Edad Recomendada: +12
Género: Romance
Sinopsis: Hay sentimientos que no pueden guardarse... para siempre. Una promesa incumplida, un corazón roto, y una joya que cambiaría sus destinos. La canción de una unicornio que no se rindió ante nada ni nadie, y se arriesgó a buscar el verdadero amor.
Un manto de nubes grises se había extendido en un instante sobre aquella hermosa tarde, en que la gran ciudad equestriana de Canterlot rebozaba de vitalidad y movimiento. ¿La razón? Faltaba solo un día para la Noche de los Corazones Cálidos, y eran pocos los equinos dispuestos a esperar hasta último momento para hacer las compras referidas a tal festejo.
La alegría de las fiestas podía sentirse en el aire, y el espíritu de aquella noche había llegado al corazón de cada poni en toda Equestria. Aunque claro, esto no solo había sucedido con tales criaturas, y esto podía percibirse a simple vista cuando un joven dragón de escamas purpuras luciendo una gabardina marrón y una bufanda gris, apenas más alto que un semental, caminaba apresuradamente a través de la acera. Cargando una gran cantidad de paquetes en su espalda, mientras dibujaba una sonrisa en su rostro.
Aquel se encontraba comprobando una pequeña lista mental de lo que aún le faltaba, ocasionalmente saludando a algún poni que reconocía. Después de todo, habitantes de todo el reino se dirigían al centro para esta ocasión.
Decoración... ¡Listo! Abrigos... ¡Listo! Cena... ¡Listo! Solo me faltan los presentes... -Pensaba mientras ingresaba en una antigua biblioteca en la calle principal que el bien conocía, pues durante su infancia en múltiples ocasiones había sido arrastrado allí contra su voluntad.
—¡Spike! Ha pasado mucho tiempo... -Exclamó un viejo poni de melena gris desde el mostrador al verle entrar.
—¡Señor Leaden Dream! -Devolvió, dejando el cargamento a un lado y aproximándose para abrazar fuertemente al anciano.-
—Oh... a mí también me da gusto verte. -Le palmeó la espalda.
—En verdad, no esperaba volver a verlo por aquí. Creí que su sobrina atendía la biblioteca ahora...
—Y esperabas encontrarte con ella, ¿No es así, mozalbete?
—No me refería a eso. Star me dijo que usted ya no trabajaba aquí.
—Uh, ella quería viajar a Ponyville para pasar tiempo con su familia, y como no tenía nadie a quien dejar el negocio, pues...
—Ya veo.
—¡Pero mírate, muchacho! ¡Que estuche! ¡Y pensar que la última vez que te vi ibas en el lomo de Twilight!
—Bueno, gracias. Han pasado muchos años.
—¿Y Twilight? ¿No está contigo?
—Ahora está en el castillo con sus amigas, preparando todo para la ceremonia de apertura mañana en la noche. Aproveché la oportunidad para comprar las cosas que nos faltaban.
—Ya, no digas más. Estás buscando algo para ella, ¿No es así?
—Se podría decir. -Aceptó, sonriente.- La verdad es que hice un encargo para estas fiestas, y esperaba que hubiese llegado.
—Claro, claro, dame un segundo y revisaré en la trastienda, de seguro mi sobrina lo dejó preparado para ti. -Completó con un tono sugerente al final.
—Señor Dream, por favor... -Pidió, ligeramente avergonzado.
—¡Ja! ¡Niños! Solo dame un segundo, ahora vuelvo.
Una vez el bibliotecario se perdió tras las cortinas, el dragón aprovechó para observar la tienda con más detenimiento. Habían pasado años desde la última vez que había estado allí en compañía del anciano, y muchas cosas habían cambiado.
Tanto las estanterías como los mostradores habían sido movidos, y también se habían colocado otros nuevos. Las colecciones que de niño él distinguía por la fuente y el color de los lomos habían dejado de existir, y hasta hacia unos cuantos meses aquel era terreno desconocido para él.
—Ugh... ¡Aquí... está! -Exclamó el poni terrestre, regresando de la trastienda con un gigantesco objeto rectangular envuelto en papel de color, que parecía estar a punto de quebrarle la columna en poco tiempo. El dragón se apresuró a auxiliarlo con aquel paquete, procediendo a depositarlo rápidamente en el mostrador.
—Gracias, muchacho. Mi espalda ya no es la de antes. -Continuó, tronando su cuello.- ¿Se puede saber qué es?
—"Compendio de magia: Volúmenes 37 a 72". -Reveló con una sonrisa.
