Se habían escrito innumerables artículos sobre ella, había recibido múltiples nombres y había sido tanto alabada como demonizada; nunca antes ninguna otra ciudad había llegado a ser tan conocida como ella, su fama la precedía, y no era para menos. Había recibido un montón de sobrenombres y apelativos, entre ellos el peor lugar de América, la capital del mundo, la ciudad que nunca duerme, la tierra de las oportunidades… pero para el resto del mundo era simplemente Liberty City.
Una ciudad de contrastes muy marcados, eminentemente comercial, centro neurálgico de los Estados Unidos y uno de los mayores bastiones económicos del mundo; teniendo en cuenta estos antecedentes, no es del todo extraño que fuera conocida como la ciudad que nunca duerme. Es un buen lugar para vivir, relativamente hablando; contrastando ampliamente con la imagen de grandeza y glamour que tan bien han sabido vender películas y series de televisión, la otra cara de la moneda presenta un aspecto pobre y deprimente, dominado por el crimen organizado. Eso, unido a lo promiscuos y temperamentales que suelen ser sus ciudadanos, hace de la ciudad un polvorín a punto de estallar constantemente. A pesar de eso, sale adelante como puede, al menos desde ese punto de vista.
Situada en la costa este de Estados Unidos, en pleno corazón de Liberty State, Liberty City es una ciudad bastante grande, el último censo poblacional realizado en el 2008 señala un poco más de ocho millones de habitantes; hay personas de toda clase social, etnias, guetos y nacionalidades, poseyendo un marcado estilo multicultural. Miles de nombres caminando a la vez por las calles, miles de personalidades y formas de pensar convergiendo en un solo elemento: la ciudad. Si por algo destaca esta ciudad, ésa es una de las razones.
Dentro de toda esa maraña de coches, gente caminando precipitadamente por las calles, publicidad agresiva y contaminación medioambiental, Twilight Sparkle podía asegurar que había tenido suerte. Nació y creció en el distrito de Algonquin, en una familia acomodada; sus padres tenían el dinero suficiente como para asegurarla una plaza en la universidad de Vespucci. Su padre, Night Light, quería que estudiase derecho, pero desde que era pequeña siempre se había decantado por los libros; se pasaba las horas muertas en la biblioteca, empapándose de cultura, leyendo todo lo que tenía a su alcance. Fue por eso que desechó la carrera de Derecho y se decantó por la de Biblioteconomía y Documentación. Para cuando acabó la carrera, su abuelo por parte de padre falleció, dejándola en herencia su biblioteca particular, la cual ocupaba todo un piso en el antiguo apartamento donde él residía, en el barrio de Middle Park Este. Twilight sabía bien que su abuelo y ella compartían la misma afición, siendo esa misma biblioteca el trabajo de toda una vida; con una colección compuesta por quinientos documentos en total, era quizás la biblioteca privada más completa y grande de la ciudad.
Algonquin, edificios altos, gente enfadada
Middle Park Este
Desde entonces vive ahí, ya que posee un pequeño apartamento exento en el otro extremo del amplio piso, con unas vistas preciosas a Middle Park.
-¡Spike! ¿Traes el nuevo número de la Scientific American?
-¡Sí, también he cogido los nuevos números del Daily Globe y el Liberty Tree!
-Genial, gracias Spike.
Twilight tenía un gran proyecto entre manos que incluía la biblioteca de su abuelo; se había propuesto aumentar de manera exponencial la colección, incluyendo abrir una nueva sección de hemeroteca. Tenía intención de institucionalizarla, permaneciendo como biblioteca privada y con un acceso restringido, teniendo que ser socio para poder acceder a ella, con una cuota mensual para poder mantenerla. Con el tiempo también podría expandirla, el piso superior se encontraba abandonado, ya que el edificio tenía bastantes años, por lo que era perfecto para una futura expansión. Con una meta clara y un objetivo a la vista, su futuro se perfilaba más brillante que nunca.
-La prensa de hoy está cubierta. ¿Qué más quieres que haga?-inquirió Spike.
-Hoy voy a reordenar la sección de política, me gustaría que me ayudaras.
-Claro, ahora mismo.
Spike era su asistente número uno, como a ella le gustaba llamarle; un chico de nueve años, bastante atento y espabilado para su edad, que siempre estaba dispuesto a ayudarla con lo que sea. Para Twilight era como su hermano pequeño, aunque en realidad no lo era, ya que decidió "adoptarlo" hace ya un tiempo; lo encontró solo y sin familia en un pequeño orfanato del barrio de Northwood, el cual se encontraba pasando una mala racha económica, sin apenas recursos para cuidar de los niños que allí vivían. Todos los días ella se pasaba para llevar a los niños libros con los que aprendieran a leer; incluso llegó a enseñar ella misma a unos cuantos, entre ellos a Spike, demostrando una gran inteligencia y rápida comprensión, aprendiendo enseguida. Rápidamente se convirtió en su ojito derecho, y ella no pudo evitar cogerle todo el cariño del mundo. Finalmente decidió sacarlo de allí y llevárselo a vivir con ella. Tenía una buena suma de dinero guardado en su cuenta bancaria, junto con una parte monetaria de la herencia de su abuelo, por lo que podía permitirse cuidar de él y darle una educación adecuada. En realidad no era técnicamente su hermano puesto que los papeles de adopción estaban sin arreglar, pero para ella ya lo era desde hace mucho.
Northwood, y todo con lo que ello conlleva
Les tomó unos pocos minutos reordenar la sección de política, ya que no era muy amplia; el abuelo de Twilight era de esos hombres inconformistas, de los que se esperaban un buen gobierno y luego se dieron con un canto en los dientes. Antes simpatizaba con los republicanos, pero después de que se descubrieran unos planes de fraude de las arcas públicas, dejó de apoyarlos y se volvió apolítico. Por ello, esa sección era considerablemente pequeña.
-Bueno, pues esto ya está…gracias Spike, con esto es suficiente por hoy.
-Pero yo quiero ayudarte… ¿hay algo más que pueda hacer?
-No, no hace falta, ya me ocupo yo del resto… ¿has hecho ya los deberes?-inquirió ella.
-Claro… por eso quiero ayudarte, porque me aburro.
Twilight no pudo evitar sonreír dulcemente.
-Eres todo un amor, Spike… que haría yo sin ti-murmuró, abrazándole.
-Pues no mucho, la verdad…
Ella se rió tontamente, mientras el chico la devolvía el abrazo.
-Te quiero mucho, Twilight-anunció él.
-Y yo a ti…
En ese momento llamaron a la puerta y la chica se levantó.
-Ya voy yo.
En cuanto llegó a la puerta miró antes por la mirilla, viendo de quien se trataba y abriendo de seguido.
-¡Hola Moondancer!
-¡Hola Twi! Había terminado mi turno en la tienda y pensé en pasarme ¿te pillo en mal momento?
-No, para nada, pasa.
Durante los años que duró la carrera, Twilight no destacaba por ser una chica social y abierta, sino todo lo contrario; vista por todos como un ratón de biblioteca que sólo salía de ella para comer e ir a clase, apenas tenía amigos. Moondancer era una de esas pocas personas que llegaron a simpatizar con ella, principalmente porque eran compañeras de clase y compartían los mismos gustos y aficiones. Conocía a unos cuantos, pero con la que más se hablaba era ella. Después de terminar la carrera, probó suerte opositando para trabajar en la biblioteca, pero la resultó mucho más complicado de lo que pensó y no consiguió obtener la nota requerida; pero eso no la desanimó y echó el curriculum en varias tiendas, consiguiendo un puesto en una librería especializada, donde trabaja actualmente.
-¿Cómo te va por aquí? ¿Consigues despegar, ya te has anunciado?
-No del todo, estoy poniendo a punto la colección antes de empezar a darme a conocer un poco, me he puesto en contacto con una empresa de publicidad en línea, me van a dar un buen precio.
-Ten cuidado con esto, Twi, ya sabes que últimamente se están dando muchos timos y estafas… la crisis no perdona a nadie-la recordó Moondancer.
-Lo sé, tendré cuidado, he de cuidar bien del patrimonio de mi abuelo… y por ahora el dinero no es un problema.
-Me alegro… ¿vamos a dar una vuelta por el parque?
-Vale, voy a arreglarme un poco.
Antes de que pudiera decir nada más, Twilight regresó totalmente vestida y lista para salir; dejó a Spike al cargo de la biblioteca y las dos se dirigieron para allá.
Middle Park
Al contrario que otros parques de la ciudad, Middle Park destacaba rápidamente no por ser el parque más céntrico, sino el más conocido de todos; recibía una media de veinticinco millones de visitantes al año, e incluso siendo algo más pequeño que el Meadows Park, el parque del distrito de Dukes, era más famoso y reconocido que el anterior. Un buen lugar para huir del presente, relajarse e ignorar todo lo que pasa a tu alrededor.
-¿Y tú que tal por la tienda, Moondancer?
-Bueno, ahí voy, apenas hay trabajo, esta ciudad está llena de ceporros iletrados que no han tocado un libro en su vida. En serio te lo digo, Twi, si queremos trabajar en esto de la cultura no veo mucho futuro aquí… la tierra de las oportunidades, sí, claro.
-Bueno, es cierto que el índice de lectura aquí en Liberty es algo bajo, pero tampoco se esfuerzan en aumentarlo… la clave está en concienciar a la gente de que leer es bueno.
-Eso está muy bien, Twi, pero seamos realistas ¿Quién te va a escuchar? ¿Cómo vas a hacer que ocho millones de personas te presten atención cuando prefieren pegarse a sus portátiles y tabletas? Y tampoco ayuda que programas como Fama o Drama o I'm Rich influyan en la población de manera significativa, convenciéndoles de que para triunfar en la vida debes cantar mal y ponerte delante de una cámara para que todo el país vea lo estúpido que eres. Eso sí que es de intelectuales…
Si por algo destacaba Moondancer era por su labia y su genio, el cual se encendía más o menos dependiendo de qué hablara; y era en ese momento cuando más se le podía notar en todo su esplendor.
-No te lo niego, Moon, pero tenemos que intentarlo igualmente, no haremos nada si no nos movemos…
-Supongo… aunque si te soy sincera estoy cansada de este sitio, podríamos probar suerte en otro estado…
-¿Irnos? ¿Por qué tendríamos que irnos? Yo nací y crecí en este barrio, no quiero irme así sin más…
-Aquí apenas hay oportunidades para nosotros, Twi. Ahora somos profesionales de la información sobradamente preparadas, propongo irnos a Washington, o a Orlando, o a cualquier otro sitio lejos de este estercolero.
Twilight se quedó callada, sin querer opinar; ella sabía de lo que hablaba su amiga, cierto era que Liberty City no era ninguna ciudad ejemplar ni nada por el estilo. Pero era su hogar, donde había nacido y crecido, donde ella pertenecía. Y eso no lo podría cambiar nada, aunque se fuera de allí.
Las dos se quedaron en silencio, observando el parque y su actividad; cerca de allí, un grupo de personas practicaban taichí. Un par de miembros de la LSD (Liberty Sanity Department) limpiaban el paseo que rodeaba esa parte del lago. Un hombre de mediana edad peinaba los alrededores con un detector de metales, en busca de tesoros escondidos. Un grupo de corredores hacían footing recorriendo la parte superior del parque.
-¿Sabes? Siempre he pensado que merece la pena luchar por lo que crees. Es verdad que esta ciudad no es ningún modelo urbanístico a seguir, pero si queremos cambiar algo, debemos de intentarlo. Huir no es la solución, Moon…-murmuró Twilight, mirando a su amiga.
Ésta la devolvió el gesto, dejando escapar una sonrisita audaz.
-Sabía que me dirías algo así, Twilight Sparkle… te conozco bien.
-Y yo sabía que tú lo sabías-añadió la aludida.
Las dos se rieron tontamente, dejando pasar el tiempo; un sonido familiar recorrió el parque, recordándoles otros tiempos. Varios gritos de niños acompañaron el conocido tintineo.
-Venga, te invito a un helado.
-Vale.
Se levantaron del banco en el que se encontraban, encaminándose hacia el camión de los helados que se encontraba rodeado por una marabunta de niños ansiosos por azúcar glasé. Una serie de helicópteros sobrevolaron el parque en dirección sur.
Y aquí está mi nuevo proyecto ahora que Amor de madre ha acabado bloqueada (otra vez). Como podéis ver es un crossover con el universo GTA, y como podéis ver también cuido de aquellos que no tengan ni repajolera idea sobre la saga GTA. Las imágenes estarán para complementar las descripciones y que os ayuden un poco más a ver cómo es el escenario en el que se asienta la historia.
Última edición por Sg91 el 28 Ene 2016, 17:29, editado 2 veces en total.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
El helicóptero rasgaba el aire rápidamente, sin apenas dar tiempo a que los más curiosos viandantes pudieran observar con detenimiento su fuselaje; el espacio aéreo de Liberty City siempre estaba bastante concurrido, ya fuera por helicópteros civiles, alguna que otra patrulla de policía aérea o los helicópteros que cubrían los tours turísticos de la empresa Higgins Helitours.
Pero para Rainbow Dash, el cielo era suyo. Siempre que despegaba los pies del suelo sentía su corazón palpitar a cien, haciendo fluir la sangre por todo su cuerpo. Era una sensación deliciosa, sobre todo para ella. Adoraba el momento del salto, el viento azotándola la cara y la adrenalina surcando sus venas. Deseaba con todas sus fuerzas alzar el vuelo y perderse entre las nubes, pero hasta ella sabía que tenía sus limitaciones; los aviones y helicópteros despegaban por ella, la ayudaban a surcar el aire y sentirse un poco más completa. Sí, el cielo era su pasión, casi tanto como el competir.
-¡Muy bien Rainbow, nos aproximamos al punto de salida, prepárate!-exclamó el piloto.
-¡Yo nací preparada, Thunderlane!
-¡Lo que sea, pero estate lista, los demás participantes ya están en posición!
El resto de helicópteros se encontraban en estacionario, a unos mil quinientos metros de altitud sobre el barrio de Castle Gardens; las vistas desde esa parte de la ciudad eran impresionantes, el estado de Alderney se podía ver en todo su esplendor, los rascacielos de Algonquin se asemejaban a estalagmitas y el resto de la ciudad se quedaba muy atrás en cuanto a visión se refería. La radio del helicóptero se encendió de nuevo, oyéndose una áspera voz al otro lado.
