[center]MY LITTLE PONY[/center]
[center]PARALLEL STORIES[/center]
[center]Chapter 1x15[/center]
[center]Visita (in)esperada[/center]
[center]Parte 3[/center]
Shiny Eyes y Wise Words acudieron rápidamente a casa de la pequeña prestidigitadora, pues el desgarrador grito que habían escuchado, hacía apenas un instante, parecía provenir de ese sitio, hecho que era ratificado por la gran afluencia de ponis que se habían reunido delante de la puerta. Mientras unos preguntaban qué había sido ese horrible sonido, otros indagaban sobre posibles y crueles asesinatos, siendo, en casi todas las versiones, Flashing la víctima, aunque alguno, alzando la voz, declaró que la potrilla había sido, sin duda, la ejecutora del macabro crimen.
Wise se adelantó, dispuesto a llamar a la puerta, desdeñando con un gesto mohíno todas las tétricas teorías que pululaban por el lugar. Pero antes de que su casco golpease la madera, ésta se abrió, saliendo del interior una Flashing nerviosa, que reculó, mientras miraba constantemente hacia dentro, hasta chocar levemente con el semental.
—Por favor, salvadme de ella... —musitó, mirando a la agrupación de ponis presente.
—¿Qué es lo que ha ocurrido? —preguntó Wise, intentando mantener un tono de voz tranquilizador—. ¿De quién te tenemos que proteger?
—De... De Knowledge... —respondió aterrada la pequeña unicornio.
Ante esa contestación, los presentes se lamentaron y, poco a poco, abandonaron el lugar, decepcionados. Al fin y al cabo, lo que había acontecido en el interior de esa casa no había sido un asesinato, ni siquiera un crimen, sino únicamente una estúpida pelea entre dos amigas. Después de unos segundos, los únicos que permanecieron junto a Flashing fueron Wise y Shiny, quienes no podían creer el comportamiento morboso que habían tenido los demás.
—Tranquila —comentó la dorada pegaso, acercándose a su amiga—, seguro que podemos resolver...
—¿¡Qué es lo que ocurre aquí!? —una voz femenina tronó a su espalda, cortando súbitamente la frase de la joyero.
Tanto Shiny como el semental empezaron a girarse, pero pararon cuando notaron un cambio de actitud en Flashing, que era la única que podía ver a la interlocutora. Ésta estaba pasando, con una velocidad vertiginosa, de una expresión amedrentada a una realmente alegre, hasta que, mientras señalaba a la figura que acababa de hablar, se tiró al suelo y arrancó en una sonora carcajada. Extrañados, Wise y Shiny voltearon su cabeza y se fijaron quién era la yegua que había obrado tal cambio en la prestidigitadora. Al hacerlo, la misma sensación que había tenido Flashing les contagió, aunque al menos ellos dos tuvieron la decencia de mirar hacia otro lado mientras se mordían los labios para no estallar de risa.
El motivo de sus burlas no era otra que Gentle Colors, o más bien su crin, que se prolongaba hasta casi llegar al suelo, tal como era antes de su viaje a Canterlot; aunque en esta ocasión, en vez de una cabellera hermosamente tratada y completamente natural, ésta estaba plagada de extensiones burdamente colocadas, como si fuesen una burla hacia el buen gusto.
—¡Oh, ya veo que mis “retoques” de última hora son motivo de chanzas y burlas! —exclamó la unicornio de dos colores, visiblemente contrariada.
—¡¡Maldita sea!! —se oyó otra voz, esta vez desde el interior de la casa—. ¡¡Encima ahora esa mocosa se está riendo de mí!!
Lo que salió por la puerta dejó anonadados a los presentes, pues Shadow, que intentaba por todos los medios tratar de contener a Knowledge, se veía claramente superada por la inusitada fuerza de ésta, y era arrastrada sin poderlo evitar. La historiadora, al salir, miró a todos, buscando a Flashing, pero cuando vio a la yegua del cuerno roto, se quedó petrificada. Eso dio un pequeño respiro a la herrero, quien aprovechó el momento para voltearse y mirar a su vez. Entonces se dejó caer al suelo. Tanto una como la otra empezaron a reír, acompañando a las carcajadas de la prestidigitadora, hasta emitir, entre las tres, un coro de enloquecidas risotadas, ante la evidente incomodidad de Gentle, que no cesó de bufar, desaprobando la actitud de las yeguas.
—¡Ay... ! —la pequeña unicornio intentó parar por un momento—. ¡Lo... Lo siento, “Knowli”! ¡Pe... Pero entiende que has allanado mi casa...!
—¡No... No te preocupes! —la historiadora no podía dejar de reír, lo que dificultaba la correcta vocalización de las palabras—. ¡Si al final me está bien empleado por hacer las cosas a hurtadillas!
Shadow respiró entonces unas grandes bocanadas de aire y, al terminar, sonrió.
—¡Al fin habéis vuelto a hacer las paces! —declaró—. Como las buenas amigas que sois, no deberíais pelear por una ballesta...
—¡¡Su nombre es “Allons-Y” Alonso!! —gritó Flashing, en un tono completamente serio.
—¡¡Se llama “Betty”!! —chilló Knowledge, dirigiéndose de la misma manera a la herrero.
Shadow resopló y volteó los ojos. No podía creer que la pelea estuviese lejos de acabarse.
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—¡Vamos! ¡Aún podemos alcanzarle! —Shining Armor jaleaba a los cuatro blancos pegasos, quienes habían conseguido tal velocidad que, poco a poco, recortaban la distancia con la mancha amarillenta y morada comenzaba a vislumbrarse por delante de ellos.
—Por favor... ¿No podemos ir un poco más despacio? —preguntó Polished Emmerald, quien tenía un evidente gesto de indisposición, producto sin duda del mareo. De hecho, se acercó a la barandilla de un lateral y empezó a vomitar.
El Capitán de la guardia, viendo lo ocurrido, mandó frenar poco a poco a los tiradores, mientras se maldecía a sí mismo por haber faltado al cuidado de la anciana.
—Lo siento —dijo, disculpándose—. Pensé que, como usted era una pegaso, estaría acostumbrada a la velocidad.
—Eso, jovencito, es porque nunca he tenido la necesidad de volar con rapidez... —respondió la yegua cuando se repuso—. El hecho de tener estas alas no significa que deba surcar los cielos al límite. Lo importante no es lo que una es al nacer, sino lo que consigue ser al ir creciendo.
>>He conocido ponis que trascendían sus limitaciones corporales, para lograr hacer maravillas que harían enrojecer de envidia a otros ponis cuya raza, por defecto, sería capaz de realizarlo con algo de esfuerzo. Yo, por ejemplo, por mi experto manejo de la joyería, podría decirse que tengo más de poni terrestre que de pegaso, y es algo por lo que estoy orgullosa.
