(Continúa del anterior mensaje)
-¡Ay, no, el móvil, me lo he dejado!-exclamó Twilight, en cuanto estuvo mirando su bolso.
Y es que, con las prisas, había salido de casa sin él. Al menos se había dado cuenta ahora, a pocos metros de ella. En ese instante se encontraba atravesando Middle Park, al lado del lago, y al menos no estaba muy lejos, por lo que decidió darse la vuelta un momento para ir a por él.
Había quedado para comer con sus padres y así celebrar que la biblioteca seguía adelante, ya que desde el primer momento que había recibido el dinero, Twilight se había puesto a trabajar rápidamente. Había invertido una tercera parte en pagar la publicidad tanto en internet como en papel, habiendo también actualizado la sección de noticias de su página web y avisado tanto por Bleeter como por Life Invader de las buenas noticias. También había invertido una cuarta parte para realizar algunas reparaciones en el piso antes de abrir, aparte del mantenimiento y gestión de la biblioteca en sí, poniéndola a punto para su funcionamiento. Aprovechó también para contratar un seguro que la cubriría por si algún imprevisto sucediera, aunque en ese sentido ella era muy cuidadosa y precavida, sin embargo no estaba de más asegurarse del todo. El resto del dinero lo había guardado para algún gasto de última hora, aunque la cantidad seguía siendo considerable.
Sus padres la estaban esperando junto con Spike, el cual había ido primero a su casa esa misma mañana, por lo que se dio prisa en llegar cuanto antes. Entró rauda en el portal y subió las escaleras con la mayor celeridad posible. Una vez allí sacó la llave rápidamente para abrir la puerta, encontrándose con que no se encontraba cerrada.
-Qué raro, recuerdo haber cerrado…
Abrió la puerta lentamente y vio el alargado pasillo en dirección hacia su estudio; el silencio era denso en el interior y no parecía haber nadie. Sin embargo ella entró con cuidado, sin apenas hacer ruido. Cerca de allí, en el mismo pasillo, vio el teléfono en una mesita cercana y se acercó a él para llamar a la policía, puesto que su móvil se encontraba en su habitación. Sin embargo, en cuanto descolgó, notó un tacto frio y metálico en la nuca, junto con una grave voz que decía.
-Cuelga.
Muerta de miedo y comenzando a temblar, Twilight colgó de nuevo y la voz tras suya la indicó.
-Camina.
Guiada por ella fueron hasta la sala principal de la biblioteca, donde se encontró con una escena que no se esperaba encontrar ni en todos los días de su vida. Varios hombres del tamaño de un armario y vestidos de negro se encontraban registrando el lugar y poniéndolo patas arriba; y, delante de ella, una chica algo más mayor que ella, vestida igualmente de negro, y de pelo color rojizo y dorado se encontraba supervisándolos atentamente.
-Señora, mire lo que he encontrado-murmuró la voz grave tras ella.
La chica de pelo rojizo y dorado se dio la vuelta, revelando una molesta e irritada mirada. Poseía unos ojos color cian moderado que parecían fijarse en todo y era bastante atractiva. En cuanto la vio se dirigió a ella pisando fuerte dirigiéndose a ella con voz contundente.
-Vaya, vaya, mirad quien tenemos aquí… ¿eres Twilight Sparkle por un casual?
-S… sí, so… soy yo… ¿Quiénes sois vosotros?-inquirió la chica, asustada.
-Cállate, aquí las preguntas las hago yo…
La chica de pelo rojizo la miró de arriba abajo con gesto escrutador antes de volver a hablarla.
-¿Dónde está?
-¿Eh? ¿De qué me estás hablando?-quiso saber Twilight, extrañada.
-¡No te hagas la tonta conmigo! ¿¡Dónde está?!
-¡No sé de qué me hablas!
Ante esa situación la chica sacó una pistola de su falda y la apuntó con ella en la frente; para entonces Twilight entró en pánico, temblando como un flan y quebrándosela la voz.
-¿¡Dónde está?! ¡Dímelo ahora o te meto una bala entre ceja y ceja!
-¡No lo sé, de verdad, no sé de qué me hablas, por favor, no me hagas daño!-masculló Twilight, comenzando a llorar.
Por un breve instante el tiempo se congeló y Twilight dejó de respirar, demasiado asustada como para decir algo más. Ante esa tesitura la chica apartó el arma y dejó escapar un hondo suspiro, al tiempo que decía.
