Cuando el tren salió del túnel se encontró nuevamente ante un extenso campo nevado. A los pasajeros curiosos las ventanas, como llevaban haciendo ya un largo rato, les seguían ofreciendo la vista de múltiples y dispersas granjas, la mayoría pequeños maizales de propiedad familiar. A fin de cuentas aquella parte de Ohio formaba parte del llamado “cinturón del maíz”.
Aquel joven contemplaba, acomodado desde su asiento y con gesto de aburrimiento, la monótona vista que ya le resultaba tan familiar, pues no era precisamente la primera vez que realizaba aquel viaje. Siempre llevaba consigo en su equipaje, para el largo trayecto, al menos dos o tres de los libros con los que tenía que prepararse para los exámenes de enero así como sus apuntes de clase, pero por mucho que llegara a desesperarse por la tardanza, al final, propósitos aparte, nunca llegaba ni a ojearlos.
Suspiró. Antes había ido acompañado de uno de sus compañeros de universidad, que también era de Ohio, pero éste se había bajado en Columbus, ya que era de la capital, mientras que a él aún le quedaba un trecho no pequeño hasta su destino. Era un fastidio tener que recorrer aquella pesada ruta tantas veces al año, cuando iba a pasar los períodos festivos con su familia, pero, se consoló, era el precio por poder estudiar allí donde había querido.
Pensando que el revisor ya no podía volver a aparecer, Splendid, tras bostezar, se tumbó sobre el largo asiento, acomodando su mochila a modo de almohada y pisando la pared opuesta, dispuesto incluso a dormir un poco para llegar descansado a la estación. Como sus padres estarían trabajando no irían a recibirle, pero seguro que mandarían a su hermana. Sonrió recordando a su pequeña “princesa”. A ella era a la que más extrañaba en Indiana.
Estaba pensando en ella, en la última vez que la había visto, cuando el sonido de la puerta del vagón, abriéndose, le sobresaltó. En menos de un segundo había puesto los pies en el suelo y alisado las arrugas de su suéter, temeroso de que fuera el revisor y de que fuera a amonestarle por haber estado pisando la pared. Pero la persona que entró no era el funcionario temido. Era un joven.
-¡Oh, disculpe!-se excusó éste cuando le vio y Splendid pudo percibir cierto temblor en las manos y en sus ojos verdes-Me pareció que el vagón estaba vacío.
-No hay ningún problema-le replicó el peliazul, colocándose el flequillo que le caía por la frente-Aquí hay mucho sitio, si es lo que está buscando-añadió, de inmediato, pensando que quizá un poco de charla con un desconocido sería la mejor forma de pasar el rato que aún tenía por delante en aquel tren.
-Yo…Buscaba un vagón vacío…Prefiero no molestar a nadie.
-A mí no me molesta-replicó Splendid de inmediato-Además, no creo que encuentre ningún vagón vacío. De este tren se baja mucha gente y sube muy poca en Columbus, pero no tiene tan pocos pasajeros como para eso. Es mejor que se quedé aquí-recalcó, añadiendo un gesto invitándole a sentarse frente a él.
-Seguramente tiene razón-dijo el otro, reflexionando para sí mientras, efectivamente, tomaba asiento.
Splendid notó que el joven parecía nervioso, incómodo por su presencia, especialmente cuando se pasó la mano por cuarta vez consecutiva sobre su alisado cabello verde en menos de dos minutos. Le estudió: sin duda era joven y tendría su edad, puede que unos meses más, un año incluso, pero poco tiempo en cualquier caso. Parecía sano, su tez era saludable y su sencilla ropa parecía cubrir un cuerpo en plena forma. Pero…No sabía qué, pero trasmitía una sensación extraña…Además. Cuánto más se fijaba en él, más le sonaba, aunque no hubiera sabido de qué.
-¿Usted también vuelve a casa por navidad?-le preguntó, al fin de romper el hielo.
-¿Perdón?-fue la esquiva respuesta.