>>Deberías saber, jovenzuelo, que desde mi ventana en Palacio, he visto cómo Ponyville pasaba de ser una simple granja, a convertirse en el maravilloso pueblo que es ahora, y eso lo han hecho ponis de tierra, pegasos y unicornios por igual. Es la unión entre razas lo que origina no la suma de esfuerzos, sino la multiplicación.
>>Además, la biblioteca-árbol que hay en ese pueblo, para tu información, no fue un diseño de un unicornio, sino de un poni de tierra. Una idea que fue aceptada por la Princesa Celestia, y por el participaron muchos artesanos de las tres razas, tanto de Canterlot como de los pueblos más importantes de Equestria. Incluso yo misma engarcé algunas joyas en bruto en las raíces, de tal forma que, cuando fuesen imbuidas con magia por los maestros unicornios que trabajaron después, éstas recogiesen nutrientes rápidamente y proveyesen al árbol con un mínimo esfuerzo. Todo fue una gran obra que representaba lo que la Naturaleza había dado a los ponis, tanto en forma de comida como de conocimientos, y ese árbol tan especial era nuestra forma de agradecérselo.
>>Por lo tanto, no deberías dar por sentado lo que soy o no capaz de hacer, atribuyéndome mis capacidades únicamente por la forma de mi cuerpo.
Shining Armor estaba realmente sorprendido. No solo había juzgado mal a la pobre anciana, sino que ésta le había dado una gran lección sobre la intrínseca idiosincrasia de los ponis, y de cómo éstos, independientemente de su raza, habían sido capaz de romper las limitaciones y demostrar un potencial realmente inusitado. Y lo que era más importante, su hermana Twilight vivía en un lugar aún más único de lo que cualquiera podría pensar, algo de lo que seguramente ella ignoraba por completo.
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—En teoría —comentó Gentle Colors—, el hecho de que Knowledge haya allanado tu casa, queda invalidada completamente al haber dejado expresamente la ventana abierta.
Flashing iba a responder esa ofensa, pero al mirar a la unicornio de dos colores, y su esperpéntico peinado, no pudo evitar volver a reírse de nuevo.
El gesto mohíno de la yegua del cuerno roto se hacía cada vez más y más patente, hasta el punto de que, tanto de sus ollares como de las orejas, empezaron a salir un humo negruzco.
—¡Basta! —exclamó—. ¡Tus estupideces están empezando a ser molestos!
—¡Ooooohhhh! —respondió burlonamente la prestidigitadora—. ¿Y qué vas a hacerme? ¿Eh?
—Por tu bien, no sigas por ahí... —comentó Gentle, mirando fijamente a la potrilla.
Shadow, quien se había repuesto y estaba completamente seria, se interpuso entre las dos, algo que calmó a la unicornio de dos colores y disgustó levemente a Flashing.
—Gentle —dijo la herrero—, ¿se puede saber por qué estás ataviada de esa forma? La abuela de Shiny no va a venir...
—Eso es lo que tú crees —respondió la yegua del cuerno roto—. Eso es lo que todos creéis. Pero sé que vendrá hoy...
—¿Y por qué lo sabes? —intervino Flashing—. ¿Eh? ¿Eh?
Gentle entrecerró ligeramente los ojos, molesta, tanto consigo misma como con los demás. Simplemente no podía revelar que la anciana vendría por disposición de Celestia o, lo que era lo mismo, para molestarle a ella. Se había metido ella misma en una encerrona, y debía idear rápidamente una forma de salir de ese atolladero. Decidió, finalmente, decir una verdad a medias.
—Muy fácil —contestó—, porque lo envía la Princesa Celestia, y precisamente hoy no me viene muy bien tener una visita de esta índole —entonces, girándose para dar la espalda al resto, continuó hablando—. No sé qué tiene la Gobernante de Equestria contra mí, pero es algo realmente latoso... Debe ser que no ha superado el no poder convertirme de nuevo a la normalidad, y mi mera existencia es una prueba latente de que no es todopoderosa, por lo que lo paga conmigo.
—¡Oye, oye! —Shiny, visiblemente enfadada, se encaró con ella—. ¡Ni la Princesa Celestia es malvada, ni tiene nada contra ti! ¡Y mucho menos mi abuela es una molestia!
—El hecho de que sea tu abuela u otro poni, es algo irrelevante en este asunto —respondió Gentle, sin girarse—. Me refiero en concreto a que...
Entonces la unicornio de dos colores dejó de hablar y se apartó hacia un lado. Los demás, que estaban observándola, elevaron la mirada y vieron a una Feather Fast acercándose a toda velocidad.
>>He aquí la prueba que refuta la llegada de tu abuela, Shiny —dijo Gentle, al tiempo que el resto del grupo se apartaba también del camino de la pegaso-cartero.
Ésta siguió aproximándose sin variar su velocidad hasta que, cuando apenas faltaron escasos metros para llegar a la altura de la cuadrilla, estiró sus cuatro patas y, primero con una serie de pequeños botes parabólicos, y después con una fijación e inmersión de sus cascos sobre la tierra, frenó completamente, quedando a poca distancia de la unicornio de dos colores.
—¡¡Shiny Eyes!! —exclamó la amarillenta pegaso, mientras se quitaba de los ojos las gafas de aviador, que estaban completamente empañadas, y se las ponía sobre la frente—. ¡¡Correo urgente!! —entonces, con rapidez, cogió con la boca el pergamino del zurrón y se lo tendió a la joyero.
Shiny, extrañada, cogió el papiro y, abriéndola con cuidado, empezó a leer. Según lo hacía, su cara se volvía más y más alegre, soltando suspiros de felicidad cuando terminaba un párrafo. Al acabar la carta, todos estaban expectantes, mirándola fijamente.
—¿Y bien? —inquirió Gentle, sabiendo de antemano la respuesta.
—Gentle Colors... —comenzó a decir la dorada yegua, eufórica—. ¡¡¡Eres realmente fantástica!!! ¡¡¡Has acertado de lleno!!!
—¿Acaso lo dudabas? —dijo la unicornio de dos colores, en un gesto de orgullo.
—¡Nunca! —respondió Shiny, completamente decidida—. ¡Nunca he dudado de ti! ¡Ni por un instante!
—¡¡JÁ!! —resonó en la distancia. Cuando todos miraron hacia el origen de la escueta risotada, vieron a Spoon Giddy, quien había salido del restaurante y estaba observándolas, mientras mantenía un paño de cocina sobre el hombro.
