Capítulo 5 - Noche de ensueño, Primera parte
La escasa luz del sol poco a poco se batía en retirada en el horizonte cuando las sombras tomaron su lugar en los jardines del castillo de Canterlot, los cuales se veían cubiertos por el manto blanco de una gentil nevada vespertina. Aquella prometía ser una magnífica noche, incluso a pesar de que las nubes negras en el cielo presagiaban que una nueva ventisca se desataría en las próximas horas.
El mismo día, todo aquel que había tenido la oportunidad de acercarse a la capital de Equestria se había presentado en el teatro del castillo para ser testigo de una de las más grandes obras llevadas a cabo a lo largo de toda la región. Y no solo eso, sino que luego del espectáculo una gran fiesta se daría en el mismo lugar.
Era bien sabido por cualquier habitante del reino que se preciara de tal que las celebraciones presididas por las princesas siempre eran por todo lo alto, y aquella oportunidad de seguro no sería la excepción, menos aún el número de concurrentes. Y de la misma forma, tampoco lo eran dos particulares amigos que, en el interior de un carruaje marrón algo descuidado y tirado por un semental de manto rojo, melena naranja y ojos verdes, se dirigían hacia aquel mismo destino a una velocidad moderada.
En un determinado momento, el vehículo topó con una roca cubierta por aquel manto blanco e hizo sobresaltar a sus pasajeros, que debieron sujetarse para no ir a parar de bruces al asiento frente a ellos.
El dragón, que en la mañana había arribado a su hogar en extremo desalineado, ahora lucía una vieja cazadora marrón que le cubría el cuerpo de la cintura para arriba, especialmente las vendas blancas que le habían sido colocadas en el pecho por su amiga luego de reemplazar los restos de su antiguo abrigo. Sus púas, al ser relativamente flexibles, no requerían de huecos adicionales para ajustarse a la vestimenta.
Sweetie, en cambio, vestía una chaqueta color crema relativamente nueva -también de Twilight- que Spike se había tomado la libertar de prestarle dadas las bajas temperaturas al momento de su partida. También cargaba con ella una alforja con el diseño de su cutie mark en el costado derecho.
—¿Todo bien ahí fuera, Big Mac? -Preguntó el dragón purpura, algo preocupado.
—¡Eeyup! -Confirmó su comunicativo amigo desde el exterior.
Al oír su respuesta Spike se relajó una vez más, para luego dirigir su mirada al exterior a través de la ventana, donde a lo lejos encontró el bello paisaje de la capital, cuya silueta se veía resaltada por el sol de atardecer.
—No te preocupes, llegaremos en no más de media hora. -Calculó aproximadamente.
—Eso espero. -Dijo la potra al recostarse contra el asiento, disponiéndose a dejar descansar sus ojos una vez más. A los pocos instantes de cerrarlos, un escalofrío recorrió su cuerpo, y en la oscuridad se formó la imagen de la mantícora carente de piel, rugiendo con fervor. Se sobresaltó en aquel momento, respirando con una leve y breve agitación. Era la segunda vez en el día que tenía aquel amago de pesadilla.
—¿Te... sientes bien? -Se volteó hacia ella.
—¿Eh? Si, solo... solo digamos que no he dormido bien anoche. -Explicó al enjugarse los ojos, con expresión somnolienta.- Y ayudar a Big Mac a reparar el carruaje tampoco fue de gran ayuda.
—Era nuestra única oportunidad, ya que la carreta ha estado descompuesta desde de que Pinkie Pie organizó una excursión con los niños del pueblo a las Winsome Falls. -Continuó, dejando escapar una pequeña risa al final.
—Aún así, me sorprende que tú estés tan despierto.
—Los dragones somos un poco más resistentes que los ponis. -Respondió con orgullo, recibiendo una mirada tanto inquisitiva como cansada por parte de su acompañante.
—Si eso es cierto, ¿Por qué Big Mac está tirando del carruaje y no tú?
—Porque casualmente ya estuve cargando el trasero de cierta poni una buena parte de la noche. Asique-... -Suspiró, dejando escapar un quejido después al recibir un potente codazo en las costillas por parte de la unicornio.
—La poni que te ha salvado la vida, querrás decir. -Le corrigió ella, viendo como el dragón se encogía con una mueca de dolor en el rostro. Cayó en la preocupación cuando recordó la herida que la bestia negra le había dejado, de la cual aún no se había repuesto completamente.- Oh Spike, lo-... lo siento mucho, ¿E-estás-...? -Decía al aproximarse, cuando su compañero comenzó a incorporarse lentamente.
—Estás... -Habló con una voz ronca y amenazante. Sweetie tragó saliva al oírlo mientras comenzaba a apartarse, antes de que el dragón levantara la vista.- ¡...perdida! -Declaró, mientras atacaba con cosquillas los costados de la potra, que ahora se encontraba a su merced.
—¡No, no, no! ¡Spike, basta! ¡No es justo! ¡Por favor, detente! ¡Voy a... voy a...! -Alcanzaba a balbucear entre carcajadas y pataletas en medio de aquel asalto. El carruaje se balanceaba ligeramente de un lado a otro mientras un sonriente Big Macintosh negaba con la cabeza antes de apretar el paso, dispuesto a llevarlos a tiempo a destino.
Entre tanto en la cocina del castillo, una enérgica equina rosada se movía ágil y rápidamente entre los chefs personales de las princesas, vistiendo únicamente un delantal azul de bordes celestes que hacían juego con sus ojos. Allí, trabajaba en conjunto con treinta y seis cocineros con años de experiencia sirviendo a la realeza, con quienes no tenía el menor problema para socializar.
La misma se había mostrado sorprendida al ver cuán bien equipado estaba aquel cuarto, con grandes alacenas pobladas por instrumental de acero inoxidable, tanto como por ingredientes de primera calidad. Pero mucho más se sorprendieron sus compañeros al ver que, aún siendo la primera vez que visitaba aquel lugar, la yegua encontraba fácilmente todos los implementos que buscaba.
Ya fuera dando una pequeña probada de una olla por aquí, o revolviendo un gran bol por allá, la alegre poni rosada no se detenía ni por un segundo. Tan absorta estaba en sus labores, que no había notado que algunos de los cocineros la admiraban boquiabiertos, incapaces de creer que pudiera trabajar a semejante velocidad sin perder de vista ningún detalle.
Al principio no estaban de acuerdo con el hecho de que Celestia la hubiera asignado para ayudar en la cocina precisamente aquella noche, pues temían que pudiese cometer algún error que arruinara la velada. Tal fue su sorpresa al ver cuán equivocados estaban.
—¿Cómo crees que lo haga? -Susurró una seria unicornio de manto color crema y melena marrón a su compañero, un pegaso de manto marrón y crin naranja con lentes de carey. Ambos vestían el típico uniforme blanco de chef, con el infaltable Toque Blanc.
—No lo sé, pero mientras siga así no tengo quejas. -Respondió despreocupado, considerando la lógica “más trabajo para ella, menos para mí”.
—Tan solo mírenla, ha hecho más aquí en una tarde de lo que cualquiera podría hacer en un día entero, y ni siquiera es una chef diplomada. -Continuó un poni terrestre de manto blanco y melena gris al pasar junto a ellos, con admiración.
—Ya veo porque la princesa la envió aquí...
—Oigan, montón de holgazanes. Si no quieren que la nueva los opaque aún más, mejor dejen de murmurar y pónganse a trabajar. -Habló con grave voz un unicornio de gran estatura, manto gris y crin oscura, al pasar frente a ellos mientras removía el contenido de uno de los boles con su magia.