-Vale, supongo que tendré que ponerte un poco en situación… hace cosa de un par de días la empresa de mi jefe creó una filial corporativa a nombre de la misma con la cual pretendía lavar un dinero negro que se suponía que tenía que ser ilocalizable con el fin de gravar unos pocos de impuestos. Pero entonces apareció en escena algo que no debería haberlo hecho, y eso fue un inversor con el que no contábamos para nada, que compró quinientas acciones por un valor de mil seiscientas veinticinco dólares ¿te suena de algo todo esto?
Ante eso Twilight asintió con la cabeza, aún con el miedo en el cuerpo. La chica aprovechó continuar.
-El caso es que no queríamos que nada del dinero se perdiese, pero entonces el mercado jugó en nuestra contra y el precio de las acciones se disparó, aumentando drásticamente su valor. Por nuestra parte intentamos retirar el mercado de la bolsa de valores antes de que fuera demasiado tarde, sin embargo cuando nos movimos las acciones habían desaparecido y alguien se había llevado cierto dinero… nuestro dinero. ¿Entiendes ahora?
Para entonces Twilight no podía creérselo, simplemente la parecía demasiado absurdo. Pero la presencia de esa chica y de esos matones armados no podía significar ninguna otra cosa salvo lo que la estaba explicando.
-Así que te lo voy a preguntar una vez más… ¿dónde está nuestro dinero?
Al principio no quiso responderla, pero recordando que era ella quien tenía el arma no tuvo otra elección y musitó con algo de miedo.
-No… no lo tengo todo…
-¿¡Cómo?! ¿¡Qué quiere decir eso?!
-Yo… me… me lo he gastado.
Por un momento no hubo nada, mirándose fijamente durante unos breves pero intensos segundos. Al segundo siguiente la chica se rió tontamente, como si la hubieran contado un chiste malo, pero justo después le asestó tal sopapo a Twilight que ni lo vio venir, tirándola al suelo con cara adolorida.
-¿¡Gastado?! ¿¡Que te lo has gastado?! ¡Eran doscientos cincuenta mil dólares, doscientos cincuenta mil! ¿¡Y vas y me dices que te lo has gastado?!-la espetó furiosa.
-No… no, espera, no me lo he gastado todo…
-¿Ah, no? ¡Oh, pues menos mal! ¿Verdad? ¡En ese caso puedes empezar devolviéndonos la diferencia! ¿¡Cuánto te has gastado?!
-Yo… yo…
-¿¡Cuánto?!
Intimidada por la dura mirada que la estaba echando, Twilight respondió enseguida.
-¡Ciento cuarenta y cinco mil, ciento cuarenta y cinco mil ochocientos treinta y tres dólares!
-¡Ciento cuarenta y cinco mil ochocientos treinta y tres dólares! ¡Vaya, vaya, me parece que tenemos aquí a toda una señorita! ¿Eh? ¿¡Y en qué te lo has gastado?! ¡¿En llenarte el p*to armario!? ¡Contesta!
-¡No! ¡Me lo he gastado en esta biblioteca!
Por un momento hubo un denso silencio en el cual la chica de pelo rojizo se la quedó mirando como si no hubiera oído bien; al punto giró la cabeza hacia uno de los estantes cercanos y se acercó hasta él, sacando uno de los tantos libros que allí había. Lo estuvo ojeando un poco, leyéndolo un poco por encima, y pasando las hojas dejadamente. En un momento dado cerró el libro con fuerza y lo tiró al suelo, con gesto enfadado.
-Bueno… en ese caso supongo que habrá que hacerlo salir ¿no? ¿Tienes seguro?
-Sí…
-¿Por cuánto?
-Cu… cubre la totalidad del valor neto de lo asegurado sea cual sea el daño causado…
-Vale, perfecto, en ese caso vamos a humear un poco el lugar…
Ante eso Twilight reaccionó enseguida, exclamando de seguido.
-¡No! ¡No, por favor, no lo hagas, esta biblioteca era de mi abuelo, es muy especial para mí!
-¡Oh! ¿Valor sentimental entonces? ¡Es incluso mejor! Traedme un bidón de gasolina…
-¡No! ¡No, por lo que más quieras, no lo hagas, te lo suplico, haré lo que sea, os devolveré el dinero, pero por favor, no la destruyas! ¡He trabajado muy duro para sacarla adelante!