Sin embargo, la mirada asesina que Shiny Eyes le dedicó al cocinero fue de tal intensidad que éste, inconscientemente, cambió su semblante y reculó hasta apoyarse en la puerta para empujarla, aunque, a raíz del cambio de orientación por la nueva normativa, tuvo que separarse ligeramente y, sin perder la mirada sobre la de la joyero, tiró de la puerta con su pata trasera, abriéndola y entrando de espaldas al restaurante. Después, a través de la débil protección que otorgaba el cristal, siguió mirando a la dorada pegaso, aunque esta vez con una expresión de súplica por vivir.
—De hecho —Gentle cortó de raíz lo acontecido—, creo que ahí viene tu abuela.
Todos los presentes miraron hacia donde señalaba la unicornio de dos colores: sobre el terroso camino de llegada, volando con rapidez hacia Northwest Mines Town, había un hermoso carruaje, tirado por lo que parecían ser cuatro blancos soldados-pegaso. Por detrás de ellos, sobre la calesa, apenas se distinguía un unicornio también blanco, aunque de porte mucho más distinguido, pues estaba ataviado con lo que parecía ser una casaca rojiza, y una anciana pegaso de color verde esmeralda, quien parecía mirar con ilusión por todos lados.
—¡¡No puede ser!! ¡¡No puede ser!! —exclamó Shiny, con los ojos como platos—. ¡¡No me he preparado!! ¡¡Debo tener unas crines de bruja!! —con evidentemente nerviosismo, se palpó los mechones con el casco, intentando peinarse.
—Ya es tarde para lamentarse —comentó Shadow, mirando hacia los demás—. Además, todas estamos en la misma situación, excepto Wise, que su crin semi-despeinado es su estado normal, y Gentle, que parece ser que su pálpito ha sido correcto y estaba preparada para la visita.
Los dos aludidos se miraron entre sí a la vez, como si estuviesen completamente compenetrados y, mientras el semental mostraba una gran sonrisa, y la yegua estaba completamente seria, comenzaron a hablar simultáneamente:
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó Wise.
—Es posible —respondió Gentle.
—Quizás sea la mejor opción —añadió el amarronado poni de tierra.
—ES la mejor opción —matizó la unicornio de dos colores.
—Pero Shiny… —comentó el semental.
—Ella deberá sacrificarse por el bien común —dijo la yegua.
—Entonces debería empezar a gestionarlo… —finalizó Wise.
—Lo dejo en tus cascos… —terminó Gentle.
Entonces, ante la estupefacción del resto, el poni de tierra se giró y caminó hacia la tienda de Magic Sales. La unicornio de dos colores, sin embargo, se volteó hacia las demás y, sonriendo ligeramente, se sentó en el suelo, esperando la llegada del carro.
—¿Qué…? ¿Qué ha sido eso? —preguntó Knowledge, quien, como el resto de yeguas, estaba atónita.
—Fácil… —contestó la yegua del cuerno roto—: vamos a daros tiempo a que os preparéis para la visita, convocando una reunión urgente del Consejo y haciendo que la abuela de Shiny acuda a ella, como invitada especial. Por supuesto, Shiny debe permanecer a su lado hasta que comience la reunión, bien enseñándole el pueblo, bien en una reunión íntima en su casa.
—¿Y por qué no la acompañas tú? —inquirió Flashing—. Así Shiny podría prepararse mientras tanto…
Gentle volvió a bufar, contrariada.
—Parece que hablo contra la pared —comentó—. ¿Qué parte de “preparar una reunión del Consejo” no has comprendido?
—¿Entonces ella…? —se preguntó para sí misma la pequeña prestidigitadora.
—Por eso mismo le dije a Wise que debía sacrificarse… —respondió la unicornio de dos colores, mirando alternativamente a la potrilla y a la dorada pegaso.
Ésta última tenía cara de pocos amigos, observando inquisitivamente a Gentle, con un gesto que, si bien era ya mohíno, poco a poco se acentuaba hacia un inminente enfado de grandes proporciones.
—¡¡¡MI… ABUELA… NO… ES… UN… SACRIFICIO!!! —gritó entre dientes.
—Como veas… —objetó la yegua del cuerno roto—, pero modera tu lenguaje, porque ella está a punto de entrar al pueblo.
Como si hubiese recibido un shock, Shiny se relajó y, mirando directamente hacia la entrada del pueblo, sonrió de forma completamente exagerada.
—Por cierto… —la dorada pegaso comentó, sin girarse y sin perder en ningún momento la extravagante mueca—. Os pido una cosa: comportaos como yeguas responsables. Flashing, nada de enseñar trucos de magia. Knowledge, nada de exhibir armas. Shadow, nada de mostrar cosas de la herrería. Feather, nada de alardear de tus proezas de cartero. Y Gentle, nada de realizar… lo que quiera que hagas normalmente.
>>¡Este va a ser un gran día, y no voy a dejar que nada ni nadie lo estropee!
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—¡Capitán, nos estamos aproximando a nuestro destino! —exclamó el pegaso guía.
Shining Armor miró hacia el frente y observó el pueblo que había frente a él. Dicho lugar no solo distaba mucho de ser una hermosa población, como Canterlot o Ponyville, sino que más bien se asemejaba a un asentamiento de un lugar remoto, en el que los ponis debían luchar contra los elementos y contra los seres que pululaban por los alrededores; o como si fuese un campamento de guerra, colocado sobre el terreno de forma temporal. Ese lugar era, a todas luces, un lugar desolador, emplazado en una superficie aún más desoladora. Era la cruz y la contraposición de cualquier otro pueblo que hubiese en Equestria. De hecho, le parecía imposible que tal lugar pudiese existir en el mismo país que sitios como Manehattan, donde la ebullición del progreso llamaba a las puertas de cada uno de sus habitantes, o Fillydelphia, cuna de las artes que embellecían y agradaban a todos aquellos con un mínimo de viveza en sus corazones. Pero, desgraciadamente, la sola visión de aquel yermo lugar arrancaba de cuajo toda esperanza de alcanzar el sueño primario de cualquier poni.
Sin embargo, incluso desde allí se escuchaba la evidente efervescencia de sus habitantes, a quienes también se les podía ver moverse de un lado para otro. Unos entraban o salían de sus casas, y otros charlaban en mitad de la calle, taponando el paso a otros ponis, quienes ni siquiera se sentían molestos por ello. Incluso algunos entraban o salían por una gran abertura excavada en la montaña que había al fondo, al que parecía ser el centro natural de su propia mirada, a juzgar por la disposición de las escuetas y deprimidas casas de colores oscuros, que tomaban la forma, teniendo en cuenta la formación de la propia calle, de un embudo, cuyo extremo mayor era la entrada al pueblo y el extremo más fino era la propia cueva.
