La Estrella y la Sombra (Fanfiction MLP; Romántico)

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La Estrella y la Sombra (Fanfiction MLP; Romántico)

Mensaje por Angelus-Y » 22 Mar 2015, 11:54

Un saludo a todos, hoy la verdad me siento agradado de poder publicar esta historia, algo que surgio simplemente entre ideas, que empezó siendo para nosotros, para Pandora y para mi, "una tontería" pero al final fue a mas y mas, y logramos dar con esta historia.

Es un fanfic principalmente romántico, tendrá otros elementos de diferentes tipos, pero será principalmente de género romántico.

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Mas que una sinopsis oficial como tal, prefiero relataros aqui un resumen mas formal:

Este fanfic sería un What if, que involucra tanto a la ponysona de Pandora (Minerva) como a mi mas preciado OC, uno de los protagonistas de mi otro fic (Draco) y digamos se desarrollan una serie de acontecimientos que involucra a ambos. Como What if la historia exacta de Draco en especial no es la misma que la de su respectivo fanfic, por si alguno se extraña.

Tanto Pandora como yo, deseamos vivamente que os encante el fanfic, el cual esperamos ir sacando regularmente y que no decaigamos en la calidad. Disfrutad del escrito ^^.

La Estrella y la Sombra.
MLP Fanfiction (Romántico)
Autores: Pandora y Ángelus-Y

Spoiler:
Capítulo 1

Han pasado ya dos años, desde el tratado de paz con el reino de Equestria. Desde la época de mis ancestros, los ponis y los dragones, dracanos incluidos, nunca nos hemos llevado bien, es más, siempre nos hemos odiado y repudiado. Pero llega un momento en que, tanto derramamiento de sangre y catástrofes, conmueven el corazón de nuestros monarcas y deciden tras décadas de ceguera por posesión y soberbia, que tan solo para prosperar y evolucionar, nos queda la paz.

Yo no compartía esa visión, era de los que confiaba en que nuestro orgullo y nuestras creencias sobrepasarían a aquellos equinos que en el pasado tantos insultos nos ofrecieron. Desde robar en nuestros templos, hasta profanar nuestros ritos. Mas he de confesar que nosotros también hemos respondido y ofrecido graves daños a su país…No obstante, mis ojos de dracano siempre denotaron injusticia en sus actos, pese a nuestros contrataques devastadores. Pero la palabra y decisión del rey es irrevocable, ni siquiera nuestra tribu puede tratar de convencerle de lo contrario.

Dragones y dracanos, como residentes del glorioso reino de Draconia, debemos ir en celebración del segundo año de paz, y yo, como hijo de la primera dama de la orden de nuestra tribu, debo estar presente, pese a que no comparta las formas.

El rey Ember y los principales representantes de las tribus dracanas, así como los sabios dragones que por siglos han vivido en nuestra tierra, volaremos hacia la capital del reino equino: Canterlot. La carencia de alas por parte de la mayoría de mi raza, nos hace recurrir a los Wyverns y demás criaturas aladas, para poder acompañar a nuestro monarca en dicha empresa. Por supuesto no podía faltar la presencia de la orden de los fieles caballeros del rey dragón, los guerreros de ceniza.

Mi tribu, la tribu del valle sombrío rehuimos de lo que la luz simboliza, por lo general. Para nuestra partida, decidimos llevar el viaje ante los últimos rayos del sol. Yo iría junto con mi madre, la primera dama, Umbra. Por otro lado se encontraba mi hermano pequeño, uno de los senescales de hierro, sirvientes a su majestad.

El simple hecho de pensar en esa abrumadora celebración, rodeado de equinos insolentes y a saber que otras barbaridades, la verdad me repudiaba en gran medida, pero tal es el deber que se me ha encomendado. Y pobre de mí, que pese a finalizar este evento, deberé retornar en orden de indagar en la magia equestriana. Los monarcas de ambos países decidieron que sería buena idea compartir nuestros conocimientos y yo, desganado para ser sincero, debo indagar en ellas. Aunque no niego que la curiosidad me picaba por descubrir los hallazgos mágicos que los equinos han logrado en su historia…pero hacerlo allí y tener que rodearme de esa “chusma” no me agradaba en absoluto.

