Spoiler:
[center]MY LITTLE PONY[/center]
[center]PARALLEL STORIES[/center]
[center]Versión Alternativa[/center]
[center]Chapter 1x01[/center]
[center]Northwest Mines Town[/center]
[center]4ª Parte[/center]
Shiny llamó y la puerta se abrió con un chirrido. Y allí estaba Gentle, con unas remarcadas ojeras y una evidente expresión de cansancio.
—Hola, Shiny Eyes. ¿Deseas algo? —preguntó la unicornio en medio de un bostezo.
—¿Estás bien? Te noto cansada —Shiny miró atentamente a la extraña yegua de dos colores.
—Eso es porque me acabas de despertar —Gentle devolvió la mirada, aunque en ella estaba impresa un tono de ligera desidia, para cambiar al instante en un gesto de enfado—. He estado toda la noche intentando meditar, así que simplemente me he rendido y me he acostado. Pero justo cuando logro conciliar el sueño, alguien me despierta llamando a la puerta. Pero bueno, el molestarme sobremanera no ha sido intención tuya, así que te disculpo, y te agradezco tu preocupación por mi maltrecha animosidad —volvió a bostezar—. Ahora, si me perdonas otra vez, voy a intentar dormirme de nuevo.
Shiny dejó ahogar un hipido de molestia, que ocultó bajo su casco, el cual había situado frente a su boca para tal efecto. Las palabras de la unicornio de dos colores eran producto del cansancio de una noche cuyas acciones habían sido frustradas, por lo tanto, no era su amiga quien hablaba, sino una mera sombra que se arrastraba por el suelo como si de un alma en pena se tratase, e incluso de un vistazo más escrutador descubrió que en realidad Gentle Colors no estaba sujetando el pomo de la puerta con su pata delantera derecha, sino que más bien se apoyaba en ella.
—¿Estarás esta tarde en “La Gran Prueba”? —preguntó finalmente, escogiendo cuidadosamente cada palabra.
—¿”La Gran Prueba”? —la yegua del cuerno roto alzó las cejas—. ¿Quién le ha puesto ese estúpido nombre? Lo de hoy no es otra cosa que un intento más de arreglar la penosa situación de este pueblo. Solo uno de los cien que ha habido. Y todos hasta ahora han fallado, por lo que no sé si estaré —señaló a Shiny de manera imperativa—. Es probable que no lo haga, pues no quiero sentirme decepcionada por alguien que promete la salvación y se queda en un vano intento. Y eso que yo estoy acostumbrada a sufrirlo, pero ellos… —apuntó hacia el pueblo, haciendo una panorámica de la calle—, ellos no lo están. De ti depende salir esta noche en volandas, o hacerlo huyendo de una horda de furiosos lugareños. Piénsalo bien, y actúa en consecuencia —hubo un pequeño pero pesado silencio, en el que se enfrentaron una cada vez más inapetente Gentle Colors y una Shiny Eyes a la que empezaba a humedecérsele los ojos—. Adiós —declaró finalmente la primera, cerrando a continuación la puerta con tal rapidez que esta emitió un golpe seco y empujó una pequeña brisa de aire hacia la cara de la dorada pegaso, enfriando aún más las heladas lágrimas que le empezaban a recorrer sus mejillas.
La joyero agachó la cabeza, consternada. ¿Habían intentado sacar a flote el pueblo cien veces? ¿Lo que iba a intentar ella no era más que el intento ciento uno? ¿Y, como tantas veces anteriores, su esfuerzo estaba abocado al fracaso? Pero lo que más le dolía del asunto había sido el desprecio con el que Gentle Colors había expresado la situación. ¿Por qué se había portado tan mal con ella? Pensaba que eran amigas, después de lo de la noche anterior. En ese momento Shiny se secó las lágrimas, irritada. No, no eran amigas. Nunca lo habían sido. Gentle Colors no era más que una estúpida, una ególatra que solo miraba para sí misma, y a la que no le importaba pisotear a los demás para evitar ceder un mínimo en su status. Lo mínimo que esa boba unicornio debería haber hecho era animarla, incluso si supiese a ciencia cierta que iba a fallar. Shiny Eyes sacó la lengua a la puerta burlándose mientras balbuceaba imitando de forma tétrica y cavernosa la voz de la unicornio de dos colores: “No sé si estaré. Es probable que no lo haga, pues no quiero sentirme decepcionada por alguien que promete la salvación y se queda en un vano intento”. Pues bien, que no estuviese. No necesitaba tener a Gentle a su lado para intentar superar la prueba.
Volvió a casa visiblemente enfadada, tan enojada que todos los ponis que estaban en su camino se apartaron. Cerró la puerta y, echándose de nuevo en la cama, se puso a leer una y otra vez el pergamino, pero no le prestaba mucha atención, pues su cabeza estaba en otra parte. No podía olvidar lo que había pasado con Gentle Colors. Le apenaba y dolía a partes iguales ese rechazo. Aunque quizá fuese la falta de sueño la que había hablado por la boca de la unicornio de dos colores y no ella misma, no la disculpaba en absoluto, y más teniendo en cuenta la amarga sensación de traición que sufría en todas y cada una de las células de su ser.
—¡Ya está aquí, ya está aquí! —gritó una voz femenina, proveniente de la calle.
Empezaron a sonar cornetas, así como explosiones de petardos. Shiny Eyes, haciendo un gran esfuerzo, se asomó por el umbral de la puerta y miró hacia donde todos lo hacían. Un carro dorado, tirado por cuatro pegasos blancos, venía volando por encima del camino de la encrucijada. Dentro de la calesa iba sentado un unicornio de pelaje también blanquecino, el cual iba vestido de forma estrafalaria. Apenas los tiradores del carro aterrizaron en mitad de la calle, los últimos ponis que hasta entonces habían permanecido en sus casas o en la mina salieron a recibirles. Todos, excepto Gentle Colors.
—Bienvenido, señor —declaró una rojiza poni de tierra, de crin verdosa y una oreja desgarrada—. Soy Muffled Yell, y quisiera darle la bienvenida a nuestro humilde pueblo, Northwest Mines Town.
—De acuerdo, de acuerdo —espetó el unicornio, con desgana—. Quiero terminar rápido con esto. Veamos, ¿dónde está la joya? —a raíz del tono utilizado por el semental, este parecía sentirse a disgusto entre tanto plebeyo.
—Por aquí dentro, señor… —la poni señaló a la mina, mientras dejó en el aire la frase inacabada, esperando una respuesta por parte del maleducado unicornio.
—Señor Ticked O'Runchecked —continuó este, el cual estaba mirando con superioridad hacia todos lados, excepto hacia donde estaba Muffled Yell.
—Verá, hemos elegido una pieza especialmente idónea para esta insigne ocasión… —Muffled sonrió quedamente, sabiendo que su interlocutor ignoraría completamente ese gesto.
—Veámosla entonces —la impaciencia de Ticked se hizo aún más patente.
—Ven tú también, Shiny, así observarás la gema original y te será más fácil reconstruirla —declaró la jefa de mineros, mirándola y haciendo un gesto para que se acercase. Curiosamente, la dorada pegaso percibió que el juez de la prueba había dejado de observarla, dedicando sus ráfagas de indolentes miradas hacia los demás, añadiendo únicamente a ambas yeguas al mayor de los ostracismos.
