Re: Bronies inmersos en material alternativo [Todos][Histori
MensajePublicado: 13 Nov 2016, 00:03
por LloydZelos
(CONTINÚA DEL MENSAJE ANTERIOR)
Al pasar la página, te extrañas e indignas sobremanera: el relato termina ahí, pues a continuación viene una nueva misiva de tu anfitrión con la misma refulgente y sangrienta letra de antes. No puede ser. No ha podido hacerte eso, alguna explicación tiene que haber. Empiezas a leer, ofuscado.Saludos de nuevo, amigo lector. No, no te preocupes: aún no has llegado al final de la historia. De hecho, es precisamente eso por lo que estoy aquí.
Verás, siempre se ha dicho que cada narración tiene un principio y un final. Pero he pensado que eso puede volverse aburrido, así que vamos a jugar a un juego. Resentimiento, Ansiedad y Desesperación son tres heraldos de la desgracia, y dependiendo del que tome las riendas los acontecimientos pueden ir en una dirección u otra. Así pues, ante ti tienes tres posibles cierres de esta historia, llevados por estos sentimientos. Solo uno es el verdadero y que resuelve todo, así que escoge bien tocando su título para que se te revele, o te encontrarás ante consecuencias catastróficas...
RESENTIMIENTO
Spoiler:
Sonata empezaba a volver lentamente en si, parpadeando con dificultad. Se llevó una mano a la cabeza mientras se levantaba: tenía un mareo increíble. A su alrededor, la gente todavía seguía inconsciente tras el ataque de Lloyd de hace un rato. Era muy extraño el ya no ser inmune a tu propio poder, pero eso había ocurrido enteramente por su culpa. Apretó los puños: si no le hubiera quitado el colgante, nada de todo esto habría sucedido. Tenía que ponerle a caldo a él también, no se quedaría tranquila si solo mandaba a paseo a sus ex amigas. Pero la policía...
Un momento. También estaban inconscientes. Sonrió: era su oportunidad. Poco le importaba que estuviera atacando a las Rainbooms con ¿agua? Bah, daba igual. Ya todo le daba igual. Empezó a correr hacia la enorme mole, gritando llena de rabia.
−¡Eh, tú! ¡Lloyd, desgraciado!
Dejó de apuntar a las Rainbooms, mirando hacia el insecto que estaba osando molestarle. Si hubiese tenido cejas, de seguro habría arqueado al menos una, extrañado.
−¡Sí, te estoy hablando a ti, engendro sin corazón! ¡Nunca te perdonaré lo que me hiciste!
La criatura se acuclilló todo lo que pudo, apoyándose en sus rodillas y bajando la cabeza para mirar de cerca a ese pequeño bulto, medianamente interesado en su frenesí y cambiando su rostro a amarillo limón por la diversión que le causaba.
−Puede que manipule a la gente para obtener lo que quiero, ¡pero también tengo mi corazoncito! ¡No me merecía la canallada que me hiciste, me quitaste todo! ¡Solo pido un poco de cariño, ¿de verdad es demasiado?! ¿Qué tiene esa tía rosa que no tenga yo, eh?
Esto se había vuelto un aburrimiento, ya no le entretenían sus desvaríos. Se levantó trabajosamente con la intención de volver a lo suyo.
−¡Oh no, no me vas a ignorar. ¡Exijo que me hagas caso!-gritó Sonata, empezando a dar puñetazos y patadas a una de sus piernas.
Volvió sus ígneos orbes a ella. Estaba empezando a irritarlo, quería que se quedase quieta. En un rápido movimiento, su tentáculo voló y la atrapó, levantándola del suelo hasta ponerla al nivel de sus ojos, esta vez lanzándole una silenciosa advertencia que poco efecto tuvo, pues a los improperios de esa pequeña pulga ahora se sumaban sus gritos de terror y puñetazos al gelatinoso miembro. De repente, notó un fuerte impacto en la cabeza, haciéndole rugir hacia la fuente: las proyecciones de las sirenas le estaban atacando con ondas sonoras.
−¡Ya es suficiente, bestia! ¡Ignora a esa mocosa y continúa con tu trabajo! ¡Te lo exige tu ama! ¡OBEDECE, MALDITO ENGENDRO!-gritó Adagio desde el escenario, impaciente y molesta.
Su mirada se entrecerró, la furia burbujeando en su interior como si fuese un caldero a punto de desbordarse y su cara enrojeciendo hasta adquirir la tonalidad de la sangre. Desde que había aparecido allí, no había recibido más que ataques y provocaciones, y ahora encima le estaban tratando como a un vulgar animal. Ya estaba harto. Miró a las figuras en el escenario, gritando y mirándole con desprecio mientras le seguían atacando desde el cielo, haciéndole encogerse e incrementando su ira más y más. Al desviar la mirada a su tentáculo, pudo comprobar que esa cosa molesta que había cogido seguía en sus trece, dando inofensivos pero molestos golpes y siguiendo castigando sus oídos como una mosca zumbona. Decidió matar dos pájaros de un tiro: giró el tentáculo en el aire, como una honda, y lanzó su engorrosa carga hacia el escenario con toda la fuerza de la que fue capaz.
El bólido no pudo procesar lo que estaba ocurriendo. No tuvo tiempo. Solo pudo gritar durante unos escasos segundos por puro instinto hasta que se estrelló contra la diana. Por su parte, Adagio y Aria se levantaron como pudieron, habiendo logrado saltar a tiempo hacia los lados para esquivar el impacto. Entre ellas había un trozo destrozado de suelo donde antes estaba la trampilla al sótano. Se atrevieron a acercarse lentamente, y miraron. Ambas chillaron de puro horror al ver el grotesco espectáculo que había en el cuarto bajo ellas, sabiendo que no era necesario comprobar el estado de la masa desmadejada que antaño había sido su compañera. Ya no volvería a levantarse.
Giraron sus ojos hacia la bestia, que ahora empezaba a caminar hacia ellas, de forma lenta pero imparable, rugiendo, anunciando la llegada de su destino. Gritando llenas de rabia, hicieron fuego con sus imágenes con toda la furia que pudieron, haciendo que se cubriese por unos momentos hasta que se tumbó sobre su vientre y se ocultó en el caparazón. Por un momento sonrieron, creyendo haberle disuadido, hasta que vieron sus formaciones tubulares apuntar hacia atrás y vomitar una brutal corriente de agua, impulsando su cuerpo hacia delante como una moto acuática a una velocidad imposible para ese cuerpo, impactando contra el escenario y volándolo en mil pedazos.
[center][/center]
Aria fue la primera en despertar. Debía de haber salido disparada y quedado inconsciente. Se levantó a duras penas, alarmándose al ver una enorme sombra sobre ella. Se dio la vuelta y miró hacia arriba, temerosa, parándosele el corazón: la pinza de la criatura colgaba paralela al suelo a mucha distancia sobre ella, dispuesta a aplastarla como una maza. Cerró los ojos y empezó a gritar, y el instrumento bajó inmisericorde, golpeando el suelo. No sintió nada. De hecho, podía respirar... Se atrevió a volver a mirar, no creyéndose la suerte que había tenido: la pinza había bajado abierta, pillándola justo entre sus fauces.
−Ja... ¡Ja! ¡Jajaja! ¡Has fallado, engendro apes-
La articulación se cerró de golpe como una cizalla descomunal, silenciando las molestas palabras de Aria Blaze para siempre.
