AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][cap16]

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Mensaje por Volgrand » 20 Abr 2015, 17:13

Capítulo 10: "Cazadores rastreados"
Spoiler:
Tras la muerte de los traidores, Aitana pasó dos días bajo el cuidado de los curanderos druida. Una vez fue demostrado que ni ella ni Hope Spell estuvieron relacionados con el ataque, Solnes ordenó que los mejores sanadores atendieran sus heridas, ya que antes de llevarla a los calabozos los curanderos solo la habían estabilizado. Una vez pudo ir al equivalente ciervo de un hospital equestriano, le explicaron que requeriría una intervención quirúrgica y mágica para recuperar la movilidad completa en la pata trasera herida.

Aunque siempre fueron correctos y le proporcionaron una atención excelente, los sanadores se notaban inquietos por la presencia del colgante donde Kolnarg se hallaba encerrado. Siempre hubo varios guardias presentes cerca de la yegua marrón. Para los druidas, la presencia del lich era un faro continuo de peligro. La constante presencia de zorros, halcones y búhos, vigilándola sin descanso, eran un claro signo de que Gaia no pensaba diferente.

Durante el tiempo que pasó ingresada, la Arqueóloga mandó un mensaje, alquimia mediante, a su padre, informándole de sus sospechas respecto al conocimiento que la Hermandad de la Sombra sobre los Arqueólogos. El profesor le respondió enseguida, diciendo que haría unas averiguaciones y contactaría con ella tan pronto como le fuera posible.

Hope Spell, por contra, salió del hospital mucho antes, ya que ninguna de sus heridas era de gravedad. El joven semental usó ese tiempo libre para ayudar en la ciudad; con calma pudo buscar en sus libros algún conjuro útil, y no tardó en encontrar un hechizo para detectar muertos vivientes. Acompañó a los guerreros druida en busca de los necrófagos que, ya libres del influjo de su amo, se habían escondido entre las raíces de la ciudad, o habían huido para esconderse en algún recoveco del bosque.

No fue capaz de acercarse al Bosque de la Sabiduría de nuevo; lo ocurrido con Sinveria asaltaba su mente todas las noches.

Fue tras una expedición al bosque que un joven ciervo galopó hacia él y le informó de que Aitana Pones había salido del hospital y que su nave estaría lista pronto. El unicornio se despidió de los ciervos a los que acompañaba y trotó a la casa de Asunrix, donde todavía se alojaba, para recoger sus enseres personales. Por el camino, Hope no pudo evitar sorprenderse por cómo la ciudad había vuelto a la normalidad. La única diferencia es que una buena parte del puerto había quedado inutilizada debido a la gran cantidad de naves averiadas que no habían logrado desatracar. No podía negarse que, a pesar de la intensidad del ataque, las defensas de Lutnia habían probado ser excelentes, puesto que a duras penas se contaban un par de docenas de muertos, y todos ellos ocurridos durante el asalto por sorpresa en el puerto, antes de la llegada del ejército druida.

Una vez hubo recogido sus cosas, y como no pudo ver a Asunrix, Hope se encaminó a los muelles. Sin embargo, cuando salió del árbol le invadió una extraña sensación de melancolía, como si un ruido imperceptible hubiera hecho vibrar su interior. Miró a su alrededor hasta que, con una ligera sonrisa, recordó dónde estaba. Alzó una pata y la apoyó en la pared del gran árbol que le había dado cobijo las últimas semanas.

—Adiós amigo, gracias por todo.

Hope no percibió nada más, lo que hizo que se sintiera ligeramente avergonzado. Los ponis no tenían una unión con Gaia como los ciervos, por lo que seguramente había imaginado que el árbol se estaba despidiendo. Intentando disimular fue a emprender su camino cuando algo cayó justo frente a él: una apetitosa fruta amarillenta, la misma con la que los ciervos hacían su sidra. Hope la recogió con su magia y miró a la copa del árbol, sonriendo ligeramente, antes de darle un bocado mientras echaba a andar. Estaba deliciosa.

