Applejack masticó entre dientes la brizna de paja, moviéndola frenéticamente entre sus labios, al tiempo que esperaba apoyada en una caseta cercana; hasta ahora había seguido trabajando para Trevor Philips yendo a recoger las cajas que los aviones de contrabando iban soltando para luego volver con ellas al aeródromo.
En un principio era sencillo, pero hasta el momento la competencia había estado muy presente desde el primer día, llegando a tener encontronazos de todo tipo con diferentes proveedores y compradores que también pugnaban por conseguir una parte de la mercancía. Hasta el momento durante todas las veces que había salido a recoger mercancía se había tropezado con los salvadoreños de Marabunta Grande y con las tríadas de Los Santos, cosa que no la hacía ni la más mínima gracia, puesto que su presencia era de por sí peligrosa y bastante arriesgada, ya que siempre iban todos armados y dispuestos a atacarla con tal de recuperar el paquete. Por ahora había salido bien parada, pero hasta ella sabía que la buena suerte no la sonreiría siempre. Si no fuera porque realmente la paga era buena y casi constante, lo cual la venía realmente bien, no se arriesgaría tanto, pero dado que en ese momento no tenía otra opción y debía de ayudar a su familia, Applejack hacía de tripas corazón e iba a cualquier sitio donde Óscar la dijera.
Esta vez se encontraba en Galilee, un pequeño asentamiento pesquero a orillas del mar de Álamo situado al norte del mismo, saliendo por un desvío yendo por un camino de tierra que había a los pies del monte Chiliad y que atravesaba toda la orilla norte del mar de este a oeste. El lugar estaba desierto, lo cual la extrañó nada más llegar, pero en ese momento tenía mejores cosas que hacer que estar pensando en posibilidades.
Galilee
En ese mismo instante oyó el motor de una avioneta acercándose a baja altura y la chica se movió para localizarla; la vio enseguida sobrevolando el mar de Álamo y acercándose desde el oeste, siendo otra cuban 800 aunque esta vez totalmente negra. En cuanto sobrevoló Galilee dejó caer la caja con la mercancía, la cual planeó con el paracaídas que inmediatamente se desplegó, cayendo no muy lejos de donde estaba ella. La chica fue a por ella y la desenganchó de la lona, viendo entonces que se trataba de una caja mucho más grande en comparación con el resto, siendo más larga y no tan ancha. Pesaba considerablemente, pero Applejack no tuvo ningún problema. Tampoco se hizo preguntas de ningún tipo, ya estaba acostumbrada.
Una vez con la caja en su poder volvió al dune buggy, el cual lo había dejado aparcado cerca de unos altos arbustos, ligeramente escondido. Una vez de vuelta al mismo contactó con Óscar por radio.
-Tengo el paquete-anunció ella.
-Bien, estupendo, vuélvete al aeródromo.
-Sí, aunque antes prefiero saber si hay o no hay moros en la costa…
-Por ahora no, el radar no capta nada, estaré ojo avizor por si veo algo.
-Está bien…
Con algo de desconfianza Applejack arrancó el motor y se dirigió de nuevo hacia el camino de tierra, pero estando a punto de salir de nuevo al mismo Óscar contactó con ella.
-Atención, veo algo, a tus nueve.
Applejack giró la cabeza hacia su izquierda y vio a un todoterreno de color amarillo acercándose hasta donde estaba ella y paliando rápidamente el resto de metros que los separaba; sin pensárselo demasiado la chica aceleró de golpe y giró a la derecha, comenzando a correr para perderlos enseguida.
-Maldita sea… ¿y estos quien co*o son?-masculló ella, contrariada.
-Confiaba en que esta vez no se enteraría nadie… no sabría decirte quienes son ¿los has visto?
-Sí, me alcanzarán enseguida, van en un todoterreno amarillo con los bajos negros.
-¿Amarillo, dices? Entonces son Los Santos Vagos, una banda de mexicanos fuertemente arraigada en Los Santos y más recientemente en parte del condado de Blaine.
-Maravilloso, me encanta conocer a gente nueva…-soltó Applejack, hastiada.
-Ten cuidado, no los subestimes o acabarás mal, personalmente conozco a unos cuantos y no son gente precisamente agradable de tratar.
-Tienes amigos de lo más peculiares, Óscar, entre esta gente y Philips ya no sé qué es peor…-murmuró la chica, con sorna.
-Créeme, me llevaría mejor con Trevor que con un grupito de Vagos chingándose en mi madre constantemente…
En ese momento se oyeron unos disparos que cortaron la conversación, Applejack miró por el retrovisor y vio a los Vagos acercándose a ella, al tiempo que unos cuantos se asomaban por las ventanillas, comenzando a tirotearla.
-Maldición…-soltó la chica, dando un volantazo para esquivar las balas.
Se oyeron más disparos, al tiempo que más balacera silbaba tras de ella, tratando de esquivarla para que ninguna bala perdida le diera. Applejack aceleró para tratar de dejarlos atrás, pero los Vagos no cedieron en ningún momento y se acercaron un poco más a ella para intentar cortarla el paso. Por su parte ella contravolanteó hacia un lado para tratar de echarlos de la carretera, pero ellos lo esquivaron moviéndose un poco hacia el otro lado, evitando así que les tocara al tiempo que más Vagos se asomaban por las ventanilla, con las armas en alto.
Al ver que estaba expuesta, Appejack no lo dudó en ningún instante y, haciendo mano de la pistola perforante que Trevor la llegó a regalar, apuntó hacia la carrocería y disparó. La maniobra sirvió para amedrentar a los Vagos y ella aceleró un poco más, dejándolos atrás.
-Está claro que estos no me van a dejar ir así sin más-pensó la chica, cambiando de marcha.
Miró hacia atrás y vio que se preparaban para sobrepasarla de nuevo, por lo que, decidiendo enseguida, asió el arma con fuerza y, desde donde estaba, apuntó al motor del todoterreno, comenzando a disparar para tratar de detenerlo. Las balas impactaron contra el radiador, pero aun así el vehículo continuó corriendo, siendo evidente que necesitaría muchos más tiros para poder ponerlo fuera de combate.
En ese momento el cargador se vació y Applejack recargó al mismo tiempo que conducía, haciéndolo harto complicado; los Vagos aprovecharon ese momento para alcanzarla de nuevo, pero en ese mismo instante llegaron a una cerrada curva y la chica actuó a tiempo, dejando de acelerar y derrapando para tomar la curva con rapidez. Como resultado el dune buggy derrapó limpiamente, describiendo una cerrada curva en la arena, al tiempo que el todoterreno de los Vagos tuvo que frenar de golpe para evitar volcar, aminorando así su marcha.
Applejack aprovechó para tirotearles un poco mientras se alejaba, pero lejos de rendirse los Vagos la volvieron a alcanzar enseguida, poniéndose detrás de ella mientras seguían tiroteándola.
-Agh, me estoy cansando de vosotros, mexicanos molestos…-masculló la chica, haciendo zigzag en un intento por confundirlos.
Sin embargo eso no paró a esos mexicanos molestos, los cuales la siguieron molestando. En ese momento Applejack decidió rápidamente su siguiente movimiento, olvidándose del motor y enfocándose en otra cosa más importante: las ruedas. Tan solo necesitó apuntar bien y disparar una pequeña ráfaga. Las balas alcanzaron la rueda delantera derecha y, de golpe y porrazo, el todoterreno dio un bandazo hacia el mismo lado, llegando a volcar de seguido al tiempo que caía a un pequeño estuario que el mar de Álamo formaba en esa zona.
-¡Sí, eso es, hasta nunca!-exclamó Applejack, acelerando un poco más.
Si por algo destacaban los todoterrenos era por su inusitada facilidad y tendencia a volcarse, por lo que en ese sentido la jugada la salió realmente bien. Se guardó la pistola perforante en un bolsillo de su pantalón y contactó de seguido con Óscar.
-Vale, esos Vagos han dejado de molestarme.
-Menos mal, en ese caso vuelve ya al aeródromo.
Applejack aceleró y llegó enseguida al aeródromo, ya que no estaba muy lejos desde donde se encontraba. Entró por un acceso trasero y aparcó el dune buggy junto a la caravana de Óscar, el cual salió de seguido a recibirla.
-Buen trabajo, Applejack.
-Sí, supongo… ¿y Philips?
-Está al caer.
Nada más decirlo oyeron el sonido de una avioneta acercándose y se asomaron a la pista, viendo a la cuban 800 blanca y roja acercándose hasta el hangar, aparcando en su interior y saliendo de ella Trevor, el cual exclamó.
-¡Oh, sí, me encanta la sensación del trabajo bien hecho por la mañana! ¡Qué gran día para ser americano!
Óscar se rio por lo bajo, al tiempo que la chica rodó los ojos, con gesto cansado.
-¡Y es aún más gratificante ver aquí a mis socios conmigo, trabajando codo con codo, sabiendo que con nuestros esfuerzos construimos nuestras propias metas! ¿No es eso maravilloso, Óscar, Apple?
-Claro que sí, Trevor.
-Lo que tú digas, Philips…-contestó ella, sin mucho entusiasmo.
-Huy, qué mustia te veo hoy, Apple, tienes que mejorar un poco ese acercamiento o la gente creerá que te pasa algo…
La chica prefirió no contestar, dejándolo ahí. Por su parte Trevor fue a abrir el paquete que trajo.
-Pero bueno, vamos a ver qué nos han traído nuestros queridos contribuidores…
Usando una palanca abrió la alargada caja, revelando su contenido; la chica abrió mucho los ojos con gesto atónito, puesto que se trataba de un lanzacohetes, concretamente un RPG-7 de color verde oscuro con varios cohetes, uno de ellos cargado en el arma.
-¡Oh, sí, mirad eso, el tío Sam ha sido bueno con nosotros y nos da algo tan grande como esto! ¡Podemos sentirnos orgullosos!-exclamó Trevor.
-Me sé de unos cuanto compradores que podrían pagar muy bien por uno de estos, incluso puede que nos embolsemos el doble y todo-comentó Óscar.
-¡Maravilloso entonces! Aunque antes el pago, como es usual.
Como hasta entonces Applejack recibió su parte, seis mil dólares, y se los guardó en su cartera, abultándose enseguida. Antes de marcharse de vuelta a su casa Trevor les dijo con solemnidad.
-Compañeros, antes de dispersarnos y volver a nuestras tareas cotidianas quiero deciros que es un honor y un placer para mí trabajar con vosotros, que hacéis que todo esto sea posible. Dentro de unos años podréis retiraros como dios manda y el día en el que os jubiléis mirando hacia el mar podréis decir… yo trabajé en Trevor Philips Industries. ¿No es eso maravilloso?
Por un momento los tres se quedaron en silencio, Óscar mirándole con interés y Applejack con el ceño fruncido. Al segundo siguiente Trevor volvió a hablar comentando.
-Ah ¿a quién engaño? ¡Nunca os retiraréis y viviréis a cuenta del estado hasta que este diga basta! ¿Contentos?
Ante eso Óscar se rio tontamente, aunque Applejack le miró con el ceño fruncido, al tiempo que comentaba.
-Qué gracioso que eres, Philips…
-¡Lo sé! ¡Dispérsense, señores, señorita!
A su señal los tres se retiraron, Applejack y Trevor dirigiéndose a sus respectivos vehículos y Óscar regresando a su caravana. Una vez en el coche Applejack se dirigió de vuelta a su hogar, mientras iba pensando por el camino.
Hasta el momento trabajar con Trevor Philips había sido una bendición y una maldición al mismo tiempo; bendición porque el dinero la venía realmente bien, y seis mil dólares diarios eran de gran ayuda para ella y su familia. Y maldición porque eso mismo la había convertido en una vulgar traficante de armas.
De cara a su familia nadie más sabía lo que estaba haciendo, y hasta el momento por suerte nadie la había preguntado, aunque sí que había llegado a recibir miradas extrañadas por parte sobre todo de Big Mac, el cual se mostraba visiblemente preocupado por ella. Por su parte Applejack callaba y contestaba con evasivas cada vez que alguien la comentaba algo, lo que la dolía especialmente.
Nada más llegar aparcó en el pequeño granero frente a la casa y entró en esta sin llamar mucho la atención; aparentemente no había nadie en ese momento puesto que no oyó nada cuando entró, suponiendo que estaban en las tierras del sur comprobando la cosecha. Desde que plantaron las últimas semillas de lo que poco les quedaba no había mucho más que hacer, aunque con el dinero que había estado entrando recientemente gracias a ella habían podido adecentar un poco más lo sembrado para que así los brotes crecieran sanos y fuertes.
Aprovechó para dejar el dinero ganado en la hucha familiar, sacando los seis mil dólares de la cartera y metiéndolos cuidadosamente en la hucha cilíndrica de metal, como si no quisiera hacerse notar. Aunque en cuanto cerró la hucha oyó una voz familiar comentar tras de ella.
-Hola, prima.
Applejack botó literalmente debido al susto y se dio la vuelta, viendo a Fiddlesticks mirándola con gesto preocupado desde el umbral de la puerta.
-Ah, Fiddlesticks, eres tú, qué susto me has dado… ¿dónde estabas, dónde están los demás?-inquirió ella, sin poder ocultar su nerviosismo.
-En las tierras del sur, mejorando los cultivos, me pidieron que viniera a por unas cosas… ¿y tú? ¿Dónde has estado?
-Ah, pues, en… eh…
Por un momento la chica no supo qué contestar y se atoró, a lo cual Fiddlesticks dejó escapar un breve suspiro antes de hablar.
-Llevas unos días en los que estás un tanto distante, desapareces todas las mañanas durante al menos una hora y media y luego vuelves con bastante dinero contigo. Estamos preocupados por ti, Applejack. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Y de dónde sacas tanto dinero?
Esas preguntas dejaron un tanto nerviosa a la chica, la cual no supo muy bien qué contestar; por un momento pensó en mentir, pero supo enseguida que no serviría de nada puesto que no sabía cómo hacerlo. Miró al suelo con gesto nervioso, sintiéndose atrapada.
-Applejack, sabes que puedes confiar en nosotros, somos tu familia, siempre te vamos a apoyar. Ahora mismo estoy yo sola, puedes contármelo a mí si quieres, no te voy a juzgar. Por favor…
Las palabras de su prima segunda (o tercera, no lo recordaba muy bien) calaron en ella y, por un momento, pensó en contárselo todo. Abrió la boca para hablar y murmuró.
-Pues verás… si he estado tan esquiva últimamente es porque he estado trabajando para poder sacar a la familia adelante…
-¿Ah, sí? ¿En plan pluriempleo?
-Eh, sí, se podría decir así…
-Ya veo… ¿y qué estás haciendo?
-Traficando con armas.
En realidad eso no lo había dicho en voz alta, sino en su cabeza, muy lejos de allí; no se atrevía a decirla la verdad, y tampoco podía mentirla al respecto puesto que entre que no sabía hacerlo y era algo que detestaba hacer no era una opción, al menos para ella, por lo que optó por contar la verdad, pero a medias.
-Haciendo recados, ya sabes, recogiendo y llevando paquetes a proveedores varios de por aquí, es un poco tedioso pero pagan bien así que…
-Oh, entonces sólo es eso… ¿y por qué no se lo dices a los demás? Big Mac se quedará mucho más tranquilo si sabe lo que estás haciendo, quizás pueda ayudarte y así os paguen el doble-la sugirió Fiddlesticks.
-Eh… no, no es necesario, después de todo esto es algo que puedo hacer yo sola, además, Big Mac es más útil trabajando aquí, en la granja.
-¿Segura? Ya sabes que él siempre está dispuesto a ayudar en lo que sea…
-Sí, lo sé, pero prefiero hacerlo yo sola, debo de sacar esta familia adelante.
-Ya, pero ten en cuenta que en esta familia todos contamos, no estás sola, Applejack, estamos nosotros también. Deja que te ayudemos…
-No hace falta, de verdad, puedo hacer esto yo sola, debo hacerlo sola.
-No tienes por qué, Applejack, no seas tan cabezona y deja que te ayudemos, por favor…
-¡Que no!
Esa súbita contestación cogió desprevenida tanto a Applejack como a Fiddlesticks, la cual se quedó un tanto cortada; por su parte la pecosa chica se apresuró a disculparse, murmurando de seguido.
-Lo… lo siento, Fiddlesticks, no pretendía gritarte, perdona, es solo que… aprecio mucho que queráis ayudarme, y no es que no quiera, pero siento que esto es algo que debo hacer yo y solo yo. Compréndelo, prima.
Por un momento hubo un breve pero denso silencio durante el cual las dos parecían estar pensando a toda velocidad. Aunque solo era una media verdad como tal, aun así Applejack se sentía un tanto mal consigo misma. Sin embargo sabía que era necesario, puesto que nadie debía saber la verdad. En ese sentido sabía que tenía razón y era algo que debía hacer sola, puesto que de esa forma protegía a su familia y además la ayudaba a salir adelante.
Por su parte Fiddlesticks se quedó callada, sopesando lo que su prima la había dicho, para finalmente aceptarlo y acercándose a ella, dándola un sentido abrazo al tiempo que decía.
-Lo comprendo, Applejack, ya sabes que siempre te vamos a apoyar.
-Gracias, prima…-murmuró ella, sin poder evitar esbozar una triste mirada.
Una vez que estuvo todo hablado Fiddlesticks volvió a sus tareas y Applejack bajó al piso inferior; al pasar por el pasillo vio que el teléfono tenía un mensaje en su contestador y lo comprobó, sonando de seguido.
-Tiene un mensaje nuevo. Enviado hoy a las ocho y media de la mañana.
-Vaya, estaba fuera-pensó ella, mirando su reloj.
-Buenos días, llamamos desde el banco Maze, es para informarles acerca del estado de su incidencia de hace una semana. Por ahora sigue siendo imposible acceder a la cuenta retenida por razones técnicas y legales, pero seguiremos trabajando en ello para solucionar su problema con la mayor celeridad posible. Gracias por confiar en nosotros, si tienen alguna duda llámenos y les atenderemos gustosamente.
Tras eso el mensaje se terminó y Applejack dejó escapar un resignado suspiro. Y, una vez más, por si no quedaba del todo claro, las circunstancias la recordaban el quid de la cuestión. Afuera un sol brillante iluminaba San Andreas.
-Ay, y cuéntame, no te cortes ¿Qué tal todo por la costa oeste? Y ni se te ocurra decirme que mal porque es que te mato…
-Ah, bueno, pues bien, todo bien, no me quejo…
-¿Eso es todo? Vamos, no te lo crees ni tú, cuéntame más cosas, sé que hay algo que no me cuentas…
-Ay, Moondancer, por favor, déjalo ya…
-¡Oh, venga ya, te comportas como si no llevaras casi una semana en San Andreas!
Twilight trató de aguantar como pudo un ahogado suspiro, pensando en otra cosa. Aunque apenas había pasado casi una semana a la chica la había parecido una eternidad. Entre los constantes recados y todo lo demás apenas había estado atenta.
-Oh, venga ya, tampoco es gran cosa…
-¿Que no? Oh, usted perdone, aunque en ese caso ¿Qué ha estado haciendo su ilustrísima durante todo este tiempo que la ha tenido tan ocupada como para no poder hablar con nadie, ni siquiera conmigo? No habrá sido una semana entera, pero vaya, qué semana…
Ante eso Twilight no pudo evitar pensar que en parte llevaba razón. Durante todos esos días de no parar apenas había tenido tiempo para ella y no había llamado a nadie, ni siquiera a sus padres. Y dado que ese día Sunset no se había puesto en contacto con ella para hacer otro recado, había estado aprovechando para llevar las cuentas de todos los pagos pendientes, justo cuando Moondancer la llamó.
-Mira, ahí tienes razón, debí haberte llamado por lo menos una vez, pero es que he estado tan ocupada que apenas me he acordado. Lo siento, Moondancer…
Por un momento la aludida no dijo nada, quedándose brevemente callada, pero retomando enseguida la conversación.
-Bueno, yo tampoco he estado muy receptiva que digamos… pero oye, siempre es bueno ponerse al día ¿no?
-Sí… ¿Qué tal todo por Liberty?
-Oh, pues la misma mierda de siempre, me levanto, desayuno, voy al trabajo a hacer nada, vuelvo y vuelta a empezar. Por eso te digo que tú tienes mucha suerte, te has ido a trabajar a San Andreas saliéndote un trabajo en un centro de documentación histórica como interina ¿y tú dices que tampoco es para tanto? Eso es lo que yo y cualquiera de nuestra promoción hubiésemos deseado hacer.
Ante eso Twilight no pudo evitar esbozar una triste mirada, observando en la pantalla de su portátil los nombres de todas las personas que aún debían dinero, junto a su correspondiente cifra restante. Y es que, una vez más, la realidad se mostraba ante ella con su cara más fea. No existía ese trabajo, nunca había existido. Lo único que existía era una recadera a tiempo parcial, una afanadora que extorsionaba a gente sin dinero para que pagaran los platos rotos de otros. Y todo ello de forma completamente accidental, sin comerlo ni beberlo, sin haberlo pedido siquiera. La sucia mentira la ocultaba de la realidad, manchándola, pero también protegía a los demás.
-¿Twilight? ¿Estás ahí?
La voz de su amiga la hizo reaccionar, contestando de seguido.
-Ah, sí, sí, perdona ¿qué decías?
-Bueno, si estás ocupada tampoco quiero molestarte, tan solo te llamaba para hablar un poco, hacía tiempo que no sabía de ti…
-Ah, no, no, si de hecho ahora mismo no estaba haciendo nada, puedo hablar contigo…
-¿Segura? Puedo llamarte en otro momento si quieres.
-No, tranquila, puedo hablar, dime…
Por un momento Twilight se apartó del portátil y se tumbó en el sofá, prefiriendo hablar un rato con su amiga. Después de todo la venía bien desconectar un poco.
Estuvieron hablando de todo un poco, viéndose obligada a inventar cosas sobre la marcha sobre su supuesto trabajo, ya que no podía contarla la verdad. Más de una vez se sintió tentada, pero sabía que no podía hacerlo a riesgo de poner la vida de su amiga en peligro, por lo que apechugó con su problema y siguió pintando un poco más su falsa imagen, cosa que la dolía, puesto que hasta a ella comenzaba a gustarla cómo lucía su fantasía imaginaria. Incluso casi prefería que fuera real y todo.
-Me alegro de volver a saber de ti, Twilight, ya les diré a los demás lo bien que te va.
-Vale, salúdales de mi parte.
-Claro, dalo por hecho. Hablamos.
-Adiós, Moondancer.
En cuanto colgó la chica dejó caer el brazo con el móvil en la mano sobre su pecho, sin poder evitar soltar un dejado suspiro. Hasta ahora no había dicho nada más que contar a su mejor amiga un motón de nuevas mentiras, haciéndola creer que la iba bien cuando en realidad no era así.
-Nunca pensé que llegaría a mentir tanto en tan poco tiempo ni en todos los días de mi vida-pensó ella, con gesto afectado.
Por un momento miró a su portátil, el cual descansaba en la mesa, expectante, como si la estuviera esperando. Sin embargo la chica decidió ignorarle, bajando la tapa y dirigiéndose a su habitación. Como si hubiera entrado en modo automático eligió un conjunto para ponerse de su armario, se vistió y salió a dar una vuelta.
Aunque al principio la costó, poco a poco comenzaba a acostumbrarse al ritmo de Los Santos, el cual era uno muy cambiante y flexible, no era como el de Liberty City, que era muy apresurado y ajetreado las veinticuatro horas del día. Del Perro tenía cierto encanto que no pasaba inadvertido y ese barrio en concreto era mucho más tranquilo de lo que parecía a simple vista, algo que en parte Twilight agradecía.
Sin tomar ningún rumbo en concreto la chica atravesó el barrio pensando en sus propias cosas e ignorando el resto. A su alrededor la ciudad parecía difuminarse, como si no estuviera ahí y fuera caminando en un vacío existencial en el que solo ella tenía cabida. Casi sin darse cuenta acabó llegando al paseo de Prosperity Street, entrando de lleno en el mismo y dejándose empapar por el capitalismo y el consumismo desaforado que la rodeaba. Cadenas de ropa, joyerías, zapaterías, cines, restaurantes de comida rápida, cafeterías caras y hasta discotecas, era el lugar perfecto para distraerse y hacer otra cosa completamente diferente a la que originariamente tenía uno planeado, por lo que Twilight decidió entrarle al ambiente sin pensar, mirando los escaparates y dejando pasar el tiempo.
A lo largo de su paseo vio de todo, aunque en un momento dado se paró junto al escaparate de una colorida pastelería, donde tenían expuestos todo tipo de dulces y apetitosos manjares que, de alguna forma, la recordaron a su infancia, puesto que ella siempre fue muy golosa. Sin apenas pensarlo entró en ella, encontrándola casi vacía, aunque no había nadie tras el mostrador, por lo que optó por sentarse en una mesa cercana a la puerta a la espera de que la atendieran.
Aunque el dulce y agradable olor imperante en el interior alegraría a cualquiera, Twilight se mostró un tanto distante y algo desanimada, pensando sobre todo en su complicada situación y en posibles soluciones a corto plazo que la ayudaran en su principal cometido. Sin embargo, antes de poder seguir pensando en nada más, una sorpresiva voz la cortó su tren de pensamientos exclamando.
-¡Huy! ¿Y esa cara tan larga? ¡Me da la sensación de que alguien necesita un abrazo, o dos!
La chica alzó la vista y, por una milésima de segundo, un tornado rosado arremetió contra ella, encontrándose de golpe y porrazo ante una alegre cara justo enfrente de ella mirándola con curiosidad.
-Esto… ¿perdón?-inquirió ella, confusa.
-¡Curioso, no parece ser algo muy serio! Pero hay algo ahí, eso desde luego… ¡ya sé!
En un visto y no visto la chica desapareció, para luego reaparecer inmediatamente después trayendo consigo un chocolate caliente y una bandeja llena de cupackes de lo más variados y coloridos.
-¡Vale, vamos a ver! ¡Fresa con chocolate! No, demasiado evidente... ¡Yogur y frutas del bosque! Puede, pero no es suficiente. ¡Ajá, lo tengo! ¡Mango y canela con sirope de miel! ¡Tiene que ser este!
-Eh… ¿qué?-inquirió Twilight, sin entender nada.
-¡Vamos, pruébalo, pruébalo, no te cortes!-la aminó la chica de pelo rosado rizado.
Algo confusa, la chica cogió el cupcake que la ofrecía y le dio un rápido bocado; el sabor que la invadió entonces la hizo recordar otras épocas pasadas, llegando a esbozar una alegre sonrisa en el proceso. En cuanto la vio, la chica rosada exclamó.
-¡Sí, lo sabía, mi sentido nunca falla!
-Vaya está muy bueno ¿lo has hecho tú?-inquirió ella, curiosa.
-¡Sí, con estas manitas de aquí! ¡Aunque nada me hace más feliz que ver a los demás felices! En cuanto te vi entrar por la puerta con esa cara tan tristona supe que era mi momento, por lo que puse a trabajar mi sentido para tratar de arreglar tan aciaga situación y… ¡voilá! Se ha obrado el milagro…
Por un momento Twilight miró a la chica, sin saber muy bien qué pensar sobre ella; aunque, en un momento dado, dicha chica se reincorporó y exclamó.
-¡Aunque espera, no me he presentado, qué descortés soy! ¡Me llamo Pinkie Pie! ¿Y tú?
-Ah… Twilight, Twilight Sparkle…
-¡Encantada de conocerte, Twilight Sparkle! ¡Pero come, come, no te cortes, que los he traído para ti!
La chica aceptó su ofrecimiento y probó otros cupcakes, dándole un sorbo también al chocolate, siendo uno de los chocolates más dulces y sabrosos que nunca probó.
-Y cuéntame Twilight ¿de dónde eres? ¿De aquí?
-Ah, no, solo estoy aquí de paso, en realidad soy de Liberty City.
-¡Ala! ¿En serio? ¡Yo soy de Alderney, del barrio de Leftwood!
-¿Ah, sí? Vaya, qué sorpresa, yo vivo en Algonquin, en Middle Park Este.
-¡Qué bien! ¿Y qué estás haciendo aquí?
-Trabajando.
-¡Ah, pues como yo! ¡Yo estoy trabajando aquí, aprendiendo el oficio de pastelera! ¿Y tú?
-Ah, yo… estoy trabajando en un centro de documentación histórica-murmuró ella rápidamente.
-Entiendo, tú debes ser una de esas personas inteligentes, se te nota en la cara…
-Bueno, tampoco es para tanto…
-Oh, no seas tan modesta, no es malo ser inteligente… aunque normalmente ese tipo de personas tienden a ser modestas y suelen infravalorar su propia capacidad, así que sí, te pega-asintió Pinkie, guiñándola un ojo.
Twilight se quedó un tanto chocada ante esa conclusión, comentando de seguido.
-¿Cómo has sabido eso? ¿Has estudiado psicología o algo así?
-¿Eh? No, claro que no, tontita, sólo soy una simple repostera.
-Entonces ¿cómo has…?
-Un presentimiento, algo me lo decía-murmuró ella, guiñándola un ojo.
Para entonces Twilight seguía sin saber qué pensar sobre su sorpresiva visita, aunque de alguna forma la conversación con Pinkie la hizo olvidarse momentáneamente de todos sus problemas, relajándose por primera vez desde que llegó a la ciudad. Por un momento no hubo nada. No hubo deudas que pagar, ni pistolas, ni matonas que la dijeran lo que tenía que hacer, ni pobres desgraciados a los que extorsionar. Simplemente estaba ahí, con su recién descubierta nueva amiga, acompañada por un surtido de cupcakes y un chocolate caliente que sabía a gloria.
-¡Huy, qué bien que te haya conocido, tenemos que quedar un día de estos con Rainbow e ir a la playa! ¿Dónde vives?-inquirió Pinkie en un momento dado.
-Ah, aquí cerca, en el 1115 del bulevar Del Perro.
-¡Genial, estamos justo al lado! ¡Y Rainbow en primera línea de playa! ¡Te tengo que presentar a Rainbow, ella también es de Liberty City, y del distrito de Algonquin, como tú!
-¿Ah, sí? Caramba, menuda fuga de cerebros de la costa este…
-¡Bueno, en el caso de Rainbow se podría decir que su cerebro salió corriendo! ¡Ji, ji, no creo que lo pilles, es que ella corre en su coche en carreras callejeras, por eso lo digo!
-¿Carreras callejeras? Pero eso está prohibido, es ilegal…
-Oh, vamos, como si eso la importara realmente… ¡es Rainbow! ¡Una tía chula donde las haya, en ambos sentidos de la palabra! ¡Definitivamente tienes que conocerla!
-Supongo, aunque si me dices que es una chula… no sé yo si me va a caer bien…
-¡Ah, dala una oportunidad, seguro que a ella también la caes bien!
-Está bien…
Y así, de forma completamente casual, el tiempo pasó sin que ninguna de las dos se diera cuenta. Afuera en el paseo la gente iba y venía con sus compras en mano, disfrutando del día.
(Continúa en el siguiente mensaje)
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
-Lo siento, cariño, me duele casi tanto como a ti, pero entiéndelo, no voy a poder volver…
-¡Me mentiste! ¡Dijiste que volverías en siete días y ahora me dices que no vas a volver! ¿Por qué?
-¡Ya te lo he explicado, Sweetie, porque voy a necesitar más tiempo, pensaba que con una semana podría solucionarlo, pero me equivoqué!
-¡Tú siempre cumples con tus promesas! ¡Y ahora me dices que no vas a volver! ¿Y el viaje que íbamos a hacer?
-Pues… lo vamos a tener que posponer, me temo…
-¿¡Por qué?!
-Sabes porqué, cielo…
-¡Sí, y es por eso, porque lo sé!
Esa contestación pilló con la guardia baja a Rarity, la cual no supo qué contestar a continuación. Ante su inusitado silencio la niña no dijo nada más, oyéndola alejarse corriendo desde el otro lado de la línea.
-Sweetie… ¡Sweetie, espera, vuelve!
Sin embargo la niña ya no estaba allí, cogiendo Hernando el teléfono en su lugar.
-Se acaba de ir pisando fuerte… ¿quiere que la vaya a buscar?
-No, no la atosigues, tan solo… déjala estar, aunque pide luego a Lupe que vaya a hablar con ella por mi ¿vale?
-Está bien… entonces ¿se queda más tiempo?
-Sí, me temo que sí, la reunión el otro día con los armenios no me ayudó tan bien como creí que lo haría, voy a tener que tirar de otros hilos, pero no sé cómo lo voy a hacer, la verdad.
-Tal vez podamos ayudarla desde aquí, si marcamos la droga que nos llegue la será más fácil de identificar una vez que esté allí.
-Es una posibilidad, pero nos arriesgamos a que nos llegue mercancía defectuosa, si los colombianos se enteran de que estamos marcando los fardos podrían pensar que no nos fiamos de ellos, y no puedo permitir que nos vendan droga de mala calidad. No, por ahora prefiero moverme yo desde aquí, aunque voy a tener que cambiar mi estrategia. ¿Alguna novedad sobre los Sanders?
-Nada, es como si les hubiese tragado la tierra, no han vuelto a aparecer desde que usted se fue, y está todo muy tranquilo. Demasiado tranquilo.
-¿A qué te refieres, Hernando?
Por un momento su segundo al mando se quedó callado, sopesando lo que la iba a decir a su señora, hasta que finalmente habló.
-Lo que quiero decir es que todo marcha inusitadamente bien aun a pesar de su ausencia. Hasta ahora ni los cubanos, ni los haitianos ni los moteros han notado nada y todo va bien, la ciudad está tranquila.
-Vale ¿y eso no es ya bueno de por sí?-inquirió ella, extrañada.
-Sí, claro que sí, aunque igual soy solo yo… no me haga mucho caso, señora, hay veces que digo muchas tonterías.
-Ah, tonto es el que dice tonterías, y tú no eres para nada tonto, Hernando.
-Gracias, señora.
Rarity esbozó una confidente sonrisa y estuvo hablando un rato más con él hasta que finalmente cortó la llamada, dejando escapar un quejumbroso suspiro, con un gesto abatido grabado en su cara. La dolía mucho que Sweetie se enfadara así con ella, aun a pesar de que tenía sus razones para ello. Además, en parte ella también se sentía enfadada consigo misma, puesto que no había podido cumplir su promesa para con su hermana.
Aun a pesar de su reunión con los armenios para tratar de averiguar más cosas acerca de los Sanders, su acercamiento había sido del todo infructuoso y la había sido imposible averiguar nada concerniente al paradero de los mismos. Al principio los armenios parecían dispuestos a colaborar ante una posible venta, pero cuanto más mareaba la perdiz tratando de sonsacarles algo de información, menos colaborativos se mostraron, probando que no eran ni muy pacientes ni muy confiados en ese aspecto. Y aunque estuvieron a punto de salir de allí a tiros, Rarity evitó llamar demasiado la atención retirándose a tiempo, evadiendo de esta forma la posibilidad de volverse demasiado visible a ojos del resto de bandas.
Sin embargo una cosa había sacado en claro de ese intento fallido. No estaba segura de si era solo cosa de los armenios, pero si el resto de bandas eran así de desconfiadas lo iba a tener un tanto complicado, sobre todo a la hora de moverse sin llamar mucho la atención.
-Maldita sea…-masculló la señora de la droga, lanzando su móvil a la cama desde el sillón en el que se encontraba sentada.
Por un momento se quedó allí parada, sujetándose el tabique de la nariz con ambos dedos en actitud pensativa, aunque en realidad no pensaba en nada, tan solo trataba de relajarse un poco después de tanta tensión.
