¡Sí, vuelven los escritos mierdas, ahora con un 10% + de shitismo porque fui obligado a hacerlo, cosas de clase. :pinkamena2:
Hecho ayer desde las 00:00-00:15, no pude explayarme todo lo que quería.(aprox)
Spoiler:
La caminata a través de las calles de Londres se repetía una y otra vez, todas las mañanas, todos los días, durante toda su vida. El Caminante había pasado enfrente de las mismas tiendas, con la lluvia empapando la gabardina y las gotas arrancando sonidos amortiguados al caer encima del sombrero.
Su camino si había cambiado durante estos años, Londres no era la misma que hacía veinte años, ni su trabajo el mismo. Había pasado los últimos tiempos sirviendo como detective privado. En la tétrica y neblinosa Londres de finales de principios del siglo XX, también existían las intrigas, solía pensar con frecuencia.
Pasó por las distintas avenidas, y calles, apartándose de los carros mientras llegaba a la comisaría. Su caso, recuperar a una mujer de noble apariencia, con el cabello rojo como el fuego, ojos verdes como lágrimas del bosque y una importante herencia.
Volvió el Caminante directo a su hogar, la neblina aumentaba a cada paso que daba, sumergiéndole en un estado de preocupación, la noche que pronto llegaba no era un buen presagio.
Su rutina nocturna era monótona, todas las noches preparaba té, se sentaba en una hamaca junto al fuego y repasaba las notas e informes sobre sus objetivos, desparramando los libros de su recién descubierto Lovecraft de la mesa.
El caso que se presentaba ante él era difícil, no había que ser especialmente inteligente para observar que había una relación entre la Mujer del Fuego (como había apodado a su objetivo) y otras cuatro misteriosas desapariciones en el mismo mes, todas sucedían de la misma forma, la niebla se extendía como unas alas oscuras sobre las figuras de estos individuos, posteriormente desaparecían, dejando tras de sí todas sus pertenencias y un lazo rojo, oscurecido por la sangre.
La investigación le llevo años, meses, días…el tiempo era relativo cuando la concentración se alzaba por encima de otros aspectos tan triviales, como que el té se había vaciado en el suelo o que misteriosamente uno de los libros de Lovecraft caídos estaba abierto, despedazado, la única y remarcada palabra de Cthulhu coronaba la página.
Y con la llamada de Cthulhu empieza la locura.
El graznido de cuervos le sacó del trance, extraño. Extraño era escuchar ese sonido en plena capital, extraño como el silencio que dejó la lluvia al parar súbitamente, extraño como las sacudidas que sentía, que no le permitían ver más que una sucesión de imágenes confusa y sin sentido.
Su pensamiento estaba dañado, frío, su habitual facilidad de pensamiento había dejado paso a la locuacidad de un chiquillo que aprende a hablar.
>>”Calle”, “despejarse”.
Salió a trompicones de su hogar, el Caminante trataba de despejarse, pero fue incapaz.
No era el camino que recordaba, las farolas se retorcían como ramas de un sauce llorón muerto, el agua de los charcos y el polvo se elevaban como estrellas hacia el cielo, mientras la niebla le impedía ver más allá de unos metros por delante de él. El sonido de sus pisadas era terrible, como si pasara aplastando trozos de hueso, se paró en seco.
Figuras andaban de un lado a otro, de color blanquecino y apagado, la expresión triste y la sombra del llanto afloraba en sus rostros marchitos.
No parecían verle, como tampoco parecía real ninguna de aquellas sombras de los vivos que le atravesaban y le dejaban con una sensación de congelación.
Una figura si estaba delineada, colorida, una figura le daba la espalda, ataviada con una túnica roja pegada al cuerpo, un cuerpo femenino.
El Caminante se acercó a ella en silencio y tiró con suavidad la capucha. La Mujer de Fuego se dio la vuelta con una mueca juguetona.
>>Ven
No salió de los labios de esa mujer, simplemente esas palabras atravesaron su mente, negó con la cabeza.
La expresión de la mujer cambió, todo se apagó. El cielo se oscureció como de agua teñida por la tinta y el suelo brillaba con un resplandor de trémulo color verde.
Las sombras eran algo más que sombras, cuerpos destruidos parecían danzar al compás del latido de su corazón, era una estancia pequeña, estrecha, las víctimas de sus últimos casos le miraban al rostro con una mueca de desprecio por dejarles morir.
Los desaparecidos de túnicas rojas aparecieron de repente, tirando de él hasta el fondo de la estancia.
>>El último de los seis ha llegado, tú Caminante eres el sexto elemento del caos, eres el último componente de la Locura. El último resquicio de la Cordura del hombre, eres un cascarón vacío. Un paradigma del humano de hoy, moviéndose a todas partes y a ninguna.
El último de los Seis ha respondido a la llamada del Caos, y con ella traerá el orden<<
Las risas de los otros cinco inundaron su cabeza, mientras era marcado en el brazo como ganado, como un animal que necesitaba ser reconocido.