El puerto estaba empezando a recuperar su actividad ese mismo día: Los navíos dañados habían sido movidos a los atraques más cercanos a tierra para así restablecer el tráfico marítimo hacia la ciudad. La nave equestriana que había contratado Aitana se hallaba aún en la misma posición, por lo que no tardó en identificarla. Las velas, tras los estragos del fuego, habían sido reemplazadas por unas nuevas. Era curioso cómo lo que Hope creía que era lo más fácil de arreglar de un barco era, realmente, lo más complejo. El propio capitán le había dicho que “ojalá solo hubieran partido el mástil principal, a ver de dónde saco yo la tela necesaria”.

Los marineros iban y venían del bergantín ligero, cargando solo las provisiones necesarias para zarpar a alta mar cuanto antes. Junto a la pasarela no tardó en distinguir a una yegua portando un inconfundible salacot sobre la cabeza; Aitana también vio llegar al joven mago y caminó hacia él. Su pata delantera todavía estaba vendada, pero caminaba sobre ella sin ninguna cojera. La pata trasera izquierda, sin embargo, sí que estaba totalmente escayolada todavía, lo que la obligaba a caminar torpemente sobre tres cascos.

—Ya era hora.
—Estaba ayudando a localizar a unos no muertos en el bosque. Me alegro de verte fuera del hospital, ¿qué tal la pata?
—Bien, aunque me han prohibido apoyar peso en ella durante un par de días más. Me han tenido que reconstruir con magia algunos tendones.

Aitana miró durante un momento a Hope.

—¿Acabas de decir que estabas ayudando a cazar no muertos? Je, ¿le has cogido el gusto a esto, chaval?
—Tanto como el gusto... Simplemente debía ayudar. Era lo mínimo que podía hacer.

Aitana miró hacia el principio del muelle, por donde un gran ciervo marrón avanzaba hacia ellos. Este portaba una armadura ligera hecha de un complejo trenzado de cáñamo y otras materias vegetales, además de unas alforjas sobre su grupa. Asunrix caminaba con un porte imponente, quizá vestigio del juramento de venganza que había firmado con Gaia, arrastrando todavía cierto honor militar en sus pasos. Hope lo observó con la boca abierta, a duras penas pudiendo reconocer al sabio guerrero que le había acogido cuando llegó a Lutnia. Cuando el guerrero druida llegó frente a los ponis, se agachó en una pronunciada y respetuosa reverencia.

—Maestro de la magia, Maestra arqueóloga, me alegro de encontraros antes de vuestra marcha.
—No pensé en ir a verte antes de partir, Asunrix —respondió Aitana—. Debo irme en seguida.
—Mis palabras no pretendían ser un reproche, Maestra arqueóloga. Yo mismo he estado ocupado dejando mi puesto a un druida acorde. Supongo que partiréis a Tortuga, tras la pista del mago negro.
—No. Debo regresar a Equestria, Tortuga no es asunto mío en este momento.

Asunrix pareció francamente contrariado.

—Pensé que eras una cazadora de demonios, que partirías tras los responsables de este ataque.
—Mira, Asunrix —respondió Aitana, con el deje de irritación propio de alguien que está dando explicaciones solo por ser cortés—, el objetivo de la Hermandad no está ni en Cérvidas ni en Tortuga, está en otro lugar. Visitar una isla donde estuvieron hace semanas no ayudará.

El gran ciervo asintió.

—Entiendo tu planteamiento, Maestra arqueóloga, pero no lo comparto: Los jaguares pueden seguir el rastro de una sola presa durante días antes de darle caza.
—¿Vas a ir tras ellos?

Hope Spell, tras hacer esa pregunta, siguió con la mirada la pezuña con la que Asunrix estaba señalando a un navío de los Reinos Lobo.

—Partiré esta misma tarde. Seguiré la pista de Sharp Mind desde ahí; quizá deberíamos mantenernos en contacto, Maestra Arqueóloga.

Aitana asintió en silencio y hundió el casco en un bolsillo del chaleco, del que sacó un pequeño frasco de cristal el cual le entregó al druida. En su interior había un líquido verde, tan brillante que parecía incandescente.

—Es un transportador alquímico. Escribe un mensaje, pero jamás pongas mi nombre, solo las siglas A.P. Después abre el frasco y quémalo en la llama que saldrá del mismo. Llegará hasta un contacto intermedio que me lo hará llegar si es necesario. Solo tendrás dos usos, pero puedo organizar que te envíen más a Tortuga.
—Gracias, Doctora Pones —dijo el ciervo mientras guardaba el frasco en una de sus alforjas—. Te informaré de mis progresos cuando los tenga.

