Escritos no poniles

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Re: Escritos no poniles

Mensaje por JoanK » 14 Ene 2014, 00:06

Por eso mismo, escribes, pero se ve escrito así al tuntún. Tienes que darle un ritmo, y la rima sola queda coja en ese cometido. No se trata de que la regularidad sea a través de los escritos, sino en un escrito dado. Aparte de unos pocos sonetos cutres, no tengo dos poemas con la misma métrica, y tengo más de uno y de dos y de media docena totalmente libres, sin rima ni métrica fijas.
---vacante---
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por JoanK » 28 Ene 2014, 17:12

Un hombre triste soy,
Un ser vacío.
Carcasa sin vida
Sin ésta tener fin.

Tengo un sentimiento
Que me rebela,
De vida me llena
E inflama el corazón.

Se le ha llamado Amor,
Dador de vida.
Mas yo vivo triste,
Solo creo morir.

Aquél a quien amo
No correspondió.
Bien lo sé: no lo hace,
Y tampoco lo hará.

Que no es por él, lo sé.
Es por mi culpa.
Corazón amante,
Es el mío para él.



Aún soy cautivo,
Aún esclavo,
Pero no es de él, vedlo,
Que lo soy del Amor.

Fuerza que me arrastra
Y me esclaviza,
Me trae al deseo
Por él y sin freno.

Desdichado de mí,
Caí su presa.
Con fuerza me agarra
Y no me soltará.

Ojalá supiera
Extinguir llama,
Incendios salvajes,
Ahogar el amor.

Quisiera yo olvidar
Tantos recuerdos.
Deshacer la presa,
Hacerme liberar.



Si pudiera escapar,
Quizá ser feliz,
Seríalo yerto,
Sin fuerza ni fuego.

Es un desespero:
Lo necesito.
Al hombre ligado
Sólo él lo desliga.

Para así olvidarlo,
Para alguien buscar,
Hay que prender llama
Y dejarse llevar.

Conjuras vanas:
Amor me lleva.
Vivir sin su guía
Jamás yo querría.
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por JoanK » 16 Feb 2014, 12:32



A veces siento
Que me falta el aire,
Que me corta la respiración el viento,
Que me ahogo en tu aliento.
No hace falta que mire.

Quizá una vez me gire,
Para ver tu rostro soleado,
La piscina a la que me tire.
Quiero decir al vecino que pire,
Que voy a estirarme a tu lado.

Me siento iluminado,
Como por luz divina,
Y a la vez estoy aterrado,
No me sirve estar inspirado:
Estoy atrapado en la mina.

Bajo esa piel tan fina,
Tras esos ojos oscuros,
En la cima de la colina,
El cazador a mi corazón atina;
No hay sentimientos más puros.
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por JoanK » 11 Mar 2014, 00:39

Éxtasis de Santa Teresa (título provisional)

Parte I

Escribiré un poema que haga llorar a las estatuas de mármol de la Antigua Roma,

Que conmueva el alma y el ser entero de la más nimia piedra o canto rodado,

Que resuene a través de los tiempos con la fuerza de la que los tiempos privaron a los que nos dejaron,

Que rebote y haga eco sobre las grandes obras de los genios polvorientos que gimen en tumbas de moho,

Que llegue al hoy y al mañana y al siguiente y al ayer y al pasado como una onda se propaga por la superficie del agua,

Que impregne cada instante pasado y futuro de la desaparecida esencia del presente,

Que recuerde a los amores pasados que jamás fueron y anticipe los romances futuros que jamás llegarán,

Que nos envuelva en una nube y nos lance al vasto espacio congelado que se abre entre tu boca y la mía,

Que nos convierta en un testamento al paso de las eras a lo largo de los eones venidos y venideros,

Que viva en la memoria de mil ojos llorosos que alguna vez lo leyeron hasta que la luz solar los queme en su último día,

Que se esconda en las gargantas de mil cerebros acongojados por la fuerza de las palabras que les fueron una vez lanzadas,

Que esté escrito cada día por cada cabizbajo que deambula por las maltrechas calles de una ciudad medio olvidada,

Que se oiga en las melodías polifónicas de mil aparatos vibrando a la vez que mil cuerpos se sacuden a su sonido,

Que describa lo que siente aquél que una vez dejó de sentir algo pero olvidó decírselo a alguien,

Que cuente nuestro nombre a los pájaros que surcan el cielo en bandadas para que lo píen por todo el globo,

Que susurre nuestra historia a los peces de las profundidades abisales cuyos esqueletos la dibujarán invisible sobre el vivo fondo del mar,

Que llame al vecino a abrir su puerta y mostrar su voz para dedicar una palabra de sincero afecto,

Que clame más allá de lo que existe apelando a la benevolencia del impasible motor primordial del universo,

Que llegue donde ningún hombre ha llegado y le abra al hombre paso franco al misterio de la verdad que reside en su corazón,

Que acaricie una figura bajo una capa agitada por los remordimientos de un duelo victorioso al alba,

Que baile entre actores que danzan sobre tablas enfrentados a muerte por los designios del pérfido Claudio,

Que se deleite en copas de vino llevadas por esclavos prepúberes de mechones dorados que sirven a nobles romanos,

Que salte entre vidas y tiempos y lugares como el viajero del tiempo jamás alcanzó a soñar y los morlocks le impidieron probar,

Que recoja el manto podrido de la historia manchada por académicos de brillante babero y ensayo en plumero,

Que se olvide del devaneo sin fin del pasado que se ha ido y no mire nunca al futuro que no ha venido,

Que corra de vuelta a nosotros y nuestras húmedas manos cansadas de tanto lúbrico frenesí púbico,

Que se abalance mudo y pesado sobre aquellos ojos que censuraron sin piedad lo que podía hacer nuestro amor,

Que lo llene todo a nuestro alrededor y no nos deje ver la verdad en que vivimos ni oír los nombres que pronunciamos,

Que tiña nuestras palabras de dulces caricias y cambie las letras que no debimos pronunciar por las que no queremos decir,

Que reemplace las sílabas que se nos atragantan por las que nos ahogarían si pudiéramos escuchar lo que significan,

Que separe y destruya de nosotros lo que no queremos ver y saber del otro y que no hayamos visto o sabido aún,

Que nos diga que nos queremos y que siempre nos hemos querido y nos querremos mientras me resbalas entre las manos,

Mientras me resbalo de las tuyas y nos salpicamos al gemir ambos con la violencia que solamente la pasión de nuestro engaño nos da,

Mientras soñamos con otras caras y otros cuerpos y otras manos sudorosas que nos agarren y nos hagan sentir vivos de nuevo,

Mientras las agujas del reloj avanzan y se detienen podridas por el paso de las mismas horas que mide pasar,

Mientras multitudes furibundas bailan por parejas y se sujetan firmes al rítmico son de la canción más vieja,

Mientras las calles se llenan en silencio de cartones y de la gente que se esconde tras ellos para mostrar su miseria,

Mientras mil pancartas se levantan contra una puerta grande de oro macizo que guarda las cámaras de un Fort Knox virtual,

Mientras arde el asfalto bajo las ruedas chirriantes y el implacable ardor que imprime en lo negro la luz solar,

Mientras mil turistas huyen de puntillas hacia el mar por una playa de arena transformada en brasas del infierno,

Mientras las huestes del orden mundano hacen la ronda por la comarca bajo la atenta mirada del criminal que les permite hacer su trabajo,

Mientras circulan ignorantes por la villa y sus calles mortecinas los infames vecinos de la periferia adinerada,

Mientras escrutan el mundo unos ojos de cristal que han visto todo lo que hay y habrá por ver que merezca la pena,

Mientras el cerebro colectivo se revoluciona y levanta sus ampollados pies para recorrer aún un último paso,

Mientras una marea de banderas y camisetas celebra su fiesta de alegría y de rencor a la par que ansía su venganza,

Mientras se siguen vertiendo palabras de amor y de miedo y de saber y de desesperación en los folios que pasarán por estas manos,

Mientras se pierdan en devaneos las mejores mentes de cada generación que Ginsberg creyó por siempre extinguidas en los fuegos de la sociedad,

Mientras el mundo gira como siempre ha girado y nosotros seguimos clavados impotentes en su pulcra atmósfera,

Mientras todo cambia de lugar sin dejar de cambiar y sin dejar de ser lo que es en cada momento y lo que puede o no ser en el siguiente,

Mientras creemos que nos queremos y nos buscamos desnudos en contacto total de nuestros cuerpos,

Mientras busco palabras para insinuar lo que quiero decir sin decir y quiero pensar que no hay eufemismo sino metáfora y símil,

Mientras se empañan los ojos vidriosos de lágrimas que refractan la tenue luz que se filtra a través de las lamas de la persiana bajada,

Mientras veo en tus ojos los ojos de otro que tú no has visto y tú en los míos aún los de un cuarto al que no conocí,

Mientras se levanta el vecino sensual a calentar la cama que aún no he dejado y tú calientas la de su mujer,

Mientras llega el mejor amigo del alma a guardar la combinación del candado en mi interior tras ecuaciones diferenciales que nunca quise entender,

Mientras los portones de roble recios y abiertos de lo secreto y lo explícito aparecen ante mí,

Mientras relato aterrorizado aquello que alcanzo a ver en esas secretas cámaras doradas de libertad que no me atrevo a visitar,

Mientras vigilan las gárgolas de mil curas y políticos y ancianos con mil miradas de odio y repugnancia y reprobación a quien ose cruzar el umbral,

Mientras el mundo sumido en exclusión de sus casas de piedra vieja y monumental se regocija y se lamenta en secreto de su visitación,

Mientras se vuelve nuestro espacio del revés y te agarro desde atrás en otro baile que me deje ver en tu pelo el pelo de otro,

Mientras desaparecemos en el espacio y nos iluminan las estrellas que no vemos fuera de nuestra oscuridad,

Mientras la casa se funde en uno con la nada que está fuera y que de repente es todo salvo la cama y los sentidos,

Mientras seguimos oprimidos en público y jamás fuera diríamos lo que nos atrevimos a ver en los sótanos de piedra,

Mientras no nos dejamos hablar de lo que somos y lo que hacemos más allá de la puerta entreabierta de papel,

Mientras los fantasmas del pasado poseen nuestro cuerpo y los deseos que tenemos y las partes que nos ofrecemos,

Mientras gritas de placer y dolor cuando te apuñala un cuerpo a traición y por la espalda al amparo de la nocturna nada,