El viaje fue bastante cómodo a los lomos de los Wyverns, más aún ante la contemplación del cielo oscureciéndose. La capital de Canterlot era donde abundaban en especial refinados unicornios, que según muchas opiniones, son de los ponis más insoportables. Sé perfectamente los defectos de cada raza equina: los unicornios son unos miedicas y engreídos, los ponis de tierra creen que todo es suyo y los pegasos son tan soberbios que me dan nauseas, de hecho, fueron esas detestables criaturas aladas las que osaron profanar en un pasado el templo de la montaña, comenzando las disputas entre ambos países.

Ante los primeros rayos lunares llegamos a la capital Equestriana, en una zona despejada que nos prepararon para poder asentarnos. La capital había crecido bastante a como la recordábamos en un pasado. Los caballeros de ceniza fueron los primeros en desembarcar, portando sus ennegrecidas armaduras, alzando sus espadas con el orgullo en alto y anunciaron mediante sus cuernos la llegada del gran rey Ember, quien con envidiable majestuosidad se posó sobre el gran patio de aterrizaje.

Luego el resto de las tribus a bordo de sus transportes procedió a lo propio, nosotros incluidos. Las monarcas de Equestria, acompañadas de su guardia real, recibieron cortésmente nuestra presencia. Las princesas Celestia y Luna, las que acarrean el curso del día y la noche, respectivamente. Celestia para ser sincero, nunca me llegó a gustar, tal vez por defender la luz solar, o por creerse la soberana de todo lo que ante ella se presenta, no sabría describirlo, pero emanaba un aire que me incomodaba. Luna en cambio, era sin duda una poni diferente, con un aire misterioso, pero que irradiaba una bondad y comprensión hacia aquellos diferentes de ellos, supongo que a ella le debo esas grandes noches de luna llena que nos deleitó en momentos de tristeza. Al fin y al cabo porta el don de Ambras y eso es digno de respeto.

Un acontecimiento que llamó nuestra atención, en especial a mi tribu, fue la transformación de la princesa en una criatura, nacida de la oscuridad llamada “Nightmare Moon” consideramos que su ascensión simbolizaba que la voluntad de Ambras había prevalecido a la de los demás dioses y que había llegado el momento de la noche eterna, algo que para nuestro tribu, era una bendición. Pero pese a nuestra esperanza, el sol volvió a brillar una vez más. Supusimos que después de todo, así debería ser, pues el equilibrio debía prevalecer entre todos nosotros. Pero no niego que hubiera deseado que la noche fuera eterna por siempre, aunque esos ponis lloraran de miedo.

El rey dragón y las princesas se inclinaron mutuamente en señal de respeto. Las escamas rojas de nuestro gran soberano resplandecían de forma ardiente a la luz de la noche. Los caballeros de hierro inclinaron sus cabezas con sus espadas erguidas y mostraron respeto por los guerreros ponis también, eso claro sin despegarse del gran rey. Las princesas tomaron la palabra ante el rey en equestriano, dado que el gran Ember poseía un dominio excelente de las lenguas extranjeras, como es lógico.

—Nos honráis con vuestra presencia, gran rey Ember. —empezó Celestia inclinándose.

—Queríamos deciros en nombre de la princesa Cadence, soberana del Imperio de Cristal y en nombre de la princesa Twilight Sparkle, monarca de la amistad, que sienten muchísimo no poder ser testigos de esta gloriosa celebración. —aclaró Luna con voz respetuosa.

Mi rey ante sus corteses palabras hizo una reverencia y respondió:

—No temáis altezas, he de suponer que deben atender asuntos más importantes. Espero poder gozar de su presencia en otra ocasión.

—Por supuesto —dijeron ambas.

Posteriormente los líderes de cada tribu se aproximaron a sus altezas y mostraron su respeto, cada uno a su manera: Los senescales de hierro, entre los cuales mi hermano se presentó. Las ninfas del pantano y las asesinas de la niebla juntas, inclinándose. El clan del océano y los dragones del norte compartieron el siguiente turno. Finalmente nosotros, la tribu sombría. Me acerqué junto con mi madre, colocándonos enfrente de ellas.

