LOS CAZADORES DEL HIELO [AVENTURA] [BÉLICO]
MensajePublicado: 04 Mar 2015, 20:36
Hola gente!
Hacia un tiempo que no me pasaba por aquí... Ha habido cambios en mi vida, lo primero de todo es que he empezado prácticas en mis estudios, lo que me ha dado tiempo libre por las tardes, un tiempo el cual me gustaría dedicar a mis hobbies.
Quizás alguno haya leído mi fic EL VISITANTE. Me dí cuenta de que gustó mucho más de lo que esperaba (para mi sorpresa) y que quizás pudiera intentar hacer en el futuro algún otro fic de estas cosas tan locas y flipadas que me surgen al ver los fandoms de distintas series, así que decidí escribir otro aquí....Este lo llevo mucho menos tiempo pensándolo
pero me pareció una idea muy flipada y no he podido evitar escribirla. antes de nada quiero decir que este no tiene nada que ver con EL VISITANTE y que es una historia completamente a parte.
No voy a engañaros, no tengo ni idea de si os gustará ni cuando lo acabaré, pues lo escribiré cuando tenga tiempo, inspiración y ánimos, algo que dependerá de vuestros comentarios y opiniones.
No sé si ésto tendrá éxito pero prefiero arrepentirme de haberlo colgado y haber fallado que de nunca haberlo intentado.
Gracias de antemano.
Frost estaba contemplando la tundra, la inmensidad blanca alcanzaba hasta el infinito, el viento le empujaba a sus espaldas, como si la naturaleza le estuviera animando a avanzar, pero no podía…aún no.
El joven lobo tenía un pelaje gris claro y unos ojos ámbar que daban la impresión que podían mirar dentro de las almas, su largo hocico olfateaba los aromas que les traía el viento y sus orejas puntiagudas estaban alzadas, atento a cualquier sonido. Sus garras se hundían en el suelo congelado mientras que su peluda cola se movía para evitar que fuera cubierta por la nieve que caía despacio.
Su única vestimenta era una bufanda de color rojo oscuro que se había puesto, más por un motivo emotivo que por abrigarse del frío…después de todo, esa era su tierra y el frío era algo muy común a lo que él y el resto de los suyos se habían acostumbrado.
Frost estaba en un saliente de uno de las numerosas formaciones rocosas que eran la frontera sur de lo que conocían simplemente como “El Norte”. Una tierra helada, peligrosa y hostil donde ser débil es sinónimo de ser un cadáver. El Norte era es su gran mayoría un conjunto de montañas, cañones, acantilados, picos, barrancos y más elementos rocosos, cubiertos siempre de glaciares, nieve y hielo, salpicado de vez en cuando por valles en los que ocasionalmente se formaban lagos, ríos o pequeños bosques, era en estos valles donde su gente se había instalado.
Este territorio era mucho más ancho que largo, pues el norte de esta tierra estaba bordeado por lo que se conocían las Montañas del Fin, unos picos tan elevados que las nubes impedían ver sus cimas o incluso más allá de la falda de esas colosales montañas. En el improbable caso de que alguien quisiera avanzar más al norte, simplemente moriría por las condiciones ambientales. Muchos habían intentado averiguar que había más allá de esas montañas y ninguno había vuelto para explicar si había encontrado algo.
Frost estaba en el punto más al sur de esa tierra, alejado del paso donde se habían instalado sus camaradas, el ruido de las charlas emergía de cada rincón y el paso estaba salpicado por tiendas hechas de piel y por hogueras. Pero él necesitaba estar solo.
¿Podría cumplir la misión que se le encomendó? ¿Era adecuado cumplirla? Era algo muy grande que jamás pensó que correspondería cumplir a alguien como él, pero su maestro se lo había encomendado.
Fenrir, el rey de todo El Norte, el gran lobo blanco, líder supremo de todos los lobos, osos, rapaces y demás criaturas que habitan en esta tierra helada, le había encomendado la salvación de su gente.
Estas tierras eran duras, pero sus habitantes se las habían arreglado para sobrevivir. Colaboraban para abatir a las enormes bestias gélidas. Los mamuts, los rinocerontes lanudos, y los ciervos gigantes les proporcionaban carne para alimentar a sus familias, pieles para abrigarse, huesos para construir y trabajar la artesanía. Lo mismo les proporcionaba los depredadores como los dientes de sables o yetis con los que compartían las presas.
El Norte siempre tenía nieve, pero también tenía estaciones: Primavera, donde la caza era más abundante o verano, donde se podía disfrutar de un poco más de calor y luz…pero esas estaciones ya no existían. Lo único que existía ahora era un invierno antinatural, cruel, mortal que no mostraba piedad ante nada ni nadie.
