Vale, lo primero es saber qué hacer primero. Porque no es cosa de salir de casa sin ningún plan, porque, conociéndome, acabaré vagando hasta Picasso y leyendo hasta que cierren, y eso no es lo que debo hacer ahora. Así que enciendo los datos del móvil y pacientemente, MUY PACIENTEMENTE, espero hasta que salen en internet las páginas de Renfe y Alsa. Necesito un tren o bus que me lleve ya de ya a Sevilla; intuyo que allí está pasando toda la movida gorda. Por suerte, encuentro que va a salir un tren en 45 minutos, así que corro cuánto puedo a la parada de bus para coger el LAC, que me dejó cerca de la parada en cuestión de 20 minutos. Rápidamente compro el billete y espero bastante nerviosa e impaciente a que llegue y salga el bus. Cuando ya estoy subida me pongo los cascos al tope y rezo para llegar cuanto antes, porque me está matando un dolor bastante fuerte en las articulaciones y eso no me da buena espina.
Poco más de tres horas y una siesta del copón después llego a mi destino, a lo cuál salgo corriendo al baño porque el dolor me mata. Algo no va nada bien. Me encierro en uno de los cubículos, contemplando con horror que mi cuerpo se está transformando en algo que ya es bastante familiar. Me desmayo antes de transformarme en mi yo pegaso del todo.
Al despertar, noto cierta agitación en el baño y confirmo que me he vuelto a convertir en pegaso, y no sólo eso, sino que esta vez no estoy en Equestria. Y eso es malo, JODIDAMENTE MALO. Tengo que encontrar a los niños cuanto antes, y ahora sí que tengo miedo. Agachándome, compruebo que fuera hay dos mujeres cuchicheando, y oigo a una decir "desmayada" "yonki" y cosas similares. Oh, vamos, ¡me dan miedo las agujas! No sería esa clase de yonki en la vida. Ni de ninguna clase en general. Pero a lo que vamos, poniéndome en pie compruebo que recuerdo bien cómo moverme y, sobretodo, cómo volar. Así que encaramándome a la parte superior del cubículo, salgo del baño ante los chillidos de terror de las mujeres y la estación. Supongo que no es común ver ponis volando en Sevilla. Una lástima, sería una manera genial de traer turismo.
Después de revolotear torpemente cual ardilla, consigo salir de la estación y subir a uno de los tejados. Allí al menos estaré algo más oculta. Necesito un plan, algo que me ayude a encontrar a mis niños, porque si esto me ha pasado a mí, puede que también les haya pasado a ellos, y j*der, Max es un puñetero alicornio. Si hay algo malo ahí fuera, irá a por él. Miro a mi alrededor, a las afueras (agradezco que mi forma pegaso no necesite gafas) a ver si veo algo de colores flotando, pero no tengo suerte.
-Por favor, ayúdame, Luna, sé que existes, sé que puedes darme la solución... Ayúdame.
Empiezo a notar que me pica el flanco, y echando la mirada cuanto puedo atrás veo que mi CM se ha iluminado, como si estuviera activa, y de ella salió mi llave. Girando hasta una dirección que no conozco porque no sé orientarme, brilló suavemente, a modo de brújula.
Antes de nada, no, NUNCA APRENDÍ A LEER UNA BRÚJULA CUANDO ERA SCOUT.
Salí volando, parándome sobre las nubes o tejados de edificios, procurando que no se me vea mucho; y acabo llegando a un parque. La llave gira hacia abajo, indicando que es allí adonde hay algo que busco. Rezando a Bastet y Luna, me tiro en picado hacia donde la llave me indica, cayendo sobre un arbusto...
Y chocando contra un alicornio fanfarrón que resulta ser uno de mis niños.
- CAGÜENTÓ, ¿¡ES QUE NO MIRAS EL MÓVIL!?
-Siempre tengo el móvil en silencio y sin vibración -responde Max con esa tranquilidad suya que a veces raya a la pedantez.
-Te odio -digo mientras le abrazo-. Y ahora, ¿puedes decirme qué co*o está pasando, princeso de mis amores?