—Tiene razón, no se distraigan. -Aconsejó la yegua, antes de voltearse y regresar a sus labores.
—¿Eh? ¡Mira quién habla! -Le recriminó el pegaso, con gran enojo.
Ahora, bajo una gentil nevada en los jardines del castillo, una alegre pegaso de manto amarillo y melena rosa que vestía un abrigo color verde manzana, entonaba una bella melodía mientras repartía la cena para los animales tanto grandes como pequeños que habitaban aquel fragmento de paraíso.
El fresco de aquel momento del día no le impedía disfrutar de su labor, mientras se paseaba por aquel bello espacio de punta a punta, alimentando a los conejos, castores, monos y canguros, entre otros. Por suerte, no debía de preocuparse por los osos, mapaches, ardillas o serpientes, pues los mismos hibernaban durante aquella fría estación, mientras que las aves habían emigrado al sur donde las temperaturas eran más elevadas.
La pegaso dedicó un último vistazo al sol antes de que terminara de ocultarse, y sonrió al dirigir la mirada a la torre más alta del castillo donde ambas princesas se ocupaban de sincronizar el movimiento de sus astros mientras la luna llena ascendía en el firmamento, ocultándose parcialmente en las nubes de tormenta.
De repente, un equipo de pegasos con uniforme azul de rayos amarillos bordados y gafas de vuelo surcaron el cielo nocturno, dejando tras de sí una ráfaga de viento huracanado que recorrió los jardines y estuvo a punto de hacer volar a los pequeños animales, que debieron de aferrarse fuertemente a las ramas de los árboles y arbustos para no ser arrastrados por ella. Quienes no habían sido capaces de conseguirlo, fueron atrapados oportunamente en el aire por su amable y tenaz cuidadora.
Y así, cargando a no menos de diez conejos, aquella descendió con un delicado vuelo hasta poner sus cascos en el suelo, liberándolos después cuidadosamente. Los mismos abrazaron sus piernas con agradecimiento, antes de partir en diferentes direcciones rumbo a sus hogares.
Al levantar la vista una vez más, se percató de que uno de los miembros del escuadrón descendía de espaldas frente a ella, a una distancia de escasos metros, donde sus cascos impactaron fuertemente sobre la tierra.
—¡Oh... si! ¡A eso le llamo volar con estilo! ¡Bien hecho, chicos! -Dijo con orgullo una pegaso de crin multicolor y ojos magenta al quitarse las gafas, cuando sus tres compañeros aterrizaron a su lado.
—Cielos Rainbow, esa técnica fue... ¡Increíble! -Felicitó el semental de melena gris rizada.
—¡Habla por ti, Silver! ¡La pirueta que lograste al último momento fue asombrosa! -Le dijo al golpear su hombro amistosamente.
—Supongo... pero no se compara en nada a tu Buccaneer Blaze. -Respondió, algo apenado.
—Um... Rainbow Dash. -Intentaba llamar su atención la pegaso de melena rosa a no más de dos metros de ella, no siendo notada por el equipo.
—Silver, ¿Estás bien? Tienes el rostro algo rojo. -Le resaltó su compañero de crin naranja y amarilla al rodearlo con su brazo, frente a lo cual el semental se apenó mucho más.
—Cierra el pico, Lightning. -Le advirtió con voz baja antes de propinarle un codazo en el costado, el cual no alcanzó para evitar su risa.
—Um... Rainbow Dash. Si pudieras... -Continuaba la tímida poni, ajena a aquella escena.
—Siempre es lo mismo con ustedes. Escuchen, la obra de teatro iniciará en quince minutos, y no quiero llegar tarde por su causa como el año pasado. -Les recriminó la yegua de melena azul y reflejos celestes.
—Tranquila Misty, tenemos tiempo de sobra antes de que tengan todo listo. -Le dijo la poni de crin arcoíris con gran confianza, frente a lo cual su compañera suspiró cansadamente, cuando lo que pareció un fuerte estruendo retumbó en el tímpano de todos los presentes.
—¡Rainbow Dash! -Vociferó la pegaso, perdiendo todo el encanto que antes había mostrado para con los animales.
—¿Eh? Oh, ¿Que hay, Fluttershy? ¿Qué... estás haciendo por aquí? -Se volteó hacia ella mientras llevaba el casco derecho a uno de sus oídos, de los cuales probablemente había quedado sorda. La cuidadora recobró la compostura una vez más, pero aún mostrando un aire sereno y serio.
—Por si no lo recuerdas, las princesas me encargaron el cuidado de los pequeñines que viven en los jardines. Y todo iba bien hasta que cierta poni los asustó. ¡Tan solo míralos! ¡Están horrorizados! -Señalaba a los mismos quienes cenaban pacíficamente, ajenos a la situación que su protectora describía.
—Cielos, yo... eh, lo siento. -Se disculpó, apenada y algo confundida.
—Oye Rainbow, ¿Quién es ella? -Preguntó Lightning, con curiosidad.
—¡Es cierto! Permítanme presentarlos. -Pidió, al incluirla en su círculo.- Chicos, ella es Fluttershy, mi mejor amiga. Fluttershy, ellos son mis compañeros de equipo: Lightning Streak, Silver Lining, y Misty Fly. Participaron conmigo en la “Carrera de las hojas” pasada, en Ponyville. ¿Recuerdas?
—Oh, claro. ¡Mucho gusto! -Saludó alegremente.
—El gusto es todo nuestro. -Habló Misty por sus compañeros.- Oye, ¿Quieres venir con nosotros a la obra?
—Cielos, ¡Me encantaría! Pero... todavía tengo que ocuparme de mis amiguitos aquí. Supongo que iré más tarde.
—De acuerdo. ¿Tú qué harás, Rainbow? ¿Vienes, o...? -Preguntaba. La joven Wonderbolt negó con la cabeza.
—Los alcanzaré en un momento. -Respondió. Su compañera asintió antes de voltearse.
—Vale, ya la oyeron. ¡Vámonos chicos!
—¡Oye, no tenemos prisa! -Se quejó Silver al ser empujado por las potentes alas de la pegaso.
—Pero yo sí. Y si no llegamos al teatro antes de que la obra empiece, me aseguraré de que nunca lo olviden. ¿Está claro? -Cortó fríamente. Sus compañeros tragaron saliva al creer tener una idea de lo que la yegua sugería.
—¿Sabes qué? Creo que deberíamos apresurarnos. -Recomendó Lightning.
—Lo mismo digo. -Convino Silver.
—Bien, eso era justo lo que quería oír. ¡En marcha! -Ordenó, y pronto los tres pegasos se alejaron por aire en dirección a la torre este del castillo, dejando a las dos amigas con la única compañía de los animales a su alrededor.
—De acuerdo, um... ¿Te doy un casco con el resto? Es lo menos que puedo hacer. -Se ofreció Rainbow, haciendo que los ojos de Fluttershy se iluminaran al instante, tomándola del casco.
—¡C-claro! Ven, primero debemos encontrar y alimentar a todos los conejitos. Son solo cuarenta y cinco, asique no deberíamos tener muchos problemas. Luego están los canguros, oh, y luego... -Continuaba ella, con la gran alegría que le provocaba el poder compartir aquel momento con su querida amiga.