—Oh, ya, lo recuerdo. Aquí compró los primeros 36 volúmenes, ¿No es así?
—Sí. Se imprimieron unos pocos cientos de ejemplares de este, pero hablé con Star y... me dijo que lo conseguiría fácilmente, que podía estar seguro.
—Ya veo. Es más, esta nota estaba pegada al paquete, pero se cayó cuando lo traía hacia aquí. -Le dijo, tomando y extendiendo un papel de un espacio bajo su melena.
"Spike: Te dije que lo conseguiría. ¡Me debes una malteada, dragoncito!
¡Feliz noche de los Corazones Cálidos!
Con cariño, Amethyst Star." -Citó exactamente el anciano, levantando una ceja mientras observaba nuevamente al dragón.
—Si no le conociera, señor Dream, diría que ya había visto la nota.
—Si no te conociera, pequeño Spike, diría que te llevas muy bien con mi sobrina.
—Solo somos amigos, si es lo que le preocupa.
—No me preocupa, a mi edad las preocupaciones son otras... -Dijo mientras anotaba una línea en un gran libro de tapa negra, aparentemente de las ventas.
—En fin, 100 bits, ¿Verdad?
—Exactamente. -Asintió, mientras el dragón buscaba las monedas en un saco atado a su cintura bajo su abrigo.- ¿Hasta cuándo te quedarás en Canterlot?
—Solo hasta después de las fiestas, luego debo volver con Twilight. Dejamos una larga lista de pendientes en casa. -Replicó, dejando las monedas al lado del libro, antes de tomarlo y colocarlo bajo su brazo. Años atrás aquello le habría resultado imposible, pero su actual condición física se lo permitía.
—Ya veo. Spike... fue un gusto volver a verte. -Se despidió, con una sincera sonrisa.
—El gusto es todo mío. -Replicó al aproximarse para abrazarlo una vez más y luego alejarse hacia la puerta, tomando el resto de su carga.- ¡Gracias! ¡Y felices fiestas!
—Igualmente Spike. -Respondió, mientras el dragón atravesaba el portal al sonido de una campanilla, y pronto se perdía entre la multitud.- Igualmente...
Luego de dejar la biblioteca ya con el regalo de Twilight en sus garras así como el resto de las bolsas, el dragón se dirigió al punto de encuentro que había establecido con su acompañante: La fuente del centro comercial. El pesado libro que ahora cargaba dificultaba ligeramente su caminar, y comenzaba a preguntarse cuanto más debería recorrer de ahora en adelante en compañía del mismo.
Mientras se movía entre aquella multitud, su pensamiento se centró por un momento en la joven bibliotecaria que le había hecho tal favor, y quien en los últimos meses se había vuelto una gran amiga suya, a quien solía visitar cuando debía viajar a Canterlot.
En aquellas ocasiones, podían pasar tardes enteras discutiendo sobre obras poco conocidas e incompletas, saliendo a pasear cada tanto, e incluso almorzando juntos. Tenía una gran confianza con ella, algo que le permitía hablarle de temas que antes solo hubiera tratado con Twilight o Applejack.
Incluso había pensado en invitarla a pasar la celebración de aquel año con él y sus amigas cuando fuera a retirar el regalo de Twilight, pero al parecer esa invitación debería esperar para otra ocasión, pues no había contemplado el hecho de que ella tenía a toda su familia en Ponyville.
—¡Spike! ¡Apresúrate! -Elevó la voz una unicornio blanca de melena azul zafiro con exasperada expresión, junto a otra unicornio de mismo pelaje, de melena purpura y una estatura apenas menor a la de la primera. Ambas lucían vistosos y cálidos abrigos.
—¡Ahí voy! -Dijo alegremente, apresurando el paso.
—¡Rarity, cálmate! Aún tenemos mucho tiempo... -Replicó su hermana menor.
—Sweetie Belle, querida, aún hay mucho de lo que debemos ocuparnos. La celebración será mañana en la noche, y los conjuntos de las chicas aún no están listos.
—¡Pero tienes varios conjuntos listos en el castillo!
—¡Eso no viene al caso! Esta es una ocasión muy especial, ¡No podemos presentarnos con un vestido casual!
—¿De qué estás hablando? Si todos son formales.
—Pues se verán casuales frente a los que voy a preparar para esta celebración. -Retrucó ella.
—Por todos los cielos... ¡Hola Spike! -Saludó la menor, al arribar el dragón finalmente.
