enormes bolas de fuego oscuro.
Tiny sentía como su mente se desbordaba… pero al mismo tempo empezó a sentir algo más. Era una sensación que nunca había sentido antes.
-Muy bien, vamos con el últi…
-¡NO!
Tiny Tales lanzó por fin un grito cuando vio claro lo que iba a suceder. La unicornio se incorporó ante la sorpresa de sus dos captoras.
-¡¿No se suponía que estabas impidiendo que se moviese, Laura?!
-¡No lo entiendo, mi Señora! ¡No debería poder liberarse!
Tiny Tales lo tuvo claro. Cerró los ojos y noto como un torrente de magia se acumulaba en su cuerno.
-¡NO! –alcanzó a oír gritar a Carmilla antes de desaparecer de la sala usando un hechizo de teletransporte.
Ambas ponis se quedaron mirándose la una a la otra.
-¿Cómo es posible, mi Señora?
-Es el Dominus… Realmente su poder era como nuestro Señor aseguraba. Hay que encontrarla y esta vez asegurarnos que absorbe el tercer glifo.
Aitana Pones trotaba escaleras arriba mientras se esforzaba por patear cuerpos por el enorme hueco de la sala. Desde que los cadáveres se habían aglutinado en aquel enorme orbe, habían empezado a descender sobre la arqueóloga con un nivel de agresividad bastante más elevado. A duras penas conseguía deshacerse de todos.
-Esto se debe a que ahora todos poseen una mente de colmena. Y la orden común es asimilarte a ti también –comentó Julius, el cual para poder desplazarse había decidido poseer en látigo de Aitana.
-Pues que esperen sentados. Van frescos si piensan que me voy a unir a su mierda de ejército.
La yegua seguía subiendo escaleras, pero la cosa no pintaba demasiado bien: cadáveres a ambos lados la acosaban cada vez más. Era cuestión de tiempo antes de que se viese acorralada por aquella marea de cuerpos.
-Mierda y mas mierda. Y todo por culpa de este orbe de los cojones.
La yegua descargó un latigazo contra la aglutinación esférica de cadáveres que flotaba en medio de la sala. El latigazo tuvo un efecto inesperado: varios de los cuerpos se desprendieron y cayeron al suelo desde gran altura, aplastándose algunos de ellos.
-Interesante… Quizás deberías seguir golpeando la esfera, son menos enemigos que luego deberás vencer -comentó Kolnarg.
-¿No me digas, genio? –respondió sarcásticamente la arqueóloga. Pero sabía que el espíritu del lich tenía razón. La yegua empezó a descargar furiosamente su látigo contra aquel orbe al tiempo que coceaba y embestía los cadáveres que se le acercaban. La yegua dejó de avanzar, pero comprobó como la pared de cuerpos que rodeaba al enorme globo empezaba a disminuir… hasta que se rompió uno de los segmentos.
-¡De p*ta ma…!
-¡CUIDADO!
La advertencia de Julius llegó a tiempo y Aitana reaccionó en el último segundo. Un enorme haz de luz brotó del agujero abierto en el orbe que la yegua llegó a esquivar por milímetros. El haz golpeó en la pared y en algunos cadáveres, desintegrando del todo a los segundos y abriendo un boquete en la primera.
La arqueóloga esta vez sí se sorprendió.
-¡SU p*ta MADRE ALICORNIO! ¡¿Qué co*o..?!
-Legión posee un sistema de autodefensa en caso de perder su recubrimiento –explicó el cazavampiros-. El núcleo genera extremidades que pueden emitir este tipo de ataques que acabas de ver por los agujeros hechos en el orbe.
Aitana abrió los ojos de par en par.
-¿Has dicho núcleo?
-Sí, núcleo. El que se halla en el centro de la esfera.
Aitana no necesitó pensarlo dos veces.
-¿No irás a…? –empezó Kolnarg.
-¿Tu qué crees? –contestó la yegua, que sacó un objeto similar a una pequeña caja y lo toqueteó un par de veces, iluminándose con una luz roja. La poni de tierra coceó los cadáveres que se le acercaban para tener espacio de sobra alrededor y, de un salto, se lanzó dentro de Legion.