¿En qué me he metido? -Pensó la pegaso de crin multicolor, comenzando a reconsiderar su oferta. Fue entonces que vio llegar a alguien desde el acceso al siguiente jardín, alguien a quien su amiga no tardó más de un instante en identificar.
—¡Big Mac! -Exclamó, soltando el casco de Rainbow para dirigirse al semental rápidamente, compartiendo un fuerte y cálido abrazo con él. Luego de unos segundos, se apartó a una cierta distancia de su rostro para hablarle.- ¡Creí que no vendrías! ¿Qué sucedió? -Preguntó, quedando pensativa un momento antes de continuar.- ¿Acaso debiste entregar una orden urgente para el castillo?
—Eeyup. -Asintió al instante.
—Creí que tenían suficientes manzanas... -Razonó una vez más.
—Nop.
—Espera, ¿Entonces... significa que te quedarás para la obra y la fiesta? -Preguntó, con gran ilusión.
—Eeyup. -Aceptó, sonriéndole gentilmente. La joven pegaso ahora estaba tan feliz que no cabía en sí misma, y le resultaba difícil abandonar aquel abrazo. Rainbow Dash, a unos cuantos pasos de la escena, ahogó una pequeña risa antes de ponerse en camino.
—De acuerdo. ¿En donde estaban esos conejitos? -Pensó en voz alta, mientras se alejaba en dirección al siguiente jardín con una sonrisa.
En tanto, en el teatro de la torre ya había una buena cantidad de ponis por causa de la esperada obra en que se representaría la llegada de los equinos a las tierras que tiempo después nombrarían como “Equestria”. La misma gozaría de un nuevo elenco compuesto de seis actrices principiantes aquel año, que ahora se preparaban para su salida en poco menos de una hora, en un camerino apenas a metros del escenario.
También se encontraban allí una unicornio blanca, encargada del vestuario, una alicornio lavanda que se había detenido en el lugar para verificar que los preparativos tanto del escenario como de su elenco estuviesen a punto, y una poni terrestre de manto naranja que se había colado con objeto de apoyar a su hermana menor que, al igual que sus compañeras, se presentaba por primera vez.
Aquella hermana, una poni terrestre de pelaje amarillo claro, una larga melena roja algo descuidada, ojos color naranja y cutie mark de manzana en forma de corazón practicaba sus líneas de diálogo junto a otra potra de manto rosa, ojos azules y crin lavanda y blanca, decorada con un broche en forma de tiara. Esta última permanecía recostada con el codo en la mesa y el casco sosteniendo su cabeza, en una pose que inspiraba el más absoluto aburrimiento.
—¡He decidido que los ponis terrestres iremos por nuestra cuenta! -Exclamó felizmente Apple Bloom, habiendo recordado una línea que minutos antes había olvidado.
—¿Eso significa que las demás tribus no se pusieron de acuerdo? Pensé que podíamos lograrlo si... -Respondió su interlocutora sin mirarla, casi mecánicamente y sin la más mínima expresión facial.
—No te preocupes por ellos. Nosotros tenemos toda la comida, ¿Verdad?
—En realidad, se nos acabó. -Respondió de la misma forma. Viendo su desgano AJ, que se encontraba entre ambas, se dirigió a ella.
—Anda Diamond Tiara, ¿No podrías poner algo más de entusiasmo? -Sugirió amablemente.
Varios años atrás Apple Bloom y Diamond Tiara, al igual que sus respectivas amigas, habían enfrentado una fuerte enemistad, una que había durado la mayor parte de su niñez. Pero los años pasaron, y al terminar la escuela primaria se distanciaron al punto en que apenas se veían al caminar por las calles de Ponyville, aunque sin siquiera saludarse. Tal situación era normal, dado que la granjera no tenía buenos recuerdos de su ex-compañera, pero al pasar el tiempo aquella tensión había desaparecido poco a poco, dando paso a una mera indiferencia.
Pero ahora, las dos habían sido seleccionadas por las princesas para participar en una de las obras más importantes de Canterlot. Fue entonces que decidieron hacer un acuerdo: no pelear ni discutir en lo que duraran los ensayos, ni hasta que la obra hubiese terminado. Pero como era de esperar para la hermana mayor, aquel acuerdo estaba siendo realmente difícil de cumplir.
—Puse mi entusiasmo en los ensayos las primeras quinientas veces. Se hace bastante aburrido si tu compañera no puede recordar ni siquiera sus propias líneas. -Le recriminó, enfureciendo a la poni de melena roja.
—¡Oye! ¡Estoy esforzándome lo más que puedo! -Devolvió, al quedar enfrentada con ella a pocos centímetros.
—Entonces estamos perdidas. -Se resignó.
—¿Estás diciendo que eres mejor que yo? ¿Es eso? -Inquirió, chocando su frente con la de su compañera.
—Creo que es demasiado obvio que una de las dos es mejor actriz que la otra. -Replicó, empujando hacia el lado contrario.
—¡¿Ah sí?! -Al ver que una nueva riña estaba a punto de desatarse, la granjera mayor debió de intervenir, separando a ambas con sus cascos a una distancia considerable.
—¡Chicas! Chicas, paren. Llegaron hasta aquí sin pelear-... bueno, casi sin pelear. ¿Van a hacerlo ahora? ¿Antes de su gran show? -Cuestionó con calidez. Ambas se miraron a los ojos con un enojo ligeramente reducido antes de voltearse, negándose a enfrentarse.- Vamos, intentémoslo de nuevo. -Al cabo de unos momentos, ambas inhalaron y exhalaron profundamente, calmando sus ánimos, antes de verse a la cara nuevamente.
—En realidad, se nos acabó. -Repitió Diamond, asumiendo su papel correctamente esta vez
—Bien, entonces tendremos que... que... -Decía Applebloom, intentando rescatar el fragmento que le faltaba del oscuro pozo de su memoria, que apenas unos minutos atrás recordaba perfectamente. Diamond suspiró cansadamente al tiempo que llevaba el casco derecho a su rostro.
—Piensa, ¿Qué harán ahora que ya no pueden vivir de las tierras que habitan? -Intentó ayudar Applejack.
—Um... ¿Hay opciones? -Preguntó, algo incómoda.
—No puede ser. -Lamentó su compañera, dejando caer su cabeza sobre la mesa y recibiendo una mueca de desaprobación por parte de la poni de sombrero.
—Anda, haz un esfuerzo. ¡Sé que puedes hacerlo!
—Entonces tendremos que... que...
Ir a otro lugar donde podamos cultivar.
—¡Ir a otro lugar donde podamos cultivar! -Exclamó repentinamente, orgullosa de sí misma. Aunque no se había percatado del murmullo que había llegado a sus oídos en su ayuda.
—Uh... Dinky Doo, ¿Eres tú? -Habló AJ en dirección a una de las cortinas, de las cuales salió una unicornio morada de baja estatura, melena dorada, ojos color miel y cutie mark en forma de siete estrellas, apenada.
—Lo siento, solo quería ayudar. -Se excusó. La granjera le sonrió cálidamente.
—Lo sé dulzura, lo sé, pero si Apple Bloom no puede hacerlo por su cuenta-...
—Espera... eso podría funcionar. -Interrumpió Diamond.
—¿El qué?
—Seamos realistas Applejack, si AB no pudo recordar todas las líneas que le corresponden en la última semana, no lo hará ahora. -Aquellas palabras ofendieron a su compañera, renovando su enojo. Aún así, la poni continuó.- Pero Dinky tiene una muy buena memoria, y estoy segura de que recuerda a la perfección todos los diálogos de la canciller Putting Head, ¿No es así, Dinky?
