"Sí.. sí, sí. Osea, de eso quería hablar, buena Dolce." Le comenta algo tímido.
Las palabras escapaban de su garganta como una explosión y gotas de sudor frío le recorren las crines. Pero a medida que habla, se acelera más y más. Sin duda, producto del minúsculo trauma ahí acontecido.
"Yo, osea, nosotros. Fuimos a su árbol, sí. Pero había demasiados animales custodiándolo. Si no fuera porque es imposible, diría que es realmente un rey de la selva, con todo su propio ejército de aves en su fortificado castillo arbóreo. Y depredadores junto con presas colaboraron para truncar nuestra empresa. Es casi imposible para nosotros solos siquiera acercarnos."
Y en voz mucho más baja, sabiendo que se metería en problemas:
"Necesitamos de tu ayuda. Y quizá de alguien más." Traga saliva. "Mañana, si fuera posible. Quiero tener este asunto terminado cuanto antes."