Tres días hemos tardado en llegar hasta aquí. Puede que parezca poco a ojos de algunos, pero nosotros sabemos mejor que nadie que tres días es mas tiempo del que nadie debería soportar temiendo por su vida cada segundo. Y por eso exactamente estamos aquí. No pasará un solo dia mas observando con impotencia el sufrimiento de incontables otros.
Hoy, aqui, nos aseguramos un final feliz.
El día uno, atravesamos un bosque torturado por las tormentas de arena.
La madera, una vez materia prima de la civilización, ahora seca y robada de vida, símbolo de la desesperación de nuestra gente.
El día dos, pasamos por un pueblo.
La gente sufría, como nadie ha sufrido desde los tiempos oscuros, y a nadie le quedaba la esperanza suficiente en los ojos como para confiar en nuestra mision. La mayoria de los pueblerinos habían decidido dejar sus hogares en busca de tranquilidad, alejándose de la fuente de esta maldición.
Estas pobres almas yacen en el bosque. Cuando todo acabe, los pueblerinos irán en busca de sus seres queridos y les darán el descanso que se merecen.
Huir no es una salida.
Esta es la única solución.
El tercer dia, lo hemos pasado escalando la gigantesca montaña. El sol ardia con furia, y la arena azotaba nuestros cuerpos sin descanso, pero el temporal y el camino no han conseguido mermar nuestros espíritus.
Y ahora, lo único que queda es llegar a la cima. Los dias se funden los unos con los otros, y poco a poco dejan de tener sentido. Este refugio en el que nos encontramos no aguantará, pues es improvisado.
De igual manera, cualquier ilusión de una vida pacífica en estas condiciones jamás funcionará, pues los vientos de la vida la destrozarán.
Por lo tanto, mis camaradas, ¡Levantad vuestras armas! ¡Hoy es el dia en el que El ejército lunar acaba con la maldición de Scorching Sun!
Y así, llegaron a lo alto del monte que sostenía Canterlot. En la cima, lo que una vez fue Celestia ahora ardía con odio. La arena y el fuego se arremolinaban, creando formas fluidas y bellas, y, aun así, terribles.
El ejército lunar, con la memoria de la Princesa Luna, y la certeza de que no había otra solución, se adentraron en la tormenta solar, con mas de mil armas en el aire, con incontables cascos haciendo rugir la piedra de la montaña.
El tiempo que duró la batalla, nadie lo sabe, pues era un solo día, eterno y devastador.
Lo que si se sabe es esto:
La batalla acabó al anochecer.
Y cuando la Luna llegó desde el horizonte, bañó con su luz, tenue y fría, las tumbas de aquellos valientes que lucharon por la paz.
En su memoria.