CAPÍTULO V
Lo primero que sintió al despertar fue una sensación de ahogo, como si estuviese en lugar demasiado estrecho para contener aire. Las sábanas se habían pegado a su cuerpo, rodeándola y comprimiéndola de tal manera que tuvo que luchar para poder apartarlas. Ahora que se había librado de ellas el aire entró en sus pulmones, convirtiéndose en una respiración rápida y entrecortada. Notaba su cuerpo completamente empapado en sudor y lágrimas en sus ojos mientras su pata tanteaba a ciegas, intentando encontrar la mesita de noche y la lámpara. Tras un par de intentos, la luz iluminó el cuarto y la oscuridad se desvaneció. Solo entonces pudo Dash empezar a calmarse.
—No ha sido real —se dijo a sí misma con el poco aliento que era capaz de reunir—. Solo ha sido otra pesadilla, solo eso.
No había acabado de decirlo cuando de repente notó una sensación extraña en su pata derecha que la hizo dar un fuerte brinco acompañado de un grito ahogado. Asustada, sus ojos buscaron el origen de aquello y se encontraron con la mirada de Tank. Este simplemente volvió a acariciar con su cabeza la pata de Rainbow, tratando de animarla de algún modo. La preocupación era visible en la tortuga, o al menos lo era para su dueña. Rainbow conocía a Tank perfectamente y se daba cuenta de hasta que punto estaba inquieto por ella.
—Lo siento Tank —lo acarició en el cuello, tratando de calmarlo—. Era solo otra pesadilla, no tienes de que asustarte.
Solo una pesadilla. Incluso diciéndolo en voz alta un escalofrío intenso la recorrió de arriba a abajo. Todos y cada uno de los detalles de aquel sueño seguían en su mente, con tanta nitidez que parecían grabados a fuego. Casi podía verlos a pesar de tener los ojos abiertos, exactamente igual que si se tratase de una experiencia que realmente hubiese vivido. En especial cuando Luna apareció. Y sus últimas palabras. Has de enfrentarte a tus temores.
Agitó la cabeza con fuerza. No ha sido real. No importa cuanto lo parezca. No hay manera de que sea real. Sólo tengo que olvidarlo. Eso es. Respiró hondo unas cuantas veces, el tiempo suficiente para alcanzar un frágil estado de calma.
Miró el despertador y sus pulmones volvieron a quedarse sin aire. Eran las seis de la mañana, exactamente la hora que marcaba el reloj que Luna había hecho aparecer en su sueño. Justo un par de horas antes del amanecer. ¡No! ¡No, no, no! Es solo mi imaginación, es pura coincidencia. Inconscientemente sus patas rodearon a Tank y lo atrajeron contra su pecho, como si ese contacto pudiera de algún modo desterrar sus temores. Y aunque ciertamente era reconfortante, no era suficiente para para evitar que la voz de Luna siguiera resonando en su interior. Solo podía hacer una cosa.
—Ven conmigo campeón, necesito un baño para relajarme. Y sé que tú también amas el agua caliente.
Era un truco que siempre le había funcionado. Después de un día especialmente duro no había nada mejor que sumergirse en su bañera y darse un relajante baño de espuma, sin importar que hubiera pasado. Y hoy realmente lo necesitaba. Desperezándose, bajó de la cama y acudió al cuarto de baño con Tank flotando a sus espaldas. Evitó mirar el espejo mientras entraba, sabiendo que le ofrecería una imagen poco halagadora de si misma. Abrió el grifo de la bañera, sacó el jabón y esparció las sales de baño, ansiosa por dejar atrás su pesadilla.
Sus cascos empezaron a trazar círculos con la esponja, dejando que el agua jabonosa eliminase el sudor que la recubría. Era una sensación muy reconfortante y Rainbow se dedicó completamente a aquella tarea, sin apresurarse en ningún momento. Una vez acabó consigo misma hizo lo propio con Tank y luego ambos jugaron durante algunos minutos, salpicándose y usando algunos juguetes que ella había comprado recientemente.