—¡Oye, Sweetie! ¿Qué haces aquí? Creí que estarías practicando con el coro. -Cuestionó, extrañado.
—Nah, lo he pensado y... este año no participaré.
—¿En verdad? ¿Por qué? -Inquirió, extrañado.
—A decir verdad... creo que ya estoy algo grande para todo eso. Además debo cuidar mi voz, el ingreso a la Escuela de Música será en unas semanas y no quiero sobre exigirme. Y pues, no quería estar sola en el castillo, asique vine a acompañarles. -Concluyó felizmente.
—Ya veo... de acuerdo, ¿Nos vamos?
—Espera un momento Spike, aun necesito algunas piezas de tela. ¿Serias tan amable de acompañarme? -Pidió Rarity.
—Será un placer, milady. -Asintió caballerosamente, antes de ponerse a su lado.
—Apropósito, ¿Por qué tardaste tanto?
—Estaba platicando con un viejo amigo.
—¿En la biblioteca?
—Así es.
—¿Conseguiste el libro?
—Sip.
—Perfecto, entonces ya podemos volcarnos enteramente en esto. -Dijo Rarity, satisfecha.
Mientras platicaban, subieron al segundo piso en busca de la tienda de telas que la diseñadora había avistado antes, encontrándose con un local apenas más grande que la biblioteca que el dragón había visitado, pero que estaba a rebasar de clientela.
Luego de lo que pareció una eternidad mientras que Rarity seleccionaba todo el material que más tarde necesitaría, Spike y Sweetie Belle observaban a la modista cual potranca en una tienda de dulces.
—¿Crees que vaya a cambiar algún día? -Preguntó Sweetie, en extremo aburrida.
—Lo dudo. -Respondió con una sonrisa.
—Eso pensé. -Suspiró, derrotada.
—Es una lástima que no vayas a estar en el coro este año. De verdad me hubiera gustado oírte cantar.
—Tranquilo. Si hay algo que no les falta este año, son nuevos talentos. Algunos, bastante prometedores. No te preocupes, no vas a aburrirte.
—Aún así, no será lo mismo. Estoy seguro de que Rarity piensa igual.
—A veces es difícil saber en que está pensando. -Respondió ella, algo distante. A los pocos segundos, el dragón se percató de que la potra se había perdido en sus pensamientos.
—Oye... Sweetie. ¿Sweetie? Tierra llamando a Sweetie Belle, ¿Puedes oírme?
—¿Qué? Uh, disculpa. Estaba... pensando en algo.
—Me he dado cuenta. -Respondió sin cambiar su expresión. La unicornio le dirigió una mirada risueña antes de hablar.
—Oye Spike, uh... ¿Tienes que hacer algo después de esto? -Inquirió, algo incómoda.
—Mmm... supongo que tengo la tarde libre, ¿Por qué?
—Pues-...
—¡Sweetie, cariño! ¿Puedes darme un casco con esto? -Llamó la modista, desde una de las estanterías.
—¡Ahí voy...! Luego te digo, ¿Si? -Susurró al dragón, quien asintió con una sonrisa mientras la unicornio iba en busca de su hermana, que colocó sobre su espalda un gran retazo de tela intentando aproximar las medidas. Spike le dirigió una sonrisa que ella correspondió con un dejo de exasperación.
Luego de una larga mañana siguiendo a la modista, Spike y Sweetie finalmente cayeron rendidos en los asientos de la última de las veinte tiendas que, según Rarity, tenía todo lo que necesitaban.
Claro que, para este punto, los brazos y espalda del dragón eran finas ramas secas que se romperían a la menor agregación de peso, mientras que la unicornio menor había sido el maniquí andante de su hermana, debiendo permanecer completamente inmóvil cada vez que debía probar como quedaría tal agregado a cada una de sus amigas.
—Ya no siento las piernas. -Se lamentaba la yegua.
—Y que lo digas. ¿Cuánto llevamos haciendo esto?
—Perdí la noción del tiempo cuando entramos a la zapatería.
—De verdad, creí que había sido un viaje de ida unicamente. -Bromeó. Incluso a la unicornio le resultaba difícil reír debido al desgaste físico.
—No sé de dónde saca la energía para esto. En serio, no conozco a nadie que se entusiasme tanto por lo que hace, más que ella.
—Créeme, en ese sentido Twilight puede ser incluso más entusiasta. Hubo varias ocasiones en que, al haberse obsesionado con una novela, pasó días enteros sin dormir.
—¿En verdad?
—De martes a jueves, ni siquiera se detenía mientras almorzábamos.
—Oh...