Castle Gardens
-¡Muy bien, ya estamos todos, podemos empezar! ¡Os recuerdo que quiero juego limpio, nada de piques ni roces, el triatlón es un deporte sano y estimulante que ayuda a elevar la autoestima, no queremos que el ayuntamiento vuelva a aprobar otra vez esa orden de suspensión! ¿¡Listos?!
Una serie de afirmaciones se elevaron por encima del ruido de las aspas; Rainbow tan solo sonrió mordazmente, mientras sus pupilas se dilataban un poco más, contrastando ampliamente con sus ojos color cereza.
-¡Ya!
La parte del salto era su favorita; con las gafas puestas y su pelo multicolor azotado por el viento, no podía pedir mejor situación. Puso los brazos hacia atrás mientras echaba todo el peso de su cuerpo hacia delante, impulsándose al máximo. Pudo notar como la adrenalina invadía su organismo, mezclándose con todo lo demás. Dash esgrimió una sonrisa de felicidad, sin poder evitar soltar una carcajada. Había hecho muchos picados antes, pero ningún otro se podía comparar con ese. Los colores a su alrededor se difuminaban, mezclándose en uno solo, muy pasteloso y feo; la ciudad se volvía difusa y difícil de identificar, la torre Rotterdam se convirtió en una especie de alfiler altísimo y el resto de edificios se achataron de tal forma que parecían minúsculas motas de polvo. Desde donde estaba podía ver el suelo acercándose a ella cada vez más deprisa, el agua del West River parecía tan espesa como la masa de un pastel, y la figura de la estatua de la Felicidad se volvía raquítica.
Isla de la Felicidad
Mantuvo el picado un poco más, dejándose llevar por el momento; en cuanto estuvo a la misma altura que la cabeza de la estatua, no esperó más y tiró de la anilla acoplada a la mochila que llevaba. Ésta se abrió y el paracaídas se abombó, manteniéndola en el aire y comenzando a planear en dirección hacia el muelle oeste de la isla de la Felicidad, donde una serie de lanchas esperaban. Con una precisión milimétrica, Rainbow aterrizó limpiamente en la proa de una alargada lancha roja y negra, una que conocía muy bien.
-Smuggler, eres mía-masculló ella, manteniendo la misma sonrisa de confidencialidad y seguridad.
Se quitó el paracaídas y levantó por un momento la miarada; los demás participantes seguían en el aire, todos con los paracaídas desplegados y planeando muy lentamente hacia donde estaba ella.
-Aficionados…
Se puso a los mandos de la Smuggler, la arrancó y se fue de allí, en dirección oeste, bordeando la costa de Alderney; pasó al lado del polígono industrial de Acter, admirando lo paisajístico que podía llegar a ser el más sobrecargado y contaminante núcleo de industria pesada. Las torres de refrigeración de la central nuclear soltaban humo constantemente y muchas chimeneas de refinerías dejaban escapar largas lenguas de fuego.
-Qué bonito puede llegar a ser el progreso…-murmuró ella, mordaz.
Polígono Industrial de Acter
Se coló entre los barcos semihundidos del cementerio de barcos, una suerte de zona donde los barcos inservibles se dejaban varados, y siguió todo recto, sin reducir la velocidad ni mirar atrás; la costa del estado de Alderney se perfilaba desde donde estaba, ese día la mar estaba tranquila y la marea era baja, por lo que el oleaje no era muy pronunciado y se podía navegar sin complicaciones. Rainbow dejó que el salitre y el viento la azotaran la cara, meciendo su colorido pelo.
Unos pocos minutos después bordeando escarpados bordes y costas llanas llegó hasta una pequeña playa situada en el barrio de Leftwood, donde embarrancó la lancha; salió de un salto de ésta y echó a correr en dirección hacia una serie de vehículos aparcados cerca de allí. Todos ellos eran deportivos de alta gama, entre ellos se distinguían un Super GT amarillo, un Bullet GT verde o un Comet gris. Pero de entre todos ellos destacaba un F620 azul celeste personalizado, con alerón trasero curvilíneo y un curioso símbolo dibujado en el capó, consistente en una nube con un rayo multicolor; fue diseñado por la propia Rainbow mucho tiempo atrás y siempre lo usaba como símbolo particular y de identidad.
F620
-Hola pequeñín, mami ya está aquí…
Abrió la puerta usando una llave a distancia guardada en su pantalón vaquero rasgado, se subió a él arrancó el motor, el cual dejó escapar un fiero rugido.
-¡Oh sí, nene, estamos a tope!-exclamó ella, sintiendo como la oleada regresaba.
Aceleró de seguido, saliendo de la playa en dirección hacia la carretera mientras ponía la radio; su emisora favorita, Electro-Choc, comenzó a oírse por todo el habitáculo del vehículo. Desde que había cambiado de Dj, su gusto por ella había aumentado, y siempre conseguía ponerla de muy buen humor.
-¡Aquí estamos de nuevo, Liberty City, con la mejor música electrónica del momento y toneladas de horas por delante! ¡Esto es Electro-Choc, conmigo, Dj-Pon3! ¡Que no pare la música!
-¡Di que sí, hermana!
En ese punto del triatlón debía de conducir hasta Quartz Street, la calle que corta horizontalmente el Middle Park, pero como iba en cabeza no tendría ningún problema. Sería como un paseo. Atravesó todo el barrio de Leftwood rápidamente y salió al acceso hacia el puente Chupetón, el cual unía Alderney con el distrito de Algonquin; aprovechó sin dudar la larga recta que allí había y activó el óxido nitroso. Al instante, el coche se lanzó a una velocidad tremenda durante unos pocos segundos que para Rainbow se transformaron en horas; los coches a su alrededor desaparecieron y los colores se fundieron. Ni siquiera el tráfico la paró, esquivándolo con maestría. Nada la paraba.
-Oh, sí… éste es mi momento…-susurró la chica, sintiendo como si el coche y ella flotasen sobre el asfalto.
Antes de que se diera cuenta, ya había entrado en Algonquin, atravesando toda Topaz Street hasta llegar a la intersección con la Columbus Avenue, quizás una de las avenidas más conocidas y representativas de la ciudad; Rainbow parpadeó y bajó de marcha para poder tomar la curva, a la vez que frenaba. El coche derrapó limpiamente, tomando la curva, mientras que una legión de taxis y coches varios la pitaban y llamaban loca.
Columbus Avenue
-¡Animal!-chilló el taxista que más cerca estaba.
Rainbow le dedicó un rápido corte de mangas sacando la mano por la ventanilla, para luego asir de nuevo el volante y concentrarse en la carretera.
En menos de tres minutos, encaró Quartz Street hasta el final de la misma, donde se encontraba la meta. Derrapó hacia un lado en cuanto llegó hasta ella.
-¡Oh, sí!
Esperó a que llegaran los demás participantes, los cuales no tenían nada que hacer casi desde el principio del triatlón; Thunderlane ya estaba allí, justo a tiempo para presenciar la entrega del premio. Rainbow bajó del coche y se acercó a él con aires de autosuficiencia.
-Sé lo que me vas a decir, Thunderlane, ya lo sé… soy asombrosa
-Bueno, de alguna forma me lo esperaba…
-¡Claro que sí! Y los demás no pueden decir nada más puesto que nadie puede igualarme a mí, a Rainbow Dash.
Thunderlane tan solo rodó los ojos, con gesto resignado; el chico podía afirmar que conocía medianamente bien a Rainbow, ya que no todo el mundo era capaz de convivir con alguien como ella. Normalmente sus compañeros de piso apenas duraban más de dos semanas, pero él había conseguido batir y superar la marca de medio mes. Y eso de por sí ya era todo un logro.
Quartz Street
Tras varios minutos de espera que se alargaron considerablemente, el resto de participantes fueron llegando hasta finalmente estuvieron todos. Nada más llegar se apearon de sus coches, mirando a Rainbow con desdén.
-Lo sé, muchachos, lo sé, os habéis esforzado, lo habéis intentado, y os aprecio por ello. Pero, hey, una servidora tiene espíritu de ganadora, y eso es algo con lo que apenas se puede luchar-murmuró ella con tonito.
Ante tan elocuente frase ellos la taladraron con la mirada, hartos de tanta chulería y prepotencia por su parte; y es que cada vez que eso pasaba, que era casi siempre, los demás quedaban a la altura del betún. Siempre había sido así. No por nada Rainbow Dash era conocida como la mejor triatlonista de toda la ciudad, así como una de los pilotos más avezados del club de aviación. Lo tenía todo, talento, fama, coches rápidos y casi todo lo que ella quisiera.
-Te crees muy especial ¿verdad, Dash?-le espetó uno de ellos, un hombre joven, moreno y de pelo corto.
-Bueno, es que lo soy… ¿acaso no se ve? Soy asombrosa-murmuró ella, divertida.
-Sí, sí, claro… serás todo lo buena que seas, pero algún día toda esa chulería y prepotencia tuyas te acabarán estallando en los morros. Y, por Dios, yo estaré allí para verlo.
-Bueno, creo que eso ya es hablar demasiado ¿no crees?
El participante quiso responder, pero en ese momento se personó en el lugar un Schafter blanco, del cual salió un hombre de mediana edad, con voz áspera y gesto duro.
-Bravo, Rainbow Dash, ha sido impecable… está claro que tienes un don especial para los triatlones.
-Gracias señor Hathaway, no todos pueden tener el mismo privilegio…
-Por supuesto, y tú eres la prueba viviente de ello. Enhorabuena, aquí tienes tu premio-murmuró Hathaway, entregándola un sobre marrón.
Rainbow abrió el sobre y estuvo contando el dinero, siendo un total de mil dólares.
-Espero verte participar en el siguiente triatlón…
-Claro, allí estaré.
Hathaway se despidió de los demás y se fue tan rápidamente como apareció; los perdedores hicieron lo mismo al poco rato, el hombre que antes encaró a Rainbow la lanzó una mirada glacial antes de desaparecer calle abajo.
Por su parte tanto Thunderlane como Rainbow se subieron al coche y se pusieron en camino hacia su apartamento, dando la vuelta al parque por Middle Park Este. De camino los dos estuvieron hablando.
-Y un triatlón más… tía, estás que te sales-murmuró Thunderlane, visiblemente sorprendido.
-Pues claro que sí, soy asombrosa, estoy segura de que no has conocido a otra tía tan genial como yo.
-Desde luego, eres única, Rainbow… aunque yo rebajaría el tono, tanta chulería podría venirte mal a la larga.
-¿Y eso por qué?
-Hombre, te diré, me parece bien que te guste ganar y todo eso, pero humillar a los demás de esa manera… hay gente a la que no le gusta perder.
-Bah, en ese caso es cosa suya, no mía. Si no saben perder, pues que aprendan.
-No se trata solo de eso, Rainbow…
Thunderlane quiso contestarla, al menos esa era su intención antes de que adelantara bruscamente a un coche que iba delante de ellos; Rainbow contravolanteó para volver al carril contrario, donde en ese momento dos chicas iban a cruzar por un paso de cebra.
-¡Rainbow, cuidado!
Rainbow actuó a tiempo, frenando de golpe; el coche dio un bandazo y una de las chicas apartó a tiempo a su amiga, una chica de pelo violeta, la cual se había quedado paralizada por el miedo. El tiempo volvió a correr con normalidad y la amiga de la chica les gritó.
-¡Gilipollas! ¿¡Es que no la ves, subnormal?!
Rainbow se molestó y salió del coche, dispuesta a contestar.
-¿Qué pasa contigo, tía?
-¡No, más bien qué pasa contigo, imbécil! ¡Casi la matas!
-¡Ya, ya está, déjalo Rainbow!-exclamó Thunderlane, saliendo del coche para calmar las cosas.
Las dos comenzaron a discutir acaloradamente, la chica que estuvo a punto de salir atropellada trató de interceder.
-Déjalo, Moondancer, vámonos…
-¡De eso nada, Twilight, ha estado a punto de arrollarte! ¿¡Es que no lo ves?!
Los peatones que pasaban por allí se paraban curiosos, observando la discusión; los que vieron la escena apoyaban a Moondancer, quedando Rainbow en evidencia. Finalmente la chica de pelo multicolor se retiró, bastante alterada.
-Torearme a mí… a mí…
-Déjalo ya, Rainbow, por favor… eso te pasa por ir tan rápido por una avenida tan transitada, algún día te van a cascar una multa de narices
-Bah, como si lo necesitaran, mis impuestos pagan sus facturas, me la pela si me multan. Y en caso contrario recurro y punto.
Thunderlane no quiso echar más leña al fuego, por lo que la dejó estar mientras cruzaban la avenida a gran velocidad; desde el asiento del copiloto Thunderlane podía ver el resto de la ciudad pasando como una centella ante sus ojos. Llegaron hasta el cruce de la catedral de Colón, una catedral de estilo neogótico, y luego torcieron a la derecha hacia el cruce Estrella, quizás el lugar más famoso y céntrico de la ciudad, donde los ciudadanos se reunían cada 31 de diciembre para festejar el año nuevo y donde las brillantes luces del capitalismo parpadeaban las veinticuatro horas del día. La gente andaba por las aceras a paso ligero, hablando por sus teléfonos móviles, leyendo en sus tablets, o cargando consigo sus compras diarias. Vendedores de perritos calientes y quiosqueros anunciaban a voz en grito las últimas ediciones del día, y las pantallas electrónicas más cercanas anunciaban el último modelo de teléfono Whiz. No había ningún momento de respiro en la capital del mundo. Y eso lo sabían hasta ellos dos.
Cruce Estrella
Una de las cosas que hizo que me enamorara de Liberty City en el GTA IV es lo viva que está la ciudad en los juegos; eso, unido a la recreación casi exacta de paisajes reales, y ese toque de parodia y satírico a elementos de la vida real convierte a Rockstar Games una de las mejores desarrolladoras en la industria de los videojuegos, al menos para mí. Nadie más es capaz de crear entornos y elementos tan vivos como lo es Liberty City, Los Santos o casi cualquier ciudad que ellos han creado. Como escenario es fascinante, y esa misma sensación de vividez es lo que quiero transmitir en este crossover. Y si a todo eso le sumamos Rainbow Dash siendo Rainbow Dash, la cosa mejora y mejora y mejora y mejora... ad eternum.