Mientras sigo imaginando que existes y que no eres una figura fantástica surgida de sueños compuestos y fragmentos mal pegados,

Mientras sigo construyendo un collage al que hablar y recitar y llamar Tú para seguir escribiendo algo que no sé si terminaré de escribir,

Mientras se acelera mi pulso y me teclear febril se dispara sobre un teclado negro y gastado que imprime sobre un fondo blanco una danza de tinta,

Mientras me olvido de lo que hago para retornar a unas imágenes e impresiones que no sé si alguna vez siquiera conoceré,

Mientras siguen surgiendo en mi miente y descienden por mis manos palabras y fragmentos de imágenes que me susurran,

Mientras siguen brillando las pantallas que nublan mis pensamientos y embotan mis miembros inmóviles salvo cuando abro el navegador,

Mientras espero en silencio a que otro silencio en otro lugar se llene de dardos envenenados lanzados directos al corazón,

Mientras viejas heridas de viejas amigas o viejos amores se abren y cierran y palpitan al ritmo de la vida perdida en cada mirada,

Mientras se hunden y se graban profundamente las palabras en la conciencia del ser que pervive aún en alguna parte,

Mientras oscila todo entre aburrimiento y sufrimiento y unos pocos locos distraídos lo convierten en su masoquista placer,

Mientras las hojas de los árboles vuelven a mecerse en el viento verde tras seis meses en que se las llevó el viento marrón,

Mientras las olas rompen contra las blancas y perfectas rocas que navegan las traicioneras aguas del puerto familiar,

Mientras un instante eterno congelado en las brasas de un incendio forestal calienta y alumbra un cuarto de estar en las montañas,

Mientras el hemisferio sur guarda el bañador y la sombrilla para preparar el duro camino que lleva a la nieve y al frío,

Mientras lloran en sus camas las memorias de unos niños que creían saber lo que era el dolor por sus noches de insomnio sin consuelo,

Mientras se sumen en la desesperanza vagas versiones de una misma persona que fueron o no y se les hundió el pecho por el propio peso interior,

Mientras chisporrotean siete mil millones de muertas neuronas en siete mil millones de crispados cerebros por despertarse,

Mientras el delirio del frenesí del no pensar del cerebelo cáustico del aparato nervioso enfermo borbotea sin cesar,

Mientras siguen y siguen y siguen rodando rodando las cosas que ayer parecían tan fijas e inmóviles como pareció la Tierra a Ptolomeo,

Mientras vuelven fantasmas e ideas e imágenes repetitivas a poblar la tierra inventada del loco de atar que atado sigue a la cama del psiquiátrico,

Mientras vuelven viejas palabras de viejos poemas escritos ayer con sus viejas imágenes de lujuria y placer que elicitan del alma la condenación,

Que recuerdan de una vez a esta parte lo que fue una vez sentirse esclavo ciego y sordo y mudo y maniatado de un chiflado,

Que reniegan de la posesión enferma del amor maldito y entregado a un idiota que jamás supo qué hacer consigo y con su cuerpo,

Que segregaron bilis y rabia contra la pared que presenciaba el estucado veneciano de unos sesos contra el suelo,

Que clamaron y siguen clamando aún al alma de todos y cada uno de los que son uno y que sufrieron por Otro,

Que maldicen su nombre cuando lo exaltan y bendicen el propio cuando lo culpan y lo degradan por entregarse,

Que sufre y se revuelve en su propia estructura por volver a ser lo que una vez fueron versos que alguien arrancó de su forma,

Que explican a todos un cuento y una historia parciales que acaso fueran alguna vez verdad para una versión de una persona que ya no está,

Que se oculta en jeroglíficos negros codificados en una lengua extranjera por una mente más depauperada que maquiavélica,

Que expresan en palabras lo que las palabras no pueden expresar y por eso se revuelven contra quienes tienen la desgracia de leerlas,

Que embrujan y seducen y atan y atormentan por un instante subterráneo y secreto al lector de los avatares místicos encriptados,

Que arrastran al inocente a lo más profundo y verdadero de un solo sentimiento de una sola versión de una sola persona que ya desapareció,

Que perdonaban la vida y el alma al maestro esclavista que el sumiso esclavo deseaba y ahora desea exterminar y olvidar,

Que olvidan lo que es ver y odiar a quién alguna vez amamos y ama el vecino que habla con palabras de afecto,

Que infectan la palabra de un tiempo y un lugar para expandirse a lo largo y ancho de una vida y un mundo con un recuerdo,

Que hieren y apuñalan y disparan y envenenan y ahorcan y destruyen y empujan al vacío el cuerpo inexistente de la versión de la persona que las compuso,

Que dejan de existir cuando son recordadas con furia vengativa que enciende el corazón incinerador de la persona cuya versión las creó.
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por Volgrand » 19 Mar 2014, 02:31

Bueno, comparto aquí un cuento corto de terror que publiqué con otros autores en el libro electrónico "Cuenta cuantos cuentos quieras".

Cuento: "Las cortes feéricas", la historia de cómo dos niños conocen la auténtica faceta de las hadas. Dividida en dos partes:
http://cuentacuentos.soopbook.es/chapter/las-cortes-feericas-parte-1/
http://cuentacuentos.soopbook.es/chapter/las-cortes-feericas-parte-2/

Ya hace un tres años que la escribí, y ahora mismo me criticaría a mi mismo, ¡jajaja!. Disfrutadla n_n
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por JoanK » 21 Mar 2014, 23:55

Impresión de soledad

Triste, desesperante, es sentirse solo. A pesar de la familia y los amigos, darse cuenta uno de que le falta una persona. Estar en la biblioteca y ver, al otro lado de la mesa, una persona que uno se pregunta si podría ser esa persona, y se pregunta a la vez si esa persona se lo pregunta. Pero saber a la vez que no importa, pues jamás se conocerán.

Uno no dirá nada a la otra persona, ni ésta al uno, pues aunque la duda fuera mutua, las dudas son tan sólo atisbos de la realidad, y el miedo de haber atisbado la ladera que lleva inexorablemente al despeñadero es más que la curiosidad por ver si hay en verdad un despeñadero o un idílico valle.

Así es como una de las dos personas saldrá por la puerta tarde o temprano, y la otra no la seguirá, pues revelaría su duda inconfesable. Y terminará todo, con la certeza que jamás se verán, pues al fin y al cabo, ¿quién sabe si ninguno de los dos va a volver siquiera? Y, aunque ambos lo hicieran, ¿quién sabe si coincidirían? No ya en la misma mesa, por supuesto, ni en la misma sala siquiera: ¿Acaso el destino los llevaría de nuevo a la misma hora? ¿Tal vez se volvería a producir tal coincidencia cósmica?

Pero ellos saben que tal coincidencia es remota, si es que ambos sienten lo mismo, y asumen que jamás verán de nuevo al otro, y que si no ponen por escrito la experiencia, olvidarán por siempre el rostro, que aun así cada vez que recuerden se hará más borroso por el tiempo, y al pensar las mismas palabras que se escriben recordar otros rostros borrosos vistos tiempo ha en un autobús, y se recuerda la cara que no es borrosa pero sí inalcanzable, y se cae en la certeza, de nuevo, de que uno está solo.

Se recuerda el rostro imperecedero del amor prohibido, el rostro vago en el recuerdo pero idealmente definido de la tentación furtiva, y al fin el rostro ya emborronado del consuelo imposible. Y con todos los rostros que no se pueden tener y que jamás se tendrán, pues el Destino no concede segundas oportunidades, se adquiere la firme e inalterable convicción de que la soledad de uno es definitiva y permanente.

------Siguiente mensaje escrito en: 22 Mar 2014, 00:10 . Beep!------

Manual de usuario: Error 409

Amar aquello que es inalcanzable es infrecuente. Más bien, dada esa condición, el objeto genera deseo. Es evidente en esta nuestra sociedad, en tantas y tantas cosas del día a día. El hombre es pues un ser ligado al deseo por gruesas cadenas de acero irrompible, condenado por su propia naturaleza egoísta y arrogante a buscar la posesión de lo imposeíble, sea como reto y prueba de superación o como símbolo de superioridad.

Sin embargo, este deseo descarnado engendra monstruos abominables, como siempre típicamente humanos, que algunos llaman a veces caprichos, y otros llaman otras veces amor. Del miedo a estar solo surge una impresión de soledad, una aparente necesidad y por consiguiente el deseo de dejar de estar solo, y es así que en satisfacer esa supuesta necesidad algo tan simple e inocuo como una conversación puede degenerar en algo tan horrendo como una amistad.

Pero donde verdaderamente llega el peligro es cuando esa necesidad se impone e impera, y el miedo de soledad arraiga en la mente de su incauto huésped. Es frecuente entonces que la víctima experimente un período cuasi depresivo durante el cual intentará una introspección. Siendo el hombre de natural una simple máquina dotada de apenas mecanismos sentimentales básicos, este ejercicio le resultará fútil e imposible, y al entrar en esa fase empezará la búsqueda. Primero se acercará a una de esas deleznables amistades previamente establecidas durante la primeriza corrupción del deseo, aquella cuya experiencia pudiera asemejarse más a la propia, y se le confiarán las penas. Es ahí donde la máquina yerra fatalmente: en abrir su corazón, pues resultará imposible cerrarlo luego, y de ahí surgirán los problemas posteriores.

Podemos considerar ahora al hombre como una máquina estropeada, incapaz de corregir su rumbo o tan siquiera percibir los desperfectos sufridos, que continuará deteriorándose entre amistades permanentes y pasajeras. Habrá un momento en que aquello que una vez fue un hombre llegará a tal punto de desgaste que colapsará totalmente todas las funciones cognitivas restantes y archivará ese miedo, esa necesidad. Y le mirará aquél quien se siente a su lado, escuchando, cuando súbitamente se yerga y se adelante, sólo para luego inclinarse de nuevo y besarle.
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por Mishiro » 19 Abr 2014, 12:10

Estos son los primeros cuatro capítulos de un fan fic de Happy Tree Friends:

(Espero que os gusten... :rarity: )

Capítulo 1. Nieve en el bosque

Spoiler:
La ligera brisa del amanecer mecía suavemente las ramas y las copas de los árboles, teñidas de blanco por las primeras nieves del invierno. Entre el perfil de las puntiagudas montañas cuyas cimas se recortaban contra el horizonte se podían percibir los primeros rayos del sol de la mañana, un tanto apaciguados por las nubes. Aquel día habría niebla, lo que tampoco era una novedad en Nueva Inglaterra.