[center][/center]
Adagio se levantó con cuidado mientras volvía al mundo de los vivos, palpándose la frente al notarla húmeda. Se había hecho una brecha, pero no parecía ser nada serio, o al menos atribuía su desorientación a verse arrollada por un monstruo enorme a alta velocidad. Miró a su alrededor, notando que la gente seguía inconsciente. A lo mejor no había pasado mucho tiempo, quizá pudiera irse antes de que-
Temblores. Conocía muy bien esos temblores. Se dio la vuelta, y lo que vio la hizo caer hacia atrás: iba hacia ella, con la pinza goteándole algo que sabía muy bien lo que era, terminando de confirmar su origen al ver vagamente tras él lo que quedaba de Aria. Se llevó una mano a la boca, intentando contener una náusea, pero no pudo hacerlo, echando a un lado la que estaba segura había sido su última comida. Trató de levantarse, pero el terror absoluto había convertido sus piernas en gelatina inútil, por lo que se dio la vuelta y empezó a alejarse erráticamente a gatas, trastabillando de forma patética. Su visión se emborronaba, empañada por las lágrimas. Había llorado de dolor o rabia otras veces, pero esta era la primera vez en su vida que lo hacía movida por el pavor. No llegó muy lejos, pues de repente notó que el suelo bajaba y bajaba... no, ella era la que estaba subiendo, agarrada por algo que la volteó hacia un rostro atroz. El tentáculo la tenía firmemente sujeta, obligándola a ver una cabeza bulbosa sanguinolenta, viscosa y brillante y plagada de apéndices con ventosas, que a su vez la observaba con dos rescoldos ardientes. Todo rastro de orgullo y desprecio hacia todo lo que no fuera ella desapareció, reemplazado por un miedo tan antiguo como el mundo.
−No... P-por favor... Déjame...-gimió, con una voz trémula y temblando como una hoja, o al menos lo poco que el agarre de su ejecutor la permitía.
De repente, abrió la boca para gritar, pero no pudo emitir sonido alguno, pues le faltaba el aire debido al incremento en la presión que el viscoso apéndice ejercía sobre ella. Notaba un dolor agónico, así como sus sentidos nublándose poco a poco. Angustiada, empezó a hacer autoanálisis de su vida, recordando todas sus fechorías, y no pudo evitar preguntarse si las cosas podrían haber salido de otra manera si se hubiese comportado de forma distinta, tanto respecto al mundo como a sus desaparecidas compañeras... No, amigas... Siempre supo en lo más hondo de su ser que, por muy mal que se llevase con ellas, siempre habían sido...
El crujido de su caja torácica la sacó de golpe de esa línea de pensamiento, cayendo su cabeza hacia delante y cesando todos sus movimientos, siendo después simplemente soltada como un trozo de basura. Mientras caía, una lágrima se desprendió junto con el último pensamiento de su existencia: ojalá encontrase en la muerte la paz que no pudo encontrar en vida.
[center][/center]
Rugió, satisfecho y triunfal. Por fin se había quitado de en medio a esas moscas. De hecho, había descubierto que había gozado indescriptiblemente haciéndolo. Ahora solo le quedaba ocuparse del resto, por lo que se dio la vuelta para-
Una salvaje descarga de magia multicolor le envolvió, golpeándole desde los cielos como un ángel vengador, cegándole a pesar de intentar cubrirse los ojos con su voluminosa pinza. O más que un ángel, un gigantesco caballo con alas y cuerno, ejerciendo justicia a través de unos seres insignificantes que hacían música a lo lejos. Por un momento intentó recordar, sintiendo de repente un agudo dolor en su interior que nada tenía que ver con la magia que le estaba consumiendo, sobre todo relacionado con la de color rosa que lloraba sin parar mientras golpeaba metales y cajas circulares. Lo intentó, pero su pasado se había extinguido, devorado por la violencia pura que había pasado a dominarle al acabar con las otras tres. Todo acabó en unos segundos, que gastó en rugir toda su ira y ansia de venganza, desafiando al universo entero.
[center][/center]
Tras ese día, nada volvió a ser igual. El asesinato de Sonata había dejado inconsciente a Rarity y Fluttershy de espanto, y no pudieron sobreponerse todas y tocar hasta que las tres sirenas hubieron caído. Lo peor le tocó a Pinkie, que tuvo que colaborar para evitar que su novio siguiese matando y haciendo daño, a pesar de creer momentos antes que podrían salvar el día. Una sombra se cernió sobre todas al comprobar que la magia de la amistad no había purificado a Lloyd, sino que ahora era una inmensa estatua de piedra. Con la ayuda de la experiencia de Twilight en su mundo con el espíritu del Caos y la desarmonía, dedujeron que la magia simplemente no podía purificar lo impurificable, sellando el mal en que se había convertido su amigo. Esa tarde pasó a perseguir a Pinkie en sus pesadillas más que a nadie, además de destruir su corazón. Nunca volvió a ser totalmente como antes, apagándose casi por completo la única chispa de color de la familia Pie.
Pero ella no fue la única que murió por dentro aquel día. Al buscar heridos y limpiar el perímetro, la policía encontró entre los restos del escenario a lo que a todas luces debió de ser Sg una vez, que aparentemente no pudo apartarse a tiempo cuando la criatura lo embistió. Al menos tenía toda la pinta de que no sufrió. Eso le tocó a su novia, que lloró lo indecible con lo que quedaba de él entre sus brazos y durante varios días más en que apenas salió y comió. Al final no pudo soportar los recuerdos y el dolor y se cambió de ciudad, abandonando para siempre a las amigas que le dieron una oportunidad.
Twilight concluyó que la magia había traído más desgracia que bien a ese mundo, y se despidió de sus amigas con gran pesar, tras lo que cerró el portal y destruyó el espejo en su mundo con ayuda de las princesas y Discord, cortando así el flujo de energía arcana y anulando los poderes de sus amigas más allá de él. Como no había espacio para llevarse la estatua de Lloyd para guardarla en Equestria bajo protección, el gobierno se acabó haciendo cargo, con ayuda del instituto a la hora de acallar los rumores sobre monstruos y fenómenos extraños, tachándolo todo de supercherías de conspiranoicos desequilibrados y atribuyendo las trágicas muertes de tres chicas durante el festival musical benéfico a un accidente en la estructura del escenario. Ello causó la desaparición del ojo público de Celestia y Luna al ser las máximas responsables, pero igualmente no hubieran aguantado mucho más.
Muchos meses después, a mucha distancia de allí y bajo un terreno que oficialmente servía para pruebas de aviación militar, en una tumba de cristal antibalas, metal y cemento de varios metros de espesor oculta en lo más profundo de la tierra, descansaba una aberrante figura de piedra. Si uno se hubiera fijado con detenimiento, lo cual solo habría estado autorizado a hacer el Presidente, habría descubierto una pequeña grieta. La magia que le había sellado ya no existía en ese mundo, por lo que solo era cuestión de tiempo el que esa abertura se hiciese más grande y acabase revelando la siniestra verdad bajo la cobertura pétrea. Pues no está muerto lo que yace eternamente, y con el paso de los extraños eones, incluso la muerte puede morir.
[center]Elegiste... mal[/center]
Un momento. También estaban inconscientes. Sonrió: era su oportunidad. Poco le importaba que estuviera atacando a las Rainbooms con ¿agua? Bah, daba igual. Ya todo le daba igual. Empezó a correr hacia la enorme mole, gritando llena de rabia.
−¡Eh, tú! ¡Lloyd, desgraciado!
Dejó de apuntar a las Rainbooms, mirando hacia el insecto que estaba osando molestarle. Si hubiese tenido cejas, de seguro habría arqueado al menos una, extrañado.
−¡Sí, te estoy hablando a ti, engendro sin corazón! ¡Nunca te perdonaré lo que me hiciste!
La criatura se acuclilló todo lo que pudo, apoyándose en sus rodillas y bajando la cabeza para mirar de cerca a ese pequeño bulto, medianamente interesado en su frenesí y cambiando su rostro a amarillo limón por la diversión que le causaba.
−Puede que manipule a la gente para obtener lo que quiero, ¡pero también tengo mi corazoncito! ¡No me merecía la canallada que me hiciste, me quitaste todo! ¡Solo pido un poco de cariño, ¿de verdad es demasiado?! ¿Qué tiene esa tía rosa que no tenga yo, eh?
Esto se había vuelto un aburrimiento, ya no le entretenían sus desvaríos. Se levantó trabajosamente con la intención de volver a lo suyo.
−¡Oh no, no me vas a ignorar. ¡Exijo que me hagas caso!-gritó Sonata, empezando a dar puñetazos y patadas a una de sus piernas.
