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Algo menos de:

Y una pizquita de:

Y, sin más preámbulos, aquí tenéis la continuación del capítulo 1x09:
Spoiler:
[center]MY LITTLE PONY[/center]
[center]PARALLEL STORIES[/center]
[center]Chapter 1x09[/center]
[center]Ponyville[/center]
[center]2ª Parte[/center]
Derpy dejó al vuelo el paquete que portaba sobre el mostrador de la Oficina de Correos. Al salir, se cruzó con Wise, que acababa de llegar. A pesar de la prisa que tenía, la grisácea pegaso se paró un momento para hablar con el poni que había sido tan amable con ella.
—Muchas gracias por todo —dijo—. Chin ti el paquete que llevaba antes che habría caído y lo habría tenido que devolver. Y che habrían enfadado conmigo, porque era un paquete importante.
—No te preocupes —respondió el semental—, siempre es un placer ayudar a la prima de Flashing.
—¿¡Conoces a mi prima!? —Derpy se sorprendió. Si ese poni sabía de Flashing, quizás no fuese un extraño tan… extraño—. ¡Dale recuerdos de mi parte y dile que me vichite cuando venga a Ponyville!... ¡Y gracias por todo!… —entonces paró de hablar y se quedó estática en el aire, moviendo ligeramente las alas, mientras pensaba qué decir a continuación—. ¡Me voy! ¡Adiós! —fue lo único que logró comentar. Entonces se dio media vuelta y salió volando a gran velocidad, perdiéndose al girar a la derecha al fondo de la calle.
Wise sonrió: Derpy, la prima de Flashing, nunca cambiaría... y nunca debería hacerlo. Pero era hora de retomar sus asuntos. “Número Dos” estaría cerca, y ahora él volvía a ser el objetivo de su estúpido juego. Pero primero entró a la Oficina de Correos a entregar los paquetes que portaba.
Al salir, se puso totalmente en alerta. Detrás de una esquina, bajo una gran maceta o por encima de cualquier tejado podía estar acechando “Número Dos”. Debía decidir una táctica para atraerle al descubierto, a un terreno neutral. Entonces lo podría atrapar. Pero primero tenía que impedir que huyese volando, pues esa era la gran ventaja que tenía el pegaso sobre él.
Observó a su alrededor, en busca de elementos que pudiesen equilibrar las fuerzas. Al lado de una casa, encontró un barril lleno de algo que parecía engrudo… si pudiese echárselo por encima a “Número Dos”, las plumas de sus alas quedarían empapadas y momentáneamente pegadas entre sí. Perfecto. Un poco más allá, sobre la puerta de una tienda, había un pequeño toldo. Si llevaba la lucha allí, bajo esa lona, el pegaso tendría una vía menos de escape. Perfecto. Y, frente a la tienda, estaba una casa que parecía abandonada, medio derrumbada. Si entraban los dos en esa casa, Wise haría valer su mayor fuerza física para derrotar definitivamente a su rival. Perfecto.
El problema era hacer que ese ladrón fuese cayendo en esa sucesión de trampas. A pesar de que este era menos inteligente que él, sería muy difícil atraparlo. Aún así, decidió intentarlo, pues no tenía nada que perder. Para atraerlo, decidió usar una táctica que de seguro funcionaría… pues siempre funcionaba con “Número Dos”: atacaría su orgullo de pegaso.
El semental se puso en mitad de la calle y, cogiendo aire, empezó a gritar:
—¡¡No puedo creerlo!! ¡¡Al fin he conocido a una pegaso inteligente…, no como otros!! —expresó, mientras giraba poco a poco sobre sí mismo para no ser atacado por la espalda.
Los ponis empezaron a mirarle, extrañados.
—¡¡Sí, porque hay pegasos inteligentes, pegasos un poco tontos, pegasos estúpidos y luego… hay otros!! —Wise esperaba que “Número Dos” se presentase pronto, no le gustaba hacer ese jueguecito con tanta gente.
Una cabeza se elevó sobre una nube cercana. Una pegaso celeste con la crin de los colores del arcoiris se desperezó y miró hacia abajo. Alguien le había despertado bruscamente de su siesta y además, a gritos, menospreciaba a los pegasos. Estiró sus alas y se dispuso a bajar para darle su merecido a ese semental maleducado y mentiroso.
—¡¡Y hay pegasos agradables de ver, pegasos un poco feuchos y luego… pegasos tan horribles que tienen que estar ocultos bajo una túnica!! —Wise empezaba a ponerse nervioso, pues la cantidad de ponis que se estaban reuniendo a su alrededor, claramente en desacuerdo con sus palabras, era cada vez mayor. Y al problema de la hostilidad de los que le rodeaban se sumaba la dificultad de que cada vez resultaba más difícil adivinar los posibles puntos donde podría aparecer “Número Dos”.
—¡Eh, tú! —sobre la nube, la celeste pegaso miraba furiosa, con sus ojos color fucsia, a Wise—. ¿Cómo te atreves a insultar a los pegasos? —exclamó y bajó en picado hacia donde estaba el poni de tierra, dispuesto a encararse personalmente con él.
Wise elevó la vista y no le gustó nada lo que vio. Ahora también estaba rodeado por arriba, pues reconocía a esa yegua: la famosa Rainbow Dash, una de las pegasos más rápidas de toda Equestria.
Cuando la celeste poni aterrizó, se puso delante de él, con sus patas anteriores levantadas, en actitud de pelea.
—Aquí no nos gustan los ataques gratuitos… —espetó la colorida pegaso—, a no ser que los haga yo—dejó escapar una traviesa sonrisa—. Exijo una disculpa de inmediato.
Pero “Número Dos” seguía sin aparecer. Wise comprendió que tendría que echar todo el resto en la siguiente acción, algo que nunca desearía hacer, pues no solo implicaría no disculparse, sino terminar de traicionarse a sí mismo, diciendo algo que le repudiaba pensar, incluso aún más que insultar a los pegasos… pero sabía que solo algo realmente excesivo haría salir al ladrón de su escondite.
—¡¡Ah!! ¡¡Veo que algunos pegasos se escudan detrás de las colas de las inútiles yeguas-pegaso!! —Wise gritó lo más fuerte que pudo, a la vez que, silenciosamente, se maldecía a sí mismo. Si esa frase hubiese sido dicho por algún otro semental, Wise habría sido el primero en reprender y despreciar al retrógrado… Por eso sabía que “Número Dos” tampoco se podría resistir a saltar también… Al fin y al cabo, ese pegaso y él eran como dos gotas de agua.
Absolutamente todos los ponis que le rodeaban empezaron a abuchearle y a tirarle cosas. ¿De dónde había salido ese poni de las cavernas?
—¡Eso sí que no te lo consiento! —Rainbow Dash estaba realmente irritada—. ¡No solo eres un asqueroso racista, sino que además eres un vomitivo machista! ¡No voy a dejarte ni un diente sano en esa gran bocaza que tienes!
La celeste pegaso se acercó poco a poco a Wise, dispuesta a cumplir su amenaza, a la vez que el círculo de amenazantes mirones se iba estrechando en torno a ellos dos. Wise estaba en un gran lío, y “Número Dos” no aparecía por ningún lado. El semental empezó a buscar desesperadamente un hueco entre los que le rodeaba para poder escapar… pues Rainbow Dash estaba cada vez más cerca, levantando su casco para asestar el primer golpe.
Pero detrás de ella apareció, ataviada con una enteriza túnica gris piedra, una figura. Este saltó por encima de la pegaso y cargó directamente hacia Wise, que se apartó de sus cascos en el último momento. Cuando este giró para encararse al agresor, el pegaso levantó sus cascos del suelo, que estaba agrietado. El poni de tierra puso un gesto mohíno: “Número Dos” no se andaba con chiquitas… había empleado toda su fuerza al descargar el golpe. Si él no se hubiese apartado a tiempo, esa gran potencia habría impactado directamente en su cara.
Pero ahora le tocaba a él responder. Se giró en redondo y empezó a correr, apartando de un empujón a Rainbow Dash, que estaba aún más enfadada que antes. De un salto evitó la fila de curiosos ponis que rodeaban la escena y galopó directamente hacia el barril lleno de engrudo, mientras escuchaba el aleteo de “Número Dos” directamente detrás de él. Solo esperaba ser lo suficientemente rápido como para llegar primero.
Cuando alcanzó su objetivo, cogió el barril con ambos cascos y, girándose, vertió su contenido con fuerza. Aquello cogió por sorpresa a su perseguidor, que reculó, aunque no pudo evitar que el engrudo le empapara completamente. Sus alas quedaron inutilizadas debido a la pegajosidad del líquido, por lo que el pegaso cayó pesadamente al suelo.
Wise aprovechó su giro para, soltando el barril, darle la espalda a “Número Dos”. Entonces paró en seco y, apuntalando sus patas delanteras, levantó las traseras para propinar una doble coz. Este golpeó de lleno en su perseguidor, elevándole del suelo en dirección a la tienda que tenía el toldo bajado.
“Número Dos” intentó reponerse, pero cuando alzó la vista lo único que vio fue el casco de Wise dirigiéndose directamente a su cabeza. El pegaso levantó su pata, evitando así, en el último momento, el golpe, al interponer entre los dos su extremidad. Wise retiró inmediatamente el casco, que palpitaba de dolor, y miró directamente la pata aún levantada del pegaso. Entonces entrecerró instintivamente sus ojos: debajo de la túnica, el pegaso estaba ataviado con una armadura completa.
Wise saltó hacia atrás, dolorido y extrañado… ¿Por qué “Número Dos” tenía puesta esa armadura de guerra en tiempos de paz? ¿Acaso la época de paz en Equestria había terminado?
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Tanto Shiny como Knowledge se dirigieron hacia Sugarcube Corner. No tenían tiempo que perder, pues aún tenían bastantes cosas que hacer y solo disponían de medio día, por lo que fueron al trote. Un poco antes de llegar a su destino divisaron un grupo de ponis que estaban jaleando o abucheando a algo dentro del círculo que conformaban.
Shiny se paró, mirando hacia la muchedumbre. Sentía curiosidad por el asunto. No era normal en Northwest Mines Town las reuniones de ese tipo, y supuso que en Ponyville tampoco lo eran. Pero también tenía que ir a Sugarcube Corner. Entonces empezó a trotetear en el sitio, sin saber qué hacer.
—¡Vamos, Shiny! —Knowledge se había parado un poco más adelante e inquiría a la pegaso seguir—. Quiero hacer lo más posible hoy, antes de volver.
Esas palabras espolearon a la dorada poni, que retomó el paso, siguiendo a la historiadora. Pronto llegaron a Sugarcube Corner, accediendo sin demora a su interior. Allí, detrás del mostrador, una yegua de tierra de mediana edad, de pelaje turquesa y crin y cola con dos tonos de rosa, les sonrió a su llegada.
—Bienvenidas a la pastelería de Ponyville —dijo la dependiente.
—Buenas tardes, Mrs Cake —Knowledge sonrió—. Venimos a…
—Lo sé, lo sé… Estaba al tanto de vuestra llegada —sin perder la sonrisa, Mrs Cake empezó a rebuscar entre unas hojas. Cogió uno de los papeles y lo leyó—. Aquí está… Sois las tres yeguas de Northwest Mines Town del pedido especial… aunque veo, Knowledge, que únicamente sois dos.
—Verás… —la historiadora bajó la mirada—, Flashing también venía con nosotras, pero…
—No me digas más —Mrs Cake se rió con un agradable sonido—, Pinkie Pie tiene que ver con el asunto, ¿verdad?
—Exactamente —la mirada de Knowledge volvió a fijarse en la pastelera, aunque esta vez tenía un brillo—. Y habíamos quedado para comer y no se ha presentado.
—Pues si está con Pinkie Pie, suerte tendréis si aparece a la hora de que volváis a Nortwest Mines Town —Mrs Cake empezó a leer el pedido—. Veamos… Muffins, pasteles sorpresa y delicias de Ponyville… Y lo de la tarta de inauguración. Correcto.