Espero que os esté gustando, si veis que me quedo corto en algunas descripciones hacédmelo saber que no quiero apoyarme enteramente en las imágenes.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
La tarde se echó sobre Liberty City como un manto de colores apagados y poco brillantes; el estado de Alderney brillaba al norte y humeaba al sur, marcando la diferencia entre ambos extremos. Se suele decir que Alderney es la hermana fea de Liberty City, incluso sus ciudadanos evitan en todo momento entrar en dicho estado; no se sabe con certeza de donde procede semejante animadversión, muchos apuntan a que es cosa de los peinados extravagantes de los que hacen gala los aldernianos. O también es posible que el café cargado de las cafeterías tuviera algo que ver. Aún y con todo, la antipatía de los libertonianos por los aldernianos era más que palpable, por lo que siempre mantenían las distancias.
Mucha gente en Alderney asegura que su estado es el más representativo de América; y en cierto modo tienen razón, ya que posee cierto contraste que ni siquiera Liberty tiene. Los barrios del norte son eminentemente residenciales, con niveles de renta medio altos, sobre todo en la parte más superior como el barrio de Westdyke, donde se apiñan las mansiones más grandes y lujosas, hogares de ricos de alta gama y famosos tanto de medio pelo como de pelo completo.
Alderney norte
En cambio en barrios como Leftwood o Alderney City se concentraba la parte más urbanística del estado, con empresas de envergadura media-alta de ancho capital y oficinas de lo más variadas, siendo el sitio a donde todo el mundo le gustaría vivir al menos por una vez.
En contrapunto, los barrios del sur eran completamente diferente; apiñados en una amalgama de fábricas, algunas de ellas abandonadas, almacenes, refinerías, industria pesada, un gran puerto comercial, una central nuclear y hasta una penitenciaría, el sur de Alderney era la zona más industrial de todas, donde se concentraba el sector servicios no solo de Alderney sino que hasta de la propia Liberty City. Eso, junto con algún proyecto urbanístico que la mayoría de la gente preferiría no habitar, hacía a sus barrios los menos populares de todos, viéndose como la cara fea y sucia del estado.
Alderney sur
Aun así, había gente que le daba igual estos pormenores, sobre todo cuando para ellos no eran pormenores, sino un simple detalle; en esa categoría entraba Pinkie Pie. Pinkie es una chica polifacética en todos los sentidos, todo el que la conocía lo suficientemente bien lo sabía. Alegre, fiestera, imparable y pizpireta, Pinkie era sinónimo de diversión, todo el barrio de Leftwood la conocía por la misma razón; y no sólo porque todas las mañanas repartía el periódico a la misma hora a los vecinos yendo en bicicleta, organizara fiestas de cumpleaños a los niños o entretuviera a los más mayores con sus chistes y payasadas. De por sí Pinkie se había ganado todo el cariño del barrio casi sin proponérselo, y lo había conseguido simplemente yendo a trabajar siempre con una sonrisa y viendo la cara alegre de la vida, por muy dura que esta fuera. Siempre dispuesta a ayudar y a alegrar a los demás cuando estaban tristes o desanimados, Pinkie era la contraposición de todo lo que enfurruñaría a un americano de clase media.
-Esta ciudad necesita más gente como tú, Pinkie.
-Oh, me halaga usted señora Norrington, no es para tanto…
-¿No es para tanto dices? Tonterías, ya podría aprender la gente de ti… gracias por la fiesta del otro día que le hiciste a mi nieto, por cierto, le encantó.
-¡No es nada, ya sabe que a mí me encantan las fiestas! Y, por supuesto, cuente conmigo para la siguiente.
-Por supuesto, no se lo pediría a nadie más.
Aunque no tenía ningún trabajo fijo alternaba haciendo de todo un poco, lo que ella misma denominaba multitarea; por las mañanas repartía la prensa diaria recorriendo el barrio en bicicleta, cuidaba de niños pequeños por las tardes, organizaba fiestas de cuando en cuando, su especialidad, y hacia recados variados para todo aquel que la pidiese ayuda, incluso sin cobrar en ocasiones.
Aunque lo que más le gustaba a Pinkie además de las fiestas era cocinar, especialmente pasteles, tartas y casi cualquier cosa dulce que se preciara. Más de una vez había intentado entrar en la escuela de hostelería para poder obtener un certificado profesional, pero entre que el precio de la matricula se había disparado en los últimos años y cada vez la ponían más pegas siempre que lo intentaba, las posibilidades se reducían cada vez más. Aun así eso no la desanimaba y lo seguía intentado, aun a pesar de las negativas.
Una vez que terminó de trabajar por la tarde cuidando de un par de niños gemelos que ella conocía, Pinkie volvió a su casa andando, ya que no estaba muy lejos de allí. Leftwood destacaba por ser un barrio pequeño en comparación con otros más comerciales; situado a caballo entre Alderney City y Westdyke, el ambiente era más tranquilo y urbano, sin mucho tráfico por las calles y con una afluencia de gente más fluida y no tan densa como en los barrios aledaños. Los edificios poseían una estética muy americana, con tejados rectos, y diseños en ladrillo rojo y caliza. A Pinkie la gustaba mucho su barrio, era donde había nacido y crecido, y lo último que haría sería abandonarlo, eso por descontado. Allí era donde estaban sus amigos y conocidos, irse de allí supondría dejar todo lo que tenía atrás. Y eso incluía a sus padres y hermanas, por lo que ni siquiera se la había pasado por la cabeza.
Leftwood
Tras unos breves minutos llegó a su edificio y subió hasta el último piso, donde ella vivía.
-¡Ya estoy en casa!-exclamó ella nada más entrar.
-Ah, Pinkie, cielo… te ha llegado una carta certificada de la escuela-la comentó su madre en ese momento, saliendo de la cocina.
-¡Oh! ¿¡De veras?! ¡Dame, dame!
Su madre la entregó el sobre y Pinkie lo cogió con alegría contenida, esperando que fuera la respuesta ansiada; rompió la solapa superior directamente y sacó el papel, leyéndolo rápidamente. En un momento dado su sonrisa flaqueó en un flojo intento por mantenerla, cosa que su madre reparó enseguida.
-Oh, lo siento, cariño…
-No, no es nada… quiero decir, lo puedo volver a intentar…-murmuró Pinkie, recuperándose a trompicones.
-¿Y por cuánto tiempo más, Pinkie? No es que no quiera que hagas esto, ya sabes que yo te apoyo, pero el problema es que esa escuela es muy cara, los precios en Algonquin están por las nubes…
-¡Pero mamá, es una oportunidad única, y lo sabes! ¡Es la escuela de hostelería más prestigiosa de todo el estado, allí aprendieron a cocinar un montón de chefs y pasteleros muy famosos!
-Lo sé, Pinkie, pero apenas tenemos dinero…
-¡Me lo pagaré yo! ¡Para eso trabajo, para pagarme la matrícula! ¡Puedo hacer horas extras en casa de los Johnson, puedo pedirle a la señora Twee que me dé un adelanto de la fiesta de su padre! ¡Y si es necesario le puedo pedir al señor Morrison que me amplíe la zona de reparto! ¡Por favor, mamá, por favor, sabes que es mi sueño!
Ante eso su madre tan solo suspiró hondamente y con gesto apenado, como si se estuviera preparando para decir algo importante. Finalmente habló.
-Lo siento, cariño, pero no vamos a poder seguir intentándolo. Tu padre me ha dicho que no va a poner ni un dólar más de su parte, y ya sabes por qué no puede ser. Y él te quiere y te apoya, Pinkie, tanto como yo, pero es que son demasiados gastos, hija. Compréndelo.
Ante eso Pinkie no dijo nada, tan solo bajó la mirada con la boca temblándola, en un intento desesperado por mantener su sonrisa; sin embargo finalmente acabó por ceder, dibujando en su cara un triste semblante. Sin decir nada más a su madre se dirigió hacia su habitación, con paso lento.
-Pinkie, cariño…
Sin embargo ella no contestó, cerrando la puerta de seguido y encerrándose en su habitación; por su parte la señora Pie tan solo dejó escapar una dolida mirada, sin poder evitar sentirlo por su hija.
La habitación de Pinkie era muy colorida, pintada de rosa salmón y con otros colores fuertes y vivos; pero en ese momento Pinkie apenas se fijó. Con expresión vacía se tumbó en la cama, mirando al techo fijamente, como si se esperara encontrar algo en él. Normalmente ella no era de esas chicas que dejaban que la tristeza las embargara, pero en esos momentos sentía que necesitaba soltarlo, hablarlo con alguien.
Sin pensarlo más se levantó y se dirigió a su ordenador, un viejo sobremesa con pantalla de tubo que corría con la última versión de Windows gracias a que una vez llegó a organizar una fiesta para un chico del barrio que era programador, instalándola la última versión como agradecimiento. Lo encendió rápidamente y entró en el skype, echando un vistazo a la lista de contactos. Clicó en uno en concreto y lo llamó en videollamada. Tras unos breves segundos de espera, en la pantalla apareció una chica algo más mayor que ella, de pelo violáceo apagado y ojos grisáceos, con una expresión austera en su rostro.
-¡Hola Maudie!
-Hola Pinkie ¿Qué tal estás?-inquirió Maudie, con una absoluta cara de póker.
-Oh, pues…
Pinkie quiso continuar, pero entonces se quedó callada, con la boca semi abierta y expresión inacabada. En un momento dado Maud reaccionó.
-¿Qué ha pasado, Pinkie?
Sin decir nada más al respecto, Pinkie empezó a contarla lo que había pasado, tratando de verse lo menos triste posible, pero se podía entrever que la dolía más de lo que ella misma podría admitir. Una vez que terminó con sus explicaciones, Maud habló.
-Si lo que necesitas es dinero yo te puedo ayudar…
-No, no, Maudie, eso no, en todo caso querría pagármela yo, de mi propio esfuerzo. Entiendo que papá no pueda seguir ayudándome, pero… siento como si se me escapara mi sueño. Intento sonreír, ver algo bueno, pero es que no lo hay… no lo hay-masculló Pinkie.
-Sabes que no es un problema para mí, me va bien por aquí.
-No, no, de verdad, es solo que… necesitaba hablarlo contigo, eso es todo.
-Pinkie, sabes que una de las cosas que menos me gustan es verte infeliz. Soy tu hermana mayor, y como tal debo cuidar de ti cuando lo necesitas.
-Lo sé, y te lo agradezco, Maudie, pero quiero ganarme esto yo sola. Entiéndelo, por favor.
Por su parte Maud se quedó estática, con la misma expresión durante todo el tiempo que duró la conversación. Finalmente se pronunció tras unos breves segundos de silencio.
-Está bien, respetaré tu decisión. Pero ya sabes que sigo aquí si me necesitas.
-Gracias Maudie… te echo de menos ¿Qué tal por San Andreas?
-Bien, el norte es un buen lugar, hay sedimentos de todo tipo que originan muestras interesantes. El seco ambiente de Gran Señora y el influjo del pacífico también influencian mucho.
-Qué bien… cuéntame más cosas.
Cuando hablaba con su hermana todo lo demás parecía diluirse, como si no existiera, incluso los problemas más inmediatos. El resto de la tarde pasó rápidamente sin que Pinkie se diera cuenta. Al fondo desde la ventana de su habitación se podía ver el skyline de Liberty City brillando en la noche.
Liberty de noche gana mucho
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
Se podía decir que Vice City apenas había cambiado en todos esos años; desde los locos años ochenta en los que la ciudad se vio azotada por un inusitado aumento del crimen organizado, hoy en día la ciudad se conserva en una relativa calma. Eso es bueno para las fuerzas policiales, las cuales podían darse un respiro desde 1986; para el resto de la ciudad, todo seguía casi como siempre.
Vice City
Pero lo que no había cambiado en absoluto era ese glamour y encanto que tanto la caracterizaba; con un clima tan soleado y brillante como el de Florida, largas playas y hoteles exclusivos podía presumir de ser una ciudad veraniega y turística. Al menos desde ese punto de vista.
Por otra parte, el detalle del crimen organizado se había apaciguado y ahora era una ciudad un tanto más tranquila; durante los años noventa, el Vice City Police Department sufrió una remodelación completa, tratando de limpiar su nombre después de que se descubriera una trama de corrupción que se extendía por todo el departamento. La limpieza fue total, se destituyeron multitud de cargos y éstos fueron sustituidos por otros más competentes, reforzados para evitar que la corrupción no volviera a apoderarse de ellos. El resultado posterior fue un departamento fuerte y eficiente, el cual organizó una lucha contra el crimen organizado que campaba a sus anchas por toda la ciudad. No fue fácil, pero pudieron poner a raya a casi todas las bandas que controlaban la ciudad, llegando a desvincularlas de organismos públicos y apartándolas de las administraciones locales.
Durante mediados de los años ochenta se dio una fuerte guerra entre bandas que acabó con la mayoría de las bandas afiliadas, entre ellas la de los Sharks, los Cholos, el Cártel de Díaz, el de los Méndez, o la de la mafia del párking de Caravanas. Para finales de 1986 sólo quedaba una organización poderosa que controlaba la totalidad del tráfico de drogas de la ciudad, liderada por un hombre fuerte y rudo del que poco se tenía constancia; pero a principios de los años noventa éste desapareció, dejando a la organización desprotegida, siendo entonces un blanco fácil para el recién remodelado departamento de policía. La victoria fue unánime, la organización fue desmantelada y de su antiguo líder nunca más se supo, quedándose su antigua mansión en el barrio de Starfish Island totalmente abandonada.
Para principios del nuevo siglo, las únicas bandas que aún quedaban en pie eran la de los cubanos, los haitianos y la de los moteros, las cuales quedaron muy mermadas y limitadas tras la cruzada que el departamento de policía realizó en pos del crimen organizado. El negocio de la droga quedó en entredicho, el que fue el mayor foco de distribución en todo Estados Unidos quedó casi deshabilitado, desviándose el tráfico hacia otras ciudades, lo que terminó de dejar del todo debilitado al crimen organizado en Vice City.