Mi madre fue la primera en mostrar sus respetos, colocando sus garras escamosas del color de la noche junto a su pecho e inclinando su cabeza de abundante cornamenta pálida. Miró a ambas ponis con sus radiantes ojos esmeraldas.

—Majestades, es un placer poder presenciar vuestra majestuosidad.

—El placer es nuestro Leyli Umbra. —respondió Luna.

Me quedé contemplativo de la escena unos breves instantes, hasta que mi madre giró su mirada hacia mí, dándome a sabes que era mi turno de mostrar mis respetos.

Primero me incliné ante Celestia, aunque cortada y secamente, para luego con una mayor reverencia dar mis respetos a la princesa Luna.
—Es un honor para mí, estar ante sus eminencias. —dije.

Fue un breve momento incómodo para mí, más que nada, por el hecho de que en pocas ocasiones he tenido el derecho de participar en actos conmemorativos de este tamaño. Tras dar nuestros saludos, nos presentaron a las altas entidades de las principales capitales del reino, fueron unos momentos aburridos, y yo no pude evitar mostrar una atosigada expresión, siendo víctima de la mirada de mi madre, quien recriminó mi reacción. En medio de aquel acto, me senté tranquilamente con la esperanza de que el tiempo pasara con mayor fluidez. Tuve el honor de ser honrado con la presencia del capitán Arghon, quien vino a mi respetuoso.

—Sharrak Draco, disculpad que os interrumpa, pero a petición del rey y vuestra madre piden que con una escolta recojáis el tratado de paz, motivo de esta celebración. —informó el buen capitán armado en su pesada armadura de hierro y su yelmo de cuernos curvados.

— ¿Puede saberse porque se me encomienda a mi esa labor? —le pregunté no a gusto con la decisión.

—Quieren que una entidad importante como vos, sea quien lleve el documento hasta la celebración. Dos de mis guardias os acompañaran Sharrak.
Suspiré desganado, me dispuse a poner la capucha de mis oscuras prendas. —Sea pues…—levantándome y comenzando el camino.

Alejándome, escoltado por dos guardias y guiado por otros dos guardias equinos, me aventuré a atravesar la ciudad de Canterlot. Pintoresca sin duda y refinada…Un estilo repugnante a mi opinión, al igual que las caras de esos unicornios embobados, con cara de asco y miedo de ver un dracano como yo, de escamas púrpuras y mis ojos del brillo del fuego, con los que al mirar a cualquiera de ellos apartaban su mirada o esbozaban una mueca de repugnancia. La sangre me comenzaba a hervir, al igual que apretaba con fuerza mi mandíbula. No obstante algunos pequeños potros me miraron con fascinación, al no haber visto nunca un dracano, sus ojos de asombro y sus bocas abiertas me hacían sentir un símbolo importante, en contra a mis ansias de dar a más de uno un buen arañazo.

Tras varios minutos llegamos al castillo de las princesas, donde me llevaron a recorrer sus relucientes pasillos, decorados con hermosas vidrieras, las cuales simbolizaban escenas precisas de la historia de Equestria. No obstante no era momento de pararse a contemplar. Tan solo quería acelerar esto lo máximo posible.

El silencio era patente por aquellos pasillos, tan solo quebrado por nuestras pisadas sobre la piedra y el eco que desprendían. Sin mucha dilación los guardias portadores de doradas armaduras nos llevaron hasta donde se encontraba la biblioteca, el lugar donde esperaba recibir el tratado inscrito de la paz de nuestras naciones. La puerta de la biblioteca estaba decorada con filigranas de libros y arboles representados y cercana al marco una lechuza que llevaba inscrito algo en una lengua desconocida para mí. No obstante la escritura equestriana sí que pude identificarla y decía: Felix qui potuit rerum cognoscere causas. Sin duda por la forma debían ser sabias palabras.

Los guardias, sin mediar palabra me abrieron las puertas, indicándome la sección en la que debía recoger el tratado. La verdad es que por lo menos podrían ser ellos quienes me trajeran el documento y no que me pongan a buscar. Pero como representante, debía dar ejemplo.

Esperaba que no hubiera nadie allí. Lo primero que olí fue una mezcolanza de polvo y humedad, que no me desagradó del todo. Las estanterías llegaban del suelo al techo, todas a rebosar de libros antiguos de tapas desgastadas y ajadas, alguno que otro parecía algo más actual. También había vitrinas con pergaminos a modo de exposición y alguna que otra mesa alargada en la que no había nadie leyendo.