La pastelera se giró y empezó a realizar los encargos. En un momento tuvo todo preparado sobre el mostrador. Knowledge pagó y empezó a cargar en los zurrones. Shiny se acercó a ella y también colaboró. Mrs Cake se fijó entonces en la pegaso.
—Es curioso —dijo—, nunca te había visto por aquí. ¿Eres una nueva habitante del pueblo de Knowledge?
—Podría decirse así… —la pegaso se ruborizó, sin saber muy bien por qué.
—Me alegro mucho —la pastelera guiñó un ojo—. Northwest Mines Town está creciendo mucho últimamente, y eso es bueno para todos, incluyendo a los habitantes de pueblos cercanos.
—De hecho —interrumpió Knowledge—, tienes aquí a la pegaso —señaló a Shiny— que ha hecho posible el resurgimiento de Nortwest Mines Town.
—Oh, por favor… —la dorada pegaso se ruborizó aún más—. Ya sabes que por mis amigas haría cualquier cosa —dijo sonriendo, mientras miraba a la historiadora.
—Y además es humilde —Mrs Cake rió de forma cálida—. Entonces muchas gracias por todo. Aparte de vosotras, tengo algunos amigos en ese pueblo, que ahora son más felices… Además, se ha reactivado el movimiento de caminos, y eso implica que todos aquí, en Ponyville, estamos vendiendo más que nunca.
—No sabía que lo que hice hubiese tenido tanta repercusión —Shiny se sentía abrumada. Pensaba que únicamente había ayudado a un pequeño pueblo minero, pero acababa de descubrir que sus acciones habían alterado positivamente a cientos o quizás a miles de ponis. Era una heroína sin saberlo, pero no dejaría que ese hecho se le subiese a la cabeza, pues ella, a cambio de restaurar gemas, había recibido algo mucho más importante y generoso a cambio: un lugar al que llamar Hogar.
—De hecho —continuó la pastelera—, os lo voy a agradecer en un momento… —entonces hizo unos cálculos mentales y sacó dinero, ofreciéndoselo a Knowledge—. Vuestras compras serán a precio de coste.
—No, no podemos aceptarlo —la historiadora negó con la cabeza—. Ya nos vendes las cosas a precio especial.
—¿No te gusta mi dinero? —Mrs Cake frunció los ojos, aunque seguía riendo. Para ella esto era como un juego—. Anda, aceptadlo, me haríais más feliz… ¿O preferís mejor un dulce de regalo para cada una?
—Bueno, si te empeñas tanto… —Knowledge sabía que Mrs Cake podía ser muy cabezota si quería—, quizás mejor los dulces. Ya sabes cuánto me gustan esos deliciosos pastelitos.
Con una carcajada maternal Mrs Cake cogió tres unidades de sus mejores dulces y los metió en una pequeña cajita de cartón, ofreciéndoselo a continuación a Knowledge.
—Dos para vosotras y la que falta para Flashing —alegó la pastelera—. Aunque no esté aquí también se merece un regalo, ¿no crees?
—Por supuesto —Knowledge guiñó el ojo a modo de complicidad—. Vaya si se lo merece…
Shiny no sabía exactamente a qué se referían, pero no dijo nada. Salieron de la pastelería despidiéndose amablemente de la pastelera. La dorada pegaso estaba contenta: esa tal Mrs Cake era una poni muy amable y, además, le había contagiado a Shiny su alegría.
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Wise estaba metido en un lío cada vez mayor. Por un lado estaba enfrentándose a un formidable enemigo, que, además de haberle estropeado el día, estaba ataviado, bajo una túnica, con una armadura de guerra. Y, por otro lado, sentía por detrás suyo cómo una turba de enfadados ponis se acercaba a él con actitud poco conciliadora. Y encima, por delante de todos ellos, volando, estaba Rainbow Dash, dispuesta a hacerle tragar a Wise sus palabras despectivas, a golpes si era necesario.
Pero no era momento de amilanarse. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre “Número Dos” para intentar reducirle. Después de un breve forcejeo, Wise logró situar su costado junto al del pegaso, obligándole a ponerse en paralelo. Con sus patas delanteras agarró fuertemente el cuello de su rival, uniendo los cascos entre sí hasta formar una perfecta sujeción, y empezó a correr hacia la casa abandonada, llevándose consigo al molesto pegaso.
De un salto entraron los dos a la casa a través de una ventana, aunque el pegaso intentó impedirlo poniendo sus cascos sobre ambas jambas. Debido al impulso con el que iban, éstas y parte de la pared cedieron, provocando un pequeño boquete. “Número Dos” forcejeaba para intentar soltarse, pero Wise seguía asegurando sus cascos entre sí con gran fuerza. Entonces corrieron juntos hacia una habitación interior, alejada de ventanas y de miradas curiosas.
—Bien —empezó a decir el pegaso—, ya me has atrapado… pero has tardado demasiado en hacerlo… Te estás descuidando, “Número Uno”.
Wise soltó inmediatamente el cuello de “Número Dos” y cerró cuidadosamente la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó a continuación, mirando inquisitivamente a su rival.
—¿Acaso tengo que recordarte que Ponyville pertenece a mi “jurisdicción”? —el pegaso se frotó cuidadosamente la parte del cuello que había recibido la presión del agarre.
—Pero deberías estar en Palacio, ya lo sabes —Wise se acarició la barbilla, intrigado—. A no ser que haya un gran peligro en Ponyville…
—Sí, lo hay… —“Número Dos” se puso serio por un instante—. Eres tú.
—Déjate de estupideces —el poni de tierra se estaba enfadando—. Sabes bien a lo que me refiero. Y encima portas la armadura de guerra.
—Ah, eso… —el pegaso soltó una pequeña risa—. Digamos que no podía resistirme a gastarte una pequeña broma, pero, aunque yo soy el ágil, tú eres el fuerte. Mi organismo desafortunadamente no resistiría una pelea cuerpo a cuerpo contigo.
Wise miró al encapuchado con los ojos entrecerrados. Ese estúpido se había puesto una armadura única, simplemente para gastar una broma.
—Esa armadura es parte de unos regalos que los pueblos de Bullspain y de Marelantis ofrecieron a la Gran Yegua —dijo entre dientes—, antes de que desapareciesen… Pocas veces unieron sus grandes saberes: la increíble ciencia de unos, imbuidos con la espectacular magia de los otros. Una sola pieza de esa armadura vale más que nuestras vidas… Solo espero que nadie se haya enterado de que lo has cogido sin consentimiento expreso… tu cabeza podría correr peligro.
—Oh, vamos —“Número Dos” seguía riendo—. Haces una montaña de un grano de arena. Está bien, te contaré la verdad… —entonces la expresión del pegaso cambió completamente. Ahora estaba totalmente seria.
Los dos se sentaron y se hizo el silencio. Fuera de la casa se oía el tumulto excitado por la pelea que creían tenía lugar en el interior. Y la que más jaleaba al vengador encapuchado que presumiblemente peleaba contra Wise era Rainbow Dash. Por fortuna, no parecía haber accedido nadie más al interior de la casa.
—El hecho de portar la armadura —continuó diciendo “Número Dos”— es una orden directa de la Gran Yegua. Y no soy el único que lo porta: “Número Tres” también ha acatado la orden. Tú eres el único que aún va sin ella.
—No he recibido noticia alguna sobre ese asunto —Wise se extrañó.
—Lo sé, por eso estoy aquí —el pegaso miró desde la oscuridad de la capucha hacia los ojos de Wise—. Malos tiempos acechan Equestria. Ha habido dos robos importantes que nos han puesto en alerta.
—¿Qué robos? —Wise estaba frustrado. No había tenido noticia alguna, y eso era algo que le ponía furioso.
—En el Museo de Detrot han robado la “Garra del Dragón Eterno”… —siguió explicando “Número Dos”—, y de la Biblioteca de Canterlot se han llevado la “Enciclopedia de los Saberes”.
—Espera, espera… —cortó Wise, que no podía creer lo que estaba escuchando—. ¿Me estás diciendo que han robado un objeto inigualable delante del hocico de “Número Tres”, y que han llegado tan lejos en Canterlot como para tener acceso a la sección prohibida de la Biblioteca?
El pegaso asintió lentamente.Wise se llevó los cascos a la frente, intentando asimilar lo que acababa de oír: “Número Tres” era, con diferencia, el mejor espía del grupo, de hecho, era prácticamente imposible burlar su exhaustiva vigilancia… pero el ladrón lo había logrado. Y no solo eso, sino que Canterlot era un fortín, con una Biblioteca fuertemente custodiada… y su Sección Prohibida era directamente inexpugnable… pero el ladrón había penetrado.
—Así que —continuó diciendo “Número Dos”—, teniendo en cuenta el episodio ocurrido hace pocas semanas en tu puesto de vigilancia, con uno de los hechizos prohibidos, nos hace pensar que todo esto nos lleva a un único camino.
—¿Te refieres a… ? —Wise no sabía en qué pensar— No, no puede ser… Es completamente imposible. La he vigilado día y noche, y te aseguro que Royal Purity no tiene absolutamente nada que ver.
—Me alegra saberlo, “Número Uno” —el pegaso se calmó un poco—. Pero no me negarás que es demasiada casualidad que, cuando ella estudiaba en la Escuela de Magia, visitase constantemente la Sección Prohibida para consultar ese libro… y que en su habitación de Palacio tuviese esa garra de dragón como pisapapeles. Y que ese conjuro prohibido de desaparición de Cutie Marks fuese una de sus obras maestras…
—Afortunadamente ese último asunto se solucionó —Wise intentó explicar— con la detención de la verdadera culpable de lanzar el hechizo. Y te puedo asegurar que Royal estaba tan asombrada como yo de volver a ver ese conjuro en acción.
—De todas formas, es bastante probable que el próximo robo se intente ejecutar en tu “jurisdicción” —“Número 2” se levantó—. Y, si no es ella la culpable, será alguno de sus seguidores… Últimamente han ido creciendo de número, curiosamente desde que la Princesa Luna volvió de su exilio.
—¿Estás insinuando que la Pequeña Yegua tiene algo que ver en eso? —Wise se enfureció.
—En absoluto —el pegaso frunció el ceño—. Solo señalo que es una curiosidad. Es posible que su vuelta haya puesto nerviosos a esos acólitos y, por tanto, hayan tenido que acelerar sus planes.
Volvieron a callar durante un instante. Wise aprovechó para asimilar la información que había recibido. Se oía afuera cómo los ponis estaban impacientándose, y Rainbow Dash tomó la voz cantante.
—Ya me he cansado —exclamó la yegua de crin multicolor—. Voy a entrar para ayudar al pegaso a ponerle los puntos sobre las íes a ese bobo semental.
Wise volvió a preocuparse. Esa pegaso cabezota iba a estropear la reunión. Tenía que actuar rápido.
—Golpéame con todas tus fuerzas, “Número Dos” —exclamó, ofreciendo su mejilla.
El encapuchado comprendió al instante la situación: tenían que engañar a todos los ponis que esperaban fuera, incluyendo a esa pegaso celeste que intentaba abrir una ventana, a juzgar por los sonidos que se oía desde la habitación. “Número Dos” retrocedió unos pasos para coger impulso y se preparó para asestar el golpe, levantando la pata delantera derecha de manera amenazante.
—¡Espera, espera! —Wise puso sus cascos delante de él—. Primero quítate la armadura de esa pata… quiero salir de aquí con la cabeza pegada al cuerpo.
—Siempre puedo pegártela con el engrudo que aún chorrea sobre mis alas —el pegaso sonrió maliciosamente—. No olvidaré esa acción tan… sucia.
—Casi tan sucia como usar a Derpy Hooves para impulsarte —el poni de tierra miró de forma incriminatoria.
—Ah, ella… —“Número Dos” deslizó la pata sobre el suelo—. Espero que esté bien… Procuré usar la menor cantidad de fuerza en ese “choque”. Ya sabes que no me gusta involucrar a los inocentes en estas cosas —exclamó, quitándose la pieza de la armadura que cubría su casco.