Durante unos segundos La sala quedó sumida en un silencio sepulcral, pero al cabo de unos instantes, el extremo del látigo surgió del interior de Legión, enroscándose en la barandilla de la escalera. Aitana surgió del interior parcialmente cubierta de un líquido rojo y viscoso mientras se esforzaba por abandonar a aquel monstruo, dejándose caer y quedándose colgada del látigo. Acto seguido un tentáculo surgió del mismo agujero y abrió su extremo, apuntando a la arqueóloga.
-¿Qué será primero? –murmuró con una sonrisa la poni de tierra mientras venía como el extremo comenzaba a iluminarse, preparando un nuevo disparo que esta vez no erraría el blanco.
Pero en ese instante, se oyó un ruido que venía del interior de aquel orbe. El tentáculo se estremeció y el orbe entero se desplomó empezando a arder por completo al entrar en contacto con el suelo. Los cadáveres que se habían desprendido cayeron al suelo y se quedaron totalmente inertes.
-En mis años de cazavampiro… jamás oí que alguien se hubiese atrevido a plantar una bomba en pleno núcleo de Legión para destruirlo directamente. Eres verdaderamente temeraria, pequeña poni, alocada incluso.
-¿No lo sabes? –dijo Aitana mientras reía de pura satisfacción al ver arder a su enemigo- “Loca” es mi segundo apellido.
Tras atravesar aquellos salones, Macdolia no salía de su asombro. No solo sus enemigos tenían aspecto de lo más simple (no en vano, la habían atacado en los últimos minutos una armadura azul que empuñaba una amenazante hacha, una pintura de aspecto siniestro y un esqueleto vestido con un chaleco y pajarita que le había lanzado un plato de una especie de comida extremadamente picante, ya que ardió al caer al suelo), sino que había comprobado que sus acompañantes no eran meros animales de compañía: Bai Hu había cargado contra la armadura, sumiéndola en una especie de corriente eléctrica cuando la cría de tigre la tocó, Zhu Que voló en dirección al cuadro y éste ardió cuando el pequeño fénix lo picoteó y Xuan Wu se interpuso entre Macdolia y el plato de comida cuando este iba a alcanzarla, recubriendo a la yegua en un enorme caparazón que la tortuga generó alrededor de ella, protegiéndola.
-Está claro que vuestra antigua maestra os trajo aquí para que la ayudaseis en su lucha contra Drácula, ¿no es así?
Los animales asintieron.
-En ese caso, espero estar a la altura de vuestra antigua ama. Gracias por prestarme vuestro poder.
Macdolia siguió vagando por el pasillo, pero entonces sintió que algo no encajaba.
-Es extraño… juraría que ya he pasado por aquí.
La yegua abrió la puerta y siguió avanzando, pero a los pocos minutos se detuvo.
-Este pasillo es demasiado largo, hace tiempo que debería haber llegado al extremo del castillo. Aquí hay truco.
La yegua se acercó de nuevo a la puerta, pero esta vez, la abrió muy lentamente… y vio a una criatura de lo más curiosa: un conejo blanco con chistera y monóculo, embutido en un esmoquin morado y que se erguía sobre sus patas con la ayuda de un bastón. Y detrás de él, una puerta que parecía distinta de las demás y que sin duda conducía a otra zona del castillo.
-Esperad aquí –susurró a los animales.
La poni de tierra abrió la puerta sin hacer ruido e intentó acercarse al conejo, que parecía despistado en ese momento, pero cuando lo tenía a unos cinco metros de distancia éste lo vio. Antes de que Macdolia pudiese hacer o decir algo, el conejo sacó de la chistera un enorme reloj que encaró a la poni. Cuando quiso darse cuenta, Macdolia estaba sola en el pasillo, con los animales a su lado de nuevo.
-Ya veo lo que ocurre. No pensé que me toparía una criatura así…
Los animales parecían confusos por la repentina aparición de la poni.
-Pero dos pueden jugar a este juego.
La yegua se tocó la CM y ante ella se materializó su reloj de bolsillo. De nuevo volvió a repetir los pasos anteriores, acercándose lentamente al conejo de la sala contigua. Cuando de nuevo el conejo pareció reparar en su presencia, Macdolia empuñó el reloj de bolsillo con fuerza.