Durante todo ese tiempo en el que la ciudad se vio libre de las ataduras del crimen, se aprovechó para sanear al máximo la ciudad, mejorando su imagen de cara al turismo, para así atraer a más gente, enfocándose sobre todo en el sector turístico, lo que la benefició ampliamente. Esta situación se mantuvo hasta el año 2007, cuando el negocio de la droga se retomó por un avispado hombre, aprovechando la coyuntura por la que atravesaba la ciudad. Nadie sabía con certeza de donde vino Magnum Belle, pero de lo que estaba claro es que conocía bien los entresijos del negocio; llegó a Vice City acompañado de su esposa Pearl y sus dos hijas, Rarity y Sweetie Belle. Nadie sospechó nada, ni siquiera la policía, llegaron a la ciudad viajando en clase bussiness en un vuelo de la compañía aérea Fly Us procedente del sur del país, pero nunca se supo con certeza de donde eran exactamente. El hombre tenía capital, puesto que lo primero que hizo nada más llegar fue alojarse en el hotel Ocean Front, uno de los más caros y lujosos de la ciudad. Estuvo remoloneando unos pocos días por los barrios bajos, buscando contactos de los que tirar y tener acceso a las débiles y escasas conexiones con el tráfico externo de drogas. Llegó a hacer un informal trato con los cubanos, los cuales aún tenían unos pocos contactos, prometiéndoles una pequeña parte de los beneficios sólo si conseguía reflotar el negocio de la droga; éstos aceptaron sin poner reticencias, ya que no tenían fe en que éste volviese a prosperar.
Hotel Ocean Front
Es entonces en este punto cuando llega la verdadera incógnita del asunto; absolutamente nadie sabe cómo lo hizo, pero consiguió que el flujo de droga se volviese a encauzar hacia Vice City, directamente desde Colombia. En cuanto Latinoamérica percibió que la ciudad volvía a estar en activo, el resto de países comenzaron a apostar de nuevo por ella, siendo como un efecto dominó. De la nada, y sin siquiera pegar ni un solo tiro, Magnum consiguió lo imposible. Vice City renació como punto clave de distribución de droga en los Estados Unidos de América.
El posterior éxito condicionó del todo los resultados posteriores, haciendo a Magnum y su familia inmensamente ricos; compró la vieja mansión de Starfish Island, la cual se caía a pedazos desde que fue abandonada, y la remodeló por completo, quedándose a vivir en ella. La policía comenzó a investigarlo enseguida, pero al no tener vínculos formales con ninguna otra mafia o banda, a la ausencia total de ficha, ya que nunca le habían detenido, y al no haber usado nunca la violencia, ni siquiera para hacerse con el control del tráfico de drogas de la ciudad, no consiguieron llegar a detenerlo. Y resultaba curioso en ese aspecto, ya que tenía armas en su poder, pero nunca se había visto en la necesidad de usarlas. Todo lo conseguía mediante la palabra, la persuasión, una buena labia y un carisma que arrastraba. Enseñó a su hija Rarity todo lo que tenía que saber para llevar el negocio y mantenerlo en condiciones. Actualmente ella es la líder del cártel Belle, sustituyendo a su padre, el cual se había retirado a las Bahamas junto con su madre, pero de vez en cuando van a visitarlos. Desde entonces ella es la encargada de la distribución de droga en Vice City a ese lado de la costa este, ganándose el título de la Señora de la droga.
-Señora, ha llegado el último cargamento de coca desde Colombia, necesita que le den el visto bueno-anunció uno de sus hombres, entrando en su despacho.
-Ahora mismo voy, Hernando, espera que termine con estos papeles…
Tras seis años afincada en Vice City, Rarity era ahora toda una mujer, de finas curvas, ojos azules y un pelo violeta exquisitamente peinado; muchos hombres en toda la ciudad caían rendidos ante su belleza, y no había ni uno solo que tratara de cortejarla al menos una vez. Pero Rarity siempre se había considerado una mujer excepcional, y se reservaba para el hombre que realmente la mereciera.
Una vez que terminó con el papeleo, se levantó de su escritorio y siguió a Hernando hasta el embarcadero que había justo detrás del extenso jardín de la mansión Belle; toda la droga recién llegada de Latinoamérica tenía que pasar obligatoriamente por ese embarcadero para darla el visto bueno. La propia Rarity comprobaba la mercancía, asegurando su calidad y procedencia. Los colombianos ya estaban allí, esperando con uno de los fardos semi abierto.
-Señorita Belle…-la saludaron los colombianos.
-Buenos días, señores.
Cogió el fardo con una mano y mojó un poco el dedo índice de la otra, dejando una fina capa de cocaína en su yema; acto seguido la frotó con su pulgar, fijándose bien en cómo la coca resbalaba entre sus dedos, con una mirada escrutadora grabada en su rostro. Después la probó, escupiéndola de seguido.
-Todo en orden, adelante.
-Gracias, señorita Belle.
Los colombianos recogieron rápidamente y se alejaron de allí en su bote, entrando en la ciudad por el norte. Rarity y Hernando regresaron de vuelta a la mansión, pasando previamente por el recibidor, donde una escalinata principal que llevaba a los pisos superiores se encontraba; en ese momento la puerta principal se abrió, entrando por ella el mayordomo, seguido por una pequeña figura tras él.
-¡Rarity!
-¡Sweetie Belle, cariño!
Antes de que se diera cuenta, Rarity encontró a su hermana pequeña entre sus brazos, esbozando una gran sonrisa.
-¿Qué tal en el colegio?
-Bien, como siempre…
Cuando llegaron por primera vez a la ciudad, Sweetie Belle no era más que una niña de tres años, mientras que ella era una adolescente de quince; ahora, con sus nueve años recién cumplidos, se encaminaba hacia la adolescencia con un marcado optimismo y una fina voz que la auguraba un futuro brillante como cantante.
-Hoy en clase de canto me han felicitado por la voz que tengo ¿crees que podré ser una buena cantante?-inquirió ella, mientras se dirigían arriba.
-No lo creo, lo sé, te convertirás en una gran cantante y serás muy famosa, ya lo verás.
-Me gusta mucho cantar, pero… a veces he pensado que igual podría relevarte a ti en el negocio-anunció entonces ella.
Más de una vez había pillado a Rarity con la guardia baja en ese asunto; a pesar de sus nueve años, Sweetie era una niña muy avispada e inteligente, siendo consciente de la situación familiar y del origen de su fortuna.
-Ya hemos hablado de eso, cariño… que yo haga lo que hago no significa que tú tengas que hacerlo también ¿vale?
-Lo sé, pero es lo que papá hizo desde que llegamos aquí…
-Sabes que papá siempre ha pensado en nuestra seguridad y protección desde el primer momento. Es verdad que podría haber escogido otra vida, pero él siempre quiso ir mucho más alto. Ya sabes cómo es…
-Pero… si algo te pasara a ti… yo…
Rarity soltó un respingo y se puso a su altura, cogiéndola de las mejillas.
-Escúchame Sweetie, no me va a pasar nada ¿de acuerdo? Y a ti tampoco te va a pasar nada, no dejaré que nada ni nadie se interponga entre nosotras. Y en cuanto al negocio, no pienses más en eso, éste mundo no es para ti. Créeme Sweetie, sé lo que digo. Deja que yo me ocupe de todo.
Las dos se miraron a los ojos por un momento, hasta que al final la niña habló.
-Está bien…
Rarity la dedicó una dulce sonrisa y la dio un beso en la frente; Sweetie se retiró a su habitación para cambiarse y hacer los deberes. La señora de la droga regresó a su despacho, situado en el primer piso frente a las escaleras, y se sentó ante su escritorio, mirando a la nada, pensando en sus cosas. En la pared frontal, encima de la puerta, había un retrato al óleo de su padre, un hombre de mediana edad, de pelo castaño, peinado hacia atrás, con cejas pobladas y un fino bigote bajo una gruesa nariz. Tras ella un amplio ventanal dejaba ver las vistas de la bahía de Vice City.
-¿De todas las opciones posibles tenías que haber escogido esta, papá?-se preguntó ella, en voz baja.
Suspiró hondamente, pensando en un futuro un tanto incierto, antes de volver al trabajo.
Mansión Belle
Bueno, y aquí está Rarity en todo su esplendor. La verdad es que siempre pensé que algo así la pegaría, y no solo por el hecho en sí, sino que una ciudad como Vice City, tan glamurosa y chic, también la pega. Está basada en Miami y saca su nombre de la famosa serie Miami Vice. Aunque esta es la Vice City de los juegos GTA Vice City y Vice City Stories, puesto que hasta ahora no hay una versión HD de esta ciudad. En este sentido lo que he hecho es mezclar dos canon separados, ya que por un lado está la generación 3D, compuesta por todos los juegos desde el GTA III hasta el GTA Vice City Stories , y por otro está la generación HD, compuesta por todos los juegos desde el GTA IV en adelante. Técnicamente en la generación HD no existe la 3D, ya que como bien os cuento son dos canon completamente diferentes, pero voy a hacer un apaño, ya que no quiero dejar de lado un escenario tan interesante. Y no os preocupéis si veis que he sido un tanto parco con las descripciones, quería hacer hincapié en la historia, en futuros capítulos ahondaré en más detalles.
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-¡No me busques las cosquillas, Apple, si buscas bronca, la tendrás, y supongo que no hace falta que sepas que bronca es lo mejor que se me da repartir!
A Applejack nunca le habían gustado los vecinos; siempre habían sido un maldito dolor de cabeza. Que si ruidos, que si quejas, que si exigencias… era una maldita pesadilla.
-¡No te acerques a mi familia, te prevengo, no te quiero ver por mis tierras nunca más!
-¡Yo sólo quería añadir una pequeña visita de cortesía a mis planes, junto con un pequeño añadido! ¡Las armas y la meta de esta zona o van a parar a Trevor Philips Enterprises, o no van! ¡Así que si tenías intención de cultivar algo más que no fueran esas mugrosas manzanas tuyas, vete pensándotelo mejor!
-¡Lo que yo cultive o haga no es de tu incumbencia, y no te atrevas a poner en duda la calidad de mis manzanas!
-¡Por favor, no me hagas reír! ¡Los dos sabemos muy bien que aquí apenas se puede cultivar, no vais a sobrevivir así por mucho que queráis!
-¡Eso lo dirás tú! ¡He pagado por estas tierras y por el rancho, por lo que puedo hacer lo que me dé la gana con ellas! ¡Largo de aquí, no te acerques a mi familia!
-¡No sé si lo sabrás, pero ya liberé una parcela en estas tierras, no me importaría volver a hacerlo!
-¡¿Eso es una amenaza?!
-Eh… sí, creo que sí…
De entre todos los vecinos posibles que le podían haber tocado, Trevor Phillips era de por si el peor de todos; ya le habían hablado de él antes de mudarse allí, y las advertencias para con él habían estado a la orden del día. En un principio Applejack pensó que no sería para tanto, pero después de ver las fotos del estado previo de su nuevo hogar las cosas cambiaron exponencialmente. Y es repentina visita había puesto la puntilla.
Trevor era un hombre que aparentaba ser mucho más viejo de lo que realmente era; con un aspecto deprimente, con unas entradas prominentes en la cabeza, pelo cetrino y pobre, arrugas en los ojos, frente y pómulos y una cara de mala hostia constante, Trevor era intimidante hasta para cualquiera. Y si a eso se añadía que era el líder de su propia empresa de muy dudosa reputación, las cosas se complicaban bastante.
Trevor Phillips. No querrías tener una discusión con él
Applejack quiso responder, pero en ese momento se oyó como alguien amartillaba una escopeta justo detrás de ella; se volvió para encontrarse con un hombre alto y fornido, de pelo castaño claro y ojos verdes, con una escopeta de corredera en sus manos, con la que apuntaba a Trevor.
-Oh, que fortachón te veo, chaval… ¿me vas a disparar o sólo me estás amenazando?-inquirió Trevor.
-Sep-contestó él secamente.
-¿No piensas decir nada más?
-Nope.
Los dos se quedaron callados, devolviéndose la mirada fijamente y sin apenas pestañear; unos cuantos segundos después, Trevor rio tontamente, mientras se alejaba un poco de ellos.
-Bueno, creo que hemos agotado todas las opciones posibles ¿no? sólo espero llevarme bien con vosotros, Apples, no me gustaría tener que lamentar nada más… por el bien de todos.
Tras esas palabras, se despidió con un rápido gesto de cordialidad fingida, subió a un todoterreno Bodhi rojo y se alejó de allí rápidamente. Una vez solos, Applejack se quitó su sombrero y habló.
-Gracias por ayudarme, Big Mac, pero tenía la situación bajo control…
Big Mac no dijo nada, tan solo miró a la chica con una ceja alzada, en un gesto inquisitivo.
-Oh, venga ya, sabes que es verdad…-murmuró ella, algo cortada.
Big Mac masticó un palillo que llevaba entre los labios antes de contestar.
-No podemos bajar la guardia con tipos como Trevor Philips. Recuerda lo que nos comentó el promotor que nos vendió la casa… y cómo se encontraba ésta antes de que la arregláramos.
-Lo sé, lo sé…
Recordaba las fotos, y no era ningún paisaje bonito; el que había sido el rancho de los hermanos O'Neill, unos traficantes de drogas, había quedado reducido a cenizas por culpa del hombre que les había venido a recriminar como si fuera el dueño del lugar. Ahora el rancho volvía a ser tal, siendo de su propiedad.
Rancho Apple, antes Rancho O'Neill
Los terrenos que habían adquirido constaban de varios kilómetros cuadrados a la redonda, con un par de graneros, tres silos, y un buen terrenal donde cultivar sus manzanas y otros productos; el rancho había sido una inversión extra, ya que estaba destruido, pero era necesaria para poder vivir en él. La familia Apple nunca había salido del condado de Los Santos hasta ahora, ya que necesitaba nuevos terrenos para poder acoger a toda la familia, o al menos una gran parte de ella; el condado de Blaine era la mejor opción, y con el dinero guardado tras toda una vida cultivando manzanas, pudieron adquirir la nueva propiedad en el pueblo rural de Grapeseed, a pocos kilómetros de Sandy Shores. Estuvieron mirando varios lugares, la reserva natural del monte Chiliad era una opción, pero el terreno era propiedad de un aserradero local y no pudieron hacer precio por ningún lado.
Grapeseed es un pueblo eminentemente rural, con un estilo muy particular y marcado; la totalidad de la localidad la componía una serie de granjas, terrenos para cultivos y solares vacíos. Un muy pequeño núcleo poblacional al noroeste remataba el conjunto, con una serie de servicios mínimos y limitados, entre ellos una gasolinera, un supermercado, una tienda de ropa, un par de bares, unos almacenes y una licorería. El centro médico más cercano era el de Sandy Shores, junto con una comisaría y una pequeña escuela situada en Harmony, una comuna un poco más al oeste de Sandy Shores.