Shining Armor volteó su cabeza para observar a la anciana pegaso quien, por primera vez, volteaba su cabeza hacia todos lados, buscando sin duda algo. Entonces, de repente, ésta paró, fijando su mirada en un punto en concreto, exactamente donde estaban reunidas un grupo de jóvenes yeguas. Mientras su sonrisa se acentuaba, la yegua de color esmeralda alzó una pata y, cogiendo aire, gritó con alegría:
—¡¡SHINYYYYYYYYYYYY!!
—No hace falta que grite… —exclamó Shining Armor, mientras intentaba despejar torpemente su oído con el casco—, estoy aquí.
Polished le miró extrañada y, sin apartar la mirada de él, comentó:
—Estoy saludando a mi nieta, jovenzuelo.
El semental volteó la cabeza y se fijó en ese extraño grupo de féminas. Una de ellas, concretamente una pegaso de color dorado, devolvía el saludo.
—Lo siento —declaró finalmente el unicornio—, es que, como mi nombre es Shining Armor, pensaba que…
Pero la anciana no le prestaba atención, sino que estaba ansiosa por bajar del carro y saludar a la joven yegua.
—¡Soldados! —exclamó Shining, tornándose completamente serio—. ¡Desciendan y aterricen!
—¡A sus órdenes, Capitán! —respondió el pegaso-guía.
Entonces, rápidamente, pero con movimientos suaves y precisos, tomaron tierra.
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Gentle Colors sonrió para sus adentros. El carro que se acercaba era lujoso y especial, construido sin duda con intención de generar envidias, y sus ribetes dorados, sus ornamentaciones del mismo color y el piso, ataviado completamente de una moqueta azulada, a juego con el respaldo, eran propios del más recio abolengo. Dicho carruaje tenía, por delante, una especie de pedestal de conferencias de color blanco, coronado con el mismo dibujo que la monarca poseía en sus flancos (a lo que a buen seguro la Princesa Celestia aprovechaba para inducir aún más respeto hacia sus súbditos, utilizando un adminículo que, situado en mitad del frontal, amplificaba antaño su voz, para que, al usar la “Voz Real de Canterlot” pudiese aterrar aún más a los habitantes de Equestria). Más atrás, en el asiento de color añil (que tenía a su alrededor una serie de estrellas doradas), y por encima de éste, justo donde terminaba un esmerado detalle del símbolo que los equestrianos habían construido para conmemorar la salida del sol en el solsticio de verano, sobresalía de los límites del carro una alegoría del poder universal de la alicornio regente, compuesto por una gran estrella, acompañada a su vez por otras dos más pequeñas, situadas a sus costados. “Incluso a día de hoy te yergues orgullosamente sobre tu hermana y tus siervos”, pensó Gentle, atribuyendo la alegoría de la estrella más grande como representación de Celestia, y las dos más pequeñas, con evidente menor importancia, a las simbologías de Luna y las tres razas de ponis, “Sigues siendo un monstruo”. Por encima de las tres estrellas, y sobre un pequeño mástil, un gallardete, del mismo azul que el del piso y el respaldo, ondeaba con suma arrogancia.
Sin embargo, lo que más molestó a la unicornio de dos colores fueron las ruedas, pues, si bien las delanteras poseían radios normales, las traseras presentaban una simbología que, una vez más, demostraban la supremacía de poder y dominación que la Monarca de Equestria tenía sobre su hermana, pues la Cutie Mark de esta última, una luna en cuarto menguante, estaba completamente encerrada entre los límites interiores de un dorado sol. “Definitivamente, tu perdón sobre tu hermana Luna es tan falso como tus palabras hacia Equestria”, reflexionó la unicornio de dos colores.
Incluso, y para recalcar la magnificencia con la que sin duda Celestia quería atosigar a Gentle, el carro estaba tirado por cuatro grandes pegasos blancos, quienes estaban ataviados con una armadura dorada de excelente calidad y unos cascos coronados por una cresta de tipo sagital, del que salían, por arrib, las propias crines de los sacrificados soldados. Por último, comandando el carro, y situado en el piso, junto a la abuela de Shiny Eyes, un joven unicornio miraba con estupefacción hacia el pueblo.
Gentle recordaba perfectamente haber visto antes ese rostro, no hace mucho tiempo atrás. Entonces su sonrisa se acentuó ligeramente: ese semental era el Capitán de la Guardia Real, hermano de la actual aprendiz de Celestia, Twilight Sparkle, y pretendiente de la Princesa Cadance (aunque esto último aún era un secreto a voces entre los círculos más influyentes de Canterlot).
“Perfecto”, elucubró, “Has mostrado tu poder, Celestia, y has ejecutado tu primera baza. Ahora es mi turno de demostrarte que yo también sé jugar”.
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Apenas las ruedas del carro rozaron el suelo, Polished Emerald saltó al suelo, haciendo gala de una inusitada energía y, de tres pequeños saltos, se situó junto a la dorada pegaso, con quien se fundió en un cálido y hermoso abrazo.
—¡¡Querida nietita!! —exclamó la anciana, con lágrimas en los ojos.
—¡¡Abuelita!! —respondió Shiny, también llorosa.
—¡Me alegra tanto estar aquí...! —añadió la vetusta pegaso.
—¡Me alegra tanto que estés aquí...! —contestó la dorada joyera.
Flashing se acercó a Knowledge y, mientras mantenía su perenne sonrisa, susurró:
—Me encanta esta conversación táaaaaan profunda...
—Shhh, calla —chitó la historiadora, aunque no pudo evitar acentuar aún más su sonrisa.
—Callaos las dos —intervino Gentle, ligeramente molesta—. Este es un evento mucho más importante de lo que creéis.
—¡Oh, vamos! —dijo la prestidigitadora—. ¡No seas tan picajosa!
—Ven, te voy a presentar a mis amigas —comentó Shiny, dirigiéndose a su abuela, a quien había terminado ya de abrazar—. Chicas, esta es mi abuela, Polished Emerald.
>>Abuela, ella es Shadow Hammer —continuó relatando, señalando a la poni de tierra—, la herrero del pueblo, que provee de material a los mineros para la extracción de las grandes gemas que hay en el interior de la mina.
—Bienvenida, señora —exclamó la aludida.
—El placer es mío —respondió Polished, mirando con ligero asombro los músculos marcados de la oscura yegua, algo que también hizo Shining, intuyendo de alguna forma que, si alguna hubiese algún problema en Equestria, le encantaría tener la fuerza de esa poni a su lado.