James Chilton cerró tras de sí la puerta de su casa al salir. Estaba, como todas las mañanas, vestido con un chándal viejo y dispuesto a hacer un poco de footing. Respiró hondo, saboreando el olor a pino que arrastraba el aire desde el cercano bosque. Miró el reloj y se ajustó otra vez la correa a la muñeca. Aquella mañana había madrugado y tenía una hora y media para correr y luego ducharse y arreglarse para el trabajo.

Sin más preámbulos empezó, al principio trotando lentamente, a ponerse en marcha. Atravesó el pequeño jardín y tras salir a la acera puso rumbo hacia las afueras, ya que aunque a esas horas apenas había nadie por las calles y casi ningún coche circulaba, él prefería correr por la vieja carretera, casi abandonada tras la construcción de la nueva autopista, donde hallaba todavía más soledad y tranquilidad.

Las casas, los sonidos hogareños y los ladridos de unos cuantos perros al verle pasar -¡qué molesto le resultaba siempre el dóberman de los Woodhouse!- dejaron pronto paso a una serie ininterrumpida de viejos árboles que se levantaban hasta el cielo. Lo único que escuchaba era el sonido apagado de sus deportivas al caer y sumergirse levemente en la esponjosa nieve. Y su pausada respiración. Cada día que pasaba valoraba más la tranquilidad de lo que ya era una rutina que le permitía desconectar de sus ocupaciones. Especialmente desde que hacía un par de meses había tenido que atender a aquel joven…Meneó la cabeza. Ese no era el momento de recordar aquello.

Pero aquella madrugada no estaba solo, como él creía. Ocultos entre la maleza le observaban un par de ojos ambarinos que, tras días y días de seguir la ruta de su presa con meticulosidad, ya conocían tan bien como el propio Chilton los senderos y los atajos que éste pretendería tomar en su quehacer matinal. Aquel James era un animal de costumbres. Para el que observaba a aquel corredor con tal mirada aquello era perfecto, ya que facilitaba el cumplimiento de su deseo.

Chilton corría por la orilla de la carretera, cuyas líneas demarcatorias, antaño de un visible amarillo, estaban ya largo tiempo apagadas por efecto del tránsito, incluso cuando ya pocos vehículos pasaban por ella. A la media hora, no obstante, llegaba a una desviación por la que la abandonaba para internarse en el bosque por un pequeño y solitario camino abierto entre los árboles y la floresta por buscadores de setas, por domingueros que acudían a pasar algunas tardes disfrutando de la naturaleza haciendo camping cerca de un manantial que había por allí y por otros curiosos diversos del pueblo.

Pudo escucharle pocos minutos después de haberse internado entre los árboles. James se había detenido, jadeando, para tomar un respiro, pensando no sin cierta molestia y preocupación que cada día le costaba más hacer el mismo recorrido, cuando lo oyó aún por encima del murmullo de un cercano riachuelo. Al principio sólo percibió un sonido diferente de los de costumbre, desconocido. Pero pronto, al quedarse atento, parado y concentrado en él, lo identificó: eran pasos, pasos de alguien que…sí, que se acercaba. No supo por qué, pero le hicieron sentirse nervioso, como si de repente una amenaza hubiera caído sobre sus hombros.

Aunque se sentía, a su pesar, ya algo cansado, decidió no hacer ninguna parada y seguir corriendo, incluso acelerando todo lo que le fuera posible. Se dijo a sí mismo que estaba siendo ridículo y que no había que temer…Pero en cualquier caso reemprendió la marcha y retomó la marcha con toda la velocidad que sus un tanto cansadas piernas le permitían. Pero no había podido alejarse mucho cuando, inesperadamente, una voz no desconocida llegó a sus oídos:

-¡Doctor Chilton!

Algo le dijo que no debería pararse, que debería seguir y hacer como si no hubiera oído nada, pero no lo hizo. Se detuvo y, dando lentamente la vuelta, vio a aquel joven a menos de veinte metros de él, apoyado en una mano en un árbol cercano mientras le dirigía una fría y escrutadora mirada de sus amarillentas pupilas.

No le había vuelto a ver desde la última vez que había viajado a Iraq y allí no le había tratado mucho, pero le habría reconocido en cualquier lugar, incluso aunque no hubiese llevado, como hacía, aquel mismo uniforme militar y aquella boina, ligeramente inclinada de la misma manera. Y, al igual que otros soldados a los que había tratado o incluso más, habría preferido no volver a verlo de ningún modo y en ningún sitio.

-¡Vaya!-fue lo primero que pudo decir-Qué…sorpresa verte por aquí-añadió rápidamente. Había pensado decir “agradable sorpresa”, pero en el último segundo decidió omitir tan falso adjetivo-Flippy…

El aludido, haciendo un gesto de asentimiento con la cabeza, comenzó a andar pausada y calmadamente hacia él que, sin intentar hacer ningún gesto brusco para alejarse, se dedicó a pensar en excusas razonables para irse de allí y cuánto antes. Por otra parte, sabía que, ante personas inestables como aquella, habría que andar con pies de plomo a la hora de hablar o actuar.

-Te veo, te veo muy bien-siguió diciendo.

Y era verdad, aquel joven, a diferencia de otros de sus antiguos pacientes a los que había tratado y vuelto a ver años después, no mostraba signos físicos que delatasen su no tan saludable estado mental, seguramente porque a diferencia de los otros no se había dado a vicios como el alcohol o las drogas…Por el contrario, asemejaba en apariencia ser el perfecto soldado, de tez saludable, incluso joven y agradable, en un estado de perfecto estado corporal.

-No estoy mal-fue la sencilla réplica del joven militar.

-¿Y qué te trae por aquí?-le preguntó James, intentando que su voz no delatara su nerviosismo-¿Estás disfrutando de un permiso…? Aunque tu casa queda algo lejos, ¿no? Porque tú eras…-hizo memoria-Sí, tú eras de Iowa, si no me equivoco.

-No, no se equivoca-le respondió el joven-Pero ni estoy buscando mi casa ni disfrutando de un permiso. Sólo estoy…de paso. Hay algo que tengo que hacer.

-Ah…Bueno, pues…Te deseo suerte…Yo voy a seguir con…

-¿Y sabe por qué no estoy de permiso?

-Eh…Evidentemente no puedo saberlo.

-Debe ser que quizá no ha puesto en marcha su conocida e ingeniosa perspicacia, pero, hágalo ahora y lo sabrá.

-...Bueno…-Chilton no sabía qué hacer ni que decir.

-Para que no tenga que esforzarse, se lo diré yo-siguió hablando su interlocutor, con una voz que cada vez restallaba con más dureza en sus oído-Ya no sirvo en el ejército. Aunque tampoco es que me haya licenciado y menos con honores… ¿Entiende lo que le estoy diciendo, doctor?

-El informe psicológico que le presente al sargento Carter era sólo provisional, deje perfectamente claro…-tragó saliva-Que hacía falta un estudio y una terapia más intensa para que el asunto…Bueno, para que fuera factible tomar medidas.

-En fin…-suspiró su interlocutor, acercándose a él, y está vez James no dudó en intentar alejarse, lo que le fue imposible, ya que el joven le agarró firmemente el brazo izquierdo, obligándole a permanecer frente a él-Ellos ya tomaron sus medidas…Y yo…Yo voy a hacer lo mismo.

-Escúchame bien, Flippy-Chilton creyó que con un tono de autoridad podría recuperar el control-No sé qué piensas pero ya te advierto que…

-Yo no me llamo Flippy-le cortó aquel antes de abalanzarse sobre él con un gran cuchillo que, repentinamente, había aparecido en su mano derecha.


Capítulo 2. Tres caminos, una estación.

Spoiler:
Cuando el tren salió del túnel se encontró nuevamente ante un extenso campo nevado. A los pasajeros curiosos las ventanas, como llevaban haciendo ya un largo rato, les seguían ofreciendo la vista de múltiples y dispersas granjas, la mayoría pequeños maizales de propiedad familiar. A fin de cuentas aquella parte de Ohio formaba parte del llamado “cinturón del maíz”.

Aquel joven contemplaba, acomodado desde su asiento y con gesto de aburrimiento, la monótona vista que ya le resultaba tan familiar, pues no era precisamente la primera vez que realizaba aquel viaje. Siempre llevaba consigo en su equipaje, para el largo trayecto, al menos dos o tres de los libros con los que tenía que prepararse para los exámenes de enero así como sus apuntes de clase, pero por mucho que llegara a desesperarse por la tardanza, al final, propósitos aparte, nunca llegaba ni a ojearlos.

Suspiró. Antes había ido acompañado de uno de sus compañeros de universidad, que también era de Ohio, pero éste se había bajado en Columbus, ya que era de la capital, mientras que a él aún le quedaba un trecho no pequeño hasta su destino. Era un fastidio tener que recorrer aquella pesada ruta tantas veces al año, cuando iba a pasar los períodos festivos con su familia, pero, se consoló, era el precio por poder estudiar allí donde había querido.

Pensando que el revisor ya no podía volver a aparecer, Splendid, tras bostezar, se tumbó sobre el largo asiento, acomodando su mochila a modo de almohada y pisando la pared opuesta, dispuesto incluso a dormir un poco para llegar descansado a la estación. Como sus padres estarían trabajando no irían a recibirle, pero seguro que mandarían a su hermana. Sonrió recordando a su pequeña “princesa”. A ella era a la que más extrañaba en Indiana.

Estaba pensando en ella, en la última vez que la había visto, cuando el sonido de la puerta del vagón, abriéndose, le sobresaltó. En menos de un segundo había puesto los pies en el suelo y alisado las arrugas de su suéter, temeroso de que fuera el revisor y de que fuera a amonestarle por haber estado pisando la pared. Pero la persona que entró no era el funcionario temido. Era un joven.

-¡Oh, disculpe!-se excusó éste cuando le vio y Splendid pudo percibir cierto temblor en las manos y en sus ojos verdes-Me pareció que el vagón estaba vacío.

-No hay ningún problema-le replicó el peliazul, colocándose el flequillo que le caía por la frente-Aquí hay mucho sitio, si es lo que está buscando-añadió, de inmediato, pensando que quizá un poco de charla con un desconocido sería la mejor forma de pasar el rato que aún tenía por delante en aquel tren.

-Yo…Buscaba un vagón vacío…Prefiero no molestar a nadie.