—Si. La primera vez que intenté separarla de sus libros por causa de ello fue la última. Creí que no viviría para contarlo.
—Supongo que en eso se parecen.
—Oye Sweetie, antes querías decirme algo, ¿Verdad? ¿Qué era? -Preguntó con curiosidad. Aún cuando se trataba de un asunto de extrema importancia, la unicornio se avergonzó de si misma por haberlo olvidado.
—Necesito tu ayuda, Spike. -Le dijo finalmente. El dragón la observó seria y pacientemente, esperando más detalles.- Quiero regalarle a Rarity algo especial este año. Algo... realmente especial.
—Cielos, por un momento pensé que era algo grave. -Rió aquel.- Claro, no hay problema. ¿Y en qué estás pensando?
—¡En nada! ¡Ese es el problema! -Reveló, afligida por causa de ello.- Recorrí cada tienda de Canterlot, de Ponyville, Manehattan y Fillydelphia, y por más que busqué, aun no lo he encontrado.
—Tranquila, hay muchas tiendas por aquí. Solo necesitas buscar con más calma.
—Créeme Spike, llevo semanas buscando, por aquí y por allá, y no he hallado nada lo suficientemente especial.
—Vamos, no necesitas algo en extremo especial, solo un gesto que le demuestre que le importas. Mejor deja eso para cuando Rarity vaya a casarse. -Bromeó una vez más. Sin embargo, a Sweetie Belle no le había hecho una pizca de gracia. Es más, se mostraba nerviosa, y Spike la conocía. Algo no andaba bien.
—¿Estás bien? -Inquirió, logrando únicamente que la poni desviara la mirada hacia su hermana mayor con cierta duda.- Sweetie, ¿Qué está sucediendo?
—Había algo más que debía decirte también, pero... comencé a postergarlo una y otra vez. No quería que te enteraras por mí, pero la otra opción ahora no suena...
—Sweetie Belle, me estás asustando. -Dijo, afligido por la triste expresión de la unicornio- ¿Qué sucede? -La potra tomó aliento, antes de hablar nuevamente.
—Rarity va a casarse. -Dictaminó finalmente. Acto seguido, hubo un silencio sepulcral entre ambos. Todo a su alrededor pareció haberse desvanecido de repente, y lo único que el dragón era capaz de sentir era como su sangre se enfriaba más allá de cualquier límite posible.
—¿Qué... acabas de decir?
—Fancy Pants va a pedir su casco en matrimonio mañana en la noche, durante la celebración en el castillo de Canterlot.
Durante unos momentos, Spike no supo que pensar. No sabía si estaba despierto, o solo estaba soñando. El mundo entero se le había venido a los pies cuando oyó aquellas palabras salir de la boca de su amiga.
Si bien era cierto que Rarity llevaba saliendo con Fancy ya algunos meses, había creído que sería algo pasajero. Nunca hubiera imaginado que al cabo de tan poco tiempo siendo pareja, se comprometerían. Aquello había sido como un puñal directo en el corazón del joven dragón.
—Spike... -Le susurró, preocupada, apoyando su casco en el hombro de aquel, quien le devolvió una mirada triste.
—Estoy bien. No te preocupes.
—Lo siento, de verdad quería que lo supieras de otra forma, pero... para mañana en la noche ya sería muy tarde.
—Descuida. -Intentó sonreír lo más convincentemente posible, sin éxito.- Es mejor enterarse aquí y ahora que mañana, entre toda la multitud. Pero, ¿Cómo te enteraste tú?
—Fancy me lo dijo. Quería que todo fuera perfecto, asique me preguntó por varios detalles.
—¿Qué clase de detalles? -Cuestionó sin muchos ánimos. Sweetie lo observó preocupada.
—¿De verdad quieres saberlo?
—No.
—¿Qué vas a hacer?
—¿A qué te refieres? -Preguntó, mientras que la unicornio le mantenía la mirada.- Mira, no voy a hacer ninguna estupidez, si es lo que estás pensando.
—No es lo que pregunté.
—No tengo intención de interferir, ¿Está bien? Es muy feliz con Fancy, ¿Por qué debería meter mis narices en el asunto?
—Porque tú la amas. -Replicó la yegua, exasperada. El dragón la observó sorprendido unos instantes, antes de bajar la mirada nuevamente.- Spike, sé muy bien lo que sientes por ella, y si no haces algo ahora-...