El escritorio central se encontraba vacío, pero podía oír unas suaves pisadas de cascos en algún lugar. Seguramente fuera el guardián de todo aquello; parecía no haberse dado cuenta de mi presencia. Me fijé en que encima del escritorio había un pergamino enrollado con el sello real, debía ser lo que había venido a buscar. Lo tomé y sin demora me dispuse a abandonar la estancia, pero…algo me detuvo.

Una hermosa voz…un canto magistral, agudo y de exquisita acústica. No era el canto de una sirena de los mares de occidente, ni tampoco era posible que fuera una de las Níndulas de mi tierra…pero la dulzura de su voz era como…no, era más dulce aún que el canto de esas criaturas. No pude evitar quedarme petrificado, hechizado por esa encantadora voz. ¿Era una yegua lo que cantaba? ¿Una equina podía presumir de tal regalo para los oídos? Mi instinto y curiosidad me impulsaba a buscar la fuente de esa melodía…

— ¿Señor? —Uno de mis escoltas llamó mi atención sacándome de mi ensimismamiento, justo en el momento en el que el canto se atenuó.

—Si…ya, ya voy. —dije librándolo de su preocupación.

Salí de la biblioteca, con la mente distraída y anhelando poder escuchar aquel canto… ¿Cómo una voz así ha logrado llamar de tal forma mi atención? La confusión y extrañeza habían captado mi ser…no dudaría en que, tras esta celebración quisiera encontrar a quien emana tan angelical sonido.

Tras un rato, volviendo a recorrer las calles de Canterlot, no pude evitar pensar en el miasma de aburrimiento que se avecinaba en la celebración. Y eso por un largo rato, lo cual detestaba. Soy capaz de aguantar torturas más dolorosas, pero esto, esto podía conmigo. No obstante mi mente de forma inconsciente recordaba aquella voz tan melodiosa, pero…No podía ser otra cosa, salvo una poni…la verdad, en cierto era decepcionante, no me merecía la pena seguir dándole atención a algo tan insignificante.

Tal fue mi ensimismamiento que el camino de vuelta se me paso en un abrir y cerrar de ojos. De vuelta en los patios exteriores tanto equinos como dracanos ya empezaban a partir hacia los jardines, donde las princesas habían preparado la celebración de este acontecimiento, con un buen festín, y una pesada sesión de charloteo y discursos…Fascinante, siendo sarcástico.

Me aproximé al rey, arrodillándome ante el para hacer entrega del tratado.

—Majestad…—alcé mis garras púrpuras y deposite el documento sobre sus enormes y poderosas garras rojas.

—Gracias, Draco…es hora de asistir al evento ceremonial.

—Sí, majestad…—coincidí respetuoso.

Volví ante la presencia de mi madre, con quien fui acompañando a toda nuestra raza hacia los jardines, siendo víctimas de las curiosas miradas de los ponis, esta vez más respetuosas, claramente ante la intimidatoria presencia del rey y los grandes dragones. De hecho muchos no pudieron contenerse y se refugiaron en sus hogares. Incluso escuchamos los halagos de sorpresa de algunos potros.

“! HALA! mirad ¡Dragones!”

“!Que guay!”

“!Mirad que garras y esos dientes!”

Aunque otros de ellos temblaban como un flan, lo cual era gracioso.

Finalmente llegamos hasta los extensos jardines del castillo, a los que incluso los sabios dragones pudieron acoplarse, aunque difícilmente dado su tamaño. Cada miembro de las diferentes tribus tomo asiento frente a las mesas cubiertas de impolutos manteles de seda blancos. Pronto el escenario comenzó a llenarse de muchedumbre y los camareros ponis comenzaron a ejercer su labor, repartiendo muestras de comida. Mi rey decidió asentarse cerca de las princesas, como era lógico y allí empezó a conglomerarse toda la masa de ponis y dracanos, emanando un ruido infernal que me daba dolores de cabeza, por lo que sin que nadie me viera, opté por quedarme aislado del “centro” de la fiesta.