Wise sonrió. “Número Dos” podría ser el más bobalicón y el más díscolo de los tres espías, pero también era el que más se preocupaba por el bienestar de los demás, y por eso la Gran Yegua había decidido mantenerlo en Canterlot.
—No te preocupes —aclaró Wise—. Está perfectamente.
El pegaso sonrió, aliviado, y bajó la mirada. En cuanto lo volvió a subir, empezó a trotar rápidamente hacia Wise y le golpeó, con todas sus fuerzas, en su mejilla izquierda. El poni de tierra trastabilló hacia atrás y golpeó la puerta con su cuerpo, con tal fuerza que la arrancó de cuajo.
—Por cierto —añadió “Número Dos”—. Creo que esto es tuyo… —y, rebuscando debajo de la túnica, sacó la figurita de cristal, dándoselo a Wise.
Salieron de la habitación y se dirigieron a la puerta de la casa. A través de la ventana que estaba al lado de la puerta se veía cómo Rainbow Dash intentaba, por todos los medios, abrirla a base de coces, mientras los demás ponis jaleaban su nombre. De hecho, la madera estaba empezando a ceder por los goznes.
—Apártate de la puerta, Rainbow Dash —avisó “Número Dos”—. Vamos a salir.
Los golpes cesaron inmediatamente. Wise se preguntó por qué esa pegaso no había entrado por la misma ventana que ellos, así que volteó la cabeza hacia la dirección donde debía estar dicha ventana pero, en su lugar, la pared se había derrumbado, tapando toda posibilidad de acceso.
Abrieron con cuidado la puerta y salieron. Los ponis reunidos empezaron a vitorear a “Número Dos”, que salió primero… y a silbar de manera desaprobatoria a Wise, que salió después con la cabeza gacha. Continuamente miraban a uno y a otro, y cambiaban vítores y silbidos según a quién observaban.
—Creo que aquí nuestro “amigo” tiene algo que decirnos a todos —“Número Dos” hizo un gesto y todos callaron, aunque solo durante un instante. Rainbow Dash seguía volando de manera nerviosa, lanzando golpes al aire con sus cascos, mientras observaba desafiante a Wise.
Este levantó la cabeza y todos enmudecieron. El golpe que tenía en su mejilla era aterrador, mostrando en su cara una gran parte ennegrecida por la acumulación de sangre. Entonces comenzaron a oírse murmullos de desaprobación ante ese acto monstruoso.
—Qui… quisiera pedir perdón a todos —empezó a decir Wise—. Especialmente a los pegasos y a las yeguas… No sé qué ha podido ocurrir para que de mi boca saliesen tales despropósitos. Estoy muy apenado, de verdad… —en ese momento las comisuras de sus labios se torcieron, mostrando una leve sonrisa—. Pero este pegaso me ha robado una figurilla y no veía otra forma de atraparle.
Los espectadores empezaron a cambiar su actitud. Cada vez los murmullos de desaprobación hacia “Número Dos” eran más y más altos.
—Sí, yeguas y sementales —continuó diciendo el poni de tierra—: esta mañana he comprado una figurilla para un regalo y… “él” me lo ha robado —sacó la pequeña escultura del zurrón, mostrándosela a todos—. La dependiente del establecimiento puede corroborarlo. Además, en la persecución, este sujeto ha golpeado a traición a Derpy, solo para impedir que le atrapase. Afortunadamente ella está bien, gracias a mí. Ella puede corroborarlo. Y lo peor de todo… me obligó a usar ese lenguaje soez y despectivo para hacerle salir de su escondite… Todos podéis corroborarlo.
Wise sentía en su nuca la mirada de ira que le estaba echando “Número Dos”, pero no le importó en absoluto, pues todos los presentes habían cambiado completamente su actitud: ahora abucheaban abiertamente al encapuchado y se acercaban a él de manera poco amistosa. Rainbow Dash iba en cabeza mientras, volando, seguía dando golpes al aire.
—Aquí en Ponyville no nos gustan los ladrones… —comentó la pegaso de crin multicolor—. No queremos verte más por aquí.
“Número Dos” intentó estirar las alas, pero el engrudo aún pegaba las plumas entre sí. Entonces reculó un poco y, girando rápidamente, echó a galopar calle abajo, perseguido por la multitud que le abucheaba sin parar, con Rainbow Dash al frente.
Una vez solo, Wise sonrió: había logrado voltear la tortilla, haciendo que todos viesen en él a una víctima inocente y, a “Número Dos”, como el culpable de todo. Además, le había devuelto la broma a ese bobalicón. La próxima vez ese estúpido se lo pensaría dos veces antes de molestarle de nuevo de esa forma.
Observó la figurilla, que aún llevaba en su casco. Parecía estar perfectamente. Se la volvió a guardar y, pensando un momento en la lista de tareas que tenían que hacer Knowledge, Flashing y Shiny, decidió ir hacia la casa de Fluttershy, esperando encontrarlas allí.
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La sonrisa de Shiny cambió rápidamente cuando volvió a ser acechada por esa extraña abeja. Por lo visto ese maldito bicho le había cogido cariño, y ella no quería aguantar más ese incordio. Intentó espantarla de todas las formas que creyó posible, pero no tuvo éxito.
—Cuando se canse de ti, te abandonará y se irá —Knowledge intentó animar a su amiga.
—Eso espero —dijo la dorada pegaso, con aire triste—, solo quiero que no me pique, aunque creo que lo ha intentado varias veces.
—Bueno, más bien me ha parecido ver que intentaba besarte con la boca, en vez de picarte con el aguijón —la historiadora miraba constantemente la extraña abeja.
—Creo que lo mejor será ignorarlo en la medida de lo posible, e ir hacia la casa de esa amiga de los animales —Shiny sonrió de manera forzada—. Porque me temo que ya no tenemos tiempo para entrar al Spa —volvió a ponerse triste—, con lo que me hubiese gustado ir…
—La próxima vez que vengamos a Ponyville, será lo primero que hagamos —Knowledge puso la casco sobre el hombro de la joyero, que volvió a sonreír, esta vez de forma sincera.
Se pusieron en camino, lentamente, hacia la casa de Fluttershy. Cuando llegaron, llamaron a la puerta, pero nadie respondió.
—Parece ser que no está… —se lamentó Shiny.
—Espera —cortó Knowledge—, creo que he oído algo dentro —y volvió a llamar, esta vez más fuerte.
Prestaron atención hasta que escucharon algo… unos tímidos pasos se acercaban poco a poco a la puerta.
—(Pssss, psss) —se oyó, o más bien se intuyó, a través de la puerta.
—Hola, Fluttershy —Knowledge tomó la voz cantante, —. No sé si me recordarás… Soy Knowledge, de Northwest Mines Town.
—(Pssss, pssss, pssss) —volvió a oírse desde dentro de la casa.
—Venimos a pedirte un gran favor —la historiadora respondió. Shiny no podía creerlo: lo que para ella eran susurros irreconocibles, para su amiga era una conversación. ¿Cómo podía entender a esa poni?
En ese momento la puerta de la puerta empezó a abrirse poco a poco. Entonces Shiny emitió un gritito de asombro: esa pegaso que acababa de abrir la puerta… ¡era Fast Feather! ¡Pero no podía ser, ya que la pegaso-cartero estaba en Nortwest Mines Town! ¿Acaso Feather tenía una doble vida? ¿O una doble… a secas?
—(¿Qué gran favor?) —susurró Fluttershy, con un tono aparentemente más alto, aunque en realidad era el mismo que antes, pero sin la puerta de por medio. La pegaso portaba sobre su cabeza un gran nido de color rosa, tapando por completo su crin.
—Creo que mi amiga tiene más detalles sobre este asunto —Knowledge señaló a Shiny, que aún seguía sorprendida—. Bueno, si recupera un poco la compostura.
—Es… Es… —Shiny señalaba, a su vez, a Fluttershy—, ¡es Feather!
—¡¡Jajaja!! —Knowledge se rió—. ¿Verdad que se parecen? Todo el mundo lo ha comentado alguna vez, pero técnicamente es Feather la que se parece a Fluttershy —entonces se dirigió hacia la aludida—, ¿verdad?
—(Sí, somos muy parecidas) —murmuró Fluttershy—. (Aunque realmente yo soy mayor que ella…)
—Efectivamente —continuó diciendo Knowledge—. Y, una vez que te fijas, hay muchas diferencias… ¿Ves ese nido que porta en su cabeza? Pues no es una pajarera, sino su crin con esa forma.
—(Bueno… no me gustaría molestar… pero…) —Fluttershy volvió a musitar… Entonces, súbitamente, su expresión cambió completamente.
Rápidamente se acercó al costado de Shiny, fijándose en esa extraña abeja que aún acosaba a la dorada pegaso. Con sus grandes ojos seguía constantemente el vuelo de ese insecto, a la vez que una sonrisa afloraba en sus labios.
—¡¡No puedo creerlo!! —gritó, totalmente extasiada—. ¡¡Es una Abeja de Flor de Fuego!!
—¿Una qué… de qué? —Shiny estaba perdida, sin saber si lo más extraño del asunto era que Fluttershy había reconocido instantáneamente al insecto o porque había cambiado completamente su modo de ser.
—¡¡Una Abeja de Flor de Fuego!! —Fluttershy sonreía de oreja a oreja.
Entonces agarró a Shiny y, levantándola, la transportó con gran celeridad hacia una pequeña loma que había a un lado de la casa, seguidas por la extraña abeja y, más atrás, por Knowledge. Allí, sobre la loma, había una gran flor, rodeada de otras más pequeñas de otras clases. Dicha flor era dorada, con grandes pétalos de un intenso rojo y unos blancos pistilos que sobresalían hacia el cielo.
—¡Esta es la Flor de Fuego! —exclamó orgullosa Fluttershy, dejando a Shiny en el suelo—. Su néctar es el alimento favorito de la Abeja de Flor de Fuego…
Knowledge dejó escapar una gran risotada, mientras Shiny miraba alternativamente la planta y su cuerpo. Al fin comprendía el constante acoso de ese extraño insecto: los colores de esa planta y los de su cuerpo eran idénticos. Simplemente el insecto se había confundido y llevaba todo el día intentando libar del cuerpo de Shiny.
Ésta sonrió y se puso al lado de la flor. El insecto cambió de objetivo y empezó a volar alrededor de la planta.
—¡Es increíble! —Fluttershy estaba emocionada—. Hacía muchos años que no veía este insecto. Llegué a temer lo peor… Me alegra estar equivocada —se acercó al insecto y le susurró—. Liba, preciosa, liba… Coge lo que necesitas… Y avisa a tus amigas de que aquí tenéis vuestro manjar favorito.
Entonces se dio la vuelta, dejando que la Abeja de Flor de Fuego se alimentase tranquilamente. Con una gran sonrisa, se dirigió a Shiny:
—Bien, ¿Qué favor querías proponerme? —preguntó, con un tono que se podría considerar bastante alto.
—Verás —Shiny no se atrevía a explicarle el asunto, viendo el maravilloso cariño que profesaba hacia los animales, pero se armó de valor, pues quería acabar con este asunto lo antes posible, y lo contó—, tengo un amigo, bueno, más bien un conocido, que quiere un loro para su establecimiento, para que este saludase a los clientes según entrasen por la puerta.
Fluttershy escuchó con atención. Cuando la dorada pegaso terminó, la miró con ojos tiernos. Shiny respondió con una sonrisa forzada.
—La respuesta es NO —dijo Fluttershy, frunciendo el ceño—. Ningún animal es un juguete, y ese conocido tuyo pretende convertir a un ser libre y feliz en una marioneta. No voy a tolerar eso.
—De acuerdo —la sonrisa de Shiny se volvió sincera—. Estoy de acuerdo contigo. Disarming tendrá que buscar otra forma de atraer a los clientes, pero que no cuente conmigo para ello —además, lo último que le apetecía era cargar con un loro durante todo el camino de vuelta; bastante había tenido con la dichosa Abejita de Flor de Fuego.