Grapeseed
En cuanto al clima era variable, sobre todo en esa parte del condado, al estar entre el seco desierto de Gran Señora y las normalmente húmedas faldas del monte Chilliad. Applejack quería creer que tenían alguna oportunidad en ese nuevo lugar, pero por mucho que la molestara tenía que darle la razón a Trevor; con un clima tan versátil y cambiante, cultivar manzanas o cualquier otra fruta fresca era complicado. Muchos de los vecinos tenían invernaderos en los que podían cultivar cualquier cosa, ellos también lo habían estado pensando, pero entre que se les salía de su presupuesto y la abuela se oponía, poca cosa podían hacer. Echaban de menos el clima templado del valle de Tongva, donde antes vivían.
La familia Apple destacaba enseguida por el gran número de miembros que poseía; Applejack era la cabeza de familia, vivía con su hermano mayor Big Macintosh, su hermanita menor Applebloom y su abuela, Granny Smith. Otros miembros que solían vivir con ellos entre temporadas solían ser Apple Brioche, Caramel Apple, Apple Cobbler, Apple Fritter o Apple Pie. El resto de miembros se repartían por casi toda San Andreas, siendo una de las familias más grandes a ese lado del estado. Durante los siguientes tres meses iban a venirse los anteriores mencionados, junto con Fiddlesticks y Braeburn, unos segundos primos lejanos.
-Ya son las cinco ¿te tocaba a ti ir a recoger a Applebloom?-inquirió ella, consultando la hora.
-Nope, a ti. Además, yo tengo que ayudar a la abuela con la cena.
Minivan, el coche familiar
Applejack no puso inconvenientes y se dirigió al garaje, donde tenía aparcado el coche de la familia, un monovolumen Minivan blanco, y se dirigió hacia Harmony saliendo del pueblo por la carretera que bordeaba el mar de Álamo. Sintonizó rápidamente su emisora preferida, Rebel FM, por la que pasaban música country y folk, su género favorito; de vez en cuando sintonizaba también Blaine County Radio para estar informada de las últimas noticias, al ser una radio comercial y de charla que sólo emitía por todo el condado de Blaine. El viaje hasta Harmony no duró demasiado, llegando a las cinco y media justas; al contrario que Grapeseed, Harmony destaca enseguida por estar en pleno desierto, con un clima árido y seco, aunque con mucha actividad. Aparcó justo delante de la escuela, la cual constaba de un solo edificio de una sola planta. El resto de padres ya estaban allí con sus hijos, buscó a Applebloom con la mirada hasta encontrarla cerca de la puerta.
-¡Applejack!
La niña se abalanzó sobre su hermana mayor, la cual la cogió al vuelo entre sus brazos.
-¿Qué tal hoy en clase?
-Bueno, no ha estado mal…
-¿Y eso? No suenas muy convencida.
-No, estoy cansada, eso es todo… vámonos a casa.
Applebloom era el ojito derecho de Applejack, eso lo sabía todo Apple que pasara el suficiente tiempo con ellos; había cumplido nueve años recientemente y destacaba enseguida por ser tan trabajadora como su hermana mayor, constante y bastante perspicaz. Mientras volvían de vuelta a Grapeseed estuvieron conversando acerca de su nuevo hogar.
-¿Qué tal todo, Applebloom? ¿Te adaptas bien?
-Sí, el sitio no está mal…
-¿Pero?
-Pero… echo de menos nuestra antigua casa, Applejack. Allí todo era verde, aquí la mayor parte del patio del colegio es todo desierto, es un rollo, y los niños son unos brutos.
-Lo sé, Applebloom, es todo muy diferente. Ya verás cómo te harás enseguida al sitio, después de todo no está tan mal…
-Eso lo dirás tú…
-Vamos, las vistas son muy bonitas. Al norte tenemos el monte Chiliad, al oeste el mar de Álamo… podemos hacer alguna que otra excursión cuando queramos.
Aun así, la niña apenas se vio sorprendida y no volvió a hablar. Applejack sabía que la inversión había salido cara y que no todos estaban de acuerdo, pero no vieron otra alternativa.
-Estaremos bien, ya lo verás… nos irá mejor.
Harmony
Una vez de vuelta en el rancho, Applebloom se dirigió a su cuarto mientras que Applejack volvía al trabajo en el campo. Para las siete de la tarde, un par de Minivans y un furgón Surfer llegaron hasta el rancho, siendo recibidos por Applejack, Big Macintosh y la abuela; eran el resto de los Apple que venían a pasar una temporada con ellos. Saludaron a todos uno por uno.
-Hola Fiddlesticks, prima, ¿cómo estás? Braeburn, me alegro de verte.
-¡Prima Applejack! ¡Ha pasado tiempo, dame un abrazo!
La bienvenida duró varios minutos antes de que todos entraran en el rancho; el reencuentro familiar duró hasta la hora de cenar. A eso de las nueve y media, una gran capa de estrellas decoraba el firmamento, coronando el monte Chiliad.
Monte Chiliad
Como podéis ver por las imágenes San Andreas es mucho más fotogénica y variada que Liberty City, además de más iluminada. Y lo mejor es que todo lo que veis son capturas 100% in game, ya que se pueden hacer fotos en el propio juego que luego se suben a la nube del Social Club de Rockstar; de hecho la foto del rancho con los márgenes (putos márgenes, por cierto) es mía, la hice yo. Es por eso por lo que, en ese sentido, el GTA V es uno de los juegos más completos de todos, aunque puede que le supere por un poco más el San Andreas en contenido, ya que en comparación no tiene las mismas actividades. Aun así la experiencia de juego con este en concreto es de las más enriquecedoras que he tenido hasta el momento. Ah, y no os asustéis si veis que estoy en plan desatado escribiendo, es solo que estos capítulos ya los tenía escritos desde hace un tiempo.
Última edición por Sg91 el 06 Jun 2015, 13:12, editado 1 vez en total.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
El monte Gordo no destacaba por ser el monte más alto del condado de Blaine, ese distinguido título lo portaba el monte Chiliad, con sus más de dos mil metros de altitud. Este monte era más conocido por sus frondosas laderas, cubiertas de vegetación, y con zonas para practicar senderismo. Incluso se suelen realizar clases de yoga en lo más alto.
Monte Gordo
Es una zona más bien solitaria y con poca gente a su alrededor, perfecto para alguien como Fluttershy; el único foco de civilización cercano es la casa del farero en la bahía que llevaba el mismo nombre. De hecho, el farero era una de las pocas personas que había llegado a conocer medianamente bien a alguien como Fluttershy. Una chica del todo introvertida, que rara vez se deja ver y que cuando lo hace, pasa tan desapercibida que casi no se nota su presencia. Vive en una cabaña en la ladera noreste del monte, cerca de un pequeño lago y rodeada de altos pinos. Y no estaba del todo sola, puesto que un montón de animales la acompañaban. Un par de perros, tres gatos, varios ciervos, ardillas, gallinas, un conejo y demás fauna que muy poca gente había tenido la suerte de llegar a ver, eran su única compañía.
Faro El Gordo
Nadie sabía con certeza por qué vivía tan apartada de la sociedad, los pocos que la conocían la tomaban por una ermitaña amante de los animales, precisamente una de las pocas cosas que no suelen llegar a tener éxito en un lugar como San Andreas. A ese lado del estado había la suficiente vida animal como para satisfacer la demanda de cualquier industria cárnica y atraer a los suficientes cazadores que buscaran la presa de su vida. En ese sentido, Fluttershy era del todo intolerante, y siempre trataba de mantener alejado a cualquier furtivo que se atreviera a acercarse a sus animales. De hecho, había protagonizado más de un incidente en los que apenas se había aclarado nada; Fluttershy siempre alegaba defensa propia, mientras que los cazadores argumentaban que la chica estaba loca y que los había intentado matar. Se habían realizado al menos dos registros de su cabaña por parte de la policía, pero nunca habían encontrado ningún arma con la que les pudiera amenazar. Lo único amenazante del sitio eran los colmillos de los zorros que cuidaba, que ni siquiera amenazaban cuando uno se acercaba a ellos. Aun así, la mayor parte del tiempo lo pasaba separada del mundo allí, y solo bajaba a la civilización para ir a por comida y nada más.
-Muy bien Ángel, ahora estate quieto para que pueda cepillarte la cola como a ti te gusta.
El conejo blanco se dejó hacer mientras estaba ocupado royendo una zanahoria, lo que le permitió a la chica trabajar con su cola tranquilamente; uno de sus gatos les miraba atentamente desde lo alto de un armario, con sus ojos amarillos fijos en el animal. Fluttershy tarareaba una canción mientras le acicalaba cuidadosamente.
-Mañana por la mañana iré a comprar más comida a Animal Ark, así que quiero que os portéis bien ¿vale?
Había veces que Fluttershy les hablaba con la esperanza de que la fueran a responder; más de una vez hubiese dado lo que fuera con tal de entenderlos y saber en qué pensaban, pero hasta ella sabía que eso era imposible. Los animales no hablaban con los humanos. Y en el caso de que pudieran, estaba convencida de que tampoco lo harían. No valdría la pena. ¿Para qué dirigir la palabra a unos seres malvados y perversos que lo único que pretenden es matarlos para hacer carne con ellos? Ella tampoco lo haría, eso desde luego.
-¡Listo, ya está!-exclamó ella, frotándole la cola a Ángel.
El conejo aprovechó el inciso y saltó de sus rodillas, escabulléndose rápidamente. En cuanto Fluttershy se levantó, el gato que les vigilaba desde las alturas se acercó hasta ella para pedirle un poco de mimos, cosa que ella le dio encantada; mientras le mimaba, preparó una serie de platillos con comida para animales. En cuanto terminó con ellos, los llevó afuera, donde sus animales la esperaban. Una delgada bombilla alumbraba esa parte del porche y una pequeña porción de tierra más allá.
-La cena, pequeñines.
El resto de animales surgieron de la penumbra, en busca de la comida que la chica les ofrecía; se reunieron alrededor de los cuencos en menos de un minuto y comenzaron a comer con gusto.
La chica regresó al interior de la cabaña y se preparó algo para ella, cenando ligerito. No era de comer mucho, incluso había llegado a pasar varios días en ayuno total y nunca había tenido ningún problema. Una persona cualquiera podría empezar a notar el hambre después de varias horas seguidas sin probar bocado, pero ella conseguía incluso acallar sus tripas si se lo proponía; para conseguirlo, realizaba yoga todos los días durante varias horas y se acostumbraba a comer poco. Eso y un entrenamiento mental riguroso conseguían realizar maravillas.
Salió afuera con un vaso de leche caliente en sus manos, los animales ya habían terminado de cenar y se habían retirado hasta mañana por la mañana; Fluttershy se sentó en una mecedora justo al lado del porche y contempló las estrellas desde ese lado del monte. Una luna cuarto menguante decoraba el firmamento, junto con un millón de estrellas por corona. Las noches en San Andreas podían llegar a ser muy bonitas, y esa no iba a ser ninguna excepción. Desde donde estaba también se podía ver el haz de luz del faro de El Gordo, iluminando las crestas de las olas que chocaban contra la isleta en la que estaba situado. Dio un sorbo a la leche y sintió a su gato subiéndose a su regazo; la chica no le dijo nada y le acarició de seguido, mientras el animal se acomodaba. Enseguida la leche caliente comenzó a hacer efecto, sus párpados comenzaron a caerse y el sueño se apoderó de ella; sin ni siquiera darse cuenta, se encontró de nuevo en el lugar y momento menos indicados.
-Serán cincuenta mil, ni uno más ni uno menos.
-Perdone que le corte, pero creo que ese precio no se equipara a mis servicios. Cien mil u olvídese de mí.
-Vaya, ya me habían dicho que eres dura, pero me esperaba un poco más de cooperación por tu parte…
-Y yo me esperaba que fuera más inteligente… sé lo importante que es para usted este recado. Si quiere que yo me ocupe, ya sabe lo que le toca.
-Sabes jugar muy bien tus cartas… está bien, pero sólo cobrarás cuando hayas terminado el trabajo.
Los recuerdos se mezclaban con el sueño como dos colores complementarios, para dar lugar a un nuevo color; una sombra se deslizó tras ellos. Se oyeron ruidos secos, un cargador encajando en la carcasa, un silenciador enroscándose cuidadosamente y una mirilla ajustándose apropiadamente. La detonación vino justo después. Luego nada. Un denso silencio seguido por un cheque al portador y una huida precipitada. Fue entonces cuando abrió los ojos.
-¡Ah!
Se reincorporó de golpe, asustando al gato en su regazo y soltando el vaso, haciéndose añicos en el suelo.
-Oh, lo siento pequeñín, no quería asustarte. Me he quedado traspuesta…
Cogiendo al gato en brazos, lo llevó dentro de la cabaña y luego salió un momento para recoger los trozos del vaso roto; trataba por todos los medios de enterrar todos esos recuerdos, pero no podía contenerlos por mucho que quisiera. Quería olvidar, necesitaba olvidar, dejar atrás el pasado y vivir el presente. Aunque eran esos momentos los que menos la ayudaban a olvidar.
Una vez que terminó de limpiar cerró la puerta por dentro, recogió el resto de las cosas y se metió en la cama. Mañana sería otro día. Otro más tranquilo.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...
-Muy bien, Rarity, como ya te he estado enseñando el género es lo más importante, pero nunca debes entrar en contacto con él, salvo en contadas ocasiones. Una de esas ocasiones es el punto de control de calidad, en el que tú juegas un papel crucial. Debes saber diferenciar la calidad ente distintos tipos de género, y eso es lo que vamos a ver hoy.
-¿Voy a tener que probarlo?
-Sí, pero sólo como última medida. Un buen líder sabe diferenciar a golpe de vista el buen género del mal género, para así evitar que los proveedores se aprovechen de ti y te cuelen mercancía defectuosa o de mala calidad.
-¿Y cómo puedo saber eso sin tener que probarlo?
-Es sencillo. Mira, aquí tengo dos fardos, uno es de buena calidad y el otro no. Vamos a abrirlos.
El cuchillo rasgó el papel que mantenía ambos fardos bien cerrados y la sustancia blanquecina se mostró en todo su esplendor.
-Muy bien ¿qué ves?
-Pues… es cocaína ¿no?
-Sí, así es ¿Qué más?
Rarity se inclinó sobre los fardos para verlos mejor; a simple vista no parecía haber nada más, cosa que le señaló a su padre.
-Yo la veo bien… no noto nada raro.
-¿Segura?
Cada vez que su padre decía eso era por algo, y no por simple amabilidad; le conocía bien, y sabía cuándo leerle. La chica volvió a intentarlo y se fijó bien, tratando de sacar alguna diferencia apreciable. Por un momento estuvo tentada a probar con el olor, pero desistió enseguida, ya que se arriesgaba a esnifarla accidentalmente. Y, como bien la había dicho su padre, no se entraba en contacto jamás con el género.