-¿Que nos devolverás el dinero? ¿Y cómo si te lo has gastado?-le espetó la chica, con gesto molesto.
-¡Pero no todo! ¡El resto está guardado, os lo puedo dar ahora mismo si queréis, es bajar al banco y sacarlo!
-Ya, vale ¿y qué hay del otro resto, el que te gastaste? ¡Era nuestro dinero, y tú te lo has gastado en este antro! ¿¡Cómo se supone que nos lo vas a devolver?!
-Yo… yo… no lo sé… por favor, este sitio es parte de mi vida… por favor…
Llegados a ese punto Twilight se redujo a una amalgama de sollozos cortos y lastimeros, tirada en el suelo y cubriéndose la cara debido al golpe antes recibido. La chica de pelo rojo dejó escapar un quejumbroso suspiro.
-Maldita sea… levantadme a esta llorona y vigiladla mientras hago una llamada.
-Sí, señora.
Uno de los gorilones la levantó de golpe tirando de ella de un brazo y la sentó en un sillón cercano, con el arma a la vista y sin dejar de vigilarla constantemente. Por su parte Twilight trataba de calmarse, pero lo que estaba pasando la superaba ampliamente y la estaba costando bastante hacerlo, llegando a hiperventilar un poco en un momento dado, aunque se la pasó enseguida.
Al cabo de unos breves minutos la chica de pelo rojizo y destellos dorados regresó con gesto molesto, comentándola de seguido.
-Muy bien, he hablado con mi jefe y ha acordado que nos devuelvas lo que nos debes trabajando para nosotros.
-¿Qué? Pero… ¿Qué significa eso?
-Significa que vas a tener que hacer todo lo que te mandemos si no quieres que todo esto se vea reducido a cenizas… y vas a empezar devolviéndonos la parte del dinero que no te has gastado, así que toma, puedes empezar, haz el traspaso.
Sin poder hacer nada más salvo obedecer, Twilight tomó con manos temblorosas el móvil que la ofrecía y, usando su número de cuenta, realizó el traspaso del dinero a la cuenta de destino ya marcada por valor de ciento cuatro mil ciento sesenta y siete dólares, que era la cifra que la había sobrado después de invertir el resto en todo lo demás.
-Ya… ya está….
-Maravilloso, aunque aún te falta la otra mitad, así que no te hagas ilusiones, empezarás en breve a devolvernos lo que nos debes.
-¿Qué… qué tendré que hacer?
-Lo que te mandemos, deja de hacer preguntas, mañana te concretaremos los detalles. Ah, y por supuesto creo que no hace falta que te diga que como pongas en aviso a la policía o a alguien más, todo esto se verá… seriamente perjudicado. Así que espero que por tu propio bien seas obediente y no cometas ninguna estupidez.
Tras esa amenaza la chica le hizo un gesto a sus matones, los cuales se empezaron a retirar, yéndose tan rápido como aparecieron. Twilight se quedó sola sin apenas darse cuenta, mirando al suelo con un gesto en blanco dibujado en su cara. Sin poder evitarlo siquiera comenzó a llorar desesperada, llegando a musitar entre medias.
-¿En qué lío me he metido?
Sus sollozos resonaron por toda la biblioteca, al tiempo que su móvil comenzaba a sonar en su habitación.
-¡Ya estoy en casa!-exclamó Pinkie mientras entraba por la puerta.
-Hola cariño…
-Hola mami… ¡papi, estás aquí!
-Sí ¿Qué tal la mañana, cielo?
-¡Oh, pues muy bien, como siempre, aunque para esta tarde voy a estar bastante liada! ¿Comemos ya?
-Claro, ve a cambiarte.
Pinkie se apresuró a dirigirse a su habitación, poniéndose cómoda y volviendo a la cocina para comer en compañía de sus padres.
-¿Y Marble y Limestone?-inquirió la chica, en un momento dado.
-Hoy comen en el comedor del colegio-reveló su madre.
-Ah, sí…
Al principio la comida pasó en un austero silencio, con algún que otro comentario dispar por parte de Pinkie; en un momento dado Cloudy tomó la palabra.
-Pinkie, cariño, tenemos que hablar…
-Claro mami, tú me dirás…
Antes de decir nada tanto Cloudy como Igneous compartieron entre sí una mirada confidente, antes de que ella volviera a hablar.
-Verás, tanto tu padre como yo sabemos que estás trabajando duro para hacer tu sueño realidad, y eso es bueno, por supuesto. Pero creemos que te podría venir mejor trabajar en lo que quieres hacer antes que seguir intentando algo que, de por sí, ya es complicado.