Acabado el juego, se quedó tumbada boca arriba, dejando solo la cabeza fuera de la bañera. El agua caliente relajó sus músculos y despejó por completo su mente, consiguiendo un estado de relajación mucho mejor que si hubiera pasado horas en la cama. Todo esto, sumado a la falta de descanso de los últimos días, empezaba a pasarle factura y Rainbow descubrió que cada vez encontraba más difícil mantener los párpados abiertos.
Trató de concentrarse, sabiendo que dormirse en la bañera no era buena idea. En busca de una distracción, sus ojos se fijaron en el vapor que flotaba en el ambiente y como al chocar contra la pared de nube producía remolinos. Un viejo recuerdo apareció de repente, haciéndola sonreír. Cuando era pequeña su padre y ella contemplaban la pared mientras se bañaban y competían para ver quien conseguía ver el mayor número de formas y objetos. Y siempre ganaba ella, por supuesto. Compitiendo no tenía rival, aunque ahora estaba segura de que al menos un par de veces su padre la había dejado ganar.
Con esa idea en mente, miró la pared buscando patrones definidos entre la nubosidad. Habían pasado bastantes años, pero su vista estaba más entrenada que antes y no tuvo que esforzarse demasiado. Pronto acumuló un buen número de formas diferentes, pero jugar sola no tenía emoción. Dio unos toquecitos a Tank para llamar su atención, con intención de agregarlo al juego.
—Ey Tank, ¿no te parece que ese trozo de nube es como la cabeza de un dragón? Mira, esa otra parece un trineo. Y esa—
Se calló al instante. Era la forma vaga de un pegaso, pero no era eso lo que los ojos de Rainbow estaban viendo. Red. Era exactamente igual que Red. Por un segundo Dash permaneció mirándolo, paralizada por completo, incapaz de apartarse. Y entonces salto y empezó a golpear la pared, completamente fuera de sí, igual que había golpeado el árbol del camino hasta dejarlo devastado.
—¡NO! ¡Ya basta, basta de una vez, no puedes parecer de nuevo en mi vida y hacerme esto, no puedes, tú estás muerto!
Cerró los ojos, a pesar de que ya no quedaba nada por ver tras aquel ataque. En la pared ahora solo estaba presente un enorme boquete y muchos fragmentos de nube esparcidos por doquier.
—Yo te maté. No... puedes... volver.
Era la primera vez que lo decía en voz alta. La primera vez que se permitía recordar lo que había sucedido hace cinco años, aquel día en la Academia. Rainbow se derrumbó, incapaz de sostenerse, abrumada. A su lado Tank intentó consolar a su dueña, sin entender muy bien que ocurría, pero ella no reaccionó. En estos instantes no existía nada ni nadie, solo la imagen, aquella imagen, persistiendo en su memoria. Apretó los dientes, intentando contener las lágrimas. Llorar era una acción inútil, no servía de nada, no iba a devolverle la vida a Red. No arregló las cosas entonces y no las iba a arreglar a hora.
Ya no podía negar que el sueño había sido algo más. Ahora ni siquiera estaba segura de si esto no seguía siendo un sueño. En cualquier caso, no importaba. Has de enfrentarte a tus temores. Ahora la frase de la princesa Luna era más clara que nunca y no podía ignorarla. Lentamente salió del baño, dejando que sus patas tomasen el rumbo por ella. Su mente estaba en otra parte y ni siquiera sintió los pinchazos de frío por estar empapada.
Cruzó la habitación y abrió su armario. Sus cascos revolvieron el interior, apartando cosas hasta llegar a una caja de cartón situada en el fondo, con las iniciales RD dibujadas en la tapa con permanente rojo. La agarró y empezó a vaciar su contenido por la cama. Trofeos, viejos apuntes y libros de texto quedaron extendidos hasta que encontró lo que buscaba.
El anuario de la Academia.
Respiró hondo. Durante unos segundos no supo que hacer y se quedó mirando la portada. No era una decisión fácil de tomar; demasiados años negándolo era una costumbre muy poderosa, pero las palabras de la princesa seguían impulsándola a seguir. Tras un último titubeo, lo abrió y fue pasando las páginas lentamente, como si intentase retrasar el momento lo máximo posible. Finalmente se detuvo. En Equestria eran raros los ponies de un solo color, justo como el pegaso castaño de la fotografía. Lo único que rompía esa armonía era un pequeño mechón de pelo rojo en su pelo, con la forma de una pluma. Rainbow tragó saliva. Podían haber pasado cinco años, pero la imagen de Red bastaba para reabrir la herida de su corazón.