-A mí no me molesta-replicó Splendid de inmediato-Además, no creo que encuentre ningún vagón vacío. De este tren se baja mucha gente y sube muy poca en Columbus, pero no tiene tan pocos pasajeros como para eso. Es mejor que se quedé aquí-recalcó, añadiendo un gesto invitándole a sentarse frente a él.

-Seguramente tiene razón-dijo el otro, reflexionando para sí mientras, efectivamente, tomaba asiento.

Splendid notó que el joven parecía nervioso, incómodo por su presencia, especialmente cuando se pasó la mano por cuarta vez consecutiva sobre su alisado cabello verde en menos de dos minutos. Le estudió: sin duda era joven y tendría su edad, puede que unos meses más, un año incluso, pero poco tiempo en cualquier caso. Parecía sano, su tez era saludable y su sencilla ropa parecía cubrir un cuerpo en plena forma. Pero…No sabía qué, pero trasmitía una sensación extraña…Además. Cuánto más se fijaba en él, más le sonaba, aunque no hubiera sabido de qué.

-¿Usted también vuelve a casa por navidad?-le preguntó, al fin de romper el hielo.

-¿Perdón?-fue la esquiva respuesta.

-Mucha gente viaja en estas fechas para pasar la navidad con la familia. Ya sabe-Splendid se sintió algo tonto al decir eso, y, al no responder su interlocutor, intentó animarle a hablar con una muestra de confianza-Yo mismo llevó ya un largo viaje en este aburrido tren desde Indiana. Está al lado de Ohio, pero cuando tengo que recorrer la distancia que hay de mi casa a la universidad, ¡diría que cruzo el país entero!

El otro joven, sin embargo, se limitó a asentir y a mirar por la ventanilla, de forma no muy diferente a como el mismo Splendid había estado hacía unos minutos. Pero éste no se iba a rendir en su propósito de arrancarle algo de charla a aquel desconocido.

-Como le digo, yo estudio ciencias económicas en Notre Dame, soy un “irlandés luchador”. La universidad es fantástica, pero, pese a este trayecto dichoso, nunca dejaría de venir a casa por navidad, a ver a mis padres y a mi hermana.

-La familia es importante-aseveró el otro, y poco después continuó diciendo-En cierta forma…Sí. Yo también voy a casa.

-¡Oh! Pues eso está muy bien-le tendió la mano-Yo me llamo Splendid-se presentó.

El desconocido contempló por un momento la mano tendida ante él y, finalmente, no sin haber dudado, la apretó con la suya.

-Mi nombre es Flippy.

-Encantado de conocerte, Flippy-dijo, alegre, Splendid-Veo que tienes un buen apretón de manos-comentó-Seguro que eres muy fuerte.

-Me gusta mucho hacer deporte-se encogió aquel de hombros.

-Y se nota-Splendid creyó que halagándole sería más comunicativo.

-¿Puedo hacerle una pregunta?

-Claro.

-¿Sabe cuánto falta para que el tren llegue a Happy Three?

-¿Vas a Happy Three?-le preguntó, sorprendido, Splendid.

-Sí, así es, ¿por qué?

-¡Yo soy de allí!

-¡Oh!-se limitó a asentir Flippy, aunque se pudo notar cierto deje de malestar en su voz.

-Un momento…-Splendid intentaba hacer memoria-¡Por eso me sonabas! ¡Claro que sí! Tú eres Flippy, ¡el hijo del jefe Nyman! ¿No?

-Sí-asintió con voz queda.

-¡Vaya! Hace mucho que no se sabe de ti-saltó Splendid, alegre, tomando como una buena señal el encuentro con su “paisano”-¿Qué tal te va? Aunque no éramos muy amigos seguro que te acuerdas de mí, ¡soy yo, Splendid, el “chico aventura”!-le intentó hacer recordar, rememorando su antiguo apodo de los años de instituto.

-Eh…Sí-Flippy pareció acceder a recordarle un poco a regañadientes. Él ya sabía que al volver a Happy Tree los reencuentros como ese serían inevitables pero…No esperaba que sucediera tan pronto, en el mismo tren. Aquél día parecía no ir a acabar bien…
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-¡Cuddles!-la voz del profesor de filosofía resonó repentinamente fuerte en el aula, temporal y milagrosamente silenciosa-Entiendo perfectamente que la lectura de este texto de Aristóteles despierte en ti reflexiones que quieras compartir, pero como le vuelvas a pasar otra nota a tu compañero, iréis a debatir los dos juntitos sobre la ética del estagirita al despacho del director. Quedan sólo unos minutos de clase así que aprovecho para recordaros que…-un pequeño crepitar, procedente del fondo de la clase, le interrumpió-¡Nutty! Ya cuentas con otro negativo por comer dulces en clase.

-¡Pero si no lo he hecho, profesor!-protestó un joven peliverde desde su asiento-Además, es sólo que tengo hambre y…

-A ver cuándo vais a empezar a comportaros como lo que sois-le interrumpió el profesor, el señor Gibs-Tenéis diecisiete, algunos dieciocho años-empezó nuevamente un discurso que todos los presentes habían oído ya diez, veinte o cien veces-En unos meses muchos iréis a la universidad, pero seguís pareciendo niños de primaria y… ¡Toothy! ¡Más te vale que ese papel no sea lo que yo creo!

El chico de pelo morado negó agitadamente con la cabeza mientras su compañero de mesa, rubio, se esforzaba por ocultar que se estaba riendo.

-En fin-suspiró el profesor justo antes de que sonará la alarma que anunciaba el recreo-Como intentaba hacer antes-elevó la voz para que le escucharan por encima del ruido de otras aulas de sillas arrastradas, puertas abiertas y corretear de los alumnos de cursos inferiores por los pasillos-Os recuerdo que para el lunes tenéis que haber terminado el comentario a los fragmentos de Aristóteles con los que hemos estado trabajando y que dedicaremos las clases de la semana para que hagáis una corta exposición-añadió para terminar mientras recogía sus propias cosas en su maletín y se marchaba acto seguido del aula.

Al oír aquello una chica pelirroja se había agitado levemente en su silla mientras guardaba el libro y la libreta en su mochila roja. “Una corta exposición” es lo que había dicho el profesor, pero era bastante para que la joven comenzara a notar los primeros indicios de fiebre y para que su frente exhalará las primeras gotas…No le gustaba nada lo de hablar en público. Además, aquel día ya le estaba resultando bastante mal, desde que por la mañana sus padres…

-¡Hey, Flaky!-quiso llamar su atención una chica por completo vestida de rosa que se detuvo delante de su mesa-Todavía no me has confirmado que vendrás este domingo a mi fiesta de cumpleaños.

-Eh…Bueno…Yo…-empezó a tartamudear la chica, que se sentía siempre insegura al hablar cuando había demasiada gente en la misma habitación, imaginando que todos la observaban, dispuestos a criticarla-Todavía no sé si podre-soltó finalmente.

-¡Venga ya!-se acercó una tercera chica de radiante cabello azul que llevaba en sus manos un sándwich de pan sin corteza envuelto herméticamente en plástico y media docena de servilletas bajo el brazo-No puedes faltar a la fiesta de Giggles.

-Petunia tiene razón-corroboró la citada-Además, tú dijiste que me harías la tarta. ¿Qué piensas? ¿Venir a mi casa, dejarla e irte? ¡Ni hablar!-sentenció con firmeza-Tienes que venir.

-¿De qué habláis, chicas?-se acercó el chico rubio, rodeando por detrás con sus brazos a Giggles, que rió, divertida y sonrojada, al ser abrazada por Cuddles.

-Del cumpleaños-le contestó ésta.

-¡Oh! ¡Ya verás el regalo que te he comprado!-dijo el rubio soltando a la chica y abriendo los brazos como un abanico a fin de dejar claro ante todo lo grandioso de su presente.

-Ya lo imaginaba-le replicó Giggles, sonriéndole con complicidad.

-Oye, Cuddles-Toothy le golpeó ligeramente en el hombre-¿No íbamos a ir a jugar? El tiempo corre y el recreo no es eterno.

-Ve adelantándote tú, colega-le respondió su amigo sin siquiera haberle mirado, “una mala costumbre”, pensó aquél mientras se marchaba, a la que cada día estaba más acostumbrado.

Al salir al pasillo y al emprender el camino al patio se cruzó con Petunia y Flaky. No sabía si era la edad o el ver a su amigo con Giggles, pero no podía evitar fijarse en ellas cada vez más…Petunia era siempre tan elegante y olía a flores…Flaky, retraida, frágil, oculta tras un gorro de lana y un grueso jersey. “Pero no tengo tiempo para esas tonterías, al contrario que Cuddles”, se dijo antes de salir corriendo en dirección al gimnasio.

-Por cierto, Flaky-le estaba diciendo Petunia.

-¿Sí?

-Tu hermano pronto llegará desde Indiana, ¿no?

-Eh…Bueno, sí-respondió la pelirroja, agachando la cabeza para que no se viera su sonrojo…

A todos sus amigos les encantaba su hermano, le adoraban…Y ella no le había dicho a nadie que aquella tarde tenía que ir a recibirle a la estación. Ella quería mucho a Splendid pero…Hubiera preferido no tener que hacerlo.

-Tus padres estarán muy contentos-suspiró Petunia pensando en el joven aventurero guapo y atractivo que su amiga tenía por hermano-¡Tienes que avisarme cuándo vaya a llegar!-le dijo de repente-Para que pueda ir a recibirlo contigo.

-Eh…Bueno. No sé…

-¡Venga!-le instó, zarandeándola suavemente del brazo-¿Somos amigas, no?

-Sí.

-¿O es que tu hermano ha encontrado novia en la universidad?

-No, no que yo sepa.

-¡Pues ya está! ¿Sabes ya cuándo llega o no?

-Hoy-desembuchó finalmente Flaky, sin poder resistir más.

-¡Hoy!-se alarmó Petunia-¡Pero no tengo nada especial para ponerme! No esperaba que fuera tan pronto…Entre que terminamos las clases de hoy, ir a la tienda, probar, ir a mi casa a limpiar bien el vestido nuevo, ducharme… ¡No tendré tiempo para estar lista!-miró a su amiga-Me temo que no podré acompañarte-terminó de decir, con fastidio.

-No pasa nada-la “disculpó Flaky”.

-Pero tendrías que haberme avisado antes, ¡corcholis!

-No te pierdes nada de interés-la intentó consolar la pelirroja.