-¡Frost!-
El lobo volvió a la tierra, le extrañaba no haber oído acercarse a nadie y se giró con tensión, pero se relajó de inmediato al ver a Odín.
Un gran oso avanzaba a cuatro patas con un paso seguro, era casi el triple de grande que Frost y estaba cubierto de un pelaje marrón oscuro. Su morro era corto y de su torcida boca salía un colmillo que hacía que se viera en su rostro una expresión malhumorada constante, su único ojo era de un color azul, el otro lo perdió hace mucho y estaba ocultado por un parche negro. Sus patas delanteras estaban envueltas en vendas y terminaban en unas zarpas con las que podría partir una viga de madera sin esfuerzo y en su hombro izquierdo vestía una hombrera redondeada de cuero y con pequeñas púas de metal.
-¿Qué haces aquí, Odín?- dijo el lobo con desgana mientras volvía la vista al sur.
-Llevas horas contemplando el mar blanco- Dijo el oso sentándose al lado de su amigo, a pesar de ser mucho más mayor que Frost, no le molestaba que no lo tratara con la reverencia con la que lo trataban la mayoría.
-He estado pensando- contestó Frost son sencillez.
-Sé por experiencia que eso no es bueno- respondió con sorna el oso
Pero Frost no sonrió y Odín supo que no debía insistir.
-¿Te ha dicho el rey dónde está esa nueva tierra?-
-A mitad de la tundra se encuentra una ciudadela de cristal y más allá nuestro objetivo-
-¿Y ese objetivo tiene nombre?- preguntó impaciente Odín.
-No importa que tenga nombre o no, es la solución a nuestros problemas y es todo lo que necesitamos saber- respondió el lobo con las orejas bajadas como amenaza.
Odín resopló, sabía que a su líder le torturaba algo pero ahora no era el mejor momento para indagar. Dirigió su vista a la tundra también y esperó unos segundos a que los ánimos se calmaran.
-¿Cuándo partiremos? Las tropas están hambrientas- preguntó Odín
-Al amanecer, no hay refugio hasta que lleguemos a la ciudadela y necesitaremos todas nuestras fuerzas para llegar allí de una vez.
El oso asintió, se levantó y se dio la vuelta para volver al campamento, pero sin darse la vuelta habló lo bastante alto para que el lobo le escuchara.
-Sé que tienes dudas, Frost- dijo despacio- Pero recuerda que ahora de ti depende la seguridad de nuestra gente…No puedes permitirte tener dudas ahora-
Frost se mantuvo quieto, pero cuando Odín empezó a caminar, habló sin dejar de mirar el horizonte de la tundra.
-Equestria- dijo simplemente- Nuestro objetivo es la tierra de Equestria-
El oso asintió y siguió caminando dejando al lobo solo otra vez.
Odín tenía razón, no podía permitirse dudar ahora, había demasiado en juego.
Los cazadores del hielo se ponían en marcha.
El Norte avanzaba.




No voy a engañaros, no tengo ni idea de si os gustará ni cuando lo acabaré, pues lo escribiré cuando tenga tiempo, inspiración y ánimos, algo que dependerá de vuestros comentarios y opiniones.

No sé si ésto tendrá éxito pero prefiero arrepentirme de haberlo colgado y haber fallado que de nunca haberlo intentado.

Gracias de antemano.
PRÓLOGO: EL NORTE AVANZA
Era una noche estrellada.Frost estaba contemplando la tundra, la inmensidad blanca alcanzaba hasta el infinito, el viento le empujaba a sus espaldas, como si la naturaleza le estuviera animando a avanzar, pero no podía…aún no.
El joven lobo tenía un pelaje gris claro y unos ojos ámbar que daban la impresión que podían mirar dentro de las almas, su largo hocico olfateaba los aromas que les traía el viento y sus orejas puntiagudas estaban alzadas, atento a cualquier sonido. Sus garras se hundían en el suelo congelado mientras que su peluda cola se movía para evitar que fuera cubierta por la nieve que caía despacio.
Su única vestimenta era una bufanda de color rojo oscuro que se había puesto, más por un motivo emotivo que por abrigarse del frío…después de todo, esa era su tierra y el frío era algo muy común a lo que él y el resto de los suyos se habían acostumbrado.
Frost estaba en un saliente de uno de las numerosas formaciones rocosas que eran la frontera sur de lo que conocían simplemente como “El Norte”. Una tierra helada, peligrosa y hostil donde ser débil es sinónimo de ser un cadáver. El Norte era es su gran mayoría un conjunto de montañas, cañones, acantilados, picos, barrancos y más elementos rocosos, cubiertos siempre de glaciares, nieve y hielo, salpicado de vez en cuando por valles en los que ocasionalmente se formaban lagos, ríos o pequeños bosques, era en estos valles donde su gente se había instalado.