—Esta otra es Fast Feather —señaló a la amarillenta yegua—, una pegaso-cartero. Pero no una cualquiera, sino una tan fantástica que ha sido elegida para participar en las Olimpiadas de Carteros.
—Ya me has contado eso en... la penúltima carta, si mal no recuerdo —habló la anciana de color esmeralda, mirando a su nieta. A continuación, se dirigió hacia Feather—. ¿Has sido tú la que nos has sobrepasado hace un rato, jovencita? Pasaste tan cerca que casi nos matas... —expresó, con tono jovial, quitando hierro al asunto.
Shiny, al escuchar esas palabras, miró hacia su alada amiga con un gesto de sorpresa y de irritación.
—Lo... lo siento —murmuró la amarillenta yegua, mirando alternativamente a Shiny y a Polished—. He tenido un problema con la goma de estancamiento de las gafas, y éstas se han empañado cuando volaba a gran velocidad. Solo podía ver lo que tenía directamente por debajo, así que, como tenía un envío muy urgente para entregar, he preferido, por seguridad, volar a gran altura para minimizar el riesgo... Nunca pensé que, precisamente por hacerlo, estuviese a punto de provocar un accidente... Lo siento muchísimo, de veras.
—¡Maldita sea! —se oyó decir al pegaso-guía del carro, que no intentó por un momento ocultar su voz—. ¡No era más que una cartero!
—¡Perdona! —exclamó Feather, encarándose al blanquecino militar—. ¿Tienes algo en contra de los carteros?
Shining Armor sonrió, aliviado: sabía que, para ese soldado, la posibilidad de poder entrar en batalla era una gloria honorable, pero para él, que debía proteger a la anciana, era un alivio saber que había sido una pegaso-cartero la que había volado tan rápidamente.
—Tranquila, Feather, tranquila —aconsejó Gentle, manteniendo su posición.
—Haz caso a los buenos consejos, jovencita —añadió Polished—. El mal temperamento es la lacra de nuestra tierra...
Con una sonrisa, Shiny señaló a la historiadora y a la prestidigitadora.
—Ellas son Knowledge, nuestra experta en historia, y Flashing, maestra en las artes de la magia —manifestó.
—Luego le enseñaré mi colección... —empezó a decir Knowledge.
—Después le mostraré unos trucos... —comenzó a hablar Flashing.
Pero, tal como comenzaron las dos, callaron. Por detrás de la anciana, Shiny les hacía señales para que no terminasen sus respectivas frases. “Todo debe salir perfecto”, les hizo saber.
—Y, por último —exclamó la dorada pegaso, con un tono de voz más alto de lo normal—, la única, la especial, la increíble... ¡Gentle Colors!
—Esto... —la aludida, observando directamente a Shiny, torció ligeramente el gesto, sin saber si esas palabras significaban que la estaba definiendo como maravillosa o como un mono de feria—, encantada —comentó, mirando a la octogenaria pegaso esmeralda—. Estoy REALMENTE encantada de que usted, una gran e ilustre invitada, nos honre con su presencia.
La expresión conciliadora de Shiny Eyes contrastaba ligeramente con la de su abuela, pero difería completamente con el gesto que tenían tanto Shining Armor como los cuatro soldados, quienes no habían siquiera imaginado que pudiera existir una poni tan extravagante y extraña como la que tenían delante, con unos colores que parecían enfrentarse en una batalla igualada por controlar el cuerpo, un cuerno que ya no tenía mucho de sí mismo y, sobre todo, unos ojos rojos como el fuego, capaz de helar la sangre al más valiente. Todas esas rarezas convivían por igual en una misma yegua, convirtiéndola una criatura realmente inquietante.
—¡Ah, usted es Gentle Colors! —dijo Polished—. No sabe cuántas ganas tenía de conocerla... Y créame, a pesar de haber leído las cartas que mi querida nieta me enviaba, es usted, si me permite decirlo, aún más increíble de lo que jamás habría imaginado.
“Sí, tanto la abuela como la nieta, se referían a mono de feria”, pensó la yegua de dos colores.
—Bien, bien, bien... —comenzó a exponer Shiny, pero la anciana le cortó.
—Querida nieta, quiero presentarte a mi acompañante —señaló al blanco unicornio, que intentaba mirar hacia cualquier otro lado que no fuese el cuerpo de Gentle—. Este jovenzuelo tan apuesto se llama Shining... nosequé.
—Shining Armor —apuntó el Capitán—. Mi nombre es Shining Armor.
—¡¡Jajajá!! —Flashing no pudo evitar soltar una carcajada—. ¡Shiny, se llama casi igual que tú...! —exclamó, ante el evidente gesto de recelo tanto de la joyero como del unicornio—. ¿¡Os puedo llamar “Shiny Uno” y “Shiny Dos”!? ¡No, mejor “Shiny yegua” y “Shiny semental!
Tanto Knowledge como Shadow cogieron aire para hablar y reprender a la potrilla, pero se les adelantaron Gentle y Polished, quienes la riñeron a la vez:
—¡Eso ha sido una falta de respeto, jovencita! —dijo la pegaso de color esmeralda.
—¡Flashing, eso ha sido una gran desconsideración! —espetó la unicornio de dos colores.
Bajando la mirada, la prestidigitadora se dispuso a disculparse, pero una voz a su espalda volvió a cortarla.
—¡Bienvenidos a Northwest Mines Town! —expresó Wise, acercándose al grupo—. Si me permiten, quisiera proponerles, como muestra de hospitalidad, una sesión de relax para los fuertes y valerosos pegasos, así como un refrigerio para el señor unicornio.
—¿Relax? ¿Refrigerio? —Shining estaba extrañado. ¿Quién era ese poni? ¿Y por qué estaba seguro de que le había visto antes?
—Sí, una sesión de relax, expresamente ideada para los cansados pegasos —señaló hacia Cirrus Merlon, la pequeña ciudad de nubes que estaba suspendida sobre el pueblo—. Estoy seguro de que será perfecto para aliviar los tensos músculos de sus alas.
>>En cuanto a usted, señor Capitán, hay un restaurante en el que estaremos perfectamente. Así podrá descansar del viaje, mientras hablamos de cualquier tema para sementales que se nos ocurra...
Los ojos de Shining Armor se entrecerraron ligeramente. ¿Por qué ese poni que le resultaba tan conocido se tomaba esas libertades?
—¿Temas? —acertó a preguntar el blanco unicornio.
—Sí, de cualquiera medianamente interesante... De los Wonderbolts, de Canterlot, de deportes, de política, de Mi Amore Cadenza...
Los ojos de Shining Armor se entrecerraron completamente. ¿Quién era ese poni y cómo podía ser que supiese lo de Cadance?