Shiny Eyes terminó asintiendo a las palabras de Muffled y, junto a ella y a Ticked entró a la mina. En ese momento la orfebre se fijó en la Cutie Mark del blanquecino unicornio: una “V” verde junto a una carita feliz y debajo de ella una “X” roja al lado de un rostro enfadado. Pasaron por un montón de pasillos y de recovecos, ocupando un tiempo que a la joyero le parecieron horas, hasta que entraron en una gran oquedad y los tres se pararon. Allí, en mitad de la gran cámara excavada por expertos cascos ponis, estaba la gran gema.
El corazón de Shiny dio un vuelco cuando vio la gema. Era la misma gema que había visto en su sueño, con su tono rojo sangre tan oscura y palpitante que, por un momento, le pareció exigir el pago de su alma por existir. Las dudas empezaron a apoderarse de ella. Tenía que luchar contra la sensación de que hubiera sido una negra (o rojiza) premonición. Cerró los ojos y empezó a susurrar una breve letanía que le inspirara confianza. Al terminarlo, se acercó a la gema y la observó desde todos los ángulos posibles, al igual que hizo Ticked. Poco después, la dorada pegaso giró la cabeza en una señal de satisfacción. Entonces Muffled tomó aire y lo exhaló, sin emitir ningún sonido, aunque movió la boca como si estuviese hablando.
—No hace falta que grite, jefa, estábamos al lado —un semental se acercó desde un recoveco, seguido de unos cuantos más, todos tocándose el oído, como si hubiesen escuchado un estruendo —. Empecemos entonces.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Shiny Eyes, asombrada.
—Nada, cariño… es mi habilidad especial —Muffled señaló su Cutie Mark—. Puedo proyectar mi grito a distancia, hacia donde yo quiera.
Los tres empezaron a moverse hacia la salida, dejando a los miembros de la cuadrilla de mineros tranquilos para que hiciesen su tarea. Ticked se dirigió directamente a su calesa, que tenía el toldo sacado. Sentándose en el asiento, cogió un refresco y empezó a beber, despreocupándose del resto del universo. Muffled posó entonces su casco sobre el hombro de la orfebre, y asintió cuando esta giró la cabeza.
—Sé que lo vas a lograr —murmuró, intentando animarla.
—Y nos fiamos de tu palabra —exclamó de repente una voz.
Shiny giró la cabeza hacia donde provenía el sonido que acababa de oír, descubriendo que todas sus amigas estaban ahí. Shadow Hammer, que era la que había expresado esas palabras, Fast Feather, Undying Knowledge y Flashing Hooves. Bueno, en realidad no estaban todas. Faltaba Gentle Colors, lo que hizo que Shiny recordase la conversación que había tenido con ella, y volvió a dudar de sí misma.
—Creemos en ti —comentó Feather.
—Y sé que no nos mentirías —prosiguió Flashing.
—Y nos vas a salvar —terminó declarando Knowledge.
La dorada pegaso bajó la mirada durante un momento, pues acababa de escuchar las palabras exactas de la pesadilla que había tenido esa noche. Cada vez dudaba más de su éxito.
—Y bien, ¿dónde harás la reparación? —preguntó Feather.
—¡Es verdad! Qué gran error por nuestra parte… —se lamentó la jefa de mineros, y se giró, buscando por todos lados un lugar apropiado para tal acción.
—No se preocupe, puedo intentarlo en cualquier lado —contestó Shiny Eyes de forma átona, mientras en el interior de su cabeza se veía fallando cada vez de forma cada más estrepitosa. Para defraudar a todo el mundo, incluyéndose a sí misma, cualquier sitio era bueno.
—Entonces, ¿qué os parece aquí mismo, a la salida de la mina? —Muffled señaló el suelo, justo donde estaban situadas.
Todos los presentes, al que se iban sumando los curiosos, dieron su visto bueno.
En ese momento Flashing pidió que esperaran un instante. Seguidamente se alejó hacia su puesto de trucos mágicos y arrancó el cartel de tela que colgaba por delante del tenderete, haciéndola un ovillo. A continuación volvió con la sábana y la dejó en el suelo, doblándola por la mitad varias veces, hasta dejarla de un tamaño parecida a la que debía tener la parte superior de una mesa de quirófano.
Shiny Eyes miró consternada la escena, sin podérselo creer. Todo lo que ocurría en la realidad ya había estado reflejada en la pesadilla. ¿Acaso estaba abocada a fracasar en su tarea? Y era algo que en breve averiguaría, pues empezaban a salir los mineros con los restos de la gran gema. Era el momento. La dorada pegaso miró hacia el cielo y su vista topó con la ciudad de nubes. “Espero conseguirlo, por favor, necesito conseguirlo”, suplicó en su interior. Empezó a sufrir un tic nervioso bajo el ojo derecho. Bufando silenciosamente, se insufló a sí misma los pocos ánimos que le quedaban, y se dirigió hacia su carrito, el cual estaba engalanado con unos globos y unos ramos de flores, cortesía sin duda alguna por alguien que consideraba ese evento como una gran fiesta. Por un momento deseó intercambiarse por ese poni, y así librarse del agobio que esa infernal prueba le estaba infringiendo, pero desdeñó esa pretensión, pues ella misma había sido la que había propuesto restaurar la enorme joya, y cambiar de cuerpo implicaría meter en el embrollo a un inocente. Pestañeando lentamente, volvió a su funesta realidad, y empezó a abrir cajones, armarios y muestrarios, tomando de unos utensilios y de otros ungüentos, así como otros materiales necesarios para la tarea.
Cuando regresó a la sábana, el sol, como si hubiese leído la mente de la dorada pegaso y sintiese una infinita vergüenza al descubrir sus pensamientos, se ocultó rápidamente por detrás de las montañas, tiñendo a Northwest Mines Town un ambiente funesto, revelando de esa manera al exterior el gran pesar que Shiny sentía dentro de sí misma. Temiendo que alguien más se diese cuenta del paralelismo que había entre luminosidad y animosidad, decidió que, pasase lo que pasase, haría todo lo que pudiese para que al menos terminase rápidamente.
Todo el pueblo estaba allí, comandado por Ticked O'Runchecked, el cual estaba escrutando desde la primera fila todos los movimientos de la orfebre. En cambio, los pegasos que habían llegado junto a él se quedaron más atrás, en un disposición que aseguraba la protección del unicornio por si ocurría cualquier imprevisto.
Shiny volvió a mirar hacia todos, haciendo una lenta pero imparable panorámica. Allí estaban todos y cada uno de los ponis que la habían ayudado desde que llegó al pueblo, expectantes por un acontecimiento que posiblemente cambiaría sus vidas. Todos, excepto una singular yegua, Gentle Colors.