Sin embargo, inmediatamente después el móvil la comenzó a sonar y Rarity dejó escapar otro lánguido suspiro, dirigiéndose a cogerlo. Sin embargo se quedó un tanto extrañada en cuanto vio que le llamaba un número privado. Por un momento se quiso rehusar a cogerlo, pero finalmente descolgó y se llevó el teléfono a la oreja con un gesto prudente, murmurando de seguido.
-¿Sí?
-Rarity Belle-contestó de seguido una voz al otro lado.
-¿Quién es? ¿Cómo ha conseguido mi número?-inquirió ella, con desconfianza.
-Eso ahora mismo es lo que menos importa, aunque lo que sí importa es una sola cosa. La está cagando.
-¿Perdón?
-Sí, lo dicho, nunca había visto a nadie tan meticulosa y tan desastre al mismo tiempo, es usted el epitome de la torpeza, señorita Belle, aun a pesar de su actual posición.
-¿Qué quiere decir?
-Vamos, no se haga la tonta conmigo… señora de la droga de Vice City, líder del cártel Belle y del Mecenazgo. Se lo tiene bien montado, eso desde luego.
Para entonces Rarity estaba tan confusa que no alcanzaba a comprender del todo lo que estaba sucediendo, contestando de seguido.
-Espere un momento, vayamos por partes… ¿Quién demonios es usted, cómo sabe tanto de mí y de dónde me llama?
-Ah, esos son muchas preguntas, aunque ahora mismo no es usted la más apropiada para preguntarme todo eso, después de todo he sido yo quien la ha localizado. Supongo que tendrá ganas de saber por qué la he llamado.
-Pues sí, mire, como que sí-le espetó ella, un tanto molesta.
-Je, je, lo que me suponía. Puede que tenga varias oportunidades para usted, señorita Belle, siempre y cuando usted esté dispuesta a ayudarme con las mías. Pero bueno, este no es el mejor medio para hablar, venga a verme a mi casa en El Burro Heights, Amarillo Vista, tercera casa a la izquierda. Ah, y venga sola.
Y, tras esas breves indicaciones, el misterioso contacto la colgó, dejándola con la miel en los labios. Para entonces la confusión de Rarity era aún mayor, sin embargo no podía tomarse a la ligera una situación así. Fuera quien fuera ese misterioso hombre sabía mucho de ella, sin embargo en ningún momento había demostrado ningún tipo de actitud hostil, cosa que la chocaba aún más. Por lo que, sin ninguna otra posibilidad en esos sensibles momentos, decidió ir a hacerle una visita.
Recordaba bien la dirección que le dio, metiéndola en el GPS de su coche y dirigiéndose hacia allá a no más tardar. El Burro Heights era uno de los tantos barrios del este de Los Santos, destacaba sobre todo por ser el antiguo barrio obrero por excelencia, donde los antiguos trabajadores de la industria pesada de otros barrios aledaños como La Mesa o Cypress Flats vivían. Al contrario que los otros barrios, los cuales habían estado experimentando una incipiente gentrificación, El Burro Heights no había tenido tanta suerte y era quizás uno de los barrios más empobrecidos del este de la ciudad, con viviendas unifamiliares muy viejas y destartaladas, ahora ocupadas principalmente por inmigrantes mexicanos que sobrevivían como podían trabajando en el campo petrolífero de Murrieta, otro viejo vestigio de la industria pesada de la ciudad que a día de hoy seguía aún vigente y en pleno funcionamiento.
El Burro Heights
Amarillo Vista era una pequeña calle que bajaba perpendicular por una pendiente hacia abajo y con una pequeña curva que giraba a la izquierda en el extremo inferior que salía a la carretera principal; Rarity entró por ella y estuvo contando las casas hasta llegar a la tercera a mano izquierda, parando justo al lado. Dicha casa era una pequeña casa de una sola planta, con las paredes verdes, tejado rojo a dos aguas y dos ventanas con las cortinas echadas y barras metálicas. Destacaba también por la cantidad de señales de precaución que había alrededor de la misma, junto a las escaleras de subida había unas cuantas junto a la típica señal de cuidado con el perro.
Casa del extraño en Amarillo Vista
Rarity subió las escaleras y se acercó a la puerta, nada más hacerlo se comenzaron a oír los amenazantes ladridos de un perro, al tiempo que una cámara de seguridad junto a la puerta la enfocaba desde donde se encontraba.
-Caramba, qué prisa te has dado, no te esperaba tan pronto. Pasa-indicó la voz de antes por un altavoz cercano.
En ese momento se oyó un zumbido proveniente de la cerradura de la puerta y esta se abrió ligeramente hacia dentro; Rarity la empujó y entró en la casa con paso lento y mucha cautela, asiendo consigo su bolso donde tenía guardada su pistola vintage, por si las moscas. Un pequeño pasillo lleno de cajas de embalaje y con varias baldas al fondo, donde se podían ver varias figuritas de acción y otros objetos de coleccionismo, precedían al resto de la casa, donde una espaciosa sala se encontraba llena de pantallas, ordenadores y sistemas electrónicos, todos ellos encendidos y funcionando a pleno rendimiento. Las dos únicas ventanas se encontraba cegadas con tablones desde dentro, y la única luz provenía de varias lámparas encendidas en diferentes lugares de la estancia, además de las pantallas encendidas. Al fondo del todo había un sofá rojo y justo al lado de la puerta una cama junto a una de las ventanas, con un portátil con la tapa abierta en ella.
-Y aquí tenemos a todo un pez gordo. Bienvenida a mi humilde morada, señorita Belle.
Fue entonces cuando Rarity vio a un hombre de edad media, medio calvo y aparentemente inválido, ya que se encontraba sentado en una silla de ruedas, mirándola desde el otro lado de la sala. Sus facciones eran onduladas, evidenciando cierto sobrepeso que se disimulaba bastante bien al estar sentado. Vestía una camisa verde de cuadros y unos vaqueros azules. Una analítica mirada se escondía tras unas gafas de montura fina.
-¡Bienvenida al paraíso!-añadió justo después, acercándose a ella.
-¿Perdón?
-Oh, bueno, lo es si al menos tu idea de paraíso es que un mal rollista voyeur pueda espiarte con total impunidad, pero oye, ¿Quién soy yo para juzgar? Después de todo no voy mal desencaminado…
Hubo un breve silencio entre los dos en el cual Rarity le miró de arriba abajo, con el ceño fruncido y no muy segura de si continuar hablando con él o no. Sin embargo el hombre retomó la conversación comentando.
-Pero bueno, eso es harina de otro costal, lo importante aquí es lo que todavía no hemos hecho… y lo que se ha hecho también.
-¿A qué se refiere con eso?
-Oh, no lo sé, dígamelo usted, que ha ido por la ciudad dando tumbos cual pollo sin cabeza y dejándose ver como si tal cosa, como si tuviera un cartel colgado al cuello en el que se puede leer claramente: Mátenme, soy de todo menos discreta.
-¡Eh, oiga, no le consiento que se dirija a mí de esa forma!
-¡Oh, usted perdone, reina de las nieves, me olvidaba con quien estaba hablando! Al menos eso sería lo que la dijera si estuviéramos en Vice City, pero no, estamos en Los Santos. Esa es la ligera diferencia.
Esas palabras dieron que pensar a Rarity, aprovechando el hombre para dar la vuelta a su silla, dirigiéndose a las pantallas que había a mano derecha y tecleando en un teclado.
-¿Cómo sabe usted todo eso?
-Bueno, uno puede saber muchas cosas si sabe dónde buscarlas y cómo encontrarlas. Afortunadamente, yo soy de esa clase de personas, así que punto para mí, supongo. Pero bueno, para que conste en acta, que no se diga que no hago mi trabajo. Rarity Belle, veintiún años, hija de Magnum Belle y Pearl Belle, líder del cártel Belle afincado en Vice City y del Mecenazgo, una suerte de Comisión a la Liberty City en la que las bandas locales se reparten el mercado local. Ah, si me permite el apunte, aplaudo lo del Mecenazgo, es brillante se mire por donde se mire.
-Gracias…
-Sí, desde luego… aunque no es tan brillante lo que está tratando de hacer desde que llegó aquí. Ha estado llamando mucho la atención y, por lo que he llegado a saber, los armenios ya están avisados, y eso en sí es malo. Diríase que parece estar buscando algo… o a alguien-apuntó el hombre, mirándola de reojo.
Ante eso Rarity desvió la mirada, con gesto nervioso, a lo que el hombre murmuró.
-Ah, vaya, vaya, me parece que he acertado... ¿de quién se trata? Quizás yo la pueda ayudar.
-¿Ayudar? ¿Me quiere ayudar?-repitió ella, como si no hubiera oído bien.
-Sí, claro, después de todo ahora mismo soy su mejor y más nuevo contacto, llevo viviendo en esta ciudad de silicona desde hace más de cinco años y lo sé todo acerca de ella y de los que viven en ella. ¿Quieres saber el número de Jimmy Boston? Te lo saco en cero coma. ¿El color de los calzoncillos de Al Di Napoli cuando vivía? Oído cocina, son negros, por cierto.
-Vale, vale, sí, lo he entendido, es capaz de saberlo todo a corto plazo usando sus obvias habilidades técnicas, pero… sigo sin entenderlo ¿por qué me quiere ayudar?
Por un momento el hombre se quedó callado, sopesando una buena respuesta y mirándola de hito en hito. Finalmente habló.
-Verá señorita Belle, me considero una persona metódica y con recursos, pero aun a pesar de mi evidente capacidad no siempre obtengo lo que quiero, y eso es algo que particularmente me quema. Y mucho. Me gusta tenerlo todo controlado, llevar las riendas de la situación. Sin embargo un reciente acontecimiento ha sacudido esa concepción, y con ello mis expectativas sobre mí mismo. Lo cual es, de por sí, malo, al menos para mí. Supongo que sabrá lo del reciente asesinato de Jock Cranley.
-Ah, sí, algo he oído por la radio y en los periódicos…
-Ese tipo era un ególatra y un inútil redomado, muerto está más guapo, pero sin embargo no es eso lo que me quita el sueño, sino las circunstancias de su muerte. Hasta ahora la policía no ha podido dar con el asesino por cuestiones técnicas y, de igual forma, yo tampoco, y eso es lo que me quita el sueño. No soy capaz de dar con la identidad del asesino, aun a pesar de que normalmente en casos como estos siempre acabo dando con ella. Pero por alguna razón que se me escapa no consigo ponerle cara, he cotejado los datos de multitud de archivos, he crackeado y desencriptado archivos prometedores, he bajado a la deep web, he reunido información de fuentes oficiales y extraoficiales y aun así no hay nada. Absolutamente nada. Y eso es algo que me está trayendo por la calle de la amargura. Supongo que, a estas alturas, comprenderá qué quiero yo de usted…
-Sí…
-Yo busco y encuentro a quien quiera que usted esté buscando… y usted hace lo mismo por mí. ¿Qué me dice?
Por un momento Rarity se quedó callada, sopesando la situación. Estaba más que claro que ese hombre era una especie de contacto todopoderoso capaz de saberlo todo en cuestión de poco tiempo, y tenerlo como aliado sería de gran ayuda para la consecución de sus objetivos. Sin embargo, por otro lado, lo que la estaba pidiendo era algo mucho más grande.
-Entiendo su punto, aunque supongo que ya sabrá que, básicamente, me está pidiendo que busque una aguja en un pajar.
-En términos generales, sí, pero tampoco la voy a echar a la jungla de cemento que es esta ciudad así sin más, la pondré sobre un camino por el que empezar y a partir de ahí usted seguirá por su cuenta, aunque si necesita mi ayuda en algún momento yo se la puedo dar. Creo que no soy tan malo, como puede usted observar.
Rarity asintió con la cabeza, mirando de arriba abajo a su inusual nuevo contacto. Si se aliaba con él encontraría rápidamente a los Sanders, y aunque por su parte ella tardaría más en cuanto al buscar a ese asesino se refería, de por sí el intentarlo ya merecía la pena.
-En ese caso de acuerdo, trato hecho.
-¡Excelente! Pues podemos ponernos a trabajar, cuénteme ¿a quién está buscando?-inquirió el hombre, poniéndose ante el teclado y preparándose para investigar.
-A Seymour Sanders y todo lo relacionado con él.
-Seymour Sanders… vale, en cuanto tenga algo se lo haré saber.
-Bien… ¿y mi camino?
-Ah, sí, por supuesto, veamos. La policía encontró un casquillo de bala del calibre sesenta y cinco junto al edificio Penris y lo archivó como prueba, intente acceder a esa prueba e investigue de donde puede haber salido, las tiendas de armas de Ammu-Nation podrían ser un buen punto de partida. Ah, y utilice nombres falsos, por dios, no vaya por ahí dando su nombre real constantemente.
-Descuide.
Rarity fue a irse, pero antes de hacerlo se paró y se dirigió al hombre por última vez.
-Por cierto, no me ha dicho su nombre.
El aludido se giró en su silla, mirándola con gesto sobrio, hasta que finalmente murmuró.
-Nunca he considerado el nombre como algo primordial, pero dado que ahora somos socios, supongo que no está de más presentarse. Lester. Lester Crest.
-Encantada.
-Igualmente, me gusta su estilo.
Ante eso la chica prefirió ignorar el comentario y salió de la casa. Por su parte Lester volvió a sus pantallas, comentando por lo bajo.
-Bueno, eso ha sido un poco incómodo…
La luz del día que iluminaba Los Santos la dañó levemente, cubriéndose de ella con la mano. Al fondo la ciudad se encontraba envuelta en una densa bruma de contaminación.
-Oye Lightning ¿sabes tú algo de los Ballas?
Ese comentario hizo reaccionar a la aludida, la cual miró a Rainbow con gesto inquisitivo mientras esperaban a que les revisaran los coches en el taller Los Santos Customs de siempre para la carrera de esa tarde.
-Eh… sí, algo sé, aunque me extraña ¿por qué lo quieres saber?
-Bueno, es por simple curiosidad, el otro día vi algo en la tele, un programa que hablaba sobre las bandas…
-Ah, sí, sé cuál dices, El lado oscuro del paraíso… antes lo presentaba un tal Steve Haines, un tipo del FIB, pero ahora hay un nuevo presentador llamado Dave Norton. Un tío majo, el otro era un poco capullo.
-Sí, ese… llegaron a comentar cosillas acerca de ellos pero en sí no dijeron gran cosa, por eso te preguntaba si sabías algo…
Por un momento Lightning se quedó callada, pensando en una posible contestación.
-Bueno, me sé algo de historia, una vez llegué a conocer a un antiguo Balla que me explicó un poco.
-Ah, vale, pues cuenta, cuenta…
-Está bien. Para explicar la historia de los Ballas es necesario empezar primero con la historia de la banda rival, los Families, ya que fueron estos los primeros en surgir. Durante los años 50 y 60 se dio una fuerte radicalización en torno a la comunidad negra, sobre todo después de la segunda guerra mundial. Por aquel entonces la intolerancia estaba mucho más enraizada en la sociedad, la cual todavía seguía arraigada en sus costumbres clasistas, y esto repercutió en las comunidades de etnia negra, siendo discriminadas por la gente blanca. Por su parte los negros veían a los blancos como gente que iban en contra de sus libertades y derechos y, en un intento por proteger sus identidades y sus familias, en 1969 Stanley Williams y Raymond Washington decidieron unir sus bandas callejeras para así volverse más fuertes y poder mantener a raya a otras bandas independientes que solían atacar su barrio de cuando en cuando. Fue en ese momento cuando los Families vieron la luz. Originariamente su territorio comprendía toda la zona sur de los barrios de Chamberlain Hills, Davis y parte de Strawberry, aunque Grove Street era la calle central donde la gran mayoría de los líderes se los sets residían.
-¿Sets?-repitió Rainbow, extrañada.
-Ahora voy a eso. Pronto los Families fueron creciendo y aumentando su número de miembros, y para mantener unidos a todos pensaron en dividir a la totalidad de la banda en sets o sub bandas, para entendernos mejor. Crearon un total de cuatro sets: los Chamberlain Gangster Families, afincados en Chamberlain Hills, los Carson Avenue Families, afincados en la parte de Carson Avenue, en Strawberry, los Davis Neighborhood Families, afincados en Davis, y los Grove Street Families, afincados en Grove Street. Este set en concreto tenía cierta importancia puesto que era el set principal, sobre el que partían el resto y los mantenía unidos.
-Ya veo… aunque ¿qué tiene que ver todo esto con los Ballas?
-Ahora, ahora. Dado que los Families se volvían cada vez más y más fuertes, a mediados de 1972, y tras un ataque de los Families a Sylvester Scott y Benson Owens, unos estudiantes que vivían en Davis, se creó la banda de los Ballas para luchar contra los Families, siendo el propio Sylvester Scott el fundador de la primera banda que, más tarde, pasó a ser la de los Ballas. Al igual que con los Families, se crearon una serie de sets para coordinarse todos los miembros entre sí, habiendo un total de tres sets: los East Side Ballas, asentados en la zona este de Davis, los Original Covenant Ballas, asentados en Covenant Avenue al principio, y los South Rancho Ballas, asentados en la parte sur de Rancho.
-Espera, los Original Covenant esos, dijiste que estaban en Covenant Avenue al principio… ¿ya no están?-quiso saber Rainbow, interesada.
-Sí, ahí siguen, aunque ese set se amplió hace mucho tiempo.
-¿Ah, sí?
-Sí. Con el objetivo de dar un fuerte golpe a los Families y minarles moralmente, los Ballas decidieron atacar el que era su set principal…
-Los Grove Street Families-obvió Rainbow.
-Exacto. El ataque fue feroz y, literalmente, echaron a los Families de allí, adueñándose de esa calle, asentándose ellos allí y debilitando sistemáticamente a la banda. El set de Grove Street desapareció, y eso provocó que el resto de sets comenzaran a pelear entre sí, fragmentando así a la banda por dentro y enfrentándolos entre sí. El resultado actual es unos sets completamente divididos que se matan entre si cuando tienen la ocasión. Por su parte, los Ballas son más fuertes que nunca, con unos sets unidos y coordinados entre sí.
-Entiendo…
-Los Ballas visten de morado y los Families de verde. No te recomiendo meterte con ninguna de las dos bandas, especialmente con los Ballas, suelen ser muy violentos y territoriales.
Antes de que Rainbow pudiera decir nada más, Jimmie se asomó por la puerta comentando.
-¡Muy bien, señoritas, estamos a tope!
-¿Sí? Genial, gracias Jimmie.
-No es nada, siempre es bueno revisar antes de salir a correr. ¿Qué tal con el turbo, Rainbow?
-¡Dabuten, me pone de cero a cien en cero coma, antes de que me dé cuenta ya estoy primera!
-Ya te dije yo que lo amortizarías… suerte en la carrera ¿dónde es?
-En La Puerta.
-Bien, no está muy lejos de aquí. Lo dicho, buena suerte chicas.
-Gracias Jimmie.
Las dos se subieron a sus respectivos coches y se dirigieron para allá, en dirección hacia la parrilla de salida.
La Puerta destacaba sobre todo por ser un barrio a medio camino entre el aeropuerto y el resto de la ciudad, compuesto principalmente por almacenes, conglomerados, centros de reciclaje y poco más. Pero lo que más destacaba del barrio era sin duda alguna el estadio del banco Maze, en el cual se celebraban multitud de eventos deportivos, principalmente de baloncesto, ya que de hecho el estadio es el hogar del equipo local, Los Santos Panic. Aunque también se realizaban otros eventos como conciertos, y hasta se solía grabar de vez en cuando el programa de talentos Fama o drama.
La Puerta
La parrilla de salida para esa carrera se encontraba situada en el extremo sur de Davis Avenue, justo al lado del estadio, y el recorrido rodeaba todo el barrio aprovechando los nudos de la autopista de La Puerta que pasaba justo al lado. Rainbow se colocó en posición mientras esperaba a que dieran luz verde, mucha gente se había agolpado junto a la acera para ver el comienzo de la carrera. Sin embargo la chica llegó a ver una figura que la era familiar entre el gentío.
-Un momento ¿esa no es…?
En ese momento una de las juezas pasó justo al lado de ella, marcando el comienzo de la cuenta atrás al comienzo de la carrera. Rainbow la ignoró y posó la mirada sobre la gente, buscando esa figura para asegurarse de que había visto bien. Un pelo color violeta familiar la llamó la atención y, entonces, pudo verla.
-¿¡Scootaloo?! ¿Qué demonios hace aquí?-inquirió ella, alucinada.
En ese justo momento se dio luz verde y todos los motores de los participantes rugieron a la vez, opacando el ruido del tráfico; sin embargo un grito de ánimo consiguió alzarse sobre el resto, oyéndose entre el público.
-¡Adelante, Rainbow Dash!
La aludida esbozó entonces una confidente sonrisa y aceleró de golpe, notando como el turbo la impulsaba y consiguiendo adelantar de una sola sentada a tres participantes por delante de ella.
Dado que era un circuito corto pero con muchas curvas, algunas de ellas peligrosas, otras cerradas, y con algunos cambios de rasante, el número total de vueltas se amplió a tres para darle más chicha a la carrera. El tráfico también se convertía en otro desafío aparte del que había que estar muy atento, sobre todo en las partes donde se salía a la autopista, aunque eran muy breves, se entraba por uno de los carriles de aceleración cercanos al aeropuerto para luego volver a La Puerta por el lado sureste, rodeando el estadio por detrás y saliendo de nuevo a Davis Avenue.
Por otro lado los participantes eran de lo más variados, habiendo de todo; vio coupés como el suyo, muscles como un Phoenix o un Buccaneer y hasta deportivos de lujo como un Comet o un 9F, el cual iba en cabeza y nadie conseguía alcanzarle. Esa era la segunda vuelta y, aunque iba en buena posición, le sacaba muchos segundos de distancia.
-A ver si puedo acercarme un poco…-pensó ella, cambiando de marcha.
En la siguiente curva derrapó a la izquierda frenando levemente, consiguiendo adelantar en el proceso a uno de los muscles.
-¡Oh, sí, eso es!-exclamó Rainbow, haciendo sonar el claxon.
Acto seguido aceleró de golpe y encaró una recta en dirección hacia el carril de incorporación a la autopista; el 9F iba ya subiendo por el mismo, delante de ella otros dos deportivos le seguían a rebufo.
-¡Caramba, menuda remontada! ¿Te ayudo un poco, Dash?-inquirió en ese momento Lightning por teléfono, a través del manos libres.
-¡Sí, claro! ¿Para que tú me adelantes? ¡Vas lista!-exclamó la chica, acelerando un poco más.
-¿Te acuerdas cuando me dijiste en Liberty que estaba en tu territorio? ¡Bueno, pues ahora me toca a mí reclamar el mío!
-¡No me esperaba menos! ¡Aquí te espero!
Con esas palabras Rainbow puso el coche casi a doscientos, al tiempo que iba esquivando con gran maestría a los coches que se la ponían por delante, llegando rápidamente a la autopista y alcanzando al resto, zigzagueando para confundirles y así poder adelantarlos en cuanto tuviera la ocasión. A su alrededor la ciudad de Los Santos parecía desaparecer, y los altos edificios del centro, los cuales se podían ver desde donde estaban, se convertían en una especie de gigantes apastelados con figura amorfa.
Un poco más adelante se encontraba el carril de deceleración para volver a La Puerta, aunque en ese momento un autobús se cruzó, haciendo complicado el pasarle; el 9F en cabeza seguía disfrutando el primer puesto, mientras que los otros dos que tenía delante se vieron obligados a frenar. Sin embargo Rainbow no se achantó y, sin ni siquiera pensar, aceleró un poco más y dio un volantazo hacia la derecha, tratando de sobrepasar al autobús pasando entre el mismo y la valla de piedra que separaba la carretera del vacío. Por un momento pareció que no lograría pasar sin quedarse encajada entre el autobús y la valla, pero Rainbow aceleró todo lo posible y, a velocidad record, consiguió salvar la distancia y salir del rango del autobús, logrando alcanzar el 9F, que tuvo que frenar para poder pasar antes.
-¡Eso es, vamos, vamos!
El propietario del 9F vio aparecer repentinamente a Rainbow y trató de acelerar de nuevo para no quedarse atrás, pero en ese mismo instante Rainbow frenó de golpe; como resultado se activó el ABS integrado del coche, en el cual las ruedas frenaron dando pequeños frenazos ininterrumpidos, lo que la permitió tener control total de la tracción del coche, girando a la izquierda justo después y derrapando a la izquierda siguiendo el trayecto. Por su parte el 9F, al haber acelerado, no le dio tiempo a reaccionar y se embaló hacia el lado contrario, llegando a realizar un vistoso trompo que le sacó de la carretera, poniendo a Rainbow en cabeza.
-¡Oh, sí, genial! ¡Rainbow Dash, nene, recuerda el nombre!
A partir de ahí el resto de la carrera estuvo resuelta, la última vuelta fue quizás las más rápida de todas, llegando a la meta y quedando en primer lugar. Rainbow salió del coche y festejó la victoria subiéndose a la baca del mismo y haciendo como si tocase una guitarra invisible, al tiempo que la gente la aplaudía y la ovacionaba, especialmente una niña de pelo violeta.
-¡Eso ha sido increíble, Rainbow Dash!-exclamó Scootaloo, acercándose a ella.
Por su parte la chica bajó del coche y murmuró acercándose a ella.
-Lo sé, no creas que no, después de todo de por sí yo soy increíble…
Ante eso la niña esbozó una gran sonrisa y, de golpe y porrazo, abrazó a la chica, la cual se quedó un tanto chocada al principio, pero luego aceptó el gesto devolviéndoselo por su parte.
-Aunque hay algo que me escama ¿cómo sabías que estaría aquí?
-¡No lo sabía! Pero me enteré de que había una carrera aquí en La Puerta y, por un momento, pensé que igual te vería. Y así ha sido, aquí estás.
-Je, qué suerte que tienes…-murmuró Rainbow, revolviéndola el pelo.
El resto de participantes llegaron al cabo de unos pocos minutos, siendo Lightning la que acabó ganándose el tercer puesto. Nada más llegar bajó del coche y se dirigió a ella.
-Vaya, vaya, menuda sorpresa…
-Ya ves, ahora que dejé mi marca en la costa este vengo a hacer lo mismo en esta, me lo estás poniendo demasiado fácil, Dust…
-Porque me tengo que centrar en el triatlón Coyote, que si no… te dejaré pasar por esta, Dash.
-Lo dices como si me hubieses dejado ganar…
Lightning quiso decir algo, pero en ese momento una de las chicas que dio luz verde se acercó a ella con un sobre y exclamó.
-¡Enhorabuena, qué forma de adelantar al autobús! ¡Toma, tu premio!
-Muchas gracias.
Contó rápidamente el dinero, habiendo un total de tres mil quinientos dólares.
-Nada mal…-murmuró ella, satisfecha.
-¿Cuánto has ganado?-inquirió en ese momento Scootaloo.
-Eso no es de tu incumbencia, enana…
La aludida quiso contestar, pero en ese momento Lightning inquirió.
-¿Quién es esta niña?
-¡Soy Scootaloo, y he venido a animar a Rainbow Dash!-exclamó la misma.
-Así es, es uno de mis tantos e incipientes fans.
-Ya veo, no sabía que apuntaras al público infantil, Rainbow.
-Ah, pero tú también ¿no?
-Qué graciosilla…
-Casi tanto como tú…
Ambas chicas se sostuvieron la mirada sin decir ni hacer nada, con sendos gestos retadores, pero en ese justo momento Scootaloo se empezó a reír tontamente; Lightning fue la primera en preguntar.
-¿Y tú de qué te ríes?
-De vosotras… os compenetráis tanto que parecéis novias…
Por un momento no hubo nada, pero al segundo siguiente las dos reaccionaron de seguido, siendo Rainbow la primera en expresarse.
-¡Oye, enana!
-¿¡Pero qué dices?! ¡Mira, niña, no vaya a ser que te dé un cachete!
Ante eso Scootaloo tan solo se rió con ganas, aunque tanto Rainbow como Lightning la dejaron estar aun a pesar de todo.
-En fin, no sé qué tendrás con esta niña, Rainbow, pero espero no tener que preocuparme demasiado…
-¡Oye, no es nada de lo que piensas, malpensada!
-Lo que sea, me encantaría quedarme a charlar, pero he de seguir preparándome para el triatlón. Si veo otra carrera te aviso ¿vale?
-Bien, gracias Lightning, nos vemos.
-Hasta luego.
Con eso la chica se subió a su coche y se perdió en dirección hacia el norte. Una vez que se quedaron solas Rainbow se dirigió a Scootaloo.
-Bueno, en ese caso yo también me voy, que tengo que hacer mis cosas…
-¿Ya te vas? Jo, yo pensaba que podríamos hacer algo juntas…
-¿Algo juntas? ¿Cómo qué?
-¡Me apetece un helado! ¡Vamos a por uno!-la sugirió ella.
Por un momento Rainbow quiso negarse, pero al ver la mirada que le estaba echando la niña no tuvo más remedio que aceptar.
-Ah, está bien, vamos a por uno.
-¡Genial! ¡Hay una heladería en el muelle de Del Perro, justo en la feria!
-Vamos entonces.
Las dos se subieron al coche y se pusieron en camino hacia allá; por un momento, y antes de arrancar, Scootaloo la echó una rápida mirada que la dijo todo, a lo que la chica murmuró.
-¿West Coast Classics?
-West Coast Classics… por favor.
Ante eso Rainbow dejó escapar una risita, por lo que no se negó y sintonizó la emisora, sonando enseguida por todo el coche.
-Sí, negros, aquí está Dj Pooh para daros todo eso que vosotros queréis y necesitáis para encarar el día con alegría y dinamismo. Vamos ahora con otro clásico, esta vez de la mano de Dj Quik, el cual nos enseña una verdad universal. Y es que si no hay dólares, nada tiene sentido.
Justo después la música comenzó a sonar, al tiempo que Scootaloo seguía el ritmo con la cabeza, comenzando a rapear a la par.
Mmm
Now let's get down to business, bitches
Cause it seems like y'all just keep on tryin to diss this
Nigga that you know that's been down for years
I've clowned for years, and y'all could never fade my peers
One two three four five six seven
Nine, ten, Eiht you can't win
Cause all the way around nigga I gets respect
and youse a nigga that can't even get no props in your set
Tragniew Park you say huh
Wanna be rippin, but now it's time to do some set trippin
So listen close, cause I don't want y'all to miss
That I'm bout to break it down for this bitch, check it
Acacia, Poplar Maple Spruce Cedar Elm
Westside trees sprayin all the fleas
that's from the three and four hundred block P-Funk riders
(So niggaz watch yo' ass at that center divider)
Now Aaron Tyler, tell my why you seem so tame
When I caught you at the airport, shakin like a crap game
You looked up and you seen my niggaz comin
And you looked like your bitch ass was bout to start runnin
But all I wanted to do was kick a little conversation (yo whatup)
And see if we can fix this little situation
But would I f*ck you up was what you wondered
Yeah, that's probably why you changed your little pager number (punk ass)
But bitches like you don't grow
You can't even look me in my eye, let alone go toe to toe
And callin me skinny, youse a clown
I'ma call you Theo, cause you weigh ninety-two point three pounds
Wack ass actor, movie script killer
Fool don't you know, Quik is still the nigga
Compton psycho, boy you oughta quit
Your records don't hit, and bitches don't jock your shit
You need to stay down you Compton clown
and get off of the nuts of the niggaz with guts
Because I'm down with the Trees, I'm down with Death Row
I'm down with Black Tone, and I'm down with the fo'
So when we cross paths and I hope that's soon
I'ma boot your motherfuckin ass to the moon
You need to quit bangin under false pretense
Cause if don't make dollars, it don't make sense
El ritmo era mucho más rápido que la anterior canción y Scootaloo parecía sabérsela de memoria, cosa que dejó a Rainbow bastante impresionada, aunque esta vez no la dijo nada al respecto. Sin embargo no podía evitar seguir pensando que, aun a pesar de todo, el gangsta rap no era el género musical más apropiado para ella. Justo después el estribillo comenzó a sonar.
If it don't make dollars, it don't make sense
So don't kill game, let the pimpin commence
If it don't make dollars, it don't make sense
So don't kill game, let the people, commence
If it don't make dollars, it don't make sense
So don't kill game, let the pimpin commence
If it don't make dollars, it don't make sense
Because you gotta give it up to the crown prince
Sin embargo había algo en ese tipo de temas que, aun a pesar del tema y las letras, siempre hacía entrar al ambiente de una forma bastante especial. En el caso de esa canción el ritmo apresurado ayudaba a meterse en la dinámica musical, siendo bastante efectivo en ese aspecto.
Now I'ma swing it to the right and, right into the left hand
Take a deep breath and, cook it like a chef and
this is dedicated to the C-P-T
No better yet T-T-P, or the niggaz that look up to me
I make it my business, to be that true forever
and whenever I can come clever well that's my endeavor
so whether or not you understand, that there's only one DJ Q-U-I-K
with no C still you can't be me
Because I'm floatin in my Lex and, depositin fat checks and
gettin mad sex while I floss the NSX and
doin what I wanna, and youse a goner nigga
for thinkin that you can catch me slippin on a street corner
Remember Compton's in the house, and Quik is in the hood
Sippin yak with all my niggaz cause it's tooted good
So don't knock it til you try it, cause Eiht he tried to knock it
But he's still walkin round with my nuts in his pocket (beyotch)
So put tha P in it represent and sip that Miller
And for those of y'all concerned, this is still Eiht Killa
Let me take a load off my scrotum little pest
If it don't make dollers nigga, you know the rest
Justo después el estribillo comenzó a sonar de nuevo. Rainbow no tenía mucha idea de rap, por lo que le preguntó a Scootaloo.
-¿Siempre es así?
-¿Así como?
-Así de directo, ya sabes…
-Ah… sí, bueno, normalmente los MCs hablan a otros a través de sus temas, en este caso Dj Quik encara a MC Eiht, un antiguo rival suyo. Es normal en este tipo de canciones.
-Entiendo…
Justo después la canción continuó y Scootaloo la siguió.
Now I done sold my fuckin soul to the shit that I kick
While you groupie ass niggaz keep on ridin the dick
You oughta know that DJ Quik ain't your average everyday motherfucker
(hah) Slick like a snake cause I stuck ya
Now, I never had my dick sucked by a man befo'
But you gon be the first you little trick ass hoe
Then you can tell me just how it taste
But before I nut I shoot some piss in your face
you fuckin coward, tremblin like a nervous wreck
Cause when I caught your ass, you put yourself in check
And when you left my presence, you left expedient
You ain't no fuckin killer, youse a comedian, beyotch
Tell me why you act so scary
Givin your set a bad name wit your misspelled name
E-I-H-T, now should I continue
Yeah you left out the G cause the G ain't in you
Remember that time you was rollin on the Westside
And a little brown bucket pulled up on your side
Caught at that light in your Camry in the midst of a
REAL killer, tell me did you feel a little nervous (hell yeah)
You was in the shadow of death
With two trey-five-sevens pointed at your chest, hmm
Whatchu gon do, where was your niggaz that kill at
You ain't got no killers so kill dat
Holdin up your hands and beggin for a pass
You lucky they didn't just to get to dumpin on yo' ass
Cause this game you think is funny is some real shit
So you need to be more careful who you fuckin wit, beyotch!
Una vez más el estribillo volvió a sonar, siendo quizás la parte más pegajosa del tema en el buen sentido, ya que poseía un ritmo muy particular que se metía en la cabeza, incluso Rainbow se sorprendió a sí misma al encontrarse cabeceando al ritmo de la música, cosa que Scootaloo vio.
-¡Hey, te gusta, estás cabeceando!
-¿Qué dices? No, para nada, yo soy más de electro y lo sabes…
-Te he visto cabecear.