Nunca imaginó que volvería a hacer esto, que volvería a encontrarse pensando en él o viendo una fotografía suya. Y sin embargo de repente se encontró pasando las páginas, sonriendo por cada recuerdo grabado en el álbum. Cada foto era una punzada en su pecho, sí, pero también iba acompañada de un puñado de felicidad. Ese año en la Academia había sido uno de los más felices de su vida. Viéndolo ahora, resultaba difícil creer que todo se hubiera torcido de aquella manera.
Has de enfrentarte a tus temores. Rainbow ahora sabía que es lo que Luna quería conseguir con esas palabras. Pero no era tan sencillo de hacer. Si lo revelase, si dijese la verdad, lo perdería todo. Sus padres estarían destrozados, bueno, más de lo que lo estaban ya. Sus amigas jamás volverían a dirigirle la palabra, incluso sus sueños de ser Wonderbolt se desvanecerían para siempre. ¿Como podía decirles que era una asesina?
No, no podía. Era mejor olvidarlo todo, dejarlo correr. Hablar era una locura, definitivamente. No era nada que no pudiera hacer, a fin de cuentas. Solo tenía que ignorar este sueño, seguir viviendo su vida como si no hubiera pasado nada. Las pesadillas seguirían, sí, ¿pero que importaba? Al final desaparecerían, como desaparecieron las que tenía cuando Red murió. ¿Y Luna? Era un problema, pero después de lo que había ocurrido no creía que volviese a pasarse por sus sueños. No descubriría mas cosas sobre su pasado, se aseguraría de ello. Solo tenía que olvidarse de todo, era así de sencillo.
Asintiendo para sí misma, empezó a recoger todo sin el menor miramiento, arrojándolo de nuevo al interior de la caja. No cometería el mismo error dos veces, esta vez iría todo a la basura, así nunca más volvería a tener la tentación de recordarlo. Agarró el anuario y se dispuso a dejarlo con las demás cosas, pero cuando debía soltarlo sus patas dejaron de responderle. Lo intentó de nuevo, pero solo consiguió que temblasen. Esto es lo mejor, es lo que debo hacer, no hay otra solución, se dijo a sí misma.
¿Entonces por qué era incapaz de hacerlo?
Porque Luna tenía razón. Era algo que siempre se había negado a admitir, pero era la pura verdad. Casi podía ver ante sí la máscara de apariencias y mentiras que había ido construyendo durante años, como si se tratase de un objeto tangible. Por miedo. Incluso en su mente, aceptar que esa palabra se refería a ella suponía un esfuerzo más que considerable. Pero aunque una parte de sí misma siguiera empeñada en negarlo, la otra empezaba a asumir que era cierto. Estaba ocultando todos y cada uno de los sentimientos que podrían hacerla ver como alguien débil.
Demasiadas mentiras, demasiado tiempo. Ya no se sentía capaz de seguir haciéndolo, fingir que todo iba bien y que nada podía afectarla, mientras los remordimientos por lo que hizo siguiesen allí, devorándola por dentro. Sin embargo la otra opción era contar la verdad y solo de pensarlo sentía auténtico pavor. No podía volver atrás, pero tampoco se sentía con fuerzas para seguir adelante. Miró a Tank, en busca de apoyo.
—Quiero decirles la verdad. A mis padres, a mis amigas, realmente quiero hacerlo. ¿Tú crees que podrán perdonarme?
Sin el menor asomo de duda Tank asintió. Los ojos de Rainbow volvieron a inundarse en lágrimas mientras lo abrazaba de nuevo. Nunca se había alegrado más de tenerlo a su lado. Realmente eres la mejor mascota que un poni podría desear. Él estaba en lo cierto. Tenía que ser valiente y confiar en sus seres queridos. Las perspectivas seguían siendo aterradoras, pero esta vez estaba lista para hacerles frente. Lo haré, les diré todo lo que pasó. Merecen saber la verdad.