Shiny y Knowledge agradecieron el gesto a Fluttershy y se dieron la vuelta para marcharse. Entonces la historiadora se paró y se giró hacia la amiga de los animales.
—Por cierto —comentó—, es probable que Disarming no acepte la negativa, así que, si ves un poni de tierra de color amarillo chillón con crines morados, por favor, no le mires a la cara… Porque él no dudará en usar “La expresión” contigo, para que cambies de opinión.
—No os preocupéis —respondió Fluttershy—, entonces le responderé con mi “mirada”.
Knowledge puso los ojos como platos y después los entrecerró, sonriendo maliciosamente… esa pegaso podría enfrentarse de igual a igual con Disarming, y esa batalla ella no quería perdérsela por nada del mundo. Saludó con la cabeza a Fluttershy y, junto a Shiny, marchó hacia el centro de Ponyville.
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De camino a la casa de Fluttershy, Wise pasó por delante de la tienda de regalos. Decidió entrar, pues necesitaba comprarse unas gafas de sol para disimular el gran moratón que tenía en la cara. No quería que, ni a Shiny ni Knowledge se preocuparan, y, sobre todo, no quería que Flashing viese el golpe, pues con toda seguridad se pondría a llorar.
La dependiente, al verle entrar, se asustó. Wise supo que el moratón debía ser mayor de lo que él creía… así que quizás unas gafas de sol no fuesen suficiente. Se acercó al mostrador y preguntó:
—Buenas tardes, quisiera algo para disimular este “ligero encontronazo”.
La vendedora, preocupada, empezó a mirar por toda la tienda y volvió rápidamente al mostrador, portando unas cuantas cosas.
—Tiene varias opciones —declaró—: una crema de color gris para un disfraz de la fiesta de Nightmare Night, una careta de broma, una máscara de teatro, unas gafas de sol tipo retro y una cazadora blanca con capucha —según iba enumerando los objetos, los iba dejando sobre el mostrador. Después sonrió mirando fijamente a Wise, esperando su respuesta.
—Creo que me quedaré la cazadora —eligió al final el semental—, es la mejor opción, y el dibujo de la espalda me gusta —señaló una ilustración donde se veían a tres pequeñas potrillas en actitud desafiante. Una era una poni de tierra de pelaje amarillo limón y con la crin y la cola rojiza; otra era una unicornio gris claro con la crin y la cola rosa claro y una franja púrpura; y la tercera era una anaranjada pegaso con la crin y la cola magenta. Por encima del dibujo, a gran tamaño, se podían leer las letras “CMC”, con cada letra de los mismos colores que las potrillas. Por debajo de la ilustración había un estampado con un gran “YAY!”. Y, sobre el bolsillo de la parte delantera estaba cosido el nombre del grupo: “CUTIE MARK CRUSADERS”.
—Excelente elección —declaró la dependiente—. Que sepa que comprando esta cazadora, ayuda a estas tres jovencitas a buscar sus Cutie Marks con una pequeña donación. Es una lástima que usted sea el primer comprador… Pero, si me permite decirle, hay unas gafas de sol a juego.
Wise sonrió. La cazadora era de buena calidad, y además ayudaría en una buena causa… Si salía a la calle con ella puesta, quizás animaría a que los demás ponis comprasen más unidades. Pagó la prenda y las gafas de sol y se los puso en el interior de la tienda. Efectivamente, tal como dijo la dependiente, las gafas parecían complementar perfectamente con la cazadora.
Cuando salió de la tienda, todo el mundo se giró hacia él. Esa chaqueta parecía atraer mágicamente las miradas. Entonces todos empezaron a reírse. No podían creer que alguien hubiese podido comprar una de esas cazadoras. Wise elevó la cabeza en un gesto de orgullo. Si esos tontos ponis no sabían ver una gran compra, peor para ellos. Ahora comprendía por qué los vestidos de esa tal Rarity no tenían mucho éxito en esa pequeña ciudad.
Empezó a dirigirse hacia la casa de Fluttershy pero apenas dio unos pocos pasos cuando vio que Knowledge y Shiny se dirigían hacia él, por lo que se puso la capucha. Ellas lo vieron y empezaron a trotar a su encuentro.
—Hola Wise —Shiny estaba contenta de volver a ver una cara conocida—. ¿Qué haces vestido así?
—Oh, ¿esto…? —el semental toqueteó la cazadora—. Esto es la última moda. ¿Os gusta?
—Es… —Shiny miró hacia Knowledge.
—Es… —Knowledge miró hacia Shiny.
—Es… horrible —dijeron las dos a la vez —. Te queda fatal.
Wise bajó la cabeza, con tan mala suerte que se le cayeron las gafas de sol al suelo. Shiny y Knowledge se alarmaron al descubrir el gran moratón sobre la cara del semental.
—Veréis… —explicó el poni—, he tenido un encontronazo con un pegaso… aunque él ha recibido su merecido, podéis estar seguro de ello.
Las dos yeguas se tranquilizaron un poco, pero no quedaron serenas del todo. Decidieron que, en cuanto llegasen a casa, obligarían a Wise a ponerse un poco de hielo en la cara, sabiendo que él seguramente no querría, pues a veces era muy cabezota.
—¡Wise, qué cazadora más… fantástica! —Flashing llegó al punto de reunión por detrás del semental. Este rápidamente cogió las gafas de sol y, alzando las cejas, les hizo saber a las otras dos que no dijesen nada del golpe.
—¡Flashing! —Knowledge se enfadó— ¡Habíamos quedado en el restaurante a la hora de comer… y eso también va por ti, Wise!
—Perdona, Knowledge —la potrilla puso cara tristona—. Pinkie y yo nos divertíamos tanto que no nos dimos cuenta de la hora… Y que sepáis que, al final, me ha regalado un traje de prestidigitadora profesional, porque compró dos, una para anunciar grandes eventos y la otra para mí —dijo—. Pinkie es la mejor.
Wise simplemente señaló su mejilla, oculta ahora por la capucha de la cazadora, para darle a entender a la historiadora por qué había faltado a la comida.
—Está bien —sentenció Knowledge, con tono autoritario—, pero que no vuelva a ocurrir, ¿vale?
Wise resopló aliviado, mientras que Flashing volvió a sonreír. Ésta se acercó al grupo y empezó a mirar detenidamente la cazadora que portaba el semental.
—¿Dónde has comprado esta maravilla? —preguntó, después del escrutamiento—. Yo quiero tener una.
Wise señaló la tienda donde la había adquirido. Cuando bajó la pata, la pequeña unicornio ya había entrando. Poco después salió portando otra de esas cazadoras y unas gafas de sol.
—¿Qué tal estoy? —inquirió la potrilla desde la puerta, al tiempo que se incorporaba sobre sus patas traseras y cruzaba las delanteras delante suya, mientras sonreía.
Flashing se veía realmente moderna y genial con esa cazadora. De hecho, daba la intención de que esa prenda se había ideado para que lo llevase ella. Todo el mundo se dio la vuelta y quedaron embelesados con lo que vieron, entrando en tropel, a continuación, a la tienda, para comprar una de esas maravillosas cazadoras.
—No es justo —se lamentó Wise—. Cuando yo salí con esta cazadora todos se rieron de mí, pero con ella todos quieren una.
—La percha, Wise, la percha —Knowledge se rió—. Tú pareces un madurito moderno, pero ella lo lleva en la sangre. Está increíblemente fantástica —tanto Shiny como el semental asintieron.
Cuando Flashing llegó junto al grupo, todo el mundo se dirigió hacia el siguiente objetivo: la casa-árbol de Twilight Sparkle. Knowledge se adelantó cuando faltaba poco, indicando a los demás que esperasen allí. Llamó a la puerta y habló un momento con Twilight, que estaba feliz. La unicornio le entregó un libro a la historiadora y cerró la puerta.
Knowledge se acercó a los demás con una gran sonrisa. Al llegar, abrió el libro y empezó a buscar una página específica. Cuando llegó a ella, su sonrisa desapareció inmediatamente.
—¡Nunca lo conseguiré! —se lamentó—. ¡Nunca!
Bajó el libro y todos vieron la página: se veían unos maniquíes de frente y otros de perfil. Encima del todo había un enunciado, que rezaba “Intente dibujar lo más rápido posible, pero con exactitud, los Elementos de la Armonía. Tiempo: 3 minutos”... Sin embargo, no había nada dibujado en esa página, a excepción de una frase: “Knowledge, no cuela”, y de un infantil dibujo de una Twilight Sparkle sonriente mientras sacaba la lengua.
Knowledge estaba derrotada. Esa bibliotecaria era demasiado inteligente como para caer en sus juegos. Pero todos le animaron a su manera hasta que, al final, una sonrisa afloró en la boca de la historiadora.
Pero era hora de volver a Northwest Mines Town y dejar esa maravillosa ciudad llamada Ponyville, por lo que empezaron a caminar hasta el cruce de caminos.
—Esperad —dijo Wise—. Para resarcirme de no estar en la comida, permitidme invitaros a unas delicias que solo tienen allí —exclamó, señalando una granja un poco alejada del camino que estaban siguiendo.
Tanto Knowledge como Flashing asintieron gustosamente. Pero Shiny miraba alternativamente a todos, sin comprender nada.
—Shiny —la historiadora señaló también la granja—, esa es la Sweet Apple Acres, donde se hacen las mejores tartas de manzana de toda Equestria. Con suerte tendrán la tienda abierta y podremos disfrutar de un placer sin igual.
Shiny se relamió. Le gustaban las tartas de manzana, y tenía maravillosos recuerdos comiendo ese dulce junto a su abuela, cuando aún no tenía su Cutie Mark. Pero, aunque Magic Sales las vendía, nunca se había atrevido a comprarlas. Sería maravilloso volver a probar ese jugoso postre junto a sus amigas.
En la puerta de la granja una anaranjada poni de tierra, con crin y cola amarillo canario, atados con dos coleteros rojos, saludaba a los clientes. El sombrero que portaba hacía juego con los coleteros y con su Cutie Mark, tres manzanas rojas.
—Hola Applejack —saludó Knowledge cuando llegaron los cuatro a la entrada. La respuesta de la anaranjada yegua fue un ligero toque al sombrero, mientras sonreía.
Cuando estaban entrando, Applejack se fijó en las cazadoras que portaban Wise y Flashing, y su sonrisa se acentuó.
—¡Applebloom! —gritó—. Ven, al fin alguien ha comprado alguna de vuestras cazadoras.
Una pequeña potrilla se acercó. Era la misma potrilla de tierra que había en el dibujo de las cazadoras. Con ojos agradecidos y una gran sonrisa, miró a Wise y a Flashing.
—Muchas gracias, de verdad —dijo. Se acercó a Flashing y continuó—. Además, a ti te queda realmente bien… —declaró cuando Flashing se puso en la misma postura que hizo al salir de la tienda.
—¿Y a mí? —Wise se incorporó e hizo la misma postura que la potrilla unicornio.
—Auuuu… —se quejó Applebloom—. Por favor, no hagas eso, es… extraño.
Wise volvió a ponerse a cuatro patas y soltó un lamento. Todos los que había en la granja rieron, incluso él.
Shiny estaba realmente feliz. Había sido un día maravilloso junto a sus amigas.
Knowledge estaba contenta. A pesar de no haber conseguido su objetivo con el intento de engañar a Twilight, había sido un día productivo.
Flashing estaba radiante. Después de tanto tiempo se había divertido muchísimo correteando y gastando bromas junto a Pinkie Pie… y la cazadora que había comprado le estaba perfecta.
Wise sonreía, pero por dentro estaba preocupado. Las noticias que le había proporcionado “Número Dos” eran sumamente preocupantes… y también estaba el asunto de la figurilla: Muffled Yell tenía un pasado oculto, y él debía averiguar cuál era… Aunque tenía miedo de que ella se enfadase y le echase para siempre de su lado, y eso era algo que él no podría soportar.