-Te lo habrás imaginado…
-Ya, claro…
Scootaloo quiso seguir hablando, pero el tema continuó y ella se enfocó en seguir los últimos versos, que servían para cerrar la canción con algún que otra dedicatoria o agradecimiento especial.
Shouts goes out, to my well known road dog
What's up Dozun Tru, they don't understand it baby
they can't fade us out here on these Compton streets (beyotch)
It's bigger than they can imagine
To the whole entire Death Row family
Both sides, whassup niggaz
And my nigga big Suge, known for keepin shit poppin
To my nigga Big J, my little nigga Hi-C, little straight G
And that little singin ass nigga Danny Boy
Y'all don't understand, y'all can't fade this
I'M the first nigga that was "Bangin on Wax"
Yeah if you remember, nineteen eighty-seven underground tapes
And it don't stop, and it won't stop
En cuanto acabó el tema Rainbow se dio cuenta que ya habían llegado al muelle, aparcando el coche en el parking que había justo enfrente de la entrada de la feria. Scootaloo se adelantó y entró en ella, dejando atrás a Rainbow.
-¡Eh, espera, enana, no corras tanto!-la llamó ella.
Aun a pesar de eso la alcanzó enseguida y, entre las dos, estuvieron haciendo la tarde en la feria, tomando un helado, montando en la noria, la montaña rusa e incluso en una pequeña lanzadera que allí había; Rainbow también probó su puntería en las casetas que allí había, ganando un gran peluche de un pequeño pegaso disparando a unas latas con una escopeta de aire comprimido que luego regaló a la niña.
Hasta ahora nunca había estado en el muelle, habiéndolo visto cantidad de veces desde la terraza de su habitación, siendo de lo más vistoso sobre todo por las noches, durante las cuales todas las atracciones se encendían, sobre todo la noria, la cual se iluminaba con motivos de todo tipo. Era el lugar ideal para pasar el día, y sin apenas proponérselo, se encontró disfrutándolo inmensamente en compañía de la niña, la cual se mostraba encantada en todo momento.
Muelle de Del Perro
Entrada a la feria
En cuanto comenzó a atardecer Rainbow decidió ponerle fin a su particular tarde, comentando de seguido.
-Oye enana, deberíamos volver ya a casa, deben de estar esperándote.
-Oh, sí, supongo…
El tono con que lo dijo y la carita que puso mosqueó un poco a Rainbow, al tiempo que la niña acataba su orden sin apenas rechistar. La chica se quedó algo preocupada por ella, pero igualmente regresaron al coche para volver a Davis.
El viaje fue rápido puesto que no había mucho tráfico, parando justo enfrente del orfanato; Scootaloo bajó del coche y Rainbow la imitó para coger el peluche que había guardado en el maletero. Fue entonces cuando una mujer de mediana edad y de color salió del orfanato un tanto atacada, exclamando de seguido.
-¡Oh, ahí estás, estaba a punto de llamar a la policía! ¿¡Dónde habías estado?!
-Oh, yo, pues…
-¡Te he dicho miles de veces que no puedes salir sin avisar! ¡Ya es la segunda vez que te llamo la atención, sigue así y te castigaré sin salir de tu habitación!
Antes de que pudiera decir nada más, Rainbow intervino comentando.
-No pasa nada, la niña estaba conmigo.
-¿¡Y usted quién demonios es?!
-Soy Rainbow Dash, una amiga de Scootaloo…
-¿Amiga?
-Sí, ha estado conmigo pasando la tarde en el muelle de Del Perro, yo misma la estuve vigilando en todo momento, así que no se preocupe.
-¡Aun así no puede irse así sin más! ¡Está a mi cargo, no al suyo, usted no tiene nada que ver con ella!
-Eh, cálmese, tan solo hemos estado pasando la tarde, nada más…
Antes de que la mujer pudiera decir algo más, una voz les cortó comentando.
-¿Ocurre algo, señora Whitetaker?
Rainbow giró la cabeza y vio a un grupito de Ballas acercándose a ellos; el que habló era un hombre joven de no más de treinta años, de color, de pelo moreno muy corto, ojos oscuros, mirada penetrante y porte intimidante. Vestía con una camiseta de deporte blanca del equipo de Los Santos Panic, con motivos morados entrelazados, y unos desgastados vaqueros azules.
-¡Oh, Joseph, menos mal que has venido! ¡Esta chica de aquí está acosando a una de mis niñas!-exclamó la señora Whitetaker.
Ante eso la chica saltó enseguida, exclamando.
-¡Eh, oiga, no invente, yo sólo he hecho compañía a la niña, algo que claramente no están haciendo aquí!
-¡¿Cómo?! ¡¿Insinúa que no hago mi trabajo?!
-¡Sí, echando la bronca a la niña de esa manera y amenazándola con castigarla!
Antes de que la señora Whitetaker pudiera decir nada más, el tal Joseph medió en la situación, cortándola de seguido.
-Déjemelo a mí, señora Whitetaker…
Acto seguido se dirigió a Rainbow con gesto analizador, mirándola de arriba abajo y dirigiéndose a ella.
-¿Quién eres tú, si se puede saber? ¿Es cierto lo que la señora Whitetaker dice?
-Yo nunca acosaría a una niña, llegué a conocerla hará cosa de dos días, nos encontramos hoy y fuimos a dar una vuelta y a pasar el día tomándonos un helado, eso es todo.
Joseph la miró con ojos entrecerrados y un gesto lleno de desconfianza; por un momento no dijo nada, pero luego comenzó a hablar.
-Los niños de aquí apenas tienen recursos, y en el orfanato cuidan de ellos de la mejor forma posible. Nosotros les ayudamos proporcionándoles dinero y medios para que salgan adelante, todo lo que tienen ahora es gracias a nosotros. Me parece muy bien que tú también expreses preocupación por uno de ellos, pero no puedes venir por aquí, a nuestro barrio, y ponerte e despotricar contra una institución como esta así sin más, sin apenas respeto. Porque eso es lo más importante aquí en nuestro barrio, respeto. Respeto sobre todas las cosas. Y tú no pareces respetar nada.
Rainbow quiso responder, pero supo al instante que lo único que haría sería empeorar las cosas, por lo que prefirió mantenerse callada. Por su parte Joseph esbozó una pequeña sonrisita, comentando de seguido.
-Bien, así me gusta, que respetes. Quien calla otorga ¿no? Si lo que quieres es ayudar a la niña, en ese caso puedes venir a verla, pero sin armar alboroto. Por su parte ella también tendrá que obedecer lo que le diga la señora Whitetaker, que es quien está a su cargo. ¿Lo has entendido?
-Sí…-asintió ella secamente.
-Estupendo. Está todo bien, señora Whitetaker.
-Gracias Joseph.
-No es nada, después de todo ya sabe que nosotros siempre cuidamos de los nuestros…
Tras esas palabras miró fugazmente a Rainbow antes de irse con el resto de sus acompañantes; uno de ellos hizo un signo a la chica que supo identificar al instante. Por su parte la señora Whitetaker comentó.
-Vale, pues ahora que está todo aclarado puede ya marcharse. Despídete, Scootaloo.
Rainbow aprovechó para darla el peluche, a lo que la niña respondió.
-Gracias por todo, Rainbow Dash…
-No ha sido nada, enana, me lo he pasado muy bien contigo.
Ante eso la niña sonrió tímidamente y abrazó a la chica, a lo que ella respondió devolviéndola el gesto.
-Vendré a verte un día de estos ¿vale? y pórtate bien.
-Procuraré.
Rainbow no pudo evitar reírse tontamente, revolviéndola el pelo en un gesto cariñoso. Tras la despedida la señora Whitetaker se llevó a Scootaloo al interior, desapareciendo tras las puertas.
Una vez sola la chica dejó escapar un dejado suspiro, sin poder evitar dibujar un gesto preocupado en su cara. Al otro lado de la calle vio a otro grupito de Ballas mirándola atentamente, como si fuera algo fuera de lugar. Sin decir nada más se subió al coche y se fue de allí, sin dejar de sentir cierta preocupación por Scootaloo. La noche comenzaba a echarse sobre Los Santos, con un denso manto de estrellas por corona.
(Continúa en el siguiente mensaje)
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
En el barrio de La Mesa la noche vaciaba sus calles, al menos en mayor medida; las calles principales siempre tenían una mayor actividad, pero el resto que estaban más apartadas siempre se vaciaban, con alguna que otra meretriz o trabajadora de la noche paseando por allí en busca de clientes. Eso era ideal para Fluttershy, la cual llegó al lugar de madrugada, al amparo de la oscuridad.
Volver a Los Santos era su única opción por mucho que la molestara la idea, sobre todo después de lo que había pasado. No podía dejar que nadie más la encontrara, además, si se hubiera quedado en el condado de Blaine habría puesto en peligro a Tree Hugger, cosa a la que se negaba en redondo. La costó un poco convencerla, pero para protegerla la aconsejó que se marchara del desierto durante una temporada, incluso la sugirió que volviese a San Fierro, su ciudad natal, pero la chica se negó a volver allí. En su lugar prefirió moverse a otra localización que ella conocía, más al norte del estado, y donde también podría seguir cultivando su yo interior estando en armonía con la naturaleza. Fluttershy se quedó más tranquila, regresando así a esa odiada ciudad de la cual nunca podría escapar por mucho que quisiera.
Una vez de vuelta al almacén aparcó su furgoneta justo al lado, entrando en él ignorando sus sentimientos e instalándose de nuevo en las oficinas. Sacó el móvil de su asesino y miró de nuevo el registro de llamadas, viendo cómo se repetía una y otra vez el mismo largo número. Debía de averiguar de dónde provenia ese número, y en su cabeza comenzó a considerar varias maneras de hacerlo. Por un momento su mente se desvió por otros derroteros y, acto seguido, se dirigió al sótano, en busca de algo. La llevó un buen rato, pero finalmente encontró algo, y ese algo era un antiguo rastreador de frecuencias. Regresó a las oficinas y, una vez allí, comenzó a realizar un apaño para conectar el rastreador al móvil. No estaba segura de si algo así funcionaría, pero por intentarlo no perdía nada. Tras los apaños correspondientes Fluttershy consiguió conectar el móvil al rastreador, encendiéndolo de seguido y comenzando a rastrear la frecuencia del número. Afuera en la noche, Los Santos dormía.
En casa de Lester, sin embargo, nada dormía, ni siquiera él; todos sus ordenadores y aparatos electrónicos funcionaban a pleno rendimiento, al tiempo que su dueño investigaba el paradero de Seymour Sanders, siendo un tanto más complicado de lo que él mismo hubiera llegado a pensar.
-Venga, tiene que haber algo que lo conecte con algunas de las bandas locales… debe estar registrado en algún lado, a ver si tiene ficha en el FIB.
Sus dedos corrían raudos por el teclado, al igual que sus ojos por las pantallas. En ese justo momento comenzó a oírse un insistente pitido que atrajo su atención.
-¿El inhibidor de frecuencias? Qué raro, pensaba que estaba del todo roto…
Dio la vuelta a su silla y se desplazó al otro lado, mirando a dicho aparato con gesto analizador.
-Tengo que cambiarlo, aunque…
Por un momento hizo mano de otro teclado y comenzó a teclear, mirando otra pantalla que allí había y sacando un plano de toda la zona este de Los Santos.
-Espera ¿frecuencias ahora? ¿Quién está jugando a los barcos a las tantas de la madrugada?
Acto seguido la pantalla mostró un punto situado en La Mesa, no muy lejos de allí; los ojos de Lester se entrecerraron, pensando en probabilidades.
-La Mesa… bueno, en ese caso no es tan raro, aunque aun así me extraña, ya nadie opera las veinticuatro horas seguidas.
La señal seguía emitiendo desde su ubicación en La Mesa, escamando más y más a Lester, el cual pensaba a toda velocidad.
-Tal vez solo sea algo aislado, aunque… veamos cual es su frecuencia de onda…
Consultó rápidamente las características de la misma usando su equipamiento, averiguando enseguida lo que quería saber.
-Frecuencias a baja intensidad en un ratio de 31 hertzios por minuto… eso es un rastreador fijo, aunque uno muy viejo, eso sí. ¿Quién se pone a rastrear frecuencias a estas horas? Qué raro…
Aún con la mosca tras la oreja, Lester decidió sobre la marcha rápidamente.
-Ahora no puedo ponerme con esto, estoy ocupado, pero bien puedo tenerlo vigilado aunque sólo sea desde la distancia. Vas a tener que esperar un poco, mi espectrónico amigo, tengo otros asuntos que atender.
Una vez que terminó de ajustar los parámetros para rastrear esa frecuencia y no perderla de vista, Lester regresó a su investigación. Detrás de él la pantalla seguía mostrando la señal ubicada en La Mesa.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Applejack trataba de concentrarse, pero entre el ruido ensordecedor de las armas y la balacera que la estaba asediando apenas podía por mucho que lo intentaba; con su arma en alto y cubriéndose tras una roca cercana, el tiroteo no parecía que fuera a detenerse, cosa que la ponía sumamente nerviosa. Disparó a ciegas por encima de la roca sin asomar mucho el brazo para tratar de intimidar un poco, pero apenas sirvió y continuó el asedio. La roca paraba y desviaba las balas, pero aun así ella se inquietaba.
-Agh, maldita sea… ¿cómo me he metido en esto?-pensó ella, un tanto molesta.
Todavía no se terminaba de ubicar del todo, y es que había pasado todo tan rápido que apenas tuvo tiempo de reaccionar. Como cada mañana había ido a "trabajar", Trevor se había ido con la avioneta, ella había cogido el buggy y había puesto camino hacia donde Óscar la dijera que fuera.
Esa vez sus indicaciones la llevaron hasta la granja Braddock, una pequeña y apartada granja situada a las afueras de Grapeseed, comunicada por un estrecho camino de tierra y situada en la falda este del monte Chiliad. En cuanto llegó estaba todo tranquilo, aparentemente no había nadie cerca, y estuvo esperando pacientemente a que llegara la avioneta con la mercancía. Sin embargo la avioneta nunca llegó, y en su lugar llegaron un par de todoterrenos amarillos llenos de Vagos armados hasta los dientes que comenzaron a tirotearla sin mayores contemplaciones. Por su parte, Applejack cogió la radio del coche y se cubrió tras la roca, avisando de seguido a Óscar, el cual exclamó.
Granja Braddock
-¡Oh, mierda, sal de ahí, es una emboscada!
-¡No puedo, me han acorralado y son muchos, van todos a saco!
-¡Pues ábrete paso, tienes un arma, úsala!
Sin embargo la chica se encontraba en un serio dilema, puesto que aun a pesar de que sabía disparar y había practicado la puntería con su hermano, nunca antes había disparado a nadie ya que jamás se había visto en la necesidad de hacerlo. Por lo que la idea de disparar a alguien la inquietaba bastante, aun a pesar de las circunstancias.
-Maldita sea…
Se asomó brevemente por un lado de la roca y echó un vistazo al panorama; un par de Vagos la tiroteaban desde un pequeño invernadero, mientras que otro par se cubría tras una valla de madera justo al lado de la casa que había junto al invernadero. Desde donde estaba alzó el arma y disparó en dirección hacia los del invernadero, la ráfaga de balas voló por encima de sus cabezas, haciéndoles reaccionar agachándose levemente. Applejack aprovechó ese inciso para moverse y echó a correr en dirección al granero, ya que había dejado el dune buggy justo detrás, cubriéndose tras un palé de tablas de madera. Más balas silbaron en el aire, y una de ellas la llegó a rozar la pierna derecha, haciéndola caer al suelo.
-¡Agh, mierda!-musitó la chica, conteniendo un grito de dolor.
Se arrastró por el suelo, llegando a disparar a ciegas por encima de las tablas, pero no hizo absolutamente nada por detener la trifulca. Applejack se reincorporó de nuevo y vio que otro todoterreno amarillo con más Vagos aparecía en la lejanía por el camino de tierra, dirigiéndose hacia la granja. Hizo mano entonces de la radio y musitó.
-¡Maldita sea, Óscar, vienen más, me van a matar, ayúdame!
Antes de que el aludido contestara la voz de Trevor se entrecruzó, comentando de seguido.
-¡Muy bien, he terminado por aquí, me vuelvo al aeródromo!
-¡Philips, ayúdame, por dios, me van a matar!-exclamó Applejack.
-¿Qué? ¿Por qué, qué pasa?
-¡Los Vagos la han tendido una emboscada en la granja Braddock, otro encargo falso!-explicó Óscar rápidamente.
-¡Vaya por dios! ¡Bueno, no puedo dejar totalmente desatendido a uno de mis socios! ¡Aguanta ahí, Apple, voy para allá!
-¡Date prisa!
Tras eso el tiempo comenzó a pasar mucho más lento, como si lo hiciera a propósito; el tiroteo se intensificaba aún más, los Vagos se agruparon en un solo punto y aunque sólo era una rozadura, la pierna la dolía horrores. Por un momento su mente comenzó a meterse con ella, mostrándola lo que pasaría si consiguieran matarla ahí y ahora; su familia llorando su muerte, consternada, rota de dolor y totalmente desesperada, aunque la visión de su hermana pequeña Apple Bloom más depresiva que nunca fue lo que la hizo reaccionar.
Por un momento no hubo nada, el dolor desapareció y el deseo de sobrevivir se apoderó de ella, dándola de golpe fuerzas renovadas. Alzó el arma en cuanto tuvo la ocasión y disparó al tiempo que chillaba con furia, sin apenas pensar ni apuntar. Dos Vagos cayeron de espaldas en cuanto la ráfaga les golpeó en el pecho, retorciéndose en el suelo de dolor. Palabras apagadas reverberaban en su mente al tiempo que comenzaba a correr hacia otra dirección, buscando una nueva cobertura. Un árbol lo suficientemente grueso la cubrió a tiempo, aunque en cuanto quiso volver a disparar el sonido del cargador vacío la hizo volver a la realidad, agazapándose tras el tronco mientras trataba de recargar el arma con manos temblorosas y tratando de ignorar lo que acababa de hacer.
Aunque en ese preciso instante comenzó a oírse el ruido de una avioneta volando bajo acercándose desde la lejanía; la radio se encendió y se oyó a Trevor exclamar.
-¡Ya estoy aquí, te veo, Apple! ¡Y tienes a todos congregados! ¡Bien, bien, ahora aléjate, aquí van a haber muchos fuegos artificiales!
Applejack alzó la vista y vio la cuban 800 roja y blanca de Trevor aproximándose; por un momento los Vagos dejaron de disparar, lo que Applejack aprovechó para correr en dirección contraria, escondiéndose en una cuenca cercana formada por la erosión de torrentes cuando llueve. Inmediatamente después oyó una súbita explosión un poco más adelante, al tiempo que la avioneta remontaba el vuelo y Trevor exclamaba por radio.
-¡Eso es, así me gusta más! ¡Has tenido suerte, Apple, aún me quedaba una bomba en el compartimento de carga! ¿Estás bien?
-Sí, estoy entera…
-¡Maravilloso! ¡Te espero en el aeródromo!
La avioneta maniobró y se dirigió hacia el sur, al tiempo que Applejack salía de su escondite; un poco más adelante los restos de una explosión habían ennegrecido el suelo, y de los Vagos apenas quedaba poca cosa. La chica se dirigió al dune buggy y se fue de allí rápidamente, dejando el lugar desierto.
El regreso al aeródromo fue mucho más rápido, el dolor de la pierna la hacía acelerar, por lo que llegó enseguida atravesando los campos por los caminos de tierra, evitando así las carreteras; más de una vez el propio Óscar se lo había aconsejado, ya que el ir por las carreteras podría atraer la atención de la policía al ser un vehículo usado para el tráfico de armas.
Entró en el aeródromo por el acceso trasero y aparcó el coche junto al hangar, donde Trevor y Óscar la esperaban.
-¡Ah, aquí está, la heroína invicta, vivita y coleando!-exclamó Trevor.
-Bueno, tampoco te pases, Philips…-masculló ella, cojeando un poco.
-¿Qué pasa, te han dado?-inquirió él, intrigado.
-No, tan solo es un rasguño, pero duele horrores…
-Ah, entonces estás bien. Aunque me temo que hoy no hay pago, lo cual me apena horrores, lo importante aquí es que todos estamos vivos para contarlo. Es parte de la experiencia ¿notas como te haces un poquito más fuerte? Esa es la clave de la supervivencia, recuérdalo siempre, Apple.
-Lo que tú digas, Philips…
-¡Claro que sí! Espero que para mañana la cosa mejore, Óscar…
-Lo intentaré, aunque a veces es difícil estar cien por cien seguro de la veracidad de los encargos.
-Bien, bien, pero sobrevivimos, eso es lo importante. ¡Muy bien, tropa, desplegaos hasta perderos en la distancia!
A su señal los tres se desperdigaron, Applejack se dirigió a su coche y se dirigió de vuelta a su hogar, aún con la pierna palpitando de dolor.
Nada más llegar aparcó en el granero pequeño enfrente de la entrada y, asegurándose de que no había moros en la costa, salió del coche cojeando y dirigiéndose hacia la casa, entrando en ella precipitadamente. Subir las escaleras se hizo un tanto duro, pero finalmente llegó a su habitación, metiéndose directamente en su baño y cerrando la puerta por dentro. Acto seguido se sentó en la taza del váter extendiendo la pierna y observando la herida. La bala había pasado rozando el muslo, trazando un leve pero visible surco en el pantalón y su piel. Se quitó los vaqueros y se trató la herida, la cual era superficial, pero dolía igualmente debido al desgarramiento de la piel. La limpió con un paño mojado, quitándola la sangre coagulada, y luego la desinfectó aplicándose povidona con una gasa, vendándola un poco después.
En cuanto terminó oyó la voz de su hermano mayor llamándola desde el piso de abajo.
-¿Applejack? ¿Estás aquí?
-Ah… ¡sí, sí, ahora bajo!-exclamó ella.
Se puso decente antes de bajar, pensando en los más recientes acontecimientos; aun a pesar del riesgo seguía viva, casi de milagro, y aunque podría haber sido mucho peor, tan solo se había quedado en un mero susto. Por un lado la tranquilizaba, pero eso no quitaba que el riesgo siguiera ahí. Sin embargo sabía que debía seguir, ya que necesitaba el dinero para poder ayudar a su familia. Por lo que, apechugando con las consecuencias, y tratando de no revelar que cojeaba un poco, fue a la planta baja para encontrarse con su hermano. Afuera, el día comenzaba a nublarse por el sur.
-Bienvenida a la comisaría de Mission Row ¿qué se la ofrece?
-Buenos días, soy la fiscal del distrito Sparkler Glory, he venido por petición de la oficina para analizar la única prueba existente del asesinato de Jock Cranley.
-¿Otra vez? Ya se hizo hará cosa de una semana, se cerró el acta.
-Lo sabemos, pero la fiscalía ha ordenado una revisión del caso y ha sugerido una segunda investigación más a fondo, el ayuntamiento nos ha estado presionando, ya sabe que el suceso ha trascendido bastante.
-Sí, desde luego… está bien, si me permite su documentación, señorita Glory…
Tan solo se requirió de un par de minutos para su identificación, aunque para ella era más que suficiente; entregó su tarjeta de identificación, la cual luego cotejaron en la base de datos mediante el uso del lector, mostrando un resultado positivo en la pantalla.
-Perfecto, está todo en orden, puede pasar, señorita Glory.
-Muchas gracias.
Rarity recogió su tarjeta y se la guardó en el bolso, el cual tuvo que dejar en un casillero de seguridad. Una vez dentro se llevó disimuladamente una mano al oído, haciéndolo pasar por un gesto para arreglarse el pelo, al tiempo que susurraba.
-Estoy dentro.
-Bien, estupendo, al final me han sobrado unos cuantos segundos, pero he conseguido hackear a tiempo el lector para que diera positivo. Vale, el depósito se encuentra en la planta -2, tercera puerta a la derecha, ahora que la han identificado no tendrá problemas para acceder a la cámara donde custodian las pruebas.
-De acuerdo.
Aunque en un principio vio muy arriesgada esa infiltración, al final no había sido tan complicado; dado que la única prueba a la que podían acceder estaba confinada en el depósito de la comisaría del centro, Rarity trazó un plan para acceder a ella, siendo ayudada por Lester en el proceso. Hacerse pasar por fiscal era relativamente sencillo, tan solo había que vestir adecuadamente y actuar con profesionalidad, algo que Rarity sabía hacer particularmente bien. Nada que un vestido típico de funcionaria con blusa blanca, chaqueta negra, falda a juego ajustada hasta las rodillas y gafas de ejecutiva pudiera hacer, y todo ello salido de su propio armario.
Comisaría de Mission Row
Por otro lado el burlar la seguridad con una identificación falsa era un poco más complicado, aunque para Lester fue de lo más sencillo; conseguir una tarjeta magnética fue mucho más fácil de lo que la propia Rarity supuso, aunque la parte difícil estaba en engañar al sistema de seguridad para que le diera el visto bueno y de esta forma poder entrar. Una opción era hackear el sistema para introducir en él los datos falsos, y otra un poco más sencilla era trastear en sólo una parte del mismo para que la lectura saliera positiva, ignorando el resto del sistema. Lester se explayó a gusto en cuanto a detalles se refería.
-Hay dos formas de hacer esto: a lo loco o bien con cautela. Lo malo de hacerlo a lo loco es que te expones más, pero el ir con cautela te da más margen de maniobra, y en un caso como este ir a lo loco no es quizás la mejor opción. No es lo mismo entrar en un sistema complejo y controlarlo desde fuera que entrar en sólo una parte y controlarlo desde dentro, de hecho se llama menos la atención de esa forma, por lo que en un caso como este aproximarse con cautela es la mejor opción. Dado que no es un golpe como tal y es más pequeño, no es nada que yo no pueda manejar, me meteré en una parte del sistema y lo sabotearé desde dentro, no me tomará mucho tiempo.
La habilidad de Lester no tenía parangón, Rarity nunca había conocido a nadie con tantos recursos, y hasta ella podía ver lo poderoso que era, y lo ventajoso que también era tenerle como aliado. Con él a su lado tendría localizado a los Sanders antes de que se diera cuenta.
-Por cierto ¿qué tal lleva la búsqueda, ha encontrado algo?-inquirió ella en voz baja, mientras bajaba por las escaleras.
-Ah, sí, de hecho era algo que quería comentarla. No sé en qué términos estará ese hombre con usted ni lo que le habrá hecho, pero se me está complicando mucho el localizarle, pensaba que sería algo sencillo, pero lo cierto es que se me está resistiendo.
-¿En serio?
-Sí, anoche estuve registrando un montón de sitios y consultando un buen número de bases de datos, y por ahora no he encontrado nada. Es raro, teniendo en cuenta que se trata de mí…
-Ya veo…
-Pero bueno, yo no soy de los que se achantan, seguiré buscando, en cuanto tenga algo la aviso. Vale, ya debería haber llegado…
-Sí, ya estoy aquí.
-Muy bien, tercera puerta a la derecha, hay cámaras en el pasillo y en una esquina de la habitación, pero no se preocupe, para esa cámara será usted la mujer invisible. La prueba está archivada en el cajón 27, quinta fila contando desde abajo.
Al fondo del todo había un guardia vigilando el lugar, ella lo ignoró y se metió en la sala correspondiente, donde había una serie de ficheros verdes compuestos por pequeños y múltipes cajones donde se guardaban las pruebas de diferentes casos. En medio de la estancia había una mesa de trabajo con una lámpra retráctil incorporada. Desde donde estaba pudo ver de reojo la cámara de vigilancia que Lester la comentó, pero no se preocupó por ella. Se dirigió directamente al cajón 27 y lo abrió con una llave que la facilitaron arriba al pasar, sacando del mismo una bolsita hermética donde se encontraba metido el casquillo de bala.
Aunque había tenido que dejar el bolso arriba, ella había venido preparada, por lo que se sentó en la mesa con porte tranquilo, al tiempo que hacía mano disimuladamente de un casquillo muy similar guardado en su zapato para cambiarlo por el real.
-Vale, antes de dar el cambiazo compruebe de que se trata del casquillo bueno.
-Tiene que serlo, después de todo está aquí guardado.
-Sí, pero también pueden haber tomado precauciones, después de todo es la única prueba de un caso muy importante. Eche un vistazo al número de serie grabado en la parte trasera, tiene que acabar en 7563.
Usando un par de guantes y asiendo la lámpara retráctil, la cual tenía una lupa adosada junto a la bombilla, observó el número de serie grabado en la parte trasera, el cual acababa en el número que Lester indicó.
-Sí, es la auténtica.
-Bien, en ese caso realice el cambio.
Rápidamente metió el casquillo que trajo consigo en la bolsa, cerrándola de seguido, y guardándose el real en su zapato, acomodándolo bien para que no la molestara.
-Hecho.
-Estupendo, salga de allí, no voy a poder congelar la imagen por mucho más tiempo.
Rarity se puso en pie y salió de allí con porte calmado y paso tranquilo para no llamar demasiado la atención. En cuanto regresó a la planta baja recogió sus cosas de la taquilla, devolvió la llave del cajón y salió de la comisaría tranquilamente.
-Vale, ya estoy fuera.
-Genial, pues ya tiene el casquillo, llévelo al Ammu-Nation que hay en Pillbox Hill, conozco al tipo que lo lleva el cual nos podrá hacer un favor.
-Muy bien, voy para allá… ¡taxi!-exclamó ella, llamando a uno cercano.
Como no quería llamar la atención, ese día prefirió dejar el coche en el garaje en el hotel, moviéndose por la ciudad de forma más desapercibida. Por encima de sus cabezas el día se comenzaba a nublar.
-¡Harás lo que yo te diga!
-¡Huye, corre, sal de aquí!
-¡Vuelve aquí ahora mismo!
-¡No mires atrás, corre, corre!
-¡Alto!
-¡No la tocarás! ¡Corre, Fluttershy!
El sonido de una detonación reverberó en su mente y la aludida despertó, dejando escapar un grito de puro terror; acto seguido se reincorporó y, asiéndose de las piernas, lloró en silencio, desahogándose y soltando todo lo que sentía. Volver a Los Santos después de tanto tiempo había despertado en ella sentimientos y recuerdos que enterró hace mucho tiempo, los cuales ahora comenzaban a resurgir, atormentándola al mismo tiempo. Apenas había descansado, despertándose cada dos por tres a lo largo de toda la noche, aunque esa vez se había despertado del todo, por lo que desechó la idea de volverse a dormir y se levantó en cuanto consiguió calmarse un poco.
Ese almacén en La Mesa era el único sitio en el que se podía quedar en todo Los Santos, estaba bastante resguardado por lo que era el sitio ideal para esconderse, pero al mismo tiempo el simple hecho de estar ahí la traía de vuelta todos esos dolorosos recuerdos que prefería olvidar. Hizo un esfuerzo para ignorarlos y, tras recoger sus cosas, entre ellas el móvil de su asesino conectado al rastreador, salió del almacén.
El plan era rastrear la frecuencia del número recorriendo toda la ciudad en su furgoneta, aunque antes fue a desayunar a un restaurante cercano que había a la vuelta de la esquina y que Fluttershy conocía bien.
Casey's Diner había estado ahí desde que Fluttershy tenía uso de razón, y era el restaurante predilecto de la gran mayoría de asalariados que trabajaban en esa parte de La Mesa. Su dueña, la señora Casey Williams, había vivido allí desde siempre y conocía a todos o casi todos los pocos vecinos que habitaban en el barrio. Se encontraba situado en Popular Street, haciendo esquina con el extremo superior de Supply Street, por lo que en menos de diez minutos se plantó allí.
Casey's Diner
Nada más entrar el olorcillo característico del café recién hecho acompañado de panqueques y sirope la dio la bienvenida, aspirando con fuerza y dejándose llevar por los recurdos, esta vez unos más tranquilos y alegres. El interior del restaurante era muy similar al de los típicos diners de carretera, con una serie de mesas dispuestas a lo largo de toda la estancia, rodeadas de sofás y con suelo enmarmolado. No había mucha gente a esa hora de la mañana, y tras la barra una cara familiar se la quedó mirando con gesto atónito, como si no hubiera visto bien.
-Oh, cielo santo ¿estoy viendo bien? Fluttershy, querida, ¿eres tú de verdad?-inquirió una mujer entrada en años, menuda, de facciones redondas y de pelo castaño rizado.
-Hola, señora Casey…-murmuró ella, a media voz, y con gesto feliz.
-¡Oh, de veras eres tú, cuánto tiempo, querida, ven a mis brazos!
La señora Casey salió de detrás de la barra y le dio un gran abrazo a la chica, la cual se dejó hacer con mucho cariño. Para Fluttershy la señora Casey siempre había sido como una segunda madre; alegre, cariñosa y con una atención y dedicación propias de una madre, siempre había sido un gran apoyo para la chica en los momentos más difíciles.
-¡Oh, en serio, cuánto tiempo, pensaba que nunca más volvería a verte! ¿Cuánto ha pasado ya, exactamente? ¿Diez años?
-Eh… sí, por ahí, más o menos…
-Madre mía, se me han hecho eternos. Pero mírate, estás hecha toda una mujercita, aunque un poco flacucha ¿acaso no comes bien, querida?-inquirió ella,
-Bueno, ya sabe que yo nunca he sido de comer mucho…
-Pues muy mal, ya sabes que debes comer bien, cielo. Déjame que te haga un buen desayuno, de esos que te levantan por completo.
-Ah, recuerde que yo no como carne…
-Descuida, cariño, que no me olvido-asintió ella, guiñándola un ojo.
Fluttershy no pudo evitar sonreír, sintiéndose un poco mejor; se sentó junto a la barra mientras esperaba, pensando en sus propias cosas mientras hacía planes en su cabeza. La esperaba un día largo puesto que Los Santos era muy grande, y probablemente precisaría de un día entero si lo que quería era peinar la ciudad por completo, por lo que iba a necesitar mucha paciencia y tener los ojos muy abiertos. El móvil conectado al rastreador permanecía en su bolsa, aún apagado para ahorrar batería.
-Y cuéntame, cielo, ¿dónde has estado durante todo este tiempo?-inquirió la señora Casey en un momento dado, desde la cocina.
-Oh, bueno, me establecí en el condado de Blaine…
-Ah, entonces no te fuiste muy lejos… ¿y qué tal todo por allí?
-Bien, muy bien, bastante tranquila, ya sabe que nunca me gustó demasiado el ajetreo de la ciudad…
-Sí, aunque ¿qué te trae por aquí entonces?
Por un momento Fluttershy dudó, no muy segura de qué contestar al respecto. Lo último que quería era poner en peligro a la señora Casey, por lo que prefirió ir a lo seguro.
-Bueno, tengo unos asuntos pendientes que requieren de mi atención…
-Entiendo…
La señora Casey no dijo nada más, cosa que la chica agradeció ampliamente.
Al cabo de unos pocos minutos de espera en los que la chica se entretuvo leyendo el periódico local, Los Santos Meteor, la señora Casey regresó con el desayuno, el cual consistía en un gran plato lleno de lo que ella mejor sabía hacer: dos huevos a la plancha, panqueques con sirope de maíz y nata, tostadas y fruta, todo ello acompañado de un zumo de naranja y una buena taza de café. Aunque hacía tiempo que Fluttershy no desayunaba tanto, tampoco pretendía hacerle un feo a la señora Casey, por lo que hizo un esfuerzo y se lo comió todo tranquilamente, mientras iban hablando de todo un poco.
-¿Y qué tal todo por aquí, señora Casey?
-Oh, pues como siempre, cielo, mismas caras, mismos días, misma rutina, mismo todo. Pero bueno, al menos me da para vivir, y a estas alturas tampoco voy a estar quejándome.