Esa frase dejó un tanto extrañada a Pinkie, la cual dejó de comer y miró a su madre con gesto inquisitivo.
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que… creo que es mejor para ti que trabajes y aprendas al mismo tiempo, sin necesidad de estar pendiente de una plaza que, al fin y al cabo, no es segura en ninguno de los casos.
Esas palabras resonaron en el cerebro de Pinkie con fuerza, la cual entendió enseguida lo que su madre quería decirla, desanimándola.
-¿Qué? ¿No quieres que asista a la escuela? ¿Por qué?-inquirió ella, con tono adolorido.
Su madre se apresuró a corregirse, pero en ese momento Igneous tomó la palabra y esta vez habló él.
-Lo que tu madre quiere decir, Pinkie, es que tú eres capaz de aprender y trabajar al mismo tiempo. Es verdad que en la escuela pueden enseñarte muchas más cosas, pero el quid de la cuestión es que esa escuela sólo admite a gente que tenga un mínimo de aptitudes. Y hasta que no obtengas cierta experiencia a la hora de trabajar en la cocina, no creemos que vuelvan a aceptarte, por mucho que lo vuelvas a intentar.
-Pero… entonces… ¿Qué se supone que queréis que haga?-quiso saber ella, un tanto molesta.
-Verás, cielo, tengo una amiga que trabaja como pastelera y que podría enseñarte un poco los entresijos del negocio y repostería como tal, de hecho es muy talentosa y su pastelería es bastante conocida-reveló Cloudy.
-¡Oh! ¿De veras? ¿Podría?-inquirió Pinkie, animándose de golpe.
-Sí, de hecho anoche estuve hablando con ella y la comenté tu situación, por lo que se ha ofrecido desinteresadamente a contratarte y enseñarte.
-¡Genial, eso es estupendo, gracias mami! ¿Y dónde está, cómo se llama?
-Ella se llama Cup Cake y la pastelería se llama Sugarcube Corner…
-Ajá ¿y por dónde cae?
Fue en ese preciso instante en el que Cloudy hizo un breve silencio antes de anunciar.
-Ahí está la cosa… mi amiga vive en Los Santos, San Andreas.
Pinkie se quedó callada, conservando en todo momento una gran sonrisa que, en un momento dado, flaqueó.
-Ah… pero… eso quiere decir…
-Sí, Pinkie… tendrías que ir allí.
El silencio posterior se echó sobre ellos como una losa pesada, mientras que Pinkie pensaba a toda velocidad. Ella siempre había estado en el barrio, ayudando a la gente de allí, organizando fiestas y siendo parte de las mismas. Nunca había llegado a pensar en irse, ni siquiera la sola idea le había pasado por la cabeza ni una sola vez. Hasta ese mismo momento.
-Sabemos que irte no es algo que harías así sin más, Pinkie… es por eso que puedes pensártelo si quieres, no te vamos a obligar a tomar una decisión aquí y ahora-se apresuró a decirla su madre.
-Ah, sí, vale… está bien, me lo pensaré, esta tarde os diré algo-murmuró la chica.
-Muy bien.
El resto de la comida pasó en un denso silencio en el cual Pinkie siguió pensando mientras tanto, esta vez con más dudas que nunca.
Al mismo tiempo, en Vice City, Rarity seguía trabajando en su despacho, haciendo unas cuantas indagaciones por su cuenta. Después de recibir y dar el visto bueno a todas las lanchas junto con sus respectivos cargamentos, el resto de trabajo se había resumido en papeleo y más papeleo, siendo algo más rutinario en ese sentido, por lo que fue más tranquilo.
Sin embargo hasta el momento no había vuelto a saber nada de Ernesto y su vigilancia, cosa que la escamaba un poco; hasta el momento nada había ocurrido en todo el día, y aun a pesar de que había tratado de obtener algo por su cuenta tampoco había encontrado nada, cosa que la preocupaba y la tranquilizaba a partes iguales.
En ese momento su móvil comenzó a sonar, viendo que se trataba de Ernesto, lo que la animó un poco más.
-Ernesto, cuéntame ¿has visto algo?
-Hola señora, la llamaba para comentarla un poco, el caso es que llevo vigilando desde esta mañana y desde entonces hasta ahora no he visto entrar ni salir a nadie. Creo que la casa se encuentra vacía-anunció Ernesto.