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—Señoras y señores —exclamó Magic Sales, mientras pulsaba unos botones en la máquina registradora—. Es hora de cerrar por esta mañana. Tengo una reunión del Consejo...
La unicornio de color morado acababa de mirar el reloj expuesto en la pared y, aunque le hubiese gustado aguantar un poco más, el cierre era inevitable. Le dolía dejar en la estacada a todas aquellas clientes que estaban comprando ingredientes de última hora para la comida o utensilios esenciales para el hogar, pero el deber era el deber. Aún recordaba cómo, apenas hacía unos minutos, Wise había entrado avasallando el lugar y, saltándose la cola (e ignorando las quejas de los clientes), le dijo “En veinte minutos, reunión del Consejo. Avisa a los demás”, marchándose a continuación con la misma rapidez con la que había llegado.
—¡Joooo! —comentó una pegaso de color blanco y crines azules, que estaba mirando una de las estanterías de artículos de droguería—. ¡Es que no me puedo decidir entre qué dos escobas comprarme...!
—Pues escoge la más barata... —respondió la tendero, torneando los ojos—. O vuelve luego... Pero en serio, debo asistir a la reunión....
Cerrando los ojos, la pegaso dio dos vueltas sobre sí misma y cogió una de las dos escobas al azar y, sin mirarlo, la llevó hasta el mostrador.
—¡Ésta, quiero ésta! —expresó, mientras alzaba el objeto para que Magic la validase.
—Veo que al final has decidido llevarte... —la unicornio miró el palo, extrañada—... un recogedor de mango largo...
La blanca yegua miró entonces hacia el objeto y observó, para su decepción, que, en la parte donde debía estar el cepillo de la escoba, había una pala.
—¡Por Celestia! —dijo, soltando el artilugio—. Mejor vengo esta tarde, ¿de acuerdo?
La respuesta de Magic fue volver a toquetear los botones de la caja registradora, mientras sonreía. A continuación, cuando la cliente abandonó la tienda, miró rápidamente a través de los estantes, para asegurarse de que no quedaba nadie y, saliendo del lugar, bajó mágicamente la puerta metálica y las aseguró con unos candados.
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—Abuelita —comentó Shiny—, creo que lo mejor es que, mientras mis amigas se preparan, te enseñe un poco el pueblo, ¿de acuerdo?
—Ay, nietita —exclamó la anciana—, me mimas demasiado...
Wise aprovechó el momento para hacer una señal hacia la ciudad de nubes, del que descendieron dos yeguas pegaso, una rojiza y la otra azulada.
—Por favor —dijo—, llevad a estos cuatro valientes soldados a una sesión especial de nuestro nuevo Spa flotante.
Las dos yeguas, con cara de picardía, se acercaron a los cuatro sementales, que se habían despojado de las correas del carro y, mientras los guardias elucubraban mediante miradas entre sí sobre lo que significaba “sesión especial”, los seis pegasos alzaron el vuelo, perdiéndose por entre las nubes que componían Cirrus Merlon.
Cuando las demás se quisieron dar cuenta, tanto Wise como Shining Armor se dirigían al restaurante. El primero tenía una sonrisa de oreja a oreja, y el segundo, que iba algo más atrás, un gesto escrutador.
—Bueno, creo que es hora de prepararnos, ¿verdad? —comentó Shadow quien, con una sonrisa, espoleó a las demás a que hicieran lo mismo.
—Esta tarde, como a las cinco, haré una sesión de té en mi casa —explicó Shiny—. No faltéis...
—Yo voy a terminar de arreglar lo de la reunión del Consejo... —declaró Gentle—, ¡porque veo que aquí nadie ha movido una pata para hacerlo! —exclamó en alto, asegurándose de que Wise se diese por enterado.
En cuestión de unos pocos segundos, Shiny y su abuela fueron las únicas que se quedaron en el lugar. La primera se acercó a la anciana e, instándole a que la siguiera, dijo:
—Voy a enseñarte el pueblo...
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—¿Quién va a avisar a Muffled? —preguntó una de las hermanas Number, en concreto Reale.
—“Está dentro de la mina” —añadió Look Talker, a través de rápidos movimientos oculares.
—Yo no pienso ir allí —declaró Disarming Smile, mirándole con desagrado—. Y menos después de me hiciste la última vez...
—Podríamos intentar nuestra táctica —dijo Imaginary—, aunque tardaríamos mucho tiempo.
Magic Sales volteó los ojos, pensando en por qué nunca obtenía ayuda. Entonces se acercó a un minero que acababa de salir de la gruta y le abordó. Después de hablar con él durante un momento, el obrero se giró y volvió a dirigirse hacia la montaña.
—Pues ya está —dijo—, van a buscarla. Yo voy a ir abriendo la casa de reunión. Y que alguien avise a Spoon Giddy, que es el único que no sabe de la asamblea.
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—¡Lo de siempre para mí! —exclamó Wise, mientras entraba en el restaurante—. ¡Y, para mi amigo, lo que quiera! ¡Cárgalo en mi cuenta!
El cocinero giró su cabeza hacia los recién llegados.
—Primero deberías empezar a pagarme algo —contestó—. No vivo del aire, ¿sabes? Lo que hiciste esta mañana podría ser un buen comienzo, en vez de algo esporádico. A ver si lo repites.
El aludido ignoró el comentario, y señaló una mesa situada al fondo, donde se aseguró de que no serían molestados, aunque no habían nadie más en el restaurante. El Capitán de la Guardia Real, mientras tomaba asiento, seguía escrutando a Wise, incapaz de decidirse si era un amigo o enemigo.
—Antes que nada —dijo el amarronado poni de tierra—, reitero la bienvenida a Northwest Mines Town.
—¿Quién eres? —preguntó Shining, que se había cansado ya de andar con rodeos.
—¿Acaso no te has dado cuenta aún? —inquirió a su vez el espía, dando un aire de misterio a sus palabras.
—Es Wise Words —comentó Spoon, trayendo, sobre una bandeja en equilibrio sobre su pata, una cerveza de Germaneigh y un licor suave de miel, que situó en mitad de la mesa—, también conocido como “Número Uno”.
Al oír esas palabras, los ojos de Shining se iluminaron de rabia. “Número Uno”, pensó, “Al fin te conozco... sabandija”.
—¡Muchas gracias! —exclamó Wise, mirando directamente al camarero—. ¡Acabas de estropear todo el clímax que llevaba preparando desde hace un buen rato...!
—Si pagases tus deudas —respondió Spoon—, estas cosas no ocurrirían...