—¿Con qué objeto? Ella dejó muy en claro que no quería nada conmigo. -Replicó con tristeza, sintiendo su corazón comprimirse al rememorar aquel instante.- Me lo dijo en ese momento, que nunca podría pensar en mi más que como un buen amigo. Ella... es incluso mayor que yo, y no solo somos diferentes en una forma general, somos de especies diferentes también. Cielos. Además, ella no está enamorada de cualquier poni, está enamorada de Fancy Pants, el corcel más codiciado de todo Canterlot. ¿Todavía crees que tengo oportunidad? -Cuestionó finalmente, visiblemente dolido.
—Pero si no haces nada, se comprometerá mañana en la noche. ¿Es eso lo que quieres? ¿De verdad vas a dejar ir así al amor de tu vida?
—Yo... la dejé ir hace mucho tiempo. -Respondió con tristeza. Sweetie estaba a punto de hablarle una vez más cuando una melodiosa voz le interrumpió.
—¡Spike, Sweetie! Todo está listo, ¿Pueden darme un casco con esto? -Pidió la modista desde la entrada de la tienda, con tres grandes sacos a su lado.
—¡Allá vamos! -Respondió Sweetie con una sonrisa fingida, devolviendo su atención al dragón aún sentado en aquel banco, suspirando derrotado, antes de incorporarse con una sonrisa melancólica en el rostro.
—¿Estás bien? -Preguntó. El dragón asintió en respuesta.- ¿Estás seguro? -Cuestionó nuevamente, aún no convencida.
—Ya te lo he dicho. -Respondió, observando melancólicamente a la unicornio que se acercaba al escaparate de la siguiente tienda.- Solo quiero que sea feliz.
Ambos se acercaron a la modista rápidamente, que ya había elevado uno de los sacos con su magia, tomando Spike la siguiente -viéndose esto dificultado por causa del libro que aún llevaba bajo su brazo-, y Sweetie Belle la restante.
—Solo necesitamos llevar todo esto hasta la torre, luego podre comenzar a trabajar.
—¿Necesitas ayuda? -Aventuró su hermana.
—Oh no, Sweetie, ustedes ya han hecho más que suficiente al ayudarme con esto. Oigan, ¿Por qué no almorzamos juntos en La Herradura Dorada?
—¡Suena bien para mí! ¿Tú qué dices, Spike?
—Me encantaría. Solo pasaré a dejar todo esto en el castillo, luego las alcanzaré allí. -Aceptó, tomando los sacos de ambas en sus garras con cierta dificultad.
—Entonces está decidido. Vamos Sweetie, es difícil conseguir un lugar sin reservación después del mediodía. -Dijo, poniéndose en camino y siendo seguida por su hermana menor.
Mientras las hermanas se alejaban el joven dragón permaneció allí brevemente, contemplando a aquella Diosa, a la dueña de sus suspiros, retirarse por la galería del centro, ahora más lejana que nunca.
Cargando el peso de aquellos tres sacos de telas, sumado al de las bolsas que ya cargaba y del pesado paquete que había adquirido, el dragón atravesó el umbral de la puerta de su habitación en el castillo de Canterlot, visiblemente cansado.
Comprobó el reloj y encontró que ya ponía las 13:30 hs. Twilight de seguro se encontraba asegurando los preparativos para la celebración, lo cual probablemente le llevaría todo el día.
Una vez cerrada la puerta, lo primero que hizo fue dejar todo a un lado a excepción del libro envuelto en papel brillante, levantando una de las tablas en el suelo que el bien conocía, y escondiendo allí el presente, con la esperanza de que su querida amiga no lo hallara hasta entonces.
Pero antes de ser capaz de abandonar la estancia, sintió el dolor de la estocada que antes había recibido, calando desde lo más profundo de su ser. Detuvo su andar poco a poco mientras enfilaba hacia la ventana, para desplomarse en sus bordes poco después.
Le faltaba el aire, el pecho le dolía como si le hubieran propinado un fuerte puñetazo mientras se tomaba del mismo con sus garras, y no podía frenar aquellas lagrimas que nacían de la tristeza de su corazón, lagrimas envenenadas, lagrimas que nunca deberían salir de aquella habitación. En aquel momento, solo deseaba una cosa. Morir.
Morir, y terminar con aquel dolor que ahora lo devoraba vivo. Un dolor tal que nunca hubiera imaginado, podía llegar a sentir por alguien.
¿Cuántas veces había soñado con ella? ¿Cuántas veces había acariciado la idea de besarla? ¿Cuántas veces había imaginado el tenerla entre sus brazos?