-Sí, bueno… agh, no sé, papá, yo no veo nada.
-Fíjate bien… ¿no notas nada raro en su aspecto?
Ante esa insistencia Rarity volvió a fijarse de nuevo, llegando a ver algo gracias al comentario de su padre; en el fardo de la derecha la cocaína se veía mucho más suave y molida, casi parecía arena de la playa sin tocar de lo fina que era. En cambio, en el fardo de la izquierda la cocaína se veía mucho menos preparada, con grumos en su superficie y más gruesa que la otra.
-Ah, espera, en el de la izquierda se ve mucho menos fina y más rugosa…
-Exacto, esos grumos y esa consistencia tan gruesa se dan porque ni la han cortado debidamente ni la han molido a conciencia. La buena cocaína siempre tendrá el aspecto que ves en el fardo de la derecha, bien cortada y molida, tan fina como la arena de un reloj de arena.
-Ya veo…
-Por eso te comenté que es importante saber distinguirlas a simple vista, ya que es el factor más inmediato. Otra forma de comprobar su valor es mediante el tacto, haz la prueba con las dos y dime qué sientes con cada una.
Dado que había conseguido identificar la buena casi sin problemas, Rarity prefirió comenzar por esta, mojando su dedo índice derecho en ella y frotándolo con el pulgar, comentando inmediatamente después.
-Es suave al tacto y se desliza con facilidad entre mis dedos… y apenas mancha.
-Ajá… ¿y qué hay de esta?-inquirió su padre, mostrándola el fardo con el género de mala calidad.
La chica repitió el mismo procedimiento con la otra mano, sin tardar apenas en dar un veredicto.
-Es más rugosa y se siente grasienta, mancha mucho.
-Eso es. Cuando no se corta como es debido, la cocaína adquiere un tacto más rugoso y desagradable, indicando su escasa calidad y valor. Pero por muy bien cortada y molida que esté, se puede adulterar si la mezclan con otras drogas o sustancias que rompen con su característico sabor.
-Entonces sí que hay que probarla…
-En última instancia, sí, y es necesario para poder asegurar del todo que el género que te llega es auténtico y de calidad. No hace falta que la degustes en sí, con una rápida probada sirve, ya sabes que no tocamos para nada el género. Recuérdalo, Rarity.
-Sí, papá.
-Esa es mi chica. Venga, ahora pruébalas.
Aunque ella confiaba en que no llegaría a ese punto, sabía que debía hacerlo, por lo que hizo de tripas corazón y decidió empezar con la buena. Mojó otro poco el dedo índice derecho y se lo llevó a la boca, llegando a lamerlo con la punta de la lengua.
Inmediatamente después notó su amargo y fuerte sabor recorriéndola la lengua, llegándosela a entumecer ligeramente; aguantó como pudo el tipo, pero llegó a un punto que apenas lo podía soportar, por lo que su padre murmuró.
-Tranquila, escúpela.
Sin pensárselo siquiera la escupió de mala manera, aun notando su amargo sabor y con la lengua algo embotada; su padre la ofreció un poco de agua y Rarity se enjuagó con ella, tratando de sacarse ese horrible sabor de su boca.
-¿Y bien?
-¡Asqueroso! ¡No me lo pidas otra vez, papá!-masculló ella, algo atacada.
-Sí, lo sé, pero te acabas acostumbrando. Aunque aún te queda por probar la mala-la recordó él.
-¡No, papá, lo siento pero no!
-Vamos, no seas así, debes aprender a diferenciar los sabores por ti misma, no es lo mismo si solo te lo cuento yo.
-Pero…
-Rarity, esto es necesario, algún día tú tendrás que relevarme, y para entonces debes estar preparada. Esto tan solo es parte del proceso, nada más.
La chica miró a su padre con cierto resquemor, pero en el fondo sabía que tenía razón; llegará el día en que ella se convertirá en la líder del cártel, y la responsabilidad sería demasiado grande como para no saber cómo manejar el negocio apropiadamente. Por lo que, una vez más, hizo de tripas corazón y continuó, aunque antes esperó un poco a que el anterior sabor se disipara por completo antes de probar la mala.
Una vez que estuvo lista repitió el procedimiento y, nada más probarla, supo distinguirla enseguida; a diferencia del anterior sabor, que tan solo era amargo y fuerte, este era más agrio e intenso, con un particular regusto muy similar a la acidez propia de los eructos con reflujo que en ocasiones suelen suceder cuando se come mucho. Esta vez Rarity no se contuvo y lo escupió de seguido, dejando escapar una arcada.
-¡j*der, papá, qué asco!-masculló ella, sin poder evitarlo.
-Esa boca, señorita…-murmuró Magnum, dándola agua y una chocolatina.
Rarity se enjuagó de nuevo y se comió con avidez la chocolatina para quitarse ese horripilante sabor de su boca; mientras tanto, su padre siguió hablando.
-Supongo que no hace falta que te diga cuál es la diferencia, puesto que la habrás notado enseguida. Cuando se mezcla la cocaína pura con otras sustancias no compatibles el sabor degenera y sus efectos se potencian, y no solo eso, sino que pierde calidad y valor. La cocaína adulterada tan solo produce perdidas, y hay que evitarla a toda costa.
Ante eso la chica tan solo asintió con la cabeza, sin decir nada más.
-Muy bien, con esto ya hemos terminado por hoy, otro día probaremos otra droga. Quería empezar con la cocaína puesto que es lo que más se vende, siendo una de las más importantes fuentes de ingresos que tenemos. Y recuerda, Rarity, jamás tocamos la mercancía. Eso tan solo es trabajo del proveedor, nosotros tan solo la distribuimos. En ese sentido Vice City es un punto clave, y debe seguir siéndolo. Este mercado es demasiado competitivo como para que todo el mundo quiera sacar su tajada, y prefiero que el negocio siga monopolizado antes que mercantilizar un producto que, de por sí, ya es lo suficientemente potente monetariamente hablando. Pero debes tener cuidado con el resto de bandas, hija. Por ahora las tengo donde yo quiero y comiendo de mi mano, pero llegará un punto en el que querrán más de lo que yo mismo les pueda dar, y podrían llegar a hacernos daño. Debes de ser cauta, hija mía. Prométeme que no dejarás que nadie más se apodere de este mercado.
-Te lo prometo, papá…
-… te lo prometo.
Rarity abrió los ojos, al tiempo que un insistente pitido la sacaba del estado de duermevela en el que se encontraba; hacía rato desde que se había desvelado, pero la calidez de las sabanas de su cama la habían hecho quedarse un rato más hasta la hora de levantarse.
Las siete era la hora en la que la jornada laboral comenzaba para todos, incluida ella, ya que el trabajo llamaba desde la hora uno. Justo ayer llegó el último cargamento de coca, y hoy llegaba el de éxtasis, por lo que debía de prepararse. Aunque antes había reunión como cada mes, siendo esta lo más importante de toda esa semana, y era a primera hora, por lo que la razón para levantarse cobraba mayor peso.
Una vez levantada se dirigió a su baño y se estuvo aseando antes de bajar a desayunar al comedor principal; de camino pasó al lado de una habitación cercana a las escaleras, entrando en ella y acercándose a la cama, donde una dormida Sweetie Belle descansaba. Se puso a su lado y la despertó suavemente al tiempo que la decía.
-Sweetie, cariño, es hora de levantarse, hay que ir a clase.
-Jo, cinco minutos más…-masculló la niña, aún dormida.
-Venga, te espero abajo.
Aun a pesar de eso ella sabía que su hermana siempre se acababa levantando, por lo que se fue de la habitación con total seguridad y bajó hasta el comedor, donde el desayuno ya esperaba gracias al servicio.
-Buenos días, señorita Rarity-la saludó una de las sirvientas.
-Buenos días.
La luz de la mañana sobre Starfish Island la ayudó a despejarse un poco más, mientras contemplaba las vistas que la ciudad la ofrecía desde el ventanal del primer piso. Como la isla más centralizada que era, Starfish Island se caracterizaba por ser donde se concentraba las mansiones más fastuosas y señoriales de toda la ciudad, hogar de los más ricos y poderosos del lugar, por lo que era incluso obvio que ella viviese en un lugar así. Aunque un detalle curioso era que la isla no era natural, sino artificial, construyéndose sobre una base de capas y capas de arena dragada del fondo de la bahía.
Starfish Island
Aun a pesar de ser una ciudad pequeña, Vice City tenía la suerte de ser una ciudad costera y muy turística, lo que la proporcionaba muchas visitas, sobre todo en verano. La gran y alargada playa del distrito de Vice Beach se llenaba cada año y el paseo marítimo que recorría los barrios de Ocean Beach y Washington Beach era uno de los lugares más transitados de toda la ciudad, con altas e inclinadas palmeras que tan bien complementaban el tropical paisaje, siendo estas una de las tantas señas de identidad de la ciudad.
Washington Beach
Ocean Beach
Al cabo de unos cuantos minutos Sweetie Belle se presentó en el comedor y estuvo desayunando con ella, en compañía de un par de criadas del servicio que las atendían cada vez que las necesitaban. De alguna forma habían hecho toda una rutina desde que Rarity había heredado el cártel de su padre, manteniéndola ocupada desde entonces, sin apenas tiempo que pasar en compañía de su hermana pequeña, aprovechando al máximo el momento del desayuno, ya que era de los pocos en los que se veían y estaban juntas. A Rarity la dolía no poder pasar más tiempo con ella, Sweetie Belle aun así la excusaba diciendo que lo entendía, pero aun así eso no convencía a la más mayor, la cual sentía que se distanciaba cada vez más de ella.
-Hey, Sweetie, cariño, he pensado que después de que hoy vuelvas de clase podemos ir a pasar la tarde juntas, ya sabes, entre hermanas.
-¿Por la tarde? Pero… ¿no tienes cosas que hacer?-inquirió ella.
-Sí, bueno, normalmente sí, pero he pensado que por una vez podríamos tener una tarde para nosotras dos ¿Qué me dices?
La niña se lo estuvo pensando por un momento hasta que finalmente accedió.
-Está bien ¿por qué no?
-¡Estupendo! Iré yo misma a recogerte ¿vale?
Sweetie tan solo asintió sin decir nada más, lo que dejó un tanto extrañada a su hermana. Una vez que ambas terminaron de desayunar Sweetie se fue a clase, siendo llevada por el mayordomo, mientras que Rarity se preparaba para la reunión, que tendría lugar en el centro de la ciudad, al norte de allí.
-Muy bien, señora, estamos listos para irnos-anunció Hernando en ese momento, entrando en su habitación.
-Ya voy, Hernando, dame unos minutos.
Se había puesto guapa y presentable para la reunión, esa vez había optado por una falda negra ajustada que conjuntaba con una blusa blanca con destellos azulados y varias colgantes de zafiros para dar clase, algo que a Rarity le gustaba particularmente, ya que era una gran fan de la moda y el buen porte.
-¿Qué tal me ves?-inquirió ella, dándose la vuelta.
-Ah, pues tan radiante como siempre, señora-murmuró Hernando, algo turbado.
-Oh, Hernando, siempre has sido todo un adulador…
Hernando era su segundo al mando y uno de sus secuaces más leales y de confianza que tenía; era el que coordinaba el cártel cuando Rarity no podía o estaba ocupada, y también hacia las veces de escolta y guardaespaldas personal, incluso más de una vez la había jurado que daría su vida por ella si era necesario. Debido a esto Rarity le tenía mucho aprecio, cosa que siempre le mostraba cuando tenía la ocasión.
Una vez que Rarity estuvo listo partieron sin más dilación, dirigiéndose al garaje. Siempre que salía, ya fuera por algún recado o reunión, como este era el caso, ella misma conducía su coche particular, un infernus blanco, pero un par de rancheras siempre la acompañaban a modo de escolta, con las armas siempre listas en caso de ataque, y cubriéndola tanto la retaguardia como la delantera.
Infernus
La comitiva salió de la mansión y enfilaron la carretera hacia Vice City Mainland, el distrito donde se encontraba situado el centro de la ciudad; una vez en ella giraron a la derecha por la larga avenida Bayshore y se dirigieron hacia el norte, atravesando los barrios de Little Habana y Little Haití. Rarity rara vez se solía pasar por Vice City Mainland puesto que lo consideraba un distrito particularmente sucio y con muy mal gusto, exceptuando el centro, que era el único lugar al que iba en esa zona, ya que tanto el colegio de Sweetie Belle como algunos locales que frecuentaba estaban allí.
Tanto Little Haití como Little Habana eran barrios más suburbiales, antiguas comunas de los primerísimos residentes que empezaron a ocupar Vice City antes de que esta se fundara como tal; tanto los cubanos como los criollos haitianos se separaron en zonas para convivir mejor, empezando con pequeños núcleos de población con construcciones típicas de cada país. Poco a poco, y durante el crecimiento de la ciudad, ambos barrios comenzaron a expandirse poco a poco, haciéndose más grandes, hasta que finalmente se encontraron mutuamente y se paralizó su desarrollo. Para entonces las relaciones entre ambos guetos seguían siendo tan frías como la primera vez en la que se encontraron, y tan solo bastó una chispa para que se odiaran ad eternum. Debido a esto, durante un largo tiempo fueron conocidos como los barrios más complicados y conflictivos de la ciudad, aunque ahora los conflictos se habían apaciguado y ya no era como antes.
Little Habana
Little Haití
Aunque la reunión de ese mismo día les llevaba hasta el centro de la ciudad, concretamente al edificio más alto de Vice City, donde se iba a dar el encuentro. La propia Rarity había alquilado una planta entera solo para ellos, debido sobre todo a la importancia de esa reunión.
Los bajitos y desgastados edificios tanto de Little Haití como de Little Habana fueron sustituidos enseguida por los altos rascacielos que coronaban las alturas del centro de la ciudad; las calles del barrio bullían de actividad, llegando a ver a una comitiva de moteros no muy lejos de allí.
-Parece que los moteros ya están aquí, señora-comentó ese momento Hernando por el pinganillo que ella misma llevaba puesta para comunicarse con sus escoltas.
-Sí, Troy no debe estar muy lejos. Espero que se haya dignado a ducharse para esta reunión, por lo menos…
-Sabe que no le puede pedir peras al olmo, señora.
-Mira, eso también es verdad.