Entonces comenzó a tiritar y fue consciente de que seguía empapada, por lo que apresuró a envolverse en una toalla para entrar en calor. Mientras secaba su melena, se dio cuenta de que no se había planteado a quien contar su secreto en primer lugar. Su padre estaba en Cloudsdale y su madre en Manehattan... y no estaba segura de que quisieran verla. No, de momento quedaban descartados.
Pensó en sus amigas. La asaltó la imagen de cinco pares de ojos mirándola, juzgándola, sus caras horrorizadas al descubrir la verdad. Era simplemente demasiado para soportarlo, no podía decírselo a todas ellas al mismo tiempo. ¿Con quién empezar? Pinkie era muy risueña, ella quizás la perdonaría. Applejack... no, ella estaría furiosa. Rarity no estaba seguro de como reaccionaría y Twilight... seguramente se lo contaría a la princesa Celestia y esta la mandaría a la cárcel. Esto último quizás era lo que se merecía.
No, en realidad sabía muy bien a quien deseaba contárselo primero. Fluttershy. Ella era sin lugar la poni perfecta para escuchar su historia. Si algún poni podía perdonarla completa y sinceramente, esa era Fluttershy. Pero tras todo lo que había ocurrido entre ellas, no estaba segura de que podría ocurrir si se lo confesaba. A decir verdad, ni siquiera estaba segura de qué pasaba por la cabeza de Fluttershy estos días.
Todo por culpa de la no-cita. Desde entonces las cosas no habían vuelto a ser iguales entre ellas, pero podría haber sido mucho peor si Twilight no le hubiera hecho aquella visita al día siguiente. Después de todo lo que le dijo no le quedaba más remedio que ir y disculparse con Fluttershy. Y eso fue aún peor. Apenas había terminado de hablar y Fluttershy la perdonó. En sus ojos ni siquiera había una pizca de rencor. Al contrario, era obvio que se sentía culpable por lo ocurrido. Rainbow estuvo a punto de gritar de plena frustración en ese instante. ¡Se merecía la ira de Fluttershy, sus insultos, incluso una buena coz que doliese durante días, no su amabilidad!
Pero a pesar de ese supuesto perdón, se notaba que Fluttershy ya no se encontraba cómoda a su lado. Mantenía las distancias, apenas la miraba y si se rozaban accidentalmente se apartaba como si le quemase. En el pueblo la había visto varias veces tomar caminos alternativos para que no tuvieran que cruzarse. Rainbow había pensado que podría soportarlo (todo era idea suya, al fin y al cabo) pero se había equivocado por completo. Y cuando Discord desveló su traición y su alianza con Tirek, a Rainbow se le partió el corazón al ver como acudía a los brazos de Applejack en busca de consuelo en lugar de a los suyos.
Pero seguían siendo amigas. Y ahora más que nunca Rainbow necesitaba de su amistad.
Tomada la decisión, Rainbow salió de casa acompañada por Tank y llevando consigo el anuario. Todavía no había amanecido, pero Dash sabía que su amiga se levantaba muy temprano para poder ocuparse de todos los animales, por lo que no tendría que despertarla. Voló velozmente hacia la cabaña de Fluttershy, incapaz de perder un minuto más, temiendo que no sería capaz de hacerlo si se lo pensaba dos veces.
Las ventanas iluminadas confirmaron la presencia de Fluttershy en su interior. Aterrizando ante su puerta, Rainbow golpeó la madera varias veces, quizás un poco más fuerte de lo que debería. Empezaba a sentir un horrible nudo en el estómago y una imperiosa necesidad de salir corriendo. El valor se le escapaba a pasos agigantados, pero consiguió permanecer en su sitio. Fluttershy tenía que saberlo. Ella más que nadie merecía saber la verdad.
Con un leve crujido la puerta se abrió y Fluttershy dio unos pasos hacia el exterior. Su melena estaba algo más despeinada de lo habitual y sus ojos aún mostraban rastros de sueño, era obvio que acababa de levantarse. Al darse cuenta de quien la esperaba fuera retrocedió un poco y miró al suelo.