Ese anuncio cogió por sorpresa a Rarity, la cual se quiso asegurar.
-¿Estás completamente seguro de eso, Ernesto?
-Sí, desde luego, estuve vigilando primero desde lejos y luego me acerqué un poco para tener una mejor vista. No he visto movimiento ni en los jardines ni el interior en toda la mañana, y por la tarde tampoco. Aproveché el hospital también para tener una vista más alta y estuve observando un poco las ventanas, no vi a nadie en ningún momento. Me da la sensación de que se han ido, señora.
-¿Ido? Pero eso no tiene mucho sentido…
-Lo sé, pero aun así… todo apunta a que no están.
Por un breve momento Rarity se quedó callada, pensando en posibilidades. En un principio ella pensó que tenían intención de hacer negocio fueran cuales fueran las circunstancias, aunque por alguna extraña razón parecían haberse retirado, al menos aparentemente. ¿Y si fuera algún tipo de estrategia? No podía estar del todo segura, aun así la duda la carcomía por dentro. ¿Y si realmente se habían ido?
-¿Qué hago, señora? ¿Sigo vigilando igualmente?-inquirió en ese momento Ernesto.
Rápidamente Rarity decidió actuar.
-Sí, quédate donde estás y espérame, voy para allá.
-Sí, señora.
Colgó de seguido y, acto seguido, se comenzó a mover; buscó a Hernando, el cual se encontraba con varios de sus hombres, y se los llevó consigo mientras iba hablando con él sobre la situación.
-¿Realmente cree que se han ido, señora? Eso no tiene mucho sentido si me dista…
-Lo sé, es por eso por lo que me extraña, ese Sanders no parece ser de los que se achantan cuando se encuentra con dificultades.
-En ese caso podría ser una trampa.
-Es posible, pero aun así me escama… me gustaría ver algo yo misma.
-¿No cree que es algo arriesgado? Personalmente creo que no deberíamos confiarnos.
-Es por eso por lo que os he pedido que vengáis conmigo.
Encontraron a Ernesto a unos pocos metros de la casa Swanko, junto al hotel Ducum Inn; se reunieron con él y, una vez todos juntos, Rarity estableció una serie de vigilancias alrededor de la casa por si las moscas, mientras que ella, Hernando, y unos cuantos hombres más se infiltraban en la casa. Una vez que todos los demás estuvieron en posición, a una señal de Rarity se pusieron en movimiento en dirección hacia la casa. Entraron por el camino principal tranquilamente, como si hubieran ido de visita, y se dirigieron a la puerta principal pasada la piscina. Rarity llamó al timbre, el cual resonó con fuerza, y estuvieron esperando unos pocos minutos. Una vez que fue más que evidente que no había nadie, Rarity indicó.
-Muy bien, Hernando, todo tuyo.
-Sí, señora.
Al punto Hernando sacó un par de ganzúas profesionales y con ellas estuvo hurgando en el mecanismo de la cerradura, llevándole poco menos de un par de minutos; con un seco clac la puerta se abrió y Hernando fue el primero en echar un rápido vistazo.
-Vía libre, señora.
-Vale, vamos allá.
Los siguientes en entrar fueron los hombres de Hernando, los cuales aseguraron el interior, entrando Rarity justo después; el interior de la casa lucía desierto y vacío, aún a pesar que todo el mobiliario seguía allí, dándole un extraño ambiente al lugar. Por su parte Rarity sabía a dónde quería ir, y ese sitio era al despacho de Seymour, subiendo al primer piso para ello. Hernando fue en todo momento con ella, sin separarse de su señora en ningún momento.
El despacho de Seymour lucía solitario y oscuro, la persiana estaba echada pero las láminas se encontraban puestas en batiente hacia abajo, dejando entrar un poco la luz del día y dejando el lugar en penumbra. Rarity no se molestó en encender la luz y se acercó al escritorio, sentándose en él y mirando a la pantalla del ordenador apagado.
-¿Qué va a hacer, señora?-inquirió en ese momento Hernando.
-Salir de dudas, veamos qué tiene aquí el señor Sanders. Que los demás sigan registrando la casa, si encuentran algo relevante que me lo traigan.
-Ahorra mismito, señora.