Shining Armor respiró hondamente, intentando calmar su airado ímpetu, algo que logró hacer hasta que el camarero se situó de nuevo por detrás de la barra. Entonces, inclinándose hacia delante, y cogiendo el licor de miel, espetó:
—Me preguntaba por qué conocías la existencia de Cadance, pero el camarero ha despejado mis dudas.
—No pasa nada —respondió Wise—. De todas formas, tu relación con Mi Amore Cadenza es una comidilla que fluye sin control por ciertos círculos de Palacio. Por lo tanto, por mi “trabajo”, no me es ajeno.
El semental unicornio volvió a recostarse en el asiento y bebió un largo sorbo de la bebida.
—¿Sabes una cosa? —preguntó—. Me… “molestó” —acompañó esa palabra con un gesto que enfatizaba el entrecomillado— el que ordenases la retirada en la estación de tren de Canterlot. Para un Capitán de la Guardia Real, retirarse es lo mismo que declarar una derrota.
—Lo que hice —contestó Wise, sonriendo— fue salvaros la vida. A ti y a tus soldados —entonces volvió a tornar su gesto serio—. Lo que iba en ese tren os habría despedazado con facilidad.
Los ojos de Shining Armor se entrecerraron.
—Mis soldados no son potrillos —comentó—, sino parte de la fuerza de élite de defensa de Canterlot. Cada uno de ellos está entrenado para enfrentarse y derrotar a enemigos muy poderosos.
—Y habrían sido despedazados fácilmente por lo que viajaba en ese tren —reiteró el semental de tierra.
El blanco unicornio resopló, contrariado. Ese estúpido que tenía delante no solo dudaba de su ejército, sino que además parecía regodearse de ello.
—No te creo —espetó—. Una criatura tan poderosa como describes, viajando por Equestria, sería avistada por los destacamentos fronterizos desde mucho antes incluso de entrar a este país.
—Es que no entró en Equestria, sino que siempre ha estado aquí —respondió Wise.
—Además —siguió hablando Shining—, ¿por qué razón nos atacaría a nosotros y no lo hizo con los viajeros del tren?
—Porque ellos no suponían una amenaza —contestó el amarronado poni—. Vosotros sí.
El unicornio bufó de nuevo.
—Tranquilícese, señor Shining Armor —dijo Spoon, que se había acercado a la mesa de nuevo, para retirar los vasos, que estaban vacíos. Shining se sorprendió ligeramente… ¿Cuándo se había terminado su bebida?—, cuando él se emborracha, se convierte en alguien aún más insoportable —comentó con sorna.
—¡Yo no estoy borracho! —exclamó Wise, enfadado. Sabía que, si Celestia se enteraba que bebía alcohol en horas de servicio, podría castigarle severamente, aunque la ingesta fuese insuficiente como para mermar sus facultades—. ¡Métete tus falsos comentarios por el cul…!
En ese momento se abrió la puerta, haciendo que los tres mirasen hacia allí. Imaginary Numbers, con gesto temeroso, se encontraba en el umbral.
—Ha… —empezó a decir. Entonces cerró los ojos, tragó saliva y arrancó en una parrafada— Hay una reunión del Consejo, al que debéis asistir sin falta, pues los temas que se van a tratar son de suma importancia y deberíamos estar todos para poder aportar nuestros respectivos puntos de vista, pues estos son de vital importancia para el bien común, porque de lo que se decida en dicha reunión, dependerá el bienestar o no de Northwest Mines Town, y para que todos los habitantes estén representados, debemos asistir todos y debatir concienzudamente sobre cada punto del día, que son esenciales…
—Lo hemos entendido, Imaginary —respondió Wise, cortándola—, pero yo no puedo asistir, pues debo acompañar a este apuesto semental, para evitar que sea acosado por las jóvenes yeguas en celo que hay en este pueblo.
Tanto Shining como Imaginary miraron al amarronado poni de tierra con una mirada inquisitoria.
—Lo siento —cortó Spoon—, pero, como podrás ver —dijo, señalando a los dos ponis que estaban sentados en la mesa—, yo tampoco podré asistir.
Bajando la mirada, producto de la decepción, Imaginary se dio la vuelta y salió por la puerta.
—Os parecerá bonito —exclamó el cocinero—, ahora la pobre se sentirá culpable porque no vamos.
—Tienes razón —Wise bajó la mirada—. Es una gran pena... ¡Pero las penas se van con el alcohol! —gritó, elevando de nuevo la cabeza y mostrando una gran sonrisa—. ¡¡Otra ronda!!
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—Y esto de aquí es la tienda —expresó Shiny con una gran sonrisa, mientras mostraba un edificio, exactamente igual que los que tenía al lado pero, a diferencia del resto de casas del pueblo, ésta tenía un gran portón metálico que estaba bajado, imposibilitando la entrada.
—Ya veo... —dijo una aburrida Polished Emerald—. Es una pena que esté cerrado, me apetecía comprar algún producto típico del lugar...
—Es que la dueña de este establecimiento es una de los miembros del Consejo de Northwest Mines Town —respondió la dorada pegaso—, y está preparando, junto con los demás integrantes, una reunión urgente, por ti.
—Comprendo… —comentó la anciana—: para que tenga lugar una aburrida reunión, deben cerrarse todos los sitios donde una pobre vieja como yo podría divertirse —entonces señaló hacia el fondo del pueblo, donde estaba la montaña—. ¿Y qué me dices de eso? —preguntó.
Shiny miró hacia el lugar al que reseñaba su abuela.
—¿El sistema de proyección? —inquirió—. ¡Muy buena idea! —exclamó, sonriendo—. Es una auténtica maravilla de aparato, y creo que no hay nada parecido en ningún otro lado de Equestria… Lo malo es que el mando a distancia está en el edificio donde el Consejo celebra las reuniones, y están preparándolo todo, por lo que habría que molestarles para…
—No, no… —cortó Polished—. Digo más abajo, a la entrada de la mina. Me has contado tanto sobre ella, que quisiera ver cómo trabajas allí…
Shiny rememoró entonces, mediante una sucesión rápida de evocaciones, todo lo malo que había acontecido en el interior de la mina. Primero con respecto a ella, como su miedo inicial de no poder recomponer su primera gran gema; el derrumbamiento en el que quedó atrapada junto a Gentle y, sobre todo, el aterrador secuestro del que había sido víctima. Después a su mente llegaron imágenes de desgracias ajenas, como el sufrimiento de Muffled cuando fue obligada a gritarle a la gema negra, pendiendo su vida de un hilo demasiado fino; o del rapto exprés de Flashing y la posterior tentativa real de su muerte. Por lo tanto, no quería, bajo ningún concepto, que su abuela se enterase de esos hechos, pues no deseaba que se preocupara. De hecho, no le había enviado una carta sobre esta última experiencia y, de las otras dos anteriores, había sido muy escueta al relatar lo acontecido. Sin embargo, había algo que sabía que sí le gustaría a su querida abuela...