-Mucha gente viaja en estas fechas para pasar la navidad con la familia. Ya sabe-Splendid se sintió algo tonto al decir eso, y, al no responder su interlocutor, intentó animarle a hablar con una muestra de confianza-Yo mismo llevó ya un largo viaje en este aburrido tren desde Indiana. Está al lado de Ohio, pero cuando tengo que recorrer la distancia que hay de mi casa a la universidad, ¡diría que cruzo el país entero!
El otro joven, sin embargo, se limitó a asentir y a mirar por la ventanilla, de forma no muy diferente a como el mismo Splendid había estado hacía unos minutos. Pero éste no se iba a rendir en su propósito de arrancarle algo de charla a aquel desconocido.
-Como le digo, yo estudio ciencias económicas en Notre Dame, soy un “irlandés luchador”. La universidad es fantástica, pero, pese a este trayecto dichoso, nunca dejaría de venir a casa por navidad, a ver a mis padres y a mi hermana.
-La familia es importante-aseveró el otro, y poco después continuó diciendo-En cierta forma…Sí. Yo también voy a casa.
-¡Oh! Pues eso está muy bien-le tendió la mano-Yo me llamo Splendid-se presentó.
El desconocido contempló por un momento la mano tendida ante él y, finalmente, no sin haber dudado, la apretó con la suya.
-Mi nombre es Flippy.
-Encantado de conocerte, Flippy-dijo, alegre, Splendid-Veo que tienes un buen apretón de manos-comentó-Seguro que eres muy fuerte.
-Me gusta mucho hacer deporte-se encogió aquel de hombros.
-Y se nota-Splendid creyó que halagándole sería más comunicativo.
-¿Puedo hacerle una pregunta?
-Claro.
-¿Sabe cuánto falta para que el tren llegue a Happy Three?
-¿Vas a Happy Three?-le preguntó, sorprendido, Splendid.
-Sí, así es, ¿por qué?
-¡Yo soy de allí!
-¡Oh!-se limitó a asentir Flippy, aunque se pudo notar cierto deje de malestar en su voz.
-Un momento…-Splendid intentaba hacer memoria-¡Por eso me sonabas! ¡Claro que sí! Tú eres Flippy, ¡el hijo del jefe Nyman! ¿No?
-Sí-asintió con voz queda.
-¡Vaya! Hace mucho que no se sabe de ti-saltó Splendid, alegre, tomando como una buena señal el encuentro con su “paisano”-¿Qué tal te va? Aunque no éramos muy amigos seguro que te acuerdas de mí, ¡soy yo, Splendid, el “chico aventura”!-le intentó hacer recordar, rememorando su antiguo apodo de los años de instituto.
-Eh…Sí-Flippy pareció acceder a recordarle un poco a regañadientes. Él ya sabía que al volver a Happy Tree los reencuentros como ese serían inevitables pero…No esperaba que sucediera tan pronto, en el mismo tren. Aquél día parecía no ir a acabar bien…
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-¡Cuddles!-la voz del profesor de filosofía resonó repentinamente fuerte en el aula, temporal y milagrosamente silenciosa-Entiendo perfectamente que la lectura de este texto de Aristóteles despierte en ti reflexiones que quieras compartir, pero como le vuelvas a pasar otra nota a tu compañero, iréis a debatir los dos juntitos sobre la ética del estagirita al despacho del director. Quedan sólo unos minutos de clase así que aprovecho para recordaros que…-un pequeño crepitar, procedente del fondo de la clase, le interrumpió-¡Nutty! Ya cuentas con otro negativo por comer dulces en clase.
-¡Pero si no lo he hecho, profesor!-protestó un joven peliverde desde su asiento-Además, es sólo que tengo hambre y…
-A ver cuándo vais a empezar a comportaros como lo que sois-le interrumpió el profesor, el señor Gibs-Tenéis diecisiete, algunos dieciocho años-empezó nuevamente un discurso que todos los presentes habían oído ya diez, veinte o cien veces-En unos meses muchos iréis a la universidad, pero seguís pareciendo niños de primaria y… ¡Toothy! ¡Más te vale que ese papel no sea lo que yo creo!