—Bien —la voz de Ticked resonó en la plaza del pueblo—, así es cómo se va a hacer: antes he visionado la gran gema, a la que otorgo la pureza máxima, es decir, del cien por cien —los presentes, al escuchar esas palabras, empezaron a lanzar vítores, a lo que el blanco unicornio respondió con una mirada tan inquisitoria que hizo que todo el mundo callase—. Esa es la muestra más pura y, lo que se ha denominado chabacanamente por algún lumbreras como “La Gran Prueba”... —en ese momento una enloquecida risa, sin duda del creador (o creadora) de tal designación, se apoderó del lugar, carcajada que fue rápidamente acallada por otras igual o aún más desequilibradas. El blanco unicornio exhaló con rapidez el aire que tenía en sus pulmones y, mirando hacia los presentes con un gesto de maldad desesperada, carraspeó y dejó tiempo suficiente para que el jolgorio muriese por sí solo—. Como decía antes de esta... “inusual interrupción”, la denomi... —rodó los ojos al darse cuenta que estaba volviendo a crear ese estado perfecto para que volviesen a repetirse las malsanas y estúpidas risas, por lo que volvió a carraspear y eligió mejor las palabras—, quiero decir, el acto que tendrá lugar aquí, consistirá en realizar una recomposición tan eficiente como sea posible, acercándose, por supuesto, al máximo posible con respecto a esa calidad máxima que ostentaba la gema original. El límite inferior, sin embargo, lo tasaré en un ochenta y cinco por cien. Es decir, una calidad de acabado por encima de eso dará lugar a una prueba exitosa, pero si está por debajo de ese porcentaje será un rotundo fracaso —al decir esa última parte fijó su mirada en la de Shiny Eyes.
—Empecemos pues... —comentó Muffled.
Y así se hizo. Los mineros depositaron los trozos de gema sobre la sábana, dejando los dos últimos al lado de esta sendas bolsas con las esquirlas y el polvo de gema. La dorada pegaso se puso delante del rojizo collage y observó los trozos de gema, empezando a colocarlas a continuación en un orden específico. Después abrió el fardo con las esquirlas y empezó a colocarlas cuidadosamente entre los pedazos más grandes, encajándolas perfectamente en su sitio. Entonces paró, pues había llegado la parte más difícil de la restauración, que consistía en la incrustación del polvo de gema.
Shiny Eyes cerró con fuerza los ojos, intentando recordar la formulación requerida. De repente se dio cuenta de que no podía. Sabía que tenía que esparcir el polvo por toda la gran gema, y así lo hizo, pero no recordaba cuál de los dos frascos había que usar para convertir las limaduras en una amalgama idónea que hiciese que cada partícula se moviese hasta el lugar donde correspondiese. ¿Era el frasco rojo, o era el azul? Cuando abrió de nuevo los ojos descubrió que estaba sudando, y que el tic nervioso de su ojo volvía a aparecer. No podía creerlo... estaba tan cerca, y a la vez tan lejos... “Esto debe corresponder a la parte de mi pesadilla en la que no podía llegar a la gema”, se dijo, “Y así es”, susurró, mientras miraba la gran gema, la cuál estaba casi completa, pero al mismo tiempo no era más que un conjunto inacabado de pequeñas joyas con muchísimo menos valor.
Debía darse prisa, pues apenas podía ver por falta de luz. Incluso con la luna llena que empezaba a aparecer en el cielo la visión era dificultosa. El siguiente paso de la tarea de restauración era extremadamente importante. Uno de los dos ungüentos que tenía a su lado restablecería la gran gema, pero el otro… el otro… “Uno salva, el otro destruye”, recordó de repente… Sí, uno se usaba para reparar, y el otro se usaba para fragmentar aún más las joyas. El problema era que no recordaba cuál era cuál. Tomó el frasco rojo y lo abrió, mirando con atención su contenido. “Creo que era este”, dijo en voz muy baja.
—¡Vamos!, ¿¡de verdad lo crees!? ¡Yo no estoy tan segura! —exclamó una voz de repente.
Shiny Eyes miró hacia el origen del sonido y no pudo evitar sorprenderse. Gentle Colors estaba ahí, mirándola desafiante.
—¡Recuerda! —gritó de nuevo la yegua de dos colores—. ¡Recuerda y actúa en consecuencia!
La dorada pegaso cerró los ojos de nuevo e intentó calmarse. Recordó entonces una especie de cantinela que le enseñó su abuela para diferenciar los ungüentos: “Rojo… Rojo es fuego… Es fuego de dragón… Los dragones comen gemas… Los dragones destruyen las gemas”, recitó, al principio con apenas un hilo de voz, y a continuación elevando poco a poco el tono hasta acabar con un grito jubiloso. ¡Eso es! Tenía que usar el frasco azul. Rápidamente dejó el frasco que aún asía y tomó el otro, que abrió suavemente. Con sumo cuidado, vertió su contenido sobre la gran gema y, usando los cascos con mimo, empezó a repartirlo sobre toda la superficie.
Ya era bien entrada la noche cuando Shiny Eyes terminó el trabajo. Estaba exhausta, pero satisfecha consigo misma. Miró a todas sus amigas, y también a Disarming Smile, a Wise Words y a Look Talker, para acabar centrando su mirada en Gentle Colors. Shiny se sentía feliz y aliviada. Poco importaba ya si lo había conseguido o no, pues había hecho todo lo posible al intentarlo, y nadie podría reprocharle nada. Gentle Colors le devolvió la mirada y, sonriendo ligeramente, asintió.
En ese momento Ticked O'Runchecked se acercó a la gran gema y golpeó ligeramente un casco contra el otro, logrando con eso que uno de sus pegasos se acercase, mientras portaba una lámpara. El escrutinio de la gran gema por parte del blanco unicornio duró una eternidad. Una vez satisfecho, el juez se dio la vuelta, se puso al lado de Muffeld Yell y comenzó a hablar hacia el gran público:
—Habiendo examinado con detenimiento la gran gema aquí presente, y teniendo en cuenta las palabras mencionadas antes del inicio de esta, la denominada “La Gran Prueba”... —hizo una pequeña pausa para que el autor o autora de ese patético nombre saliese a la luz mediante la enloquecida risa, pero todo el mundo siguió callado y expectante, por lo que el blanco unicornio prefirió seguir—, debo decir que el resultado, siendo el cien por cien el estado de la gema original, y un ochenta y cinco por ciento el mínimo admisible para el éxito de la prueba —todos los presentes seguían atendiendo como si su vida dependiese de ello, algo que era bastante acertado, pues de ese resultado dependía el inicio de la recuperación de Northwest Mines Town y de sus habitantes, o bien la continuación de la muerte agónica del pueblo. Sin embargo, la que más atención estaba prestando era Shiny Eyes, pues ella era, con diferencia, la más afectada por el evento—, he de puntuar la restauración de esta joya en un ochenta y siete coma ocho por ciento. Por lo tanto, declaro exitosa esta hazaña.
Todo el mundo empezó a vitorear, a gritar, a saltar y a reír… todos menos Ticked, que volvió a golpear un casco contra el otro, haciendo que otro de los pegasos que habían llegado con él se acercase y le tendiese dos sellos, uno con una “V” verde y otro con una “X” roja. El blanco unicornio señaló el primero y el asistente se lo dio. Por último, Ticked estampó el sello en la esquina superior derecha de la gema y, dándose la vuelta, se dirigió directamente hacia su calesa.
Shiny Eyes estaba sin habla. ¡Había salvado Northwest Mines Town! ¡Había logrado salvar a esos ponis que ya estaban celebrando el resultado! ¡Había salvado a sus amigas, que siempre habían confiado en ella, incluyendo a Gentle Colors, que por primera vez desde que la había visto, sonreía! ¡Y lo más importante, se había salvado a sí misma de sus temores!