Pero esa puerta se había cerrado para siempre, pues aquel corcel no debía de soñar para estar a su lado, sus labios le pertenecían, y era él quien la acobijaba en sus brazos durante la noche.
Al final él lo sabía, sabía que aquella modista nunca sería suya, pero esa era una verdad tácita, que estaba presente pero a la vez invisible ante sus ojos. Ahora era tan real y tangible como él o cualquiera de sus amigos, y lo había abofeteado con una fuerza brutal.
Cuando su cuerpo y mente se relajaron finalmente, hizo un gran esfuerzo por incorporarse nuevamente. Al retirar los brazos, notó que inconscientemente había hundido las garras en la carne bajo sus escamas, herida que ahora apenas se notaba, y que apenas escocía.
Al poco tiempo de recuperarse -o al menos, de creer haberse recuperado- tomó los encargos de Rarity, disponiéndose a llevarlas hasta la habitación de la modista y su hermana, y de allí a aquel restaurante en donde habían acordado reunirse. Ya casi era hora.
¿Dónde está? -Se preguntó una preocupada Sweetie Belle, sentada frente a Rarity en una mesa de cuatro, mientras su hermana mayor revisaba el menú.
—...y aún siendo dietético, el heno fresco con cubierta de cereales y jugo de manzana suena bastante tentador, ¿Tú que pedirás, Sweetie? -Preguntó amablemente, sin recibir respuesta.- ¿Sweetie?
—¿Eh? Uh... disculpa, ¿Decías?
—Sweetie Belle, ¿Qué sucede? Has estado algo extraña toda la mañana.
—No pasa nada, solo... extraño un poco a mamá y a papá, después de todo he estado aquí contigo toda la semana. Estaba pensando en ir a visitarlos esta tarde, y volver mañana antes de la ceremonia. ¿Te molestaría?
—Oh Sweetie... -Se enterneció, sentándose a su lado para abrazarla- Claro que no me molesta. -Respondió comprensivamente, cambiando su mirada a una con dejos de recelo.- No si llegas a tiempo a la celebración mañana en la noche. -Aclaró, con un tono entre medio del chascarrillo y la amenaza.
—Te prometí que estaría en primera fila, ¿Acaso no confías en mí? -Preguntó, con aquel mismo tono.
—Pequeña diablilla... -Acarició su melena cariñosamente.- Oye, ¿Y qué me dices de Spike? Parecía algo distraído cuando se fue...
—El me lo contó, que estaba preocupado por Twilight. Se pone algo dramática cuando debe ocuparse de un gran evento como este, y temía que perdiera los estribos mientras él estaba ausente. -Respondió rápidamente, ya habiendo preparado aquella excusa por si acaso.
—Mi Spikey-Wikey es un caballero muy atento. Después de todo incluso se ofreció cortésmente a ayudarme con todo esto. -Continuaba ella, cuando vio al dragón atravesar el umbral de la puerta.- Allí está.
—¡Por aquí, Spike! -Llamó la menor agitando su casco, a lo que el dragón respondió con una sonrisa.
—Sweetie, ¿Qué modales son esos?
—Oye, no pasa nada, nadie nos está prestando atención.
—Pero ese no es el punto... -La reprendía, cuando el dragón se dejo caer en una de las sillas, visiblemente agotado.- Oh Spike, siento haberte mantenido ocupado toda la mañana.
—Tranquila, te dije que tenía el día libre. -Dijo relajadamente al acomodarse.- ¿Ya han pedido?
—Íbamos a hacerlo, pero queríamos esperarte. -Explicó Sweetie.
—Gracias chicas. Oigan, ¿Creen que aquí vendan gemas? -Cuestionó el dragón en tono confidente. Ambas rieron.
—No lo creo, cariño. ¿Por qué no pides algo del menú?
—Uh... otro día, otro plato de heno frito. Al menos es crujiente. -Bromeó, dejando de lado el menú, y regalando una sonrisa a las hermanas.
Luego de ello, el almuerzo siguió su curso normal. Mientras las unicornios platicaban y degustaban un suculento platillo, el dragón ingería el suyo sin mucho entusiasmo. Realmente no tenía deseos de comer o hablar, pero tampoco deseaba preocupar a sus amigas.
En tanto, aquel miraba a su alrededor a las familias de ponis en cada una de las mesas de aquel restaurante, felices y despreocupadas. Y pensó que quizá ya nunca sería así para él.