—¿Rainbow? ¿Qué... le pasa algo a Tank? —preguntó, con un deje de preocupación en su suave voz.
—No, él está bien. ¿Puedo hablar contigo un momento? Es importante.
Fluttershy dudó solo un instante, luego asintió y les dejó espacio para que pudieran entrar. Se dirigieron hacia el salón, donde Fluttershy invitó a su amiga a sentarse en el sofá mientras Tank se acomodaba en uno de los cojines que había en el suelo. Pasaron varios minutos sin que ninguna de las dos dijese palabra. Rainbow había hecho varios intentos, pero no sabía como comenzar. Tampoco ayudaba que su garganta estuviese completamente seca. Ya estaba allí, no podía echarse atrás, pero no podía evitar preguntarse lo mismo una y otra vez ¿Podrás perdonarme, Fluttershy? ¿Que vas a pensar de mí?
—Rainbow, me estas asustando... ¿qué ocurre?
Ella respiró hondo y tras reunir todo su coraje comenzó a hablar.
—Hay algo que quería contarte. Verás... cuando estaba en la Academia conocí a alguien, en mi penúltimo curso, alguien especial. Se llamaba Red Feather. Ya había salido con muchos potros, también con algunas potras, pero cuando empecé a salir con él todo fue diferente. No era como los demás. Algunos solo querían estar conmigo porque era popular, pero Red, él era diferente, él... realmente me amaba. Salimos juntos durante más de un año, hasta que...un día... me quedé a entrenar en el gimnasio tras las clases...
Cinco años atrás...
—¡Ey, buen lanzamiento!
Rainbow se giró y dejó caer la pelota de rugby, sorprendida de escuchar a alguien a esas horas. Una enorme sonrisa apareció en su rostro cuando vio a Red detrás de ella. Sabiendo que estaban a solas en el gimnasio, no dudó en lanzarse contra él y besarlo con fuerza. Red tuvo dificultades para contener su entusiasmo sin caerse hacia atrás, incluso siendo bastante más grande que su novia.
—¿Qué estás haciendo aquí a estas horas? —preguntó Rainbow.
—Eh, no eres la única que tiene que practicar. Acabamos de terminar un ensayo extra para la función de la próxima semana. Te lo dije hace varios días, despistada. ¿O es que el entrenador os machaca tanto que ya te olvidas de lo que digo? Ay, mi pequeña Dashie... —bromeó, acariciando la melena multicolor de Rainbow.
Dash le soltó un golpe en el pecho, no demasiado fuerte pero sí lo suficiente para llamarle a la atención.
—¿No te dije que no me llamaras así? Sabes perfectamente que es como me llama mi padre, cuando lo dices tú suena muy raro.
—Ya que no me dejas llamarte nada cariñoso en público, pensé que usando algo a lo que estás acostumbrada...
—¡Ni hablar! —le cortó en seco—. Toda la Academia se reiría de mí si lo hicieras, tengo una reputación que mantener.
—Sí, sería horrible si se enteraran de que eres toda una romántica—dijo Red con marcada ironía.
—¡Eh, eso no es cierto! —las cejas de Dash se arquearon, indicando su indignación.
—Bueno, —la voz se Red se tornó sugerente— esa "incursión" que hiciste en mi casa hace dos noches...
—¡Acababas de volver de viaje! —replicó ella, totalmente roja.
—De un viaje de fin de semana—puntualizó Red, sonriendo al verla avergonzada— y tú me recibiste como si hubiera pasado un año entero. Y me dijiste "te quiero" justo después de terminar. ¿Todavía dices que no eres romántica?
—Tú también lo dijiste—refunfuñó ella, alejándose un poco.
—Sí, porque es verdad. Y sabes que me encanta decírtelo.
Red se acercó y la envolvió con sus alas. Al principio Rainbow accedió a regañadientes, pero tras estar unos minutos pegada a él no pudo evitar devolverle el abrazo. Juntaron sus cabezas y compartieron un nuevo beso, esta vez más largo y tranquilo.