Volvió sus ígneos orbes a ella. Estaba empezando a irritarlo, quería que se quedase quieta. En un rápido movimiento, su tentáculo voló y la atrapó, levantándola del suelo hasta ponerla al nivel de sus ojos, esta vez lanzándole una silenciosa advertencia que poco efecto tuvo, pues a los improperios de esa pequeña pulga ahora se sumaban sus gritos de terror y puñetazos al gelatinoso miembro. De repente, notó un fuerte impacto en la cabeza, haciéndole rugir hacia la fuente: las proyecciones de las sirenas le estaban atacando con ondas sonoras.
−¡Ya es suficiente, bestia! ¡Ignora a esa mocosa y continúa con tu trabajo! ¡Te lo exige tu ama! ¡OBEDECE, MALDITO ENGENDRO!-gritó Adagio desde el escenario, impaciente y molesta.
Su mirada se entrecerró, la furia burbujeando en su interior como si fuese un caldero a punto de desbordarse y su cara enrojeciendo hasta adquirir la tonalidad de la sangre. Desde que había aparecido allí, no había recibido más que ataques y provocaciones, y ahora encima le estaban tratando como a un vulgar animal. Ya estaba harto. Miró a las figuras en el escenario, gritando y mirándole con desprecio mientras le seguían atacando desde el cielo, haciéndole encogerse e incrementando su ira más y más. Al desviar la mirada a su tentáculo, pudo comprobar que esa cosa molesta que había cogido seguía en sus trece, dando inofensivos pero molestos golpes y siguiendo castigando sus oídos como una mosca zumbona. Decidió matar dos pájaros de un tiro: giró el tentáculo en el aire, como una honda, y lanzó su engorrosa carga hacia el escenario con toda la fuerza de la que fue capaz.
El bólido no pudo procesar lo que estaba ocurriendo. No tuvo tiempo. Solo pudo gritar durante unos escasos segundos por puro instinto hasta que se estrelló contra la diana. Por su parte, Adagio y Aria se levantaron como pudieron, habiendo logrado saltar a tiempo hacia los lados para esquivar el impacto. Entre ellas había un trozo destrozado de suelo donde antes estaba la trampilla al sótano. Se atrevieron a acercarse lentamente, y miraron. Ambas chillaron de puro horror al ver el grotesco espectáculo que había en el cuarto bajo ellas, sabiendo que no era necesario comprobar el estado de la masa desmadejada que antaño había sido su compañera. Ya no volvería a levantarse.
Giraron sus ojos hacia la bestia, que ahora empezaba a caminar hacia ellas, de forma lenta pero imparable, rugiendo, anunciando la llegada de su destino. Gritando llenas de rabia, hicieron fuego con sus imágenes con toda la furia que pudieron, haciendo que se cubriese por unos momentos hasta que se tumbó sobre su vientre y se ocultó en el caparazón. Por un momento sonrieron, creyendo haberle disuadido, hasta que vieron sus formaciones tubulares apuntar hacia atrás y vomitar una brutal corriente de agua, impulsando su cuerpo hacia delante como una moto acuática a una velocidad imposible para ese cuerpo, impactando contra el escenario y volándolo en mil pedazos.
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Aria fue la primera en despertar. Debía de haber salido disparada y quedado inconsciente. Se levantó a duras penas, alarmándose al ver una enorme sombra sobre ella. Se dio la vuelta y miró hacia arriba, temerosa, parándosele el corazón: la pinza de la criatura colgaba paralela al suelo a mucha distancia sobre ella, dispuesta a aplastarla como una maza. Cerró los ojos y empezó a gritar, y el instrumento bajó inmisericorde, golpeando el suelo. No sintió nada. De hecho, podía respirar... Se atrevió a volver a mirar, no creyéndose la suerte que había tenido: la pinza había bajado abierta, pillándola justo entre sus fauces.
−Ja... ¡Ja! ¡Jajaja! ¡Has fallado, engendro apes-
La articulación se cerró de golpe como una cizalla descomunal, silenciando las molestas palabras de Aria Blaze para siempre.
[center][/center]
Adagio se levantó con cuidado mientras volvía al mundo de los vivos, palpándose la frente al notarla húmeda. Se había hecho una brecha, pero no parecía ser nada serio, o al menos atribuía su desorientación a verse arrollada por un monstruo enorme a alta velocidad. Miró a su alrededor, notando que la gente seguía inconsciente. A lo mejor no había pasado mucho tiempo, quizá pudiera irse antes de que-
Temblores. Conocía muy bien esos temblores. Se dio la vuelta, y lo que vio la hizo caer hacia atrás: iba hacia ella, con la pinza goteándole algo que sabía muy bien lo que era, terminando de confirmar su origen al ver vagamente tras él lo que quedaba de Aria. Se llevó una mano a la boca, intentando contener una náusea, pero no pudo hacerlo, echando a un lado la que estaba segura había sido su última comida. Trató de levantarse, pero el terror absoluto había convertido sus piernas en gelatina inútil, por lo que se dio la vuelta y empezó a alejarse erráticamente a gatas, trastabillando de forma patética. Su visión se emborronaba, empañada por las lágrimas. Había llorado de dolor o rabia otras veces, pero esta era la primera vez en su vida que lo hacía movida por el pavor. No llegó muy lejos, pues de repente notó que el suelo bajaba y bajaba... no, ella era la que estaba subiendo, agarrada por algo que la volteó hacia un rostro atroz. El tentáculo la tenía firmemente sujeta, obligándola a ver una cabeza bulbosa sanguinolenta, viscosa y brillante y plagada de apéndices con ventosas, que a su vez la observaba con dos rescoldos ardientes. Todo rastro de orgullo y desprecio hacia todo lo que no fuera ella desapareció, reemplazado por un miedo tan antiguo como el mundo.
−No... P-por favor... Déjame...-gimió, con una voz trémula y temblando como una hoja, o al menos lo poco que el agarre de su ejecutor la permitía.
De repente, abrió la boca para gritar, pero no pudo emitir sonido alguno, pues le faltaba el aire debido al incremento en la presión que el viscoso apéndice ejercía sobre ella. Notaba un dolor agónico, así como sus sentidos nublándose poco a poco. Angustiada, empezó a hacer autoanálisis de su vida, recordando todas sus fechorías, y no pudo evitar preguntarse si las cosas podrían haber salido de otra manera si se hubiese comportado de forma distinta, tanto respecto al mundo como a sus desaparecidas compañeras... No, amigas... Siempre supo en lo más hondo de su ser que, por muy mal que se llevase con ellas, siempre habían sido...
El crujido de su caja torácica la sacó de golpe de esa línea de pensamiento, cayendo su cabeza hacia delante y cesando todos sus movimientos, siendo después simplemente soltada como un trozo de basura. Mientras caía, una lágrima se desprendió junto con el último pensamiento de su existencia: ojalá encontrase en la muerte la paz que no pudo encontrar en vida.
[center][/center]
Rugió, satisfecho y triunfal. Por fin se había quitado de en medio a esas moscas. De hecho, había descubierto que había gozado indescriptiblemente haciéndolo. Ahora solo le quedaba ocuparse del resto, por lo que se dio la vuelta para-
Una salvaje descarga de magia multicolor le envolvió, golpeándole desde los cielos como un ángel vengador, cegándole a pesar de intentar cubrirse los ojos con su voluminosa pinza. O más que un ángel, un gigantesco caballo con alas y cuerno, ejerciendo justicia a través de unos seres insignificantes que hacían música a lo lejos. Por un momento intentó recordar, sintiendo de repente un agudo dolor en su interior que nada tenía que ver con la magia que le estaba consumiendo, sobre todo relacionado con la de color rosa que lloraba sin parar mientras golpeaba metales y cajas circulares. Lo intentó, pero su pasado se había extinguido, devorado por la violencia pura que había pasado a dominarle al acabar con las otras tres. Todo acabó en unos segundos, que gastó en rugir toda su ira y ansia de venganza, desafiando al universo entero.