Mientras que Hernando se ausentó un momento para organizar a los suyos, Rarity sacó de su bolsito un pendrive que enchufó a uno de los puertos frontales de la CPU antes de encenderla. Probablemente necesitaría una contraseña para poder acceder al ordenador, pero eso para ella no era ningún problema, puesto que tenía lo necesario para poder acceder a él sin hacer mucho ruido. No era ninguna experta hacker pero conocimientos básicos de hackeo sí que tenía, además de las herramientas necesarias para ello, unas muy básicas, pero siempre efectivas.
En cuanto el ordenador arrancó, el primer programa de los que tenía en ese pen de usar y tirar, HackConnect.exe, comenzó a funcionar. Ese en concreto era un conocido identificador de IPs con el cual se podía rastrear la IP de cualquier ordenador y conectarse a ella mediante un sistema de código desencriptador que agrupaba una serie de combinaciones infinitas de números entre sí, formando octetos, y rastreando la frecuencia de las mismas hasta dar con la buena. Para ello debía de hacerlo a mano, moviéndose entre pares de números mediante el teclado y fijándose en la intensidad de la frecuencia de cada una. Normalmente cualquier novato tardaría bastante en sacar la IP buena, pero Rarity tenía soltura manejando ese tipo de software, por lo que tras unos breves minutos, consiguió sacarla. En cuanto la intensidad fue máxima en una agrupación en concreto, murmuró.
-Te encontré.
Acto seguido le dio al enter y la IP fue identificada, conectándose de esta forma al servidor del mismo.
-Vale, ahora vamos con la contraseña…
Para ello usaba el BruteForce.exe, un cracker de contraseñas que sacaba la contraseña pertinente mediante un escaneo de la misma y una combinación de letras puesta de forma vertical, teniendo que seleccionar la letra correcta fijándose en la intensidad de la señal de cada una. La llevó unos pocos minutos, pero finalmente consiguió revelarla, siendo esta shieldstar.
-Te tengo… veamos que hay por aquí.
Una vez que tuvo acceso al ordenador lo estuvo registrando de arriba abajo, buscando algo que la ayudara a encontrar alguna pista acerca del paradero de los Sanders o bien algo sobre su procedencia. Vio muchos documentos que hablaban sobre tratos varios en otras partes del país, así como listas de proveedores, contactos y bases de datos sobre almacenes varios repartidos por todo el este del país. Sin embargo algo la llamó la atención, y eso era un billete de avión comprado hace escasas horas con destino a Los Santos, San Andreas.
-San Andreas… ¿se han ido a San Andreas?-se preguntó ella, alzando una ceja.
Si se trataba de algún movimiento estratégico por su parte no tenía mucho sentido, aunque aun así había algo que la molestaba, y eso era el destino en sí. La última vez que habló con su padre la comentó que tenían allí tratos con una banda local. Buscó algo relacionado en las bases de datos y listas que allí tenían, pero no había ninguna relación aparente.
-Qué raro… ¿por qué se irían en un momento como este a San Andreas? ¿No se supone que me habían declarado la guerra?-pensó ella, un tanto extrañada.
En ese momento entró Hernando y la comentó.
-Los hombres han registrado de arriba abajo la casa y no han encontrado nada, señora.
-Vale, yo por mi parte sí, aunque no quiero quedarme más tiempo del necesario, voy a hacerme una copia de todo esto y nos vamos, dame unos minutos.
-Muy bien.
Para hacerse una copia utilizó un último programa llamado Down&Out.exe, el cual hace una copia de todos los archivos guardados, la guarda e, inmediatamente después, apaga el equipo en el que ha actuado sin dejar rastro que evidenciara algún tipo de hackeo. Como no era mucho lo que había lo hizo rápidamente, apagándose enseguida el equipo y desenchufando el pen, guardándoselo de nuevo.
-Muy bien, podemos irnos.
Sin mayor dilación todo el mundo se reagrupó en el recibidor y salieron de la casa sin llamar mucho la atención; mientras Hernando volvía a cerrar usando sus ganzúas, Rarity contactó con el resto de sus hombres que habían estado vigilando.
-Muy bien muchachos ¿alguna novedad?
-Nada de nada, señora-la contestaron.
-Perfecto, reagrupaos entonces, nos vemos junto al hotel.
Regresaron hasta el hotel y, una vez que estuvieron todos juntos, regresaron de nuevo a Starfish Island rápidamente. Una vez allí, Rarity le estuvo explicando a Hernando todo lo que vio.
-¿San Andreas? ¿Realmente cree que se han ido así sin más, señora?