De todos los demás líderes de bandas, Troy Baker era la persona más burda, guarra y basta que Rarity había tenido la desgracia de conocer; y no era menos teniendo en cuenta que era el líder de los moteros, además del hijo del antiguo líder de la misma banda, Mitch Baker.
Centro de la ciudad
Llegaron enseguida hasta el garaje del edificio, aparcando cerca del ascensor; sus escoltas se reagruparon enseguida con Hernando a la cabeza y se dirigieron al mismo mientras escoltaban a Rarity. Nada más llegar al descansillo vieron las puertas cerrándose y Hernando se lanzó para pararlas; en cuanto se abrieron de nuevo llegaron a ver una cara conocida.
-Ah, hola Troy-saludó Rarity con fingido interés.
-Señorita Belle-murmuró el hombre, con igual emoción.
El líder de los moteros se encontraba acompañado por un par de escoltas de su banda, a diferencia de Rarity, que iba acompañada de ocho personas; sin embargo el ascensor era lo suficientemente grande como para albergar a dieciséis personas, por lo que subieron igualmente hasta la última planta, que era donde se daría la reunión. Por el camino Rarity y Troy intercambiaron unas pocas palabras.
-Justamente cuando venía para acá estaba pensando en ti… vimos a varios de tus chicos.
-Sí, ya sabes que mis chicos son particularmente incisivos en cuanto a protección se refiere. Llegamos a encargarnos de la seguridad de…
-… del concierto de los Love Fist en 1986, sí, Troy, lo sé, lo cuentas cada vez que nos vemos.
-Por eso lo hago, para que no se te olvide.
-Descuida, querido, que no se me olvida…
En todo momento Rarity estaba tratando de no soltar una bocanada de aire por simple educación, pero el pestazo que Troy siempre despedía era insoportable, sobre todo para ella; su desarreglado aspecto le hacía ver aún más guarro si cabía, sus greñas la parecían particularmente sucias, y su grasienta chaqueta de cuero y sus pantalones vaqueros medio rotos tampoco le ayudaban a mejorar una imagen que apenas se podría mejorar de por si, al menos para Rarity. Ocultaba siempre su mirada tras unas gafas de sol que no se quitaba ni siquiera en interiores ni de noche, y llevaba una bandolera roja y blanca atada en la cabeza.
Finalmente, y tras una subida que a Rarity la pareció eterna, el ascensor se abrió y Rarity fue la primera en salir, respirando aire fresco. En ese momento una fuerte voz retumbó por todo el pasillo.
-¡Por fin, j*der, ya era hora! ¡Troy, mamonazo, el de las grandes pelotas!
-¡Diego! ¿Qué pasa, como están esas pelotas?
-¡Tan grandes o más como la tuyas, mira!
Ambos se rieron con ganas, al tiempo que Rarity trataba de ocultar una vergüenza ajena que no la cabía ni en la cara; y es que si había un persona aún más basta y guarra que Troy Baker, ese alguien era Diego Robina, el líder de los cubanos. O el de las grandes pelotas, como era conocido por los suyos. Un tío machista, salido y particularmente ruidoso que traía a Rarity de cabeza, más que Troy incluso. Y el caso es que le venía de familia, puesto que era el hijo del antiguo líder los cubanos, Umberto Robina, también llamado el de las grandes pelotas. Diego había salido a su padre en muchos aspectos, entre ellos el de su basteza y su continuo uso de la palabra huevos o pelotas, según se diera el caso. De complexión corpulenta como su padre, aunque algo más lanzado y predispuesto, ya que el viejo Umberto destacaba por no ser particularmente valiente, Diego era un hombre de tez morena, pelo moreno grasiento y un gran bigote en forma de candado, muy similar al de su padre.
Ambos hombres siguieron charlando de sus cosas, siendo la mayoría de las veces basteces varias, todas ellas con muchas pelotas.
-¡Y cuéntame! ¿Has demostrado tener pelotas últimamente?-inquirió Diego.
-Más que tú seguro, el negocio de protección marcha como siempre, al menos los clientes son regulares, esos sí que demuestran tener pelotas al seguir contratándonos-explicó Troy, divertido.
-¡Ah, claro, y a eso le llamas pelotas! ¡m*r***n, mis chicos tienen muchas más pelotas que todos los tuyos juntos, el negocio de las armas marcha bien y estable, la protección dejó de ser lo que era, traficar con armas sí que es sinónimo de tener pelotas!
Antes de que siguieran Rarity les cortó, particularmente molesta y asqueada a partes iguales.
-Señores, cuando puedan ya tendrán tiempo de hablar de sus cosas de hombres, mientras tanto vayamos a hacer lo que hemos venido a hacer.
-¡La señorita Belle tiene razón, eso sí que es cortar a dos hombres! ¡Si no fuera porque es una mujer tendría un par de buenas pelotas!-exclamó Diego, divertido.
Rarity contuvo como pudo una mueca asqueada mientras se dirigían a una sala de juntas cercana, donde fueron tomando asiento; Rarity presidió la mesa, al tiempo que Troy y Diego se sentaban a su siniestra, un par de sillas alejados de ella. Afuera los escoltas tanto moteros, como cubanos y los de Rarity guardaban la sala.
-Bueno ¿pues empezamos ya o qué pasa?-quiso saber Diego, algo impacientado.
-Aún no, faltan los haitianos-recordó Rarity.
Nada más oír esa palabra, la cara de Diego se arrugó, comentando de seguido.
-Ojalá no tuviera que ver nunca más la vieja cara arrugada de esa maldita señora…
-¿Todavía sigues con eso? déjalo ya, Diego, sabes que la guerra entre vosotros terminó hace tiempo…-le recordó Troy, con gesto cansado.
-¡Jamás! ¡Un cubano nunca olvida, Troy, no después de la cantidad de buenos muchachos que esos sucios criollos mataron! ¡Ni siquiera se disculparon, sin honor, ni pelotas ni nada!
Antes de que Rarity fuera a poner orden, se oyó al ascensor abrirse en esos momentos y unos cuantos haitianos salieron de él; nada más verlos Diego se tuvo que morder la lengua y se quedó callado, sin ni siquiera mirarles. Tardó un poco, pero del ascensor salió entonces una señora muy anciana, de figura achatada y encorvada, con un traje amarillo puesto y acompañado por un par de haitianos que la ayudaban a caminar. Esa anciana era ni más ni menos que la tía Poulet, la líder de los haitianos desde que habitaron Little Haití, allá por 1986. Desde entonces había mantenido su liderazgo sin flaquear ni un solo momento, y aun con sus ciento catorce años seguía viva, aunque muy malamente. Los rumores decían que incluso llegó en su momento a vender su alma al diablo con tal de que la mantuviera viva, para así liderar a los suyos por siempre; aunque no dejaban ser rumores, muchos otros también sostenían otras teorías algo más decentes, asociando a Poulet con el chamanismo y la brujería, de ahí a que conservara su longeva vida.
Los dos haitianos que la acompañaban la llevaron hasta la sala de juntas y la ayudaron a sentarse; uno de ellos se quedó a su lado para hacer de intérprete, ya que entre ellos solo hablaban en criollo, mientras que el otro se retiraba para hacer guardia junto con los demás. En todo momento, y desde que entraron, Diego no les dirigió la mirada, mirando todo el rato a la mesa, el techo o la pared.
Una vez todos listos, Rarity decidió empezar la reunión y tomó la palabra, hablando primero.
-Muy bien, pues damos por comenzada la reunión mensual de los miembros del Mecenazgo.
En su momento Rarity le prometió a su padre que no dejaría que nadie se apoderaría del comercio de las drogas, del cual Magnum fue en su día el dueño absoluto; cuando ella le sucedió en el cargo el resto de bandas trató por todos los medios de apoderarse de este, pero Rarity demostró una perspicacia incluso mayor que la de su padre cuando les ofreció la creación de una asociación.
Inspirándose en la Comisión de Liberty City, la unión de las cinco mayores familias italianas criminales de ese lado de la costa este, Rarity creó el Mecenazgo, la unión entre las cuatro actuales bandas de Vice City: la de los cubanos, la de los haitianos, la de los moteros y la del cártel Belle, siendo este el que mantiene unidos al resto. Para evitar matarse entre ellos en guerras entre bandas que solo causarían desidia y rencores, Rarity decidió mantener la paz entre las cuatro bandas mediante una serie de tributos que cada una iría haciendo entre todas, repartiéndose de cierta forma el mercado. Los moteros se dedicaron a la protección y extorsión, básicamente lo que habían estado haciendo desde siempre, los cubanos cambiaron su modus operandi y se dedicaron al tráfico de armas, mientras que los haitianos se dedicaron al tráfico de bienes robados y el acaparamiento, un negocio que hacía tiempo que no se practicaba en una ciudad como Vice City, al menos desde 1984. El cártel Belle, como cártel que era, seguiría siendo el dueño y señor del comercio de drogas, pero con una serie de gravámenes en favor del Mecenazgo, para que todos tuvieran una parte de los beneficios que cada banda generaba, saliendo todos beneficiados en cuanto a dinero se refería.
Al principio el resto de bandas no estaban muy seguras de si el Mecenazgo funcionaria, pero en cuanto pusieron el marcha lo acordado, y al ver que realmente funcionaba, sellaron del todo el pacto entre las cuatro y así quedó constituida la mayor red criminal organizada al sur de la costa este.
La reunión trató simplemente de echar cuentas entre todos, ya que no podían contratar a un contable a riesgo de que les delatara o algo peor, por lo que en ese sentido todos aportaban algo. Además también servía como garantía de que el Mecenazgo realmente funcionaba, lo que les animaba a seguir como hasta ahora, cada uno con su parte y todos felices y contentos. O casi contentos.
En cuanto la reunión acabó y los haitianos se fueron, Diego se explayó a gusto.
-¡Agh, pinches haitianos de mierda, mal rayo les parta! ¡Porque estamos en el Mecenazgo, señorita Belle, pero si no fuera por eso por mis santas pelotas que aquí habría sangre!
-Bueno, Diego, te recuerdo que es por eso por lo que existe el Mecenazgo, te recomiendo que no lo olvides-murmuró ella duramente, algo harta de su chabacanería mientras recogía sus papeles.
-Ah, venga, Diego, no lo pienses más, te invito a tomar algo en el Greasy Chopper, que no se diga-trató de animarle Troy.
-Sí, precisamente, lo que necesito es un buen trago…
Los tres salieron de la sala hacia el ascensor, para volver por donde habían venido; de vuelta hacia el garaje Diego comentó.
-¿No quiere acompañarnos, señorita Belle?
-No, gracias Diego, pero tengo asuntos que atender.
Ambos la comprendieron y se despidieron de ella en el garaje, cada uno marchándose por su lado y sin volverse a ver en cuanto salieron a la calle.
Por su parte Rarity estuvo trabajando durante el resto de la mañana y parte de la tarde, recibiendo el nuevo cargamento de éxtasis y encargándose del papeleo. Cerca de las cinco de la tarde se preparó para ir a recoger a su hermana y delegó sus funciones en Hernando durante el resto del día.
-Muy bien, Hernando, estás al mando hasta que se acabe la jornada, quiero pasar la tarde con mi hermana.
-¿Qué? ¿Así sin más? ¿Y quién la escoltará?
-No necesitaré escolta hoy, Hernando.
-¿¡Qué?! De eso nada, señora, deje al menos que dos muchachos la acompañen…
-Hernando, agradezco tu lealtad, de veras que lo hago, pero por esta vez voy a pedirte que no pienses en mí aunque solo sea por unas horas.
Ante esas palabras Hernando tan solo pudo acatar lo que su señora le mandaba, pero aun así se apresuró a añadir.
-Tomaré el mando en su ausencia, señora.
-Gracias Hernando.
Una vez que estuvo todo atado y bien atado Rarity cogió el coche y se dirigió al colegio a recoger a su hermana, situado en el límite entre el centro de la ciudad y Little Haití.
Nada más llegar al parking su infernus destacó ampliamente entre otros coches más modestos y utilitarios, propios de gente asalariada con una clase de vida media baja. Aun a pesar de ser la señora de la droga a ese lado de la costa este, además de ser una de las personas más ricas, influyentes y poderosas de la ciudad, Rarity era consciente de su puesto en la sociedad. Otras personas no podían decir lo mismo y se conformaban con lo que fuera, mientras que los pobres seguían siendo pobres. Sabía que no podía cambiar eso, tenía una responsabilidad que mantener, pero aun así intentaba dar aunque solo fuera un poquito a los que menos tenían. Y, en ese sentido, y aun pesar de todo, Rarity era una persona generosa.
-¡Rarity!-exclamó en ese momento una vocecilla familiar.
-¡Sweetie Belle, cariño!
Ambas hermanas se dieron un efusivo abrazo, ya que no siempre se daba esa situación. Si había algo que Rarity quisiera más por encima de todo, incluso del negocio, esa era su hermana pequeña.
-¿Qué vamos a hacer esta tarde?-inquirió ella, mientras se dirigían al parking dadas de la mano.
-Bueno, he pensado que podríamos ir de compras al centro comercial ¿te apetece?
-¡Vale!
Las dos se montaron en el coche y Rarity se puso en camino hacia allí; desde donde estaban se dirigió a la calle que cortaba en perpendicular el centro, en dirección hacia el puente que conecta el centro con el barrio de Vice Point, en Vice Beach, pasando entre medias por Prawn Island, un viejo y destartalado barrio situado en una pequeña isla que vio mejores días, aunque era el sitio donde los estudios de InterGlobal Films se situaban.
Prawn Island
El North Point Mall era el centro comercial más grande de la ciudad después del que había en Ocean Beach, siendo el favorito de Rarity, ya que aglutinaba la mayoría de los negocios y servicios que más la gustaban. Tenía de todo, joyería, tienda de ropa, restaurantes, cadenas varias, salas de exposiciones, y hasta un gimnasio y un SPA. Era muy transitado por toda la gente de élite de Vice Beach, y debido a esto muchos vagabundos se apiñaban en sus puertas confiando en que alguna vez caería algo.
North Point Mall
Después de aparcar afuera, ya que no le gustaba mucho el párking que tenían allí, entraron por la entrada este, viendo entonces a un hombre de aspecto demacrado sentado junto a la entrada y pidiendo limosna. Sweetie Belle le miró con gesto apenado, cosa que vio Rarity, la cual cogió su cartera del bolso, sacando cinco dólares y dándoselos a su hermana.
-Ten, dáselos.