Después, el antiguo Maestro de la guerra, ahora solo un guerrero, se giró hacia Hope Spell y le hizo una gran reverencia.

—Maestro de la magia Hope Spell, he estado rememorando lo ocurrido cuando fui dominado. Recuerdo cómo intentaste detenerme, que te teleportaste para proteger a Sinveria, y que casi perdiste la vida por ello. Agradezco a Gaia que esquivaras mi ataque y que pueda hablar contigo en este momento.
—Siento no haber llegado a tiempo, Asunrix —se lamentó Hope—. Debí... debí haberlo supuesto, cuando me desperté en tu casa después de que Sharp Mind me sacara la información. Si os lo hubiera contado, quizá ahora...

Hope bajó la cabeza, todavía torturado por la culpa. El mago negro le había arrancado la información del pergamino, y había sido tan estúpido como para no avisar a nadie cuando notó que algo extraño había pasado en la taberna. Si lo hubiera hecho, si no hubiese supuesto que solo se había emborrachado...

—Maestro de la magia, cuando desperté me dijiste “no te culpes por Sinveria, estabas poseído, no eras dueño de tus actos”. Ahora te devuelvo las mismas palabras: no te culpes, pues no sabías qué fuerzas había en juego, y no estabas preparado para enfrentarte a ellas. Y, sin embargo, lo hiciste: habrías combatido contra mi a solas de ser necesario, aunque no tuvieras ninguna posibilidad. Te uniste a una batalla y luchaste por liberarme, aún cuando jamás no tenías experiencia en combate. Os debo a los dos mi vida, ponis, y a ti, Hope Spell, te debo el haber intentado proteger a Sinveria. Te doy las gracias por ello, y si tengo la oportunidad de devolveros el favor en el futuro, lo haré. Que Gaia os proteja y guíe vuestros pasos, hermanos poni.

Ambos equinos se despidieron del ciervo y este partió hacia su propia nave pero, se detuvo un momento y dijo:

—Por cierto, Maestro de la magia, el árbol que te proporcionó cobijo desea que plantes la semilla de la fruta que te estás comiendo en Equestria. Junto a un río, cerca de un bosque, pero no dentro de este.

Hope miró ojiplático al ciervo, y luego usó su magia para sacar levitando la semilla y guardarla en sus alforjas. Asunrix empezó a alejarse pero, al final del muelle, aparecieron varios ciervos totalmente armados. Esto hizo que el antiguo Maestro de la guerra retornara junto a los ponis para saber qué ocurría. Al poco distinguieron al ciervo rojizo que encabezaba a los guerreros druida.

—Saludos, Maestro de la guerra Solnes —saludó Asunrix ceremoniosamente, en equestriano.
—Saludos, guerrero Asunrix y Maestro de la magia Hope Spell. Maestra arqueóloga, y doctora, Aitana Pones, debo hablar contigo antes de tu partida.

La aludida volvió sobre sus pasos hasta situarse justo frente a Solnes. Este la miró a los ojos durante un instante antes de hablar, con un tono que denotaba un discurso ensayado.

—Doctora Pones, quiero expresarte mi más sincero agradecimiento. No solo arriesgaste la vida, junto al Maestro de la Magia Hope Spell, para intentar detener a los responsables del ataque: también escogiste la senda más compleja, luchando por dejar fuera de combate al, entonces, Maestro de la Guerra Asunrix. Sé que es mucho más fácil causar la muerte en un combate que inutilizar a un enemigo.

La cornamenta de Solnes brilló, haciendo que una parte densamente tallada de su armadura de madera se combara hacia afuera. Poco a poco, uno de los símbolos fue recortándose sobre el resto, hasta empezar a sobresalir, emulando a un objeto siendo extraído de un bote de brea. Ante los sorprendidos ojos de la arqueóloga, el objeto se cerró sobre sí mismo hasta formar un ornamentado broche de madera adornado por pictogramas ciervo. El propio Asunrix reaccionó ante el objeto, bajando la cabeza en dirección a Aitana como signo de respeto.