-No sabes cuánto te equivocas-le replicó su amiga, suspirando una vez más por aquel universitario tan sexy.
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El tren finalmente se detuvo ante la pequeña estación de Happy Tree. Muy pocos pasajeros bajaron y nadie subió. A pesar de ser diciembre caía un sol de justicia sobre la pequeña ciudad y en el prácticamente despejado andén parecía yacer en el sopor de una tarde veraniega.

Splendid, con dos pesadas maletas, una en cada mano, descendió con cuidado, acompañado de Flippy que, por el contrario, contrastaba con él por no llevar nada de equipaje. El primero escudriñó el lugar y, tal y como esperaba, vio a su hermanita al fondo, medio oculta a la sombra de una gran columna. Le hizo una señal a modo de saludo para que se acercara, lo que, como era propio de ella, pasó a hacer muy, muy lentamente.

-Si quieres puedo ayudarte llevando una de esas maletas hasta el taxi o tu coche-se ofreció amablemente Flippy, con el que finalmente había mantenido una agradable y larga charla durante las últimas horas de su viaje desde Indiana.

-No es necesario-le respondió Splendid-Además, voy andando a mi casa. No vivo lejos de aquí.

Flaky llegó hasta donde ambos estaban. Al ver a su hermano hablando con un extraño no pudo evitar sentirse intimidada. Ella, que ya era tímida incluso con sus más íntimos familiares, se sentía totalmente impedida en presencia de desconocidos, por lo que se quedó un tanto aparte, en espera de que su hermano tomase alguna iniciativa.

-Mira-le dijo a su amigo-Ésta chica tan guapa-no pudo evitar sonrojarse al oír eso de Splendid-Es mi hermana Flaky, de la que te estado hablando. Flaky-se dirigió Splendid a ella-Él es Flippy. Tú quizá no le recuerdas, pero es de aquí, sólo que se fue hace ya muchos años.

-Bueno…Tampoco hace tanto-señaló aquel.

-Hola…-un tembloroso saludo fue todo lo que pudo articular la chica en respuesta a su hermano.

-¡Venga!-se lanzó él sobre ella tras soltar las maletas, abrazándola y besándola calurosa y repetidamente en las mejillas a pesar de los vanos intentos de ésta por alejarse-¿Es así como recibes a tu hermano mayor, princesita?

-Ya sabes que no me gusta que me llames así delante de la gente-le susurró más que le dijo.

-Ya te dije que era muy tímida…y también una miedosilla-añadió para ver si, molestándola, reaccionaba.

-Un placer conocerte-le saludó Flippy, tendiéndole una mano firme que ella, no sin gran vacilación aceptó.

Entonces Flaky, por primera vez, reunió valor para mirar al joven que apretaba con fuerza su mano… Vaya. “Era bastante guapo” no pudo evitar pensar…Aunque algo en sus ojos verdes le asustó…También le atrajo como nunca antes había hecho ninguno de los chicos que conocía.


Capítulo 3. El calor del hogar

Spoiler:
La pequeña y vieja casa, apartada de todo y rodeada de desiertos descampados, seguía exactamente igual que la última vez que la había visto, hacía ya varios años. La había contemplado en su memoria cientos y cientos de veces pero, pese a todo, no pudo dejar de estremecerse al volver a tenerla ante sí. La casa de su padre, de su madre, de su hermano…Su casa. Hacía mucho tiempo que no sentía lo que era estar en casa.

El viejo porche crujió bajo sus botas, como quejándose de tener que soportar su peso tras haber estado ya muchos meses abandonado. Flippy contempló el perfil de su grueso calzado, lo único que había conservado de su antiguo uniforme militar, sobre el maltratado suelo de madera, que presentaba las heridas propias del envejecimiento y la falta de cuidados…Nadie había vivido allí desde la muerte de su padre.

La barandilla estaba astillada y una de las ventanas estaba rota. Una caja medio destrozada yacía volcada y desparramada en una esquina. No quedaba ni rastro de lo que había sido aquel lugar cuando él era un niño…Aunque de aquello sólo podía recordar la mecedora de su padre. Podía todavía verle allí, sentado, contemplando el atardecer tras un día de patrullar por el pueblo mientras fumaba su pipa y vaciaba un par de vasos de whisky.

“Pero él ya no está”, le dijo una voz en su cabeza, una voz que él ya conocía mejor de lo que hubiera querido. “Y no va a volver”, siguió diciendo aquella, “ni tampoco aquellos días. Mas te vale que vayas empezando a pensar seriamente en el futuro y en qué vas a hacer”. Él ignoró aquellas palabras que brotaban de lo más profundo de su mente y se reprendió a sí mismo: acababa de recordar que no se había tomado la medicación aquella mañana. Debía ser más precavido en el futuro. Sobre todo si quería tenerlo.

La cerradura cedió pesada y ruidosamente al movimiento de la llave, abriéndose la puerta con un crujido. El que fuera el recibidor de sus padres estaba sumergido en las sombras, con las ventanas ocultas por oscuras cortinas, y el aire olía a polvo, a viejo. Se preguntó una vez más si de verdad debía estar allí. Aquella casa le podía traer tiernos recuerdos…Pero posiblemente no podría ser de nuevo acogedora para él. Claro que, ¿qué otra cosa tenía una vez había sido expulsado del ejército?

“Este sitio no me gusta”, saltó de nuevo la voz de su cabeza. “Tenemos mejores cosas que hacer que venir a pudrirnos a un pueblo de mala muerte. Aún hay tipejos sueltos con los que tenemos que ajustar cuentas…Como hicimos con el doctor Chilton”.

-Eso lo hiciste tú-respondió en voz alta a su alter ego-Y no volveré a dejarte ir por allí libremente. Ya me has hundido bastante la vida.

“¿Qué yo te he hundido la vida? Ambos sabemos que no es verdad. Si aquella noche le hubiéramos echado un par, cómo yo quería, y cerrado la boca a ese chivato de Steven, hoy seguiríamos en Afganistán, o quizá, si te molestaba tanto el perro de Stone, en la nueva misión desplegada por Washington en Kundu. Seguiríamos pasándolo bien en cualquier caso…”

-Tú quizá lo pasabas bien. Yo no.

“Claro, tú eres un chico bueno”, se burló la voz, riéndose, antes de continuar diciendo: “No te gusta la guerra, no te gusta matar, sólo quieres servir a tu patria y defender a tu país… ¡Tonterías! Ambos sabemos el por qué te alistaste… ¿Qué piensas hacer en este lugar asqueroso alejado de la mano de Dios? ¿Cuál es tu meta? ¿Ser granjero, cultivar maíz? ¿O quizá pienses en ser un inútil sheriff local cómo lo fue tu padre? ¿Eh? ¿El jefe Flippy de Happy Tree? ¿Ayudarás a ancianitas a cruzar calles por las que no pasan coches y compraras las galletas de las colegialas para que puedan hacer un viaje a Europa? Que bajo pretendes que caigamos…Lo único interesante que he visto ha sido…”

La voz, como solía hacer tras una larga perorata, calló de repente, como si fuera una radia a la que se le hubiesen acabado las baterías de repente o hubiese sido desconectada. Flippy lo agradeció. Cada vez le costaba más, o eso le parecía, soportarla…Algunas veces tomaba tanto control sobre él que perdía todo dominio de sí mismo…Y cuando eso pasaba, alguien solía acabar muerto. ¿Habría sido buena idea su intuición de volver a Happy Tree? En cualquier caso, sería mejor que no volviera a ser imprudente con sus pastillas o seguramente lo acabaría lamentando. Y mucho.
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“Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno. Es claro, por tanto, que todas las asociaciones tienden a un buen de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política.”

Flaky suspiró. Era ya la sexta vez que comenzaba a leer aquel texto y, nuevamente, no era capaz de seguir concentrada más allá de aquel primer párrafo. Se había sentado ante su escritorio con plena disposición para hacer todos los deberes que tenía para el fin de semana aquella misma tarde, pero le estaba resultando imposible a causa del alboroto que ininterrumpidamente subía desde la planta baja.

Y es que, apenas veinte minutos después de que volviese de recibir a su hermano en la estación, había comenzado aquella invasión. Uno a uno, parece que según la noticia había corrido por la pequeña villa, todos sus compañeros del instituto se habían ido presentando, deseosos de ver a su hermano. Y como habría sido de prever, acabaron celebrando una “fiestecilla” de bienvenida…Lo último que había visto antes de subir a su cuarto, poco después de la llegada de Cuddles, que fue el primero en aparecer, era a Petunia entrando con una tarta de manzana sobre sus brazos. A su hermano le encantaba la tarta de manzana.

Y mientras sus amigos estaba allí, por lo visto divirtiéndose bastante, ella estaba intentando estudiar…Sin éxito, además. Se intentó consolar, recordándose lo molestas que eran aquellas reuniones y lo agobiada que se sentía en ambientes demasiado…con demasiada gente en el mismo lugar. Nadie más parecía compartir su incomodidad, aunque con el tiempo habían sido lo bastante comprensivos como para respetar sus espacios y la inviolabilidad de su cuarto. Sin embargo, aunque ni siquiera ante sí misma podría admitirlo, en ocasiones como aquella hubiera deseado que alguno de sus amigos subiera para preguntarle por qué no estaba con ellos…Lo que tenía perfectamente claro es que si nadie subía ella no iba a bajar por propia iniciativa. La sola idea de entrar en el salón estando esté lleno de gente…Le provocaba una tremenda ansiedad. Estaba pensando en ello, notando ya el sabor amargo de la angustia en su paladar, cuando unos repentinos golpes en su puerta la sobresaltaron:

-¿Qui…, quién es?-logró preguntar entre tartamudeos.

-Soy yo, tesoro-dijo su madre, abriendo la puerta y llegando hasta ella-He pensado que te apetecería un trozo de tarta-explicó, dejando un plato pequeño y un tenedor en una zona despejada de su escritorio-Y te he traído éste antes de que tu amigo Nutty se la coma.

-Gracias, mamá-asintió la pelirroja, dirigiendo de nuevo su mirada hacia el libro abierto ante sí.

-¿Qué haces?-le preguntó su madre.

-Deberes-replicó rápida y mecánicamente.

-Tu hermano y tus amigos están abajo. Han preguntado por ti. Así que…Bueno. Quizá podrías bajar y saludar, aunque fuera sólo eso.