Pensó también que, aún cuando había un dragón de tamaño considerable en la misma habitación, hubo muy pocas caras sorprendidas, o que lo observaban de reojo al verlo ingresar. Ahora, ya nadie prestaba atención a aquella criatura, ya nadie veía en él peligro alguno. A los ojos de todos aquel, sorprendentemente, era un dragón domesticado.
—Cielos, ¡Miren la hora! Lo siento chicos, pero debo irme. ¡Esos vestidos no van a prepararse solos! -Esclareció, haciendo un gesto para pagar la cuenta.
—Déjalo Rarity, yo pago esta vez. Ve tranquila. -Permitió Spike.
—Gracias Spikey, eres un gran amigo. -Aún cuando se trataba de un agradecimiento, aquellas palabras no hacían más que ahondar la herida en el corazón del dragón.- ¿Tú qué harás, Sweetie?
—Me quedaré un poco más. Estoy super satisfecha. -Fingió ella, pasando un casco por su vientre. La mayor la miró con desaprobación, a lo que ella respondió con una pequeña risa.- Anda, no te preocupes.
—Oh cielos, es cierto. Spike, Sweetie quería regresar a Ponyville esta tarde a visitar a nuestros padres. ¿Crees que podrías acompañarla hasta la estación de trenes?
—Vamos, Rarity, no hace falta-... -Iba a renegar, pero fue interrumpida.
—Claro que sí, no es seguro que una niña ande sola por las calles de la ciudad. Me quedaría más tranquila si fueras con él. -Sweetie decidió pasar por alto el hecho de que la llamara "niña", solo porque ya se había acostumbrado con el paso del tiempo. Y aún cuando hubieran pasado 20 años, Rarity de seguro seguiría refiriéndose de la misma forma a su hermana menor.
—Hermana, él ni siquiera ha aceptado. -Esclareció ella. Rarity se mostró realmente avergonzada, al darse cuenta de que ya había dado por hecho que su amigo aceptaría.
—Oh Spike, lo siento-...
—Tranquila, la llevaré a la estación apenas esté lista.
—Muchas gracias, Spike. De acuerdo, si me necesitan estaré en la torre. -Dejo dicho, abrazando cariñosamente a su hermana, y luego al dragón.
Cuando llevó sus brazos al cuello del dragón, apoyándose en su pecho, por un momento Spike no supo qué hacer. Permaneció petrificado unos instantes que esperaba la unicornio no hubiera notado, antes de llevar sus brazos a las espaldas de la misma.
Aprovechó hasta el último segundo para sentir el perfume de naranjos y la textura del pelaje de la unicornio que él más amaba, antes de permitirle partir. Como si aquella fuera la última vez que la vería en su vida. Al apartarse, fue Rarity quien notó algo extraño en su mirada, y la duda pudo con ella.
—Spike, ¿De verdad estás bien? -Preguntó, realmente preocupada.
Sweetie observaba la escena detenidamente y en silencio, preguntándose si su amigo seguiría a su corazón y haría un último intento antes de que la unicornio partiese, o si ya se había resignado al destino que le deparaba al guardar silencio.
Para el pesar de la menor, aquel no dijo palabra alguna, sino que asintió con la cabeza y le sonrió con la ternura que se le dedica a un niño en sus primeros años.
—Estoy bien. Anda, vete. Yo me ocupo del resto.
—Sabía que podía contar contigo. -Sonrió ella, antes de tomar su abrigo y su cartera, y partir de allí tan rápido como se lo permitían sus cascos y el ambiente.
El dragón permaneció allí, de pie, petrificado mientras la bella modista se escapaba de sus garras nuevamente. Y hubiera permanecido así, de no ser porque su hermana aún estaba presente, expectante de la situación, en primera fila para el espectáculo de su humillación desde su punto de vista.
—Solo diré... que no quiero hablar de esto, ¿Crees que sea posible?
—Claro. -Respondió ella, con una sonrisa comprensiva.
—Uh... de acuerdo, ¿Cuándo quieres salir?
Ya comenzaba a nevar cuando el dragón y la unicornio salían del restaurante, ambos adecuadamente abrigados para combatir las temperaturas de aquellos días. Spike creyó que podría escapar al incesante parloteo de la unicornio al menos en aquella ocasión, pero estaba muy equivocado.
—Y… ¿Que harás ahora? –Aventuró ella.
—Sweetie…
—¡N-no, no hablaba de eso! Quiero decir… luego de que me vaya.
—Aun no lo sé. Luego de todo esto, creo que solo quiero llegar a mi habitación y descansar, sabes. Olvidar todo y, de ser posible, retirarme temprano de la ceremonia mañana.