—Este es un amuleto con el que te reconozco como aliada de Gaia, un gran honor entre los nuestros.

La poni marrón tomó el objeto, estudiándolo con una grata sorpresa. Además de su significado simbólico, era realmente hermoso: los grabados se fundían entre si en una intrincada maraña. Necesitaría un rato para entender el significado de los mismos, pero identificó pictogramas sobre el respeto, la naturaleza y la vida.

—Vaya... no lo esperaba. Muchas gracias, Maestro...
—Hay algo más, antes de que me lo agradezcas, Aitana Pones.

Solnes levantó la pezuña hasta el pecho de su armadura y, de un compartimento bajo la misma, sacó un pergamino sellado con el símbolo de los maestros druida. Solnes lo desplegó y leyó en voz alta:

—La Maestra Arqueóloga, poni, conocida como Aitana Pones, porta un peligroso objeto: un medallón en forma de brújula en el cual habita un peligroso espíritu del pasado. Este objeto representa una amenaza para Cérvidas, y su portador...
—¡¿Qué mierdas estás diciendo?!
—...y su portador también. Por ello, mientras porte dicho espíritu consigo, se considerará a Aitana Pones un enemigo de Cérvidas.
—¡Solnes! —exclamó Asunrix— ¿Qué significa esto? ¡Aitana ha luchado por esta ciudad, y me salvó la vida! Ella no tuvo nada que ver con el ataque, ¿acaso lo has olvidado?

El ciervo pelirrojo miró a su amigo y, tras un instante de silencio, terminó de leer el pergamino:

—Y, como tal, deberá ser ejecutada en el acto.

Asunrix fue el primero en reaccionar, usando su magia para obtener una lanza directamente de la madera que formaba el muelle. Aitana empezó a retroceder y, a su espalda, el capitán del navío equestriano dio una orden, haciendo que varios marineros alzaran ballestas y mosquetes por igual hacia los guardias ciervo.

—¡Basta! —gritó Solnes, alzando una pezuña—. Esta orden no ha sido enviada todavía, no hemos venido a ejecutarla, Aitana Pones. He venido a advertirte, por favor, bajad las armas.

Asunrix fue el primero en hacerlo, seguido por los marineros del bergantín. Aitana, una vez convencida de que no iban a atacarla, avanzó de nuevo hacia Solnes.

—¡¿Qué clase de broma es esta?! ¡Estuve luchando contra los no muertos, intenté detener a los culpables y solo dejé inconsciente a Asunrix cuando tuve la oportunidad de matarlo! ¡Tú mismo lo has dicho, ¿y ahora vienes a decirme que no vuelva?!
—Aitana Pones, si no reconociera tu ayuda no estaríamos teniendo esta conversación. Debes entender que mi deber es proteger Lutnia, como primer Maestro de la Guerra de esta ciudad.
—¿A costa de la poni que me salvó la vida, amigo mío? —preguntó Asunrix agriamente—. No puedo compartir tu decisión.
—¡Es una orden injusta! —objetó Hope—. Aitana ha...
—¡Esto no es una cuestión de justicia o injusticia! —interrumpió el ciervo pelirrojo—. Tú misma, Aitana Pones, fuiste incapaz de controlar al espíritu que portas en el círculo ritual, y tú misma dijiste que si se hubiera continuado... ¡habría ocurrido una masacre! ¡En la capital de Cérvidas!
—Maestro de la guerra, si lo que buscas es hacer lo correcto...
—¡Si hubiese hecho lo que debo en lugar de lo correcto te habría hecho ejecutar en los calabozos! En lugar de ello te he dado tiempo a recuperarte y a que tu nave sea reconstruida para que puedas marcharte. No te atrevas a juzgar mis actos, no estás en posición de hacerlo.

Asunrix avanzó hacia su viejo amigo, dejando caer la lanza que portaba, la cual fue absorbida por la raíz que formaba el muelle.