Una serie de silbidos, seguidos de unas atronadoras explosiones la sacaron de su ensimismamiento, e hizo que alzara la vista, sonriendo de forma gratificante ante el espectáculo que había ante ella. Los fuegos artificiales siguieron resonando con estruendo contra el cielo, explotando por debajo de la ciudad de nubes. Unos cohetes eran blancos, otros amarillos, otros verdes, y cada uno era aún más bonito que el anterior. Shiny Eyes lloraba de la emoción. Sintió que alguien le agarraba de una pata delantera, luego de la otra, y después de las dos traseras. Eran todas y cada una de sus amigas, las cuales estaban llevándola en volandas. Todo a su alrededor era alegría y fiesta en Northwest Mines Town, jolgorio que se unía al exuberante crecimiento de la esperanza que bullía en su interior, y logrando, en su conjunto, algo embriagador para la pegaso más afortunada de toda Equestria.
[center]* * *[/center]
El sol de la mañana dio de lleno en la cara de Shiny Eyes, que apretó aún más los ojos y se revolvió en la cama. Poco a poco terminó por despejarse, así que se levantó, estiró los cascos y se dispuso a desayunar. Fuera había mucho bullicio por lo que, aún con sueño, miró por la ventana. Los habitantes de Northwest Mines Town estaban quitando la decoración del día anterior, mientras algunos (o más bien la mayoría) aún canturreaban o bailaban al son de una música que solo ellos oían. Después de desayunar y asearse, decidió dar un paseo para terminar de despejarse. Salió de casa, pensativa, discurriendo consigo misma si debía acercarse al puesto de Magic Sales para comprar provisiones, pues los necesitaría para su nuevo hogar. Ya lo había decidido: se quedaría en ese pueblo.
—Shiny, ¿tienes un momento? —preguntó Muffled, acercándose—. Quería darte mi agradecimiento, y también trasladarte el reconocimiento de los demás miembros del Consejo del Pueblo. Gracias a ti se abre un nuevo horizonte para este humilde lugar, y sobre todo para todos sus habitantes. Por lo tanto, queremos honrarte como te mereces, así que hemos pensado que lo más justo es que deberías quedarte con la gran gema. Es un regalo de todos, y es lo mínimo que mereces. Pero antes debemos enmarcarla adecuadamente, así que te la entregaremos mañana... ¡Ah!, por supuesto, si decides quedarte a vivir aquí, esa casa en la que estás pasará a ser tuya.
—No... no sé qué decir... —la orfebre se sintió abrumada por el ofrecimiento, aunque sabía que algo así no sería extraño, después de haber logrado tal hazaña la noche anterior—. Es... Es todo un honor —declaró finalmente.
La jefa de mineros no pudo por menos que romper el silencio mediante una sonora y estruendosa carcajada, que hizo que Shiny bajase la cabeza, aún más avergonzada. La rojiza poni de tierra acercó su casco hasta el mentón de la dorada pegaso y, levantándole la cabeza, le guiñó un ojo y susurró un “No cambies, te necesitamos tal como eres”. Sin dar tiempo a responder, Muffled reculó y, mediante un gesto, dejó claro que la estaba dejando paso para que siguiera con sus quehaceres. Shiny le hizo caso y se marchó a la tienda y, después de comprar provisiones a una también agradecida Magic Sales, volvió a casa, esta vez con la cabeza un poquito más erguida. Sin embargo, frente a la puerta estaban sus amigas esperándola.
—Quisiera pedirte disculpas por mi tratamiento de ayer por la tarde —la abordó Gentle Colors, con una frase inusual.
Al escuchar esas palabras, Shiny Eyes entró en una espiral de incertidumbre, en el que las ideas contrarias pugnaban en su cabeza por hacerse con el control. De todas ellas, la que más fuerza adquirió fue el deseo innato de darle un cascazo en la coronilla a la unicornio de dos colores, y otra intención empezó a plantarle cara a la primera, siendo esta última la de darse la vuelta e ignorar a la yegua de dos colores. Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse a sí misma cuando las palabras saltaron de su boca:
—No te preocupes —la dorada pegaso observó a su compañera con gesto impertérrito, transformando su gesto con rapidez y sinceridad en un semblante alegre—, al final del todo, en el peor momento para mí, me ayudaste mucho.
—¿Qué pasó ayer por la tarde? —preguntó Flashing.
—Me despertó de mi sueño —fue la respuesta de la unicornio de dos colores.
—No me digas más, te pusiste hecha una furia —replicó Flashing—. Shiny, te aseguro que no eres la primera con quien Gentle se ha enfadado por haberla despertado. De hecho, creo que todos hemos sufrido sus ataques de rabia —y todas se pusieron a reír, excepto Gentle, que miraba a la pequeña prestidigitadora con los ojos entrecerrados.
—Yo no me pongo hecho una furia —aclaró la yegua del cuerno roto, lo que hizo que las demás riesen aún más fuerte.
—Shiny, lo siento... —comentó Fast Feather, una vez el revuelo de carcajadas terminase—. Con la fiesta y la alegría se me olvidó dártelo ayer —entonces sacó de su zurrón un pergamino y se lo ofreció.
Shiny lo tomó, lo abrió despacio y lo observó, maravillándose del contenido. Absolutamente todo el papiro estaba plagado de huellas de diferentes animales, que aunque parecían dibujados, un vistazo más detallado le advirtió que estas huellas eran verdaderas pisadas de animales, y que entre todas formaban la figura de un corazón, en cuyo interior alguien había escrito seis nombres, en orden alfabético:
“Fast Feather
Flashing Hooves
Gentle Colors
Shadow Hammer
Shiny Eyes
Undying Knowledge”
—Es... preciosa —murmuró la dorada pegaso, mirando con ojos titilantes al resto del grupo—. Es una carta realmente preciosa —entonces la orfebre abrió los ojos como platos, cuando un recuerdo cruzó su mente—. ¡Ah! ¡Casi lo olvido! —dio una bocanada de aire y respiró lentamente, intentando recuperar de esa manera la compostura—. Tengo que escribir a mi abuela. Prometí hacerlo si me ocurría algo extraordinario. Y lo que pasó ayer sí es algo que se podría considerarse extraordinario. Así que voy a entrar en casa a buscar un pergamino, una pluma y una redoma de tin...
—Tengo papel, tengo pluma y tengo una redoma de tinta en el zurrón —interrumpió una Feather sonriente—. Una pegaso-cartero nunca sale de casa sin su material de trabajo. El deber puede estar en cualquier sitio.
Shiny Eyes tomó entonces los utensilios que le ofrecía Fast Feather y, después de invitar a las demás a pasar a su casa, preparó la carta. Estuvo pensando durante unos segundos lo que iba a escribir y, exhalando, dejó finalmente que su corazón hablase por ella:
“Querida abuelita:
Tenías razón, como siempre. La hora más oscura de la noche es la que hay antes del amanecer, y cuanto peor van las cosas, más posibilidades hay de mejorar. En esa situación me encontraba yo. Y en esa misma situación se encontraba un pueblo llamado Northwest Mines Town.
Cuanto más sola se encuentra una, más fácil es encontrar las verdaderas amistades. Amistades que se ayudan y se apoyan incondicionalmente. Y precisamente eso es lo que ha ocurrido. He encontrado a esas amigas que tanto anhelaba hallar, he encontrado un lugar al que llamar Hogar, y, sobre todo, me he encontrado a mí misma.
Con cariño, tu nieta Shiny Eyes”.
Y las seis amigas salieron a la calle a disfrutar de nuevas aventuras en Northwest Mines Town.