Despertó, estaba en su cama, aturullado. Algo acarició sus piernas antes de que se levantara, una mujer de pelo rojo yacía en su cama, sonrió recordando su pesadilla y se acercó a la ventana, intentando ver el sol.
El cielo dio paso a la oscuridad y levantó su brazo, una marca reciente lo decoraba. Era el comienzo del Final.
Su camino si había cambiado durante estos años, Londres no era la misma que hacía veinte años, ni su trabajo el mismo. Había pasado los últimos tiempos sirviendo como detective privado. En la tétrica y neblinosa Londres de finales de principios del siglo XX, también existían las intrigas, solía pensar con frecuencia.
Pasó por las distintas avenidas, y calles, apartándose de los carros mientras llegaba a la comisaría. Su caso, recuperar a una mujer de noble apariencia, con el cabello rojo como el fuego, ojos verdes como lágrimas del bosque y una importante herencia.
Volvió el Caminante directo a su hogar, la neblina aumentaba a cada paso que daba, sumergiéndole en un estado de preocupación, la noche que pronto llegaba no era un buen presagio.
Su rutina nocturna era monótona, todas las noches preparaba té, se sentaba en una hamaca junto al fuego y repasaba las notas e informes sobre sus objetivos, desparramando los libros de su recién descubierto Lovecraft de la mesa.
El caso que se presentaba ante él era difícil, no había que ser especialmente inteligente para observar que había una relación entre la Mujer del Fuego (como había apodado a su objetivo) y otras cuatro misteriosas desapariciones en el mismo mes, todas sucedían de la misma forma, la niebla se extendía como unas alas oscuras sobre las figuras de estos individuos, posteriormente desaparecían, dejando tras de sí todas sus pertenencias y un lazo rojo, oscurecido por la sangre.
La investigación le llevo años, meses, días…el tiempo era relativo cuando la concentración se alzaba por encima de otros aspectos tan triviales, como que el té se había vaciado en el suelo o que misteriosamente uno de los libros de Lovecraft caídos estaba abierto, despedazado, la única y remarcada palabra de Cthulhu coronaba la página.
Y con la llamada de Cthulhu empieza la locura.
El graznido de cuervos le sacó del trance, extraño. Extraño era escuchar ese sonido en plena capital, extraño como el silencio que dejó la lluvia al parar súbitamente, extraño como las sacudidas que sentía, que no le permitían ver más que una sucesión de imágenes confusa y sin sentido.
Su pensamiento estaba dañado, frío, su habitual facilidad de pensamiento había dejado paso a la locuacidad de un chiquillo que aprende a hablar.
>>”Calle”, “despejarse”.
Salió a trompicones de su hogar, el Caminante trataba de despejarse, pero fue incapaz.
No era el camino que recordaba, las farolas se retorcían como ramas de un sauce llorón muerto, el agua de los charcos y el polvo se elevaban como estrellas hacia el cielo, mientras la niebla le impedía ver más allá de unos metros por delante de él. El sonido de sus pisadas era terrible, como si pasara aplastando trozos de hueso, se paró en seco.
Figuras andaban de un lado a otro, de color blanquecino y apagado, la expresión triste y la sombra del llanto afloraba en sus rostros marchitos.
No parecían verle, como tampoco parecía real ninguna de aquellas sombras de los vivos que le atravesaban y le dejaban con una sensación de congelación.
Una figura si estaba delineada, colorida, una figura le daba la espalda, ataviada con una túnica roja pegada al cuerpo, un cuerpo femenino.
El Caminante se acercó a ella en silencio y tiró con suavidad la capucha. La Mujer de Fuego se dio la vuelta con una mueca juguetona.
>>Ven
No salió de los labios de esa mujer, simplemente esas palabras atravesaron su mente, negó con la cabeza.
La expresión de la mujer cambió, todo se apagó. El cielo se oscureció como de agua teñida por la tinta y el suelo brillaba con un resplandor de trémulo color verde.
Las sombras eran algo más que sombras, cuerpos destruidos parecían danzar al compás del latido de su corazón, era una estancia pequeña, estrecha, las víctimas de sus últimos casos le miraban al rostro con una mueca de desprecio por dejarles morir.
Los desaparecidos de túnicas rojas aparecieron de repente, tirando de él hasta el fondo de la estancia.
>>El último de los seis ha llegado, tú Caminante eres el sexto elemento del caos, eres el último componente de la Locura. El último resquicio de la Cordura del hombre, eres un cascarón vacío. Un paradigma del humano de hoy, moviéndose a todas partes y a ninguna.
El último de los Seis ha respondido a la llamada del Caos, y con ella traerá el orden<<
Las risas de los otros cinco inundaron su cabeza, mientras era marcado en el brazo como ganado, como un animal que necesitaba ser reconocido.
Despertó, estaba en su cama, aturullado. Algo acarició sus piernas antes de que se levantara, una mujer de pelo rojo yacía en su cama, sonrió recordando su pesadilla y se acercó a la ventana, intentando ver el sol.
El cielo dio paso a la oscuridad y levantó su brazo, una marca reciente lo decoraba. Era el comienzo del Final.