-Bueno, después de todo este sitio no sería lo mismo sin usted…
-Oh, querida, me halagas, tampoco es para tanto…
-No, en serio, no me imagino el barrio sin este restaurante… y estoy segura de que la gente de por aquí tampoco.
-¿Eso crees? Vamos a ver… ¡hey, Daryl!-exclamó entonces la señora Casey, dirigiéndose al otro lado de la barra, donde un hombre de mediana edad también se encontraba desayunando.
El tal Daryl se volvió hacia ella, mirándola con gesto inquisitivo, a lo que ella comentó.
-¿Verías el barrio sin mí y sin mi diner?
A eso Daryl tan solo se encogió de hombros, al tiempo que decía.
-Meh, tendría que caminar un poco más para ir al siguiente, este es el que más cerca me queda.
Su contestación indignó a Fluttershy, sin embargo la señora Casey apenas se inmutó, incluso llegó a esbozar una indulgente sonrisita, como si se esperara una respuesta así.
-¿Lo ves, querida? En realidad nada cambiaría, pero bueno, aun así sigo aquí. Sí, sigo aquí…
Esa última declaración dejó un poco chocada a Fluttershy, la cual se quedó muy pensativa. Era en momentos como esos cuando más recordaba por qué no le gustaba esa ciudad ni la gente que vivía en ella. La falsedad y condescendencia que caracterizaba a los santinos era algo que ponía enferma a la chica, ya que chocaba mucho con su forma de ser, más simple y sincera. Aunque lo que más la molestaba era el poco cariño y respeto que ese hombre había demostrado tener hacia la señora Casey, que era como la madre que nunca tuvo para ella. Apretó un puño con fuerza, frunciendo el ceño y arrugando los labios, notando cómo la rabia comenzaba a apoderarse de ella y cada vez con más ganas de responder a ese hombre.
Sin embargo en ese momento notó como una mano se posaba en su puño, aflojándose enseguida. Fluttershy levantó la mirada y vio a la señora Casey mirándola como sólo una madre haría, esbozando una sincera sonrisa. La chica no pudo evitar emocionarse, con lágrimas en los ojos, pero la señora Casey negó con la cabeza, al tiempo que posaba una mano en su mejilla, con gesto cariñoso. La chica se recreó en ese momento, dejándose llevar y tranquilizándose enseguida.
El resto del desayuno fue más tranquilo, en cuanto terminó fue a pagar, pero la señora Casey se lo impidió.
-No te preocupes, cielo, esta vez invita la casa.
-Pero…
-Oh, vamos, después de todo hacía tiempo que no nos veíamos. ¿Vendrás a cenar?
-Oh… sí, claro…
-Vale, en ese caso nos vemos esta tarde.
Se despidió de ella con el estómago lleno y volvió un momento al almacén para ir a recoger la furgoneta, la cual se encontraba aparcada en un callejón justo al lado de la puerta; nada más subir a ella arrancó el motor, el cual renqueó un poco al principio, y una vez que estuvo lista encendió el móvil para comenzar a rastrear la señal. Como la otra noche por allí no daba señal de ningún tipo, por lo que tendría que ponerse en marcha; pensó en descartar el este de Los Santos, pero dado que tenía intención de peinar toda la ciudad desechó la idea y decidió empezar por los barrios aledaños. Miró una vez más el número antes de salir a la carretera, el cual destacaba por ser más largo de lo normal. Normalmente los primeros dígitos solían pertenecer a centralitas y centros de desvío de llamadas, por lo que tuvo en cuenta tan solo los ocho últimos números, los cuales acababan en 8534-9811. Con eso en mente aceleró y se puso en camino, saliendo a Popular Street y comenzando la búsqueda.
-No me puedo creer que tampoco haya nada aquí… debe de haber algo que se me escapa.
Era en momentos como esos cuando Lester se molestaba, y mucho. No conseguir la información que buscaba en el momento preciso le ponía particularmente nervioso, ya que le daba la sensación de desinformación. De cierta forma se había acostumbrado a saberlo todo gracias a sus habilidades, que le permitían acceder a cualquier sitio y enterase de casi cualquier cosa, pero cuando eso no sucedía, la mente de Lester se alteraba y apenas le dejaba concentrarse.
Hasta ahora la búsqueda de alguna pista que le llevase hasta Seymour Sanders no había dado resultado, y el detalle en sí, aparte de molestarle, le llamaba la atención de cierta forma. Normalmente cualquier criminal corriente norteamericano estaba fichado de alguna u otra forma, ya fuera por la policía local, estatal, o bien el FIB, la IAA o incluso por la Globalpol, en el remoto caso de que hubiera llegado tan lejos. Sin embargo ningún Seymour Sanders estaba fichado en ninguna de esas instituciones, ni siquiera sabían nada de él en un foro de criminales localizado en lo más profundo de la deep web y en el cual Lester solía entrar en ocasiones, sobre todo cuando buscaba a alguien en concreto, como era ese el caso.
-Agh, maldita sea…-masculló el hombre, recolocándose en su silla y dejando escapar un leve quejido doloroso.
Desde hacía años padecía de caquexia, una enfermedad degenerativa la cual le limitaba mucho la movilidad en la gran mayoría de los casos, necesitando de su silla de ruedas para moverse, aunque con periodos de movilidad crónicos en los que precisaba de un bastón para andar a un paso lento y moderado. Al menos no se le había mezclado con anorexia, ya que hubiera sido incluso peor, aunque el comer nunca había sido un problema para él.
Lester se estiró, tratando de encontrar una posición cómoda, pero en ese justo momento un insistente pitido que ya le era familiar comenzó a sonar al otro lado de la estancia.
-Vaya, vaya, ¿otra vez a las andadas? Veamos que andas haciendo, mi escurridizo amigo…
Se puso frente a los teclados y comenzó a observar sus movimientos. Al principio se movía lentamente, dando vueltas por todo el barrio de La Mesa, pero luego comenzó a coger más ritmo. Una vez que terminó en La Mesa se dirigió a Cypress Flats, recorriéndolo de arriba abajo, y acto seguido subó por todo El Burro Heights, recorriendo todo el campo petrolífero de Murrieta y pasando cerca de su casa. Siguió subiendo todo recto pasando por Murrieta Heights, para luego dirigirse hacia Mirror Park, pasando por Vinewood Este, y regresando hacia el sur a través de la autopista Elysian Fields, cogiendo una salida que la llevó directamente al puerto de la ciudad, concretamente a los muelles de carga de Elysian Island.
Para entonces Lester ya estaba lo suficientemente confuso, comenzando a hacer conjeturas en su mente.
-Que comportamiento tan errático, está dando vueltas sin ningún propósito aparente, no parece seguir ningún patrón específico. A no ser que esté buscando algo, eso explicaría por qué no sigue ninguna ruta predefinida.
Aunque aparentemente no parecía ser nada importante, Lester prefirió ir sobre seguro y siguió monitorizando de cerca esa extraña señal que parecía moverse por toda la ciudad. Mientras tanto, continuó con la búsqueda de Seymour Sanders.
-Mmmh… no parece manufacturado… lo cual es raro puesto que al menos el sesenta por ciento de la munición que se vende en este país suele ser de fabricación extranjera.
-Entonces ¿no podría rastrear el arma que lo disparó?
-Hombre, por poder, se puede, pero sería muy complicado, tenga en cuenta que en todo el estado se vende al menos una media de quinientas armas al mes, junto con sus correspondientes municiones, y existen más de mil clientes listados en nuestra base de datos, al menos aquí en San Andreas.
-Entiendo…
Y no era para menos, ya que Ammu-Nation era una de las franquicias de tiendas de armas más grandes de todo el país. Todo americano amante de las armas la conocía, o bien había comprado allí al menos una vez. Fundada en 1963, Ammu-Nation siempre ha estado ahí, asegurando y protegiendo los derechos de los americanos que desean protegerse a si mismos y a sus familias.
Ammu-Nation del centro
-Entiendo que sea complicado, pero teniendo en cuenta lo que me ha dicho, en tal caso no es imposible.
-No necesariamente, aunque tendría que tener mucho tiempo y mucha paciencia si lo que quiere es obtener resultados. Puedo usar el número de serie para acotar la búsqueda, pero aun así necesitaría tiempo. Aunque me extraña de por si, esto es algo que Lester sabe y de sobra, si lo que quería era que se lo mirara, con pedírmelo hubiera bastado…
Ese comentario dio que pensar a Rarity, la cual se quedó callada rumiando la situación. Dado que esto era algo que a Lester le parecía urgir lo más rápido sería que, aun a pesar de la muy posible larga espera, el contacto se pusiera a trabajar de inmediato mientras que ellos probaban por otras vías. Después de todo, el propio Lester la llegó admitir que no sería fácil.
-Bueno, no soy yo quien tiene la última palabra, y tampoco quiero hablar por Lester, pero aun así le voy a pedir que lo intente.
-Está bien, si eso es lo que Lester quiere…
Rarity le confió el casquillo para que lo guardara y usara para rastrear el arma y, tras eso, salió de la tienda y comenzó a andar hacia el norte, pensando en sus propias cosas.
A su alrededor los edificios del centro parecían rodearla y observarla, al tiempo que el ruido de la calle componía una caótica sinfonía que hacía cantar a la ciudad, la cual parecía estar extrañamente animada. La gente andaba apresuradamente por las calles, ejecutivos de cuello almidonado hablaban por sus teléfonos, consultaban sus tablets y expresaban sus inseguridades con continuos braceos que trataban de contrarrestar con maletines de cuero o cualquier otra cosa con la que mantener sus manos ocupadas.
Hasta el momento Rarity se había hecho fácilmente al ritmo de la ciudad, aunque de cierta forma echaba en falta al ambiente costero de Vice City; en comparación con su ciudad de residencia, Los Santos era mucho más grande y bulliciosa. Por su parte Vice City era mucho más tranquila, y Rarity llegaba a echar en falta parte de esa tranquilidad. Aunque lo que más echaba en falta era a su hermanita, la cual apenas la había vuelto a hablar desde la decepción de la última vez al saber que no volvería en el periodo de tiempo prometido. La chica dejó escapar un sentido suspiro, aunque a nadie pareció importarle.
En ese justo momento su móvil comenzó a sonar, sacándola de sus pensamientos; en cuanto vio que se trataba de Lester lo respondió enseguida para informarle de los últimos acontecimientos.
-Tengo algo.
-Ah, sí, vale, la llamaba por otra cosa, pero cuénteme, cuénteme.
-He hablado con su contacto en el Ammu-Nation del centro y me ha dicho que puede rastrear el número de serie, pero que le llevaría tiempo.
-Sí, bueno, en parte era de esperar…
-Dado que es una pista de por sí he considerado que no perdemos nada intentándolo, así que le he dicho que lo haga igualmente.
-Sí, sabia elección, aunque tarde podremos obtener algo a lo que atenernos. Pero bueno, dejando aparte eso, me gustaría pedirla algo.
-¿De qué se trata?
-Verá, desde ayer por la noche llegué a detectar una extraña señal proveniente de un rastreador que me tiene un poco inquieto. Aparentemente no parece ser nada serio, aunque por otro lado me inquieta ya que no se comporta de manera esperable.
-¿Esperable? ¿Y eso por qué? Es sólo una señal, seguro que hay muchas otras señales emitiéndose todo el día en toda la ciudad…
-Sí, en parte lleva razón, pero la mayoría de señales que se emiten en esta ciudad suelen ser provenientes de radios, televisiones, canales privados de policía, tráfico, organismos públicos y demás servicios especiales. Normalmente este tipo de señales se emiten a cierta frecuencia de alta intensidad no superior a los treinta hertzios por minuto y en un rango amplio aproximado, pero en este caso, esta frecuencia es de baja intensidad pero que supera la media de hertzios por minuto y que además opera a un rango menor. Esas suelen frecuencias propias de un rastreador, uno muy viejo, pero aparentemente todavía operable. El hecho de que alguien quiera ponerse a husmear a baja frecuencia con un equipo tan viejo, sobre todo teniendo en cuenta que hoy en día existen mejores equipos para ello, me inquieta de por sí. Y más aún teniendo en cuenta sus últimos movimientos.
-¿Y eso por qué?
-Está dando vueltas por toda la ciudad, como si buscara algo en concreto. Puede que parezca una banalidad y esté sonando cual conspiracionista paranoico ahora mismo, pero tengo la suficiente experiencia como para saber que algo no anda bien.
-Ya, vale, ¿y qué quiere que haga al respecto? Yo no soy ninguna experta, al contrario que usted…
-No, pero tiene dos dedos de frente, y eso es más que suficiente. La estoy enviando una aplicación para que se le descargue e instale en su móvil, se llama Trackify y sirve para rastrear señales tanto a baja como alta frecuencia. Si escoge la opción de alta frecuencia lo más probable es que la aplicación se vuelva loca porque detectará todas las frecuencias de radio, televisión y demás señales de onda larga, pero si escoge la opción de baja frecuencia, detectará sólo las señales que tan solo operan a baja frecuencia, como el caso de la señal que estoy buscando. Trate de localizarla y descubrir quién está detrás de ella, puedo ir guiándola un poco desde aquí.
-Bueno, está bien ¿dónde está ahora?
-Ha estado remoloneando por el puerto, pero ahora parece estar rezagada en el aeropuerto, vaya a ver si puede localizarla, la mantendré informada si se mueve.
Antes de que Rarity pudiera decir nada más Lester colgó, dejándola con la miel en los labios.
-Pues vale, de paseo por la ciudad, supongo… ¡taxi!
Ante ese cambio de acontecimientos Rarity supo que iba a ser un día muy largo, por lo que hizo de tripas corazón, se armó de paciencia y abordó el primer taxi que se paró. En su móvil la aplicación comenzaba a descargarse para posteriormente instalarse, arrancando de seguido. El día seguía igual de nublado.
(Continúa en el siguiente mensaje)
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Esa misma tarde se perfilaba tranquila, aunque Twilight prefería tocar madera ya que nunca se podía estar lo suficientemente segura. Hasta el momento Sunset no había vuelto a ponerse en contacto con ella, lo que la aliviaba e inquietaba al mismo tiempo. La última vez que fue a hacer su "trabajo" había sido ya hace un par de días, y hasta ahora todo estaba tranquilo. Demasiado tranquilo.
-Bueno, al menos no tengo que ir por ahí intimidando a nadie…-pensó la chica, tumbada en el sofá y leyendo un libro.
Sin embargo había algo que la inquietaba. Que la situación estuviera tranquila ya era raro de por sí, puesto que hasta el momento Sunset siempre había tenido algo para ella. Casi sin darse cuenta sus pensamientos se desviaron por otros derroteros.
Sunset era una chica de lo más fría y misteriosa, apenas sabía nada de ella, y las pocas veces que intentó acercarse y entablar una conversación con la misma, siempre se quedaron en agua de borrajas ante sus gestos evasivos e impasibles para con la chica. Aunque de cierta forma resultaba ser una persona seca y distante, había algo de ella que siempre la llamaba la atención, y la dejaba con las ganas de conocerla más a fondo, aun a pesar de las circunstancias.
Antes de que pudiera pensar en nada más su móvil comenzó a sonar, sobresaltándola. Aún con el susto en el cuerpo se enderezó para cogerlo, viendo de quien se trataba.
-Vaya, hablando del rey de Roma…-murmuró la chica por lo bajo.
Pausó un momento su lectura y lo cogió enseguida.
-¿Sí?-murmuró ella, sin muchas ganas.
-Tenemos que hablar, es urgente, ven a verme donde la última vez.
Antes de que Twilight pudiera decir nada más Sunset colgó, dejándola con la miel en los labios.
-Pues vale, supongo-murmuró ella, con tono resignado.
Sin mayores contemplaciones, y tomándose su tiempo, se cambió, cogió las llaves del coche y se dirigió al garaje, para dirigirse hacia Del Perro Plaza, el último lugar donde quedaron. Durante esos dos días en los que no hizo falta hacer nada, aprovechó para ir al taller de Los Santos Customs del aeropuerto, donde la llegaron a repintar el coche sin ningún gasto adicional, pasando de ser plateado a lavanda, su color preferido.
Dado que Del Perro Plaza no estaba muy lejos llegó enseguida, aparcando cerca de las escaleras y subiendo a la terraza del Up-n-Atom Burger, la cual no estaba muy llena. Para su sorpresa vio que Sunset no había llegado aún, por lo que se sentó en una mesa libre y siguió leyendo su libro, el cual se había traído consigo por si se la presentaba una ocasión así.
No tuvo que esperar mucho, al cabo de unos diez minutos la chica se presentó un poco atacada, sentándose de seguido y mascullando.
-Agh, ya estoy aquí, por fin, qué asco…
Twilight la miró por encima del libro, con gesto inquisitivo, aunque antes de que pudiera decir nada más el móvil de Sunset comenzó a sonar
-¡Maldita sea! Dame un segundo.
Sunset atendió la llamada y Twilight regresó a su lectura, aunque no pudo evitar oír de más puesto que la chica habló con mucha energía.
-¿Y bien, alguna novedad? ¿¡Todavía nada?! ¡Maldita sea, estoy rodeada de inútiles! ¡¿Es que acaso sois incapaces de rastrear nada?! ¡Encontradlo y traédmelo, os doy veinticuatro horas, o si no, ateneos a las consecuencias!
Tras eso colgó de seguido y dejó el móvil en la mesa, mascullando de seguido.
-Dios, me desquician…
Por un momento las dos se quedaron en silencio, Sunset pensando en sus cosas y Twilight enfrascada en su lectura; en un momento dado la chica rojigualda miró a la de pelo violeta con gesto escrutador, murmurando de seguido.
-¿Qué estás leyendo?
Como respuesta Twilight alzó el libro para mostrarla la portada, en la cual se podía leer el título del libro, Una historia de Santos.
-Vaya, así que historia… ¿siempre has sido así de intelectual, Sparkle?-inquirió ella con tono condescendiente.
-Siempre me ha gustado la historia…-contestó la aludida, ignorando sus formas.
-Sí, vale, aunque… ¿de esta ciudad? Dudo que la gente de aquí sepa leer.
-Bueno, pues más para mí.
Otro silencio se instaló entre ellas, Sunset la miró con desdén y murmuró.
-Lo dices como si lo supieras todo… ¿y sabes qué? No soporto eso. Ni un ápice.
-Yo no he dicho que lo sepa todo…
-¿Ah, no? A ver ¿qué sabes entonces de la historia de esta ciudad por lo que has leído?
Esa pregunta la pilló un tanto desprevenida, ya que no se esperaba que se la hiciera, aunque debido a esto no pudo evitar ponerse técnica y, esbozando una alegre sonrisita, comenzó a relatar.
-Pues mira, el territorio que conforma todo el antiguo valle de Los Santos no fue colonizado por nadie, ni siquiera durante la época del descubrimiento, hasta bien entrado el S XVIII, cuando antiguos colonos españoles ya afincados en el territorio que más adelante sería México se asentaron en él durante una misión para tratar de evangelizar a los nativos de la zona. Esta misión trajo consigo a un total de once familias hispanohablantes que hicieron de este su hogar, siendo conocidos como los primeros pobladores de Los Santos. La ciudad como tal fue fundada el cuatro de septiembre de 1781, y por aquel entonces su nombre completo era El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de Los Santos de la Porciúncula. Su nombre proviene de Santa María degli Santi, que se traduce como Santa María de Los Santos, una localidad italiana donde se encuentra la Porciúncula, la capilla donde se originó el movimiento franciscano, y…
Twilight quiso seguir, pero en ese justo momento Sunset la detuvo con un solo seña de su mano, mirándola con un gesto molesto dibujado en su cara.
-Suficiente.
-Pero si me has preguntado tú.
-Lo sé, y me arrepiento profundamente de ello, eres insoportable, Sparkle, que lo sepas.
Esas palabras dolieron especialmente a Twilight, sobre todo después de su explicación, ya que de cierta forma se esperaba que tal vez así se pudiera acercar un poco más a Sunset. Sin embargo, una vez más se había dado de lleno contra el frío muro de piedra que era la chica, haciéndose más daño de lo que ella misma se hubiera esperado.
-Pero bueno, no estamos aquí para hablar de historia, sino de trabajo, así que centrémonos. Supongo que te habrás preguntado que por qué no me he puesto en contacto contigo estos dos últimos días…
-Ah, pues sí…
-Hemos estado muy ocupados, uno de nuestros hombres anda desaparecido desde hace unos cuantos días y lo hemos estado tratando de localizar, pero no aparece por ningún lado, lo que nos ha estado quitando tiempo de atender más deudas, las cuales se nos acumulan por momentos. Por lo que te voy a pedir que te pongas las pilas.
-Está bien.
-Hasta ahora el resto de deudores no han estado dando mucha guerra, tu idea del pago fraccionado, aunque no es muy seria que digamos, da resultado, pero hay alguien en concreto que se ha atrasado más de la cuenta y nos debe ya casi un mes.
-¿De quien se trata?
-De un pastelero afincado aquí, en Del Perro, tiene un establecimiento en el paseo de Prosperity Street con un nombre ridículo, Sugarcube Corner, creo que se llamaba…
Ese nombre cogió por sorpresa a Twilight, la cual trató de ocultar su estupor como medianamente pudo; allí era donde trabajaba Pinkie, cosa que la extrañó y preocupó a partes iguales. ¿Acaso Pinkie tenía algo que ver en cuanto a la deuda se refería? Por su parte lo dudaba ampliamente puesto que, según la llegó a explicar la chica, estaba allí aprendiendo el oficio con los Cake de maestros. Teniendo en cuenta que Sunset se había referido a un pastelero, probablemente ése sería al señor Cake, del cual le habló la propia Pinkie, pero tal y como lo llegó a retratar no parecía el típico hombre que arrastrara deudas, y mucho menos teniendo en cuenta que tenía una familia.
-¡Eh, Sparkle! ¿¡Me estás escuchando?!
Ese llamado hizo reaccionar a la chica, la cual murmuró.
-Ah, sí, sí, perdona…
-Pues a ver si estamos a lo que estamos ¿eh? Odio que me ignoren ¿te lo he dicho ya?
-No, lo siento, es que…
-Agh, es igual, deja de disculparte por todo, me pone de los nervios. Pero bueno, a lo que iba, ese hombre lleva casi un mes sin devolvernos ni un solo dólar, y nuestra paciencia tiene un límite, así que ve allí y recuérdale que todo tiene un precio ¿estamos?
-Está bien…
Hubo un breve silencio en el cual Twilight se quedó callada, un tanto intimidada, aunque en ese momento un cognoscenti totalmente negro y con las ventanillas tintadas se paró a pocos metros de la acerca y tocó al claxon dos veces. Sunset lo vio desde donde estaban y murmuró.
-Espera aquí un momento.
La chica se levantó y se dirigió al encuentro del coche, subiendo a él de seguido; Twilight esperó pacientemente, pensando en cómo encarar al pobre señor Cake, pero en un momento dado vio que el cognoscenti echaba a correr repentinamente, perdiéndose calle abajo. Pensó que estarían ocupados y por eso se habrían tenido que ir, pero entonces vio el móvil de Sunset en la mesa, el cual se había dejado olvidado, y exclamó.
-¡Ah, espera, Sunset!
Se levantó cogiéndolo y se acercó corriendo al borde de la terraza, pero el cognoscenti ya se había perdido en la lejanía; miró el móvil de la chica, el cual era un iFruit 9iX último modelo de color negro.
-Bueno, se lo puedo guardar y devolver en cuanto la vuelva a ver-pensó ella rápidamente.
Se lo guardó en un bolsillo de sus vaqueros y, sin perder más tiempo, volvió a su coche para dirigirse hacia Sugarcube Corner, pensando por el camino cómo abordar el tema en cuestión que la ocupaba, sin poder evitar sentirse un poco peor consigo misma. El cielo cada vez se encapotaba más y más, oscureciendo el ambiente.
El día se perfilaba cada vez más y más aburrido, y Fluttershy sentía que lo que estaba haciendo era prácticamente inútil. Hasta ahora había recorrido media ciudad, peinándola y recorriendo de arriba abajo los barrios aledaños, y hasta ahora el rastreador no había dado señal en ningún momento. Tras repasar bien el puerto y el aeropuerto atravesó toda la ciudad hacia el norte, comprobando los barrios del sur de Los Santos, pasando luego por el centro y luego por el norte, poniendo particular énfasis en los de este distrito, entre ellos Hawick, Burton, Alta, Vinewood Centro, Vinewood Oeste, Rockford Hills, Richman y Morningwood. Se esperaba algún tipo de reacción en barrios como esos, ya que eran donde más se concentraban las altas esferas de la ciudad, pero para su mala suerte el rastreador no reaccionó ni una sola vez. Para entonces estaba a punto de rendirse, pero dado que ya estaba cerca del oeste de la ciudad pensó en intentarlo una vez más, entrando en el barrio de Del Perro por el bulevar homónimo, y pensando en una probabilidad.
Al principio no detectó nada, pero en cuanto se acercó al otro lado del bulevar el rastreador reaccionó por primera vez, sorprendiendo gratamente a la chica. Se paró un momento junto al arcén e hizo mano del aparato, tratando de localizar el lugar exacto donde se encontraba la señal, comprobando enseguida que no estaba muy lejos de donde ella se situaba, concretamente al sur de su posición, moviéndose a una velocidad no muy alta. Inmediatamente después ella fue tras él, siguiendo la estela de la señal. Al final el esfuerzo había merecido la pena y Fluttershy comenzó a agradecerlo inmensamente mientras iba tras el rastro de la señal.
-¡Ah, se mueve, se encuentra entrando en el barrio de Del Perro, al sur de donde se encuentra!
-¡Vale! ¡Espere, gire aquí, vayamos a Del Perro!
-¡Señorita, no es que me queje, que también, pero decídase de una maldita vez!
El taxista tenía motivos para estar al menos parcialmente molesto, ya que le había tenido dando vueltas como una noria por toda la ciudad durante varias horas y sin ir a ningún sitio en concreto. Gracias a la aplicación de Trackify había estado rastreando la señal por media ciudad, con alguna que otra indicación por parte de Lester de vez en cuando cada vez que llamaba.
-Sí, sí, descuide, usted lléveme a Del Perro.
-Sí, vale, pero ¿a qué parte?
-Pues a ver, deme un segundo… Lester, cuelgo un momento-murmuró Rarity, algo atacada.
-No, no, un segundo, lo tengo localizado, está yendo todo recto por Prosperity Street, a no ser que lo rodee va directo hacia el paseo. Qué raro…
Rarity no respondió a eso y optó por colgar la llamada. Por un momento pensó en posibilidades, indicando al taxista de seguido.
-Lléveme al paseo de Prosperity Street.
-Por fin, un destino, genial-masculló el taxista, aliviado.
Para suerte de la chica la señal se paró a pocos metros de donde se encontraba y el taxi se detuvo junto al acceso norte del paseo.
-Ya estamos aquí, al fin.
-Pues muchas gracias, siento haberle mareado así…
-No, descuide, si después de todo me ha salido hasta rentable, son ochenta y cinco con cincuenta dólares, por favor.
Por un momento Rarity se quedó un tanto muda ante semejante cantidad, pero al final lo comprendió puesto que habían estado casi una hora dando vueltas por la ciudad. Hizo mano rápidamente de su cartera para pagar, sacando un billete de cien y entregándoselo.
-Tenga, quédese con el cambio.
-Muchas gracias, señorita, dios se lo page con un buen novio-murmuró el taxista, de lo más animado.
-No, por favor, que la última vez fue un desastre.
Una vez que salió del taxi hizo mano de su móvil de nuevo y, usando una vez más la aplicación, se dejó guiar por la misma hasta que acabó justo delante de una pastelería con una decoración de lo más peculiar. La señal parpadeaba con más rapidez que nunca.
-¿Sugarcube Corner? Curioso nombre… aunque me extraña ¿por qué me llevaría hasta aquí?
Llena de curiosidad, la chica entró en el establecimiento, el cual se encontraba considerablemente lleno de gente, con una buena cola esperando ante el mostrador.
(Continúa en el siguiente mensaje)
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Twilight no se esperaba encontrar el Sugarcube Corner tan lleno, cosa que en parte la chocó; nada más llegar pudo ver a Pinkie tras la barra moviéndose con una energía y una velocidad pasmosas, incluso la dio tiempo a verla entrar y saludarla desde la lejanía. La chica la devolvió el saludo y, en cuanto vio una mesa libre, no lo dudó y se sentó en ella a esperar. Mientras pensaba en lo que le diría al señor Cake, en un momento dado vio a Pinkie pasar a su lado con una bandeja llena de dulces y tazas, sirviendo a una mesa cercana, y luego pasando a su lado y dirigiéndose a ella con una rapidez mareante.
-¡Hola, Twi, ahora te atiendo! ¿Vale?
-Ah… sí, tranquila, ve con calma, Pinkie.
-¡Okey, dokey, loki!
Desde donde estaba pudo ver al señor Cake atendiendo en la barra, siendo ayudado por Pinkie, al mismo tiempo que también servía. De dónde sacaba sus energías esa chica era uno de los mayores misterios para ella, aunque en ese momento ese misterio era la menor de sus preocupaciones.
Sin embargo sus pensamientos fueron interrumpidos por la puerta abriéndose por enésima vez; al principio pensó que se había abierto sola, puesto que por un momento no la pareció ver a nadie entrando por ella, pero justo después entró una pareja joven, lo cual la calmó en parte.
-Qué raro, me ha parecido ver a alguien pasar…-pensó ella, extrañada.
Había sido una visión muy fugaz, como si hubiese sido una persona invisible la que había abierto la puerta, pero enseguida rechazó esa idea al ser del todo irreal y fantasiosa.
Siguió esperando un poco más, notándose cada vez más y más nerviosa, pero al cabo de varios minutos la puerta se abrió de nuevo y esta vez vio entrar a una chica de pelo violeta muy bien peinado y de ojos azules de lo más atractiva y cautivadora. Vestía con un elegante traje de ejecutiva y llevaba consigo un móvil entre sus manos. Por un momento se quedó quieta en medio del pasillo, escudriñando el interior, como si estuviera buscando a alguien pero no viera a ese alguien entre la multitud. En ese momento entró más gente, encontrándose de frente con ella.
-¿Quiere hacer el favor de apartarse?
-Oh, lo siento, no me he dado cuenta…
La chica se hizo a un lado y buscó un sitio donde meterse, viendo entonces la mesa donde Twilight se encontraba; se acercó a ella e inquirió con mucha educación.
-Hola, perdona que te interrumpa ¿puedo sentarme aquí?
-Ah, claro, adelante.
-Oh, muchas gracias, querida, no me esperaba que esto estuviera tan lleno…
-Ya, ni yo…
-Bof, madre mía, la verdad es que nunca me han gustado las aglomeraciones, son carne de cañón para los carteristas…
-Sí, bueno, es un riesgo siempre presente en las calles y los establecimientos más concurridos, el sesenta por ciento de los hurtos se producen en este tipo de ambientes-murmuró Twilight, sin poder evitar ponerse técnica.
-Caramba, querida, cómo controlas, se nota que eres toda una cerebrito… en el buen sentido, por supuesto.
-Oh, tranquila, no pasa nada, me lo dicen mucho.
-Bueno, pero eso no tiene por qué ser malo per se, aunque hoy en día se tiende a cargarlo todo de connotaciones negativas…
-Ya, la presión social es la que más influye, hasta en el habla.
-Y si a eso le sumamos que se trata de esta ciudad, las posibilidades se disparan. Llevo aquí poco menos de una semana y he podido comprobar por mí misma el carácter de esta alegre ciudad.
-Desde luego, no la llaman la ciudad de silicona por nada. Es como si necesitara terapia…
-¿Sólo terapia? Yo la internaría, directamente.
Por un momento las dos se miraron mutuamente durante unos breves segundos, hasta que finalmente se rieron tontamente, con una confidencia que hasta a ellas las chocó.
-Caramba, qué sinergia ¿no?-murmuró la chica de pelo violeta, anonadada.
-Desde luego, ha sido casi instantáneo, como si… hubiera tenido que ser así.
Las palabras de Twilight se quedaron flotando en el aire, al tiempo que ambas chicas se cruzaban las miradas con un gesto difícil de discernir. Al cabo de unos breves pero intensos segundos, la chica retomó la palabra murmurando.
-Pero bueno, dejando los comentarios casuísticos aparte, yo soy Twilight Sparkle, encantada.
-Igualmente, querida, yo soy…
Por un momento la chica se quedó callada, como si dudara. Twilight la miró con gesto extrañado, mezclado con una ligera mueca inquisitiva. Finalmente la chica se presentó de seguido.
-Rarity… Rarity Belle.
-Ah… pues encantada de conocerte, Rarity-murmuró Twilight, esbozando una sonrisa.
-Lo mismo te digo, Twilight.
De esa manera, y de forma casi natural, las dos comenzaron a hablar de todo un poco en poco menos de cinco minutos. Twilight todavía estaba un tanto chocada de lo bien que habían conectado en apenas unas pocas palabras, jamás le había pasado nada parecido en toda su vida. Nunca se había considerado una chica a la que le gustara lo esotérico, ni mucho menos, pero la forma con la que había conectado con Rarity parecía propia de magia, como si de alguna forma estuvieran destinadas a conocerse de alguna u otra forma.
-Y cuéntame ¿eres de por aquí?-inquirió Rarity en un momento dado.
-No, tan solo estoy viviendo aquí temporalmente, soy de Liberty City.
-Oh, ya veo, yo también estoy aquí por asuntos de negocios, normalmente paro en Vice City.
-Ah, así que de la costa este también…
-Sí, parece ser que las dos hemos cambiado de costa, menuda coincidencia…
-Desde luego, aunque de por sí conocerte ha sido casi como una coincidencia.
-Ya ves que sí, aun estoy que no me lo creo, nunca pensé que llegaría a conectar así con nadie…-murmuró Rarity, un tanto chocada.
-Sí, no eres la única, es que ha sido tan casual, como si estuviéramos destinadas o algo así… y que yo diga esto es de por sí raro, o sea…
-¿No eres de las que crees en el destino, Twilight?
-No, bueno, quizás ahora sí, aunque en realidad no lo sé, es que ha sido tan… agh, no sé cómo explicarlo, y eso que normalmente yo tengo una explicación para todo…-masculló la chica, algo turbada.
Ante eso Rarity tan solo se rió tontamente, comentando de seguido.
-Bueno, después de todo se nota que eres una persona racional, aunque por mi parte sí que lo creo. Y teniendo en cuenta lo bien que hemos conectado, estoy más que segura que ha sido cosa del destino.
-¿De veras? ¿Así sin más?-inquirió Twilight, ceñuda.
-Sí ¿por qué no? Los acontecimientos más recientes bien lo atestiguan ¿no crees?
Ante esa deducción Twilight se quedó un tanto callada, pensando en lo que Rarity había dicho. Inmediatamente después la puerta se volvió a abrir y un grupo de cinco hombres vestidos como si fueran guiris y con gafas de sol entró en el establecimiento; Twilight no los vio puesto que estaba enfrascada pensando en sus cosas, pero Rarity se percató enseguida de su presencia y los siguió con la mirada, intrigada. Uno de ellos llevaba consigo una especie de dispositivo parecido a una tablet, el cual miraba con gran interés, y los otros miraban alrededor de todo el establecimiento, como si buscaron algo o alguien. Uno de ellos se acercó al que sostenía la tablet y le susurró algo al oído, al tiempo que este asentía rápidamente con la cabeza. Para entonces Rarity sabía que algo no iba bien, dado que de por sí esos tipos parecían ser bastante sospechosos, por lo que decidió comentárselo a Twilight.
-Twilight…
-Ah ¿sí?
-No mires hacia atrás, escucha.
-¿Qué pasa?