[center]FIN DEL CAPÍTULO 1x01[/center]
[center]PARALLEL STORIES[/center]
[center]Versión Alternativa[/center]
[center]Chapter 1x01[/center]
[center]Northwest Mines Town[/center]
[center]4ª Parte[/center]
Shiny llamó y la puerta se abrió con un chirrido. Y allí estaba Gentle, con unas remarcadas ojeras y una evidente expresión de cansancio.
—Hola, Shiny Eyes. ¿Deseas algo? —preguntó la unicornio en medio de un bostezo.
—¿Estás bien? Te noto cansada —Shiny miró atentamente a la extraña yegua de dos colores.
—Eso es porque me acabas de despertar —Gentle devolvió la mirada, aunque en ella estaba impresa un tono de ligera desidia, para cambiar al instante en un gesto de enfado—. He estado toda la noche intentando meditar, así que simplemente me he rendido y me he acostado. Pero justo cuando logro conciliar el sueño, alguien me despierta llamando a la puerta. Pero bueno, el molestarme sobremanera no ha sido intención tuya, así que te disculpo, y te agradezco tu preocupación por mi maltrecha animosidad —volvió a bostezar—. Ahora, si me perdonas otra vez, voy a intentar dormirme de nuevo.
Shiny dejó ahogar un hipido de molestia, que ocultó bajo su casco, el cual había situado frente a su boca para tal efecto. Las palabras de la unicornio de dos colores eran producto del cansancio de una noche cuyas acciones habían sido frustradas, por lo tanto, no era su amiga quien hablaba, sino una mera sombra que se arrastraba por el suelo como si de un alma en pena se tratase, e incluso de un vistazo más escrutador descubrió que en realidad Gentle Colors no estaba sujetando el pomo de la puerta con su pata delantera derecha, sino que más bien se apoyaba en ella.
—¿Estarás esta tarde en “La Gran Prueba”? —preguntó finalmente, escogiendo cuidadosamente cada palabra.
—¿”La Gran Prueba”? —la yegua del cuerno roto alzó las cejas—. ¿Quién le ha puesto ese estúpido nombre? Lo de hoy no es otra cosa que un intento más de arreglar la penosa situación de este pueblo. Solo uno de los cien que ha habido. Y todos hasta ahora han fallado, por lo que no sé si estaré —señaló a Shiny de manera imperativa—. Es probable que no lo haga, pues no quiero sentirme decepcionada por alguien que promete la salvación y se queda en un vano intento. Y eso que yo estoy acostumbrada a sufrirlo, pero ellos… —apuntó hacia el pueblo, haciendo una panorámica de la calle—, ellos no lo están. De ti depende salir esta noche en volandas, o hacerlo huyendo de una horda de furiosos lugareños. Piénsalo bien, y actúa en consecuencia —hubo un pequeño pero pesado silencio, en el que se enfrentaron una cada vez más inapetente Gentle Colors y una Shiny Eyes a la que empezaba a humedecérsele los ojos—. Adiós —declaró finalmente la primera, cerrando a continuación la puerta con tal rapidez que esta emitió un golpe seco y empujó una pequeña brisa de aire hacia la cara de la dorada pegaso, enfriando aún más las heladas lágrimas que le empezaban a recorrer sus mejillas.
La joyero agachó la cabeza, consternada. ¿Habían intentado sacar a flote el pueblo cien veces? ¿Lo que iba a intentar ella no era más que el intento ciento uno? ¿Y, como tantas veces anteriores, su esfuerzo estaba abocado al fracaso? Pero lo que más le dolía del asunto había sido el desprecio con el que Gentle Colors había expresado la situación. ¿Por qué se había portado tan mal con ella? Pensaba que eran amigas, después de lo de la noche anterior. En ese momento Shiny se secó las lágrimas, irritada. No, no eran amigas. Nunca lo habían sido. Gentle Colors no era más que una estúpida, una ególatra que solo miraba para sí misma, y a la que no le importaba pisotear a los demás para evitar ceder un mínimo en su status. Lo mínimo que esa boba unicornio debería haber hecho era animarla, incluso si supiese a ciencia cierta que iba a fallar. Shiny Eyes sacó la lengua a la puerta burlándose mientras balbuceaba imitando de forma tétrica y cavernosa la voz de la unicornio de dos colores: “No sé si estaré. Es probable que no lo haga, pues no quiero sentirme decepcionada por alguien que promete la salvación y se queda en un vano intento”. Pues bien, que no estuviese. No necesitaba tener a Gentle a su lado para intentar superar la prueba.
Volvió a casa visiblemente enfadada, tan enojada que todos los ponis que estaban en su camino se apartaron. Cerró la puerta y, echándose de nuevo en la cama, se puso a leer una y otra vez el pergamino, pero no le prestaba mucha atención, pues su cabeza estaba en otra parte. No podía olvidar lo que había pasado con Gentle Colors. Le apenaba y dolía a partes iguales ese rechazo. Aunque quizá fuese la falta de sueño la que había hablado por la boca de la unicornio de dos colores y no ella misma, no la disculpaba en absoluto, y más teniendo en cuenta la amarga sensación de traición que sufría en todas y cada una de las células de su ser.
—¡Ya está aquí, ya está aquí! —gritó una voz femenina, proveniente de la calle.
Empezaron a sonar cornetas, así como explosiones de petardos. Shiny Eyes, haciendo un gran esfuerzo, se asomó por el umbral de la puerta y miró hacia donde todos lo hacían. Un carro dorado, tirado por cuatro pegasos blancos, venía volando por encima del camino de la encrucijada. Dentro de la calesa iba sentado un unicornio de pelaje también blanquecino, el cual iba vestido de forma estrafalaria. Apenas los tiradores del carro aterrizaron en mitad de la calle, los últimos ponis que hasta entonces habían permanecido en sus casas o en la mina salieron a recibirles. Todos, excepto Gentle Colors.
—Bienvenido, señor —declaró una rojiza poni de tierra, de crin verdosa y una oreja desgarrada—. Soy Muffled Yell, y quisiera darle la bienvenida a nuestro humilde pueblo, Northwest Mines Town.
—De acuerdo, de acuerdo —espetó el unicornio, con desgana—. Quiero terminar rápido con esto. Veamos, ¿dónde está la joya? —a raíz del tono utilizado por el semental, este parecía sentirse a disgusto entre tanto plebeyo.
—Por aquí dentro, señor… —la poni señaló a la mina, mientras dejó en el aire la frase inacabada, esperando una respuesta por parte del maleducado unicornio.
—Señor Ticked O'Runchecked —continuó este, el cual estaba mirando con superioridad hacia todos lados, excepto hacia donde estaba Muffled Yell.
—Verá, hemos elegido una pieza especialmente idónea para esta insigne ocasión… —Muffled sonrió quedamente, sabiendo que su interlocutor ignoraría completamente ese gesto.
—Veámosla entonces —la impaciencia de Ticked se hizo aún más patente.
—Ven tú también, Shiny, así observarás la gema original y te será más fácil reconstruirla —declaró la jefa de mineros, mirándola y haciendo un gesto para que se acercase. Curiosamente, la dorada pegaso percibió que el juez de la prueba había dejado de observarla, dedicando sus ráfagas de indolentes miradas hacia los demás, añadiendo únicamente a ambas yeguas al mayor de los ostracismos.