[center][/center]
Tras ese día, nada volvió a ser igual. El asesinato de Sonata había dejado inconsciente a Rarity y Fluttershy de espanto, y no pudieron sobreponerse todas y tocar hasta que las tres sirenas hubieron caído. Lo peor le tocó a Pinkie, que tuvo que colaborar para evitar que su novio siguiese matando y haciendo daño, a pesar de creer momentos antes que podrían salvar el día. Una sombra se cernió sobre todas al comprobar que la magia de la amistad no había purificado a Lloyd, sino que ahora era una inmensa estatua de piedra. Con la ayuda de la experiencia de Twilight en su mundo con el espíritu del Caos y la desarmonía, dedujeron que la magia simplemente no podía purificar lo impurificable, sellando el mal en que se había convertido su amigo. Esa tarde pasó a perseguir a Pinkie en sus pesadillas más que a nadie, además de destruir su corazón. Nunca volvió a ser totalmente como antes, apagándose casi por completo la única chispa de color de la familia Pie.
Pero ella no fue la única que murió por dentro aquel día. Al buscar heridos y limpiar el perímetro, la policía encontró entre los restos del escenario a lo que a todas luces debió de ser Sg una vez, que aparentemente no pudo apartarse a tiempo cuando la criatura lo embistió. Al menos tenía toda la pinta de que no sufrió. Eso le tocó a su novia, que lloró lo indecible con lo que quedaba de él entre sus brazos y durante varios días más en que apenas salió y comió. Al final no pudo soportar los recuerdos y el dolor y se cambió de ciudad, abandonando para siempre a las amigas que le dieron una oportunidad.
Twilight concluyó que la magia había traído más desgracia que bien a ese mundo, y se despidió de sus amigas con gran pesar, tras lo que cerró el portal y destruyó el espejo en su mundo con ayuda de las princesas y Discord, cortando así el flujo de energía arcana y anulando los poderes de sus amigas más allá de él. Como no había espacio para llevarse la estatua de Lloyd para guardarla en Equestria bajo protección, el gobierno se acabó haciendo cargo, con ayuda del instituto a la hora de acallar los rumores sobre monstruos y fenómenos extraños, tachándolo todo de supercherías de conspiranoicos desequilibrados y atribuyendo las trágicas muertes de tres chicas durante el festival musical benéfico a un accidente en la estructura del escenario. Ello causó la desaparición del ojo público de Celestia y Luna al ser las máximas responsables, pero igualmente no hubieran aguantado mucho más.
Muchos meses después, a mucha distancia de allí y bajo un terreno que oficialmente servía para pruebas de aviación militar, en una tumba de cristal antibalas, metal y cemento de varios metros de espesor oculta en lo más profundo de la tierra, descansaba una aberrante figura de piedra. Si uno se hubiera fijado con detenimiento, lo cual solo habría estado autorizado a hacer el Presidente, habría descubierto una pequeña grieta. La magia que le había sellado ya no existía en ese mundo, por lo que solo era cuestión de tiempo el que esa abertura se hiciese más grande y acabase revelando la siniestra verdad bajo la cobertura pétrea. Pues no está muerto lo que yace eternamente, y con el paso de los extraños eones, incluso la muerte puede morir.
[center]Elegiste... mal[/center]
ANSIEDAD
Spoiler:
La criatura volvió a cargar agua, bombeando desde su interior. Apuntó un poco más adelante de donde había dado, al objeto voluminoso inmóvil, ya que era un blanco fácil.
Sin embargo, por poca concentración que necesitase, no se podía ignorar a un moscardón chillando desde el suelo. Se permitió mirar hacia abajo, observando que una de sus fuentes de alimento había despertado y estaba hablando frenéticamente con algo que tenía pegado a la cabeza.
−¡Papá ¡Papá! ¿Me oyes? ¡¡Papá!!
Extraño. Algo había captado su atención de ese insignificante ser. Se permitió observarlo con cautela un poco más: pelo azul, chaqueta, tono anaranjado de piel... A él venía asociada cierta sensación de molestia, aunque no acababa de recordar por qué. De repente, dejó de hablar y dirigió la mirada a él, iracundo. Osó contemplarle. Bueno, que mirase. Tampoco es que tuviera que dedicarle más tiempo.
−¿Qué has hecho con mi padre? ¡Responde! ¡Ya perdí a mi madre, devuélvemelo, monstruo maligno!-gritó mientras se acercaba a la carrera y empezaba a pegarle puñetazos y patadas.
Vaya, le estaba irritando más de lo que creía, y seguía sin saber el motivo. Esto empezaba a inquietarle especialmente, tornándose su cabeza del color del oro viejo.
−¡Te estaba persiguiendo, ¿verdad?! ¡Cuando antes me llamó, estaba tras ti! ¡Solo estaba haciendo su trabajo, y a pesar de ello y de su propia seguridad intentó advertirme del peligro! ¡Es lo único que me queda, ¿me oyes?! ¡No puedo perderle a él también! ¿Dónde está? ¡¡Responde!!
Decidió tomar cartas en el asunto. Parecía bastante distraído, así que bajó su pinza y le agarró con firmeza pero con cuidado de no aplastarlo, alzándole a la altura de su cara para verle mejor a pesar de sus pataleos. Si, definitivamente había algo en él que quería sonarle, y no para bien. Agitó los brazos cargados de ventosas que colgaban de su cara, inquieto y perplejo.
Inesperadamente notó un impacto en su espalda, haciéndole trastabillar levemente. Volteó para ver a las chicas de antes, que aparentemente estaban gritándole a la de pelo multicolor. Decidió acercarse para oírlas mejor, sin soltar en ningún momento su presa.
−¿Por qué has hecho eso, Rainbow? ¡Tenía a Flash agarrado!-inquirió Twilight, preocupada y furiosa.
−¡Bueno, perdona por querer que lo soltase!
−¡Pero no a esa altura, animal!
−¡Habló la granjera y su musculatura!
−¿A que te hundo el puño en la cara?
−Em... chicas...-interrumpió Fluttershy, temblando.
−Ahora no, Fluttershy. ¡Applejack tiene razón, Rainbow! ¡Si hubiese caído de esa altura podría haberse matado casi seguro!
−¡Bueno, vale, no lo pensé del todo! ¿Y qué hace poniéndose a gritarle y darle golpes en primer lugar? ¿Tan macho se cree, o es que es tonto?
−Y que lo digas...-murmuró Spike por lo bajo.
−Chicas...-volvió a hablar la amante de los animales, con un hilo de voz.
−Debo darle la razón a Rainbow aunque no por sus formas, eso ha sido una insensatez, Twlight-apuntó Sunset, intentando conciliar posturas sin demasiado éxito.
−¡Chicas! ¡Detrás de vosotras!
Ante ese grito de advertencia, decidieron hacerla caso y se voltearon, notando cómo el aire se escapaba de golpe de sus pulmones y un incontrolable temblor las dominaba. Su mutado y desfigurado amigo les observaba desde arriba a poca altura, habiéndose agachado para contemplar su pelea como un niño curioso acercaría su cara al suelo para observar un combate entre insectos. Los apéndices cargados de ventosas de su cara colgaban como lianas de un alto árbol de la jungla, moviéndose de vez en cuando y desprendiendo un fuerte olor a pescado. La viscosidad de la mucosa protectora de su cara hacía que esta brillase, como un antiguo ídolo dorado gastado por el paso de las eras al que acabasen de sacarle lustre. Las velas a los lados de su cuello se agitaban periódicamente, aportando aún más revulsión a la escena. Finalmente, sus ojos rojos como el fuego las observaban con una mezcla de curiosidad prudente y diversión, disfrutando e intrigándole el espectáculo.
−No... mováis... ni... un... músculo-susurró Applejack, aterrada.
−Esto no es "Jurassic Park", manzanitas-le replicó Rainbow, quieta como una estatua.
Nadie se movió... o, al menos nadie que estuviera de pie. Flash seguía agitándose en el agarre del titán, pugnando por liberarse sin éxito. Twilight no pudo evitar girar la cabeza mientras miraba lo que tenían enfrente, observando con horror que aún le tenía de rehén.
−¡Chicas, mirad! ¡Flash aún está en su poder!-exclamó, preocupada.
Todas la miraron, incrédulas de que hubiera cometido la insensatez de alzar la voz y gesticular en esas circunstancias. Sin embargo, lo más que hizo la criatura fue arquear una inexistente ceja, extrañada, y acercar levemente la pinza con su carga hacia ellas, observando que se adelantaban. Parecían querer que lo soltase... Bueno, qué mas daba. Total, no dejaba de no ser nadie.