-Es que,…, es que…-la voz de Flaky temblaba mientras ésta buscaba una buena razón para no poder bajar…Aunque realmente no hubiese ninguna que se atreviese a decir y casi se alegraba de contar con la excusa de la orden materna para forzar a su timidez a ceder.

-Flaky-suspiró su madre con paciencia, sabiendo que aún tendría que esperar mucho para ver el día en que su hija no temblara como un flan ante casi cualquier cosa…O al menos que no reaccionará subiéndose a la silla más cercana cada vez que alguien le gastaba la broma de decirle: “¡Mira, Flaky, un pollito!”-Estás en tu propia casa. No puedes asustarte en tu casa ni refugiarte siempre en tu cuarto como un miedoso ratón.

-Ya…-asintió ella con nula convicción.

-Bueno, voy a ir a la cocina a empezar a preparar la cena-se dirigió a la puerta-Cuando te comas la tarta, ¿podrás bajar el plato al fregadero?

-…Sí, mamá.

-Bien.
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-Y entonces, el dueño, todo encolerizado, se pudo a golpearle-la voz de Splendid era la única que se oía en el pasillo y Flaky, acercándose lentamente a la puerta abierta del salón, pudo imaginar al resto, como otras tantas veces que su hermano les contaba anécdotas, historias y chistes, tan atentos y callados como a los profesores les hubiera gustado que estuviesen en clase-Y el tío, cubriéndose con las manos, le dijo: “¡Ay, patrón!, no me pegue más… ¡Ya sabía qué no debía contarle lo del gato!”

Toda la habitación estalló en carcajadas. Ella estaba ya junto a la puerta, detenida justo al borde del haz de luz que desde la puerta del salón se proyectaba sobre el pasillo. Tomó aire y…Siguió allí quieta…Preguntándose qué debería hacer una vez que había llegado hasta allí. Estaba pensando que lo mejor era deslizarse de nuevo a su habitación antes de que la vieran cuando, saliendo velozmente del salón, casi se dio de lleno contra ella un joven peliazul que con sus prisas llevaba sus gafas un tanto descolocadas.

-¡Oh, perdona Flaky!-es excusó-Pero es que tengo una urgencia de la naturaleza-añadió a modo de explicación antes de seguir a paso ligero camino del cuarto de baño.

Y no había reaccionado todavía la pelirroja cuando todavía salió su hermano y, al verla en el pasillo, ni corto ni perezoso la tomó del brazo y la obligó a seguirle a dentro.

-¡Ah! Pero si estabas aquí, hermanita. ¡Pero pasa, ven con nosotros!

No intento oponer ninguna resistencia. Su hermano era muy fuerte y estaba más que acostumbrado a tirar de esa manera de ella en ocasiones similares…A ella no le gustaba nada. Se sentía el centro de atracción de todos los presentes, sus miradas clavadas en ellas…Sobre todo porque, como en esa ocasión, él la soltaba y se marchaba a sentarse y ella quedaba de pie, como un pasmarote, sin saber qué hacer ni qué decir. Por fortuna está vez Giggles, que estaba acomodada en uno de los sofás, acudió en su rescate. Apartándose para hacerle un hueco, la llamó a su lado.

-¡Ven, Flaky! ¡Siéntate aquí, conmigo y con Cuddles!

-¡Sí!-asintió el rubio, a la izquierda de la pelirrosa-Tú ponte cómoda, como si estuvieras en tu casa, ¡eh!-añadió y todos volvieron a reír.

-No te metas con ella-le regañó Giggles dándole un suave codazo en el estómago-Que si me preguntaras a cual de vosotros dos quiero más, te aseguro que no te gustaría mi respuesta.

-¡Pero qué mala te gusta ser conmigo, mi pequeño caramelito!-le replicó el chico.

-¡Oh! ¡No me digáis que ya habéis empezado con los apelativos pastelosos!-saltó Toothy, que se sentaba enfrente, con el mismo gesto que habría puesto tras ver a un perro aplastado en la carretera.

-¡Envidia, envidia es lo que tienes!-le replicó Cuddles para picar a su amigo-Porque tú no puedes tener una novia tan guapa como yo-añadió antes de inclinarse para darle un beso en la mejilla a la pelirrosa, que no pudo evitar sonrojarse y sonreír infantilmente ante el gesto del rubio.

-No es que no pueda, es que no quiero-se defendió Toothy-Lo de tener novia es… ¡Es de afeminados!-y a modo de última palabra le sacó la lengua a Cuddles, que le devolvió el gesto.

-Es increíble lo críos que podéis llegar a ser, de verdad-comentó Splendid tras ver el panorama-Tú no tendrás novia-le dijo a Toothy-Y la tuya no creo que te duré-se dirigió a Cuddles.

-Lo que tú digas, abuelo-le replicó éste, a lo que Splendid se limitó a encogerse de hombros. Él ya lo había intentado pero algunos no tenían remedio-Y, Toothy, si de verdad puedes, ¿por qué no invitas a Petunia a salir, por ejemplo?

-Porque llevo un spray de pimienta en el bolso y estoy dispuesta a utilizarlo-intervino la mencionada con expresión de disgusto antes de que él pudiera contestar.

-Pues…A Lammy-contraatacó Cuddles.

-¡A mí no me metáis en vuestras tonterías!-saltó la chica que, sentada todavía en la mesa, todavía estaba terminando de comerse un trozo de pastel bajo la atenta mirada de Nutty, que estaba al acecho por sí no se sentía dispuesta a terminárselo y le dejaba los últimos bocados.

-Bueno-Cuddles recorrió la estancia con la vista y, de repente, se acordó-Invita a Flaky a algo, entonces.

Al oír su nombre, cosa que ya había temido al ir viendo por dónde andaba la conversación, la pelirroja terminó de querer desaparecer, absorbida por el sofá, en cuya esquina estaba “retirada”, abrazada a un cojín que esgrimía ante sí casi si como si fuera una especie de escudo. Y otra vez sentía a todos pendientes de lo que iba a decir… Porque se suponía que diría algo como habían hecho Petunia y Lammy. Durante un momento sólo pudo pensar en lo mejor que habría estado que Cuddles se hubiera mordido la lengua antes de nombrarla…Además… ¿Qué era ella? ¿La última opción que encontraban cuándo las chicas guapas se acababan? No es que eso le importara ya que no tenía ni quería pareja pero…Le había molestado tal actitud.

-No-eso fue, finalmente, lo único que pudo desembuchar al tiempo que sentía sus enrojecidas mejillas ardiendo… Rezó interiormente por qué pasase algo y la atención de los demás se fuese muy lejos de ella.

-¿Lo ves, Toothy?-por fortuna para Flaky su monosílabo bastó para Cuddles-Todas te dirían que no. Ni por pena. Antes saldrían con Nutty-señaló al peliverde que, cada vez más angustiado, observaba disminuir el trozo de pastel del plato de Lammy- o con Sniffles-añadió cuando el chico de las gafas volvió a la habitación.

-¿Conmigo?-preguntó, extrañado-¿Qué pasa conmigo, de qué hablaban?

-De nada-se apresuraron a decir todos.


Capítulo 4. Dos visitas para dos anfitriones

Spoiler:
Aquella noche, sin ser la peor de su vida, no había sido muy agradable. A lo largo de sus experiencias en campaña, Flippy había tenido que vivir en condiciones que nada tenían que ver precisamente con las de un hotel de cinco estrellas…Y esa noche había continuado la misma tónica. No cabía esperar otra cosa en una casa que estaba a medio camino de la ruina más absoluta.

Él tampoco estaba mejor y desde luego no traía nada consigo para paliar aquello. No tenía demasiados dólares en el bolsillo y, de hecho, apenas poseía la ropa que llevaba puesta en ese momento y lo que tuviera encima. Incluso se había visto obligado a deshacerse de su viejo uniforme…Pero es que no quería llamar la atención. ¿Y qué iba a hacer, sin un centavo y sólo con lo que era más bien una cabaña inhabitable? Realmente su plan de escapar y refugiarse en aquel olvidado pueblo de su infancia no había sido planificado con la eficacia de una campaña napoleónica precisamente.

-Es que eres tonto, chaval-se sorprendió diciendo de repente en voz alta.

Cuando se dio cuenta se alzó repentinamente y se puso de pie en lo que había sido su habitación de niño, donde había usado unas mantas viejas que encontró tiradas por el suelo para dormir sobre ellas. Temblaba…Cuando… “Ese”, tal y como le llamaba, podía hablar solía también tener fuerza bastante para controlarle por completo… Y él no podía permitirlo, aunque tuviera que sacrificar parte de las pocas pastillas que le quedaban… Y eso que no sabía todavía dónde podría conseguir más.

-Esta casa es una chapuza y ni siquiera puedes arreglarla-volvió a hablar “ese”.

-Puedo hacerlo-le contestó, teniendo que usar toda su voluntad para hablar, luchando contra el violento usurpador que pretendía volver a hacerse con el control-No me da miedo un poco de trabajo.

“Ese” respondió con una dura carcajada que ofendió mucho a su interlocutor:

-Así que serás Flippy el carpintero, Flippy el fontanero, Flippy el manitas… Vas a usar maderos invisibles con herramientas invisibles para hacerte una magnífica casa invisible. O quizá vayas a comprar lo que necesites con algo de tu dinero invisible.

-Puedo conseguir un trabajo y ganar dinero fácilmente-le replicó conteniendo su enfado, sabiendo que éste sólo fortalecería a su interlocutor.

-No olvides poner en tu currículo que de tu anterior trabajo te despidieron bajo la sospecha de que te habías cargado a varios de tus superiores.

-¡Yo no hice nada!-de repente le dolía mucho la cabeza, pero se esforzó por mantenerse lúcido…Si perdía el control… ¿Quién sabe qué cosas podían pasar en su “ausencia”?

-¿No me digas que no te acuerdas? ¿Has olvidado cuando le arrancamos la cara a ese presumido del teniente Bloom? Aunque no fue tan entretenido cómo cuando a ese cerdo ladrón de Walden Schmidt le fuimos arrancando la carne cachito a cachito… ¡Oh que sabrosa agonía! Le gustaba el protagonismo, por eso le arrancamos la cabeza como premio final y la pusimos en una pica, ¡así todos pudieron verle bien su jeta asquerosa!