El chico de pelo morado negó agitadamente con la cabeza mientras su compañero de mesa, rubio, se esforzaba por ocultar que se estaba riendo.
-En fin-suspiró el profesor justo antes de que sonará la alarma que anunciaba el recreo-Como intentaba hacer antes-elevó la voz para que le escucharan por encima del ruido de otras aulas de sillas arrastradas, puertas abiertas y corretear de los alumnos de cursos inferiores por los pasillos-Os recuerdo que para el lunes tenéis que haber terminado el comentario a los fragmentos de Aristóteles con los que hemos estado trabajando y que dedicaremos las clases de la semana para que hagáis una corta exposición-añadió para terminar mientras recogía sus propias cosas en su maletín y se marchaba acto seguido del aula.
Al oír aquello una chica pelirroja se había agitado levemente en su silla mientras guardaba el libro y la libreta en su mochila roja. “Una corta exposición” es lo que había dicho el profesor, pero era bastante para que la joven comenzara a notar los primeros indicios de fiebre y para que su frente exhalará las primeras gotas…No le gustaba nada lo de hablar en público. Además, aquel día ya le estaba resultando bastante mal, desde que por la mañana sus padres…
-¡Hey, Flaky!-quiso llamar su atención una chica por completo vestida de rosa que se detuvo delante de su mesa-Todavía no me has confirmado que vendrás este domingo a mi fiesta de cumpleaños.
-Eh…Bueno…Yo…-empezó a tartamudear la chica, que se sentía siempre insegura al hablar cuando había demasiada gente en la misma habitación, imaginando que todos la observaban, dispuestos a criticarla-Todavía no sé si podre-soltó finalmente.
-¡Venga ya!-se acercó una tercera chica de radiante cabello azul que llevaba en sus manos un sándwich de pan sin corteza envuelto herméticamente en plástico y media docena de servilletas bajo el brazo-No puedes faltar a la fiesta de Giggles.
-Petunia tiene razón-corroboró la citada-Además, tú dijiste que me harías la tarta. ¿Qué piensas? ¿Venir a mi casa, dejarla e irte? ¡Ni hablar!-sentenció con firmeza-Tienes que venir.
-¿De qué habláis, chicas?-se acercó el chico rubio, rodeando por detrás con sus brazos a Giggles, que rió, divertida y sonrojada, al ser abrazada por Cuddles.
-Del cumpleaños-le contestó ésta.
-¡Oh! ¡Ya verás el regalo que te he comprado!-dijo el rubio soltando a la chica y abriendo los brazos como un abanico a fin de dejar claro ante todo lo grandioso de su presente.
-Ya lo imaginaba-le replicó Giggles, sonriéndole con complicidad.
-Oye, Cuddles-Toothy le golpeó ligeramente en el hombre-¿No íbamos a ir a jugar? El tiempo corre y el recreo no es eterno.
-Ve adelantándote tú, colega-le respondió su amigo sin siquiera haberle mirado, “una mala costumbre”, pensó aquél mientras se marchaba, a la que cada día estaba más acostumbrado.
Al salir al pasillo y al emprender el camino al patio se cruzó con Petunia y Flaky. No sabía si era la edad o el ver a su amigo con Giggles, pero no podía evitar fijarse en ellas cada vez más…Petunia era siempre tan elegante y olía a flores…Flaky, retraida, frágil, oculta tras un gorro de lana y un grueso jersey. “Pero no tengo tiempo para esas tonterías, al contrario que Cuddles”, se dijo antes de salir corriendo en dirección al gimnasio.
-Por cierto, Flaky-le estaba diciendo Petunia.
-¿Sí?
-Tu hermano pronto llegará desde Indiana, ¿no?
-Eh…Bueno, sí-respondió la pelirroja, agachando la cabeza para que no se viera su sonrojo…
A todos sus amigos les encantaba su hermano, le adoraban…Y ella no le había dicho a nadie que aquella tarde tenía que ir a recibirle a la estación. Ella quería mucho a Splendid pero…Hubiera preferido no tener que hacerlo.