El estupor se transformó en alivio al ver que el monstruoso apéndice se acercaba un poco más a la colina y dejaba caer a Flash, el cual aterrizó sobre su trasero pero sin daños serios. Hubo gritos de victoria, además de un inaudible suspiro de alivio por parte de Pinkie mientras miraba sonriente al coloso. Twilight corrió a abrazar al chico, el cual devolvió el gesto con una sonrisa perlada.
Entonces lo recordó.
Como una escritura que de pronto se hiciese legible, por fin pudo identificar ese sentimiento de desagrado, y este pasó a ser aumentado y alimentado de forma exponencial por su bestial falta de inhibición y los datos que conocía de ese chico y sus encuentros estresantes con él.
El estereotipo de don perfecto, el tipo majo que parecía llevarse bien con todo el mundo porque si. El que se había ganado el afecto de una idiotizada chica, normalmente inteligente y alienígena, en un par de días y mediante ridículos choques. El que se había hecho el héroe por descubrir un complot chapucero pertrechado por dos imbéciles. El cazador de la nueva y perdida estudiante. Un nombre escrito en sangre: Flash Sentry, aquel cuya mera contemplación causaba irritación y cuya existencia no tenía ningún sentido.
Era hora de arreglar eso.
El hasta hace un momento tranquilo ser rugió con todo su odio y rabia, cambiando la tonalidad de su cara a un color más negro que una noche sin estrellas, y bajó su pinza como un juez su mazo, dictando una sentencia de culpabilidad cuya condena iba a imponerse inmediatamente. Todo el mundo gritó de espanto y, por fortuna, Flash y Twilight lograron separarse a tiempo, cayendo el gigantesco apéndice entre los dos, hundiendo parcialmente la superficie donde se encontraban momentos antes y provocando un temblor que dio con el grupo al completo en el suelo. El tentáculo restalló en el aire como un látigo y agarró a Flash, llevándole hacia las alturas zarandeándole mientras su dueño se levantaba en toda su estatura. Los gritos de pánico abajo no le importaron lo más mínimo: estaba concentrado en su objetivo, el patético intento de ser humano que tenía delante de su cara intentando soltarse de su fuerte agarre. Volcó todo su odio y repugnancia en su mirada, intentando perforarle con ella como si fuera un láser. Por desgracia no lo consiguió, pero sí algo muy satisfactorio: hacer que cerrase su estúpida boca y drenarle todo el color de la cara. Parecía un cadáver. Pero no, solo era una ilusión, aún respiraba. Empezó a acercarle a su cara, más concretamente a sus barbas cargadas de ventosas.
−¡No! ¡Por Celestia, se lo va a comer! ¡Flash! ¡Suéltalo! ¡FLASH!
Todas salvo Twilight y Sunset, demasiado aterradas ante la dantesca visión que tenían enfrente por su historia con el chico, empezaron a atacarle con la energía de sus instrumentos, con la esperanza de que desistiese en su siniestro empeño. Pero su resolución alimentada por el odio le hacía inmune al daño, y tampoco prestaba atención a nada más que su objetivo. Al final el tentáculo llegó a su destino, y se alejó vacío. Sin embargo, no se había comido al chico, como pudieron comprobar: se hallaba agarrado por las barbas. Extremidades, cuello y tórax, como una siniestra versión mejorada del potro de tortura, dejando solo visible partes puntuales de su cuerpo y toda la cabeza.
−¡Flash! ¡Suéltale, por favor!-chillaba aterrorizada Twilight, lagrimeando de horror.
−Twilight... Ayúdame... Por f-
Uno de los orgánicos amarres le tapó la boca, y de paso toda la cabeza, como la capucha de un condenado a muerte. Hasta en sus últimos momentos era alguien patético e insoportable, y encima había tenido que suplicarle precisamente a ella. Pues si esas iban a ser sus últimas palabras, que así fuese.
Giró con lentitud la cabeza hacia el cielo, extendiendo sobre ella sus barbas con su repugnante presa, hasta tenerla suspendida sobre él, tomándose un momento para disfrutar la situación...
"Muere sin dignidad".
... y pegó un fuerte tirón en todas direcciones, cubriendo su rostro con un caliente estofado orgánico.
Como en una ceremonia, extendió sus extremidades a los lados mientras su respiración se tornaba un jadeo entrecortado, sumido en el más profundo de los éxtasis. Por fin. Por fin se había librado de esa peste, la mayor mancha de ese mundo, el cáncer de Canterlot High. Los guerreros más sanguinarios de la historia tenían razón: bañarte en los restos de tu enemigo era increíblemente satisfactorio.
Una cacofonía de chillidos y llantos le sacó de ese bendito estado, obligándole a mirar hacia la colina. Todas estaban llorando, la blanca y la amarilla se habían desmayado, y la violeta y la de pelo bicolor gemían abrazadas, sobre todo la primera. No lo entendía. Acababa de hacerles un favor, nadie podía echar de menos a un estereotipo con patas como ese. Algo llamó repentinamente su atención más que el resto de lo que veía, acercando su monstruoso y lleno de restos humanos rostro al de la rosada, que estaba inmóvil. Sus ojos azules estaban llorando, pero había algo más en ellos. Ira, tristeza... Esta última parecía más profunda de lo normal, como si no fuera solo por Flash, ni por sus amigas... Entonces lo vio.
Era la esperanza, que había muerto para siempre.
Se echó repentinamente para atrás, sintiendo un fuerte dolor en el pecho que le quitaba la respiración al tiempo que su rostro se tornaba de un gris ceniciento. Algo iba mal. ¿Por qué? Con lo bien que se había sentido despachando a ese virus, ¿por qué se sentía así ahora? No podía soportarlo. No podía seguir allí. No podía seguir viendo esa mirada. Soltó lo que aún tenía agarrado entre sus barbas y corrió. Las sirenas se espantaron, ya de por sí impactadas por el dantesco espectáculo de hace un momento, al ver que el coloso iba como una bala en su dirección, por lo que saltaron fuera del escenario. En ese momento, Sg salió tras el telón, intentando huir también, pero el tentáculo de la bestia le agarró justo cuando el lugar desaparecía en una explosión de metal, vidrio y madera. Tenía asociados a él recuerdos de su estancia allí, y quería borrar todo rastro de su paso por ese lugar. Si él se iba, le acompañaría, quisiese o no.
El monstruo corrió con la velocidad que su tamaño le permitía, buscando un lugar que finalmente encontró: la parte frontal del instituto, parándose enfrente de la estatua ecuestre. Aún con Sg agarrado, tocó con cuidado el pedestal con la punta del tentáculo, comprobando perplejo que el portal estaba abierto. No había tiempo para preguntas: concentró poder, empezando a reducir su tamaño, ya que no cabía por esa abertura dimensional, hasta ser comparable en altura a un humano. Ello le dificultaba el agarre de su chillón rehén, por lo que tenía que darse prisa. Haciendo un último esfuerzo, acumuló todo su dolor y el poder que había ganado en esos dos días, y cuando sintió que iba a explotar, liberó todo en forma de un espeluznante chirrido arcano hacia el portal, llevando con él su voluntad. Funcionó: la grieta mágica cambió del color de la piedra que normalmente tenía a un refulgente blanco, aunque algo le decía que no duraría mucho. Lanzó el tentáculo hacia atrás y después hacia delante, propulsando a Sg a través de la abertura. Justo iba a cruzar él también cuando...
−¡NOOOOOOO!
Se giró: se las habían arreglado para seguirle, todas. La de pelo de dos colores estaba la primera, arrodillada, alargando el brazo mientras lloraba, como si le hubieran quitado algo. El resto intentaba consolarla, a pesar de lucir destrozadas también. Y la de rosa... La de rosa seguía igual, destruida por completo y llena de preguntas que él no podía ni tenía el valor de responder.
La miró durante un infinito segundo y se fue para siempre por el portal.