[center]FIN DEL CHAPTER 1x09[/center]
[center]PARALLEL STORIES[/center]
[center]Chapter 1x09[/center]
[center]Ponyville[/center]
[center]2ª Parte[/center]
Derpy dejó al vuelo el paquete que portaba sobre el mostrador de la Oficina de Correos. Al salir, se cruzó con Wise, que acababa de llegar. A pesar de la prisa que tenía, la grisácea pegaso se paró un momento para hablar con el poni que había sido tan amable con ella.
—Muchas gracias por todo —dijo—. Chin ti el paquete que llevaba antes che habría caído y lo habría tenido que devolver. Y che habrían enfadado conmigo, porque era un paquete importante.
—No te preocupes —respondió el semental—, siempre es un placer ayudar a la prima de Flashing.
—¿¡Conoces a mi prima!? —Derpy se sorprendió. Si ese poni sabía de Flashing, quizás no fuese un extraño tan… extraño—. ¡Dale recuerdos de mi parte y dile que me vichite cuando venga a Ponyville!... ¡Y gracias por todo!… —entonces paró de hablar y se quedó estática en el aire, moviendo ligeramente las alas, mientras pensaba qué decir a continuación—. ¡Me voy! ¡Adiós! —fue lo único que logró comentar. Entonces se dio media vuelta y salió volando a gran velocidad, perdiéndose al girar a la derecha al fondo de la calle.
Wise sonrió: Derpy, la prima de Flashing, nunca cambiaría... y nunca debería hacerlo. Pero era hora de retomar sus asuntos. “Número Dos” estaría cerca, y ahora él volvía a ser el objetivo de su estúpido juego. Pero primero entró a la Oficina de Correos a entregar los paquetes que portaba.
Al salir, se puso totalmente en alerta. Detrás de una esquina, bajo una gran maceta o por encima de cualquier tejado podía estar acechando “Número Dos”. Debía decidir una táctica para atraerle al descubierto, a un terreno neutral. Entonces lo podría atrapar. Pero primero tenía que impedir que huyese volando, pues esa era la gran ventaja que tenía el pegaso sobre él.
Observó a su alrededor, en busca de elementos que pudiesen equilibrar las fuerzas. Al lado de una casa, encontró un barril lleno de algo que parecía engrudo… si pudiese echárselo por encima a “Número Dos”, las plumas de sus alas quedarían empapadas y momentáneamente pegadas entre sí. Perfecto. Un poco más allá, sobre la puerta de una tienda, había un pequeño toldo. Si llevaba la lucha allí, bajo esa lona, el pegaso tendría una vía menos de escape. Perfecto. Y, frente a la tienda, estaba una casa que parecía abandonada, medio derrumbada. Si entraban los dos en esa casa, Wise haría valer su mayor fuerza física para derrotar definitivamente a su rival. Perfecto.
El problema era hacer que ese ladrón fuese cayendo en esa sucesión de trampas. A pesar de que este era menos inteligente que él, sería muy difícil atraparlo. Aún así, decidió intentarlo, pues no tenía nada que perder. Para atraerlo, decidió usar una táctica que de seguro funcionaría… pues siempre funcionaba con “Número Dos”: atacaría su orgullo de pegaso.
El semental se puso en mitad de la calle y, cogiendo aire, empezó a gritar:
—¡¡No puedo creerlo!! ¡¡Al fin he conocido a una pegaso inteligente…, no como otros!! —expresó, mientras giraba poco a poco sobre sí mismo para no ser atacado por la espalda.
Los ponis empezaron a mirarle, extrañados.
—¡¡Sí, porque hay pegasos inteligentes, pegasos un poco tontos, pegasos estúpidos y luego… hay otros!! —Wise esperaba que “Número Dos” se presentase pronto, no le gustaba hacer ese jueguecito con tanta gente.
Una cabeza se elevó sobre una nube cercana. Una pegaso celeste con la crin de los colores del arcoiris se desperezó y miró hacia abajo. Alguien le había despertado bruscamente de su siesta y además, a gritos, menospreciaba a los pegasos. Estiró sus alas y se dispuso a bajar para darle su merecido a ese semental maleducado y mentiroso.
—¡¡Y hay pegasos agradables de ver, pegasos un poco feuchos y luego… pegasos tan horribles que tienen que estar ocultos bajo una túnica!! —Wise empezaba a ponerse nervioso, pues la cantidad de ponis que se estaban reuniendo a su alrededor, claramente en desacuerdo con sus palabras, era cada vez mayor. Y al problema de la hostilidad de los que le rodeaban se sumaba la dificultad de que cada vez resultaba más difícil adivinar los posibles puntos donde podría aparecer “Número Dos”.
—¡Eh, tú! —sobre la nube, la celeste pegaso miraba furiosa, con sus ojos color fucsia, a Wise—. ¿Cómo te atreves a insultar a los pegasos? —exclamó y bajó en picado hacia donde estaba el poni de tierra, dispuesto a encararse personalmente con él.
Wise elevó la vista y no le gustó nada lo que vio. Ahora también estaba rodeado por arriba, pues reconocía a esa yegua: la famosa Rainbow Dash, una de las pegasos más rápidas de toda Equestria.
Cuando la celeste poni aterrizó, se puso delante de él, con sus patas anteriores levantadas, en actitud de pelea.
—Aquí no nos gustan los ataques gratuitos… —espetó la colorida pegaso—, a no ser que los haga yo—dejó escapar una traviesa sonrisa—. Exijo una disculpa de inmediato.
Pero “Número Dos” seguía sin aparecer. Wise comprendió que tendría que echar todo el resto en la siguiente acción, algo que nunca desearía hacer, pues no solo implicaría no disculparse, sino terminar de traicionarse a sí mismo, diciendo algo que le repudiaba pensar, incluso aún más que insultar a los pegasos… pero sabía que solo algo realmente excesivo haría salir al ladrón de su escondite.
—¡¡Ah!! ¡¡Veo que algunos pegasos se escudan detrás de las colas de las inútiles yeguas-pegaso!! —Wise gritó lo más fuerte que pudo, a la vez que, silenciosamente, se maldecía a sí mismo. Si esa frase hubiese sido dicho por algún otro semental, Wise habría sido el primero en reprender y despreciar al retrógrado… Por eso sabía que “Número Dos” tampoco se podría resistir a saltar también… Al fin y al cabo, ese pegaso y él eran como dos gotas de agua.
Absolutamente todos los ponis que le rodeaban empezaron a abuchearle y a tirarle cosas. ¿De dónde había salido ese poni de las cavernas?
—¡Eso sí que no te lo consiento! —Rainbow Dash estaba realmente irritada—. ¡No solo eres un asqueroso racista, sino que además eres un vomitivo machista! ¡No voy a dejarte ni un diente sano en esa gran bocaza que tienes!
La celeste pegaso se acercó poco a poco a Wise, dispuesta a cumplir su amenaza, a la vez que el círculo de amenazantes mirones se iba estrechando en torno a ellos dos. Wise estaba en un gran lío, y “Número Dos” no aparecía por ningún lado. El semental empezó a buscar desesperadamente un hueco entre los que le rodeaba para poder escapar… pues Rainbow Dash estaba cada vez más cerca, levantando su casco para asestar el primer golpe.
Pero detrás de ella apareció, ataviada con una enteriza túnica gris piedra, una figura. Este saltó por encima de la pegaso y cargó directamente hacia Wise, que se apartó de sus cascos en el último momento. Cuando este giró para encararse al agresor, el pegaso levantó sus cascos del suelo, que estaba agrietado. El poni de tierra puso un gesto mohíno: “Número Dos” no se andaba con chiquitas… había empleado toda su fuerza al descargar el golpe. Si él no se hubiese apartado a tiempo, esa gran potencia habría impactado directamente en su cara.
Pero ahora le tocaba a él responder. Se giró en redondo y empezó a correr, apartando de un empujón a Rainbow Dash, que estaba aún más enfadada que antes. De un salto evitó la fila de curiosos ponis que rodeaban la escena y galopó directamente hacia el barril lleno de engrudo, mientras escuchaba el aleteo de “Número Dos” directamente detrás de él. Solo esperaba ser lo suficientemente rápido como para llegar primero.
Cuando alcanzó su objetivo, cogió el barril con ambos cascos y, girándose, vertió su contenido con fuerza. Aquello cogió por sorpresa a su perseguidor, que reculó, aunque no pudo evitar que el engrudo le empapara completamente. Sus alas quedaron inutilizadas debido a la pegajosidad del líquido, por lo que el pegaso cayó pesadamente al suelo.
Wise aprovechó su giro para, soltando el barril, darle la espalda a “Número Dos”. Entonces paró en seco y, apuntalando sus patas delanteras, levantó las traseras para propinar una doble coz. Este golpeó de lleno en su perseguidor, elevándole del suelo en dirección a la tienda que tenía el toldo bajado.
“Número Dos” intentó reponerse, pero cuando alzó la vista lo único que vio fue el casco de Wise dirigiéndose directamente a su cabeza. El pegaso levantó su pata, evitando así, en el último momento, el golpe, al interponer entre los dos su extremidad. Wise retiró inmediatamente el casco, que palpitaba de dolor, y miró directamente la pata aún levantada del pegaso. Entonces entrecerró instintivamente sus ojos: debajo de la túnica, el pegaso estaba ataviado con una armadura completa.
Wise saltó hacia atrás, dolorido y extrañado… ¿Por qué “Número Dos” tenía puesta esa armadura de guerra en tiempos de paz? ¿Acaso la época de paz en Equestria había terminado?
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Tanto Shiny como Knowledge se dirigieron hacia Sugarcube Corner. No tenían tiempo que perder, pues aún tenían bastantes cosas que hacer y solo disponían de medio día, por lo que fueron al trote. Un poco antes de llegar a su destino divisaron un grupo de ponis que estaban jaleando o abucheando a algo dentro del círculo que conformaban.
Shiny se paró, mirando hacia la muchedumbre. Sentía curiosidad por el asunto. No era normal en Northwest Mines Town las reuniones de ese tipo, y supuso que en Ponyville tampoco lo eran. Pero también tenía que ir a Sugarcube Corner. Entonces empezó a trotetear en el sitio, sin saber qué hacer.
—¡Vamos, Shiny! —Knowledge se había parado un poco más adelante e inquiría a la pegaso seguir—. Quiero hacer lo más posible hoy, antes de volver.
Esas palabras espolearon a la dorada poni, que retomó el paso, siguiendo a la historiadora. Pronto llegaron a Sugarcube Corner, accediendo sin demora a su interior. Allí, detrás del mostrador, una yegua de tierra de mediana edad, de pelaje turquesa y crin y cola con dos tonos de rosa, les sonrió a su llegada.
—Bienvenidas a la pastelería de Ponyville —dijo la dependiente.
—Buenas tardes, Mrs Cake —Knowledge sonrió—. Venimos a…
—Lo sé, lo sé… Estaba al tanto de vuestra llegada —sin perder la sonrisa, Mrs Cake empezó a rebuscar entre unas hojas. Cogió uno de los papeles y lo leyó—. Aquí está… Sois las tres yeguas de Northwest Mines Town del pedido especial… aunque veo, Knowledge, que únicamente sois dos.
—Verás… —la historiadora bajó la mirada—, Flashing también venía con nosotras, pero…
—No me digas más —Mrs Cake se rió con un agradable sonido—, Pinkie Pie tiene que ver con el asunto, ¿verdad?
—Exactamente —la mirada de Knowledge volvió a fijarse en la pastelera, aunque esta vez tenía un brillo—. Y habíamos quedado para comer y no se ha presentado.
—Pues si está con Pinkie Pie, suerte tendréis si aparece a la hora de que volváis a Nortwest Mines Town —Mrs Cake empezó a leer el pedido—. Veamos… Muffins, pasteles sorpresa y delicias de Ponyville… Y lo de la tarta de inauguración. Correcto.