-Acaban de entrar unos tipos que son de lo más sospechosos, parecen estar buscando algo o a alguien, creo que van a intentar hacer algo, puede que atracar la tienda.
-¿¡Qué?!
-Tranquila, no te pongas nerviosa, actúa con naturalidad, a ver qué hacen.
Aunque Rarity parecía tomárselo con más calma, Twilight no pudo evitar ponerse nerviosa, ya que una situación así tan solo la obligaría a sacar su arma para defenderse, cosa que no la hacía ninguna gracia. Los siguientes minutos fueron un suplicio para la chica, Rarity la fue informando mientras tanto de sus movimientos.
-¿Qué hacen?
-Parece que están buscando a alguien, están mirando a todo el mundo, y el de la tablet parece muy concentrado en algo… si lo que pretenden es atacar, no tiene pinta de que lo vayan a hacer enseguida.
-¿Y qué te dicen que quieren atacar?
-No tienen precisamente cara de buenos amigos…
-Pero eso no nos asegura que vayan a hacer algo malo ¿Qué te hace estar tan segura?
-Una corazonada.
-¿Una corazonada? Pero…
-Tranquila, Twilight, confía en mí, sé de lo que hablo…
Esa frase dejó un tanto extrañada a la chica, pero de cierta forma supo que podía confiar en ella, por lo que la dejó conjeturar. Por su parte Rarity les siguió mirando con una cara de póker envidiable, vigilando todos y cada uno de sus movimientos. La gente de alrededor no parecía darse cuenta de la presencia de esos tipos, lo que les daba cierta ventaja y margen de maniobra en el caso de que llegaran a atacar.
-¿Dices que buscan a alguien?-inquirió Twilight en un momento dado.
-Eso parece, sin embargo no parecen que vean a ese alguien, aunque…
-¿Aunque?
-Si supieran con certeza que no está aquí, ya se hubieran marchado, sin embargo no lo han hecho, por lo que asumo que saben que está aquí. Sin embargo no veo a nadie que se salga fuera de lo común aquí dentro.
-Quizás esté oculto…
-Quizás, hay la suficiente gente aquí dentro como para poder pasar desapercibido…
Sin embargo Rarity vio algo que la hizo sospechar aún más. El tipo que sostenía la tablet parecía estar observando algo en la pantalla de la misma, como si se estuviera guiando por lo que veía en ella. Por un momento miró a su móvil, el cual había dejado en su mesa, y comprendió entonces lo que estaba haciendo.
-Pues claro…
Inmediatamente después hizo mano de su móvil y volvió a abrir la aplicación de Trackify, confirmando así sus sospechas. La señal tras la que iba seguía ahí, sin moverse, y con toda seguridad, ese tipo también la estaba rastreando.
-Un momento, si esos tipos van tras ella eso significa que…
Antes de que pudiera suponer nada más, varios de ellos sacaron sendas armas, dispuestos a disparar a algún punto en concreto. Antes de que se desatara el caos Rarity se puso en pie, haciendo mano de su pistola vintage, y, apuntando a las manos de los tipos que más cerca tenía, disparó inmediatamente después. Los disparos resonaron por toda la pastelería, dando en el blanco y desarmando a sus objetivos, al tiempo que la gente comenzó a chillar y a salir corriendo despavorida.
-¡Maldicion, a por ella, a por ella, junto a la barra!-masculló el tipo de la tablet.
Esas palabras alteraron tanto a Twilight como a Rarity, aunque fue Twilight la primera en reaccionar, pensando en otra cosa completamente distinta.
-¡No, Pinkie!
Sin pensar la chica salió disparada en dirección hacia la barra, siendo seguida de cerca por Rarity, la cual estuvo atenta por si llegaban a verlas. La multitud que se agolpaba hacia la salida las sirvió para cubrirse, avanzando pegadas a la pared.
-¡Twilight, espera!-la llamó Rarity.
-¡No puedo esperar, he de ir a por Pinkie, me necesita!-exclamó Twilight.
Antes de lo previsto llegaron hasta la barra, tras la cual se ocultaban muertos de miedo tanto el señor Cake como la propia Pinkie; Twilight se acercó a ella.
-¡Twilight!-exclamó la chica de pelo rosado nada más verla.
-¡Pinkie, tenemos que marcharnos de aquí, creo que vienen a por ti!
-¿Qué? ¿Por qué?
-¡No lo sé, pero he de sacarte de aquí, ahora!
-¡Espera, querida, no creo que vayan a por tu amiga!-anunció Rarity, mirando su móvil.
-¿Ah, no? ¿Y entonces a qué han venido?
Rarity desechó las palabras y la enseñó la pantalla de su móvil, la cual mostraba a la señal alejándose de allí rápidamente. El ceño de Twilight se frunció, como si no lo entendiera del todo, pero en ese momento el estruendo de varios microsubfusiles disparando a la vez hizo reaccionar a todos. Pinkie y el señor Cake se pegaron a la barra, al tiempo que Rarity se enderezaba un poco para ver mejor el panorama por encima del mostrador.
-¡Tengo tres a tiro! ¡Hay que distraerles, Twilight, ayúdame!
-¿Qué? Pero yo no…
-¡Oh, venga ya, querida, o tienes una Hawk & Little en el bolsillo o es que te alegras de verme!
Eso hizo que la chica enrojeciera ante la evidencia, sacando su arma con gesto inseguro. En cuanto la balacera cesó por un instante, Rarity se reincorporó y, en un visto y no visto, disparó tres veces a los que tenía más a tiro, haciéndoles caer de espaldas al suelo debido al impacto. Uno de ellos fue el que sostenía la tablet, la cual cayó al suelo y Rarity aprovechó para dispararla, destruyendo su pantalla.
-¡Ahora, llévatela de aquí, yo te cubro!
-¡Vale! ¡Póngase a salvo, señor Cake!-indicó Twilight, mientras cogía del brazo a Pinkie.
El señor Cake se arrastró en dirección hacia la cocina, encerrándose allí junto con su mujer, mientras que Twilight y Pinkie se dirigían hacia la puerta trasera; Rarity fue tras ellas rodando por el suelo para esquivar las balas, cubriéndose tras una columna con forma de barra de caramelo. El resto de hombres tirotearon la columna, y en cuanto se detuvieron para recargar la chica se asomó por un lado, disparando una vez más hasta vaciar el cargador.
-Agh, tengo que ampliarla el cargador-pensó ella, recargando de seguido.
Quiso seguir disparando, pero en ese momento oyó la voz de Twilight llamándola desde el otro lado de la puerta trasera.
-¡Rarity, vámonos!
Antes de retirarse disparó un poco más, a modo de fuego de supresión, y se escabulló por la puerta en dirección hacia la salida en cuanto tuvo la ocasión; echó un rápido vistazo a su móvil y vio que la señal se alejaba por momentos, siendo para entonces complicado el seguirla. Además, en esa situación el seguirla ya no era una opción.
-¡Tengo el coche aquí al lado, vamos!-exclamó Twilight, sosteniendo a Pinkie.
Las tres corrieron hacia el otro lado del callejón, donde el premier de la chica se encontraba estacionado; Twilight se puso al volante, mientras que Rarity abordaba el asiento del copiloto y Pinkie se echaba sobre los asientos traseros de un saltito.
-¡Tenemos que salir de aquí!-exclamó Rarity.
-¡Vale! ¿Pero a dónde?
-¡Lo suficientemente lejos!
Ante esa tesitura Twilight arrancó y aceleró de golpe, alejándose de allí por Bay City Avenue en dirección hacia el barrio de Vespucci. Por un momento pareció que estaban a salvo, pero en ese instante apareció una ranchera negra y con las ventanillas tintadas que comenzó a perseguirlas.
-¡Tenemos compañía!-exclamó Rarity, mirando hacia atrás.
-¡Normalmente me gusta la compañía, pero de esta clase de compañía no se la deseo a nadie!-hizo lo propio Pinkie, aún asustada.
Twilight la miró por el retrovisor con el ceño fruncido; y no era para menos, puesto que de cierta forma esa ranchera la era un tanto familiar. Aceleró para dejarla atrás, pero la ranchera la imitó y se acercó a ella, dispuesta a sobrepasarla. Un par de ventanillas se abrieron y dos tipos se asomaron por ellas, con sus armas en alto y dispuestos a dispararles.
-¡Oh, mierda! ¡Agacha la cabeza, querida, yo me encargo! ¡Y tú también!-añadió Rarity, dirigiéndose a Pinkie.
-¡Okey, dokey, loki!-exclamó la chica rosada, tumbándose de seguido y cubriéndose la cabeza.
Acto seguido Rarity les imitó, abriendo la ventanilla, y asomándose levemente por ella, comenzando a tirotearles con gran precisión. De hecho incluso llegó a hacer que el que estaba a punto de dispararlas soltara el arma, perdiéndola por el camino, y el otro se cubriera tras la puerta. Una vez que tuvo vía libre fue a por las ruedas traseras, que eran las que más a tiro tenían. Tan solo necesitó el resto del cargador para reventar la rueda trasera derecha, haciendo que la ranchera diera un bandazo hacia atrás para luego volcar hacia su respectivo lado con una facilidad pasmosa. La ranchera dio una vuelta completa sobre el aire y cayó al suelo de la siguiente intersección, bloqueando el tráfico.
-¡Ahora, acelera, a la izquierda por aquí!
Twilight se desvió a tiempo por Palomino Avenue y continuó todo recto, sin un destino fijo en mente. Huyendo y alejándose de allí todo lo posible acabaron en el barrio de La Puerta, escondiéndose en el centro de chatarra y reciclado Rogers, el cual se situaba justo debajo de uno de los tramos de la autopista de La Puerta, siendo el lugar ideal para esconderse y pasar desapercibidos.
Centro de chatarra y reciclado Rogers
Casi sin darse cuenta el resto de la tarde se pasó volando y anocheció rápidamente, siendo rodeados por la brillante luz de Los Santos mientras hablaban de los acontecimientos más recientes.
-Vale, a ver, tiempo muerto, ahora que todo ha pasado me gustaría hacer una pequeña e indiscreta pregunta… ¿¡qué diantres ha sido todo eso?!-masculló Pinkie, aún un poco nerviosa.
-¡No lo sé! ¡Por un momento pensé que iban a por ti y me puse nerviosa!-exclamó Twilight, igual de atacada.
-¿¡Y por qué iban a ir a por mí?!
-¡No lo sé, les oí decir tras la barra, y pensé que tal vez…!
-No, no iban a por tu amiga, de eso puedes estar segura-murmuró Rarity, con gesto más calmado.
-¿Ah, no? ¿Y por qué? Y es más, Twilight ¿Por qué tienes un arma? ¿Y quien es ella, y por qué tiene un arma también, por qué, por qué?
-A ver, vayamos por partes, queridas. Me presento, yo soy Rarity Belle.
-Ah, vale, encantada de conocerte Rarity, yo soy Pinkie Pie-saludó ella, cambiando de golpe su tono a uno más alegre.
-Rarity ¿puedo hacerte una pregunta?-inquirió Twilight en ese momento.
-Claro, querida…
La chica la miró por un momento, como si le diera reparo decirlo, hasta que finalmente murmuró.
-Antes me enseñaste tu móvil y vi algo que me descolocó un poco, según tú no iban a por Pinkie, sino a por alguien más, pero ¿quién?
Rarity supo al instante a qué se refería exactamente Twilight, lo cual la dejó un tanto cortada; por un momento pensó en algún subterfugio que contarla, pero a esas alturas sabía que no serviría de nada, por lo que, tras dejar escapar un hondo suspiro, comentó.
-Verás, es complicado… en realidad yo…
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, comenzó a sonar una melodía que la cortó abruptamente; Twilight se percató de que se trataba del móvil de Sunset y lo cogió con un poco de vacilación.
-¿Sí?
-Sparkle…-masculló una voz familiar al otro lado.
-Ah, Sunset, eres tú, te dejaste tu…
-Lo sé, lo sé todo, y cuando digo todo, me refiero a todo. Y tú sabes de lo que te estoy hablando-musitó la chica con furia.
-Ah, en realidad no…
-¡No me mientas, Sparkle, sé lo que ha pasado, sé lo de la pastelería, sé la que se ha montado, y sé que tú y tus amiguitas habéis atacado a nuestros hombres!
-¡No, espera, fueron ellos los que…!
-¡No! ¡No, no, en realidad no sabes nada! ¡Agh, maldita sea!
Los gritos de Sunset eran tan fuertes que se podían oir sin necesidad de activar el altavoz; tanto Pinkie como Rarity miraban con gesto inquisitivo a Twilight, la cual apechugaba como podía y aguantaba con toda la compostura posible el chaparrón que la estaba cayendo.
-Pero… pero espera, si esos eran tus hombres, eso significa…
-¡Oh, vaya, si resulta que no es tan tonta como aparenta! ¡Menos mal, empezaba a pensar que tendría que dártelo todo con una cuchara! ¡Lo que tenemos entre manos es gordo, Sparkle, y me temo que no sólo te atañe a ti ahora!
-¿¡Qué?! ¡No, espera, no puedes…!
-¡Sí que puedo! ¡Tenemos que hablar, ven a verme a la N de Vinewood, y trae a esas dos contigo!
Antes de que la chica pudiera decir nada más Sunset colgó, dejándola del todo abatida. Se sentó en los restos de una furgoneta cercana y se lamentó de su existencia.
-Lo siento, chicas, os he metido en esto sin ni siquiera darme cuenta…
-¿Qué? ¿Por qué dices eso? No lo entiendo, no fue culpa tuya que esos tipos atacaran…-murmuró Pinkie, tratando de animarla.
-En cierta forma sí… veréis, mi situación es complicada, yo…
Sin embargo la fue imposible seguir, interrumpiéndose a sí misma con lágrimas en los ojos. Fue entonces cuando Rarity supo de cierta forma que su propia situación no era tan distinta a la de Twilight y, comprendiéndola, se agachó ante ella y la animó cogiéndola de las mejillas.
-Eh, vamos, querida, sé que apenas nos conocemos, pero puedo ver cuando algo coincide, y de la misma forma algo me dice que ambas pasamos por una situación que, de por sí, parece estar relacionada. Puedes confiar en mí, querida, de verdad.
-¡Y en mi! ¡Después de todo me has salvado la vida, Twi, y siempre te estaré eternamente agradecida!-añadió Pinkie, con una sonrisa.
Fue en un momento como ese cuando supo que realmente podía confiar en ellas. De alguna forma, y desafiando toda lógica para ella, podía notar cómo su destino estaba ligado al de esas chicas, y muy en el fondo de su corazón podía sentir que de cierta forma estaban conectadas. Y, ante esa cálida sensación, la chica se abrió a ellas y las contó absolutamente todo. Su situación, su verdadera razón por la que estaba allí, y todo lo que había hecho hasta el momento.
Pinkie se quedó un tanto chocada en cuanto supo a lo que verdaderamente había venido a hacer, pero aun así no se lo tomó en cuenta, sobre todo después de semejante confesión y sinceridad por su parte. Rarity por su parte entendió mejor muchas cosas, aunque había algo que la inquietaba.
-Un momento, dices que esa jefa tuya, esa tal Sunset, sabe que existimos…
-Sí, no sé cómo, pero sabía que estabais allí, aunque supongo que será porque los tipos esos se lo habrán contado. Lo siento, de verdad…
-No, no te disculpes, cielo, nada de esto es culpa tuya realmente…
-Pero aun así lo es, es decir, he sido yo quien os ha involucrado en esto…
-¡Bueno, técnicamente sí, pero lo hicistes obligada y bajo amenazas, lo que, técnicamente de nuevo, te convierte en una víctima más!-razonó Pinkie acertadamente y con un inusual tono alegre.
Twilight no pudo evitar reírse tontamente frente a eso, y Rarity tampoco, dejándose llevar por la actitud alegre de la chica.
-Pero bueno, en todo caso tenemos que ir allí… ¿dónde dijo que era, querida?
-Sunset me dijo que en la N de Vinewood, pero no entiendo a lo que se refiere exactamente, ni que fuera un acertijo…-murmuró ella, un tanto confusa.
Por un momento las tres se quedaron pensativas, aunque justo entonces Pinkie levantó la vista, mirando hacia el norte, y exclamó.
-¡O bien puede referirse a eso!
Rarity y Twilight miraron a donde ella señalaba y entonces vieron entre los edificios del centro un cartel familiar brillando en la noche.
-Sí, vale, eso tiene más sentido…-murmuró Twilight, sintiéndose un poco tonta por no haberse dado cuenta antes.
Las tres se montaron en el coche y se dirigieron hacia allí a no más tardar.
El cartel de Vinewood era, con toda seguridad, el símbolo más reconocido de toda la ciudad; situado en lo más alto del monte Haan, una de las elevaciones más altas de Vinewood Hills, era su mayor atractivo turístico, recibiendo continuas visitas todos los días. Construido en 1923, se utilizó como gancho publicitario para la urbanización que se estaba construyendo en las colinas, y por aquel entonces se podía leer en él Vinewoodland. En un principio tan solo se tenía intención de dejarlo ahí durante un año y medio, pero en cuanto comenzó la era dorada de Vinewood ésta lo convirtió en el símbolo que es ahora, decidiéndose dejarlo allí permanentemente. A lo largo de los siguientes cincuenta años el cartel sufrió un deterioro progresivo que lo dejó en un estado deplorable, además de otros trágicos sucesos acaecidos en sus inmediaciones, como el suicidio de una poco conocida actriz que se tiró desde la V. Aun a pesar de una primera restauración en 1949, en la cual se decidió retirar el sufijo land, el cartel alcanzó su estado más ruinoso en la década de los setenta, y no fue hasta 1979 cuando se acometió la reforma que lo dejaría como nuevo, siendo además financiada por famosos varios que contribuyeron con un poco de sus fortunas para que el cartel volviera a brillar de nuevo.
Cartel de Vinewood
El viaje hasta el cartel no les tomó mucho tiempo, llegando allí en poco menos de quince minutos; la noche había despejado un poco y la luz de la luna se colaba entre finas nubes, al tiempo que las letras del cartel eran iluminadas por una serie de focos, un par por cada letra. La carretera que subía hasta la antena de radio que había detrás del cartel se desviaba a través de un camino de tierra que daba directamente hacia el propio cartel. Aparcaron al lado de la N y salieron del coche; Sunset aún no había llegado y desde allí arriba las vistas de Los Santos iluminada en la noche eran espectaculares. Las letras eran muy altas, de quince metros de altura cada una y nueve de anchura.
-¡Vaya, nunca lo había visto tan de cerca, es enorme!-exclamó Pinkie, admirando el tamaño del cartel.
-Desde luego, aunque las vistas desde aquí son divinas…-murmuró Rarity, admirándolas.
Twilight no dijo nada, tan solo se acercó a las vigas que sostenían la letra donde habían quedado y se apoyó en una de ellas, contemplando Los Santos en la distancia con gesto anodino. Rarity se acercó a ella para hablar un rato.
-Qué bien se ve desde aquí ¿no? Y pensar que es en esa ciudad donde todo sucede… lo pienso y no puedo evitar deprimirme un poco.
-Oh, vamos querida, sé que es una situación complicada, pero no dejes que algo así te hunda tan fácilmente…
-Lo sé, lo intento, pero no es tan fácil, Rarity…
La chica quiso decir algo, pero en ese momento oyeron el ruido de un coche acercándose y se giraron, viendo entonces el jackal rojo de Sunset parándose detrás del premier de Twilight. La chica rojigualda bajó del coche y se dirigió a ellas con gesto molesto.
-Muy bien, antes de nada mi móvil, por favor.
Twilight se lo entregó sin decir nada y Sunset se lo guardó, comentando de seguido.
-Vale, ahora vamos a empezar a aclarar algunos puntos. Me parece que algunas de las aquí presentes buscamos lo mismo.
-¿Y me mira a mi?-inquirió Rarity, ceñuda.
-Sí, la miro a usted, señora mía, no es la única que usa Trackify ¿sabe usted?
La chica de pelo violeta se hizo la remolona, pero Twilight intercedió enseguida por ella murmurando.
-Un momento, no sabes si realmente ella buscaba lo mismo…
-Sí que lo sé, sabelotodo, de hecho sé mucho más que tú, que por algo soy quien manda aquí.
-¡Eh, oye, tampoco es para hablarla así!-la reprendió Pinkie, molesta por su actitud.
-Contigo también tengo que hablar, pero luego, primero quiero saber a quién estaba buscando aquí la señora rulos.
-Sí, señora rulos, ahora dime lo que quiero saber, mis hombres buscaban a alguien que tenía algo que no debía tener, y por consecuente usted también buscaba a ese alguien.
-¿Es sobre aquel hombre desaparecido del que me hablaste esta tarde?-inquirió Twilight.
-Sí, tenía un trabajo pendiente en el condado de Blaine y perdimos el contacto hará cosa de una semana, un trabajo importante, y del que usted, señorita Belle, debe haber oído sí o sí-la espetó Sunset, molesta.
-No sé nada de eso…
-¡No me mienta! ¡A no ser que quiera que envíe alguien a Vice City, concretamente a Starfish Island, para que hagan una visita a esa encantadora hermanita que usted tiene!
Ante semejante declaración Rarity no pudo evitar abrir mucho los ojos en un gesto asustado, sintiéndose entonces acorralada. Lo sabía. Lo sabía todo sobre ella.
-¿Rarity?-inquirió Twilight en ese momento, sin entender a lo que Sunset se refería.
-¡Vamos, sabe a lo que se arriesga, reina de las nieves, así que dígame lo que quiero saber!
-¿Reina de las nieves?-repitió Pinkie, extrañada.
-¡Sí, claro, la misma nieve que la gente de plástico de esta ensimismada ciudad se esnifa todos los días!
Ante esa frase tanto Twilight como Pinkie comprendieron al instante lo que Sunset insinuaba, mirando a Rarity con la sorpresa dibujada en sus caras; por su parte la chica esbozó una triste mirada, totalmente derrotada en todos y cada uno de sus sentidos. No tuvo más remedio que contarla lo que quería saber, aunque omitiendo el nombre de Lester para protegerle y no involucrarle a él también.
-Vale, ya veo, eso tiene más sentido… sin embargo me temo que esto no puede quedarse así, como bien comprenderás. No sé quien sería tu contacto, ni me interesa saberlo, pero ahora teniendo en cuenta todo esto, creo que no está de más una retribución de tu parte, sobre todo después de todos los daños y prejuicios que nos has causado.
Rarity quiso decir algo, pero Sunset la cortó comentando.
-A no ser que quieras que hagan una visita a tu hermanita…
La chica requirió de todo su autocontrol para no estallar, llegando a apretar con fuerza un puño y mordiéndose la lengua, sintiéndose más impotente que nunca.
-Encuentra a esa persona para nosotros y estaremos en paz.
Ante eso Rarity tan solo asintió brevemente, sin ni siquiera mirarla. Sunset esbozó una satisfecha sonrisita y, tras eso, se dirigió a Pinkie.
-Y en cuanto a ti… ¿sabías que tus queridos mentores nos deben la friolera de cinco mil dólares?
-¿Qué? No, no lo sabía…
-Pues sí, una cantidad nada desdeñable, y más aún teniendo en cuenta que llevan casi un mes de retraso en el pago ¿Segura que no sabías nada al respecto?
-Sí, claro que sí, además, eso no es algo que les preguntaría así sin más…
-Ah, no sé, como has estado trabajando con ellos desde hace un tiempo me extraña que tengan para pagarte a ti pero sin embargo no tengan para devolver lo que nos deben…
-¡Pero a mi no me pagan nada, tan solo estoy con ellos aprendiendo acerca del negocio, nada más!
-Ya, pero sin embargo contribuyes a su economía proporcionándoles beneficios, beneficios que no se molestan en usar para pagarnos…
-¡Pero eso ya es decisión suya, no mía!-exclamó Pinkie, cada vez más molesta.
-Oh, bueno, en ese caso podemos ir tú y yo a preguntarles ¿no te parece? Así aclaramos las cosas entre los cuatro ¿qué me dices? ¿Les hacemos una visita?
Por un momento las dos se miraron fijamente, sin decirse nada. Pinkie no era tonta y entendía a la perfección la insinuación y verdaderas intenciones de Sunset, lo cual asustaba mucho a la chica. La estaba coaccionando a vender de cierta forma a los Cake, a esa adorable pareja de reposteros que tanto la habían enseñado sobre la profesión. Pinkie sabía que no podía hacerlo, ya que traicionaría su confianza, y además sentía que debía de protegerlos a toda costa. Por lo que, tras unos breves segundos de silencio, habló.
-¡No! ¡No, espera, no hace falta! Yo… ¡yo me haré cargo de su deuda!
El sorpresivo anuncio tomó por sorpresa tanto a Rarity como a Twilight, pero Sunset tan solo esbozó una zalamera y satisfecha sonrisita.
-Bien… sabía que serías lo suficientemente lista.
Por su parte la chica no dijo nada, tan solo se quedó callada mirando al suelo con gesto mohíno y preocupado. Por su parte Sunset se dirigió a todas en su conjunto.
-Muy bien, pues ahora que hemos aclarado los puntos más importantes, creo que por ahora lo vamos a dejar aquí. Estaremos en contacto, tendréis noticias mías muy pronto.
Tras ese seco apunte Sunset se despidió, volvió a su coche y se fue por donde había venido; las tres se quedaron allí solas, en silencio y dejando pasar el tiempo. En un momento dado Twilight tomó la palabra comentando.
-Ya sé que lo hemos hablado antes, pero… lo siento, de verdad. En buena os he metido a las dos…
-No lo pienses más, querida, ya sabes que no es culpa tuya.
-Sí, aquí la única culpable es esa buena para nada chica que se acaba de ir…
-En fin, por ahora no queda más remedio que acatar lo que nos diga, y pasar desapercibidas también, sobre todo después de lo de la pastelería. Twilight ¿podrias acercarme a mi hotel, por favor?-pidió en ese momento Rarity.
-Claro, subid, os llevo.
El viaje de vuelta al hotel de Rarity pasó rápidamente, aunque Pinkie hizo el ambiente más distendido comenzando a hablar de todo un poco, consiguiendo que las demás se olvidaran un poco de los acontecimientos más recientes. En cuanto pasó al lado del hotel Richman Rarity se despidió de ellas, compartiendo su número con sus nuevas amigas antes de meterse en el hotel, y tras eso Twilight acercó a Pinkie hasta el extremo norte del paseo de Prosperity Street.
-Gracias por acercarme, Twi.
-Ah, no ha sido nada, era lo menos que podía hacer después de meteros en todo esto.
-Oh, vamos, no seas tonta, ya te hemos dicho que no ha sido culpa tuya…
Twilight sin embargo no dijo nada, apartando la mirada con gesto mohíno. Por su parte Pinkie se quedó pensativa, como si buscara las palabras adecuadas, hasta que finalmente dijo.
-Bueno, probablemente no podamos abrir la tienda mañana, aunque… ¡ya sé, me pasaré mañana por tu casa y te prepararé un super mega cupcake especial para ti que de seguro te levantará el ánimo! ¿Qué me dices?
Tal era la predisposición y alegría de la chica que la fue imposible negarse, riéndose tontamente al tiempo que aceptaba.
-Está bien, te esperaré.
-¡Genial! ¡Ya verás, nos lo pasaremos bien horneando juntas!
Tras eso la chica se despidió de ella, al tiempo que Twilight se dirigió de vuelta a su apartamento, pensando en todo lo que había ocurrido. Aunque de cierta forma todo se había torcido un poco más, involucrando a más personas en el proceso, el propio hecho de conocer a una nueva amiga y sentirse un poco más completa en ese sentido no dejaba de llamarla la atención, como si realmente así hubiera tenido que ser. Las palabras de Rarity acerca del destino seguían reverberando en su memoria.
Los acontecimientos más recientes bien lo atestiguan ¿no crees?
Twilight suspiró con fuerza, pensando si de verdad estaba destinada a ser amiga de esas chicas. Mientras tanto, la ciudad brillaba en la noche.
Aún la costaba creer que hubiera podido salir de allí sin que nadie la hubiera visto. Estaba más que claro que la habían localizado principalmente por haber usado el rastreador acoplado al móvil, ya que era la única conclusión lógica a la que había podido llegar teniendo en cuenta todo lo que había sucedido. Ella misma había estado guiando a los que habían intentado matarla hoy sin éxito, y ni siquiera se había dado cuenta hasta que fue demasiado tarde. Era en momentos como esos cuando Fluttershy llegaba a cuestionar hasta sus propios métodos y habilidades. Aun a pesar de todas las precauciones que había tomado, se había quedado expuesta, y todo por culpa de su imprudente forma de proceder.
Volver a usar el móvil ya no era una opción, lo cual la molestaba, ya que hasta el momento era su única pista. Pero lo más probable era que, si lo volvía a encender, los que la habían estado persiguiendo la volverían a localizar y haría que encontraran el almacén, cosa que debía de evitar a toda costa. Ese lugar era el único sitio al donde podía ir, y no se podía permitir perderlo bajo ningún concepto. Por lo que, sin ninguna otra posibilidad, decidió enseguida. Cogió la paleta de albañil que encontró rebuscando entre los restos, la alzó y, con un golpe seco, destruyó el móvil. Tras eso soltó la paleta, la cual cayó al suelo con gran estrépito, resonando por todo el almacén.
Una vez que el móvil fue destruido la chica se dirigió de vuelta a la sala, tumbándose en la vieja cama y haciéndose una bolita sobre él, pensando en muchas cosas, todas nada alentadoras. Cerró los ojos con tal de olvidarlo todo, llegando a dormirse casi sin darse cuenta. Afuera, Los Santos trasnochaba.
-¿Ya está todo atado y bien atado?
-Así es, señor, hemos asegurado a esas chicas, las tenemos bajo nuestro control total.
-Ah, bien, muy bien, así me gusta. Me gustaría formar cuanto antes ese grupo especial de operaciones del que te hablé, aunque necesitaremos a unas cuantas más.
-Descuide, señor, lo tendrá enseguida.
-Maravilloso. Si eso es todo, puede retirarse.
-Señor.
Una vez solo, el hombre se levantó de su mesa y se dio la vuelta, encarando la ancha cristalera que había a sus espaldas; desde lo alto de las colinas de Palomino Highlands la vista de Los Santos era magnífica, pudiéndose ver en su totalidad y brillando bajo un manto de infinitas estrellas. Su casa era la única en toda la zona, y así tuvo que ser por deseo expreso suyo, nada que unas cuantas expropiaciones no pudieran hacer.
-Ah, qué hermosa vista, puedo verte perfectamente, querida. Por ahora no eres más que mi nuevo patio de juegos, pero pronto, muy pronto serás toda mía. Las posiblidades son infinitas, y tu vasto territorio inexplorado es una delicia comparado con todo cuanto ya poseo. Pero no es suficiente, nunca es suficiente, no para mí. Te iré conquistando poco a poco, barrio a barrio, distrito a distrito, hasta que mi influencia se extienda más allá del sur de San Andreas. Y será entonces cuando me podré coronar como el hombre más poderoso de la costa oeste. Y tú, querida mía, serás la joya de mi corona. Ah, sí, qué bella visión.
Tras ese corto pero intenso monólogo el hombre siguió contemplando un poco más las vistas que la ciudad le ofrecía y finalmente se retiró, apagando la luz y dejando el despacho desierto. La luz que proyectaba Los Santos se colaba por el ancho ventanal, dando una fría sensación de vacío, como si la propia ciudad le hubiera contestado sin hacerlo. Una luna decreciente coronaba la bóveda celeste, iluminando débilmente las nubes que la rodeaban.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Esa mañana a Big Mac no le había dado tiempo a llevar a Apple Bloom al colegio, por lo que le tocó a Applejack acercarla rápidamente, aunque eso mismo hiciera que llegara tarde a "trabajar". Aunque en parte no la preocupaba, puesto que se trataba de Trevor Philips, sintiendo en ese sentido cero prisas por llegar a tiempo.
-¿Qué tal todo por allí, dulzura? ¿Ya te tratan mejor?-inquirió la chica en un momento dado, de camino hacia allí.
-Sí, bueno, algo…
-No suenas muy convencida… si te siguen atosigando dímelo y vuelvo a hablar con el director, ya sabes que no tengo ningún problema en volver a hacerlo.
-No, a ver, ya apenas se meten conmigo, es solo que sigue siendo igual de aburrido, eso es todo.
-¿Y eso por qué? ¿No has hecho ningún amigo?
-Bueno, está Mary-Beth, una niña de mi edad que vive allí, en Harmony, pero a veces la da por hablarme y otras veces no…
-Anda ¿y eso por qué?
-No lo sé, la verdad es que es un poco rara, pero al menos me habla… cuando la da, claro.
Ante eso Applejack frunció el ceño con gesto preocupado. Era en momentos como ese cuando más se preguntaba si el mudarse allí había merecido la pena; ella quería creer que sí, pero teniendo en cuenta todo lo que había pasado, su situación y la de su familia, cada vez le costaba más y más pensar que el cambio había servido de algo. Incluso a veces la hubiera gustado desear que nada hubiese cambiado. Al menos así su abuela seguiría viva.
Una vez en Harmony dejó a Apple Bloom junto a la puerta de la escuela, despidiéndose de ella y poniendo rumbo en dirección hacia el aeródromo de McKenzie, donde seguramente Trevor y Óscar la estuvieran esperando. En cuanto llegó aparcó junto al hangar y salió del coche, aunque nada más doblar la esquina pudo ver que ni Trevor ni Óscar se encontraban allí. Sin embargo la cuban 800 blanca y roja se encontraba en el mismo hangar, solitaria y sin nadie por allí cerca que la pilotara. El ceño de la chica se frunció en un gesto extrañado, al tiempo que llamaba a los dos aludidos.
-¡Hey, Philips, Óscar, ya estoy aquí!
Sin embargo la nada respondió en su lugar, dejando un extraño vacío que se extendió por todo el aeródromo. Applejack les volvió a llamar, sin resultados.
-Qué raro ¿dónde estarán?-se preguntó ella, comprobando el lugar.
En un momento dado decidió llamar a Trevor al móvil para preguntarle dónde estaba, aunque tras unos breves minutos esperando a que cogiera el teléfono la línea se cortó por falta de respuesta. Lo intentó también con Óscar, dando los mismos resultados.
-¿Por qué no contestan?
Cada vez más y más extrañada se acercó a la caravana de Óscar y llamó a la puerta al tiempo que exclamaba.
-¡Eh, Óscar! ¿Estás ahí?
Lo intentó de nuevo en cuanto vio que no la respondía, pero llegó a tocar tan fuerte que la puerta se llegó a abrir ligeramente, quedándose levemente entornada. Extrañada por no recibir contestación la chica decidió entrar un momento para comprobar el interior, encontrándose la caravana vacía ya que Óscar no estaba allí, aunque en cuanto vio lo que había allí, prefirió no haber entrado. Casi toda la caravana se encontraba empantanada y patas arriba, con un montón de cosas esparcidas por el suelo, la mesa, la encimera de la cocina y el pasillo hacia la habitación; lo que más primaba eran cajas llenas de armas, aunque también había un buen montón de carpetas llenas de papeles debajo de la mesa, bolsas llenas de munición y algún que otro montón de latas de cerveza. Encima de la misma había un equipo de radio junto con un radar portátil, por el cual Óscar monitoreaba la actividad del espacio aéreo.
Estuvo a punto de irse cuando, en un momento dado, llegó a ver una hoja de papel y un boli junto a la radio, con algo en ella escrito, y se acercó por curiosidad. Pudo ver entonces que Óscar había dejado algo escrito en ella, pudiéndose leer: entrega especial, canal cifrado, distribuidor desconocido, posible gran cacho. Lugar: playa de Procopio a las once y media de la mañana.