—Entiendo… debe ser muy difícil para ti. -Aceptó ella, pero lo que menos tenía deseos de tratar el dragón era ese tema.
—¿Y qué hay de ti?
—Volveré mañana temprano, a tiempo para prepararme y ayudar a Rarity a ultimar los preparativos. ¿Quieres que pase por tu habitación al llegar?
—No, estaré bien. Descuida.
—No lo creo, pero haré de cuenta que sí.
—¿Y que harás con el regalo?
—No tengo idea. Preguntarte a ti era mi última oportunidad, pero no puedo pedírtelo ahora. Disculpa.
—Ya. No te preocupes por eso.
—Bueno, de cualquier forma le pediré ayuda a mi madre. Quizá no coincida mucho en gustos con Rarity o conmigo, pero siendo esta una ocasión especial, tal vez se le ocurra algo adecuado.
—Un salto de fe. –Bromeo él, aunque a la unicornio no le había hecho ni pizca de gracia.- De verdad… espero que lo consigas.
—Sí, yo también. –Concluyo, con inquietud.
Antes de darse cuenta, ya habían arribado a la estación de Canterlot, en la cual había una gran circulación dada la época de fiestas. Luego de 15 largos minutos, el tren llego al andén dejando tras de sí un halo de vapor que, al disiparse, dejo al descubierto su estructura.
Al grito del asistente de maquinista, que llamaba a los pasajeros al grito de "El tren a Ponyville saldrá ahora, ¡Todos a bordo!", las puertas del ferrocarril se abrieron de par en par desde el primero hasta el último vagón. Solo entonces, la unicornio se paró sobre sus cuartos traseros para abrazar al dragón por el cuello, afecto que el correspondió llevando su garra a la espalda de ella.
—Todo estará bien. -Lo consoló ella. El dragón debió hacer un esfuerzo imposible para no echarse a llorar sobre sus hombros, antes de apartarse con una sonrisa fingida.
—Lo sé. Te veré luego.
—¡Último aviso! ¡El tren a Ponyville partirá ahora! ¡Todos a bordo! -Llamó nuevamente.
—Me llaman. -Aclaró ella
—Cuídate, Sweetie. -Alcanzó a decir, antes de que la yegua se voltease para ingresar al tren rápidamente, mientras la observaba partir.
Rápidamente, la unicornio buscó un asiento a dos vagones de distancia de la puerta por la cual había subido, hallando un lugar junto a la ventana. Sin más energías para continuar se dejó caer en el mismo, al poco tiempo apoyando su casco sobre el borde de la ventana, disponiéndose a disfrutar del blanco paisaje del invierno desde el momento en que el tren partiera.
Oyó las puertas cerrándose, y el tren poco a poco iniciar su marcha. Aspiró profundamente, y al exhalar y abrir los ojos se encontró con aquel bello escenario, el cual era su favorito del año. Las copas de los pinos a lo lejos cubiertas de nieve, tanto como la mayor parte de los campos, y los lagos congelados que semejaban a un espejo gigante, que reflejaban la espectacular imagen del cielo.
—Es una bella vista. -Dijo una voz a su lado.
—Si... es perfecta. -Respondió ella, sin caer en la cuenta de la voz que le había hablado. Se volteó sorprendida, encontrándose con el dragón de escamas purpuras, que la observaba divertido.- E-Spike, ¿Qué estás haciendo aquí?
—A decir verdad, no tenía deseos de quedarme solo en casa. Y como te he dicho, tengo la tarde libre.
—¿Y qué harás en Ponyville? Tus amigas están en el castillo ahora mismo.
—Claro que no. Tengo a una justo a mi lado.
—Spike... -Respondió ella con ternura.
—Además, aún hay algo que debemos hacer. Primero debemos ir a la biblioteca. Una vez allí, tú decides.
—¿Eh? ¿De qué estás hablando?
—Creo que conozco el regalo perfecto. -Reveló él, guiñándole un ojo.
Continuará...
Año nuevo. Fanfic nuevo.
¡Buenas otra vez, mis lectores! Volvemos a salirnos de los raíles de la aventura en Decisiones y nos arriesgamos por una historia que apunta al romance.
Lo mismo que la última vez, estoy metiéndome en terreno literario desconocido para mi (nunca escribí nada parecido), pero intentaré crear una obra en la que valga la pena perderse.
En fin, de ahora en más pienso actualizar más seguido, asique no va a pasar mucho tiempo antes de que sepan de mi nuevamente.
¡Hasta la vista! ¡Y gracias por leer!