Una siniestra risotada continuó, casi sin pausa, a unas palabras cada vez más aceleradas mientras “Ese” se regodeaba recordando sus particulares hazañas…Flippy intentó ignorarle, pero las imágenes de aquellas y de otras matanzas similares poblaban su mente…Así como otras…Como las de aquella operación fatídica en que todo su comando… Sentía su respiración cada vez más acelerada…Sabía muy bien el riesgo que podía eso suponerle…Pero no había ya vuelta atrás… El último pensamiento consciente de Flippy fue que la situación, al menos, no podía ser peor…Hasta que…

Unos golpes resonaron en las estancias vacías de la casa... Había alguien llamando a la puerta. El joven respiró pausadamente y, aunque no podía mirarse en ningún espejo, se intentó arreglar un poco el cabello y se frotó los ojos para quitarse las legañas. Otro golpe. “Vaya”, pensó “ese”: “…un visitante impaciente…No le haré esperar”.

De pie, frente a la puerta, había un joven pelirrojo que, casualidades de la vida, vestía precisamente como un albañil… “Ese tonto de Flippy, quién sabe por qué, al final siempre tiene suerte y todo”. El joven peliverde descendió hasta el viejo recibidor sintiendo los viejos escalones gemir y quejarse por su peso y llegó hasta la puerta, de la que se limitó a tirar para abrirla.

-¡Buenos días!-le saludó simpático su visitante, al que ahora vio que sujetaba una casa de herramientas en la mano derecha.

-Hola-le respondió secamente-¿Puedo ayudarle en algo?

-Espero no importunarle-comenzó a decir el visitante-Pero es que ayer por la noche oí la noticia de que había alguien instalado en la vieja casa del viejo jefe Nyman y pensé: “¡Pero si está hecha polvo!” y, como soy el manitas del pueblo, he decidido venir cuánto antes un rato a preguntar si puedo ayudar en algo…O, si molesto, pues me voy con viento fresco. Sin problemas.

-Bueno…-le respondió el joven peliverde-Es usted muy amable…

-Oh, puedes tutearme-le interrumpió-Aquí en Happy Tree prescindimos pronto de las formalidades-le tendió la mano izquierda-Me llamó Handy.

-Fliqpy-le respondió, aceptando su mano-Pero pase, pase y hablaremos…Creo que ha venido usted en el momento perfecto…
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La habitación estaba sumida en la penumbra. Sólo una pequeño figura, con forma de erizo de color rojo, emitía cierto destello desde su pedestal en la mesilla de noche, pero a la poca luz que daba apenas se percibía la forma de un libro a su lado y, al otro, la forma de una almohada y el perfil de una joven pelirroja que dormía plácidamente.

Un pequeño chirrido inundó de repente el silencio de la habitación cuando la puerta de aquel cuarto comenzó a ceder. Los goznes de aquella silbaron como pequeños grillos cuando la hoja fue, lentamente, cediendo hasta dejar el bastante espacio cómo para que un joven se introdujera, subrepticiamente y con sigilo, caminando de puntillas, en la estancia.

Se acercó lentamente a la cama, donde la muchacha seguía sin despertarse, ajena a lo que pasaba. El intruso llegó a su lado con una fría sonrisa en sus labios y un terrible objeto entre sus manos. Se inclinó sobre la que iba a ser su víctima…Y depositó algo a su lado, justo frente a sus cerrados ojos. Se inclinó hacia ella…Casi no podía contener sus ganas de reír. Le susurró al oído:

-Flaky…Flaky…-ésta empezó a reaccionar, entreabriendo los ojos…y percibiendo algo amarillo ante ella-Flaky… ¡Mira, un pollito!

La chica no necesitó más para reaccionar. Cuando aquella palabra penetró a través de sus oídos y fue captada y comprendida por su cerebro, un rayo de inmenso terror la traspasó desde la cabeza a los pies y no pudo revolverse de forma más enérgica, buscando alejarse de aquella “cosa monstruosa” como si le valiera la vida en ello.

En un primer momento Splendid estalló en carcajadas ante el agitado despertar de su hermana, que se levantó con un agudo chillido y que mandó al pollito de goma que había puesto frente a ella directo al suelo de un manotazo, pero le hizo menos gracia el otro manotazo que le dio sin querer, llevada por la histeria. Al verla tan agitada, respirando angustiada y casi sudorosa, por un momento se preocupó, pensando en haberse pasado con aquella broma, pero en cuanto Flaky comprobó, desde una posición segura, que no había cerca rastro alguno de aquel peligroso animal tan temido, poco a poco, pudo calmarse.

-Veo que te sigues poniendo igual de loca-comentó Splendid, que nuevamente veía el lado gracioso del asunto.

-No ha tenido gracia-le replicó su hermana entre jadeos, sintiendo todavía a su corazón trotar desbocado en su pecho.

-Pues yo creo que sí-rió el joven-Aunque-se acarició la mejilla-¡Menudo golpe, princesita!

-Culpa tuya-farfulló, molesta, la pelirroja.

-¿Qué, enfadada?-ella le ignoró-Bueno, cuando te calmes ve levantándote y bajando a desayunar, que esta mañana vamos a salir a dar un paseo. ¿Eh, qué te parece?

-Que en la calle hace frío y que prefiero quedarme calentita y a gusto en la cama.

-¡Venga!, ¿no lo dirás en serio?-protestó Splendid ante el tono de indiferencia de su hermana-Hace mucho tiempo que no hacemos nada juntitos, en comandita, ¿eh? Podemos dar una vuelta, me pones al día de los cotilleos del barrio…Y luego nos tomamos unos churros con chocolate-se inclinó para susurrar-Pero esto último que quede entre nosotros, ¿de acuerdo?

-¿Churros con chocolate?-repitió Flaky, pensativa. Su hermano asintió. Sabía muy bien que aquella era una oferta irresistible para su hermanita. A ella la idea de tener que salir de casa no le entusiasmaba demasiada, pero,…, ahora que tenía la imagen de aquellos sabrosos churros en la cabeza y que casi podía aspirar el delicioso aroma de una buena taza de chocolate…Tenía demasiada hambre para resistirse a tal tentación-Bueno… Aunque tengo todavía deberes pendientes…-le miró con ojos de cordero degollado.

-¡Oh, de acuerdo!-aceptó Splendid-Cuando volvamos te ayudaré con lo de Aristóteles.

-¡Bien!-asintió ella, complacida.
.
.
.
-¡Venga ya!-se dirigió Splendid a su hermana cuándo está hizo por segunda vez el amago de temblar de frío-Después del tazón de chocolate caliente que te has tomado y con el suéter, el abrigo, los guantes, el gorro y esa fea bufanda que llevas es imposible que sientas ahora mismo ni el más mínimo fresquito. Imposible-repitió, remarcando casa silaba.

-¡Mi bufanda no es fea!-protestó Flaky en referencia al tejido de tela de color rosado con gatitos dibujados que llevaba liada al cuello-Además me la regaló Giggles en mi último cumpleaños.

-Ya lo imaginaba-asintió él-Ese rosa chillón la delata.

-A mí me gusta-se limitó a replicarle ella.

Hubo un momento de silencio en el que ambos se limitaron a seguir andando por una de las calles que, alejándose del centro, conducían a las afueras, hasta el pequeño río que cruzaba cerca de la pequeña ciudad que era donde normalmente llegaban en sus paseos. Finalmente, tuvo que ser él quien rompiera el hielo:

-¿Y qué tal has estado estos meses?

-Bien-respondió sucintamente.

-¿Y…qué me cuentas de los chicos?

-Bueno…-las mejillas de Flaky enrojecieron levemente pero se repuso poco después y contestó-Ya viste ayer que siguen como siempre.

-No es eso lo que te he preguntado.

-Ya lo sé.

-¿Te…gusta alguno?

-¡No!-replicó rápidamente, casi como asustada por la propia idea que su hermano sugería, que pudiera estar interesada por alguien.

-¿Y Toothy?

-¿Qué le pasa?

-Me parecía intuir que…Bueno, te llamaba la atención.

-Pues no…Además, entre tú y yo-se acercó a su hermano para susurrarle al oído-Creo que a él le gusta Petunia.

-¿Petunia, de verdad?-le preguntó Splendid-Bueno…Supongo que lo dirás por algo, pero me sorprende de verdad.

-Es lo que creo-asintió la pelirroja.

-Increíblemente, Giggles y Cuddles siguen bien-rió-Lo cierto es que hacen buena pareja.

-Ya.

-Y, hablando de todo un poco, mañana es el cumpleaños de la pelirrosa, ¿no?

-¡Ah, sí!...Y ahora que me lo recuerdas… ¡Buf! Giggles me pidió que le preparará la tarta y mañana por la mañana tendré que ponerme temprano con ella…No debería haber aceptado el compromiso pero…Me parecía poco educado decirle que no.

-¿Y por qué negarte?-le replicó su hermano-Eres una buena repostera y todos saben que tus tartas son las mejores de toda la ciudad. Lo raro sería que Giggles no te lo hubiera pedido.

-Bueno…-volvió a ruborizarse-No es para tanto-dijo, llevando las manos a los extremos del gorro para colocárselo mejor, bajándoselo de manera que parecía que quería ocultarse totalmente dentro de éste.

-…-de repente Splendid se detuvo. Ya estaban cerca de las afueras, donde las últimas casas lindan con el campo-¿Sabes qué? La vieja casa del jefe Nyman no está lejos…

-¿Y qué?

-Tengo curiosidad por ver a Flippy…Es un muchacho simpático… ¿Le hacemos una visita?

-…Es que…

-¡Anda, vamos!-le interrumpió él antes de que ella pudiera decir nada.
.
.
.
El viejo sillón o, más bien, lo que quedaba de un viejo sillón, se desplomó con un gran estruendo por las viejas escaleras hasta terminar de desmenuzarse en pedazos contra el duro suelo del sótano. Amontonar todos los trastos acumulados en la casa de cualquier manera era la mejor idea que, finalmente, Flippy había tenido de cara a la misión de convertir aquel edificio en ruinas en una auténtica casa. Le acabó pareciendo mejor idea que limitarse a prenderle fuego a todo. Aunque sabía que a alguien esa idea le habría divertido…Claro ese alguien ya le había ocasionado quebraderos de cabeza aquella misma mañana.

Se secó la sudorosa frente. La mañana había sido fría pero, tras un par de horas de trabajo, estaba totalmente acalorado. Tuvo suerte de que en su “nuevo” maletín de trabajo hubiera, entre las herramientas, dos latas de cerveza, de las que no había dudado en dar cuenta. Precisamente estaba terminando de tomarse los últimos sorbos cuando, por segunda vez aquel día, llamaron a la desvencijada puerta.