[center][/center]
El oleaje del mar puede que meciese suavemente los pensamientos de otros, pero no los suyos. Ni siquiera el de una playa como la de Lequeitio, en Vizcaya, que tanto le gustaba visitar. Estaba atardeciendo, pero a pesar de todo aún quedaba gente, en concreto un grupo de niños y niñas jugando en la arena. Necesitaba estar solo. Echó una mirada a la Isla de San Nicolás, la cual estaba enfrente de la costa y normalmente inaccesible a pie, y comprobó que había bajamar. Perfecto. Se encaminó al dique que unía la formación rocosa a la costa, y empezó a recorrerlo.
Habían pasado varias semanas desde que despertó en el hospital de La Paz, donde se llevó el shock de su vida al escuchar de boca de gente del foro que tuvo un accidente en La Vaguada y había sido encontrado al pie de las escaleras mecánicas. Todas esas conversaciones de Skype pasaron a no tener ningún sentido, y en un principio parecía que su estancia en Canterlot High había sido un sueño, pero eso por fortuna se desvaneció al comprobar su móvil y ver que todas las fotos y conversaciones de Wasap con sus nuevas amigas seguían ahí. Pero faltaba alguien, alguien que debía haber vuelto con él.
Lloyd no estaba, y nadie conocía su paradero: solo le habían encontrado a él.
Mientras avanzaba por la isla, un pedazo de roca desierto salvo por hierba, matorral, árboles y conejos, recordó los sucesos de ese fatídico día. Después del asalto de Adagio en los pasillos, había despertado en el escenario al aire libre, durante la que parecía ser la batalla final entre las Dazzlings y las Rainbooms. Todo iba bien hasta que primero cayó en la cuenta de que ni Lloyd ni Sonata estaban por ninguna parte, y que poco después apareciese eso.
Que esa cosa aún poblase sus pesadillas era fácil de comprender. Una cosa era lidiar con sirenas malvadas manipuladoras de masas, y otra esa monstruosidad salida de los mayores horrores de la mente humana, que encima se trataba de su amigo. Después de que aumentase hasta ser un verdadero gigante, un ataque suyo le dejó sin conocimiento y le despertaron una serie de rápidos temblores, que resultó ser esa misma criatura embalándose hacia el escenario. Le agarró al pasar junto a él, y después fueron por el portal, pero acabando de nuevo en la Tierra, no en Equestria.
Llegó al punto más distal de la isla respecto a la costa cuando el sol se empezaba a ocultar en el horizonte, parándose a admirar el fenómeno con el mar muy abajo bajo sus pies, rompiendo este último contra las rocas y él a llorar. Ignoraba lo que había sido de ese mundo, seguramente sus amigas derrotasen a las sirenas, no estaba muy preocupado por eso. Lo que le dolía de verdad era haber sido arrancado a la fuerza de lo que más quería de ese lugar, el amor de su vida. Huelga decir que no sabía cómo volver... demonios, ni siquiera sabía exactamente cómo había llegado a parar allí en primer lugar. Él había intentado volver a su vida normal, pero nunca podría hacerlo del todo. Un trozo de su corazón era de los colores del fuego, un fuego que se había quedado a dimensiones de distancia y que ahora estaba apagado, como el sol que se estaba ocultando demasiado rápido... un momento.
No, no había terminado de atardecer todavía: algo lo estaba tapando.
Como una pesadilla surgida literalmente de un tiempo y un espacio extraños, una imposibilidad se alzaba desde el mar justo frente a él, su atezada cabeza en forma de cefalópodo ocultando por completo el astro rey desde su punto de vista, observándole con unos ojos que parecían carbones encendidos. Un terror primigenio le ancló al suelo, negándole incluso la opción de caer o desmayarse. ¿Cómo le había encontrado? Solo su familia y amigos conocían ese lugar. Al forzar un poco más sus recuerdos se apoderó el vacío de él: una vez le había hablado de ese sitio y lo que le gustaba, llegándole a pasar fotos. Durante varios y agónicos segundos, el mundo entero pareció enmudecer, hasta que...
−RECUERDOS. DOLOR. ELIMINAR. TÚ. RECUERDO.
Le fue imposible reaccionar mientras una pinza gargantuesca avanzaba hacia él y tomaba su cabeza entre sus extremos, con una precisión increíble para algo de ese tamaño. Todo su corto tiempo con ella pasó ante sus ojos mientras los cerraba y suspiraba, derramando una lágrima.
Fue tan fácil como aplastar un huevo.
[center][/center]
Hacía no mucho que acababa de anochecer. La Erztainza estaba terminando de interrogar a los testigos del incidente, un puñado de niños aterrorizados que esa tarde estaban jugando en la playa, mientras la ambulancia se llevaba los restos humanos encontrados en la isla para su análisis forense. Había sido imposible identificar a la víctima dado su estado, pero afortunadamente conservaba la documentación. El crimen allí cometido era de lo más extraño, pues no parecía haber otra persona con él en el momento de su muerte y los testimonios de los testigos eran simplemente imposibles de creer, además de carnaza para conspiranoicos, perturbados y sensacionalismo. Según lo que contaban, una colosal criatura con rasgos de seres acuáticos había surgido del mar frente a la isla poco después de que el fallecido llegase a ella, había acabado con él y se había encaminado a la costa. Sin embargo, cuando llegó cerca de ellos, que habían salido corriendo salvo una niña pequeña paralizada de terror, puso una cara extraña y acercó su rostro a la infante, retrocediendo rápidamente mientras su cara cambiaba de negro a gris y volviendo al mar entre gemidos, como si sufriera, o eso había dicho ella.
Una niña que llevaba una muñeca con un tatuaje de tres globos en la mejilla y una abundante melena rosa.
[center]Elegiste... mal[/center]
Sin embargo, por poca concentración que necesitase, no se podía ignorar a un moscardón chillando desde el suelo. Se permitió mirar hacia abajo, observando que una de sus fuentes de alimento había despertado y estaba hablando frenéticamente con algo que tenía pegado a la cabeza.
−¡Papá ¡Papá! ¿Me oyes? ¡¡Papá!!
Extraño. Algo había captado su atención de ese insignificante ser. Se permitió observarlo con cautela un poco más: pelo azul, chaqueta, tono anaranjado de piel... A él venía asociada cierta sensación de molestia, aunque no acababa de recordar por qué. De repente, dejó de hablar y dirigió la mirada a él, iracundo. Osó contemplarle. Bueno, que mirase. Tampoco es que tuviera que dedicarle más tiempo.
−¿Qué has hecho con mi padre? ¡Responde! ¡Ya perdí a mi madre, devuélvemelo, monstruo maligno!-gritó mientras se acercaba a la carrera y empezaba a pegarle puñetazos y patadas.
Vaya, le estaba irritando más de lo que creía, y seguía sin saber el motivo. Esto empezaba a inquietarle especialmente, tornándose su cabeza del color del oro viejo.
−¡Te estaba persiguiendo, ¿verdad?! ¡Cuando antes me llamó, estaba tras ti! ¡Solo estaba haciendo su trabajo, y a pesar de ello y de su propia seguridad intentó advertirme del peligro! ¡Es lo único que me queda, ¿me oyes?! ¡No puedo perderle a él también! ¿Dónde está? ¡¡Responde!!
Decidió tomar cartas en el asunto. Parecía bastante distraído, así que bajó su pinza y le agarró con firmeza pero con cuidado de no aplastarlo, alzándole a la altura de su cara para verle mejor a pesar de sus pataleos. Si, definitivamente había algo en él que quería sonarle, y no para bien. Agitó los brazos cargados de ventosas que colgaban de su cara, inquieto y perplejo.
Inesperadamente notó un impacto en su espalda, haciéndole trastabillar levemente. Volteó para ver a las chicas de antes, que aparentemente estaban gritándole a la de pelo multicolor. Decidió acercarse para oírlas mejor, sin soltar en ningún momento su presa.
−¿Por qué has hecho eso, Rainbow? ¡Tenía a Flash agarrado!-inquirió Twilight, preocupada y furiosa.
−¡Bueno, perdona por querer que lo soltase!
−¡Pero no a esa altura, animal!
−¡Habló la granjera y su musculatura!
