El olor guío al joven dragón a través de pasillos y salones, extrañamente desiertos, hasta unas escaleras de caracol que descendían en las profundidades del palacio. Fuera lo que fuese lo que producía ese olor, estaba allí abajo. Seldrim se acercó al borde y observó el fondo. Lo único que allí había era oscuridad. Arrojó un pisapapeles que había en una habitación cercana y esperó. Al cabo de unos segundo pudo oír el choque contra el suelo. Por el sonido debía haber una profundidad de 20 metros aproximadamente.
Seldrim observó los alrededores. Estaba completamente solo. Allí abajo debía haber alguna cámara del tesoro o algo por el estilo, por lo que el lugar debería estar lleno de trampas. Era la única explicación de por qué no había ningún guardia por la zona. Se detuvo al borde de la escalera, pensativo. El descenso podía ser peligroso, incluso mortal. Pero eso no detuvo al joven dragón. Aquello era su parte favorita de buscar tesoros. A diferencia de los demás dragones, a Seldrim no le gustaba almacenar tesoros. Lo que le apasionaba era hacerse con ellos, la aventura y el esfuerzo de conseguirlos. Con los ánimos por las nubes, Seldrim cogió una de las antorchas del pasillo y se lanzó por el hueco de la escalera, planeando hasta el fondo.
Off: Siento el retraso, he tenido que formatear el ordenador.