-Aparentemente sí, aunque no estoy cien por cien segura….
-No sé, señora, todo esto es demasiado raro ¿y si es algún tipo de provocación o pista falsa?
-Podría ser, pero aun así… es una pista demasiado relevante como para dejarla pasar.
-¿Qué insinúa?
Por un momento Rarity se quedó callada, pensando en posibilidades, hasta que finalmente comentó.
-Mi padre me comentó que podrían tener conexiones y tratos con alguna de las mafias locales de por allí, cosa que me inquieta. Como bien sabrás yo no tengo ningún control sobre la droga una vez que pasa por manos de terceros, y quizás estén aprovechando este detalle en concreto para tratar de desestabilizar la economía sumergida de la zona. San Andreas es un estado donde hay mucha actividad ilegal de estupefacientes, y al menos una tercera parte de lo que llega allí viene de aquí.
-Entiendo, pero… ¿qué tiene que ver todo eso con usted?
Ante esa pregunta Rarity dejó escapar un hondo suspiro, comentando de seguido.
-En principio no mucho, pero no quiero ni debo ignorar un hecho tan contundente como ese. Si en cualquier caso hubiera algo extraño allí y la droga que llega desde aquí consiguiera incriminarme, los Sanders conseguirían desestabilizar los precios, y eso a la larga podría repercutirnos a nosotros. Y antes que quedarme sentada haciendo nada, prefiero ir allí yo misma y asegurarme.
Ese anuncio tomó por sorpresa a Hernando, el cual no tardó casi nada en opinar.
-¿Ir allí? ¿Está diciendo que se iría de la ciudad?
-Sólo por unos cuantos días, no por mucho tiempo, el suficiente como para ir allí, indagar un poco y asegurar que todo está bien.
-Pero señora, usted no puede irse así sin más, es un pilar importante aquí en Vice City… ¿Qué dirían el resto de bandas? ¿Y qué hay de los repartos, y si algún proveedor se niega a entregar su mercancía si no es usted la que les da el visto bueno?
-Hernando, tranquilo…
-No, no puedo quedarme tranquilo, no cuando usted me dice que se va así sin más, sin nadie que la acompañe ni que la proteja…
-Hernando, comprendo tu nerviosismo, pero créeme, no pasará nada, será rápido, no me quedaré más de una semana, estaré de vuelta enseguida.
-Ya, vale, pero aun así me preocupa, señora, no es seguro salir así sin más, necesita un plan de protección, alguien tendría que acompañarla, también sería necesario coordinarse con alguien aquí, sería…
Antes de que el hombre pudiera decir nada más, Rarity le cortó de manera contundente y autoritaria.
-¡Hernando Vargas de la Llosa, le ordeno que se calme y me escuche!
Ante tan terminante e imperativa orden el aludido se quedó callado, mirando atentamente a su jefa sin apenas pestañear. Justo después, Rarity se levantó, a lo que él la imitó, se puso a su lado y entonces le habló.
-Hernando, eres mi segundo al mando y mi hombre de mayor confianza, uno de los más leales que tengo y, con toda seguridad, el hombre más dedicado y constante que conozco. Hasta ahora nunca me has fallado, siempre has estado ahí para mí y siempre has mirado por mi bien, cosa que nunca podré agradecerte lo suficiente. Es por eso que sé que podrás estar al mando durante mi ausencia, sin necesidad de que yo esté ahí para guiarte o decirte lo que tienes que hacer. Porque sé que eres más que capaz de hacerlo. Porque confío en ti.
Ante esas palabras Hernando no pudo evitar sentirse emocionado, sintiendo un nudo en la garganta que apenas le dejaba hablar y mirándola con los ojos vidriosos. No hubo falta que le dijera nada más, por lo que él masculló con voz tomada.
-No la defraudaré, señora.
-Gracias Hernando, sé que no lo harás-murmuró ella, sonriéndole.
El hombre se quedó ahí, de pie junto con su orgullo y reprimiendo sus sentimientos. Sin embargo Rarity cogió y le dio un abrazo, cosa que sorprendió en principio a Hernando, aunque al final acabó aceptando el gesto con mucho aprecio.
Una vez que estuvo todo hablado Rarity estuvo buscando unos billetes que estuvieran en oferta para irse mañana, así como un hotel en el que alojarse durante su estancia en Los Santos. Afuera el sol comenzaba a teñir la bahía de Vice City de un color anaranjado brillante.
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