−¿A que te hundo el puño en la cara?
−Em... chicas...-interrumpió Fluttershy, temblando.
−Ahora no, Fluttershy. ¡Applejack tiene razón, Rainbow! ¡Si hubiese caído de esa altura podría haberse matado casi seguro!
−¡Bueno, vale, no lo pensé del todo! ¿Y qué hace poniéndose a gritarle y darle golpes en primer lugar? ¿Tan macho se cree, o es que es tonto?
−Y que lo digas...-murmuró Spike por lo bajo.
−Chicas...-volvió a hablar la amante de los animales, con un hilo de voz.
−Debo darle la razón a Rainbow aunque no por sus formas, eso ha sido una insensatez, Twlight-apuntó Sunset, intentando conciliar posturas sin demasiado éxito.
−¡Chicas! ¡Detrás de vosotras!
Ante ese grito de advertencia, decidieron hacerla caso y se voltearon, notando cómo el aire se escapaba de golpe de sus pulmones y un incontrolable temblor las dominaba. Su mutado y desfigurado amigo les observaba desde arriba a poca altura, habiéndose agachado para contemplar su pelea como un niño curioso acercaría su cara al suelo para observar un combate entre insectos. Los apéndices cargados de ventosas de su cara colgaban como lianas de un alto árbol de la jungla, moviéndose de vez en cuando y desprendiendo un fuerte olor a pescado. La viscosidad de la mucosa protectora de su cara hacía que esta brillase, como un antiguo ídolo dorado gastado por el paso de las eras al que acabasen de sacarle lustre. Las velas a los lados de su cuello se agitaban periódicamente, aportando aún más revulsión a la escena. Finalmente, sus ojos rojos como el fuego las observaban con una mezcla de curiosidad prudente y diversión, disfrutando e intrigándole el espectáculo.
−No... mováis... ni... un... músculo-susurró Applejack, aterrada.
−Esto no es "Jurassic Park", manzanitas-le replicó Rainbow, quieta como una estatua.
Nadie se movió... o, al menos nadie que estuviera de pie. Flash seguía agitándose en el agarre del titán, pugnando por liberarse sin éxito. Twilight no pudo evitar girar la cabeza mientras miraba lo que tenían enfrente, observando con horror que aún le tenía de rehén.
−¡Chicas, mirad! ¡Flash aún está en su poder!-exclamó, preocupada.
Todas la miraron, incrédulas de que hubiera cometido la insensatez de alzar la voz y gesticular en esas circunstancias. Sin embargo, lo más que hizo la criatura fue arquear una inexistente ceja, extrañada, y acercar levemente la pinza con su carga hacia ellas, observando que se adelantaban. Parecían querer que lo soltase... Bueno, qué mas daba. Total, no dejaba de no ser nadie.
El estupor se transformó en alivio al ver que el monstruoso apéndice se acercaba un poco más a la colina y dejaba caer a Flash, el cual aterrizó sobre su trasero pero sin daños serios. Hubo gritos de victoria, además de un inaudible suspiro de alivio por parte de Pinkie mientras miraba sonriente al coloso. Twilight corrió a abrazar al chico, el cual devolvió el gesto con una sonrisa perlada.
Entonces lo recordó.
Como una escritura que de pronto se hiciese legible, por fin pudo identificar ese sentimiento de desagrado, y este pasó a ser aumentado y alimentado de forma exponencial por su bestial falta de inhibición y los datos que conocía de ese chico y sus encuentros estresantes con él.
El estereotipo de don perfecto, el tipo majo que parecía llevarse bien con todo el mundo porque si. El que se había ganado el afecto de una idiotizada chica, normalmente inteligente y alienígena, en un par de días y mediante ridículos choques. El que se había hecho el héroe por descubrir un complot chapucero pertrechado por dos imbéciles. El cazador de la nueva y perdida estudiante. Un nombre escrito en sangre: Flash Sentry, aquel cuya mera contemplación causaba irritación y cuya existencia no tenía ningún sentido.
Era hora de arreglar eso.
El hasta hace un momento tranquilo ser rugió con todo su odio y rabia, cambiando la tonalidad de su cara a un color más negro que una noche sin estrellas, y bajó su pinza como un juez su mazo, dictando una sentencia de culpabilidad cuya condena iba a imponerse inmediatamente. Todo el mundo gritó de espanto y, por fortuna, Flash y Twilight lograron separarse a tiempo, cayendo el gigantesco apéndice entre los dos, hundiendo parcialmente la superficie donde se encontraban momentos antes y provocando un temblor que dio con el grupo al completo en el suelo. El tentáculo restalló en el aire como un látigo y agarró a Flash, llevándole hacia las alturas zarandeándole mientras su dueño se levantaba en toda su estatura. Los gritos de pánico abajo no le importaron lo más mínimo: estaba concentrado en su objetivo, el patético intento de ser humano que tenía delante de su cara intentando soltarse de su fuerte agarre. Volcó todo su odio y repugnancia en su mirada, intentando perforarle con ella como si fuera un láser. Por desgracia no lo consiguió, pero sí algo muy satisfactorio: hacer que cerrase su estúpida boca y drenarle todo el color de la cara. Parecía un cadáver. Pero no, solo era una ilusión, aún respiraba. Empezó a acercarle a su cara, más concretamente a sus barbas cargadas de ventosas.
−¡No! ¡Por Celestia, se lo va a comer! ¡Flash! ¡Suéltalo! ¡FLASH!
Todas salvo Twilight y Sunset, demasiado aterradas ante la dantesca visión que tenían enfrente por su historia con el chico, empezaron a atacarle con la energía de sus instrumentos, con la esperanza de que desistiese en su siniestro empeño. Pero su resolución alimentada por el odio le hacía inmune al daño, y tampoco prestaba atención a nada más que su objetivo. Al final el tentáculo llegó a su destino, y se alejó vacío. Sin embargo, no se había comido al chico, como pudieron comprobar: se hallaba agarrado por las barbas. Extremidades, cuello y tórax, como una siniestra versión mejorada del potro de tortura, dejando solo visible partes puntuales de su cuerpo y toda la cabeza.
−¡Flash! ¡Suéltale, por favor!-chillaba aterrorizada Twilight, lagrimeando de horror.
−Twilight... Ayúdame... Por f-
Uno de los orgánicos amarres le tapó la boca, y de paso toda la cabeza, como la capucha de un condenado a muerte. Hasta en sus últimos momentos era alguien patético e insoportable, y encima había tenido que suplicarle precisamente a ella. Pues si esas iban a ser sus últimas palabras, que así fuese.
Giró con lentitud la cabeza hacia el cielo, extendiendo sobre ella sus barbas con su repugnante presa, hasta tenerla suspendida sobre él, tomándose un momento para disfrutar la situación...
"Muere sin dignidad".
... y pegó un fuerte tirón en todas direcciones, cubriendo su rostro con un caliente estofado orgánico.
Como en una ceremonia, extendió sus extremidades a los lados mientras su respiración se tornaba un jadeo entrecortado, sumido en el más profundo de los éxtasis. Por fin. Por fin se había librado de esa peste, la mayor mancha de ese mundo, el cáncer de Canterlot High. Los guerreros más sanguinarios de la historia tenían razón: bañarte en los restos de tu enemigo era increíblemente satisfactorio.
Una cacofonía de chillidos y llantos le sacó de ese bendito estado, obligándole a mirar hacia la colina. Todas estaban llorando, la blanca y la amarilla se habían desmayado, y la violeta y la de pelo bicolor gemían abrazadas, sobre todo la primera. No lo entendía. Acababa de hacerles un favor, nadie podía echar de menos a un estereotipo con patas como ese. Algo llamó repentinamente su atención más que el resto de lo que veía, acercando su monstruoso y lleno de restos humanos rostro al de la rosada, que estaba inmóvil. Sus ojos azules estaban llorando, pero había algo más en ellos. Ira, tristeza... Esta última parecía más profunda de lo normal, como si no fuera solo por Flash, ni por sus amigas... Entonces lo vio.
Era la esperanza, que había muerto para siempre.