-¡SLOW!
El conejo sacó de nuevo el enorme reloj, pero esta vez cuando lo encaró a la yegua, no desapareció sin dejar rastro, sino que se quedó estático unos segundos. Macdolia siguió acercándose a la criatura, que al bajar el reloj mostraba un aspecto confuso.
-No puedes detener el tiempo si yo lo ralentizo primero –dijo la poni de tierra-. Has tenido mala suerte al toparte conmigo precisamente.
El conejo no se lo pensó dos veces. Metió el reloj en la chistera y dándose la vuelta, echó a correr como un desesperado.
-¡Quieto ahí! –gritó Macdolia, preparándose para lanzar la cadena.
Pero antes de que pudiese hacer algo, algo afilado golpeó al conejo, que se desvaneció en una rápida llamarada.
-Interesante… No pensé que alguien podría vencer al Cronomago usando su técnica contra él –dijo una voz.
Ante Macdolia se apareció un poni que empuñaba una enorme espada de lo más curiosa: la empuñadura era circular y con la forma de un enorme reloj de bolsillo. El poni que tenía delante era de pelaje blanco y crin plateada y brillante. Llevaba un monóculo en su ojo derecho y un reloj de bolsillo plateado sujeto con una cadena. Vestía ropa ligeramente recargada y de aspecto gótico y su CM era similar a la de Macdolia: un reloj de bolsillo, solo que plateado y con la manecilla de las horas apuntando a las III y la de los minutos a las X y algo más: su esfera tenía XIII números.
Los animales se unieron rápidamente a la yegua, pero no parecían lo que se dice hostiles ante la presencia de aquel poni.
-¿Quién eres? –preguntó la yegua.
-Alguien como tu: un viajero del tiempo, pequeña poni –contestó el semental-; Aeon es mi nombre. Y asuntos debo tratar contigo, la que porta el don del viaje espacio-temporal.
Tiny Tales reapareció en medio de una estancia levemente iluminada, pero fácilmente reconocible: una enorme biblioteca.
No sabía cómo había llegado allí. Su intención era teletransportarse fuera del castillo, pero era obvio que el nerviosismo por lo vivido había hecho que el hechizo no funcionase del todo, lanzándola a una ubicación aleatoria dentro de aquellos muros.
Pero no solo era nerviosismo lo que sentía la unicornio. Otra sensación se hacía cada vez mas latente aumentaba dentro de ella. Una muy clara pero que su maestro siempre le había dicho que no poseía.
Era poder.
Tiny era sin duda una poni muy talentosa. Su magia le permitía generar los más diversos objetos solo con el pensamiento, pero su talento rara vez había sido usado para el combate. Su vida era pacífica y siempre había deseado que fuera así. No sentía esa “adrenalina” que muchos unicornios mostraban cuando se enfrentaban en duelos mágicos.
Pero ahora mismo, Tiny notaba que un poder inconmensurable moraba dentro de ella. Uno capaz de hacerle realizar las mayores hazañas…
-¡GRAAAAAAAAAAGHH!
La mente de Tiny volvió en sí cuando escuchó aquel grito. De lo alto de una de las librerías una criatura similar a una gárgola se abalanzó sobre ella, dispuesta a atacarla.
Los ojos de la unicornio brillaron con un tono rojizo mientras concentraba magia. Un torrente de energía en forma llamaradas verdes y afiladas surgió del cuerno de Tiny Tales y golpeó con fuerza a la gárgola, lanzándola contra en suelo.
Los ojos de Tiny volvieron a la brillar, esta vez con mas intensidad. Este brillo se trasladó a su cuerno y ante ella apareció un portal que invocó una enorme esfera de magma humeante que impactó contra la gárgola, rompiéndola en pedazos.
Tiny recuperó su aspecto habitual cuando vio como la gárgola se reducía a polvo… y entonces sintió un enorme dolor. Era un dolor que parecía que la iba a partir por la mitad.
-Tu cuerpo no está preparado para usar Dominus –dijo una voz en su cabeza.
-¿Quién es? ¿Qué eres? –respondió una asustada Tiny Tales.
La voz dejó escapar un suspiro.
-Esto va a ser más largo de lo que creía…