—Este finde podríamos ir al cine—comentó Red cuando se separaron— He visto que echan una comedia romántica... —se rió al ser fulminado por la mirada de Dash— ¡Es broma, es broma! ¿Que te parece Asesinos Sádicos II?
—Dalo por hecho—asintió con satisfacción—. ¿Te ocultarás bajo la butaca como la última vez?
—Touché. Supongo que me lo merezco—agachó la cabeza, sonriendo en señal de derrota—. Bueno, sigue practicando, esperaré allí a que termines —dijo señalando las gradas— y así vamos juntos a casa.
Ambos compartieron un último beso rápido. Red se ciñó la mochila y comenzó a subir las escaleras para tener una mejor vista. Sin embargo, al llegar a la parte más alta, no pudo evitar hacer una última broma justo antes de tomar asiento.
—¡Tú puedes, mi pequeña Dashie!
La respuesta de Dash no fue verbal, sino una pelota de rugby disparada a toda velocidad. Instintivamente dio un salto para apartarse, dándose cuenta tarde de que la pelota no habría llegado a golpearlo de todos modos.
Y entonces sus cascos resbalaron, haciéndole perder el equilibrio. Al contrario que en las películas, la caída no sucedió a cámara lenta, sino tan velozmente que no le dio tiempo a reaccionar. Red se desplomó por las escaleras, golpeándose varias veces, quedando tirado como un muñeco casi al final de las mismas.
—¡RED!
Rainbow salió disparada hacia las gradas, dispuesta a auxiliar a Red inmediatamente.
Y esta vez el tiempo sí se detuvo, al menos para ella.
El pegaso podría haber estado durmiendo, pero su cuello yacía en una posición totalmente antinatural y sus ojos... sus ojos estaban vacíos, sin brillo. Para cualquier poni resultaba evidente que estaba muerto.
La garganta de Rainbow apenas podía decir una palabra más. Había pensado que sería doloroso, estaba preparada para que lo fuera, pero repetirlo en voz alta era como si volviera a suceder de nuevo. Aquel dolor se sentía como si una garra atenazase su garganta, pero de algún modo logró seguir hablando.
—Busqué ayuda, el entrenador Weed hizó lo que pudo, pero ya no había nada que hacer. Se hizo una investigación y declararon que solo había sido un accidente. Nunca dije la verdad. Sabía que había sido culpa mía y aún así callé. No quería, no podía soportar que los demás supieran lo que había hecho... que Red estaba muerto por mi culpa y que me había convertido en un monstruo —recalcó aquella palabra. Conformaba la perfecta definición de quién era en realidad—. Después de eso no pude volver a la Academia. Lo intenté, pero todo me recordaba a Red, cada sitio donde mirase estaba allí, observándome. Al cumplir los dieciocho dejé Cloudsdale y me vine aquí, me metí en el equipo climático y me propuse olvidarlo. Guardé las fotos, los trofeos, todo aquello que tenía de la Academia, lo arrojé donde no pudiera volver a verlo. Pensé que así lo conseguiría.
Por fin había acabado. No se sentía con fuerzas para emitir una sola palabra, ni siquiera un gemido. Todo lo que podía hacer era mirar hacia el suelo, con su cabeza incapaz de levantarse. Estaba hecho, ahora Fluttershy sabía su secreto, lo despreciable que era en realidad. No era una sensación agradable, ni siquiera le proporcionaba alivio, pero en cierto modo se sentía liberada. Las mentiras se habían terminado. Ahora solo podía esperar la reacción de Fluttershy y rogar a Celestia que no la odiara.
Pero esta no llegó. El tiempo avanzaba y no había signos de que Fluttershy fuese a decir algo. Si no viera sus patas traseras, Rainbow habría jurado que había salido corriendo. Todavía era posible, quizás solo estaba en shock. Paralizada de miedo. Sus ojos abiertos de puro terror, llenos de rechazo. Y sus alas temblando, preparando su huida. Era la opción más probable. Pero si su mejor amiga actuaba así, ¿que harían las demás? ¿Huirían? ¿Se enfrentarían a ella? El silencio era una tortura y Rainbow ya no pudo más.