—Pues... si. -Respondió la unicornio, con cierta duda.
—¿Acaso quieres reemplazarme? -Inquirió con un enojo mayor, próxima al rostro de su compañera.
—Claro que no, tonta. Considéralo, sus murmullos no podrían ser escuchados por el público, pero si por tu buen oído. De esa forma, podría ayudarte tanto detrás de escena, como cuando ambas estén en el escenario. -Razonó ella.
—Bueno... no lo había pensado de esa forma. -Comentó AJ.- ¿Tú qué dices, AB? -La potra se tomó un momento para reflexionarlo, antes de levantar la vista y responder.
—Creo... que vale la pena intentarlo. -Asintió, con un poco más de confianza.
—Pues bien entonces, me apunto. -Continuó la más pequeña.
—Gracias Dinky.
—Oye, para eso están las amigas.
—Buena idea, Diamond Tiara. -Felicitó AJ.
—Uh, dame un respiro. Solo quiero evitar que me avergüence frente a todo Canterlot. -Balbuceó Diamond, antes de incorporarse e ir en busca de su disfraz. Applejack sonrió al ver que, a pesar de mostrar desinterés por su compañera, muy en el fondo se preocupaba por ella.
—Solo concéntrate en lo que tienes que hacer y decir. Después de todo es como Twilight dijo, la princesa les ha dado un gran honor al elegirlas este año. -Le comentó alegremente.
—Desearía que no nos hubieran honrado tanto, no sé... si pueda salir ahí, ¡No con toda esa gente mirándome! -Se atemorizó junto a ellas una temblorosa unicornio de melena celeste y azul, manto lavanda y frenos en sus dientes frente a uno de los espejos del camerino, vistiendo el disfraz de la Princesa Platinum. En ese momento, la unicornio blanca posó un casco en su hombro.
—Querida, no tienes nada que temer. -Dijo Rarity, con tranquilidad.
—¿E-en verdad? -Preguntó, mientras la modista tomaba un cepillo y comenzaba a peinar su melena con delicadeza.
—Claro. En cada pueblo y ciudad de Equestria se lleva a cabo una obra conmemorando la fundación del reino para este día. Es una tradición.
—Significa que todos los ponis estarán regados en cada una de esas obras y no habrá tantos por aquí, ¿Cierto? -Preguntó, ilusionada.
—Pues... no. Habrán muchos ponis, si, pero no dejes que ello te ponga nerviosa. -La confortaba, al tiempo que recordaba haber pasado por una situación exactamente igual a aquella años atrás con una de sus mejores amigas. En ese entonces, había fallado al calmar los nervios de la misma, pero esta vez había llegado a la ocasión con algo más de experiencia.
—Pero qué pasa si... ¿Si se burlan de mis frenos? Me veo ridícula con ellos, lo sé. Pero, si se ríen... no creo que pueda soportarlo. -Se desanimó.
—Pues para mi, te hacen lucir encantadora. -La tomó por sus hombros. Ambas se vieron reflejadas en aquel gran espejo mientras la unicornio mayor hablaba.- Eres como una bella perla, esperando su momento para brillar. Y esta es tu gran noche. -Continuó. Por primera vez en horas, la unicornio lavanda sonrió.- Lo harás bien, te lo garantizo.
—Rarity tiene razón, Pearly. -Se aproximó a ellas la unicornio de melena dorada.- Solo necesitas tener un poco más de confianza en ti misma. Créeme, estarás increíble.
—Gracias Dinky. -Dijo ella con un bajo volumen de voz, sonriente. Antes de voltearse hacia dos pegasos que discutían acaloradamente al otro lado de la habitación, ambas ya vistiendo sus respectivos disfraces. La alicornio encargada de la obra, que habiendo acabado de comprobar los preparativos estaba a punto de retirarse, se dirigió rápidamente hacia ellas con gesto cansado.
—De acuerdo, de acuerdo. ¿Y ahora qué les sucede a ustedes dos?
—Ugh, Scootaloo dice que hablo demasiado rápido y que los ponis no van a entender nada de lo que estoy diciendo. Ya lo discutimos ayer y anteayer en los ensayos, pero no entiende que no puedo hablar más despacio. Además no es como si la obra se entendiera menos si hablo así, pues todos los que vienen a vernos representar la fundación de Equestria saben de principio de que va todo. Y si mi forma de hablar fuera a estropearlo, entonces ni siquiera me presentaría. Ella lo sabe, pero insiste en discutir el asunto conmigo cada vez que puede, y ya no se que-... -Relataba la pegaso de manto crema y melena marón, ojos verdes, marca en forma de tres huellas caninas, y gafas gruesas de carey, que en pleno vuelo agitaba sus alas rápidamente cual colibrí.
—¡Twilight, haz que se calle! -Suplicó la potra de manto naranja, crin magenta y marca en forma de rueda de scooter en llamas, al arrojarse al suelo, cubriéndose sus oídos de la mejor manera posible. La estudiante de la princesa del sol suspiró derrotada y, aunque Applejack ayudaba a Apple Bloom y a Diamond Tiara a trabajar en su actuación y Rarity, con ayuda de Dinky, intentaban calmar los nervios de Pearly Whites, ambas voltearon hacia ella con una sonrisa que la hechicera acompañó, las tres recordando la discusión que había acontecido en aquel mismo lugar, siete años atrás.
—Para empezar, la obra comenzará en pocos minutos. No deberían estar peleando ahora, deberían estar ayudándose la una a la otra a dar lo mejor de ustedes esta noche. -Intentó hacerles razonar, aunque Scootaloo se volteó evitando el contacto visual, mientras su compañera bajaba la mirada.
—Pero... -Interrumpió la pegaso menor.
—¿Qué sucede?
—¿En verdad soy tan... molesta? -Le dirigió una triste mirada.
—Oh, Zipporwhill... estoy segura de que Scootaloo no quiso decir eso. -La animaba, cuando la pegaso naranja volteó hacia otro lado, ajena a su explicación.- Probablemente quiso decir que si hablas demasiado rápido, quizá los ponis más alejados del escenario no puedan escucharte con claridad.
—Pero... mi papá dijo que nunca debo intentar fingir ser alguien que no soy. Y él me conoce, sabe que a veces hablo mucho, pero no puedo evitarlo. Y así es como soy. Si me forzara a no hacerlo, entonces no sería-...
—Lo sé, lo sé. -La interrumpió.- Pero ese es el punto de una obra de teatro, fingir ser alguien que no eres, interpretar un personaje, y en ese aspecto has podido representar muy bien el papel de Pansy. Solo debes fingir ser ella por esta noche y, una vez que se cierren las cortinas, podrás volver a ser Zipporwhill otra vez. -Explicó, esperando que ello fuera suficiente para confortarla. La pegaso menor permaneció en silencio un momento, antes de continuar.
—Está bien, trataré de hablar más despacio. Al menos hasta que termine la obra. -Convino, con una tímida sonrisa.
—Pero no es algo por lo que deban estar discutiendo. Si esta noche logran trabajar como un equipo, estoy segura de que estarán increíbles. -Las animó. La pegaso naranja se aproximó a la escena, sin cambiar su actitud para con su compañera.
—¿Tregua? -Preguntó Zipporwhill al extender su brazo, algo apenada. Scootaloo miró inexpresiva el casco de la pegaso menor, antes de levantar la vista, sonriéndole después.