—Dime, Maestro de la Guerra, ¿quién ha redactado esta orden?
—Yo lo hice. Es mi decisión, no voy a arriesgar miles de vidas por la Maestra Arqueóloga, a pesar de que te salvara, Asunrix. Una vida o dos no valen más que la seguridad de toda Cérvidas.
—Siempre que no sea la tuya, ¿verdad? —escupió Aitana. Solnes no se inmutó.
—Si con mi vida pudiera proteger a mi nación o a Gaia, no dudes que la entregaría. No hay nada más que hablar, doctora Pones: cuando ese espíritu ya no esté contigo, serás recibida como una amiga en Lutnia. Hasta entonces, se te considerará una enemiga para toda Cérvidas.

La yegua marrón sostuvo la mirada con Solnes durante unos segundos antes de volverse y cojear a través de la pasarela. Sin embargo se giró de un rápido movimiento y, con desprecio, lanzó algo al suelo: el brazal de madera que le había entregado el ciervo rojizo en reconocimiento por su ayuda. El objeto rebotó varias veces hasta detenerse justo frente a Solnes.

—Sabes que intenté destruirlo. Podrías ayudarme a hacerlo, pero has preferido escurrir el bulto y dejar que otro se encargue, prohibiéndome acudir a los druidas en el futuro. ¡Eres un p*to cobarde, Solnes, y no eres digno de hacerte llamar “Maestro de la guerra”!. Si algún día fracaso y el lich es liberado, recuerda que tú podrías haber evitado una masacre. Vete al infierno, ciervo.

Aitana subió hasta la cubierta del bergantín, murmurando al capitán “vámonos”. Hope miró a Solnes durante un instante sin decir nada, después se despidió de Asunrix y embarcó en la nave. Pocos minutos después, las amarras fueron retiradas y la embarcación equestriana desplegó las velas, apuntando al horizonte. Asunrix y Solnes la observaron perderse en la lejanía.

—He hecho lo que debía, amigo mío.
—No, Maestro de la Guerra —respondió el gran ciervo marrón, entonando el título para denotar que no le había llamado por su nombre—, has hecho lo más conveniente.

Sin decir nada más, Asunrix abandonó el muelle, dejando a Solnes a solas con sus pensamientos.

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Aquel mismo día, al anochecer, a duras penas podían disinguirse las costas de Cérvidas en el horizonte. La tripulación ejercía sus tareas con calma y organización, preparándose para la navegación nocturna de la misma forma que habían hecho a la ida. Según el navegador, el viento era favorable y, si no cambiaba, deberían llegar a Manehattan en unos seis días.

Aitana había pasado el día en la proa, mirando hacia el infinito sin hablar con nadie. El capitán, ya escarmentado del anterior viaje, tampoco intentó entablar conversación; fue Hope el que, finalmente, decidió acercarse a la Arqueóloga. Esta notó su presencia y, sin girarse, le preguntó:

—¿Qué quieres, Hope?
—Saber si estás bien, llevas todo el día ahí, ni siquiera has venido a comer.
—Luego comeré. ¿Me vas a decir lo que quieres?
—Ya te lo he dicho, saber si estás bien, pareces bastante afectada por lo de la orden contra ti.
—¿Y un chaval que acaba de conocer mundo me va a ayudar? ¡Ja! —exclamó sarcásticamente—. No me jodas.

Hope, ofendido por los modales de Aitana, habló alzando la voz.

—¿Siempre tienes que ser tan estúpida?
—¿Y tú? —respondió ella, girándose para mirarlo—. ¿Tanto te cuesta entender que no es tu p*to problema? Lo de Cérvidas es lo de menos, tengo asuntos mucho más importantes en mente, y contigo no quiero compartirlos, ¿estamos? Déjame en paz.
—Mira, si no quieres contármelo dilo desde el principio, pero a mi no me faltes al respeto. Me he jugado la vida por ayudarte.
—Nadie te pidió ayuda.
—Si no fuera por mi Asunrix te habría matado. Al menos respeta eso.

Aitana miró durante unos segundos al semental verde antes de volver a perder su mirada en el horizonte.

—Tengo que reconocer que la idea del pararrayos fue cojonuda. ¿Estás contento ya? ¿O además quieres una palmadita en la espalda?

Hope miró a la yegua durante unos segundos y, antes de decir algo de lo que se arrepintiera, le dio la espalda y se marchó. Esta permaneció en la misma posición, observando la luna alzarse en el firmamento. El mar estaba en perfecta calma, y el astro de la noche se reflejaba en el mismo, formando un millar de luces sobre las olas. Y, mientras tanto, la mente de Aitana giraba en torno a las visiones que le había mostrado Kolnarg.