-Tus padres estarán muy contentos-suspiró Petunia pensando en el joven aventurero guapo y atractivo que su amiga tenía por hermano-¡Tienes que avisarme cuándo vaya a llegar!-le dijo de repente-Para que pueda ir a recibirlo contigo.
-Eh…Bueno. No sé…
-¡Venga!-le instó, zarandeándola suavemente del brazo-¿Somos amigas, no?
-Sí.
-¿O es que tu hermano ha encontrado novia en la universidad?
-No, no que yo sepa.
-¡Pues ya está! ¿Sabes ya cuándo llega o no?
-Hoy-desembuchó finalmente Flaky, sin poder resistir más.
-¡Hoy!-se alarmó Petunia-¡Pero no tengo nada especial para ponerme! No esperaba que fuera tan pronto…Entre que terminamos las clases de hoy, ir a la tienda, probar, ir a mi casa a limpiar bien el vestido nuevo, ducharme… ¡No tendré tiempo para estar lista!-miró a su amiga-Me temo que no podré acompañarte-terminó de decir, con fastidio.
-No pasa nada-la “disculpó Flaky”.
-Pero tendrías que haberme avisado antes, ¡corcholis!
-No te pierdes nada de interés-la intentó consolar la pelirroja.
-No sabes cuánto te equivocas-le replicó su amiga, suspirando una vez más por aquel universitario tan sexy.
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El tren finalmente se detuvo ante la pequeña estación de Happy Tree. Muy pocos pasajeros bajaron y nadie subió. A pesar de ser diciembre caía un sol de justicia sobre la pequeña ciudad y en el prácticamente despejado andén parecía yacer en el sopor de una tarde veraniega.
Splendid, con dos pesadas maletas, una en cada mano, descendió con cuidado, acompañado de Flippy que, por el contrario, contrastaba con él por no llevar nada de equipaje. El primero escudriñó el lugar y, tal y como esperaba, vio a su hermanita al fondo, medio oculta a la sombra de una gran columna. Le hizo una señal a modo de saludo para que se acercara, lo que, como era propio de ella, pasó a hacer muy, muy lentamente.
-Si quieres puedo ayudarte llevando una de esas maletas hasta el taxi o tu coche-se ofreció amablemente Flippy, con el que finalmente había mantenido una agradable y larga charla durante las últimas horas de su viaje desde Indiana.
-No es necesario-le respondió Splendid-Además, voy andando a mi casa. No vivo lejos de aquí.
Flaky llegó hasta donde ambos estaban. Al ver a su hermano hablando con un extraño no pudo evitar sentirse intimidada. Ella, que ya era tímida incluso con sus más íntimos familiares, se sentía totalmente impedida en presencia de desconocidos, por lo que se quedó un tanto aparte, en espera de que su hermano tomase alguna iniciativa.
-Mira-le dijo a su amigo-Ésta chica tan guapa-no pudo evitar sonrojarse al oír eso de Splendid-Es mi hermana Flaky, de la que te estado hablando. Flaky-se dirigió Splendid a ella-Él es Flippy. Tú quizá no le recuerdas, pero es de aquí, sólo que se fue hace ya muchos años.
-Bueno…Tampoco hace tanto-señaló aquel.
-Hola…-un tembloroso saludo fue todo lo que pudo articular la chica en respuesta a su hermano.
-¡Venga!-se lanzó él sobre ella tras soltar las maletas, abrazándola y besándola calurosa y repetidamente en las mejillas a pesar de los vanos intentos de ésta por alejarse-¿Es así como recibes a tu hermano mayor, princesita?
-Ya sabes que no me gusta que me llames así delante de la gente-le susurró más que le dijo.
-Ya te dije que era muy tímida…y también una miedosilla-añadió para ver si, molestándola, reaccionaba.
-Un placer conocerte-le saludó Flippy, tendiéndole una mano firme que ella, no sin gran vacilación aceptó.
Entonces Flaky, por primera vez, reunió valor para mirar al joven que apretaba con fuerza su mano… Vaya. “Era bastante guapo” no pudo evitar pensar…Aunque algo en sus ojos verdes le asustó…También le atrajo como nunca antes había hecho ninguno de los chicos que conocía.