—¡Lo siento Fluttershy, se que soy un monstruo-
La bofetada que cruzó su rostro la pilló completamente por sorpresa. Asombrada y dolorida, levantó la cabeza y vio a su amiga con lágrimas en los ojos, como si fuera ella la que hubiera recibido el golpe. Y a continuación la abrazó con toda la fuerza de la que era capaz. Rainbow parpadeó, completamente atónita. Habría esperado cualquier cosa, menos esto. Su mente estaba bloqueada, sin saber como reaccionar ante estas dos acciones contradictorias.
—No vuelvas a a decirlo —la reprendió Fluttershy— Nunca vuelvas a decir que eres un monstruo. Eso es mentira.
Aquellas palabras la sacaron de su atontamiento, pero seguía sin entender lo que estaba pasando. Algo tenía que estar fallando. Fluttershy había escuchado la historia entera, con todos los detalles, ¿como podía decir eso? Trato de replicar, pero su cerebro apenas lograba articular algo coherente.
—Pero si yo no hubiera...él aún seguiría... ¡fue mi culpa!
—¡Fue un accidente, no fue culpa tuya! —aquella elevación de tono hizo que Rainbow se callase de inmediato. Nunca, en todos los años que llevaban juntas, había oído a Fluttershy hablarle de esa manera a nadie—. El resbaló, no... no puedes culparte por eso... no eres un monstruo, jamás lo has sido. Y no creo... no creo que Red quisiera que pensaras eso.
Una lágrima cayó por la mejilla de Rainbow. Y después otra. Antes de darse cuenta un gemido escapó de su garganta, aumentando en volumen hasta convertirse en un verdadero grito de angustia. Todo el dolor y la pena acumulados estaban en plena catarsis y Rainbow no podía detenerlos. Se entregó al abrazo de Fluttershy y siguió gritando, una y otra vez, sintiendo que su garganta se desollaba, pero incapaz de parar.
No podía creer que fuera real. Durante todo este tiempo siempre había tenido claro que era la única responsable por la muerte de Red y no había nada que pudiese cambiar ese hecho. Pero sabiéndolo, habiéndolo oído de sus propios labios, Fluttershy la consideraba inocente. La miró a los ojos y vio aquel convencimiento inquebrantable. No le quedaba otra que creerla. Nadie podría siquiera intentar lo contrario. No había mas que sinceridad en aquella mirada.
El abrazo se prolongó largo rato, incluso cuando las lágrimas de Dash ya estaban secas y su lamento cesado. Rainbow se preguntó cuanto tiempo duraría hasta que su amiga se diese cuenta. Era la primera vez que Fluttershy volvía a tocarla desde la noche en que la gritó. Por millonésima vez, volvió a arrepentirse de lo que hizo. Si solo pudiera volver atrás... si no hubiera sido tan estúpida, quizás... si le hubiera dicho lo importante que es para mi. Realmente, no solo como amigas.
Pero ya era demasiado tarde.
Como había predicho, Fluttershy se apartó, no bruscamente, pero claramente buscando alejarse. Las cosas entre ellas aún no estaban bien del todo. Había mucho que arreglar.
—¿Estás... estás mejor?
—Sí, creo que sí. Gracias. —dijo con voz ronca, al tiempo que esbozaba una sonrisa.
—Bueno... —Fluttershy sonrió a su vez— voy a ocuparme de los animales. Deberías descansar un poco... si quieres, puedes quedarte aquí.
Esto ultimo lo añadió tan bajito que Rainbow tuvo que esforzarse para escucharlo. Ahora que lo mencionaba, su cuerpo se encargó de recordarle lo verdaderamente agotada que se sentía. Y no tenía ganas de volver a su casa, aún no. Quería seguir aquí, con Fluttershy cerca. Así que simplemente asintió.
—Ok... bueno... yo estaré aquí, si necesitas algo.
Fluttershy finalmente se fue y la dejó a solas. Se tumbó en el sofá y cerró los ojos. Tank se acomodó a su lado, dispuesto a dormir también. Ahora que por fin se había confesado la pegaso pudo entregarse a un plácido sueño, sabiendo que pasara lo que pasara, Fluttershy estaría con ella de ahora en adelante.
Y eso era todo lo que necesitaba.