-¿Procopio? Eso está al norte… ¿por qué tan lejos?-se preguntó la chica, extrañada.
Acto seguido consultó su reloj y vio que aún quedaba un cuarto de hora para esa entrega, lo cual la dio que pensar. Si Óscar lo había dejado apuntado es que era, de cierta forma, relevante para el negocio. No especificaba cuanto, pero el posible gran cacho que mencionaba parecía prometer un pago generoso, lo cual llamaba su atención, ya que un mayor pago nunca estaba de más. La extrañaba un poco la lejanía de la entrega, sobre todo teniendo en cuenta que hasta el momento no había tenido que irse muy lejos para recoger otras, pero aun así la posibilidad de pasarse por allí seguía rondando por su mente.
Aunque, aún algo insegura, decidió volver a llamar por un casual a Óscar una vez más, saltando de nuevo el contestador al cabo de unos breves minutos.
-Agh, está claro que estos no vienen hoy…-pensó ella, algo molesta.
Ante esa tesitura, y teniendo en cuenta que el otro día no llegaron a cobrar, Applejack decidió realizar ella misma ese recado, poniéndose en marcha enseguida. Antes de salir de la caravana comprobó su pistola perforante, cogiendo otro cargador lleno prestado a Óscar por si las moscas. Teniendo en cuenta que se dedicaban a lo que se dedicaban, supuso que a Óscar no le importaría que se llevara un poco de munición.
Arrancó el dune buggy y, sin mayor dilación, se dirigió hacia la playa de Procopio, la cual se situaba en la parte más norteña del estado. Como no podía ir con el buggy por carreteras secundarias ni autopistas, ya que llamaría la atención de la policía, decidió ir por una ruta alternativa que la haría dar algo más de vuelta pero que la haría llegar igualmente.
Yendo todo recto por Calafia North Way, el camino de tierra que bordeaba por el norte al mar de Álamo, había un desvío que subía por un cerro y que llevaba hasta un largo túnel que cruzaba parte del monte Chiliad y que desembocaba en pleno parque natural del monte Chiliad; decidió ir por ese túnel puesto que dejaba bastante cerca de la costa, pudiendo atravesar la autopista por debajo utilizando unos sumideros que allí había, saliendo al bosque y bordeando toda esa parte de la costa, cruzando luego Paleto Bay y llegando a la citada playa sin dejar de bordear la costa. A todo gas tardó poco menos de quince minutos, yendo con el tiempo algo justo, pero con el suficiente para ver la avioneta acercándose desde el norte.
Playa de Procopio
Por suerte no había nadie en la playa a esas horas, por lo que ella fue la única que vio llegar a la avioneta, la cual era completamente negra; volaba a pocos metros de altura, aunque en cuanto se acercó a la costa se elevó un poco, para luego describir una cerrada curva en cuanto sobrevoló parte de la playa, dejando caer el paquete, el cual planeó suavemente hasta posarse en la arena, a pocos metros de donde ella estaba. Acto seguido la avioneta se enderezó y continuó su viaje, esta vez hacia el este, hasta que finalmente se perdió en la lejanía.
Por su parte Applejack se acercó a la caja, quitando el paracaídas y llevándosela hasta el buggy; antes de arrancar sacó su pistola perforante y la dejó a su lado, por si tuviera que defenderse en caso de que alguien la asaltara, cosa que la hizo ponerse alerta incluso antes de salir de la playa. Sin embargo, y para su sorpresa, no se encontró con nadie a lo largo de todo el trayecto de vuelta, que fue el mismo por el que había venido. En todo momento estuvo alerta y con el arma a mano por si había que liarse a tiros, pero nadie le salió al paso en ningún momento ni lugar, cosa que la extrañó bastante, puesto que lo usual hubiera sido todo lo contrario.
Regresó al aeródromo tranquilamente, lo que la dio una extraña sensación, como si faltase algo; aun así agradeció ampliamente que no hubiera tenido que disparar ni un solo tiro, por lo que sin pensarlo mucho más se bajó del coche y descargó la caja para comprobar su contenido. Hizo mano de una palanca que encontró en el hangar y la usó para abrir la caja, la cual se encontraba llena de bolitas blancas de corcho de embalaje, sacando de entre ellas un arma que nunca había visto.
-¿Pero qué se supone que es esto?-pensó Applejack, extrañadísima.
Arma extraña
Nunca había visto nada igual en toda su vida, en cuanto a forma se refería recordaba vagamente a un fusil, pero tenía un diseño tan moderno que a su vez difería mucho de un arma de asalto. Poseía un largo cañón que parecía dividirse en dos y con una especie de canal electromagnético de color rojo entre medias, el cargador parecía una batería y una pequeña luz LED verde parpadeaba en la parte superior junto a un pequeño interruptor. Applejack lo pulsó y el canal electromagnético pasó de ser rojo a verde, notando como el arma zumbaba en sus manos.
-¿Pero qué…?
Antes de que pudiera decir nada más, uno de sus dedos resbaló entre el hueco del gatillo, pulsándolo accidentalmente y disparando el arma en el proceso; al segundo siguiente hubo una súbita detonación que sonó como si se hubiera activado un electroimán gigante, seguido de un destello azulado que rasgó el aire y que luego impactó en un pequeño y delgado árbol cercano, partiéndolo en dos.
Para entonces la cara de Applejack era un poema, soltando el arma por inercia, la cual siguió brillando y zumbando en el suelo. Sin duda alguna el poder de esa arma era devastador, y en manos equivocadas podría convertirse en algo muy peligroso. Sin embargo, por otro lado pensó que tal vez Óscar se podría referir a eso mismo en sus anotaciones. Un arma así tendría que valer mucho dinero, y en el caso de venderla les podría dar muchos beneficios, lo que podría subsanar de cierta forma su ya de por si ahogada situación económica. Cierto era que le daba miedo lo que podrían hacer con ella, pero por otro lado no pudo evitar pensar en cómo podría ayudar a su familia si la vendiera al mejor postor.
Aun algo atacada debido al susto, Applejack entró en la caravana de Óscar y empezó a buscar entre sus papeles algo que la pudiera dar alguna idea sobre a quién vender algo así. Desde el primer momento Óscar reiteró por activa y por pasiva la constante demanda de armas por parte de los mexicanos, por lo que pensó en tirar por ahí, llegando a encontrar un número de teléfono al que llamó para obtener algo de información. Respondieron al poco rato y tras unos breves segundos de espera.
-Bueno ¿Quién es?
-Hola, buenos días, llamo de parte de Óscar Guzmán…
-¿Óscar Guzmán? ¿Ese p*to? Pinche pendejo de mierda, así le chingen su madre ¿qué tiene usted con ese?
-Ah, bueno, soy una compañera, trabajo con él como asociados de Trevor Philips Industries, o Enterprises, o como diablos sea…
-¿Trevor Philips, dice? Conozco a ese güey, tengo entendido que provee buenas armas ¿dice usted que está asociada con él?
-Así es, tengo entendido que ustedes siempre tienen una gran demanda, y he pensado que podría ofrecerles algo que les podría interesar…
-Bueno, todo es platicarlo ¿de qué se trata?
-De algo completamente nuevo que no tiene nada que ver con las armas convencionales, es quizás lo más potente que he conocido en toda mi vida.
-¿Oh? Suena chido, desde luego, aunque… ¿qué me dice que no me está tratando de tranzar?
-No, para nada, de hecho le puedo mandar una foto para que la vea…
-¡Chale, mándemela pues, así salimos de dudas!
-Está bien…
Tuvieron que cortar un momento la llamada para poder hacerle una foto al arma y mandársela al contacto, retomando la conversación poco después.
-¡Órale, se ve asombrosa, nunca había visto nada igual! ¡Nos interesa mucho, sí! ¿Cuánto piden por ella?
En ese momento la mente de Applejack bulló en posibilidades, tratándole de ponerle un precio que satisficiera sus circunstancias económicas, y recordando además que iba a mitad y mitad con Trevor. Finalmente, y tras una rápida deliberación, murmuró.
-Dado que es un arma muy rara y exclusiva, no pasa de treinta mil dólares.
-¡Treinta mil dólares! ¡Ay, chale, qué cara es esa madre!
-Ya, bueno, pero tiene que comprender que nos ha costado lo suyo conseguirla, después de todo se trata de oferta y demanda…
-Sí, claro, se entiende. Está bien, aceptamos el trato, pero sólo porque nos interesa.
Rápidamente acordaron un sitio y una hora para entregarla ese mismo día, el contacto la explicó que había una pequeña avanzadilla cubriendo la costa oeste del estado, a pocos metros de distancia del litoral y cerca del puente de Cassidy Creek. Una vez que estuvo situada, Applejack metió el arma de nuevo en la caja, volviéndola a cerrar usando varios clavos y poniéndola rápidamente otro paracaídas, metiéndola en el compartimento de carga de la cuban 800. En cuanto estuvo todo listo Applejack abordó la avioneta y arrancó el motor, comenzando a rotar las dos hélices a ambos lados de las alas. Dado que sabía cómo pilotar una avioneta fumigadora, esta tampoco difería tanto, por lo que fue capaz de salir del hangar y alzar el vuelo en cuanto llegó al otro extremo de la pista, poniendo rumbo hacia el oeste.
Las vistas desde el aire eran brillantes, sobre todo a primera hora de la mañana; los vientos no eran muy fuertes, asegurando un vuelo tranquilo y relajado. Sobrevoló todo el mar de Álamo, con la imponente figura del monte Chiliad alzándose a su diestra y la más pequeña silueta del monte Josiah recortándose en la distancia, con la luz del sol incidiendo tras él. Para evitar deslumbrarse se puso unas gafas de aviador ensombrecidas que allí había, pudiendo ver mejor lo que había delante de ella. Viró ligeramente a la derecha para rodear el monte Josiah y enfiló el estrecho cañón de Raton Canyon, pudiendo ver al fondo la figura del puente de Cassidy Creek, estando cada vez más cerca de su objetivo. En poco menos de diez minutos palió el resto de metros volando, saliendo al ancho y basto océano pacífico.
Para poder ubicar sin problemas la avanzadilla voló a baja altura, llegando a localizar una serie de botes a pocas millas de distancia de la costa, estando señalizados mediante una estela de humo amarillo que salía de unos de ellos. Applejack se preparó para abrir el compartimento y, en cuanto sobrevoló los botes, soltó la carga, la cual planeó suavemente hasta caer en el agua, siendo recogida por los ocupantes de los botes. Por su parte Applejack dio media vuelta y regresó por donde había venido, dejando atrás la avanzadilla y adentrándose de nuevo en tierra firme.
El vuelo de vuelta al aeródromo fue mucho más rápido puesto que tenía el viento en cola y a su favor, volando más rápido y llegando a aterrizar en poco menos de diez minutos, metiendo la avioneta en el hangar y saliendo de ella sintiéndose un tanto mal consigo misma. Había vendido a los mexicanos un arma de la cual no sabía nada por un buen montón de dinero, pero no lo hizo sólo por el dinero, sino por todo lo que podría hacer por su familia con ese dinero. En todo momento había tenido en cuenta este hecho en sí, siendo con toda seguridad lo más importante para ella en ese sentido. Necesitaban ese dinero, por lo que la chica no lo consideraba un acto de egoísmo como tal, sino de simple supervivencia. Después de todo es lo que siempre había hecho, ahora más que nunca.
Una vez que el trabajo estuvo hecho era necesario esperar para recibir el pago, suponiendo que vendría adjunto en la siguiente recogida, por lo que sin más que hacer Applejack regresó a su casa en su coche, dejando el aeródromo desierto. Leves vientos a ras de suelo levantaron la arena de la pista, revolviéndola un poco.
-Entonces… ¿participarás dentro de poco en eso?-jadeó Rainbow Dash, tratando de recuperar el resuello.
-Sí, el triatlón Coyote se dará dentro de una semana, por lo que tengo que estar preparada… no te veo yo muy puesta en estas cosas, Dash…
-¡Y no lo estoy! Sigo pensando que esa cosa es criminal… ¿cómo puedes aguantarlo?
-Bueno, es cuestión de acostumbrarse, ya he participado en otros antes, hubo uno en los canales de Vespucci hará cosa de varios meses atrás, antes de irme de visita a la costa este.
-Y participaste, supongo… ¿cómo fue?
-Quedé segunda sólo por unos ínfimos minutos, me jodió mucho, la verdad, por lo que esta vez pienso superarme, aunque para eso necesito estar a punto.
-Entiendo…
Esa misma mañana Rainbow había ido a visitar a Lightning, a la cual apenas había visto desde la última vez puesto que había estado bastante ocupada entrenándose. Debido a esto no había podido participar en las últimas carreras, en las que Rainbow había conseguido ganar en su mayoría, comenzando a hacerse cierto nombre en la ciudad. Aprovechó que ese día no tenía clase y la estuvo acompañando durante su entrenamiento, ejercitándose con ella, ya que también la venía bien.
-Pero bueno, suficiente de mí ¿y qué hay de ti, como lo llevas?-inquirió Lightning en un momento dado, mientras descansaban en un banco en Mirror Park.
-Bien, no me quejo, hemos podido retomar las clases en la escuela de vuelo de aquí, el instructor es un capullo, pero se sobrellevan más o menos bien.
-Ya veo… ¿y qué tal está tu pseudo novio?
Ante esa pregunta Rainbow se atragantó cuando estaba bebiendo un poco de agua de la botella de la chica, tosiendo con fuerza y tratando de recuperar el resuello, al tiempo que mascullaba.
-¿Pseudo novio? ¿Pero qué dices?
-Vamos, vamos, sabes de lo que te hablo…-murmuró Lightning, divertida.
-Espera, espera… ¿Thunderlane? ¡Ya te he dicho que no es mi novio!
-Sí, claro, por eso digo lo de pseudo novio, ya sabes, por lo de las apariencias y tal…
-¡No digas gilipolleces, no es mi novio, punto!
-Si tú lo dices, aunque me llama la atención cómo reaccionas cada vez que te lo menciono ¿segura que no hay nada ahí?-inquirió la chica, con gesto zalamero.
Por unos ínfimos segundos Rainbow se quedó momentáneamente callada, para finalmente contestar de seguido.
-¡Que no! ¡Además, está saliendo con una chica de la escuela, chica que además me pidió previamente permiso creyendo que teníamos algo, así que por favor, Lightning, déjalo ya!
-Vale, vale, de acuerdo… aunque la verdad es que hacéis buena pareja…
-¡Agh, Lighting!
La rubia tan solo se rió socarronamente, dejándolo correr de seguido y cambiando de tema rápidamente.
Retomaron el entrenamiento y estuvieron el resto de la mañana haciendo actividades hasta que finalmente Lightning dijo basta.
-Bueno, lo voy a dejar por ahora, aunque esta tarde lo retomaré ¿tienes algún plan para entonces?
-No, ninguno, aunque tal vez me pase a ver a Scootaloo…
-¿Hablas de la cría de aquella vez? ¿Me tengo que preocupar por ti, Dash?-inquirió Lightning, con una mezcla entre preocupación y chanza a partes iguales.
-¡No es nada de eso, malpensada!
-Vale, vale, caramba, Dash, qué irritable estás…
-¿Irritable yo? Sí, claro…
-Hombre, tú me dirás, te pones de los nervios cada vez que menciono a tu pseudo hombre con el que vives, y ahora con esa niña… ¿acaso Dash tiene una faceta que yo desconozco?
-Muy graciosa… yo estaré irritable, pero tú estás de lo más vacilona…
-De eso nada, yo tan solo comento porque te estás saliendo de lo meramente común…
-Y sigues… ¿no ibas a irte o tenías cosas que hacer?-inquirió la chica.
-Bueno, vale, está bien, hablamos en otro momento, veo que te he pillado sensible… ¿estás con la regla?
Ante eso Rainbow la dedicó un rápido corte de mangas y Lightning se rió tontamente, despidiéndose de ella y saliendo del parque, yéndose calle arriba en dirección a su casa. Por su parte Rainbow regresó a su coche y comenzó a conducir sin ningún objetivo en mente, remoloneando por allí mientras pensaba en sus cosas.
Lo cierto era que el comentario de Lightning la había dado que pensar, sobre todo en cuanto a lo ser sensible se refería; Rainbow nunca se había considerado ninguna blandengue, ni mucho menos, y no era propio de alguien como ella ponerse sentimental o moñas, como lo solía llamar. Sin embargo sí había algo que, en parte, la daba que pensar, y esa no era otra más que Scootaloo.
Desde que conoció a esa niña lo cierto era que no había podido evitar cogerla cierto cariño, sobre todo teniendo en cuenta cuales eran sus circunstancias; además, en parte la recordaba en algunos aspectos a ella cuando tenía su edad. Apasionada, decidida, particularmente lanzada y muy frenética en todo lo que hacía, no podía evitar verse reflejada en ella de cierta forma, lo cual la hacía sentirse de alguna forma atada a la niña.
No obstante por otro lado también la preocupaba, sobre todo por su situación actual y el ambiente en el que se encontraba, el cual no era nada apropiado para una niña de su edad, aunque ella parecía estar del todo acostumbrada. Aun así a Rainbow no la convencía para nada, sobre todo esos Ballas, la banda que controlaba el barrio. Por muy cordiales que fueran con los niños del orfanato y por mucho que los ayudaran, no quitaba que fueran unos burdos y simples pandilleros, siendo además en ese sentido una influencia nefasta para ellos.
Su mente seguía divagando por esos derroteros cuando, en un momento dado, y mientras esperaba a que un semáforo se pusiera en verde en una intersección cercana, vio un buccaneer descapotable de lo más vistoso que la llamó la atención. Era de color morado, con sus bajos pintados de dorado y motivos plateados angulados pintados en su carrocería, siendo una personalización bastante más marcada que en otros coches; entre varios de los elementos que pudo ver destacaba sobre todo una toma de aire triple en el capó, unos dados colgados del retrovisor, una tapicería de cuero color morada que combinaba con la carrocería y una placa trasera colocada en la parte anterior del maletero en la que se podía leer Davis Los Santos. Llevaba además puesta la música de la radio a todo trapo, sonando por toda la calle.
Aunque en un momento dado, y para su infinita sorpresa, el coche dio un bote, literalmente hablando, al tiempo que también se balanceaba hacia los lados, siguiendo el ritmo de la música. Fue entonces cuando los ocupantes del coche llegaron a realizar ciertos signos que la eran familiares, lo que hizo reaccionar de seguido a Rainbow.
-¡Son Ballas!
En uno de los tantos botes y bamboleos pudo verlos un poco mejor, confirmando lo evidente, ya que uno llevaba una camiseta morada de Los Santos Panic y otro una gorra del mismo color pero con motivos blancos, junto con una bandana a juego atada al cuello.
Inmediatamente después el semáforo se puso en verde y el coche de los Ballas se puso en movimiento, aunque con el eje trasero levantado, llamando ampliamente la atención de los viandantes. Por su parte Rainbow no se lo pensó ni dos veces y se dispuso a seguirlos, sacándoles dos coches de distancia y sin perderles la pista en ningún momento. Fueron todo recto por Mirror Park Boulevard hasta llegar a un amplio recinto amurallado al otro lado del bulevar y que hacía esquina con Vinewood Park Drive, justo al lado del hipódromo y el casino de la ciudad. El coche se metió en el recinto, pero Rainbow paró a pocos metros del mismo, no muy segura de si meterse ella también o no. Al cabo de unos breves minutos vio entonces salir a dos moteros montados en sendas chopper, con un logo en sus chaquetas de cuero que le resultaba terriblemente familiar.
-¿¡Qué?! ¡¿Hay Lost aquí?! ¡Vamos no me jodas!-pensó la chica, en lo más hondo de su ser.
Y no era para menos, puesto que si por algo estaba ahora ahí en Los Santos era por ellos, ya que ya la intentaron matar aquella vez en Liberty City. Por un instante quiso dejarlo y huir de allí antes de que la vieran, sin embargo se paró momentáneamente, rumiando la situación.
Dudaba de que se hubieran pateado los más de cinco mil kilómetros que había entre costa y costa partiendo desde Liberty hasta Los Santos, eso de primeras. Era posible, sí, pero llevaría mucho tiempo, y ella llevaba viviendo en esa ciudad poco menos de tres semanas, por lo que dudaba que fueran los mismos Lost que intentaron liquidarla.
Por otro lado había ciertos detalles que evidenciaban que no se trataban de los mismos moteros, al menos en cuanto a dentro de la banda se refería; y es que, un poco más adelante del muro, llegó a ver un grafiti a todo color en el cual se podía ver el logo de los Lost, un águila con las alas alzadas, pero con el título de Los Santos debajo de la misma. Si mal no recordaba de su encontronazo con ellos en Liberty City, los moteros que la atacaron no tenían ningún distintivo en sus logos, cosa que le dio más motivos para pensar que no se trataban de los mismos moteros. Con toda seguridad estos eran de otra división distinta a la de Liberty, por lo que en teoría no tenía nada que temer.
Dejó el coche aparcado cerca de allí y se acercó para husmear un poco, ya que desde que entraron los Ballas no habían vuelto a salir del recinto; rodeó el muro y se dirigió a la parte trasera, subiendo a él de forma sibilina y sin que la vieran, llegando a observar el interior. Todo el lugar parecía ser una especie de cuartel de banda donde los Lost paraban, ya que allí donde miraba no veía más que moteros dispuestos en grupitos y pasando el rato; vio una especie de garito que hacía las veces de casa club, con bar incorporado y una zona de talleres y garajes donde había un montón de choppers dispuestas en fila y siendo revisadas por una serie de moteros. Buscó también con la mirada al coche saltarín de los Ballas, llegando a ubicarlo detrás de la casa club.
Cuartel de los Lost
-Ahí está… ¿qué estarán haciendo aquí?-se preguntó la chica, intrigada.
Se agazapó un poco para evitar que la detectaran y, al cabo de unos pocos minutos, los dos Ballas salieron por una puerta de servicio acompañados por un par de moteros a los que dieron la mano efusivamente, para luego subir a su coche y salir de allí rápidamente. Los dos moteros se volvieron a meter en la casa club y no los volvió a ver, trató de seguir con la mirada a los Ballas, pero estos se perdieron en la distancia en cuanto doblaron la esquina en dirección oeste.
-Agh, mierda, ¿de qué habrán hablado?
La chica se reincorporó un poco para tratar de salir de allí, pero en ese momento dio un traspié y cayó del muro desde el lado de dentro, aunque un contenedor lleno de escombros frenó en parte la caída. Algo magullada por el golpe, Rainbow salió del contenedor y trató de escabullirse, pero en ese momento oyó una voz que exclamó.
-¡Hey, tú!
Alzó la vista y vio entonces a un chico joven de pelo moreno, corto, de mirada dura y ensutado en una chupa de cuero negro y unos vaqueros raídos dirigiéndose a ella con cara de pocos amigos.
-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Nos estabas espiando?
-Ay, para el carro un momento, machote, no tan deprisa…
-¡No te me pongas chula y responde a mi pregunta! ¡Aquí sólo entran miembros de los Lost! ¡Y tú no pareces ser tal cosa!
En ese momento algo se encendió en la cabeza de Rainbow, viendo una oportunidad para acercarse a ellos y averiguar qué estaban haciendo allí esos Ballas por lo que, decidiendo sobre la marcha e improvisando al mismo tiempo, murmuró.
-Perdón por haberme colado así sin más, pero es que quería saber un poco más de vosotros, he oído hablar de vuestro club y he pensado que podría unirme…
Ante eso la cara del chico cambió completamente, murmurando de seguido.
-Ah, ya veo ¿y por qué no lo has dicho antes? En ese caso ven conmigo…
Siguió al chico por el recinto mientras iba hablando un poco con él.
-Así que quieres ser una hermana ¿eh?
-Eh… sí, me gustaría comprobar la dura vida de motero y disfrutar de la carretera…
-Bueno, no hay muchas mujeres moteras, normalmente las chicas suelen acompañar a los miembros más veteranos, pero con toda esa mierda del progreso y la liberación de la mujer últimamente se está dando más cancha al hecho de ver a una tía montada en una burra… sin ofender.
-Ya, bueno, es lo que tiene ser mujer, supongo, aunque eso no me para…
-¡Ese es el espíritu! ¡Hermanos de por vida, Lost para siempre! Pero bueno, vamos a lo más importante ¿dónde está tu burra?-inquirió el chico, interesado.
-Ah, bueno, verás, el caso es que… no tengo.
Pensó en mentir diciendo que sí tenía, pero al final decidió ir por lo seguro, ya que en el caso de que la hubiera pedido que se la enseñara hubiera estado en problemas. Ante esa tesitura el chico la miró ceñudo, inquiriendo de seguido.
-¿Que no tienes? ¿Y cómo pretendes unirte a nosotros sin una moto siquiera?
-Bueno, visto así suena un poco tonto, lo sé, pero ya te digo que me gustaría ser parte de vuestra banda…
El chico la miró largo y tendido durante unos breves pero largos segundos, hasta que finalmente murmuró.
-Bueno, está bien, quizás podamos subsanarlo de alguna forma…
Los dos entraron en la casa club, donde muchos otros miembros se encontraban pasando el rato bebiendo unas cervezas, charlando entre sí, retándose entre ellos echando pulsos, jugando al billar o viendo la tele. El ambiente era algo lúgubre y estaba lleno de humo, ya que muchos se encontraban fumando. Al fondo del todo una chica vestida en cuero negro y con el logo de la banda en una parte de su pecho bailaba alrededor de una desgastada barra de metal, siendo observada por más miembros del garito, animándola en el proceso.
-Ven conmigo, te llevaré con Al, él lleva los trámites para admitir a los nuevos.
-¿Al?-repitió ella.
-Sí, es uno de los cabecillas de la banda después del incidente en el condado de Blaine… ¿te enteraste de lo que pasó?
Rainbow tan solo negó con la cabeza, a lo que el chico contestó rápidamente.
-Llegaron a descabezarnos hace cosa de varios meses, el que entonces era el líder, Johnny Klebitz, fue apaleado hasta la muerte por un p*to paleto loco de mierda que responde al nombre de Trevor Philips. Por su culpa nos quedamos muy desperdigados, pero ahora nos hemos reorganizado y hemos tirado por un mandato más amplio, habiendo una serie de cabecillas por territorio que se coordinan entre sí.
-Ya veo…
-Pero eso sí, ahora que sabes lo que pasó debes ser consecuente, si ves a Philips o te enteras de donde puede estar, avísanos de inmediato y vamos a por ese cabronazo, tiene cuentas pendientes con nosotros. Y recuerda, Dios perdona, pero los Lost no.
Rainbow se quedó un tanto chocada por tan contundente lema, pero lo dejó estar y siguió al chico hasta una oscura habitación, la cual se encontraba débilmente iluminada por una desnuda bombilla colgada del techo; un hombre de mediana edad, piel morena y poblada barba se encontraba contando dinero sentado tras una mesa. Aunque su aspecto la sonaba, viendo enseguida que se trataba de uno de los moteros que llegó a despedir a los Ballas de antes.
-Al, tenemos aquí a una chica que quiere unirse a nosotros-anunció él, nada más entrar.
-¿De veras? No estoy en contra de aceptar a mujeres aunque ¿tienes lo que hay que tener, muchacha?-inquirió el tal Al, mirándola de arriba abajo.
-Sí, desde luego, quiero ser una Lost y aprender de su filosofía.
-Ya, claro, aunque déjame decirte una cosa. No somos precisamente hermanitas de la caridad. Aquí hacemos de todo, y no es precisamente bonito, pero lo que más valor damos es a los hermanos. Todos aquí somos como si fuéramos uno solo, y debemos permanecer todos juntos. Porque si algo hemos aprendido después de todos estos años es que una banda unida es lo más importante. Respeto, honor, pero sobre todo hermandad. ¿Lo has entendido?
-Sí, claro-murmuró Rainbow, tratando de sonar convincente.
-Bien, aunque antes de nada debes pasar por una prueba de iniciación para comprobar tu destreza manejando tu moto-anunció Al, para desgracia suya.
-Ah, sí, sobre eso, el caso es que la chica no tiene una burra-comentó el chico en ese momento.
-¿Qué? ¿En serio?-inquirió Al, con gesto incrédulo.
Ante eso Rainbow rió nerviosamente, sin saber muy bien qué decir, aunque el chico la sacó del apuro explicando los motivos; ante esa tesitura Al decidió rápidamente.
-Bueno, en ese caso supongo que podremos hacer una excepción. Jolly, llévala al taller, mirad a ver si Angus tiene algo que la pueda servir.
-Vale.
Rainbow se dio la vuelta para dirigirse a la salida, pero en ese momento Al la paró.
-Ah, espera un momento, ahora que vas a ser uno de los nuestros tienes que llevar algo que así lo atestigüe.
Se dirigió entonces a unos casilleros y sacó de uno una chaqueta de cuero negra con el logo de los Lost a su espalda.
-Toma, pruébatela.
Aceptándola de buen grado Rainbow se la probó y, aunque no la pegaba mucho con su conjunto deportivo que llevaba puesto en ese momento, no la quedaba tan mal.
-No está mal, luce bien-opinó Jolly.
-Sí, aunque el pelo desentona un poco, pero bueno, tiene un pase-asintió Al.
Con su nueva chaqueta de cuero puesta, los dos salieron del antro y se dirigieron directamente a la zona de talleres, entrando en un garaje abierto cercano, donde otro miembro Lost se encontraba, aunque este en concreto se encontraba postrado en una silla de ruedas. Era un hombre de mediana edad, de pelo castaño claro, cortado por ambos lados de la cabeza y en forma de pequeño y poco abultado tupé. Llevaba además un piercing con forma de aro en la nariz.
-¡Hey, Angus!-le llamó Jolly.
El aludido se dio la vuelta y le saludó.
-Ah, hola Jolly ¿querías algo? Estoy ocupado con estas válvulas de aquí…
-Nos envía Al, venimos a ver si tienes alguna burra de sobra, aquí la chica quiere unirse a nosotros pero no tiene una.
-¿Así que una nueva, eh? Perdona que no me levante, pero no me queda otra. Soy Angus Martin, el mecánico, encantado.
-Hola, soy Rainbow Dash.
-Angus es todo un veterano, estuvo varios años en la división de Liberty City en la costa este, y ahora está en ésta ayudándonos como mecánico. Si quieres saber más sobre la historia de los Lost, él es tu hombre-explicó Jolly.
-Bueno, tengo buenos recuerdos, y un montón de historias que contarte. También conocí al viejo Johnny K, que en paz descanse; dios, como le echo de menos.
-Sí, todos lo hacemos-asintió Jolly, algo abatido.
Por un momento ambos hombres guardaron un sentido minuto de silencio que Rainbow respetó, aunque no pudo evitar sentir curiosidad por saber más acerca de ese tal Johnny Klebitz. Angus retomó la palabra poco después, comentando.
-Así que buscáis una burra… bueno, quizás tenga algo para ti, vamos a la parte de atrás.
Los dos siguieron a Angus hasta la parte trasera del garaje, donde había un buen montón de cajas de embalaje llenas de piezas y partes de moto sin usar; aunque en una esquina apartada había una vieja moto chopper de manillar alto, cadenera cubierta y con dos bolsas de cuero a ambos lados de las llantas de la rueda trasera, además de un pequeño respaldo para el acompañante. La pequeña carrocería que cubría el depósito de gasolina y parte del cuerpo trasero de la moto era blanca y roja, aunque parte del motor y los cilindros eran visibles bajo el asiento.
Ángel
-Ahí está, la vieja Ángel de Chad, que en paz descanse también. Ya tiene unos años pero el motor está en condiciones, aun así pruébala un poco y dala rodaje, si ves que no tira bien o la pasa algo tráemela y te la apañaré un poco.
-Vale, gracias Angus.
-De nada, y bienvenida a los Lost.
Una vez con su nueva moto Rainbow la arrancó y el motor ronroneó, sintiendo su traqueteo debajo del asiento; aunque ella nunca se había considerado una motorista y prefería las cuatro ruedas a las dos, de vez en cuando había conducido alguna que otra moto, por lo que en ese sentido no la era desconocida para nada. En un momento dado Jolly se dirigió a ella.
-Dado que es la primera vez con tu nueva burra te daremos un día para que te aclimates un poco a ella y luego pasarás la prueba de iniciación ¿vale?
-Está bien.
-Consistirá en una carrera por la ciudad, así que familiarízate con las calles de por aquí.
-No te preocupes, lo tengo controlado.
Una vez que estuvo todo hablado Rainbow se despidió de ellos y se fue de allí, regresando a su coche, el cual no había dejado muy lejos de allí. Como primer acercamiento no había estado mal y, con algo de tiempo, probablemente podría acercarse a Al lo suficiente como para que le pudiera revelar qué había estado hablando con esos Ballas. Aunque lo cierto era que nunca se hubiera imaginado ese mismo acercamiento como tal, encontrándose vestida de cuero y a lomos de una moto chopper de lo más antigua, aunque a su favor tenía que admitir que tiraba bien, eso por descontado.
Tuvo que llamar al mecánico para que fuera a recoger su coche y, tras eso, se dirigió de vuelta a su apartamento en Del Perro con su nueva moto. Si algo bueno tenían las motos era que se podían colar entre el tráfico y salvar muchos obstáculos que, para un coche, serían infranqueables, y aunque la sensación de libertad era mayor, seguía prefiriendo a sus cuatro ruedas de toda la vida.
Nada más llegar aparcó justo al lado de su plaza habitual de garaje y se dirigió a casa; nada más entrar pudo oír las risitas divertidas de Lindsay acompañadas de las risotadas de Thunderlane provenientes del salón. Con gesto agrio entró en el mismo, haciendo callar a la parejita en cuanto la vieron, aunque el chico fue el primero en hablar.
-¡Ah, hola Rainbow, ya has vuelto! Espera… ¿de dónde vienes con esas pintas?
-De donde no te importa, Thunderlane…
-Vale-murmuró el chico, sin darle mayor importancia.
Sin embargo a Lindsay no le pareció tan bien, comentando de seguido.
-Bueno, no hacía falta ser tan tosca…
-Ah, no, Lindsay, cuando está de morros mejor no hacerla mucho caso.
-¿Porque si no se enfurruña aún más?
-Sí, mismamente.
La parejita se rió confidentemente, aunque a Rainbow no le hizo tanta gracia.
-Ja, ja, me parto con vosotros dos… ¿no tenéis mejores cosas que hacer?
-No realmente… ¿verdad que no, nena?
-No, a no ser que sea algo relacionado con los achuches…
Sin comerlo ni beberlo los dos se pusieron tiernos con Rainbow delante, la cual agrió un poco más el gesto, visiblemente molesta.
-Agh, sois tan dulces que empalagáis… iros a un hotel o algo…
-¿Para qué ir a un hotel pudiendo quedarnos aquí?-inquirió ella, con tonito obvio.
-Ciertamente ¿te importa irte a dar una vuelta un rato, Rainbow?-la sugirió el chico, con tonito.
-¿¡Qué?! ¡Acabo de llegar!
-Bueno, vale, quédate… a no ser que prefieras ver o escuchar…
-A mí no me importa que se quede…-añadió Lindsay, con sonrisita zalamera.
Ante esa tesitura la cara de Rainbow se torció en un gesto asqueado, mascullando de seguido.
-Está bien, vosotros ganáis, me largo, no quiero estar aquí cuando eso pase.
-Envidiosa…
-Deberías hacerte mirar esos celos, Dash, son malos para la salud y el cutis.
A eso la chica quiso contestar, especialmente molesta, pero antes de que pudiera decir nada más los dos desaparecieron escaleras arriba y ella salió de la casa particularmente quemada. Regresó entonces a su moto, la arrancó y se perdió por la ciudad, dejando que el viento la azotara la cara mientras corría por las calles, haciéndose a tan intensa sensación. Por un momento pensó que podría acostumbrarse, e incluso entendió un poco mejor a los moteros, sintiéndose ella un poco más motera también. Mientras tanto, Los Santos bullía más animada que nunca.