—Tregua. -Aceptó, antes de chocarlo.- Y disculpa lo de antes, creo... que yo también estoy algo nerviosa.
—No te preocupes por eso. -Respondió, comprensiva.
—¡Oigan, chicas...! -Asomó un joven pegaso de manto crema y crin marrón oscuro a través de la cortina de la entrada, hablando con entusiasmo.
—¡...salimos en cinco minutos! -Salió de la misma una unicornio muy parecida a aquel, pero de manto amarillo y melena naranja, adornada por un listón celeste.
—¡Prepárense! -Gritaron enérgicamente al unísono antes de retirarse, sin dar tiempo a las actrices para responder.
—De acuerdo chicas, ya oyeron a los gemelos. ¡Den lo mejor de ustedes! Y recuerden: Esta noche es suya, y solo suya. ¡Disfrútenla! -Las alentó AJ.
—¡Sí! -Gritaron todas enérgicamente, antes de partir apresuradamente con destino al escenario, ya vistiendo sus respectivos disfraces. Mientras todas avanzaban casi a la misma velocidad, Pearly Whites la disminuyó poco a poco hasta que se encontró junto a la unicornio blanca, a quién abrazó cariñosamente. La modista devolvió el afecto casi por inercia, enternecida.
—Gracias señorita Rarity. -Dijo ella, casi en un susurro.
—No tienes porque, mi niña. Anda, tus compañeras te esperan. -La dejo partir.
Una vez la última potra joven se había perdido tras las cortinas, las tres yeguas quedaron solas en la habitación. Una melancólica sonrisa se dibujó en el rostro de Twilight, la cual sus amigas acompañaron.
—Esas chicas son increíbles. -Comentó la alicornio.
—Así es. -Respondió la modista, ensimismada.
—Vaya vaya, parece que alguien se hizo muy amiga de cierta poni.
—Basta, Applejack. Es solo que... ella me recuerda mucho a Fluttershy, y a mi misma cuando tenía su edad.
—Claro, y no tiene nada que ver el hecho de que sea la sobrina de Fancy.
—Por supuesto que no. Si, vine para ayudarle cuando él me lo pidió, pero de venir y haberla visto por mí misma, también lo hubiera hecho sin dudarlo.
—Ya lo creo. -Respondió al rodearla con su brazo cariñosamente.
—Oye, ¿Y qué hay de la abuela Smith? ¿Vas a despertarla para ver la obra? -Preguntó Twilight.
—Nah, se quedó despierta hasta tarde tratando de ayudar a Apple Bloom con su libreto. Creo que se merece un buen descanso. -Respondió Applejack, para luego comprobar el reloj de pared.- Cielos, ¡Son las seis en punto! Vamos chicas, ¡Es hora de ver a las niñas en acción! -Exclamó alegremente, tomando de sus cascos a ambas y arrastrándolas fuera del camerino sin siquiera darles tiempo a reaccionar.
Mientras tanto en el hall principal del castillo, donde la decoración festiva era protagonista, la actividad aumentaba con el pasar de los minutos. Allí podían encontrarse tanto ponis de Canterlot como de Ponyville, así como de las ciudades Fillydelphia y Manehattan. Claro, había también equinos provenientes de otros pueblos y ciudades de Equestria, pero este grupo no era tan numeroso como el antes mencionado.
Faltaban veinte para las seis cuando, a través de la puerta principal que ahora se encontraba abierta de par en par, el joven dragón purpura y la unicornio blanca ingresaron apresuradamente, con el primero pidiendo disculpas a los ponis que habían molestado, quienes les dirigían miradas llenas de enojo.
Los dos se dirigían rápidamente a la escalinata que llevaba al camino exterior, y de allí a la torre este, con la menor empujando al dragón en un intento por apresurar el paso a costa de la paciencia de los demás concurrentes cuyas miradas comenzaban a incomodar al mayor, pero que la unicornio no alcanzaba a notar dado su desespero. Pero cuando la atención de dos de los guardias se centró en ellos, Spike ya no pudo permitir el comportamiento de Sweetie por más tiempo, por lo que frenó su paso con el brazo.
—Vamos Spike, ¡Apresúrate! O vamos a perdernos el-...
—Lo sé, Sweetie, lo sé. Pero todos estos ponis vienen aquí por la misma razón. No podemos adelantarnos. -Negó el dragón, regresando su vista a los guardias, que ahora estaban atentos a los recién llegados.- No ahora, al menos. Además, no creo que a Rarity le moleste que llegues un poco más tarde. ¿Verdad? -Su compañera bajó la mirada unos instantes, al tiempo que respondía.
—No lo entiendes, Spike. Necesito, al menos esta vez, llegar a tiempo a ver la obra con ella.
—Pero, ¿Por qué? -Preguntó, curioso.- Sweetie, ¿Por qué quieres tanto estar a tiempo para la obra?
—Tres años... -Fue lo único que la potra respondió, con tristeza, antes de mirarle a los ojos mientras caminaban.- Hace tres años que no veo la obra con ella. Desde que entré al coro, siempre he estado ocupada para esta época del año. Rechacé sus invitaciones por causa de ello, diciéndome a mi misma que más adelante habría otra oportunidad, que el año siguiente quizá podríamos ir juntas, pero... pero cuando Fancy me dijo que pediría su casco en matrimonio, pensé... que no siempre tendré esa oportunidad. -Continuaba relatando. Para este momento, ambos habían llegado al camino empedrado del jardín sudoeste, sintiendo entonces la fresca brisa de invierno en sus rostros.- Fue por eso que este año decidí no presentarme con el coro, y le prometí que veríamos la obra juntas. Y es una promesa que no puedo romper, no esta vez.
—Sweetie... -Respondía Spike, considerando las posibles respuestas ante aquella revelación.- Quizá Rarity se case, pero... eso no cambiará su relación. Seguirán siendo tan unidas como siempre, lo sé.
—No es algo que podamos manejar, Spike. Mi madre misma, tiene dos hermanas mayores con quienes se llevaba muy bien de pequeña, a quienes aún aprecia. Y aún así, la última vez que estuvieron las tres juntas fue hace cinco años. -Replicó con gran angustia, pronto reponiéndose.- No quiero que nosotras pasemos por lo mismo, pero... a veces es inevitable. Quizá esta sea la última obra de noche de corazones cálidos que podamos ver juntas. -Siguió, dirigiendo su mirada al largo camino que les deparaba a través de aquellos jardines, y a la gran cantidad de ponis que avanzaban lentamente.- Y a este paso, quizá ni siquiera llegue a encontrarla antes del final de la obra...
Si bien el dragón consideraba que sus temores eran infundados, pues sabía bien cuanto apreciaba Rarity a su hermana menor, también sabía que Sweetie tenía razón en una cosa: que las cosas cambian. Aquella era una idea que había tenido muy presente desde hacía varios años -aunque por diferentes motivos- y era por ello que entendía como se sentía su amiga unicornio. Fue entonces que el dragón tomó una determinación, y rápidamente buscó la forma de superar aquel problema.
A los lados del camino se extendía un fino manto de nieve que cubría la flora de los mismos, donde los animales pequeños observaban con curiosidad a los invitados. Y a una cierta distancia, hacia la derecha, podían verse los altos muros que separaban las secciones del castillo. Spike había pasado una buena parte de su niñez viviendo en aquel lugar, por lo que conocía cada acceso a las diferentes torres como la palma de su garra.
—De hecho... creo que hay una forma. -Reveló el dragón.