Abundaban las risas, la absurda palabrería y las historias exageradas…Por suerte podía contemplar el cielo y las estrellas, aunque aún así, empezaba a dormirme, así que me dispuse a escudriñar mí alrededor.

Todos los ponis vestían de gala, portando sus exóticas bebidas, casi sin acercarse a los dracanos, excepto los de la más alta clase y estatus, quienes al menos por respeto, no debían mostrarse repelidos por nuestra presencia. Pusieron un poco de música animada, pero eso solo hacía que el dolor de mi cabeza se acentuara, sin duda se estaba volviendo una completa tortura.

Ahogado por el aburrimiento tras unos instantes, en medio de mi vista, pude apreciar a una poni que me llamó la atención. A diferencia del resto, ni iba vestida de gala, ni sonreía al son de la cháchara, tan solo estaba sentada, aislada del agitado ambiente y mirando cómo iba aconteciendo esta celebración.
La verdad he visto muchos colores de pelaje, pero el suyo me resultaba encantador, era un violeta suave, uno de mis colores preferidos. Su larga crin de forma sorprendente abundaba en colores rojo oscuro y púrpura, del mismo tono que mis escamas. Aunque lo que si me sorprendió es que era una pegaso…lo cual me disgustaba ligeramente más que el resto de unicornios que infestaban el ambiente.

Si soy sincero, ver sus reacciones me parecía más entretenido que el monótono patrón de los ponis de la fiesta. Miraba cortadamente a mi gente, con cierto aire de curiosidad. Aunque, por un breve instante su mirada se cruzó con la mía. Yo traté de mantener un semblante serio, para disimular que me alarmara el hecho de que me mirara, de hecho no tardó mucho en apartar sus ojos, de color marrón, bastante exóticos, puesto que uno de los colores que escasea en nuestros ojos de dragón suele ser el marrón. Se ruborizo avergonzada y tal vez temerosa, echando su tierna mirada hacia otro lado.

Me hizo gracia esa reacción, aunque aquella pegaso cuando yo volteaba la mirada, veía que me observaba, y al instante de dirigir mi vista hacia ella, rehuía de mí. Ambos íbamos mirándonos curiosos, y resultaba divertido en cierto modo, ya que parecía un juego. Gracias a eso el tiempo se fue pasando con mayor fluidez.

Por desgracia para mí, me veía inmerso nuevamente en la laguna incolora del aburrimiento, ya que uno de los camareros se acercó a ella. Mis agudos oídos no pudieron escuchar nada y tampoco me molesté la verdad en leerles los labios, tan solo se levantó y fue directa hacia el otro lado, perdiendo su rastro entre los ponis del lugar.

Al poco tiempo se me acercó uno de los camareros, algo nervioso, por los tembleques que tenía, y asomó a mi vista una serie de dulces. Me prometí a mí mismo intentar no comer aquella basura de comida equina, no obstante el aspecto de aquellos manjares era tentador, lo admito, en especial unos dulces que captaron mi total atención.

— ¿Qué es esto? —pregunté al camarero en equestriano.

—Son dulces hechos para los exigentes paladares del valle sombrío señor. Tiene zafiros, chocolate, nata y polvo de plata.

Nada más escuchar los ingredientes, mi estómago resonó con furia, haciendo que el camarero se pusiera aún más nervioso. Plata…con lo que adoro la plata, encima con zafiros, mi piedra preciosa preferida…y chocolate, CHOCOLATE, me vuelve loco el chocolate. Creo que tendría que romper mi promesa tan solo por devorar aquel manjar. Lo arrebaté de la bandeja, dándole las gracias al camarero, su textura era suave y esponjosa y me permití el capricho de pasar una de mis garras por el polvo plateado que empapaba el dulce y llevármelo a la boca. Si pudiera describir su sabor…Desde luego ni siquiera un segundo pasó antes de que del tirón devorara aquella delicia. Esa mezcla de sabores…Aquel dulce hizo que mis instintos se dispararan, estaba tan delicioso que mis tripas rugían por unos cuantos más, incluso no pude evitar que mis babas se escaparan de tan apetitoso manjar.

Al tragarlo todavía sentía el sabor de la plata y los zafiros en mis fauces, sorbí mis babas por mantener las formas y llamé la atención del camarero.