La pastelera se giró y empezó a realizar los encargos. En un momento tuvo todo preparado sobre el mostrador. Knowledge pagó y empezó a cargar en los zurrones. Shiny se acercó a ella y también colaboró. Mrs Cake se fijó entonces en la pegaso.
—Es curioso —dijo—, nunca te había visto por aquí. ¿Eres una nueva habitante del pueblo de Knowledge?
—Podría decirse así… —la pegaso se ruborizó, sin saber muy bien por qué.
—Me alegro mucho —la pastelera guiñó un ojo—. Northwest Mines Town está creciendo mucho últimamente, y eso es bueno para todos, incluyendo a los habitantes de pueblos cercanos.
—De hecho —interrumpió Knowledge—, tienes aquí a la pegaso —señaló a Shiny— que ha hecho posible el resurgimiento de Nortwest Mines Town.
—Oh, por favor… —la dorada pegaso se ruborizó aún más—. Ya sabes que por mis amigas haría cualquier cosa —dijo sonriendo, mientras miraba a la historiadora.
—Y además es humilde —Mrs Cake rió de forma cálida—. Entonces muchas gracias por todo. Aparte de vosotras, tengo algunos amigos en ese pueblo, que ahora son más felices… Además, se ha reactivado el movimiento de caminos, y eso implica que todos aquí, en Ponyville, estamos vendiendo más que nunca.
—No sabía que lo que hice hubiese tenido tanta repercusión —Shiny se sentía abrumada. Pensaba que únicamente había ayudado a un pequeño pueblo minero, pero acababa de descubrir que sus acciones habían alterado positivamente a cientos o quizás a miles de ponis. Era una heroína sin saberlo, pero no dejaría que ese hecho se le subiese a la cabeza, pues ella, a cambio de restaurar gemas, había recibido algo mucho más importante y generoso a cambio: un lugar al que llamar Hogar.
—De hecho —continuó la pastelera—, os lo voy a agradecer en un momento… —entonces hizo unos cálculos mentales y sacó dinero, ofreciéndoselo a Knowledge—. Vuestras compras serán a precio de coste.
—No, no podemos aceptarlo —la historiadora negó con la cabeza—. Ya nos vendes las cosas a precio especial.
—¿No te gusta mi dinero? —Mrs Cake frunció los ojos, aunque seguía riendo. Para ella esto era como un juego—. Anda, aceptadlo, me haríais más feliz… ¿O preferís mejor un dulce de regalo para cada una?
—Bueno, si te empeñas tanto… —Knowledge sabía que Mrs Cake podía ser muy cabezota si quería—, quizás mejor los dulces. Ya sabes cuánto me gustan esos deliciosos pastelitos.
Con una carcajada maternal Mrs Cake cogió tres unidades de sus mejores dulces y los metió en una pequeña cajita de cartón, ofreciéndoselo a continuación a Knowledge.
—Dos para vosotras y la que falta para Flashing —alegó la pastelera—. Aunque no esté aquí también se merece un regalo, ¿no crees?
—Por supuesto —Knowledge guiñó el ojo a modo de complicidad—. Vaya si se lo merece…
Shiny no sabía exactamente a qué se referían, pero no dijo nada. Salieron de la pastelería despidiéndose amablemente de la pastelera. La dorada pegaso estaba contenta: esa tal Mrs Cake era una poni muy amable y, además, le había contagiado a Shiny su alegría.
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Wise estaba metido en un lío cada vez mayor. Por un lado estaba enfrentándose a un formidable enemigo, que, además de haberle estropeado el día, estaba ataviado, bajo una túnica, con una armadura de guerra. Y, por otro lado, sentía por detrás suyo cómo una turba de enfadados ponis se acercaba a él con actitud poco conciliadora. Y encima, por delante de todos ellos, volando, estaba Rainbow Dash, dispuesta a hacerle tragar a Wise sus palabras despectivas, a golpes si era necesario.
Pero no era momento de amilanarse. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre “Número Dos” para intentar reducirle. Después de un breve forcejeo, Wise logró situar su costado junto al del pegaso, obligándole a ponerse en paralelo. Con sus patas delanteras agarró fuertemente el cuello de su rival, uniendo los cascos entre sí hasta formar una perfecta sujeción, y empezó a correr hacia la casa abandonada, llevándose consigo al molesto pegaso.
De un salto entraron los dos a la casa a través de una ventana, aunque el pegaso intentó impedirlo poniendo sus cascos sobre ambas jambas. Debido al impulso con el que iban, éstas y parte de la pared cedieron, provocando un pequeño boquete. “Número Dos” forcejeaba para intentar soltarse, pero Wise seguía asegurando sus cascos entre sí con gran fuerza. Entonces corrieron juntos hacia una habitación interior, alejada de ventanas y de miradas curiosas.
—Bien —empezó a decir el pegaso—, ya me has atrapado… pero has tardado demasiado en hacerlo… Te estás descuidando, “Número Uno”.
Wise soltó inmediatamente el cuello de “Número Dos” y cerró cuidadosamente la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó a continuación, mirando inquisitivamente a su rival.
—¿Acaso tengo que recordarte que Ponyville pertenece a mi “jurisdicción”? —el pegaso se frotó cuidadosamente la parte del cuello que había recibido la presión del agarre.
—Pero deberías estar en Palacio, ya lo sabes —Wise se acarició la barbilla, intrigado—. A no ser que haya un gran peligro en Ponyville…
—Sí, lo hay… —“Número Dos” se puso serio por un instante—. Eres tú.
—Déjate de estupideces —el poni de tierra se estaba enfadando—. Sabes bien a lo que me refiero. Y encima portas la armadura de guerra.
—Ah, eso… —el pegaso soltó una pequeña risa—. Digamos que no podía resistirme a gastarte una pequeña broma, pero, aunque yo soy el ágil, tú eres el fuerte. Mi organismo desafortunadamente no resistiría una pelea cuerpo a cuerpo contigo.
Wise miró al encapuchado con los ojos entrecerrados. Ese estúpido se había puesto una armadura única, simplemente para gastar una broma.
—Esa armadura es parte de unos regalos que los pueblos de Bullspain y de Marelantis ofrecieron a la Gran Yegua —dijo entre dientes—, antes de que desapareciesen… Pocas veces unieron sus grandes saberes: la increíble ciencia de unos, imbuidos con la espectacular magia de los otros. Una sola pieza de esa armadura vale más que nuestras vidas… Solo espero que nadie se haya enterado de que lo has cogido sin consentimiento expreso… tu cabeza podría correr peligro.
—Oh, vamos —“Número Dos” seguía riendo—. Haces una montaña de un grano de arena. Está bien, te contaré la verdad… —entonces la expresión del pegaso cambió completamente. Ahora estaba totalmente seria.
Los dos se sentaron y se hizo el silencio. Fuera de la casa se oía el tumulto excitado por la pelea que creían tenía lugar en el interior. Y la que más jaleaba al vengador encapuchado que presumiblemente peleaba contra Wise era Rainbow Dash. Por fortuna, no parecía haber accedido nadie más al interior de la casa.
—El hecho de portar la armadura —continuó diciendo “Número Dos”— es una orden directa de la Gran Yegua. Y no soy el único que lo porta: “Número Tres” también ha acatado la orden. Tú eres el único que aún va sin ella.
—No he recibido noticia alguna sobre ese asunto —Wise se extrañó.
—Lo sé, por eso estoy aquí —el pegaso miró desde la oscuridad de la capucha hacia los ojos de Wise—. Malos tiempos acechan Equestria. Ha habido dos robos importantes que nos han puesto en alerta.
—¿Qué robos? —Wise estaba frustrado. No había tenido noticia alguna, y eso era algo que le ponía furioso.
—En el Museo de Detrot han robado la “Garra del Dragón Eterno”… —siguió explicando “Número Dos”—, y de la Biblioteca de Canterlot se han llevado la “Enciclopedia de los Saberes”.
—Espera, espera… —cortó Wise, que no podía creer lo que estaba escuchando—. ¿Me estás diciendo que han robado un objeto inigualable delante del hocico de “Número Tres”, y que han llegado tan lejos en Canterlot como para tener acceso a la sección prohibida de la Biblioteca?
El pegaso asintió lentamente.Wise se llevó los cascos a la frente, intentando asimilar lo que acababa de oír: “Número Tres” era, con diferencia, el mejor espía del grupo, de hecho, era prácticamente imposible burlar su exhaustiva vigilancia… pero el ladrón lo había logrado. Y no solo eso, sino que Canterlot era un fortín, con una Biblioteca fuertemente custodiada… y su Sección Prohibida era directamente inexpugnable… pero el ladrón había penetrado.
—Así que —continuó diciendo “Número Dos”—, teniendo en cuenta el episodio ocurrido hace pocas semanas en tu puesto de vigilancia, con uno de los hechizos prohibidos, nos hace pensar que todo esto nos lleva a un único camino.
—¿Te refieres a… ? —Wise no sabía en qué pensar— No, no puede ser… Es completamente imposible. La he vigilado día y noche, y te aseguro que Royal Purity no tiene absolutamente nada que ver.
—Me alegra saberlo, “Número Uno” —el pegaso se calmó un poco—. Pero no me negarás que es demasiada casualidad que, cuando ella estudiaba en la Escuela de Magia, visitase constantemente la Sección Prohibida para consultar ese libro… y que en su habitación de Palacio tuviese esa garra de dragón como pisapapeles. Y que ese conjuro prohibido de desaparición de Cutie Marks fuese una de sus obras maestras…
—Afortunadamente ese último asunto se solucionó —Wise intentó explicar— con la detención de la verdadera culpable de lanzar el hechizo. Y te puedo asegurar que Royal estaba tan asombrada como yo de volver a ver ese conjuro en acción.
—De todas formas, es bastante probable que el próximo robo se intente ejecutar en tu “jurisdicción” —“Número 2” se levantó—. Y, si no es ella la culpable, será alguno de sus seguidores… Últimamente han ido creciendo de número, curiosamente desde que la Princesa Luna volvió de su exilio.
—¿Estás insinuando que la Pequeña Yegua tiene algo que ver en eso? —Wise se enfureció.
—En absoluto —el pegaso frunció el ceño—. Solo señalo que es una curiosidad. Es posible que su vuelta haya puesto nerviosos a esos acólitos y, por tanto, hayan tenido que acelerar sus planes.
Volvieron a callar durante un instante. Wise aprovechó para asimilar la información que había recibido. Se oía afuera cómo los ponis estaban impacientándose, y Rainbow Dash tomó la voz cantante.
—Ya me he cansado —exclamó la yegua de crin multicolor—. Voy a entrar para ayudar al pegaso a ponerle los puntos sobre las íes a ese bobo semental.
Wise volvió a preocuparse. Esa pegaso cabezota iba a estropear la reunión. Tenía que actuar rápido.
—Golpéame con todas tus fuerzas, “Número Dos” —exclamó, ofreciendo su mejilla.
El encapuchado comprendió al instante la situación: tenían que engañar a todos los ponis que esperaban fuera, incluyendo a esa pegaso celeste que intentaba abrir una ventana, a juzgar por los sonidos que se oía desde la habitación. “Número Dos” retrocedió unos pasos para coger impulso y se preparó para asestar el golpe, levantando la pata delantera derecha de manera amenazante.
—¡Espera, espera! —Wise puso sus cascos delante de él—. Primero quítate la armadura de esa pata… quiero salir de aquí con la cabeza pegada al cuerpo.
—Siempre puedo pegártela con el engrudo que aún chorrea sobre mis alas —el pegaso sonrió maliciosamente—. No olvidaré esa acción tan… sucia.
—Casi tan sucia como usar a Derpy Hooves para impulsarte —el poni de tierra miró de forma incriminatoria.
—Ah, ella… —“Número Dos” deslizó la pata sobre el suelo—. Espero que esté bien… Procuré usar la menor cantidad de fuerza en ese “choque”. Ya sabes que no me gusta involucrar a los inocentes en estas cosas —exclamó, quitándose la pieza de la armadura que cubría su casco.