—¿En verdad? -Preguntó ella, con gran ilusión. Spike se volteó al notar la mirada curiosa de los dos ponis que iban detrás de ellos, con un espacio de metro y medio que les separaba, y habló con un volumen menor.
—Aún lo recuerdo; tras ese muro hay un camino que rodea la torre este. -Señaló con la mirada el lugar atravesando el espeso jardín.- Desde allí, hay paredes por las que se puede trepar fácilmente hasta las habitaciones de huéspedes. -Comentó. Los ojos de la unicornio se iluminaron al oírle.
—¿Y qué estamos esperando? -Estuvo a punto de movilizarse, cuando el dragón la detuvo al tomarle del casco una vez más.- ¡Oye!
—¿Estás loca? Hay guardias a lo largo de todo el camino. No podremos salirnos de él sin que nos noten. Y si lo hacen, estaremos en grandes problemas.
—No lo harán. -Respondió, con gran confianza.
—¿Cómo estás tan segura?
—¿Bromeas? Anoche logramos darle esquinazo a una mantícora gigante, que nos persiguió a lo largo de todo el bosque Everfree. Creo que podemos con esto. -Razonó. El dragón reconsideró las palabras que hasta entonces le había dicho, pues si fallaban probablemente nunca llegarían a la obra, pero de seguir aquel camino, difícilmente darían con Rarity a tiempo. De haber sido por él, Spike nunca se habría arriesgado a tomar una decisión tan alocada como aquella, pero la felicidad de su mejor amiga ahora dependía de él, y no pensaba defraudarla.
—No puedo creer que vaya a decir esto... -Suspiró profundamente.- Muy bien, hagámoslo. Pero necesitaremos distraer a los guardias al menos un instante para lograrlo. ¿Crees que...?
—Déjamelo a mí. -Rápidamente, la unicornio buscó con la mirada algo de lo que pudiera hacer uso para su propósito. Pronto encontró, a no más diez metros de distancia a su izquierda, una gran maceta esculpida en piedra, cercana a uno de los caminos que cortaban el que ahora recorrían.
Cuando estuvo a la suficiente distancia entre los guardias ubicados delante y detrás en el sendero, con disimulo empleó su magia y una gran concentración para empujar aquella pieza hacia el empedrado. Cuando la misma cayó, el fuerte sonido sorprendió y llamó la atención tanto de los guardias cómo del resto de los ponis y, sin perder un instante, Spike arrastró a Sweetie hacia aquel fragmento de bosque dentro del castillo, sin ser notados por nadie más que los pequeños animales que rondaban el lugar.
Luego de ser detenidos en reiteradas ocasiones por enredaderas en sus brazos y piernas, o por ramas en sus abrigos, finalmente alcanzaron el muro tras el cual se encontraba el camino a la torre este. Solo un pequeño espacio menor a un metro separaba al mismo de la flora del jardín. Y al elevar la vista, notando cuan alto era el muro en realidad, ambos voltearon poco a poco hacia su compañero, compartiendo una sonrisa confidente. Sabían exactamente lo que el otro estaba pensando.
—De acuerdo, tal y como lo hicimos anoche. -Aceptó. Sweetie Belle no lo pensó dos veces antes de trepar a la espalda del dragón, quien la ayudó a acomodarse rápidamente.
—Lista. -Confirmó ella.
—Perfecto, pero agárrate bien. Por más que no haya una caída realmente peligrosa, tu casco aún no se ha recuperado del todo. -Se preocupó. La potra asintió, mientras que su compañero dirigía la mirada al cielo.- Los guardias terrestres del camino de la torre no serán capaces de vernos en este punto hasta llegar a la cima, pero hay guardias pegaso circulando cada tanto sobre el castillo. Debemos estar atentos a ellos también.
—Cielos, parece que estamos en una misión secreta... ¡Genial! -Exclamó. El dragón le chistó en respuesta.
—Si queremos que siga siendo "secreta", será mejor que nos apresuremos y nos movamos en
silencio y con
cautela. -Advirtió, haciendo énfasis en esas dos palabras.
—Bien. -Respondió con desgano.
Sin perder más tiempo, Spike se valió de las aberturas entre los bloques de piedra para trepar, siempre vigilando los cielos, y sin descuidar en donde pisaba al ascender. Fue al alcanzar el borde, cuando vio a un pegaso que vestía la armadura de la guardia real aproximándose, y comprendió realmente el riesgo que ahora estaban tomando.
Impulsándose rápidamente con sus pies y un gran temblor en sus brazos, se escondió junto con su compañera al otro lado de la pared, pronto comenzando a descender con objeto de que sus garras en los bordes no fueran notadas en aquel momento. De la misma forma, la respiración de la unicornio se había acelerado, no por causa de un esfuerzo físico, sino por el estrés que la actual situación presentaba.
Al tocar suelo nuevamente, Sweetie descendió de la espalda de su compañero, y ambos trotaron rápidamente con la primera siguiendo al mayor, dirigiéndose a la torre. En aquel instante, el sonido de tenues pasos llegó a oídos del dragón.
—Cuidado, alguien viene. -Susurró, empujando a su compañera hacia uno de los arbustos a los lados. Desde su interior, ambos vieron como un guardia unicornio de mirada inexpresiva e imperturbable se aproximaba al final y a la derecha de aquel camino, comprobando que todo estuviera en orden en aquella sección, iluminando una gran área con su cuerno.
—¿Qué vamos a hacer? -Preguntó la potra en voz baja y con temor. En respuesta el dragón llevó una garra a su boca, sin chistar, pero dejando en claro su mensaje. Pronto, el unicornio se alejó lentamente y, momentos después, ambos estaban nuevamente en camino.
Con cautela y en silencio, se dirigieron al corredor de la izquierda -contrario al camino que había tomado el guardia-, y recorrieron unos cuantos metros más mientras vigilaban el espacio aéreo, hasta toparse con algo que ninguno de los dos esperaba: una gran verja de metal de seis metros de alto, con una puerta en cuyo centro se ubicaba una llamativa cerradura dorada. La misma bloqueaba el paso a la torre, y las paredes a los lados no presentaban una superficie adecuada para que el dragón pudiese escalar por las mismas.
—¿Qué es... esto? -Se preguntó el dragón en voz alta.
—Parece una puerta... pero puedo equivocarme. -Respondió al llevarse un casco al mentón.
—Muy graciosa. Quiero decir, la última vez que estuve por aquí, las secciones no estaban divididas-... -Se detuvo en seco, quedando pensativo un instante.- Uh, cielos, debieron de hacer esto luego de la invasión de la reina Chrysalis. -Razonó.
—Pero, ¿Qué sentido tendría? Los changelings pueden volar, después de todo. -Se extrañó.
—Exacto, volarían y rápidamente serían detectados por cualquier guardia. En cambio, al movilizarse por tierra -como estamos haciendo nosotros- es mucho más difícil. De cualquier forma, este es el único camino posible hasta la torre este. -Continuaba, cuando Sweetie le sorprendió al empujarle contra la pared adjunta, poniéndose a su lado después. Ambos vieron a dos guardias patrullar el cielo nublado sobre ellos, y supieron que deberían darse prisa. Para entonces, ya había oscurecido del todo, y una pequeña nevisca precipitaba sobre ellos.
—¿Crees que puedas abrir esto? -Preguntó la unicornio, cuando ambos se encontraban frente al portal plateado.