(Continúa en el siguiente mensaje)
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Esa misma mañana Fluttershy se levantó especialmente cansada y con los ánimos por los suelos; apenas había dormido, despertándose cada dos por tres en toda la noche, y podía notar como el cansancio acumulado hacía mella en ella, lo cual no la ayudaba para nada a pensar sobre qué podía hacer a continuación ahora que su única pista había quedado inservible.
Prefiriendo dejar los detalles técnicos para otro momento, la chica se fue primero a desayunar, ya que ayer apenas había comido casi nada, además de que echaba en falta el apoyo y el cariño de la señora Casey. Nada más entrar encontró a la susodicha limpiando el suelo, por lo que no la vio entrar como tal.
-Aún no está abierto, deme unos cinco minutos.
-Oh, está bien, puedo esperar…
Nada más oír la voz la señora Casey se reincorporó y, al verla, exclamó.
-¡Fluttershy, querida! Oh, no, tranquila, puedes pasar, enseguida te atiendo.
-Puedo ayudarla si quiere…
-¡No, querida, nada de eso, tan solo estaba poniendo un poco de orden, nada más! Dame un momentito.
La chica se acercó a la barra y se sentó en un taburete, al tiempo que la señora Casey terminaba de barrer, dirigiéndose a la cocina para tirar la suciedad recogida.
-¡Qué bueno es volver a verte cada mañana! Me recuerda a los viejos tiempos...
-Sí, es verdad…-murmuró la chica, algo adormilada.
-Huy ¿a qué viene esa carita, cielo? ¿No has dormido bien?
-No demasiado, ayer tuve un día… complicado.
-Entiendo, en ese caso déjamelo a mí, te prepararé un desayuno que te ayudará a despertar.
-Gracias, señora Casey…
En ese momento la mujer desapareció tras la cocina y Fluttershy se quedó sola en la barra mientras barajaba opciones, todas ellas muy escasas. Por un momento la guía telefónica le vino a la mente, pero la descartó enseguida teniendo en cuenta que se trataba de un teléfono móvil, y además de un particular, por lo que no valdría. Dado que lo que había destruido era el móvil y no el rastreador, pensó en volver a intentarlo partiendo de otra frecuencia, pero aun así lo descartó de nuevo ya que sería arriesgado y ayudaría a los que la buscaban a ponerse sobre la pista de su paradero de nuevo, y no podía permitir que la volvieran a localizar. Teniendo todo eso en cuenta sus opciones eran casi inexistentes, y eso mismo la preocupaba más de lo que ella misma se esperaba que lo hiciera.
Ese llamado la hizo reaccionar, botando ligeramente y viendo a la señora Casey sosteniendo la bandeja de su desayuno y con un gesto preocupado grabado en su cara.
-Oh, lo siento señora Casey, no era mi intención, es sólo que…
-¿Está todo bien, querida?
Ese súbito corte la hizo reaccionar, llegando a esbozar una confusa mirada, no muy segura de qué hacer. Para ella la señora Casey era como la madre que nunca tuvo, y aunque sabía que no debía, sentía una fuerte opresión en el pecho y la urgente necesidad de soltar todo lo que la atormentaba. No lo hizo, pero entre la maternal mirada que la señora Casey la estaba echando y sus sentimientos desbordados, finalmente no pudo más y lo dejó escapar, comenzando a llorar con fuerza.
Inmediatamente después la señora Casey fue tras la barra a consolarla abrazándola fuertemente, cosa que tan solo hizo que la chica llorara un poquito más fuerte, asiéndose a ella desesperadamente. Tardó bastante, pero poco a poco comenzó a calmarse hasta que finalmente sus sollozos se quedaron reducidos a leves respiraciones agitadas.
-¿Mejor, querida?-inquirió la señora Casey en un momento dado.
Fluttershy tan solo asintió con la cabeza, sin decir nada, a lo que la señora aprovechó para retomar la conversación.
-Es por tu padre ¿verdad? Ese maldito bastardo nunca tuvo suficiente haciéndote sufrir…
La chica cerró los ojos, sin querer decir nada al respecto, aunque el hecho en sí la daba cierta oportunidad de mantenerla alejada del peligro real, aunque eso supusiera mentirla en el proceso. Rápidamente ideó algo para salir del paso, murmurando de seguido.
-Tenía deudas pendientes, y aunque me fui de la ciudad, seguían presionándome por otras vías. Pensé que ya había acabado, pero nunca acaba. Nada acaba. Y ahora tengo que hacerme cargo de unas deudas que no sé ni cómo afrontar. Estoy sola.
-No digas eso, querida, me tienes a mí, y sabes que puedo ayudarte…
-No, señora Casey, sería incapaz de pedírselo, no quiero involucrarla.
-Vamos, déjame ayudarte, quiero ayudarte, no estás sola, cielo…
-Es usted un amor de mujer, es como la madre que nunca tuve, no me lo perdonaría si la ocurriera algo, no puedo, señora Casey, no puedo.
-Oh, por favor, Fluttershy, no tiene por qué ser así…
-Esta es mi carga, señora Casey, no la suya…
Ante tanta insistencia la mujer soltó un sentido suspiro, comentando de seguido.
-Que una persona tan buena como tú tenga que pasar por algo así por culpa de un incompetente como lo fue tu padre… no te mereces nada de esto, Fluttershy, déjame que te ayude, por favor…
-No, señora Casey, es mejor así, de verdad.
Costó bastante convencerla, pero finalmente consiguió hacerla desistir por ayudarla; era mejor así, no podía poner en peligro a la pobre mujer, y bastante mal se sentía ya por haberla mentido de semejante forma.
Una vez que estuvo todo hablado la chica desayunó lentamente, sin pensar en nada, ya que había llegado a un punto en el que ya no sabía lo que hacer, dejando pasar el tiempo. Afuera Los Santos se desperezaba.
-Vale, recuérdamelo otra vez, Bernardo, ¿para qué están mis chicos aquí?
-Pues en teoría para protegerme a mí y a mi establecimiento, pero digo yo que, cuando no hacen lo que deben, uno tiene que tomar la iniciativa…
-Sí, ya, claro, pero a expensas nuestras, lo que no me parece bien… teníamos un trato, Bernardo, o lo cumples o nos veremos obligados a ser los opresores, elige.
-¿Qué? ¡No, espera, no tiene por qué ser así!
-Exacto, tú mismo lo has dicho, así que ¿qué va a ser?
En momentos como esos Troy echaba en falta los viejos tiempos, aquellos en los que se disparaba primero y se preguntaba después, y los negocios eran más amplios y no se limitaban solo a obligar a que dependientes sebosos pagaran dinero por su protección. Por aquel entonces los moteros de Vice City tenían fama de ser feroces e inflexibles, pero ahora esa imagen de rudeza e intimidación había sido sustituida por la de los típicos matones callejeros sin mucho más que hacer.
-Ay si mi padre levantara la cabeza…-pensó Troy, con algo de morriña.
En los tiempos de Mitch Baker los moteros tenían más caché y renombre, pero ahora apenas eran conocidos más allá de Tampa, siendo además opacados por bandas de moteros más grandes y con más popularidad, como los Lost o los Angels of Death. Hoy en día ya no había sitio para las bandas de moteros independientes como la suya, quedando reducidas en pequeñas ciudades y limitadas a actividades más concretas, como la de protección y extorsión. Además, desde que en Vice City las cuatro bandas locales se repartían el mercado, tampoco había mucho de lo que proteger, salvo de los típicos delincuentes, matones, y cuatreros de poca monta.
-Está bien, está bien, seguiré pagando por vuestra protección, pero dile a tus chicos que hagan bien su trabajo, por favor.
-Eso es algo que decido yo, así que no te eches muy para delante.
Una vez que estuvo todo hablado Troy y los suyos salieron de nuevo a la calle, donde la gente iba y venía constantemente. Little Habana a esas horas de la tarde tenía bastante actividad, sus calles lucían bulliciosas y el sol comenzaba a declinar desde el oeste, pintando a la ciudad de un color rojo pardo mientras esta comenzaba a iluminarse con luces de neón al este y luces normales al oeste.
-Bueno, pues con eso cerramos el día de hoy… podéis marcharos, muchachos-indicó Troy en un momento dado.
A su señal sus hombres se desperdigaron y, una vez solo, se permitió el lujo de soltar un largo suspiro; aunque en su día quedó más que demostrado que el Mecenazgo funcionaba, Troy echaba en falta los días en los que ser motero implicaba mucho más que cobrar la protección de los locales de la ciudad y poco más. A veces sentía que había llegado a traicionar su propia identidad al formar parte de una unión así, pero por otro lado no se arrepentía como tal puesto que los beneficios que reportaba les mantenían a largo plazo. Aun así eso no quitaba que siguiera echando en falta aquellos viejos tiempos.
Aprovechando entonces que estaba en Little Habana, cogió su moto y se dirigió al único lugar donde sabía que encontraría a Diego, el líder cubano con el que mantenía una buena amistad. El café Robina siempre había estado ahí, desde que los Robina llegaron a Vice City allá por los años sesenta provenientes de Cuba; fue fundado por Alberto Robina, el padre del viejo Umberto y el abuelo de Diego, el cual murió hace ya mucho tiempo, siendo regentado ahora por un hombre de confianza del propio Diego, el cual casi siempre estaba ahí coordinando a sus hombres y usando el café como base de operaciones.
Café Robina
En cuanto llegó aparcó la moto en un callejón aledaño y, nada más entrar en el café, Diego le vio y le saludó como era usual en él.
-¡Hombre, miren a quien tenemos aquí, Troy Baker, el de las grandes pelotas! ¿Cómo va eso, amigo?
-Hola Diego, bien, como siempre…
-Huy, huy, te noto un poco alicaído ¿no? ¡Oye, Gonzales, ponle un cafecito aquí a mi amigo! ¿Quieres?
-Ahora mismito, señor-asintió el barman.
Los dos se sentaron junto a la barra mientras iban hablando de todo un poco.
-Y cuéntame ¿Qué te trae por aquí?
-Bueno, poca cosa, estaba por aquí cerca haciendo unos recados con mis hombres y he aprovechado para pasarme y saludar ¿Cómo te va a ti, Diego?
-¡Bien, el negocio va de fábula, nos siguen llegando armas del medio oeste y casi siempre tenemos trabajo, cada día es un no parar! ¿Cómo lo llevas tú?
Ante esa pregunta el semblante de Troy cambió repentinamente, cosa que Diego notó enseguida.
-Eh ¿y esa cara tan larga? Pensaba que los moteros teníais nervios de acero y un buen par de pelotas…
-Y las seguimos teniendo, Diego, casi iguales que las vuestras, pero el caso es que me he dado cuenta que todo tiene un límite, no sé si me explico…
-No mucho, pero cuenta, cuenta.
Por su parte Troy suspiró y se explayó a gusto.
-Es el negocio en sí, que ha llegado a un punto en que apenas me llena. La protección ya apenas interesa, y la mayoría de los dependientes de pequeñas superficies prefieren armarse ellos mismos antes que contratarnos, o bien se toman las cosas por su cuenta en vez de contar con nosotros. Es como si lo que hacemos ya no valiese nada, y echo de menos aquellos tiempos en los que ser motero significaba mucho más que darle una paliza a un vulgar ratero que se dedica a robar cereales para subsistir. Y cuanto más lo pienso más me deprimo.
Tras ese corto pero intenso monólogo Troy apuró el café de un solo trago, con gesto desanimado. Por su parte Diego habló tras un corto momento de cavilo.
-Entiendo cómo te sientes, después de todo sé lo que es apalancarse. Aun así creo que no deberías desanimarte, no es propio de ti, y demuestras tener muy pocas pelotas poniéndote tan melancólico. Piensa que eres un motero, y tú sigues siendo el mismo ¿no?
-Sí, claro no he cambiado un ápice, y estoy orgulloso de ello.
-¡Pues eso mismo! ¡Demuestra al mundo quien tiene las pelotas más grandes!
Ante eso Troy se rió, divertido, sintiéndose un poco mejor. No había nada mejor que pasar tiempo con Diego Robina para animarse y sentirse con energías renovadas, además de un buen par de buenas pelotas.
-¡Pero bueno, que no se diga que no somos buenos amigos! ¡Te ofrezco la mitad de mis cargamentos!-anunció entonces el cubano, para sorpresa de Troy.
-¿Cómo la mitad? ¿Hablas de tus armas?
-¡Pues claro! ¿De qué si no? ¿Sabes cuantas cajas descargan aquí al lado cada día? ¡Hay veces que hasta me faltan contactos para colocarlas! ¡Seguro que tú podrás ayudarme en ese aspecto!
-Pero ¿así sin más?
-Bueno, supongo que tendrás que hablar primero con la jefa, pero ya te digo que estoy dispuesto a cederte al menos la mitad, así nos repartimos entre los dos el trabajo y te ayudo un poco ¿qué me dices?
Aunque algo sorprendido por esa repentina oferta, finalmente Troy la aceptó de buen grado agradeciéndoselo profusamente.
-Muchas gracias, Diego, en serio.
-¡No es nada! ¿Para qué están los amigos, eh?
Estuvieron hablando un rato más hasta que Troy se despidió, cogiendo su moto y dirigiéndose hacia Starfish Island para hablar con Rarity, ya que como bien dijo Diego, prefería comentárselo primero a ella que era la que manejaba todo el cotarro. No creía que se pusiera reticente ni mucho menos, pero aun así era mejor comentárselo primero.
Llegó enseguida, ya que no había mucho tráfico, aparcando a los pies de la escalinata y subiéndola hasta llegar a la puerta, llamando al timbre. Le abrió uno de los miembros del cártel, mirándole de arriba abajo.
-Hola, me gustaría hablar con la señorita Belle, quiero comentarla algo.
-Espere un momento.
Troy esperó pacientemente hasta que finalmente le dejaron pasar; pocas veces había estado en la mansión Belle, pero cada vez que entraba se podía notar el lujo y la opulencia rezumando por sus cuatro costados, algo que siempre le asombraba en cierta medida. Le llevaron hasta el despacho de Rarity, pero se sorprendió al no encontrar a la misma sentada tras su mesa, viendo a su segundo al mando en su lugar.
-¿Dónde está la señorita Belle?-inquirió Troy, extrañado.
-No se encuentra en la ciudad actualmente, por lo que yo estoy al mando. Usted me dirá, señor Baker.
-¿No está?-repitió el motero, aún más extrañado.
-No, se encuentra fuera por motivos de trabajo, mientras tanto yo me encargo de todo. ¿Tiene algún inconveniente?
-No, ninguno, es solo que me extraña no verla, eso es todo.
-Bien… ¿qué le trae por aquí?
Le explicó rápidamente lo que Diego y él habían hablado, exponiéndole también que a él tampoco le importaría. Por su parte Hernando se quedó pensativo, rumiando la situación, hasta que finalmente se pronunció.
-Bueno, no es algo que yo mismo decidiría, pero dado que lo tienen hablado no veo por qué no. Aun así lo hablaré con la señorita Belle antes de darle el visto bueno, espero que no le importe esperar un poco.
-No, mientras no se demore mucho…
En ese mismo momento alguien entró de improviso en el despacho, al tiempo que una vocecita decía.
-Oye, Hernando ¿me puedes ayudar con estas divisiones, por favor?
Troy se dio la vuelta y vio entonces a la hermana pequeña de Rarity, la cual se quedó un tanto cohibida en cuanto le vio.
-Ah, ahora voy Sweetie, dame un momento-indicó Hernando.
La niña se retiró rápidamente y el segundo al mando decidió despachar enseguida el asunto.
-Descuide, esta noche la pondré al corriente, en cuanto me diga algo al respecto le llamaré.
-Está bien, gracias por su tiempo.
Los dos hombres se despidieron y otros dos miembros del cártel acompañaron a Troy hasta la puerta. Una vez fuera regresó a su moto, arrancándola de seguido y poniendo rumbo al centro de la ciudad, mientras iba pensando en lo que Hernando le había dicho. No sabía que Rarity se encontraba fuera de la ciudad, y el hecho en sí le había sorprendido más de lo que él mismo hubiera llegado a pensar, ya que hasta el momento nunca se había ido así sin más de la ciudad. Lo usual era que ella estuviera ahí siempre, dirigiendo el Mecenazgo y controlando la ciudad, pero ahora el saber que no estaba le daba una extraña sensación de indefensión que no sabía explicar del todo.
Aun así prefirió pensar en otras cosas, como en los contactos que conocía y que podría usar cuando ya pudieran trabajar con la mitad de las armas de Diego. Mientras tanto, los últimos rayos de luz terminaban de ocultarse tras el océano, al tiempo que Vice City comenzaba a brillar en la noche.
-La estatua de la Felicidad fue un regalo de los franceses para conmemorar la participación de los mismos en la guerra de independencia apoyando a los americanos, aunque las malas lenguas también dicen que fue erigida en honor a los cien años de comida británica y a la pésima ortografía de por aquí, pero usualmente ese hecho es atribuido a los ingleses por haber perdido sus antiguas colonias. Fue construida por Frédéric Auguste Bartholdi, aunque su estructura interna fue diseñada por el mismísimo Gustave Eiffel, el cual colaboró en parte en su construcción. Está hecha de planchas de cobre amarronadas, las cuales han ido adquiriendo el tono verdoso actual debido sobre todo debido al proceso de patinación al que la gran mayoría de las estructuras de cobre situadas en exteriores acaban siendo expuestas. Se dice que su rostro está inspirado en la madre del escultor y los pinchos de su corona representan a los siete continentes y mares del mundo. Desde el vaso hasta la base mide cuarenta y seis metros de altura y pesa doscientas veinticinco toneladas. Su nombre completo es La Felicidad sonriendo al mundo, aunque se la conoce más como la estatua de la Felicidad, y por los americanos es llamada cariñosamente Lady Happiness.
A Moondancer siempre la había gustado la historia, el saber más acerca de la historia de su país y del mundo era una de las cosas que más la gustaba; quizás fue por eso por lo que aceptó desde el primer momento el puesto de guía turístico en la isla de la Felicidad. Y no porque el trabajo en la tienda la fuera mal ni nada por el estilo, sino porque vio una buena oportunidad en ganar un sueldo extra y decidió cogerla, después de todo tan solo iba tres veces a la semana y por la tarde, por lo que un nuevo trabajo además del que ya tenía no se volvía tan intrusivo como podría parecer. Al menos ahora podía decir que hacía algo más, y estaba del todo segura que el detalle le hubiera gustado a Twilight, llegando incluso a recordarla cada vez que hablaba sobre la estatua a los turistas.
Estatua de la Felicidad
El horario era algo más rígido, ya que debía de estar en la isla de la Felicidad a las cuatro de la tarde justas y estar en ella guiando a los turistas y explicándoles la historia de la estatua hasta las nueve de la noche, que era la hora cuando se cerraba la isla. Y, en ese justo momento, quedaba poco menos de veinte minutos para cerrar.
-Muy bien, pues aquí termina el recorrido, muchas gracias a todos por su visita, recuerden que pueden pasar por la tienda de regalos que hay al lado del muelle donde pueden comprar miniaturas a escala, así como camisetas, tazas o merchandising derivado.
El grupo de gente se dispersó y Moondancer se pudo dar un descanso sentándose en un banco cercano al paseo; la luz de la tarde pintaba a la ciudad de un color pardo rojizo, al igual que a la figura de la estatua, la cual comenzaba a ser iluminada por una serie de focos dispuestos de forma circular en torno a ella, habiendo un par de ellos por cada esquina de la base del pedestal. Su porte majestuoso la hacía destacar ampliamente, y su sempiterna sonrisa grabada en su cara era una de sus mayores señas de identidad, mirando a la ciudad con ojillos alegres y con un gesto de infinita alegría. Nada que ver con los normalmente agrios y avinagrados gestos que se podían observar por las calles de la ciudad a media mañana.
-Se te ve aburrida.
Moondancer abrió los ojos y pudo ver a Kevin, un compañero de trabajo que hacía lo mismo con ella, pero con los grupos de gente extranjera, ya que el chico hablaba varios idiomas, entre los que estaban el francés y el español.
-No, tan solo estoy cansada, eso es todo, contar la misma historia varias veces seguidas puede llegar a ser un tanto agotador.
-Sí, dímelo a mí, y yo lo tengo que hacer en otros idiomas. No te exagero si te digo que le estoy empezando a coger tirria a la puñetera estatua-murmuró Kevin, mirando a la susodicha con gesto cansado.
-Oh, vamos, no seas tan duro con ella, después de todo es el monumento patrio por excelencia…
-No si ya, ya. Aunque si lo piensas en realidad no hace nada, tan solo se queda ahí parada, sonriendo permanentemente y con el brazo en alto como si la hubiera dado un calambre. Debe ser aburridísimo ser ella.
Ante eso Moondancer tan solo se rió tontamente del chiste, dejándose llevar por el momento al tiempo que Kevin también se reía con ella, comentando poco después.
-Perdona, tiendo a decir muchas tonterías…
-No pasa nada, son tonterías divertidas…
Los dos se miraron por un momento, sin decirse nada, aunque en ese mismo instante se oyó una pequeña melodía por la megafonía de la isla, seguido por un anuncio.
-Atención, señores visitantes, en diez minutos la isla de la Felicidad cerrará sus accesos, diríjanse todos al muelle este para recoger el último ferry.
-Ay, sí, vamos para allá-apremió ella, levantándose.
-Claro… ¿Moondancer?
-¿Sí?-inquirió ella, dándose la vuelta.
-¿Haces algo esta noche? He pensado que igual podríamos ir a cenar por ahí… ¿te gustan los italianos?
La chica se quedó callada durante unos breves segundos, sopesándolo concienzudamente y respondiendo casi de seguido.
-Sí, claro, me encantaría.
-Ah, genial, conozco uno muy bueno en Leftwood, Pizza This, no sé si habrás estado alguna vez.
-Pocas veces, soy más de comer en casa, pero cenar pizza me gusta, así que…
-Genial…
Los dos fueron de vuelta al muelle este y allí abordaron el ferry junto con el resto de visitantes, saliendo a la hora en punto y poniendo rumbo hacia la terminal de ferrys, en Alderney City; tras ellos la isla de la Felicidad se quedó vacía y con la estatua iluminada, con una luna cuarto menguante comenzando a coronar la ciudad entre las nubes.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
-La llamamos del banco Maze con motivo de su irregular situación con una de las antiguas cuentas, tenemos noticias acerca de su caso.
-¿De veras? ¡Eso es fantástico! ¡Dígame, dígame!
-El caso es que preferimos hablarlo con usted en persona, si no la es mucha molestia, ya que por la oficina estamos algo desbordados. La esperamos esta tarde a las cuatro y media en las oficinas de Del Perro en Prosperity Street.
-Oh… bueno, está bien…
-Que tenga un buen día.
Tras esa rápida cita colgaron al otro lado, dejando a la chica con la miel en los labios. Volver a Los Santos no era precisamente santo de su devoción, valga la redundancia, pero teniendo en cuenta que se trataba de algo tan importante decidió hacerle la vista gorda y se apuntó mentalmente la hora a la que había quedado.
Además la venía bien arreglar su situación cuanto antes ya que el pago de la venta del otro día aún no se había efectuado, dado que no habían vuelto a contactar con ella para una nueva entrega, lo cual era extraño de por sí. Aunque era aún más extraño que ni Óscar ni Philips aparecieran desde ayer, puesto que esa misma mañana se había encontrado el aeródromo vacío de nuevo cuando fue, sin rastro alguno de esos dos. Además, Óscar no la había dejado ninguna nota esta vez, y ella no sabía cómo utilizar la radio ni la frecuencia sobre la que el hombre solía trabajar, por lo que no pudo hacer nada más que volver por donde había venido. Intentó llamar tanto a Óscar como a Philips pero, una vez más, ninguno de los dos contestó a sus llamadas.
Sin embargo la extrañaba que Philips se quedara incomunicado así sin más y de forma tan abrupta, por lo que decidió pasarse por Sandy Shores para ver si lo encontraba por allí. Recordaba que el propio Philips la comentó que su caravana estaba detrás de una gasolinera, por lo que pudo localizarla sin mucha dificultad, luciendo vacía y solitaria. Aparcó justo al lado y la observó sin salir del coche; una austera valla metálica rodeaba toda la caravana, la cual lucía vieja y destartalada, con partes de la carrocería visiblemente oxidadas. Tenía un pequeño porche junto a la entrada hecho con tablones de madera, barras metálicas y una vieja lona que hacía las veces de techo, habiendo un pequeño sofá y una larga mesa en él. Las ventanas lucían sucias y tintadas, lo que hacía imposible ver a través de ellas. En el techo de la caravana había una antena parabólica además de una antena analógica, una a cada lado.
Caravana de Trevor Philips
Como no sacaba nada en claro con tan solo mirarla desde el coche decidió salir y acercarse a ella, con intención de llamar a la puerta. Subió las escaleras del porche y se plantó delante de la puerta, llamando un par de veces. La nada la contestó, quedándose ante la puerta con cara de circunstancia, aunque en ese momento una voz a su izquierda la llamó la atención.
-¿Puedo ayudarla en algo?
Applejack giró la cabeza y vio en la propiedad contigua a un hombre de aspecto pobre y algo desarreglado, de mediana edad, pelo cetrino, barba de pocas semanas sin afeitar y ojos hundidos; vestía con una camisa roja a cuadros con una camiseta interior blanca y unos pantalones cortos de color beige. Llevaba además unas gafas de pasta amarronadas y un gorro de pescador gris.
-Ah, sí, igual pueda usted ayudarme, estoy buscando a Trevor Philips ¿lo ha visto por un casual?-inquirió ella.
-¿A Trevor? ¿Está buscando a Trevor? ¿Por qué, por qué busca a Trevor?-inquirió el hombre nerviosamente, saliendo del porche de su caravana y acercándose a ella.
-Porque con este ya lleva dos días sin aparecer por el aeródromo de McKenzie…
-¿McKenzie? ¿Quién es usted si se puede saber?-inquirió el hombre, con aspecto extrañado.
-¿Y usted, si es tan amable?-contraatacó ella, algo molesta por su actitud.
-Ron, Ron Jakowski, el segundo al mando de Trevor Philips Industries.
-¿Ah, sí? Pues mira, creo que usted es el más indicado para responder a mi pregunta ¿no cree?
-Ah, eh, esto… bueno, bueno, espere un momento, aún no sé quién es usted…
-Me llamo Applejack y soy una socia reciente de Philips, trabajo con él y Óscar Guzmán en el aeródromo de MacKenzie.
Ese anuncio tomó por sorpresa a Ron, el cual murmuró.
-Ah, ya veo, entonces es usted esa mujer de la que tanto habla Trevor…
-Sí, supongo que sí… ¿Qué le ha dicho sobre mí?-inquirió ella, recelosa.
-Oh, nada más que cosas buenas, que es usted muy trabajadora, que no hace más que hacer las cosas bien, que es su tipo de mujer…
Para entonces la cara de Applejack se torció en un gesto entre asco y hastío, cortándole de seguido.
-Sí, vale, no me interesa, lo que me interesa a mí es saber dónde está Philips ¿lo ha visto sí o no?
Por un momento Ron dudó, como si se lo estuviera pensando mejor, cosa que llamó la atención de Applejack.
-Si sabe dónde se encuentra no dude en compartirlo conmigo, después de todo le estoy buscando.
-Ah, ya, bueno, el caso es que… no se encuentra aquí.
-¿Que no se encuentra aquí? Eso ya lo sabía, podría haber llegado a esa conclusión yo sola, ¿dónde está realmente?
-Eh, sí, bueno, la cosa es que eso es información clasificada de Trevor Philips Enterprises…-balbuceó Ron, visiblemente inseguro.
-En tal caso yo podría saberla perfectamente, después de todo yo también formo parte de Trevor Philips Enterprises ¿no? Voy a mitad y mitad con Philips, eso me convierte en una asociada ¿no le parece?
-Ah, pues… sí, técnicamente sí…
-Entonces le exijo que me cuente donde está Philips, ahora-murmuró Applejack con energía, poniendo los puntos sobre las íes.
Ante esa tesitura Ron terminó cediendo, mascullando de seguido.
-Agh, está bien, está bien… aunque Trevor se va enfadar…
-Pues que se enfade, me da igual.
-No, no la da igual, créame, no quiere ver a Trevor enfadado…
-Ese fantoche no me da miedo, por muy psicópata que sea, dígame donde está, ahora.
La segura y confidente mirada que Applejack le estaba echando terminó de amilanar a Ron, el cual finalmente terminó por ceder del todo, comentando de seguido.
-Él y Óscar se han ido a México para tratar unos asuntos con varios proveedores.
-¿Qué? ¿Así sin más y sin avisar?-inquirió ella, ceñuda.
-Sí, bueno, el caso es que fue algo muy repentino, ni siquiera Trevor se lo esperaba, pero tuvo que irse precipitadamente ya que algunos de nuestros proveedores de mayor confianza están en riesgo. Y como no sabe mucho español, se llevó a Óscar consigo para que le hiciera de intérprete.
-Ya, vale, pero eso no justifica que ni él ni Óscar me cojan las llamadas…
-Igual tienen problemas de cobertura…
Aun así Applejack no se quedó satisfecha y decidió llamar a Trevor por enésima vez, dando señal enseguida. Al cabo de unos pocos segundos se oyó una melodía insistente saliendo del interior de la caravana, lo cual hizo colgar a la chica al tiempo que musitaba.
-Vamos no me jodas…
-El viejo Trevor, siempre le pasa cuando tiene prisa…
-Ya, vale, pero Óscar tampoco coge, y ya le digo yo que él no se lo ha dejado porque he estado en su caravana y allí no ha sonado nada.
-Ahí ya no sabría decirla…-murmuró Ron, sin opciones.
Ante eso la chica dejó escapar un ahogado suspiro, cada vez más y más hastiada por toda esa situación.
-Maldita sea… es que me molesta que no haya avisado, ahora no podré seguir haciendo recados, ayer hice uno que Óscar me dejó apuntado y desde entonces no he recibido contestación alguna-murmuró la chica, visiblemente fastidiada.
-Bueno, por ahora el negocio de armas ha quedado aparcado, pero si quiere puede ayudar en la cocina, Chef no da abasto últimamente.
-¿Cocina? ¿Qué cocina?
-La que tenemos en una licorería aquí, varias calles más al oeste, cerca del motel abandonado.
-¿Una cocina en una licorería? ¿Qué sentido tiene eso?-inquirió Applejack, extrañada.
-Es una cocina de metanfetaminas-reveló Ron, cortante.
-Oh, maravilloso, de traficante de armas paso a ser narcotraficante, el día mejora por momentos-murmuró Applejack, con sorna.
-A ver, no tiene por qué, pero si lo que quiere es hacer algo como asociada…
-No, déjelo, prefiero seguir traficando con armas, al menos así podré seguir conservando la poca dignidad que me queda.
No se quedó mucho tiempo más conversando con Ron, yéndose al poco rato y llegando a ese mismo instante, poco después de haber atendido la llamada. Applejack soltó un dejado suspiro, al tiempo que una voz inquirió.
-¿Qué pasa? Últimamente no te veo más que suspirar…
-No es nada, Big Mac, cosas mías…
-¿Segura? ¿Y por qué no me dijiste antes que te habías pluriempleado?
-Pues porque… tampoco quería preocuparte de más.
-¿Preocupándome en el proceso? Pues no ha sido muy inteligente que digamos…-comentó Big Mac, ceñudo.
-Ya, lo sé, perdona, es que es todo últimamente, tú ya me entiendes.
-Sí… por cierto ¿Quién había llamado?
-Ah, sí, los del banco, que quieren volver a hablar conmigo, tengo que ir esta tarde a la ciudad.
-Oh ¿quieres que te acompañe?
-No, no hace falta, después de todo me esperan a mí.
-Está bien.
Aunque algo mosca, Big Mac se retiró, dejando sola a su hermana, la cual se quedó en el pasillo con gesto pensativo. Afuera el cielo seguía igual de nublado que los últimos días.
Esa mañana Fluttershy despertó con la cabeza dando vueltas, todavía pensando en qué podía hacer para salir del atolladero en el que se encontraba. Por más que trataba de pensar en alguna alternativa no se la ocurría nada, sin embargo en un momento dado consiguió recordar cierto detalle que la fue sencillo pasar por alto, y ese detalle era la pastelería que llegó a visitar el mismo día en el que estuvieron a punto de descubrirla. No llegó a pensar en ello puesto que el miedo a que la volvieran a descubrir seguía latente en ella; pero ahora que las cosas parecían haberse calmado desde entonces, la idea de volver allí tomó fuerza, debido sobre todo a su falta de pistas.
Antes de ir investigó un poco, pudiendo averiguar que volvía a estar abierta después de permanecer cerrada un par de días, por lo que no perdió más tiempo y se dirigió hacia allí a no más tardar. La recordaba bastante bien sobre todo por su peculiar decoración, aunque también la recordaba por aquellas dos chicas que tan deprisa se movieron, especialmente la de pelo violeta tan bien peinado, que fue la primera en disparar. Por alguna extraña razón supo nada más verla que no la estaba buscando, y su rápida intervención la dio una oportunidad para escabullirse y escapar. Si no hubiera sido por ella probablemente la hubieran descubierto enseguida, pero el hecho de que hubiera sido la primera en disparar la permitió pasar desapercibida el suficiente tiempo como para poder huir, desviando la atención de sus perseguidores.
Aunque el día había amanecido algo nublado eso no había detenido ni a los turistas ni a los santinos, estando ambas playas, tanto la de Vespucci como la de Del Perro, bastante llenas; nada más entrar en el paseo de Prosperity Street pudo ver a muchos bañistas yendo de compras y dando una vuelta por allí. Aparcó su vieja surfer en un callejón cercano, para que no llamara mucho la atención, y palió el resto de metros andando, llegando enseguida al Sugarcube Corner, su destino.
Nada más entrar pudo ver que aún había restos de la refriega del otro día visibles, aunque la vitrina del mostrador era nueva y algunas paredes y columnas con forma de bastones de caramelo se encontraban cubiertas por varias lonas de plástico. Aun así seguía habiendo gente en el interior, no tanta como la última vez, aunque para ella eso no suponía ningún problema ya que aun a pesar de eso nadie reparó en su presencia. Desde donde estaba podía ver todo el interior y quien se encontraba allí, y nada más entrar pudo llegar a verla. La chica de pelo violeta tan bien peinada, acompañada de la otra que también iba con ella aquel aciago día, aunque esta vez no estaban solas. Se encontraban sentadas con dos chicas más en una mesa cercana, charlando animadamente entre ellas mientras tomaban algo; distinguió también a la chica de pelo rosado, además de a una más, aunque esta tenía la particularidad de tener el pelo tintado de un color multicolor de lo más llamativo. Todas ellas parecían haber venido de la playa, ya que pudo observar que casi todas tenían puesto un bikini, además de ver varias bolsas de deporte junto a ellas. Intrigada por tan dispar grupo, además de extrañamente atraída también, y siguiendo oculta a los ojos de la gente común gracias a su innata habilidad de pasar desapercibida, se sentó cerca de donde ellas estaban y escuchó atentamente su conversación.
-Caramba, Twilight, querida, me sorprendes ¿realmente tienes todos esos libros bajo tu cuidado? Debe ser de lo más interesante…
-Y aburrido también ¿acaso eres una de esas cerebritos que siempre están con la nariz metida en ellos?