—Ven —dijo—, quiero mostrarte algo…
Con un paso renqueante por parte de la anciana, y un avanzar mediante saltitos por parte de la joven, las dos yeguas se dirigieron a la entrada de la mina. Una vez allí, Shiny se acercó a Muffled Yell, que salía en ese momento, junto a un minero.
—Hola, Muffled —exclamó la dorada pegaso—, permíteme un momento —entonces se acercó al minero que la acompañaba. La rojiza yegua miró hacia ella, extrañada, pero la dejó hacer—. Me gustaría, por favor, que llamaras a los “pequeñines” —solicitó al semental.
Este no tuvo ningún problema en acceder a la petición, por lo que volvió a adentrarse al interior de la gruta, perdiéndose tras un recoveco.
—Muffled —volvió a decir Shiny, una vez estuvieron solas las tres—, quisiera presentarte a mi abuela —señaló a la susodicha—. Ella es Polished, la joyera oficial de la Princesa Celestia, y quien me enseñó la técnica de restauración de joyas…
La jefa de mineros miró entonces hacia la anciana, con un evidente gesto de admiración.
—Es un auténtico placer conocerla —declaró, con una gran sonrisa.
—Y ella —expresó la dorada pegaso, señalando esta vez hacia la rojiza poni de tierra— es Muffled, la jefa de mineros.
—El placer es todo mío —contestó Polished, sonriendo también.
—Lo siento mucho —contó la yegua de mediana edad—, pero debo ayudar a preparar una reunión urgente del Consejo… aunque ya me supongo cuál es el motivo de la convocatoria, por lo que… Hasta luego, señora. Ha sido breve, pero encantador.
—Hasta luego —respondió la anciana, justo a tiempo para ver a la jefa de mineros avanzar hasta una casa en la medianía del pueblo.
Poco tuvieron que esperar Shiny y Polished, pues, de repente, empezaron a oír un múltiple deslizamiento. Para alegría de la dorada pegaso, y para sorpresa de la anciana de color esmeralda, unos grandes gusanos, algunos del tamaño de un semental adulto, aparecieron girando la esquina.
—Querida abuelita —exclamó Shiny—, estos son unos seres asombrosos...
—Ya veo... —contestó su abuela, con una expresión entre admiración y miedo.
—No son peligrosos, no te preocupes... —aconsejó la joven yegua—. Pero espera un momento...
Shiny se acercó a la pequeña comitiva. Reconoció a su líder, el Príncipe Rorgoon y, en voz baja, le susurró:
—Bienvenido, Su Alteza.
—Es un honor estar con una de las habitantes de la superficie —respondió el gran gusano, con el mismo tono de voz—, en concreto, con nuestra gran Paladina...
—Quisiera pedirle un favor —dijo, inclinándose en señal de respeto.
—Debería ser yo... —empezó a comentar Rorgoon—. Tendríamos que ser nosotros quienes nos inclinásemos ante ti.
—Por favor, ella es mi abuela... —explicó la joyero—. No le digáis nada de que estuve secuestrada ni nada parecido. Os lo suplico...
—Es una pretensión que, con gusto, acataremos —contestó el monarca.
Con una señal de asentimiento y agradecimiento, Shiny volvió con su abuela, seguida de cerca por la comitiva de gusanos.
—Abuela —exclamó—, él es el Príncipe Rorgoon, hermano menor del Rey Sargon, cuyo reino se halla en el interior de esta montaña, un reino formado por miembros de su raza, los gusanos de las profundidades… y también es un gran amigo.
Polished abrió ligeramente los ojos, sorprendida. Le parecía imposible que en un lugar tan remoto como era ese pueblo pudiera existir un reino, y más aún que éste estuviese formado por unos seres tan extraños como esos. Entonces volvió a recomponer su gesto habitual y sonrió: antiguamente pensaba que su nieta podía sentirse algo desdichada porque, a diferencia de ella misma, la joven pegaso no conocía a ningún miembro de la nobleza del país, y menos aún a la mismísima Princesa Celestia, pues, a pesar de que ella era la joyero real, su nieta nunca había podido siquiera acercarse a la monarca de Equestria. Pero ahora todo había cambiado. Sus temores a este respecto se habían disuelto completamente, pues su querida nieta conocía a un auténtico príncipe, aunque este fuese un gusano (literalmente) y su reino fuese un minúsculo pedazo de tierra en el interior de un gran país.
—Estoy realmente encantada de conocerle —comentó la anciana—. Y dígame, ¿cómo conoció usted a mi nieta?
Rorgoon y Shiny se miraron, alarmados. Ninguno de los dos se esperaba esa pregunta. Con un evidente gesto de nerviosismo, la dorada pegaso se adelantó y expresó:
—Le conocí hace poco, cuando me adentré a lo más hondo de la mina para buscar grandes gemas. Y nos encontramos. Él estaba comiendo una piedra al lado de una gema gigantesca, y yo me acerqué a esa gema, porque era la joya más grande que había visto en mi vida, y estaba extasiada, y estaba maravillada, y estaba completamente absorta en la gran gema. Y por poco le piso, porque estaba distraída. Y me llamó la atención. Y me extrañé mucho, porque nunca había visto un gran gusano, y menos aún uno que fuese capaz de hablar mi idioma. Y mi sorpresa fue aún más grande cuando otros gusanos aparecieron y le rodearon para protegerle. Entonces él me dijo que era el Príncipe de su pueblo, y yo le dije quién era yo. Y nos hicimos amigos… Porque la amistad es maravillosa, es algo increíble, es algo especial… Podría decirse que incluso es algo mágico, ¿verdad? —dijo de forma atropellada. Entonces sonrió de oreja a oreja, con un gesto completamente infantil.
Rorgoon respondió con una señal de asentimiento, al igual que había hecho después de cada frase de Shiny, como intentando acentuar la historia. Polished entrecerró los ojos y miró, alternativamente, a los dos.
—Vaaaleee… —comentó—. Es una historia realmente impresionante, que además fomenta la amistad. De hecho, es tan fantástica que me extraña no haber recibido una carta al respecto…
Shiny abrió los ojos como platos. El príncipe bajó la cabeza, sabiendo que no había funcionado.
—Abuela… —comenzó a decir la dorada yegua.
—Querida nieta —exclamó la anciana, cortándola—, es momento de que me digáis los dos lo que ocurrió realmente…
[center]CONTINUARÁ...[/center]