Se echó repentinamente para atrás, sintiendo un fuerte dolor en el pecho que le quitaba la respiración al tiempo que su rostro se tornaba de un gris ceniciento. Algo iba mal. ¿Por qué? Con lo bien que se había sentido despachando a ese virus, ¿por qué se sentía así ahora? No podía soportarlo. No podía seguir allí. No podía seguir viendo esa mirada. Soltó lo que aún tenía agarrado entre sus barbas y corrió. Las sirenas se espantaron, ya de por sí impactadas por el dantesco espectáculo de hace un momento, al ver que el coloso iba como una bala en su dirección, por lo que saltaron fuera del escenario. En ese momento, Sg salió tras el telón, intentando huir también, pero el tentáculo de la bestia le agarró justo cuando el lugar desaparecía en una explosión de metal, vidrio y madera. Tenía asociados a él recuerdos de su estancia allí, y quería borrar todo rastro de su paso por ese lugar. Si él se iba, le acompañaría, quisiese o no.
El monstruo corrió con la velocidad que su tamaño le permitía, buscando un lugar que finalmente encontró: la parte frontal del instituto, parándose enfrente de la estatua ecuestre. Aún con Sg agarrado, tocó con cuidado el pedestal con la punta del tentáculo, comprobando perplejo que el portal estaba abierto. No había tiempo para preguntas: concentró poder, empezando a reducir su tamaño, ya que no cabía por esa abertura dimensional, hasta ser comparable en altura a un humano. Ello le dificultaba el agarre de su chillón rehén, por lo que tenía que darse prisa. Haciendo un último esfuerzo, acumuló todo su dolor y el poder que había ganado en esos dos días, y cuando sintió que iba a explotar, liberó todo en forma de un espeluznante chirrido arcano hacia el portal, llevando con él su voluntad. Funcionó: la grieta mágica cambió del color de la piedra que normalmente tenía a un refulgente blanco, aunque algo le decía que no duraría mucho. Lanzó el tentáculo hacia atrás y después hacia delante, propulsando a Sg a través de la abertura. Justo iba a cruzar él también cuando...
−¡NOOOOOOO!
Se giró: se las habían arreglado para seguirle, todas. La de pelo de dos colores estaba la primera, arrodillada, alargando el brazo mientras lloraba, como si le hubieran quitado algo. El resto intentaba consolarla, a pesar de lucir destrozadas también. Y la de rosa... La de rosa seguía igual, destruida por completo y llena de preguntas que él no podía ni tenía el valor de responder.
La miró durante un infinito segundo y se fue para siempre por el portal.
[center][/center]
El oleaje del mar puede que meciese suavemente los pensamientos de otros, pero no los suyos. Ni siquiera el de una playa como la de Lequeitio, en Vizcaya, que tanto le gustaba visitar. Estaba atardeciendo, pero a pesar de todo aún quedaba gente, en concreto un grupo de niños y niñas jugando en la arena. Necesitaba estar solo. Echó una mirada a la Isla de San Nicolás, la cual estaba enfrente de la costa y normalmente inaccesible a pie, y comprobó que había bajamar. Perfecto. Se encaminó al dique que unía la formación rocosa a la costa, y empezó a recorrerlo.
Habían pasado varias semanas desde que despertó en el hospital de La Paz, donde se llevó el shock de su vida al escuchar de boca de gente del foro que tuvo un accidente en La Vaguada y había sido encontrado al pie de las escaleras mecánicas. Todas esas conversaciones de Skype pasaron a no tener ningún sentido, y en un principio parecía que su estancia en Canterlot High había sido un sueño, pero eso por fortuna se desvaneció al comprobar su móvil y ver que todas las fotos y conversaciones de Wasap con sus nuevas amigas seguían ahí. Pero faltaba alguien, alguien que debía haber vuelto con él.
Lloyd no estaba, y nadie conocía su paradero: solo le habían encontrado a él.
Mientras avanzaba por la isla, un pedazo de roca desierto salvo por hierba, matorral, árboles y conejos, recordó los sucesos de ese fatídico día. Después del asalto de Adagio en los pasillos, había despertado en el escenario al aire libre, durante la que parecía ser la batalla final entre las Dazzlings y las Rainbooms. Todo iba bien hasta que primero cayó en la cuenta de que ni Lloyd ni Sonata estaban por ninguna parte, y que poco después apareciese eso.
Que esa cosa aún poblase sus pesadillas era fácil de comprender. Una cosa era lidiar con sirenas malvadas manipuladoras de masas, y otra esa monstruosidad salida de los mayores horrores de la mente humana, que encima se trataba de su amigo. Después de que aumentase hasta ser un verdadero gigante, un ataque suyo le dejó sin conocimiento y le despertaron una serie de rápidos temblores, que resultó ser esa misma criatura embalándose hacia el escenario. Le agarró al pasar junto a él, y después fueron por el portal, pero acabando de nuevo en la Tierra, no en Equestria.
Llegó al punto más distal de la isla respecto a la costa cuando el sol se empezaba a ocultar en el horizonte, parándose a admirar el fenómeno con el mar muy abajo bajo sus pies, rompiendo este último contra las rocas y él a llorar. Ignoraba lo que había sido de ese mundo, seguramente sus amigas derrotasen a las sirenas, no estaba muy preocupado por eso. Lo que le dolía de verdad era haber sido arrancado a la fuerza de lo que más quería de ese lugar, el amor de su vida. Huelga decir que no sabía cómo volver... demonios, ni siquiera sabía exactamente cómo había llegado a parar allí en primer lugar. Él había intentado volver a su vida normal, pero nunca podría hacerlo del todo. Un trozo de su corazón era de los colores del fuego, un fuego que se había quedado a dimensiones de distancia y que ahora estaba apagado, como el sol que se estaba ocultando demasiado rápido... un momento.
No, no había terminado de atardecer todavía: algo lo estaba tapando.
Como una pesadilla surgida literalmente de un tiempo y un espacio extraños, una imposibilidad se alzaba desde el mar justo frente a él, su atezada cabeza en forma de cefalópodo ocultando por completo el astro rey desde su punto de vista, observándole con unos ojos que parecían carbones encendidos. Un terror primigenio le ancló al suelo, negándole incluso la opción de caer o desmayarse. ¿Cómo le había encontrado? Solo su familia y amigos conocían ese lugar. Al forzar un poco más sus recuerdos se apoderó el vacío de él: una vez le había hablado de ese sitio y lo que le gustaba, llegándole a pasar fotos. Durante varios y agónicos segundos, el mundo entero pareció enmudecer, hasta que...
−RECUERDOS. DOLOR. ELIMINAR. TÚ. RECUERDO.
Le fue imposible reaccionar mientras una pinza gargantuesca avanzaba hacia él y tomaba su cabeza entre sus extremos, con una precisión increíble para algo de ese tamaño. Todo su corto tiempo con ella pasó ante sus ojos mientras los cerraba y suspiraba, derramando una lágrima.
Fue tan fácil como aplastar un huevo.
[center][/center]
Hacía no mucho que acababa de anochecer. La Erztainza estaba terminando de interrogar a los testigos del incidente, un puñado de niños aterrorizados que esa tarde estaban jugando en la playa, mientras la ambulancia se llevaba los restos humanos encontrados en la isla para su análisis forense. Había sido imposible identificar a la víctima dado su estado, pero afortunadamente conservaba la documentación. El crimen allí cometido era de lo más extraño, pues no parecía haber otra persona con él en el momento de su muerte y los testimonios de los testigos eran simplemente imposibles de creer, además de carnaza para conspiranoicos, perturbados y sensacionalismo. Según lo que contaban, una colosal criatura con rasgos de seres acuáticos había surgido del mar frente a la isla poco después de que el fallecido llegase a ella, había acabado con él y se había encaminado a la costa. Sin embargo, cuando llegó cerca de ellos, que habían salido corriendo salvo una niña pequeña paralizada de terror, puso una cara extraña y acercó su rostro a la infante, retrocediendo rápidamente mientras su cara cambiaba de negro a gris y volviendo al mar entre gemidos, como si sufriera, o eso había dicho ella.
Una niña que llevaba una muñeca con un tatuaje de tres globos en la mejilla y una abundante melena rosa.
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