Shiny Eyes terminó asintiendo a las palabras de Muffled y, junto a ella y a Ticked entró a la mina. En ese momento la orfebre se fijó en la Cutie Mark del blanquecino unicornio: una “V” verde junto a una carita feliz y debajo de ella una “X” roja al lado de un rostro enfadado. Pasaron por un montón de pasillos y de recovecos, ocupando un tiempo que a la joyero le parecieron horas, hasta que entraron en una gran oquedad y los tres se pararon. Allí, en mitad de la gran cámara excavada por expertos cascos ponis, estaba la gran gema.
El corazón de Shiny dio un vuelco cuando vio la gema. Era la misma gema que había visto en su sueño, con su tono rojo sangre tan oscura y palpitante que, por un momento, le pareció exigir el pago de su alma por existir. Las dudas empezaron a apoderarse de ella. Tenía que luchar contra la sensación de que hubiera sido una negra (o rojiza) premonición. Cerró los ojos y empezó a susurrar una breve letanía que le inspirara confianza. Al terminarlo, se acercó a la gema y la observó desde todos los ángulos posibles, al igual que hizo Ticked. Poco después, la dorada pegaso giró la cabeza en una señal de satisfacción. Entonces Muffled tomó aire y lo exhaló, sin emitir ningún sonido, aunque movió la boca como si estuviese hablando.
—No hace falta que grite, jefa, estábamos al lado —un semental se acercó desde un recoveco, seguido de unos cuantos más, todos tocándose el oído, como si hubiesen escuchado un estruendo —. Empecemos entonces.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Shiny Eyes, asombrada.
—Nada, cariño… es mi habilidad especial —Muffled señaló su Cutie Mark—. Puedo proyectar mi grito a distancia, hacia donde yo quiera.
Los tres empezaron a moverse hacia la salida, dejando a los miembros de la cuadrilla de mineros tranquilos para que hiciesen su tarea. Ticked se dirigió directamente a su calesa, que tenía el toldo sacado. Sentándose en el asiento, cogió un refresco y empezó a beber, despreocupándose del resto del universo. Muffled posó entonces su casco sobre el hombro de la orfebre, y asintió cuando esta giró la cabeza.
—Sé que lo vas a lograr —murmuró, intentando animarla.
—Y nos fiamos de tu palabra —exclamó de repente una voz.
Shiny giró la cabeza hacia donde provenía el sonido que acababa de oír, descubriendo que todas sus amigas estaban ahí. Shadow Hammer, que era la que había expresado esas palabras, Fast Feather, Undying Knowledge y Flashing Hooves. Bueno, en realidad no estaban todas. Faltaba Gentle Colors, lo que hizo que Shiny recordase la conversación que había tenido con ella, y volvió a dudar de sí misma.
—Creemos en ti —comentó Feather.
—Y sé que no nos mentirías —prosiguió Flashing.
—Y nos vas a salvar —terminó declarando Knowledge.
La dorada pegaso bajó la mirada durante un momento, pues acababa de escuchar las palabras exactas de la pesadilla que había tenido esa noche. Cada vez dudaba más de su éxito.
—Y bien, ¿dónde harás la reparación? —preguntó Feather.
—¡Es verdad! Qué gran error por nuestra parte… —se lamentó la jefa de mineros, y se giró, buscando por todos lados un lugar apropiado para tal acción.
—No se preocupe, puedo intentarlo en cualquier lado —contestó Shiny Eyes de forma átona, mientras en el interior de su cabeza se veía fallando cada vez de forma cada más estrepitosa. Para defraudar a todo el mundo, incluyéndose a sí misma, cualquier sitio era bueno.
—Entonces, ¿qué os parece aquí mismo, a la salida de la mina? —Muffled señaló el suelo, justo donde estaban situadas.
Todos los presentes, al que se iban sumando los curiosos, dieron su visto bueno.
En ese momento Flashing pidió que esperaran un instante. Seguidamente se alejó hacia su puesto de trucos mágicos y arrancó el cartel de tela que colgaba por delante del tenderete, haciéndola un ovillo. A continuación volvió con la sábana y la dejó en el suelo, doblándola por la mitad varias veces, hasta dejarla de un tamaño parecida a la que debía tener la parte superior de una mesa de quirófano.
Shiny Eyes miró consternada la escena, sin podérselo creer. Todo lo que ocurría en la realidad ya había estado reflejada en la pesadilla. ¿Acaso estaba abocada a fracasar en su tarea? Y era algo que en breve averiguaría, pues empezaban a salir los mineros con los restos de la gran gema. Era el momento. La dorada pegaso miró hacia el cielo y su vista topó con la ciudad de nubes. “Espero conseguirlo, por favor, necesito conseguirlo”, suplicó en su interior. Empezó a sufrir un tic nervioso bajo el ojo derecho. Bufando silenciosamente, se insufló a sí misma los pocos ánimos que le quedaban, y se dirigió hacia su carrito, el cual estaba engalanado con unos globos y unos ramos de flores, cortesía sin duda alguna por alguien que consideraba ese evento como una gran fiesta. Por un momento deseó intercambiarse por ese poni, y así librarse del agobio que esa infernal prueba le estaba infringiendo, pero desdeñó esa pretensión, pues ella misma había sido la que había propuesto restaurar la enorme joya, y cambiar de cuerpo implicaría meter en el embrollo a un inocente. Pestañeando lentamente, volvió a su funesta realidad, y empezó a abrir cajones, armarios y muestrarios, tomando de unos utensilios y de otros ungüentos, así como otros materiales necesarios para la tarea.
Cuando regresó a la sábana, el sol, como si hubiese leído la mente de la dorada pegaso y sintiese una infinita vergüenza al descubrir sus pensamientos, se ocultó rápidamente por detrás de las montañas, tiñendo a Northwest Mines Town un ambiente funesto, revelando de esa manera al exterior el gran pesar que Shiny sentía dentro de sí misma. Temiendo que alguien más se diese cuenta del paralelismo que había entre luminosidad y animosidad, decidió que, pasase lo que pasase, haría todo lo que pudiese para que al menos terminase rápidamente.
Todo el pueblo estaba allí, comandado por Ticked O'Runchecked, el cual estaba escrutando desde la primera fila todos los movimientos de la orfebre. En cambio, los pegasos que habían llegado junto a él se quedaron más atrás, en un disposición que aseguraba la protección del unicornio por si ocurría cualquier imprevisto.
Shiny volvió a mirar hacia todos, haciendo una lenta pero imparable panorámica. Allí estaban todos y cada uno de los ponis que la habían ayudado desde que llegó al pueblo, expectantes por un acontecimiento que posiblemente cambiaría sus vidas. Todos, excepto una singular yegua, Gentle Colors.