Este territorio era mucho más ancho que largo, pues el norte de esta tierra estaba bordeado por lo que se conocían las Montañas del Fin, unos picos tan elevados que las nubes impedían ver sus cimas o incluso más allá de la falda de esas colosales montañas. En el improbable caso de que alguien quisiera avanzar más al norte, simplemente moriría por las condiciones ambientales. Muchos habían intentado averiguar que había más allá de esas montañas y ninguno había vuelto para explicar si había encontrado algo.
Frost estaba en el punto más al sur de esa tierra, alejado del paso donde se habían instalado sus camaradas, el ruido de las charlas emergía de cada rincón y el paso estaba salpicado por tiendas hechas de piel y por hogueras. Pero él necesitaba estar solo.
¿Podría cumplir la misión que se le encomendó? ¿Era adecuado cumplirla? Era algo muy grande que jamás pensó que correspondería cumplir a alguien como él, pero su maestro se lo había encomendado.
Fenrir, el rey de todo El Norte, el gran lobo blanco, líder supremo de todos los lobos, osos, rapaces y demás criaturas que habitan en esta tierra helada, le había encomendado la salvación de su gente.
Estas tierras eran duras, pero sus habitantes se las habían arreglado para sobrevivir. Colaboraban para abatir a las enormes bestias gélidas. Los mamuts, los rinocerontes lanudos, y los ciervos gigantes les proporcionaban carne para alimentar a sus familias, pieles para abrigarse, huesos para construir y trabajar la artesanía. Lo mismo les proporcionaba los depredadores como los dientes de sables o yetis con los que compartían las presas.
El Norte siempre tenía nieve, pero también tenía estaciones: Primavera, donde la caza era más abundante o verano, donde se podía disfrutar de un poco más de calor y luz…pero esas estaciones ya no existían. Lo único que existía ahora era un invierno antinatural, cruel, mortal que no mostraba piedad ante nada ni nadie.
-¡Frost!-
El lobo volvió a la tierra, le extrañaba no haber oído acercarse a nadie y se giró con tensión, pero se relajó de inmediato al ver a Odín.
Un gran oso avanzaba a cuatro patas con un paso seguro, era casi el triple de grande que Frost y estaba cubierto de un pelaje marrón oscuro. Su morro era corto y de su torcida boca salía un colmillo que hacía que se viera en su rostro una expresión malhumorada constante, su único ojo era de un color azul, el otro lo perdió hace mucho y estaba ocultado por un parche negro. Sus patas delanteras estaban envueltas en vendas y terminaban en unas zarpas con las que podría partir una viga de madera sin esfuerzo y en su hombro izquierdo vestía una hombrera redondeada de cuero y con pequeñas púas de metal.
-¿Qué haces aquí, Odín?- dijo el lobo con desgana mientras volvía la vista al sur.
-Llevas horas contemplando el mar blanco- Dijo el oso sentándose al lado de su amigo, a pesar de ser mucho más mayor que Frost, no le molestaba que no lo tratara con la reverencia con la que lo trataban la mayoría.
-He estado pensando- contestó Frost son sencillez.
-Sé por experiencia que eso no es bueno- respondió con sorna el oso
Pero Frost no sonrió y Odín supo que no debía insistir.
-¿Te ha dicho el rey dónde está esa nueva tierra?-
-A mitad de la tundra se encuentra una ciudadela de cristal y más allá nuestro objetivo-
-¿Y ese objetivo tiene nombre?- preguntó impaciente Odín.
-No importa que tenga nombre o no, es la solución a nuestros problemas y es todo lo que necesitamos saber- respondió el lobo con las orejas bajadas como amenaza.
Odín resopló, sabía que a su líder le torturaba algo pero ahora no era el mejor momento para indagar. Dirigió su vista a la tundra también y esperó unos segundos a que los ánimos se calmaran.
-¿Cuándo partiremos? Las tropas están hambrientas- preguntó Odín
-Al amanecer, no hay refugio hasta que lleguemos a la ciudadela y necesitaremos todas nuestras fuerzas para llegar allí de una vez.
El oso asintió, se levantó y se dio la vuelta para volver al campamento, pero sin darse la vuelta habló lo bastante alto para que el lobo le escuchara.
-Sé que tienes dudas, Frost- dijo despacio- Pero recuerda que ahora de ti depende la seguridad de nuestra gente…No puedes permitirte tener dudas ahora-
Frost se mantuvo quieto, pero cuando Odín empezó a caminar, habló sin dejar de mirar el horizonte de la tundra.
-Equestria- dijo simplemente- Nuestro objetivo es la tierra de Equestria-
El oso asintió y siguió caminando dejando al lobo solo otra vez.
Odín tenía razón, no podía permitirse dudar ahora, había demasiado en juego.
Los cazadores del hielo se ponían en marcha.
El Norte avanzaba.