—Solo hay una forma de averiguarlo. -Contestó el dragón, tomando la cerradura entre sus garras y descargando una pequeña pero potente llamarada verde con la que esperaba poder derretir el metal, pero los segundos pasaban y la misma permanecía intacta. -Debí imaginarlo, tiene alguna clase de protección mágica. No puedo destruirla.
—De acuerdo, entonces déjame esto a mí. -Dijo la potra al aproximarse, siendo detenida por su compañero.
—No oíste lo que dije, ¿Verdad? Tienen una protección mágica. Si intentas forzarla con magia, de devolverá una fuerte descarga en respuesta. Podría incluso inhabilitar tu cuerno, y aún lo necesitamos...
—¿Y entonces qué? ¿Nos sentamos aquí a esperar a que se oxide? -Preguntó, exasperada.
—Por suerte, tengo una mejor idea. -Tomó la cerradura una vez más, e insertó su garra meñique en el ojo.- Creo que puedo forzarla sin activar la descarga, pero necesito unos minutos. Tu vigila que nadie se acerque. -Ordenó, ya ensimismado en su tarea.
Pero nos estamos quedando sin tiempo... -Pensó ella, mirando el reloj de pulsera del dragón. Pasaron unos instantes, mientras la impaciente unicornio permanecía alerta a cualquier poni que pudiera aproximarse tanto por cielo como por tierra. Finalmente, decidió aprovechar el momento para despejar una duda que había estado presente en su mente desde la mañana.
—Entonces... ¿Qué favor pudo deberte el buen Mac como para haber dejado el huerto solo, y traernos aquí?
—Sweetie Belle, ahora no. -Negó, cuando el primer chasquido de metal le hizo saber que el trabajo estaba bien encaminado.
—De acuerdo, de acuerdo. -Asintió. No transcurrió más de medio minuto, antes de que la unicornio hablara una vez más.- Aunque es algo extraño que Big Mac lo aceptara sin mucha discusión. Debió ser algo importante si-...
—Sweetie... -Comenzó a decirle al voltearse. Pero al notar la sonrisa arrogante de su amiga, supo que la misma no desistiría hasta que le respondiera.- Fue hace unos años, cuando tuvo su primera cita con Fluttershy. Estaba seguro de que Pinkie Pie no iba a darles respiro alguno en toda la velada si se enteraba, asique me pidió que la mantuviese ocupada en la pastelería durante todo el día. -Relató, volviendo a su trabajo.
—¿Y por qué te lo pidió a ti? -Preguntó, curiosa.
—Uh... porque Twilight y Rarity habían ido de visita al Imperio de Cristal, Rainbow estaba en la academia, y AJ y Apple Bloom estaban ocupadas con la cosecha de manzatruenos. Fue en ese entonces que dijo que me devolvería el favor, sin importar que. -Concluyó, oyendo un fuerte chasquido dentro de la cerradura, para luego retirar su garra.- Perfecto.
—¿Lo conseguiste?
—Tu dime. -Comentó sonriente al empujar la puerta, abriéndola de par en par.- ¡Venga, vamos!
Luego de cerrar la entrada tras de sí, ambos se pusieron en camino una vez más, pudiendo ver al final del corredor, a doscientos metros de distancia, la majestuosa torre este. Arribaron a la misma rápidamente, solo que con un punto en contra: como Spike ya sabía, no había entradas directas desde aquel camino.
Una vez se había orientado en cuanto a la posición de las habitaciones, invitó a la unicornio a subir a su espalda una última vez, para luego comenzar a escalar tal y como con el muro anterior. Ambos sabían en el fondo que aquel era el tramo más riesgoso del camino, pues eran mucho más propensos a ser avistados desde el cielo, aunque se veían ayudados por el abrigo de la noche. A razón de ello, el dragón debía de apresurar el paso, pero sin descuidar sus movimientos y vigilando tanto cielo como tierra. Pero no había reparado en algo: la posibilidad de que los camerinos junto a los cuales debían pasar aún estuviesen siendo utilizados.
Y así, al llegar al quinto piso, apenas alcanzaron a asomar por su ventana cuando avistaron a Applejack, Twilight y Rarity conversando con las actrices de la obra. Se agacharon al instante y, lentamente, se deslizaron unos cuantos centímetros de forma de poder escalar un piso más sin ser vistos por aquellas.
Al acercarse a una de las ventanas ulteriores, la unicornio hizo uso de su magia para abrir el cierre interior, de forma que nadie más notara su llegada. Dos minutos después y con el corazón en la garganta, ambos pisaron el suelo de madera de un cuarto de huéspedes a oscuras en el sexto piso, respirando con dificultad.
—Eso fue... más estresante de lo que esperaba. -Dijo Sweetie, en exceso agitada.
—Si... cielos, ¡Tenemos que llegar antes que ellas! -Exclamó con preocupación mientras se dirigía a la puerta de la oscura habitación seguido por la unicornio, antes de que sus cuerpos se detuvieran en seco cubiertos por un aura mágica, incapaces de movilizar un solo músculo.
—¿Acaso iban a algún lado? -Inquirió alguien desde las penumbras, con severidad. Ambos quedaron sin habla al reconocer aquella femenina y autoritaria voz.
—¿Princesa... Luna? -Preguntó el dragón, incapaz de voltearse. La deidad de la noche, de manto zafiro, ojos turquesa y etérea melena que proyectaba un cielo estrellado, se encontraba sentada sobre sus cuartos traseros frente a una mesa de café, con ojos cerrados y su cuerno iluminado, bebiendo tranquilamente de una taza que sostenía con ambos cascos.
—Los he observado desde que se salieron del camino a esta torre. Imagino que saben que ingresar de esa forma al castillo es ilegal, ¿No es así? -Preguntó serenamente.
—Yo-... eh... -Gesticulaba Spike, incapaz de formular respuesta alguna.
—Lo-lo sentimos mucho, princesa. Pe-pero tenía que encontrarme con mi hermana. Ella... preparó los vestidos de las actrices y-... -Intentaba explicarse, siendo interrumpida.
—Sé muy bien los trabajos que se han tomado tanto la señorita Rarity, como sus amigas. Pero eso no justifica una acción como esta. Han irrumpido en el castillo, evadiendo a los guardias y forzando una de las cerraduras mágicas de mi hermana. Siento decirlo, pero están en grandes problemas. -Concluyó con seriedad al incorporarse, dejando la taza sobre la mesa y caminando para quedar frente a frente con los intrusos.- Temo que, con pesar, deberé de llevarlos al calabozo. Pasarán allí la noche, y mañana terminaremos de resolver este asunto.
—¿C-cómo? -Inquirió el dragón, incrédulo. Su corazón ya no estaba latiendo, sino martillando contra su pecho.
—¡¿Qué?! ¡P-por favor no, princesa! ¡Se lo suplico! ¡Debo ver a mi hermana! Mañana iremos sin objeción, pero... -Continuaba, aunque el dragón había dejado de escucharle unos segundos atrás. Sus ojos se humedecieron mientras continuaba hablándole a la Diosa de la noche.- Pero por favor, déjeme verla, al menos un minuto. ¡Se lo ruego! Por favor... -Suplicó la potra, con desesperación y lágrimas que estaban a punto de correr por sus mejillas. Pero el semblante serio de la princesa no presentó cambio alguno.