—Bien —la voz de Ticked resonó en la plaza del pueblo—, así es cómo se va a hacer: antes he visionado la gran gema, a la que otorgo la pureza máxima, es decir, del cien por cien —los presentes, al escuchar esas palabras, empezaron a lanzar vítores, a lo que el blanco unicornio respondió con una mirada tan inquisitoria que hizo que todo el mundo callase—. Esa es la muestra más pura y, lo que se ha denominado chabacanamente por algún lumbreras como “La Gran Prueba”... —en ese momento una enloquecida risa, sin duda del creador (o creadora) de tal designación, se apoderó del lugar, carcajada que fue rápidamente acallada por otras igual o aún más desequilibradas. El blanco unicornio exhaló con rapidez el aire que tenía en sus pulmones y, mirando hacia los presentes con un gesto de maldad desesperada, carraspeó y dejó tiempo suficiente para que el jolgorio muriese por sí solo—. Como decía antes de esta... “inusual interrupción”, la denomi... —rodó los ojos al darse cuenta que estaba volviendo a crear ese estado perfecto para que volviesen a repetirse las malsanas y estúpidas risas, por lo que volvió a carraspear y eligió mejor las palabras—, quiero decir, el acto que tendrá lugar aquí, consistirá en realizar una recomposición tan eficiente como sea posible, acercándose, por supuesto, al máximo posible con respecto a esa calidad máxima que ostentaba la gema original. El límite inferior, sin embargo, lo tasaré en un ochenta y cinco por cien. Es decir, una calidad de acabado por encima de eso dará lugar a una prueba exitosa, pero si está por debajo de ese porcentaje será un rotundo fracaso —al decir esa última parte fijó su mirada en la de Shiny Eyes.
—Empecemos pues... —comentó Muffled.
Y así se hizo. Los mineros depositaron los trozos de gema sobre la sábana, dejando los dos últimos al lado de esta sendas bolsas con las esquirlas y el polvo de gema. La dorada pegaso se puso delante del rojizo collage y observó los trozos de gema, empezando a colocarlas a continuación en un orden específico. Después abrió el fardo con las esquirlas y empezó a colocarlas cuidadosamente entre los pedazos más grandes, encajándolas perfectamente en su sitio. Entonces paró, pues había llegado la parte más difícil de la restauración, que consistía en la incrustación del polvo de gema.
Shiny Eyes cerró con fuerza los ojos, intentando recordar la formulación requerida. De repente se dio cuenta de que no podía. Sabía que tenía que esparcir el polvo por toda la gran gema, y así lo hizo, pero no recordaba cuál de los dos frascos había que usar para convertir las limaduras en una amalgama idónea que hiciese que cada partícula se moviese hasta el lugar donde correspondiese. ¿Era el frasco rojo, o era el azul? Cuando abrió de nuevo los ojos descubrió que estaba sudando, y que el tic nervioso de su ojo volvía a aparecer. No podía creerlo... estaba tan cerca, y a la vez tan lejos... “Esto debe corresponder a la parte de mi pesadilla en la que no podía llegar a la gema”, se dijo, “Y así es”, susurró, mientras miraba la gran gema, la cuál estaba casi completa, pero al mismo tiempo no era más que un conjunto inacabado de pequeñas joyas con muchísimo menos valor.
Debía darse prisa, pues apenas podía ver por falta de luz. Incluso con la luna llena que empezaba a aparecer en el cielo la visión era dificultosa. El siguiente paso de la tarea de restauración era extremadamente importante. Uno de los dos ungüentos que tenía a su lado restablecería la gran gema, pero el otro… el otro… “Uno salva, el otro destruye”, recordó de repente… Sí, uno se usaba para reparar, y el otro se usaba para fragmentar aún más las joyas. El problema era que no recordaba cuál era cuál. Tomó el frasco rojo y lo abrió, mirando con atención su contenido. “Creo que era este”, dijo en voz muy baja.
—¡Vamos!, ¿¡de verdad lo crees!? ¡Yo no estoy tan segura! —exclamó una voz de repente.
Shiny Eyes miró hacia el origen del sonido y no pudo evitar sorprenderse. Gentle Colors estaba ahí, mirándola desafiante.
—¡Recuerda! —gritó de nuevo la yegua de dos colores—. ¡Recuerda y actúa en consecuencia!
La dorada pegaso cerró los ojos de nuevo e intentó calmarse. Recordó entonces una especie de cantinela que le enseñó su abuela para diferenciar los ungüentos: “Rojo… Rojo es fuego… Es fuego de dragón… Los dragones comen gemas… Los dragones destruyen las gemas”, recitó, al principio con apenas un hilo de voz, y a continuación elevando poco a poco el tono hasta acabar con un grito jubiloso. ¡Eso es! Tenía que usar el frasco azul. Rápidamente dejó el frasco que aún asía y tomó el otro, que abrió suavemente. Con sumo cuidado, vertió su contenido sobre la gran gema y, usando los cascos con mimo, empezó a repartirlo sobre toda la superficie.
Ya era bien entrada la noche cuando Shiny Eyes terminó el trabajo. Estaba exhausta, pero satisfecha consigo misma. Miró a todas sus amigas, y también a Disarming Smile, a Wise Words y a Look Talker, para acabar centrando su mirada en Gentle Colors. Shiny se sentía feliz y aliviada. Poco importaba ya si lo había conseguido o no, pues había hecho todo lo posible al intentarlo, y nadie podría reprocharle nada. Gentle Colors le devolvió la mirada y, sonriendo ligeramente, asintió.
En ese momento Ticked O'Runchecked se acercó a la gran gema y golpeó ligeramente un casco contra el otro, logrando con eso que uno de sus pegasos se acercase, mientras portaba una lámpara. El escrutinio de la gran gema por parte del blanco unicornio duró una eternidad. Una vez satisfecho, el juez se dio la vuelta, se puso al lado de Muffeld Yell y comenzó a hablar hacia el gran público:
—Habiendo examinado con detenimiento la gran gema aquí presente, y teniendo en cuenta las palabras mencionadas antes del inicio de esta, la denominada “La Gran Prueba”... —hizo una pequeña pausa para que el autor o autora de ese patético nombre saliese a la luz mediante la enloquecida risa, pero todo el mundo siguió callado y expectante, por lo que el blanco unicornio prefirió seguir—, debo decir que el resultado, siendo el cien por cien el estado de la gema original, y un ochenta y cinco por ciento el mínimo admisible para el éxito de la prueba —todos los presentes seguían atendiendo como si su vida dependiese de ello, algo que era bastante acertado, pues de ese resultado dependía el inicio de la recuperación de Northwest Mines Town y de sus habitantes, o bien la continuación de la muerte agónica del pueblo. Sin embargo, la que más atención estaba prestando era Shiny Eyes, pues ella era, con diferencia, la más afectada por el evento—, he de puntuar la restauración de esta joya en un ochenta y siete coma ocho por ciento. Por lo tanto, declaro exitosa esta hazaña.
Todo el mundo empezó a vitorear, a gritar, a saltar y a reír… todos menos Ticked, que volvió a golpear un casco contra el otro, haciendo que otro de los pegasos que habían llegado con él se acercase y le tendiese dos sellos, uno con una “V” verde y otro con una “X” roja. El blanco unicornio señaló el primero y el asistente se lo dio. Por último, Ticked estampó el sello en la esquina superior derecha de la gema y, dándose la vuelta, se dirigió directamente hacia su calesa.
Shiny Eyes estaba sin habla. ¡Había salvado Northwest Mines Town! ¡Había logrado salvar a esos ponis que ya estaban celebrando el resultado! ¡Había salvado a sus amigas, que siempre habían confiado en ella, incluyendo a Gentle Colors, que por primera vez desde que la había visto, sonreía! ¡Y lo más importante, se había salvado a sí misma de sus temores!