-Vaya-murmuró Flippy para sí-Hoy es día de recibir a los vecinos-apuró la lata mientras echaba un vistazo a la caja de herramientas que había conseguido poco antes…-Pero no-se dirigió a “ese”-No va a pasar nada. Vamos a ser vecinos respetables-continuó hablándose mientras se dirigía a la puerta.

-¡Buenos días!-le saludó Splendid nada más le abrió-¿Qué tal te va?

-Ah, buenas-le respondió, apartándose para qué éste pasara, seguido de su hermana-Muy bien, la verdad. ¿Y vosotros, qué tal?

Flippy intentó mostrarse todo lo amable y cordial posible, aunque no estaba seguro de que ver de nuevo al “chico aventura” fuese lo que más le apetecía…Y además venía con su hermana…La miró detenidamente…Vestida como si viviera en Groenlandia y siempre cabizbaja…Como si fuera una figurilla de cristal que cualquier cosa puede romper…Aunque no podía negar que era algo mona. Algo.

-Bien. Estábamos dando un paseo-le explicaba Splendid-Y recordando nuestro encuentro de ayer y nuestra agradable charla pues he pensado en pasar a hacerte una visita…-su mirada recorría la casa vacía que tenía ante sí-Y ver…Bueno, tu hogar.

-Pues ya lo has visto-se encogió de hombros el peliverde, tomándoselo con humor-No hay mucho más que lo que ya puedes contemplar. Esta casa lleva años abandonada… Pero es mía y eso ya es algo.

-Sí-asintió su interlocutor-¡Ah! Y por supuesto, recordaras a mi hermanita, Flaky.

-Claro que la recuerdo-asintió el otro.

-Perdona que no te haya saludado…hasta ahora-le dio un toque en el hombre.

-Hola-susurró ésta son levantar la cabeza.

-Es muy tímida con los desconocidos-la excusó su hermano.

-No pasa nada…Y ahora debería ofreceros algo…Pero no tengo nada para tomar, lo siento.

-Tranquilo. No tenemos hambre ni sed ni ganas de nada. Nos hemos tomado una buena taza de chocolate caliente con churros hace un momento… ¿Estaban buenos, eh, princesita?

-Sí-asintió ella, levantando ligeramente la cabeza para dirigir una ofendida mirada a su hermano por usar aquel apelativo ante un tercero.

Fue entonces cuando se ella se fijó en el joven que tenía delante. Tras haber estado trabajando el sudor había hecho que su camiseta se pegase a la piel y la pelirroja pudo intuir el torso trabajado y bien labrado del exmilitar…Sintió sus mejillas ruborizarse al haberse fijado en ello y apartó la vista, deseando que no la hubieran visto…Nunca ningún chico le había llamado la atención en ese aspecto…Hasta ese momento.

-¿Y qué planes tienes? Si puedo preguntarlo-siguieron hablando, a lo suyo, su hermano y Flippy.

-De momento creo que intentaré adecentar esto…Buscaré un trabajo…No estoy todavía del todo seguro.

-Tu padre era el sheriff… Y creo que el actual jefe necesita un ayudante. Quizá podrías pedir el puesto.

-Quizá…

-Y si necesitas algo de ayuda, yo estaré aquí durante las vacaciones de Navidad, así que no dudes en llamarme si quieres que te eche una mano con alguna chapuza.

-¡Lo tendré en cuenta, sí!

-¿Y sabes qué? Mañana es el cumpleaños de la mejor amiga de mi hermana. ¿Y si te pasas y así te presentamos a nuestros amigos? Porque supongo que ahora mismo no conoces a nadie.

-Eh…No creo que sea buena idea…

-¡Venga, Flippy!-le animó Splendid-Yo creo que es magnífica. ¿Verdad, Flaky? ¿Tú qué opinas, debe venir o no?

-Eh…Bueno…-la chica hubiera preferido que su hermano le hubiera dejado seguir al margen…Se obligó a levantar la vista y se encontró a los dos hombres mirándola…Y los dos ojos verdes de aquel joven le dieron la respuesta-No creo que sea mala idea, no…Seguro que a Giggles le encanta-añadió.

-Lo dicho-asintió Splendid, satisfecho-¿Qué, Flippy, vendrás?

-Es que ni siquiera tengo nada que ponerme, ¿sabes?

-¡Yo te dejaré algo!

-…-Flippy buscó infructuosamente durante un par de minutos otra objeción que poner a aquella propuesta, pero no logró nada-Supongo que no es tan mala idea.

-¡Estupendo!
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por JoanK » 29 Abr 2014, 22:55

Receta para dos gintónics

Es una cosa extraña el amar. El querer a alguien, quererlo a tu lado. Antes de gritarme que no lo es, que es muy común, que todo el mundo quiere a alguien, piense. A veces la gente llora. Llora por vergüenza o llora de miedo. La lágrima que se vierte por vergüenza es de miedo al qué dirán también. Todo es el miedo que se vierte líquido, mutado en hidrógeno y oxígeno.

Es irónico que nos de la vida lo que viene del miedo, no cree? O más bien es lógico. Sin miedo ni temor a la muerte, no hay razones para dejar de acatarla. Pues así es el amor, es el temor. Temor a muchas cosas: a estar solo, a vivir solo, a enfermar solo, a languidecer solo, a agonizar solo, a morir solo. También es miedo: miedo al qué creerán, miedo al qué pensarán, miedo al qué dirán, miedo a lo que harán. Pavor a ser distinto a lo normal. Así que se secan las lágrimas y como una persona normal, se va al bar.

Pero como todo el mundo sabe, lo normal es lo menos normal del mundo. Lo normal, matemáticamente definido, es el resultado obtenido un mayor número de veces. Pero por supuesto esa cuenta es relativa al número de veces que se han obtenido los otros resultados. Aún peor, puede que los resultados contados no sean todos los resultados, sino una muestra seleccionada para mostrar el valor preferido. Entonces se cree que hay que amar y se acerca a la barra a por bebidas.

Se acerca la hora de la verdad auspiciada por una estadística manipulada sin piedad. Porque las estadísticas crean estadísticas igual que los temores bursátiles son profecías que desencadenan su cumplimiento. Con la seguridad que da el saber que hay que amar y el ciego creer que se ama y la ignorancia de que no se ama se habla. Burbujean las estadísticas en la tónica que se desliza cuchara abajo y se diluyen en la ginebra. Ya no llegarán enteras al gaznate, que se habrá soltado con un saludo.

La química que salió volvió a entrar y cuando trata de volver a los ojos parece que se reflejen en los ojos observados. El miedo queda flotando en el aire, fuera de sí, suspendido permanente y atravesado por las palabras de flirteo que acarician el pabellón auricular. No se irá jamás el miedo hasta el instante en que la novia baje la mirada en el altar para poner el anillo.
---vacante---
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La Ciudad de Luces (Algo escrito por mí)

Mensaje por Red End » 08 Jun 2014, 23:02

Hola everypony! ¿Qué tal? :)
Bueno, dejo esto por si le interesa a alguien.
Hace poco participé en un concurso en el que había que escribir un relato corto con un mensaje de solidaridad.
Yo, como fan de la literatura de ciencia ficción que soy :3 , decidí escribir una pequeña historia cyberpunkeana.
Os dejo el link por si os interesa:

https://dl.dropboxusercontent.com/u/61902244/WNR/writings/La%20Ciudad%20de%20Luces.pdf

Bueno, también podría comentar que gané el concurso :D ¡me llevé una tablet!

Gracias y brohoof! :brohoof:
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Las historias no ponis de Volgrand

Mensaje por Volgrand » 22 Jun 2014, 15:58

He estado recogiendo varias historias que tenía publicadas por todo, años y años de escribir pequeños relatos y participar en antologías. Así que aquí os dejo la primera de ellas, recogida y ligeramente corregida: Las cortes feéricas.

Cuento corto de terror para niños y adolescentes.

http://volgrand.deviantart.com/art/Las-cortes-fericas-462663883?ga_submit_new=10%253A1403448431

Y al igual que con cualquier fanfiction, se agradecen críticas.
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¡¡PUES DESPELLEJO FANFICTION!!
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por Blizzard Angel » 08 Mar 2015, 19:46

Yo supongo que puedo dejar aqui mi blog, donde escribo cuando me acuerdo
http://mymindsdarkroom.blogspot.de/" onclick="window.open(this.href);return false;
Espero que guste (esta en ingles)
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por silverthundy » 03 Jun 2015, 23:21

Yo tengo una historia en Wattpad, mi primera, que se llama Uróboros. Trata de alquimia y conspiraciones.Se puede leer en mi wattpad http://www.wattpad.com/user/silverthundy" onclick="window.open(this.href);return false; disfrutad ;)
"Si tienes enemigos, debes estar haciéndolo bien"
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por Flippy781 » 12 Ago 2015, 19:26

Dejo links a mis historias de fanfiction.net que no sean de MLP.
Spoiler:
Un romance Realmente Rebelde
https://www.fanfiction.net/s/10653076/1 ... te-Rebelde
Los orígenes de Lumpy
https://www.fanfiction.net/s/10943739/1 ... s-de-Lumpy
El diario de una fugitiva
https://www.fanfiction.net/s/10961474/1 ... a-fugitiva
La hija de Skips
https://www.fanfiction.net/s/11195700/1 ... a-de-Skips
No son todas mis historias, pero hay algunas que prefiero no poner.
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Re: Escritos no poniles

Mensaje por Sharpo » 12 Ago 2015, 22:11

El billete de Mil Pesos:

Un simple regalo del día a día, una caridad desinteresada de parte de mi madre al darme un billete de 1000 pesos de los nuevos. Tenia varios los rasgos de sus sucesores, dobleces varios bien marcados en el medio y una pequeña fisura en el sello de agua, su numero era CG00893844. Cuando la necesitaba para comprar algo desaprecia en mi chaqueta negra desteñida por el sol y el misterioso papel moneda aparece ya una vez lejos del lugar. Era algo raro de que durara mas que algunas amistades del mismo año y que se juraron eternas en el momentos de ser platicadas, el billete pensaba en mi ,y yo pensaba en la magia del billete verde que reposaba en mi billetera y como un testigo de la juventud de un personaje de fondo. Un día se fue como llego y no siento melancolía ni preocupación, se que esta en una billetera mas grande, la cual le resultara mucho mas fácil jugar a las escondidas con quien quiera usarlo.
No pondré nada, soy del movimiento minimalista de las firmas en los foros.
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