— ¿Si? ¿De-desea algo más?

—Sí, ¿Quién ha hecho esos dulces? —pregunté. — Quiero conocer al responsable de ese manjar.

—Oh, si…emmm, pues… —empezó a tartamudear haciéndome perder la paciencia.

—Vamos, no tengo toda la noche… —le aclaro seriamente.

—La aprendiz de bibliotecaria del castillo. Se llama…Minerva. Debe de estar en las cocinas del castillo. —dijo.

—Gracias… —me levanté y partí hacia la cocina pero no sin antes coger varias muestras más de esos apetitosos dulces.

Fui por los laterales para tratar de llamar la atención lo menos posible. La cocina estaba relativamente cerca, como era lógico y de su interior apreciaba un olor bastante agradable. Los chefs y varios cocineros salieron aparentemente para descansar de su ardua tarea, quizás el responsable de semejante deleite estuviera entre ellos, pregunté por el nombre de Minerva y ninguno de ellos respondió por ese nombre, otros ni tan siquiera me respondieron intimidados por mi aspecto. Seguí avanzando hasta la cocina, y estuve a punto de abrir la puerta cuando de pronto algo me paró en seco.

No solo mi olfato gozaba de ese momento, pero también mis oídos, porque nuevamente a través de la puerta escuché un sonido familiar y reciente…esa melodía que en la biblioteca captó mi atención, ese dulce y renovador sonido, por esa voz…aquella yegua que cantaba. Sin poder controlarlo, pude notar como mi corazón aceleraba su pulso, mi cola se revolvía y me encontraba absorto de la realidad. Así hasta el punto en que sin darme cuenta alguna traté de apoyarme en la puerta de las cocinas, sin haberme percatado de que eran puertas móviles y sin haberlo querido, saliendo de mi ensoñación, me caí bruscamente y golpeé mi hocico contra el suelo.

—Aaaay…. —me quejé aturdido por la brusca caída.

—Oh…Rak-shak, ¿estáis bien? —me inquirió una suave voz.

Cuando pude abrir mis ojos naranja, de pupila felina, pude verla a ella, a escasos metros de mí, esbozando una mirada de preocupación pero a la vez de temor. No creía quien era, pero lo era, la misma poni a quien había estado observando juguetón durante la fiesta. ¿Era ella quien desprendía esa voz? Traté de incorporarme, me sorprendió que supiera hablar algo de dracano y al mirarla sin saber porque me quedé abstraído durante un par de segundos en sus ojos, aunque ella retrocedió lentamente pensando que le haría daño.

—Sí…—respondí con la cabeza dándome vueltas. —estoy bien… ¿Quién…quien eres tú?

Ella respetuosa, se inclinó completamente.

—Mi nombre es Minerva, mi Rak-shak.

— ¿Habéis dicho…Minerva?

—Ra. —respondió en dracano, dejándome absorto…
Glosario dracano:

Rak-shak: apelativo que los humildes sirvientes emplean para referirse a los grandes señores dracanos, normalmente usado por razas ajenas, significando una señal de respeto y servidumbre mucho mayor que "Sharrak" que lo utilizan los dracanos entre si.

Ra: afirmacion dracana.

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Re: La Estrella y la Sombra (Fanfiction MLP; Romántico)

Mensaje por horwaith » 22 Mar 2015, 13:27

sois peligrosos, me gusta este capítulo y como describe Draco todos los detalles, incluso su odio por los ponis. Quiero saber más de la última escena, porque me encanta.
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Re: La Estrella y la Sombra (Fanfiction MLP; Romántico)

Mensaje por agustin47 » 22 Mar 2015, 14:53

Me ha gustado mucho. Un fic en el que participa Pandi, eso mola, porque hace tiempo que no leo nada suyo. Y Angelus, tú y tu intelecto superior si que sois prolíferos, llevas varios fics a la vez :qmeparto: Mucha suerte a los dos con esto
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Re: La Estrella y la Sombra (Fanfiction MLP; Romántico)

Mensaje por Pandora » 12 May 2015, 18:40

Por cuestiones que no vienen al caso en este momento, temo anunciar que este fic no seguirá escribiéndose. Ángelus y yo lamentamos los inconvenientes que esta noticia pueda causar
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