La niña corrió hasta su lado y se los tendió, el hombre los cogió con cuidado, como si fueran la cosa más delicada del mundo, y musitó.
-Muchas gracias, pequeña.
Sweetie tan solo le sonrió, volviendo al lado de su hermana y entrando en el centro comercial.
La tarde se pasó entre tiendas y caprichos varios, Rarity se compró un par de nuevos vestidos para lucir en fiestas, Sweetie optó por una muñeca nueva en la juguetería, comieron un helado juntas en la heladería y hasta montaron juntas en un carrusel que habían instalado en el centro del complejo recientemente. Dado que no siempre era posible unas tardes así, las dos aprovecharon al máximo ese momento juntas, sin nada que las molestara y sin responsabilidades que las ataran. Para Rarity esos eran quizás los momentos que más atesoraba, y todo lo demás, incluyendo el negocio, quedaba en segundo plano.
Una vez que dieron las ocho regresaron a casa, ya que Sweetie Belle tenía un estricto horario de sueño que no era bueno romper. Cenaron juntas y finalmente Rarity la acostó.
-¿Quieres que te lea un cuento antes de dormir?-inquirió Rarity, sentándose a su lado.
-Oh, venga ya, Rarity, que tengo nueve años, ya no soy una niña pequeña…-murmuró la niña, algo contrariada.
-Bueno, pero sigues siendo una niña pequeña… mi niña pequeña.
-Ah, para ya…
Ante eso Rarity tan solo se rió tontamente, al tiempo que arropaba a su hermana.
-No hace falta que te hagas la dura conmigo…
-No me hago la dura, es solo que… me gustaría ser un poco más como tú-reveló entonces ella, algo colorada.
-¿Más como yo? ¿En qué sentido?
-Bueno, tú eres una mujer de éxito, con clase e influyente, siempre mantienes la calma y no te achantas por nada. En el colegio siempre se meten conmigo diciéndome que soy la niñita de papá sólo porque soy tu hermana.
-¿Qué? ¡Eso es ridículo, mi posición no tiene nada que ver contigo, habrase visto! ¡Mañana mismo iré a hablar con el director!-exclamó Rarity, indignada.
-¡No, mejor no! si lo haces pensará todo el mundo que lo haces porque puedes, y se seguirán metiendo conmigo. Por eso digo que quiero ser más como tú, para que me respeten…
-Sweetie, cielo, de verdad, no pienses más en eso, esto no tiene nada que ver contigo. Te espera un gran futuro como cantante ¿recuerdas? Lo que verdaderamente importa es cómo te veas tú, no cómo te vean los demás.
Ante eso su hermana no dijo nada más, tan solo asintió con la cabeza, con gesto adormilado.
-Y ahora descansa, cariño, mañana será otro día.
Rarity la dio un beso de buenas noches en la frente y salió de su habitación, apagando la luz. Una vez fuera, dejó escapar un quejumbroso suspiro. A veces odiaba esa vida, a expensas de un negocio ilícito que les mantenía su estatus, y sin poder dejarlo debido al gran peso y la enorme responsabilidad que conllevaba. Sabía que no podía dejar el negocio en manos de cualquiera que quisiera lucrarse a cuenta propia. Había creado un sistema de negocio que mantenía a la ciudad en paz en una suerte de sistema equitativo que conservaba en equilibrio la delicada situación económica que por esos momentos pasaba tanto Estados Unidos como el mundo entero. Y el saberlo no hacía más que frustrarla la mayoría de las veces.
Sin ni siquiera pensarlo se vistió con uno de sus vestidos nuevos que se compró y se dirigió al salón, donde Hernando y algunos de sus muchachos se encontraban viendo la televisión.
-Hernando, me voy a tomar algo al Malibú.
-¿Quiere que la acompañe, señora?
-No, tranquilo, estaré bien.
En esos momentos necesitaba estar sola para pensar en sus propias cosas, por lo que cogió el coche y se dirigió al club Malibú, situado en el barrio de Vice Point. De noche la ciudad se iluminaba con luces de neón y el ritmo de la música electrónica sacudía la mayoría de los locales, moviendo tanto la ciudad como el negocio. De igual forma, Rarity encendió la radio para relajarse un poco y olvidarse de todo mientras conducía hacia Vice Point.
En el panorama radiofónico las cosas no habían cambiado mucho, las radios clásicas como Flash FM y radio Espantoso seguían en antena, mientras que muchas otras habían cerrado, cambiándose por otras nuevas, e incluso con algún que otro regreso triunfal, como Paradise FM, su emisora favorita. En los 80 esta emisora pasaba música dance y disco de aquella época, aunque ahora era una de las pocas que transmitía música de los 80, en una especie de retro regreso a sus propias raíces pero desde un punto de vista totalmente distinto. Otras emisoras como la VCPR, la radio de charlas local, seguían en antena gracias al apoyo de los radioyentes. En ese momento se encontraba sonando el clásico Lost in music y Rarity se dejó llevar, mientras que las resplandecientes luces de la ciudad brillaban en la distancia.
En cuanto al club Malibú era un famoso club nocturno que fue fundado en 1980 y había estado abierto desde entonces hasta ahora, labrándose un nombre y convirtiéndose en uno de los más glamurosos y exclusivos clubes de toda la ciudad. Tenía muy bien ambiente, sobre todo por las noches, y a Rarity le gustaba pasarse a tomar una copa mientras pensaba en sus cosas.
Club Malibú
En cuanto llegó aparcó el coche en el parking trasero para clientes que tenía y entró por la puerta principal al otro lado del parking; como bien se esperaba se encontraba bastante lleno, aunque se podía andar, al menos por las mesas anteriores a la pista de baile. Rarity se abrió paso hacia la barra y se pidió un Martini, al tiempo que se apartaba a una mesa solitaria en una esquina cerca de allí.
Desde donde estaba, la gente que bailaba en la pista parecía separarse de ella, como si estuvieran en otro mundo, muy lejos del suyo propio; era en esos momentos, al amparo de las luces de colores y la música de fondo, cuando Rarity se encontraba a sí misma, disfrutando del sabor del Martini y pensando, sobre todo pensando. Pensaba en ella, pensaba en su hermana, pensaba en todo lo que había logrado hasta el momento. Pero aun así nada parecía mejorar, y eso la molestaba mucho más de lo que ella misma podía llegar a admitir.
En ese momento sintió una presencia justo delante de ella, levantó la mirada y vio a un hombre joven mirándola atentamente, vestido con una camiseta de palmeras, chaqueta de cuero negra y vaqueros arrugados, de pelo castaño y ojos claros.
-¿Puedo acompañarla esta noche, señorita?
Ante eso Rarity soltó un respingo, al tiempo que decía.
-Sí, bueno ¿Por qué no?
El hombre se sentó a su lado, mientras comentaba.
-No entiendo como una mujer tan bella como usted pueda estar tan sola en una noche como esta…
-Bueno, la noche es para todos, excepto para unos pocos… yo soy uno de esos pocos-reveló ella, dando un sorbo a su Martini.
-¿Y eso por qué?
-Aunque no lo parezca soy una mujer ocupada, y si vengo aquí es para relajarme y pensar en otras cosas.
-Bueno, eso la hace parecer aún más interesante, todo sea dicho.
Ante ese cumplido Rarity tan solo esbozó una tonta sonrisa antes de contestar.
-Ya, claro, y ahora me dirás que si estudio o trabajo. Déjelo ya, señor agente, no hace falta que siga fingiendo.
Ante eso el hombre tan solo la miró con cara de circunstancia, esbozando una media sonrisa y contestando justo después.
-Sí, tan perspicaz como me contaron. Agente McTony, de la DOA, es un placer conocerla señorita Belle.
La DOA (Drug Observation Agency) era una organización gubernamental que se encargaba de vigilar todos los flujos de droga en Estados Unidos; por un lado a Rarity no la extrañó que la estuvieran vigilando, pero tampoco se preocupó demasiado por unas muy buenas razones. Por lo que decidió entretenerse un poco.
-Ajá ¿y a que ha venido exactamente si se puede saber? ¿A detenerme?
-Bueno, si bien eso es algo que a mis superiores le encantaría que hiciera me temo que no vengo por eso… para su buena suerte.
-Mi buena suerte no se basa solo en eso, agente, téngalo por seguro.
-No lo dudo, eso desde luego, después de todo si quisiera detenerla no lo haría aquí, y menos aún sin pruebas concluyentes.
-Oh, vamos, no me pele la pava, no hace falta, los dos sabemos por qué no me pueden detener. Y en tal caso sigo sin saber bien que ha venido a hacer aquí.
-A hablar con usted, eso es todo.
-¿Y para qué? Ya sabrán todo lo que necesitan saber, sus espías habrán hecho su trabajo.
-Bueno, es posible, pero yo prefiero seguir mis propias fuentes. Rarity Belle, líder del cártel Belle y del Mecenazgo, señora de la droga de Vice City y quizás la persona más rica, poderosa e influyente de Florida.
-Hala, exagerado…-murmuró Rarity, sin darle mayor importancia.
-Exagerado son los kilos y kilos de droga que pasan por aquí bajo su supervisión y visto bueno, señorita Belle. Aunque debo admitir que tiene usted mucha clase, tanto en sí como en su negocio se refiere.
-Y sigue pelándome la pava, no le va a funcionar, eso desde luego. Pero cuénteme más, por favor, demuéstreme que sabe hacer su trabajo.
-Por supuesto que sí, señorita. Todos los cargamentos de cocaína, éxtasis, marihuana, ácido, metanfetaminas y demás narcóticos son enviados desde diversos países de Latinoamérica hasta aquí, donde son controlados por usted y los va colocando tanto en la ciudad como en otros estados del país, siendo Vice City el punto clave sobre el que pivota la red que suministra de droga casi a medio país.
-Sigue exagerando, la mitad de la mercancía colocada se suele perder en el proceso por mediación de otras bandas y agentes externos, pero los beneficios me los sigo llevando yo.
-En cuanto a organización interna tiene una serie de colaboradores que la ayudan en su tarea, siendo comandados por Hernando Vargas, su segundo al mando y hombre de mayor confianza.
-Vaya, realmente ha hecho usted sus deberes, me impresiona, aunque solo hasta cierto punto.
-Lo que a mí me impresiona es que se lo tome todo con tanta parsimonia. Estamos hablando de una autentica red organizada de trafico ilícito de estupefacientes, lo suficientemente grande como para abastecer incluso a toda la costa este y oeste. ¿Le parece eso normal?
-No lo sé, si tiene dudas le puede preguntar a mi padre, le podría decir básicamente lo mismo.
-Magnum Belle, el fundador del cártel Belle, ahora retirado en las Bahamas junto a su esposa Pearl. Y supongo que bien orgulloso.
-Supone usted bien, la última vez que hablé con él me felicitó por el éxito del Mecenazgo.
-Ah, que esa es otra, el Mecenazgo, una suerte de comisión sureña a la Liberty City en la que las bandas locales se encuentran unidas en una especie de colaboración, monopolizando el mercado negro de toda la costa este. Y aun así, seguimos sin poder detenerla, supongo que usted sabrá bien por qué.
-Pues claro que sí, querido, de hecho no hará ni falta volverlo a remarcar, teniendo en cuenta que se trata de alguien tan dedicado y profesional como usted.
-Me halaga, señorita Belle…
-Oh, no sea tan formal, después de todo estamos en confianza ¿no cree? Menos de cinco minutos y ya nos conocemos bien, llámame Rarity, querido.
Ante eso el agente McTony tan solo sonrió divertido, aunque Rarity apenas le prestó atención.
-Es usted una mujer de lo más peculiar, Rarity… es la mayor traficante de drogas a este lado de la costa este y aun así está dispuesta a dar a los demás, aunque solo sea un poco.
Ese comentario la hizo reaccionar por primera vez, dando un rápido sorbo a su Martini y mirando de hito en hito al agente antes de contestar.
-¿Por qué me dice eso?
-Oh, vamos, sabe bien por qué se lo digo.
Por primera vez desde que empezaron a hablar, Rarity sintió un incipiente enfado creciendo en ella a cada segundo que pasaba.
-Me ha estado siguiendo…
-Sí, desde esta misma mañana, y como ya la he dicho me choca su generosa actitud aun y con todo. Y no sólo por el hecho de darle limosna a un pobre, sino por la naturaleza de sus asociaciones. Que estuviera dispuesta a compartir el dinero ganado entre todas las demás bandas para mantener el statu quo de la economía de la ciudad, y así evitar una muy posible guerra de bandas por el control del tráfico de drogas, me parece demasiado generoso para alguien de su clase. Y sin embargo, aquí estamos, hablando de todo un poco, de usted, de mí, de los demás… Pero aun así eso no quita o pone bonito lo que realmente es. Las drogas son ilegales, Rarity. Producen adicción, crean enfermedades, enfermos, provocan enfrentamientos, muerte, desidia, rencor ¿y todo para qué? ¿Para que usted viva bien, por muy generosa que aun así sea? ¿Realmente eso es lo que le quiere enseñar a su hermana pequeña?
Esa frase fue entonces desencadenante; la cara de Rarity cambió por completo, mirando con furia al agente, el cual no se esperaba para nada semejante reacción por su parte. Le cogió entonces de la chaqueta de cuero, lo acercó hasta ella y le habló con contundencia.
-Suficiente, mi hermana pequeña no es de su incumbencia y usted no es nadie para decirme lo que tengo o no tengo que hacer. Ella no tiene absolutamente nada que ver con esto, está totalmente fuera del negocio, y no permitiré que la use de esa forma contra mí. No me busque las cosquillas, señor agente, le prevengo. Y me da igual si la DOA me vigila, por mí que me vigile el papa si quiere, que me seguirá dando igual. Puedo ser muy generosa, sí, pero como me toquen mucho las narices también puedo ser mala, muy mala. Y le juro por lo más sagrado que no querrá verme en ese plan.
Ambos se sostuvieron la mirad fijamente durante unos breves instantes que parecieron horas, al menos para McTony, el cual se sentía extraña y confusamente excitado. Finalmente Rarity le soltó, dejó la copa vacía en la mesa y se fue pisando fuerte, dejando a McTony allí. Una vez solo se dio el lujo de musitar.
-j*der, que pedazo de mujer…
Afuera un infernus blanco rugió en dirección hacia el sur, alejándose del club Malibú. Mientras tanto Vice City trasnochaba, con una media luna por corona.
Te voy a escribir toda enterita... cachito a cachito... con todo lujo de detalles...