Wise sonrió. “Número Dos” podría ser el más bobalicón y el más díscolo de los tres espías, pero también era el que más se preocupaba por el bienestar de los demás, y por eso la Gran Yegua había decidido mantenerlo en Canterlot.
—No te preocupes —aclaró Wise—. Está perfectamente.
El pegaso sonrió, aliviado, y bajó la mirada. En cuanto lo volvió a subir, empezó a trotar rápidamente hacia Wise y le golpeó, con todas sus fuerzas, en su mejilla izquierda. El poni de tierra trastabilló hacia atrás y golpeó la puerta con su cuerpo, con tal fuerza que la arrancó de cuajo.
—Por cierto —añadió “Número Dos”—. Creo que esto es tuyo… —y, rebuscando debajo de la túnica, sacó la figurita de cristal, dándoselo a Wise.
Salieron de la habitación y se dirigieron a la puerta de la casa. A través de la ventana que estaba al lado de la puerta se veía cómo Rainbow Dash intentaba, por todos los medios, abrirla a base de coces, mientras los demás ponis jaleaban su nombre. De hecho, la madera estaba empezando a ceder por los goznes.
—Apártate de la puerta, Rainbow Dash —avisó “Número Dos”—. Vamos a salir.
Los golpes cesaron inmediatamente. Wise se preguntó por qué esa pegaso no había entrado por la misma ventana que ellos, así que volteó la cabeza hacia la dirección donde debía estar dicha ventana pero, en su lugar, la pared se había derrumbado, tapando toda posibilidad de acceso.
Abrieron con cuidado la puerta y salieron. Los ponis reunidos empezaron a vitorear a “Número Dos”, que salió primero… y a silbar de manera desaprobatoria a Wise, que salió después con la cabeza gacha. Continuamente miraban a uno y a otro, y cambiaban vítores y silbidos según a quién observaban.
—Creo que aquí nuestro “amigo” tiene algo que decirnos a todos —“Número Dos” hizo un gesto y todos callaron, aunque solo durante un instante. Rainbow Dash seguía volando de manera nerviosa, lanzando golpes al aire con sus cascos, mientras observaba desafiante a Wise.
Este levantó la cabeza y todos enmudecieron. El golpe que tenía en su mejilla era aterrador, mostrando en su cara una gran parte ennegrecida por la acumulación de sangre. Entonces comenzaron a oírse murmullos de desaprobación ante ese acto monstruoso.
—Qui… quisiera pedir perdón a todos —empezó a decir Wise—. Especialmente a los pegasos y a las yeguas… No sé qué ha podido ocurrir para que de mi boca saliesen tales despropósitos. Estoy muy apenado, de verdad… —en ese momento las comisuras de sus labios se torcieron, mostrando una leve sonrisa—. Pero este pegaso me ha robado una figurilla y no veía otra forma de atraparle.
Los espectadores empezaron a cambiar su actitud. Cada vez los murmullos de desaprobación hacia “Número Dos” eran más y más altos.
—Sí, yeguas y sementales —continuó diciendo el poni de tierra—: esta mañana he comprado una figurilla para un regalo y… “él” me lo ha robado —sacó la pequeña escultura del zurrón, mostrándosela a todos—. La dependiente del establecimiento puede corroborarlo. Además, en la persecución, este sujeto ha golpeado a traición a Derpy, solo para impedir que le atrapase. Afortunadamente ella está bien, gracias a mí. Ella puede corroborarlo. Y lo peor de todo… me obligó a usar ese lenguaje soez y despectivo para hacerle salir de su escondite… Todos podéis corroborarlo.
Wise sentía en su nuca la mirada de ira que le estaba echando “Número Dos”, pero no le importó en absoluto, pues todos los presentes habían cambiado completamente su actitud: ahora abucheaban abiertamente al encapuchado y se acercaban a él de manera poco amistosa. Rainbow Dash iba en cabeza mientras, volando, seguía dando golpes al aire.
—Aquí en Ponyville no nos gustan los ladrones… —comentó la pegaso de crin multicolor—. No queremos verte más por aquí.
“Número Dos” intentó estirar las alas, pero el engrudo aún pegaba las plumas entre sí. Entonces reculó un poco y, girando rápidamente, echó a galopar calle abajo, perseguido por la multitud que le abucheaba sin parar, con Rainbow Dash al frente.
Una vez solo, Wise sonrió: había logrado voltear la tortilla, haciendo que todos viesen en él a una víctima inocente y, a “Número Dos”, como el culpable de todo. Además, le había devuelto la broma a ese bobalicón. La próxima vez ese estúpido se lo pensaría dos veces antes de molestarle de nuevo de esa forma.
Observó la figurilla, que aún llevaba en su casco. Parecía estar perfectamente. Se la volvió a guardar y, pensando un momento en la lista de tareas que tenían que hacer Knowledge, Flashing y Shiny, decidió ir hacia la casa de Fluttershy, esperando encontrarlas allí.
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La sonrisa de Shiny cambió rápidamente cuando volvió a ser acechada por esa extraña abeja. Por lo visto ese maldito bicho le había cogido cariño, y ella no quería aguantar más ese incordio. Intentó espantarla de todas las formas que creyó posible, pero no tuvo éxito.
—Cuando se canse de ti, te abandonará y se irá —Knowledge intentó animar a su amiga.
—Eso espero —dijo la dorada pegaso, con aire triste—, solo quiero que no me pique, aunque creo que lo ha intentado varias veces.
—Bueno, más bien me ha parecido ver que intentaba besarte con la boca, en vez de picarte con el aguijón —la historiadora miraba constantemente la extraña abeja.
—Creo que lo mejor será ignorarlo en la medida de lo posible, e ir hacia la casa de esa amiga de los animales —Shiny sonrió de manera forzada—. Porque me temo que ya no tenemos tiempo para entrar al Spa —volvió a ponerse triste—, con lo que me hubiese gustado ir…
—La próxima vez que vengamos a Ponyville, será lo primero que hagamos —Knowledge puso la casco sobre el hombro de la joyero, que volvió a sonreír, esta vez de forma sincera.
Se pusieron en camino, lentamente, hacia la casa de Fluttershy. Cuando llegaron, llamaron a la puerta, pero nadie respondió.
—Parece ser que no está… —se lamentó Shiny.
—Espera —cortó Knowledge—, creo que he oído algo dentro —y volvió a llamar, esta vez más fuerte.
Prestaron atención hasta que escucharon algo… unos tímidos pasos se acercaban poco a poco a la puerta.
—(Pssss, psss) —se oyó, o más bien se intuyó, a través de la puerta.
—Hola, Fluttershy —Knowledge tomó la voz cantante, —. No sé si me recordarás… Soy Knowledge, de Northwest Mines Town.
—(Pssss, pssss, pssss) —volvió a oírse desde dentro de la casa.
—Venimos a pedirte un gran favor —la historiadora respondió. Shiny no podía creerlo: lo que para ella eran susurros irreconocibles, para su amiga era una conversación. ¿Cómo podía entender a esa poni?
En ese momento la puerta de la puerta empezó a abrirse poco a poco. Entonces Shiny emitió un gritito de asombro: esa pegaso que acababa de abrir la puerta… ¡era Fast Feather! ¡Pero no podía ser, ya que la pegaso-cartero estaba en Nortwest Mines Town! ¿Acaso Feather tenía una doble vida? ¿O una doble… a secas?
—(¿Qué gran favor?) —susurró Fluttershy, con un tono aparentemente más alto, aunque en realidad era el mismo que antes, pero sin la puerta de por medio. La pegaso portaba sobre su cabeza un gran nido de color rosa, tapando por completo su crin.
—Creo que mi amiga tiene más detalles sobre este asunto —Knowledge señaló a Shiny, que aún seguía sorprendida—. Bueno, si recupera un poco la compostura.
—Es… Es… —Shiny señalaba, a su vez, a Fluttershy—, ¡es Feather!
—¡¡Jajaja!! —Knowledge se rió—. ¿Verdad que se parecen? Todo el mundo lo ha comentado alguna vez, pero técnicamente es Feather la que se parece a Fluttershy —entonces se dirigió hacia la aludida—, ¿verdad?
—(Sí, somos muy parecidas) —murmuró Fluttershy—. (Aunque realmente yo soy mayor que ella…)
—Efectivamente —continuó diciendo Knowledge—. Y, una vez que te fijas, hay muchas diferencias… ¿Ves ese nido que porta en su cabeza? Pues no es una pajarera, sino su crin con esa forma.
—(Bueno… no me gustaría molestar… pero…) —Fluttershy volvió a musitar… Entonces, súbitamente, su expresión cambió completamente.
Rápidamente se acercó al costado de Shiny, fijándose en esa extraña abeja que aún acosaba a la dorada pegaso. Con sus grandes ojos seguía constantemente el vuelo de ese insecto, a la vez que una sonrisa afloraba en sus labios.
—¡¡No puedo creerlo!! —gritó, totalmente extasiada—. ¡¡Es una Abeja de Flor de Fuego!!
—¿Una qué… de qué? —Shiny estaba perdida, sin saber si lo más extraño del asunto era que Fluttershy había reconocido instantáneamente al insecto o porque había cambiado completamente su modo de ser.
—¡¡Una Abeja de Flor de Fuego!! —Fluttershy sonreía de oreja a oreja.
Entonces agarró a Shiny y, levantándola, la transportó con gran celeridad hacia una pequeña loma que había a un lado de la casa, seguidas por la extraña abeja y, más atrás, por Knowledge. Allí, sobre la loma, había una gran flor, rodeada de otras más pequeñas de otras clases. Dicha flor era dorada, con grandes pétalos de un intenso rojo y unos blancos pistilos que sobresalían hacia el cielo.
—¡Esta es la Flor de Fuego! —exclamó orgullosa Fluttershy, dejando a Shiny en el suelo—. Su néctar es el alimento favorito de la Abeja de Flor de Fuego…
Knowledge dejó escapar una gran risotada, mientras Shiny miraba alternativamente la planta y su cuerpo. Al fin comprendía el constante acoso de ese extraño insecto: los colores de esa planta y los de su cuerpo eran idénticos. Simplemente el insecto se había confundido y llevaba todo el día intentando libar del cuerpo de Shiny.
Ésta sonrió y se puso al lado de la flor. El insecto cambió de objetivo y empezó a volar alrededor de la planta.
—¡Es increíble! —Fluttershy estaba emocionada—. Hacía muchos años que no veía este insecto. Llegué a temer lo peor… Me alegra estar equivocada —se acercó al insecto y le susurró—. Liba, preciosa, liba… Coge lo que necesitas… Y avisa a tus amigas de que aquí tenéis vuestro manjar favorito.
Entonces se dio la vuelta, dejando que la Abeja de Flor de Fuego se alimentase tranquilamente. Con una gran sonrisa, se dirigió a Shiny:
—Bien, ¿Qué favor querías proponerme? —preguntó, con un tono que se podría considerar bastante alto.
—Verás —Shiny no se atrevía a explicarle el asunto, viendo el maravilloso cariño que profesaba hacia los animales, pero se armó de valor, pues quería acabar con este asunto lo antes posible, y lo contó—, tengo un amigo, bueno, más bien un conocido, que quiere un loro para su establecimiento, para que este saludase a los clientes según entrasen por la puerta.
Fluttershy escuchó con atención. Cuando la dorada pegaso terminó, la miró con ojos tiernos. Shiny respondió con una sonrisa forzada.
—La respuesta es NO —dijo Fluttershy, frunciendo el ceño—. Ningún animal es un juguete, y ese conocido tuyo pretende convertir a un ser libre y feliz en una marioneta. No voy a tolerar eso.
—De acuerdo —la sonrisa de Shiny se volvió sincera—. Estoy de acuerdo contigo. Disarming tendrá que buscar otra forma de atraer a los clientes, pero que no cuente conmigo para ello —además, lo último que le apetecía era cargar con un loro durante todo el camino de vuelta; bastante había tenido con la dichosa Abejita de Flor de Fuego.