Una serie de silbidos, seguidos de unas atronadoras explosiones la sacaron de su ensimismamiento, e hizo que alzara la vista, sonriendo de forma gratificante ante el espectáculo que había ante ella. Los fuegos artificiales siguieron resonando con estruendo contra el cielo, explotando por debajo de la ciudad de nubes. Unos cohetes eran blancos, otros amarillos, otros verdes, y cada uno era aún más bonito que el anterior. Shiny Eyes lloraba de la emoción. Sintió que alguien le agarraba de una pata delantera, luego de la otra, y después de las dos traseras. Eran todas y cada una de sus amigas, las cuales estaban llevándola en volandas. Todo a su alrededor era alegría y fiesta en Northwest Mines Town, jolgorio que se unía al exuberante crecimiento de la esperanza que bullía en su interior, y logrando, en su conjunto, algo embriagador para la pegaso más afortunada de toda Equestria.
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El sol de la mañana dio de lleno en la cara de Shiny Eyes, que apretó aún más los ojos y se revolvió en la cama. Poco a poco terminó por despejarse, así que se levantó, estiró los cascos y se dispuso a desayunar. Fuera había mucho bullicio por lo que, aún con sueño, miró por la ventana. Los habitantes de Northwest Mines Town estaban quitando la decoración del día anterior, mientras algunos (o más bien la mayoría) aún canturreaban o bailaban al son de una música que solo ellos oían. Después de desayunar y asearse, decidió dar un paseo para terminar de despejarse. Salió de casa, pensativa, discurriendo consigo misma si debía acercarse al puesto de Magic Sales para comprar provisiones, pues los necesitaría para su nuevo hogar. Ya lo había decidido: se quedaría en ese pueblo.
—Shiny, ¿tienes un momento? —preguntó Muffled, acercándose—. Quería darte mi agradecimiento, y también trasladarte el reconocimiento de los demás miembros del Consejo del Pueblo. Gracias a ti se abre un nuevo horizonte para este humilde lugar, y sobre todo para todos sus habitantes. Por lo tanto, queremos honrarte como te mereces, así que hemos pensado que lo más justo es que deberías quedarte con la gran gema. Es un regalo de todos, y es lo mínimo que mereces. Pero antes debemos enmarcarla adecuadamente, así que te la entregaremos mañana... ¡Ah!, por supuesto, si decides quedarte a vivir aquí, esa casa en la que estás pasará a ser tuya.
—No... no sé qué decir... —la orfebre se sintió abrumada por el ofrecimiento, aunque sabía que algo así no sería extraño, después de haber logrado tal hazaña la noche anterior—. Es... Es todo un honor —declaró finalmente.
La jefa de mineros no pudo por menos que romper el silencio mediante una sonora y estruendosa carcajada, que hizo que Shiny bajase la cabeza, aún más avergonzada. La rojiza poni de tierra acercó su casco hasta el mentón de la dorada pegaso y, levantándole la cabeza, le guiñó un ojo y susurró un “No cambies, te necesitamos tal como eres”. Sin dar tiempo a responder, Muffled reculó y, mediante un gesto, dejó claro que la estaba dejando paso para que siguiera con sus quehaceres. Shiny le hizo caso y se marchó a la tienda y, después de comprar provisiones a una también agradecida Magic Sales, volvió a casa, esta vez con la cabeza un poquito más erguida. Sin embargo, frente a la puerta estaban sus amigas esperándola.
—Quisiera pedirte disculpas por mi tratamiento de ayer por la tarde —la abordó Gentle Colors, con una frase inusual.
Al escuchar esas palabras, Shiny Eyes entró en una espiral de incertidumbre, en el que las ideas contrarias pugnaban en su cabeza por hacerse con el control. De todas ellas, la que más fuerza adquirió fue el deseo innato de darle un cascazo en la coronilla a la unicornio de dos colores, y otra intención empezó a plantarle cara a la primera, siendo esta última la de darse la vuelta e ignorar a la yegua de dos colores. Sin embargo, no pudo evitar sorprenderse a sí misma cuando las palabras saltaron de su boca:
—No te preocupes —la dorada pegaso observó a su compañera con gesto impertérrito, transformando su gesto con rapidez y sinceridad en un semblante alegre—, al final del todo, en el peor momento para mí, me ayudaste mucho.
—¿Qué pasó ayer por la tarde? —preguntó Flashing.
—Me despertó de mi sueño —fue la respuesta de la unicornio de dos colores.
—No me digas más, te pusiste hecha una furia —replicó Flashing—. Shiny, te aseguro que no eres la primera con quien Gentle se ha enfadado por haberla despertado. De hecho, creo que todos hemos sufrido sus ataques de rabia —y todas se pusieron a reír, excepto Gentle, que miraba a la pequeña prestidigitadora con los ojos entrecerrados.
—Yo no me pongo hecho una furia —aclaró la yegua del cuerno roto, lo que hizo que las demás riesen aún más fuerte.
—Shiny, lo siento... —comentó Fast Feather, una vez el revuelo de carcajadas terminase—. Con la fiesta y la alegría se me olvidó dártelo ayer —entonces sacó de su zurrón un pergamino y se lo ofreció.
Shiny lo tomó, lo abrió despacio y lo observó, maravillándose del contenido. Absolutamente todo el papiro estaba plagado de huellas de diferentes animales, que aunque parecían dibujados, un vistazo más detallado le advirtió que estas huellas eran verdaderas pisadas de animales, y que entre todas formaban la figura de un corazón, en cuyo interior alguien había escrito seis nombres, en orden alfabético:
“Fast Feather
Flashing Hooves
Gentle Colors
Shadow Hammer
Shiny Eyes
Undying Knowledge”
—Es... preciosa —murmuró la dorada pegaso, mirando con ojos titilantes al resto del grupo—. Es una carta realmente preciosa —entonces la orfebre abrió los ojos como platos, cuando un recuerdo cruzó su mente—. ¡Ah! ¡Casi lo olvido! —dio una bocanada de aire y respiró lentamente, intentando recuperar de esa manera la compostura—. Tengo que escribir a mi abuela. Prometí hacerlo si me ocurría algo extraordinario. Y lo que pasó ayer sí es algo que se podría considerarse extraordinario. Así que voy a entrar en casa a buscar un pergamino, una pluma y una redoma de tin...
—Tengo papel, tengo pluma y tengo una redoma de tinta en el zurrón —interrumpió una Feather sonriente—. Una pegaso-cartero nunca sale de casa sin su material de trabajo. El deber puede estar en cualquier sitio.
Shiny Eyes tomó entonces los utensilios que le ofrecía Fast Feather y, después de invitar a las demás a pasar a su casa, preparó la carta. Estuvo pensando durante unos segundos lo que iba a escribir y, exhalando, dejó finalmente que su corazón hablase por ella:
“Querida abuelita:
Tenías razón, como siempre. La hora más oscura de la noche es la que hay antes del amanecer, y cuanto peor van las cosas, más posibilidades hay de mejorar. En esa situación me encontraba yo. Y en esa misma situación se encontraba un pueblo llamado Northwest Mines Town.
Cuanto más sola se encuentra una, más fácil es encontrar las verdaderas amistades. Amistades que se ayudan y se apoyan incondicionalmente. Y precisamente eso es lo que ha ocurrido. He encontrado a esas amigas que tanto anhelaba hallar, he encontrado un lugar al que llamar Hogar, y, sobre todo, me he encontrado a mí misma.
Con cariño, tu nieta Shiny Eyes”.
Y las seis amigas salieron a la calle a disfrutar de nuevas aventuras en Northwest Mines Town.
[center]FIN DEL CAPÍTULO 1x01[/center]