—Lo siento mucho, pero he de cumplir con mis obligaciones reales. -Declaró al posicionarse entre ambos. Tanto el dragón como la potra se lamentaron de haber tomado aquel camino, al creer que así arribarían más rápidamente. Ahora estaban metidos en un problema del cual no podían escapar y, sobre todo, habrían de decepcionar a sus hermanas una vez se enteraran. Todo por lo que habían luchado se había perdido en aquel instante.
De pronto, el cuerno de la princesa de la noche se iluminó en un fuerte resplandor celeste claro, antes de que los tres desaparecieran de la habitación. El majestuoso hechizo de teletransportación de Luna se completó en un lugar que la unicornio desconocía, pero que no creía pudiese ser parte de un calabozo, a menos que el mismo estuviera en medio de una remodelación.
Era una habitación pequeña con varias cajas tapadas con tela blanca, y una puerta de madera de diseño antiguo. Luna se adelantó a ellos, invitándolos a seguirla. El dragón y la unicornio, resignados, obedecieron. Pero cuando la princesa abrió la puerta, fueron capaces de oír lo que parecían ser los murmullos de una multitud, y entonces se percataron de que se encontraban justo en el espacio tras la cortina del escenario.
—¿Esto es... el teatro? -Preguntó Sweetie, atónita, mientras que Spike aún no había procesado el hecho de que la deidad de la noche pensaba meterle en un calabozo unos segundos atrás.- Pero- pero creí que usted-... -Se dirigió a la princesa.
—Sweetie Belle, sabes bien que mi deber es guardar la noche, y es por ello que nada sucede en esta ciudad al ocultarse el sol sin que yo esté al tanto. Se bien que deseabas con todas tus fuerzas estar al lado de tu hermana mayor durante esta celebración, razón por la que ambos llegaron a estos extremos.
—P-pero, si lo sabía, ¿Por qué no nos-...?
—Decidí no intervenir porque, a pesar de que siento una gran empatía por ti y tus amigas, no podía simplemente presentarme y teletransportarlos hasta aquí frente a todos los concurrentes. Eso, y deseaba ver que tan lejos podían llegar para cumplir su objetivo. Pero créeme, si hubieran corrido peligro real en el camino hacia aquí, hubiera ido en su ayuda sin dudarlo. -Continuó, dirigiendo su mirada a la gran cortina que les separaba del resto del público.- Pero dejemos la charla para después, ahora será mejor que se apresuren. La obra comenzará en cinco minutos, y no creo que sus hermanas deban verlos aquí. -Concluyó con calidez para luego voltearse, iluminar su cuerno, y desaparecer en un haz de luz celeste. La potra, aún con los ojos humedecidos, sonrió ante el gesto de la princesa.
—Gracias.- Alcanzó a susurrar, enternecida.- Bueno, ya has oído a-... -Decía al voltearse, parando en seco cuando notó al dragón aún paralizado.- Oh, vamos. No tenemos tiempo para esto. -Le recriminó, tirando del brazo de su compañero con ambos cascos, saliendo de la habitación.
Luego de que Spike se repusiera instantes después, no les tomo más que unos pocos segundos el hacerse un lugar entre el sector izquierdo del publico al salir del escenario. Ambos se sonrieron mutuamente al ver que sus esfuerzos habían dado frutos, pues no solo habían logrado conseguir el diamante que buscaban, sino que también habían llegado a tiempo para la presentación de la obra a la que Sweetie había prometido asistir junto a su hermana mayor, a quien buscaba con la mirada, esperando su salida por el mismo lugar que ella había llegado.
A los pocos instantes, las tres amigas bajaron las escaleras del escenario siendo arrastradas por la alegre granjera, con prisa por encontrar un buen lugar desde el cual disfrutar la actuación. El dragón y la potra agitaron los brazos para llamar su atención, y la poni terrestre se acercó a ellos al instante, acompañada de sus amistades.
—¡Chicos! ¿Cómo están? Hacia un buen tiempo que no les veía. -Saludó amablemente AJ.
—¡Sweetie Belle! -Se alegró la hermana mayor, abrazando a la unicornio con una fuerza excesiva.
—Rarity, por favor, me estás... asfixiando... -Intentaba hablar ella. Al percatarse, la modista se apartó para darle un poco más de espacio.
—Oh cielos, lo siento querida. Es que... creí que no ibas a venir. ¿Cómo llegaste aquí? Las vías del tren están congeladas, y...
—Big Mac me echó un casco con eso. -Explicó, sonriente.
—¿En verdad?
—Sip, tuve mucha suerte de que debiera entregar un encargo urgente aquí esta noche. -Explicó ella, habiendo preparado su historia con antelación en caso de que su hermana hiciese más preguntas.
—Me alegra que pudieses venir. -Dijo Rarity con calidez al abrazarla nuevamente, esta vez con más delicadeza.
—Oye, te dije que no me lo perdería por nada. -Continuó ella, con una gran felicidad que invadía su corazón. El dragón observaba con ternura tal escena, al tiempo que la alicornio se dirigía a él.
—¿Y qué hay de ti, Spike? Cuando pase por nuestra habitación no estabas allí... -Preguntó Twilight, extrañada.
—Meh... solo salí a dar una vuelta. -Explicó, mientras desviaba ligeramente la vista hacia la menor. Ambos compartieron por escasos instantes una mirada confidente y una sonrisa triunfal, que no requería de más palabras.-Necesitaba... un poco de aire fresco.
—Oigan, ya cierren el hocico. Está a punto de empezar. -Advirtió la granjera, con gran emoción.
Aquellos hicieron caso a su educada petición, y dirigieron su atención al escenario donde los reflectores se centraban mientras las luces en el resto de la estancia se atenuaban. Las cortinas se corrieron hacia un lado poco a poco, develando a los gemelos Pound y Pumpkin Cake, vestidos con dos de los disfraces que Rarity había confeccionado, centrados en la chimenea encendida frente a ellos. Al voltearse, ambos comenzaron su narración.
—Erase una vez, antes del pacífico reinado de las princesas... -Inició el hermano.
—...y antes de que los ponis descubrieran la hermosa tierra de Equestria. -Continuó la potrilla.
—Los ponis no conocían la armonía.
—Eran extraños y oscuros tiempos, donde los ponis estaban separados... por el odio. -Continuaba.
—Durante esta horrible época las tres tribus: los pegasos, los unicornios, y los ponis terrestres, no les preocupaban los problemas de los otros, sino el beneficio propio. -Continuaba el potro, mientras los reflectores se enfocaban en tres grupos de ponis, constituidos por las especies nombradas y con claras diferencias tanto en su físico como en sus vestimentas.
—En esos tiempos, al igual que ahora, los pegasos eran los encargados del clima.
—Pero a cambio demandaban comida, que solo podría ser cultivada por los ponis terrestres.
—Los unicornios demandaban lo mismo, en pago por levantar el día y la noche.
—Y así, la desconfianza de los ponis creció...
—...hasta que un fatídico día, llegó a su límite.
—¿Pero qué llevó a los ponis a ese punto?
—Una misteriosa ventisca que se apoderó de la tierra, y destruyó la precaria paz de los ponis. -Continuaron los narradores, mientras los copos de nieve artificiales comenzaban a caer sobre ellos.
------Siguiente mensaje escrito en: 22 Abr 2015, 01:04 . Beep!------
¡Buenas noches, chicos! Lamentablemente el foro me cortó la última parte del capítulo, y dado que tampoco me permite ponerla abajo, les dejo la página de fanfiction donde se publicó correctamente.
https://www.fanfiction.net/s/10967066/5 ... te-purpura" onclick="window.open(this.href);return false;
¡Saludos!