AITANA PONES
Poni de tierra.
Jugador nº 34.
Spoiler:
Aitana Pones es una poni de tierra y, desde potrilla, fue una yegua muy inquieta y curiosa. Más de lo que era aconsejable para su salud. Podríamos decir que todo empezó cuando tuvo que burlar a unos grifos que vinieron a por su padre y, al no estar éste, intentaron desquitarse con la pequeña. El cómo acabó ella al final defendiéndose a latigazo limpio de una mantícora del circo, dentro del vagón de un tren que iba al este, es una historia... curiosa cuanto menos.
Llegó al lejano oriente, donde, chapurreando un par de idiomas, conoció un arqueólogo. Éste le prometió que la ayudaría a volver a casa cuando "acabara el trabajo". Trabajo que consistió en devolver a la momia del antiguo rey unicornio Mangestr a su cripta antes de que destruyera el mundo. Cualquier potrilla con dos dedos de frente, tras ver esto, se habría escondido bajo las sábanas para no volver a vivir algo así.
No fue el caso de Aitana Pones.
Cuando creció, decidió empezar a estudiar arqueología. Pero a los pocos años, y al grito de "¡Los hallazgos están en ciudades ocultas, no en los libros!", abandonó los estudios y, consiguiendo financiación, viajó por el mundo descubriendo todo tipo de yacimientos arqueológicos. Momias, maldiciones, dioses olvidados, cultos oscuros, trampas, persecuciones, saltar por barrancos... es parte del día a día de esta poni de tierra.
Sus descubrimientos han revolucionado el mundo de la arqueología, y, aún sin acabar los estudios, se ha ganado a pulso el doctorado en Historia y Arqueología de la universidad de Manhattan. Ahora, ella nunca utiliza ese título, ya que "Los doctores no hacen nada más que estar en sus despachos y decir sandeces. ¡Yo soy arqueóloga!" No son pocas las veces que Aitana ha salvado el mundo del alzamiento de un malvado brujo, o ha detenido una maldición antes de que destruyera todo un continente. Los que conocen sus hazañas suelen tildarlas de "fantasía". Pero los pocos que saben, a ciencia cierta, la veracidad de las mismas, temen, respetan y adoran a Aitana a partes iguales.
Al menos, esta es la historia... conocida de Aitana. La verdad que se esconde tras esta intrépida aventurera es mucho más oscura. Porque los hallazgos que ha mostrado al mundo son solo unos pocos de los que ha descubierto. La gran mayoría de sus expediciones han acabado encontrando un mal que no debía salir del mundo... y la arqueóloga se aseguró de ello.
No existe una organización secreta que se encargue de esta labor. Entre ellos, se llaman "arqueólogos". Arqueólogos que, como Aitana, siguen los rumores, leyendas y movimientos de las más terribles criaturas y maldiciones y le ponen freno antes de que lleguen a suponer una amenaza para el mundo. Un trabajo secreto del que nadie debe saber nada. Hay males que no deben ser conocidos por el mundo... nunca.
Esta labor le ha supuesto a Aitana grandes sacrificios en su vida: no poder contar a nadie a qué te dedicas realmente es, cuanto menos, un impedimento a la hora de establecer relaciones sinceras. Y tampoco se puede negar el afán aventurero de Aitana, que le mueve a arriesgarse lo indecible en busca de las maldiciones de la antigüedad.
Los que conocen bien a la arqueóloga, hablan de un gran cambio en su vida. Hace pocos años viajó al norte, mucho más allá del Imperio de Cristal, en busca de la tumba de "Santa Claus". Aunque la tomaron a broma y por una loca, un hecho no se pudo negar: Regresó a la ciudad de cristal inconsciente, teletransportada por un unicornio anónimo. Tenía unas heridas espantosas, los doctores aseguraron que "Jamás habían visto nada así". Tardó meses en recuperarse, pero desde que lo hizo, no volvió a ser la misma. Sigue manteniendo su actitud sobreconfiada y, en ocasiones, algo prepotente. Pero mirando más allá, muchos notan un aire de culpa y melancolía tras su mirada. Ella nunca ha soltado prenda de lo que ocurrió en el norte.
Aitana no volvió a emprender una nueva expedición desde entonces. Pero cuando se supo que las Mane Six habían sido capturadas por Nightmare Moon, y que Celestia no podía ir a rescatarlas, la sonrisa aventurera de Aitana volvió con intensidad a su rostro. Hacía tiempo que buscaba un auténtico reto, algo que la motivara a volver a poner a prueba sus habilidades. Asaltar las tumbas y reliquias de civilizaciones ya desaparecidas es una cosa... ¿pero adentrarse en el laberinto creado por una diosa del mal en persona? Eso era... todo un desafío.
Tomó su fiel látigo, su brújula rota y su sombrero de exploradora. Tras un día de viaje se adentró en el bosque Everfree y, al poco, se encontró frente a la antigua fortaleza de Nightmare Moon. Fortaleza ahora convertida en una diabólica trampa que retenía a las portadoras de los Elementos de la Armonía. Aitana sonrió, se ajustó el sombrero, y atravesó la puerta.
Cuando miró atrás, ya no vio el bosque, sino una pared. Estaba en una sala de talla hexagonal, y en cada lado de la misma se alzaba una puerta, cada una con un símbolo diferente tallado en ella. Sonriendo, sacó su brújula y la hizo girar en su pezuña, decidiendo qué puerta tomaría en primer lugar.