Shiny y Knowledge agradecieron el gesto a Fluttershy y se dieron la vuelta para marcharse. Entonces la historiadora se paró y se giró hacia la amiga de los animales.
—Por cierto —comentó—, es probable que Disarming no acepte la negativa, así que, si ves un poni de tierra de color amarillo chillón con crines morados, por favor, no le mires a la cara… Porque él no dudará en usar “La expresión” contigo, para que cambies de opinión.
—No os preocupéis —respondió Fluttershy—, entonces le responderé con mi “mirada”.
Knowledge puso los ojos como platos y después los entrecerró, sonriendo maliciosamente… esa pegaso podría enfrentarse de igual a igual con Disarming, y esa batalla ella no quería perdérsela por nada del mundo. Saludó con la cabeza a Fluttershy y, junto a Shiny, marchó hacia el centro de Ponyville.
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De camino a la casa de Fluttershy, Wise pasó por delante de la tienda de regalos. Decidió entrar, pues necesitaba comprarse unas gafas de sol para disimular el gran moratón que tenía en la cara. No quería que, ni a Shiny ni Knowledge se preocuparan, y, sobre todo, no quería que Flashing viese el golpe, pues con toda seguridad se pondría a llorar.
La dependiente, al verle entrar, se asustó. Wise supo que el moratón debía ser mayor de lo que él creía… así que quizás unas gafas de sol no fuesen suficiente. Se acercó al mostrador y preguntó:
—Buenas tardes, quisiera algo para disimular este “ligero encontronazo”.
La vendedora, preocupada, empezó a mirar por toda la tienda y volvió rápidamente al mostrador, portando unas cuantas cosas.
—Tiene varias opciones —declaró—: una crema de color gris para un disfraz de la fiesta de Nightmare Night, una careta de broma, una máscara de teatro, unas gafas de sol tipo retro y una cazadora blanca con capucha —según iba enumerando los objetos, los iba dejando sobre el mostrador. Después sonrió mirando fijamente a Wise, esperando su respuesta.
—Creo que me quedaré la cazadora —eligió al final el semental—, es la mejor opción, y el dibujo de la espalda me gusta —señaló una ilustración donde se veían a tres pequeñas potrillas en actitud desafiante. Una era una poni de tierra de pelaje amarillo limón y con la crin y la cola rojiza; otra era una unicornio gris claro con la crin y la cola rosa claro y una franja púrpura; y la tercera era una anaranjada pegaso con la crin y la cola magenta. Por encima del dibujo, a gran tamaño, se podían leer las letras “CMC”, con cada letra de los mismos colores que las potrillas. Por debajo de la ilustración había un estampado con un gran “YAY!”. Y, sobre el bolsillo de la parte delantera estaba cosido el nombre del grupo: “CUTIE MARK CRUSADERS”.
—Excelente elección —declaró la dependiente—. Que sepa que comprando esta cazadora, ayuda a estas tres jovencitas a buscar sus Cutie Marks con una pequeña donación. Es una lástima que usted sea el primer comprador… Pero, si me permite decirle, hay unas gafas de sol a juego.
Wise sonrió. La cazadora era de buena calidad, y además ayudaría en una buena causa… Si salía a la calle con ella puesta, quizás animaría a que los demás ponis comprasen más unidades. Pagó la prenda y las gafas de sol y se los puso en el interior de la tienda. Efectivamente, tal como dijo la dependiente, las gafas parecían complementar perfectamente con la cazadora.
Cuando salió de la tienda, todo el mundo se giró hacia él. Esa chaqueta parecía atraer mágicamente las miradas. Entonces todos empezaron a reírse. No podían creer que alguien hubiese podido comprar una de esas cazadoras. Wise elevó la cabeza en un gesto de orgullo. Si esos tontos ponis no sabían ver una gran compra, peor para ellos. Ahora comprendía por qué los vestidos de esa tal Rarity no tenían mucho éxito en esa pequeña ciudad.
Empezó a dirigirse hacia la casa de Fluttershy pero apenas dio unos pocos pasos cuando vio que Knowledge y Shiny se dirigían hacia él, por lo que se puso la capucha. Ellas lo vieron y empezaron a trotar a su encuentro.
—Hola Wise —Shiny estaba contenta de volver a ver una cara conocida—. ¿Qué haces vestido así?
—Oh, ¿esto…? —el semental toqueteó la cazadora—. Esto es la última moda. ¿Os gusta?
—Es… —Shiny miró hacia Knowledge.
—Es… —Knowledge miró hacia Shiny.
—Es… horrible —dijeron las dos a la vez —. Te queda fatal.
Wise bajó la cabeza, con tan mala suerte que se le cayeron las gafas de sol al suelo. Shiny y Knowledge se alarmaron al descubrir el gran moratón sobre la cara del semental.
—Veréis… —explicó el poni—, he tenido un encontronazo con un pegaso… aunque él ha recibido su merecido, podéis estar seguro de ello.
Las dos yeguas se tranquilizaron un poco, pero no quedaron serenas del todo. Decidieron que, en cuanto llegasen a casa, obligarían a Wise a ponerse un poco de hielo en la cara, sabiendo que él seguramente no querría, pues a veces era muy cabezota.
—¡Wise, qué cazadora más… fantástica! —Flashing llegó al punto de reunión por detrás del semental. Este rápidamente cogió las gafas de sol y, alzando las cejas, les hizo saber a las otras dos que no dijesen nada del golpe.
—¡Flashing! —Knowledge se enfadó— ¡Habíamos quedado en el restaurante a la hora de comer… y eso también va por ti, Wise!
—Perdona, Knowledge —la potrilla puso cara tristona—. Pinkie y yo nos divertíamos tanto que no nos dimos cuenta de la hora… Y que sepáis que, al final, me ha regalado un traje de prestidigitadora profesional, porque compró dos, una para anunciar grandes eventos y la otra para mí —dijo—. Pinkie es la mejor.
Wise simplemente señaló su mejilla, oculta ahora por la capucha de la cazadora, para darle a entender a la historiadora por qué había faltado a la comida.
—Está bien —sentenció Knowledge, con tono autoritario—, pero que no vuelva a ocurrir, ¿vale?
Wise resopló aliviado, mientras que Flashing volvió a sonreír. Ésta se acercó al grupo y empezó a mirar detenidamente la cazadora que portaba el semental.
—¿Dónde has comprado esta maravilla? —preguntó, después del escrutamiento—. Yo quiero tener una.
Wise señaló la tienda donde la había adquirido. Cuando bajó la pata, la pequeña unicornio ya había entrando. Poco después salió portando otra de esas cazadoras y unas gafas de sol.
—¿Qué tal estoy? —inquirió la potrilla desde la puerta, al tiempo que se incorporaba sobre sus patas traseras y cruzaba las delanteras delante suya, mientras sonreía.
Flashing se veía realmente moderna y genial con esa cazadora. De hecho, daba la intención de que esa prenda se había ideado para que lo llevase ella. Todo el mundo se dio la vuelta y quedaron embelesados con lo que vieron, entrando en tropel, a continuación, a la tienda, para comprar una de esas maravillosas cazadoras.
—No es justo —se lamentó Wise—. Cuando yo salí con esta cazadora todos se rieron de mí, pero con ella todos quieren una.
—La percha, Wise, la percha —Knowledge se rió—. Tú pareces un madurito moderno, pero ella lo lleva en la sangre. Está increíblemente fantástica —tanto Shiny como el semental asintieron.
Cuando Flashing llegó junto al grupo, todo el mundo se dirigió hacia el siguiente objetivo: la casa-árbol de Twilight Sparkle. Knowledge se adelantó cuando faltaba poco, indicando a los demás que esperasen allí. Llamó a la puerta y habló un momento con Twilight, que estaba feliz. La unicornio le entregó un libro a la historiadora y cerró la puerta.
Knowledge se acercó a los demás con una gran sonrisa. Al llegar, abrió el libro y empezó a buscar una página específica. Cuando llegó a ella, su sonrisa desapareció inmediatamente.
—¡Nunca lo conseguiré! —se lamentó—. ¡Nunca!
Bajó el libro y todos vieron la página: se veían unos maniquíes de frente y otros de perfil. Encima del todo había un enunciado, que rezaba “Intente dibujar lo más rápido posible, pero con exactitud, los Elementos de la Armonía. Tiempo: 3 minutos”... Sin embargo, no había nada dibujado en esa página, a excepción de una frase: “Knowledge, no cuela”, y de un infantil dibujo de una Twilight Sparkle sonriente mientras sacaba la lengua.
Knowledge estaba derrotada. Esa bibliotecaria era demasiado inteligente como para caer en sus juegos. Pero todos le animaron a su manera hasta que, al final, una sonrisa afloró en la boca de la historiadora.
Pero era hora de volver a Northwest Mines Town y dejar esa maravillosa ciudad llamada Ponyville, por lo que empezaron a caminar hasta el cruce de caminos.
—Esperad —dijo Wise—. Para resarcirme de no estar en la comida, permitidme invitaros a unas delicias que solo tienen allí —exclamó, señalando una granja un poco alejada del camino que estaban siguiendo.
Tanto Knowledge como Flashing asintieron gustosamente. Pero Shiny miraba alternativamente a todos, sin comprender nada.
—Shiny —la historiadora señaló también la granja—, esa es la Sweet Apple Acres, donde se hacen las mejores tartas de manzana de toda Equestria. Con suerte tendrán la tienda abierta y podremos disfrutar de un placer sin igual.
Shiny se relamió. Le gustaban las tartas de manzana, y tenía maravillosos recuerdos comiendo ese dulce junto a su abuela, cuando aún no tenía su Cutie Mark. Pero, aunque Magic Sales las vendía, nunca se había atrevido a comprarlas. Sería maravilloso volver a probar ese jugoso postre junto a sus amigas.
En la puerta de la granja una anaranjada poni de tierra, con crin y cola amarillo canario, atados con dos coleteros rojos, saludaba a los clientes. El sombrero que portaba hacía juego con los coleteros y con su Cutie Mark, tres manzanas rojas.
—Hola Applejack —saludó Knowledge cuando llegaron los cuatro a la entrada. La respuesta de la anaranjada yegua fue un ligero toque al sombrero, mientras sonreía.
Cuando estaban entrando, Applejack se fijó en las cazadoras que portaban Wise y Flashing, y su sonrisa se acentuó.
—¡Applebloom! —gritó—. Ven, al fin alguien ha comprado alguna de vuestras cazadoras.
Una pequeña potrilla se acercó. Era la misma potrilla de tierra que había en el dibujo de las cazadoras. Con ojos agradecidos y una gran sonrisa, miró a Wise y a Flashing.
—Muchas gracias, de verdad —dijo. Se acercó a Flashing y continuó—. Además, a ti te queda realmente bien… —declaró cuando Flashing se puso en la misma postura que hizo al salir de la tienda.
—¿Y a mí? —Wise se incorporó e hizo la misma postura que la potrilla unicornio.
—Auuuu… —se quejó Applebloom—. Por favor, no hagas eso, es… extraño.
Wise volvió a ponerse a cuatro patas y soltó un lamento. Todos los que había en la granja rieron, incluso él.
Shiny estaba realmente feliz. Había sido un día maravilloso junto a sus amigas.
Knowledge estaba contenta. A pesar de no haber conseguido su objetivo con el intento de engañar a Twilight, había sido un día productivo.
Flashing estaba radiante. Después de tanto tiempo se había divertido muchísimo correteando y gastando bromas junto a Pinkie Pie… y la cazadora que había comprado le estaba perfecta.
Wise sonreía, pero por dentro estaba preocupado. Las noticias que le había proporcionado “Número Dos” eran sumamente preocupantes… y también estaba el asunto de la figurilla: Muffled Yell tenía un pasado oculto, y él debía averiguar cuál era… Aunque tenía miedo de que ella se enfadase y le echase para siempre de su lado, y eso era algo que él no podría soportar.
[center]FIN DEL CHAPTER 1x09[/center]