-Oh, vamos Rainbow, no seas aguafiestas, cada uno tiene su hobby…
-Gracias por tu obvio interés por la cultura, Rainbow, está claro que contigo no hago carrera…
-Ja, ja, muy graciosa… ¿aún sigues resentida porque casi te atropello aquella vez? ¡No era mi intención!
-¡Ibas a ciento y pico kilómetros por hora mínimo, como para haberme matado! Pero descuida, al menos frenaste a tiempo…
-¡No me puedo creer que ya os conocierais de antes aunque sólo fuera por un incidente así! ¿No es esto maravilloso? ¡Es como si estuviéramos destinadas a conocernos, es alucinante!
-Pinkie, sé que cuando quieres eres muy tuya y todo eso, pero personalmente creo que te estás columpiando demasiado, o sea… ¿destino? Venga ya…
-Oh, para nada, querida, yo también lo creo, lo creí desde el primer momento que entablé conversación con Twilight por primera vez. Y este vínculo que tan deprisa ha crecido entre nosotras en tan poco tiempo bien lo demuestra.
-Bah, simple palabrería, yo no creo en esas cosas…
-¡Pues yo creo que tiene algo de razón! O sea, tu y yo ya nos conocíamos de antes, Rainbow, y tenía muchas ganas de que las conocieras, pero claro, la forma en que apareciste ayer de improviso… ¡tiene que significar algo!
-Oh, por favor, tan solo estaba haciendo mi carrera de iniciación en moto, eso es todo, que me cruzara con vosotras fue totalmente casual.
-No, yo creo que Rarity tiene razón, hay algo entre nosotras que encaja, como si hubiera… hubiera… ay ¿cómo decirlo?
-¿Afinidad?
-¿Casualidad?
-¿Armonía?
-¡Sí, eso es, armonía, esa es la palabra!
-Por dios, cuanta ñoñería…
-Agh, Rainbow, ya vale…
-No, pero es cierto, al principio yo también tenía mis dudas puesto que yo siempre he sido más de hechos que de suposiciones, pero teniendo en cuenta todo lo que ha pasado hasta el momento y cómo nos hemos ido conociendo, es como si hubiera algún tipo de conexión.
-¿Verdad que sí? ¡Ahora somos las cuatro grandes amigas! Aunque no sé si soy solo yo, pero siento como si el grupo estuviera incompleto.
-¿Y eso por qué, Pinkie?
-¡No sé, pero es como una especie de corazonada que tengo! ¿No os da a vosotras también?
-No, Pinkie, a mí no me da nada de nada últimamente…
-Vaya, Twi, qué aguafiestas… ¡ya sé! ¡Volvamos a la playa, seguro que así se te pasa todo lo malo!
-Bueno, vale, pero espera que nos terminemos los batidos.
Estuvieron un rato más allí, terminándose sus respectivas bebidas, hasta que finalmente se levantaron para irse. Atraída gratamente por la dinámica de grupo que tenían, Fluttershy decidió seguirlas para saber más sobre ellas, ya que nunca antes se había sentido tan interesada por otras personas. Normalmente evitaba todo contacto con la gente por puro instinto, puesto que siempre se había sentido mejor consigo misma estando a solas y rodeada de naturaleza; el simple hecho de dirigir la palabra a una persona desconocida ya la daba reparo por cómo reaccionaría ante ella, y por eso siempre evitaba entrar en contacto con la gente. Pero esas chicas eran distintas. No sólo parecían compenetrarse perfectamente, sino que sentía que podría llevarse con ellas si se la presentara la ocasión; aunque quien más la llamaba la atención era la chica de pelo violeta, a la cual pudo identificar como Rarity. Y no sólo por su gran belleza natural, sino por la naturalidad con la que hablaba y se tomaba las cosas, por lo que pudo observar de ella mientras las escuchaba.
Las siguió por todo el paseo de la playa de Vespucci, el cual siempre estaba atestado de gente que iba y venía, desde turistas comprando en los negocios locales hasta bañistas paseando por allí disfrutando del día, algún que otro mimo, culturistas ejercitando sus músculos en el famoso gimnasio al aire libre Muscle Sands, patinadores, skateboarders y algún que otro ciclista ocasional yendo por el carril bici adyacente a la playa. En lugares como ese era donde Fluttershy lograba mimetizarse perfectamente en el ambiente, mezclándose entre la multitud y logrando pasar totalmente desapercibida, como si no existiera o no estuviera ahí, convirtiéndose en lo más parecido a una sombra y capaz de verlo y observarlo todo. Gracias a eso pudo distinguir en todo momento a esas chicas, siguiéndolas de cerca y llevándola hasta cierto punto de la playa, cerca de una de las tantas casetas de los socorristas. Ya allí extendieron varias toallas, poniéndose cómodas y quedándose en bikini, disfrutando del sol y de la playa, la cual ofrecía unas vistas preciosas de ese lado de la misma, con la figura del muelle de Del Perro recortándose en la distancia. En un sitio más abierto y grande como ese Fluttershy siempre era más cautelosa a la hora de pasar desapercibida, ya que no era lo mismo que cuando iba por calles más estrechas y concurridas, pero para su suerte había bastante gente en la playa ese día aun a pesar de que estaba algo nublado, lo cual siempre la beneficiaba. Aprovechó que estaban cerca del puesto de los socorristas, el cual usó para resguardase un poco y vigilarlas desde allí. Por alguna extraña razón sentía que ese grupo tan dispar podría darla una pista, además, quería saber más acerca de esa chica de pelo violeta y la de pelo lavanda, que eran las que estaban allí en el momento del ataque, por lo que comenzó a vigilarlas pacientemente. Por encima de sus cabezas el sol era tapado por jirones de nubes provenientes del océano pacífico.
Paseo de playa de Vespucci
Playa de Vespucci
En esos momentos Applejack no sabía cómo sentirse. El viaje a Los Santos había sido tedioso, sobre todo entrando en la ciudad, siendo misión casi imposible ya que el tráfico a esas horas de la tarde estaba imposible, como casi siempre, tardando de esta forma más tiempo en llegar. Aunque la cosa no se había quedado solo en eso. En cuanto pudo entrar por fin en la ciudad se dirigió directamente a la sucursal del banco en Del Perro, sólo para encontrarse con que allí nadie la había llamado, para desconcierto suyo. Estuvo discutiendo acaloradamente con la recepcionista, argumentando que había recibido una llamada suya, pero en cuanto le enseñó el número que la llamó, la misma recepcionista la anunció que la numeración del mismo no se correspondía con ninguno de sus teléfonos, lo que dejó aún más confusa a Applejack si cabía.
Sin poder hacer nada más salió de las oficinas de la sucursal, más extrañada que nunca; si ese número no correspondía con ninguno de los operadores del banco Maze ¿entonces quien la había llamado? Por un momento sopesó que tal vez alguien la había gastado una broma pesada y de muy mal gusto, pero enseguida lo desechó, puesto que si sabían acerca de su situación con la cuenta del banco, no lo habrían usado para empezar. Además, ese mismo detalle en concreto la dejó particularmente preocupada, puesto que en tal caso fuera quien fuera el supuesto chistoso sabía cosas acerca de ella. Para entonces sus nervios estaban a flor de piel, sin saber muy bien qué hacer, pero en ese mismo instante su móvil comenzó a sonar, viendo en la pantalla que llamaba el mismo número que la última vez. Algo nerviosa, descolgó y murmuró.
-¿Sí, quién es?
-¿Señorita Applejack?
-Sí, soy yo ¿Quién es usted y cómo ha conseguido mi número?
-Aquí las preguntas las hago yo, si no la importa. Quería que viniera a Los Santos, y ahora que está aquí podré hablar con usted de forma más personal. Venga a verme a las Eclipse Towers en South Mo Milton Drive, Vinewood oeste, piso veinte, apartamento treinta y uno.
Antes de que la chica pudiera decir nada más, la extraña voz colgó al otro lado, dejándola con la miel en los labios. Fue en ese mismo instante cuando comenzó a preocuparse de verdad, tratando de resolver qué hacer, pero los acontecimientos más recientes no la dejaban pensar con claridad. Lo único que sabía era que alguien la había atraído hasta allí haciéndose pasar por una operadora del banco, para luego llamarla de nuevo y citarla en un lugar que apenas conocía y sin saber por qué ni para qué. Teniendo en cuenta todo eso apenas tenía opciones de por sí, pensó en llamar a la policía, pero por si acaso prefirió no correr demasiados riesgos, decidiendo pasarse para ver si podía aclarar un poco lo que estaba pasando.
Eclipse Towers
La dirección que la dio la llevó hasta un alto rascacielos blanco de veintisiete pisos situado en el extremo noroeste de la ciudad, en uno de los barrios más acomodados y cosmopolitas a ese lado de Vinewood. Aparcó el coche donde pudo, sin alejarse mucho del lugar, y se acercó andando hasta el edificio, buscando en el telefonillo el apartamento y clicando de seguido en el botón correspondiente. Al cabo de unos breves segundos la cerradura de la puerta de cristal zumbó y Applejack la empujó, entrando en el portal del edifico, el cual tenía un diseño muy moderno y vanguardista; en el medio de la estancia había una roca ornamental y a la izquierda un portero tras un mostrador la ignoró, leyendo un periódico como si nada. La chica llamó al ascensor con los nervios atenazándola y subió a él con paso lento, como si llevara puestas unas botas de plomo. La subida hasta el piso veinte fue igual de lenta, como si el ascensor pesara un quintal. Una vez allí el pasillo también se veía largo y sinuoso, aunque la silueta de un hombre casi tan grande como un armario apostado junto a una puerta la llamó la atención. Se acercó a él con cautela y vio que estaba guardando la puerta del apartamento treinta y uno, lo que la dio más razones para estar más nerviosa si cabía. En cuanto la vio el hombre la miró fijamente a través de unas intimidantes gafas de sol.
-Eh… hola, me han llamado y...
-Brazos en cruz-murmuró el hombre, tajante.
Algo intimidada por el porte del hombre, Applejack obedeció y dejó que le cacheara de arriba abajo, encontrando enseguida su pistola perforante.
-No se permiten armas-anunció entonces, confiscándosela.
Una vez que terminó la dejó pasar, entrando entonces en el apartamento más lujoso y ostentoso que Applejack había visto en toda su vida; tenía un diseño muy minimalista, la gran mayoría de las paredes y el techo eran blancas, con algún que otro color disperso en ellas, y habían cuadros abstractos colgados de las mismas. Nada más entrar a mano derecha había unas escaleras junto a una alargada ventana acristalada que bajaban a un nivel inferior; a mano izquierda había una puerta cerrada y un poco más adelante había un gran espacio diáfano decorado con muebles de diseño, columnas y hasta una chimenea incorporada en una de las columnas. Al fondo del todo había una amplia cristalera que ocupaba toda la pared y por la que se podía ver la ciudad en todo su esplendor, aunque una figura femenina junto a un telescopio con trípode la llamó enseguida la atención. La daba la espalda desde donde se encontraba, mirando atentamente la ciudad, vestía con un formal vestido negro y una larga falda del mismo color, aunque lo que más destacaba de ella era su largo pelo, el cual era pelirrojo y con destellos dorados. Applejack se acercó a ella con paso indeciso, llegando hasta la chimenea, pero antes de que la alcanzara del todo la mujer se dio la vuelta, mirándola fijamente con unos profundos ojos azul turquesa.
Salón del apartamento
-Pues sí que has tardado en venir…-murmuró entonces, con tono molesto.
-¿Quién es usted?
-Aquí las preguntas las hago yo ¿entendido? Y vamos a empezar por lo más inmediato.
Antes de que Applejack pudiera decir nada más, la chica la tendió una foto en la cual aparecía un arma que la resultaba horriblemente familiar.
-Te suena de algo ¿verdad?
-Ah, yo, esto…
-¡Contesta!-exclamó la mujer.
-¡Sí, sí que me suena!
-¡Oh, maravilloso! ¿Sabes lo que es?
Applejack tan solo negó con la cabeza, cada vez más y más intimidada.
-¡Pues es un fusil electromagnético, un arma experimental que habíamos conseguido comprar hace relativamente poco tiempo y que nos había costado una gran inversión! ¡Se suponía que tendría que habernos llegado hace cosa de dos días, pero extrañamente no lo hizo! ¿Y sabes qué es lo mejor? Que ayer por la noche me llegué a enterar que una rata nos robó el cargamento-masculló la mujer, con mirada encendida.
-¡No tenía ni idea, yo tan solo me enteré de la entrega y fui a ver de qué se trataba!
-¡Oh, bien, admites que fuiste tú, vamos progresando, aunque todavía nos falta saber un poco más! ¿Qué hiciste con ella?
-Yo… yo…
-Deja de balbucear y dime dónde está, si nos la devuelves haré como que no ha pasado nada y te dejaré marchar.
Para entonces los nervios de Applejack estaban a punto de estallar, viendo enseguida la cagada que llegó a cometer en su día sin ni siquiera saberlo; ahora estaba en un grave aprieto, pensó en mentirla, pero supo enseguida que no serviría de nada puesto que notaría que la estaba mintiendo, empeorando de esa forma su situación. Por lo que, sin mayores opciones, optó por confesarlo todo.
-Yo… la vendí a unos mexicanos por unos treinta mil dólares.
Por un momento no hubo nada, como si el tiempo se hubiera detenido, aunque al segundo siguiente volvió a correr normalmente; la chica la miró fijamente, con cara incrédula, hasta que finalmente reaccionó riéndose tontamente. Al principio era una risita ahogada, pero luego comenzó a reírse más abiertamente, llegando a soltar alguna que otra carcajada que dejó confusa y perpleja a Applejack. Hasta que, sin previo aviso, la chica reaccionó y la soltó un sorpresivo sopapo, tirándola al suelo en el proceso.
-¿¡Treinta mil dólares?! ¿¡Treinta mil?! ¿¡Sabes cuánto nos costó a nosotros?! ¡Más que el doble o triple de eso! ¡Era un arma experimental exclusiva y ahora está en manos de un puñado de chicanos de poca monta que lo más probable es que la jodan a los cinco minutos! ¡¿Me vas a explicar qué vas a hacer para devolvérnosla?!
Con la cara adolorida, Applejack se reincorporó y masculló.
-Tengo… tengo el número del hombre al que se la vendí…
-¿Ah, sí? ¡Pásamelo!
Haciendo mano de su móvil le facilitó el número y la chica se dirigió al piso inferior para hablar con el mexicano, haciéndola esperar en el salón; aún no estaba del todo segura de lo que estaba ocurriendo, pero al parecer el arma que el otro día vendió valía mucho más de lo que aparentemente parecía y ahora estaba metida en un buen lío. Y los gritos de la chica desde el piso de abajo bien lo atestiguaban, aunque no podía entender nada, puesto que se encontraba hablando en español con alguien al otro lado de la línea. Desde donde estaba se podía ver el skyline de Los Santos en todo su esplendor, y en un momento como ese Applejack encontraba nuevas razones para odiar esa ciudad con todas sus fuerzas.
(Continúa en el siguiente mensaje)
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Esa tarde estaba siendo de lo más agradable, y no era para menos, puesto que Twilight se había podido relajar por primera vez desde que había llegado a la ciudad yendo ni más menos que a la playa en compañía de sus nuevas amigas, las cuales habían resultado ser aún más interesantes de lo que en un principio pensó. Aunque al principio no estaba del todo segura de cómo funcionaría la dinámica de grupo, sobre todo teniendo en cuenta que en algunos aspectos eran muy diferentes, se encontró con que aun a pesar de las diferencias se complementaban perfectamente, aunque la chulería y la impulsividad de Rainbow Dash era algo que todavía necesitaba digerir de cierta forma. Al principio la alegría y lo random que era Pinkie la descolocaba bastante, llegando incluso a cortarla un poco en ocasiones, pero pronto aprendió que si ignoraba algunas cuestiones en torno a ella y su forma de proceder, en términos generales era una chica de lo más agradable y divertida. Con Rarity era con quien mejor se llevaba sin duda alguna, ya que fue la primera con la que empezó a hablar, coincidiendo en algunos aspectos con ella, como el mutuo interés por lo estético o la aguda inteligencia que compartían.
Por otro lado agradecía el poder olvidarse un poco de todo y los motivos de su estancia en esa ciudad; desde hacía un par de días no había vuelto a tener noticias de Sunset, por lo que en ese sentido había aprovechado al máximo, estando más tranquila y relajada que de costumbre. Ya tan solo quedaba ir a cenar por ahí en compañía de sus amigas para rematar el día. Pero hasta ella sabía que el karma no era tan benévolo ni por asomo.
Nada más pensarlo su móvil comenzó a sonar y, temiéndose lo peor, lo sacó de su bolso para asegurarse; en cuanto vio la pantalla dejó escapar un ahogado suspiro. Odiaba tener razón.
-¿Qué pasa, cielo?-inquirió Rarity.
Tan solo bastó una mirada de Twilight para que comprendiera de quien se trataba; sin otra alternativa, contestó rápidamente a la llamada.
-¿Sí?
-Tenemos que hablar, ven a verme a Eclipse Towers en Vinewood oeste, piso veinte, apartamento treinta y uno. Y tráete a las demás.
-Está bien.
En cuanto colgó lanzó una mirada a Pinkie y Rarity, las cuales entendieron enseguida la situación; el único problema era Rainbow, puesto que no estaba enterada de su situación.
-¿Quién era? ¿A qué vienen esas caras de entierro?-inquirió esta, extrañada por tan abrupto cambio de ambiente.
-Lo siento, Rainbow, pero nos vamos a tener que ir, nos han llamado.
-¿Qué, ahora, como así? ¿Y por qué a todas?
-Es difícil de explicar…-murmuró Twilight, sin saber muy bien qué decir.
El ceño de Rainbow se frunció, extrañada por la repentina situación, pero en ese momento Pinkie salió al paso comentando.
-¡No pasa nada, Dashie, podemos volver a quedar otro día de estos! ¡Te aviso yo! ¿Va?
-Ah, pero esperad, aún no me habéis explicado nada…
-Tenemos un poco de prisa, Rainbow, otro día lo hablamos ¿vale?-murmuró Rarity, cortante.
Antes de que la chica pudiera preguntar algo más, las demás se despidieron de ella y se fueron rápidamente, dejándola con la miel en los labios. Sin embargo Rainbow supo enseguida que algo raro ocurría, las tres se veían extrañamente azoradas y se fueron precipitadamente, sin darla apenas explicaciones. Y ese mismo detalle la había molestado bastante más de lo que ella misma se hubiera llegado a esperar, como si la doliera que sus más recientes amigas la ocultaran algo, aun a pesar de que se habían conocido recientemente. Normalmente no lo admitiría así sin más, pero de cierta forma coincidía con Twilight en que entre ellas había alguna especie de conexión especial, ya que de por si Rainbow no congeniaría así sin más con un grupo de chicas que, a efectos prácticos, acababa de conocer pocos días atrás. La repateaba admitirlo, incluso aunque fuera en contra de sus principios, pero esas chicas tenían algo que la hacía sentirse unida a ellas, y el hecho de saber que había algo que la ocultaban no hacía sino acrecentar aún más las ganas de saber qué la estaban escondiendo. Por lo que, sin dudarlo más, se levantó al poco rato de su toalla, recogió sus cosas y se encaminó tras ellas, siguiendo su estela.
Dado que tenían prisa, se dirigieron directamente al coche de Twilight y pusieron rumbo hacia donde Sunset las indicó, tardando unos cuantos minutos debido al tráfico, el cual solía volverse más denso a primera hora de la mañana y por la tarde, a eso de las siete u ocho. Nada más llegar aparcaron cerca de allí, sin alejarse demasiado, y se acercaron a la citada torre andando, llegando enseguida.
Antes de entrar en el apartamento fueron cacheadas por un gorilón apostado junto a la entrada, Rarity tuvo que ceder su pistola vintage por un tiempo, cosa que la dejó un tanto inquieta. Una vez dentro se encontraron con una chica rubia pecosa y con sombrero sentada en un ostentoso y muy espacioso salón, esta nada más verlas se extrañó y se dirigió a ellas.
-¿Quiénes sois vosotras?
-Somos… las socias de Sunset, hemos venido como bien nos pidió-murmuró Twilight, prefiriendo obviar los detalles.
-¿Sunset?
-Sí, la chica de pelo rojo fuego y dorado…
-Ah, que se llama así… ni siquiera me dijo su nombre.
-Oh… ¿y tú quién eres?-quiso saber Twilight, intrigada.
La chica rubia cerró los ojos, con gesto consternado, pero antes de responder una voz familiar comentó mientras subía las escaleras.
-Ah, ya estáis aquí, por fin… pero bueno, ya que estamos haré las presentaciones de rigor, os presento a Applejack, vuestra nueva compañera.
-¿Compañera?-repitió Twilight, extrañada.
-¡Oh, genial, una nueva amiga! ¡Hola Applejack, yo soy Pinkie Pie, encantada de conocerte!-exclamó la chica rosada, acercándose a ella.
-Ah, eh… igualmente, supongo…-murmuró Applejack, un tanto cortada.
-Sí, compañera, aquí la chica creyó por un instante que nos podría tangar un arma experimental así por la cara, y digamos que su situación es muy parecida a la vuestra. Que os cuente ella luego los detalles si eso, tenemos algo importante entre manos-anunció Sunset, cortante.
-¿De qué se trata?
-De algo gordo, y motivado sobre todo por la señorita nueva aquí presente, ya que nos ha dejado un pufo considerable que hemos de subsanar lo más rápidamente posible. He estado casi toda la tarde moviendo hilos, hablando con mi jefe y trazando un plan de ruta, ahora os contaré los detalles.
Antes de que Sunset pudiera decir nada más se oyó una algarabía al otro lado de la puerta, extrañando a todos los presentes.
-¿Qué es todo ese alboroto, qué está haciendo ese cernícalo?-inquirió la chica, con gesto molesto.
Se dirigió rápidamente a la puerta y la entornó, dirigiéndose al gorilón.
-¡Oye, Jim! ¿Qué es todo ese barullo?
De golpe y porrazo la puerta se abrió sorpresivamente, golpeando de lleno a Sunset en la cara y tirándola al suelo en el proceso; acto seguido un tornado multicolor entró en el apartamento, dejando al gorilón atrás.
-¡Ah, ahí estáis! ¡Lo que me ha costado dar con vosotras, he tenido que ir piso por piso!
-¿¡Rainbow Dash?!-masculló Rarity, alucinada.
-¿¡Qué estás haciendo aquí?!-hizo lo propio Twilight, igual de chocada.
-¿A vosotras qué os parece? ¿Pensabais que me iba a quedar de brazos cruzados mientras vosotras os ibais así sin más, dejándome colgada? ¡De eso nada, monadas!
Sin embargo en ese mismo instante la chica notó algo metálico posándose en su nuca, al tiempo que Sunset, lanzándola una mirada glacial, mascullaba.
-Dame un motivo para no volarte la tapa de los sesos.
-¡No! ¡Sunset, espera, no lo hagas!-exclamó Twilight.
-¿¡Y por qué no?! ¡Aparece aquí, como pedro por su casa, y me da con la puerta en las narices, es motivo más que suficiente para volarla la cabeza!
-¡j*der, tía, relájate un poco, tómate un Valium o algo!-exclamó por su parte Rainbow, con los brazos en alto.
-¡Silencio! ¿¡Quién eres tú y cómo has llegado hasta aquí?!
-¡Pues siguiéndolas a ellas, claro! ¡Sois muy fáciles de perseguir, tías, tenéis que trabajar en vuestro sigilo si vais de incógnito!
-¡¿La conocéis?!-inquirió Sunset, cabreada.
-¡Sí, sí, es una amiga que no tendría que habernos seguido!-exclamó Twilight, reprendiendo a Rainbow en el proceso.
-¡Oh, Twilight, por favor, no me vengas en plan madre! ¿Quieres?
-¿¡Y cómo quieres que me lo tome!? ¡No tendrías que habernos seguido!
-¿Y qué es peor, eso o no decir a tu recién descubierta amiga que os codeáis con la alta sociedad? Porque, j*der, menuda choza te gastas, pelirroja…
Ante eso Sunset se cansó y asestó un seco culatazo a Rainbow, la cual cayó al suelo medio grogui. Pinkie reaccionó de seguido, acercándose a ella.
-¡No, Dashie!
-¡Ya basta! ¡Si eres lo suficientemente estúpida como para involucrarte tú sola en asuntos que no te atañen, entonces no voy a tener más remedio que integrarte, a no ser que prefieras un tiro entre ceja y ceja, lo dejo a tu elección!
-¿¡Qué?! ¡No, no puedes hacer eso!-exclamó Twilight, preocupada por su amiga.
-¡Cállate, Sparkle, recuerda quien es la que manda aquí! ¡No solo entra aquí por la cara y me da con la puerta en las narices, sino que es lo suficientemente estúpida como para hacerlo y encima verme la cara! ¡Mucho me temo que no puedo dejarla ir!
-¡Pero ella no tiene nada que ver con todo esto, déjala que se marche, tan solo te resultará una carga!
-¡Hey! ¿¡De qué vas, Twilight?! ¡Encima que me preocupo por vosotras!-exclamó Rainbow, aún en el suelo.
-¿¡Y de qué te ha servido eso ahora?! ¿¡Para qué te metes así sin más?! ¡Intento que no te maten, Rainbow!
Antes de que ninguna de las dos pudiera decir nada más, Sunset terminó de cansarse y disparó al aire tres veces, imponiendo silencio. Por un momento todo el mundo enmudeció, lo que aprovechó ella para hablar.
-¡Muy bien, se acabó la cháchara, ahora escuchadme todas! ¡La situación es la siguiente, vuestra querida amiga, en su inocente estupidez, ha cometido un grave error viniendo aquí! ¡Como bien comprenderéis no la puedo dejar marchar así sin más debido a las circunstancias existentes, y tampoco me puedo arriesgar a que se vaya de la lengua, aunque teniendo en cuenta lo bocazas que es, probablemente lo haga, razón de más para retenerla aquí! ¡Por lo que os propongo un trato! ¡Si se integra al grupo y no hace más preguntas de las necesarias, no la pego un tiro! ¡¿Me he expresado con claridad?!
Para entonces nadie decía nada, por temor a que Sunset se enfadara más de lo estrictamente necesario, aunque Twilight seguía teniendo problemas para comprender la situación. ¿Por qué Rainbow había sido tan rematadamente estúpida? No se esperaba para nada que las hubiera seguido, y tampoco se esperaba para nada que se metiese así sin más, sin atender a razones. Ahora la situación daba un giro brusco del cual apenas había opción, debiendo de acatar lo que Sunset las ofrecía.
-Está bien, está bien, aceptamos.
-¿¡Qué?! ¿¡Quién te ha dicho que decidas nada por mí?!-la espetó Rainbow, molesta.
-¡Tú cállate que te estoy salvando el pellejo, maldita sea!
-¡Ya vale, basta Rainbow, haz lo que Twilight te dice!-exclamó Pinkie, visiblemente alterada.
-Oh, dios mío ¿en qué me he metido?-masculló Applejack en ese momento.
-En un lío muy gordo, querida-murmuró Rarity, con resignación.
Costó un poco calmar a Rainbow, pero una vez que todo estuvo hablado las cinco siguieron a Sunset hasta un estudio cercano en el cual había una pizarra blanca junto a un mapa del estado, además de varios ordenadores con varios equipos electrónicos conectados y un armario ropero lleno de equipo táctico.
-Muy bien, pues como os iba diciendo, he estado haciendo planes, grandes planes que nos incumben a todas las aquí presentes, unas por más obvias razones, y otras por unas más difusas y estúpidas, pero bueno, entremos en materia. Como bien os decía antes aquí nuestra amiga Applejack llegó a vender un arma experimental que pertenecía a mi organización, ya que la habíamos comprado recientemente por una cifra ciertamente considerable, pero ahora por vicisitudes del destino está en manos de traficantes chicanos de poca monta. Me ha costado un montón de recursos, muchas conversaciones y toda una tarde, pero finalmente hemos llegado un acuerdo que nos satisfaga a todos de manera razonable y pacífica. Realizaremos un intercambio, los mexicanos nos devolverán el arma a cambio de que nosotros les consigamos algo.
-¿Y de qué se trata?-inquirió Twilight, inquieta.
Por su parte Sunset contestó desplegando una cortina de la parte superior de la pizarra, mostrando en ella una serie de fotografías dispuestas en ella de forma estratégica y visual; en una de ellas se podía observar un gran recinto vallado con una larga pista de aterrizaje, una serie de hangares, barracones, campos de entrenamiento y una torre de control dominando todo el complejo. Fue la primera foto que Sunset comentó.
-Fort Zancudo, una base militar del ejército del aire y parte del de infantería, se encuentra situada a los pies del monte Josiah y justo al lado del lago Zancudo, en un ambiente húmedo y apartado. Es ahí dentro donde tienen nuestros dos principales objetivos.
Fort Zancudo
Tras eso se movió a la siguiente foto, en la cual se podía observar un flamante jet de combate de color metalizado, equipado con armamento pesado y un diseño de lo más aristado y aerodinámico.
-El P-996 Lazer es un jet de combate y uno de los más usados por la fuerza aérea estadounidense, está equipado con varias ametralladoras de combate capaces de disparar más de cinco mil balas por segundo y misiles teledirigidos tipo AIM-120. Es capaz de alcanzar los dos mil kilómetros por hora a gran altitud sin carga.
P-996 Lazer
Antes de que alguien pudiera decir algo, Sunset pasó a la siguiente foto en la cual se podía observar un enorme avión de carga de color amarronado con cuatro aspas, dos en cada ala, morro abultado y un alargado fuselaje.
-El Titan es un avión de carga militar usado principalmente para el transporte de tropas y mercancías, es capaz de llevar consigo veinte mil kilos de carga sin apenas reducir su velocidad máxima operativa, unos quinientos noventa y dos kilómetros por hora.
Titan
Una vez más, y adelantándose ante las incipientes dudas de las demás, Sunset se movió y comenzó a escribir en la pizarra, al tiempo que iba marcando un par de cosas en el mapa, todo ello sin dejar de hablar.
-Entrar en Fort Zancudo puede parecer imposible, pero se puede hacer si se tiene el equipo y el plan adecuado. Todos los miércoles y viernes, a eso de las cinco y media, pasa por Señora Road un convoy militar que transporta materiales de todo tipo a la base, ese podría ser un buen momento para robarlo y adquirir el material necesario para entrar en ella pasando desapercibidas. También necesitaríamos que nos proporcionaran una identidad falsa que nos ayude a entrar y estar el suficiente tiempo como para poder salir con los dos paquetes antes de que se descubra todo el tinglado, por lo que sólo tendríamos una oportunidad. Y el caso es que esto urge, por lo que tendremos que tenerlo todo planeado y puesto en marcha para antes del sábado que viene o el trato se irá al garete. Y eso es todo ¿dudas, comentarios?
Por un instante nadie dijo ni hizo nada, mirando a Sunset y a la pizarra con ojos como platos y mirada incrédula; inmediatamente después Twilight habló.
-Espera, espera, a ver si lo he entendido. Nos estas diciendo que vamos a entrar en una base militar de alta seguridad para robar dos aviones del ejército.
-Sí, básicamente ¿por qué eres tan lenta, Sparkle? Se supone que tú eres la lista.
-¡Es una locura! ¿¡Cómo pretendes hacer nada de eso?! ¡Lo único que conseguirás es que nos maten!
-¡No si lo hacemos bien, y os acabo de dar la clave! ¡Lo único que necesitamos es ese camión con los materiales militares y la identificación, conseguid todo eso y podremos entrar en la base sin pegar ni un solo tiro!
Ante eso Twilight se quedó sin argumentos, incapaz de rebatirla nada, aunque en ese mismo instante Sunset comentó.
-Ah, sí, se me olvidaba, como son dos aviones necesitamos al menos dos personas que se encarguen de pilotar uno cada uno, si alguien quiere puede prestarse voluntario.
-¡Me pido el Lazer! ¡He pilotado besras en la academia de vuelo y un Lazer es igual que un besra, pero con armas!-exclamó Rainbow, todo emocionada.
-¿De veras? Vaya, al final resultarás de utilidad y todo… ¿alguien que se atreva con el Titan?
Por un momento nadie dijo nada, aún un tanto confusos y estupefactos por todo lo que había pasado, aunque justo después Applejack murmuró algo cortada.
-Eh… bueno, yo sé pilotar, pero no paso de avionetas y fumigadoras, no sé yo si podría con ese armatoste…
-Si sabes pilotar una fumigadora sabrás pilotar ese nene, es lo mismo sólo que más grande-comentó Rainbow, cortante.
-Pero si es enorme, seguro que tiene más comandos y es más complejo de manejar…
-No necesariamente, como mucho tendrás el tren de aterrizaje, los flaps y poco más, si tienes conocimientos básicos de vuelo podrás pilotarlo sin problemas-insistió la chica.
Applejack quiso replicar, pero entonces Sunset comentó.
-¡Perfecto entonces! Ya tenemos pilotos, solo falta que consigáis el resto, así que ya sabéis, al tajo.
-Espera un momento ¿y cómo lo haremos?-inquirió Twilight, un tanto perdida.
-¿Qué queréis, que os dé todo mascadito? ¡Buscaos la vida!-la espetó Sunset, molesta.
Aun a pesar de las quejas y preguntas de las demás, Sunset se mostró inflexible y las despidió a todas, largándolas rápidamente y devolviendo previamente las armas confiscadas a Applejack y Rarity. Una vez solas en la calle, Twilight se explayó más a gusto.
-Vale, antes que nada, lo primero es lo primero. Rainbow ¿eres tonta?
-¡Oye, que yo no te he insultado!-le espetó la chica, molesta.
-¡No, en serio, responde a mi pregunta! ¿Eres o eres tonta?
La chica de pelo multicolor fue a responder, cada vez más molesta, pero en ese momento Applejack se adelantó y comentó.
-Ya sé que apenas nos conocemos y tal, pero voy a romper una lanza a favor de Twilight y toda la situación en su conjunto y voy a responder a esa pregunta: sí, sí que lo es.
-¡Muy graciosa, tú, encantada de conocerte, algo me dice que nos vamos a llevar muy bien!
-Lo mismo digo, pelo de colorines.
-¡Tengo nombre, me llamo Rainbow Dash!
Y así, sin ni siquiera darse cuenta, las dos comenzaron a discutir sin ton ni son, ignorando a las demás. Por su parte Pinkie rió divertida, comentando de seguido.
-Vaya, algo me dice que esas dos van a ser muy buenas amigas.
Por otro lado Twilight dejó escapar un dejado suspiro, comentando de seguido.
-Agh, ahora esto, y encima no sé ni cómo empezar a organizar nada…
-Tranquila querida, no te apures, es cuestión de repartir un poco las tareas, lo primero y más importante es adquirir el material del convoy militar, por lo que empezaremos por eso, por ahora el asunto de la identificación puede esperar-murmuró Rarity, con más optimismo.
-Sí, eso en concreto va a ser más complicado…
-No te preocupes, puede que no lo sea tanto, pero primero es lo primero. Tenemos que idear un plan para detener el convoy y robar los materiales sin llamar demasiado la atención.
Aun a pesar de que Rarity se mostraba más optimista y dispuesta, Twilight no podía por mucho que lo intentara; no sólo su situación había cambiado para peor, sino que ahora tocaba realizar una tarea titánica para la cual no se sentía preparada para nada. Aun así el saber que estaba con sus amigas en esto la tranquilizaba un poco más, sintiendo que con ellas todo era más llevadero. Sin más las cinco se dirigieron de vuelta al coche, aunque Rainbow se desvió para ir a por su moto, ya que había venido en ella. Aunque ninguna de ellas llegó a ver la figura de una vieja y destartalada surfer surgiendo de un callejón cercano y perdiéndose entre el tráfico.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...