¿Eran ciertas?
¿Cuánta verdad había en lo que le habían contado sobre la muerte de su madre?
¿Cuánta tras los diabolistas y magos negros que la habían perseguido durante su infancia?
O quizá... ¿le había mentido? ¿Su propio padre?

Pero la visión sobre la muerte de su madre no podía ser cierta. No era posible, tenía que hablar con él en cuanto llegara. Tenían que arreglarlo antes de que las dudas afectaran a su confianza.

Súbitamente sintió una ligera vibración en uno de sus bolsillos; lo abrió y de él salió una llamarada verde que formó un pergamino frente a ella. Lo cogió y leyó rápidamente un mensaje del profesor Pones.

“A.P:
Creo que tus sospechas pueden ser ciertas. He mandado un mensaje a los otros, nos reunimos donde siempre en diez días.

P.P.”

—Maldita sea.

La Arqueóloga lo leyó un par de veces antes de romper el pergamino en varios pedazos y arrojarlo por la borda. En el fondo, deseaba haberse equivocado, que los Arqueólogos no hubiesen sido descubiertos. Pero si su padre los hacía llamar...

Eran pocos, realmente eran muy pocos. Desde el desastre de Kolnarg cada vez eran menos los que luchaban en las sombras de Equestria; el disimulo y la doble identidad siempre habían sido sus principales defensas, la única forma de poder escapar de la lucha y descansar hasta la siguiente. ¿Qué podía haber ido mal? ¿Cómo podían haber conseguido información sobre los Arqueólogos?

En ese momento, Aitana sintió el impulso de mandar un mensaje a “Dobledé”, pero le quedaban muy pocos preparados alquímicos para ello, y prefirió reservarlos por si se presentaba una emergencia. Probablemente su gran amiga estaba bien, si no habrían recibido el pergamino rojo que todos los Arqueólogos portaban por si fracasaban en una misión.

La corriente de pensamientos de Aitana fue interrumpida por un rugido proveniente de su estómago; decidió que, a fin de cuentas, Hope tenía algo de razón, por lo que se dirigió a la cocina para conseguir algo de comer.

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Tras varios días de viaje, en medio de la noche, Hope despertó con un sobresalto en su hamaca. Miro a la oscuridad que le rodeaba, respirando agitadamente, hasta que logró calmarse y asimilar que solo había sido otra pesadilla. La misma que le atormentaba desde la noche del ataque, rememorando el momento en que encontró a Sinveria.

Estudió los alrededores, intentando calmar los desbocados latidos de su corazón: casi todas las hamacas estaban ocupadas por la tripulación, el sonido de cascos en la cubierta denotaba la presencia de aquellos que les tocaba turno durante la noche, manteniendo el rumbo del barco; no había luces en el exterior, pues así evitaban ser detectados por piratas, y el continuo rodar de una botella de cristal con el movimiento del barco demostraba que algún marinero había bebido de más antes de ir a dormir. La cacofonía de ronquidos era tan intensa que Hope rió, incrédulo de que hubiera podido pegar ojo con semejante escandalera. Sabiendo que no iba a poder dormir, subió a cubierta para intentar despejarse. Al aire del mar era cálido, signo de la cercanía del verano, y el cielo estaba totalmente despejado. Hope se dirigió a unos bancos que había en el castillo de popa, donde sabía que no molestaría si se tumbaba para mirar las estrellas.

El joven mago no era ningún experto, pero en una noche como esa, despejada y lejos de toda fuente de luz, no le fue difícil distinguir algunas constelaciones: El caballo, el Rey Alicornio, Stellarum, la Madre Blanca...

—¿Qué, no puedes dormir?

Hope se sobresaltó al oír la voz de Aitana cerca suyo. La yegua estaba tumbada también en un banco cercano, mirando al cielo, y por la oscuridad no había reparado en su presencia.

—Tuve una pesadilla. ¿Y tú?
—Me relaja estar aquí.
—¿Qué tal la pata?
—Mejor.

Los dos ponis se quedaron en silencio, disfrutando de la tranquila noche. Sin embargo, el joven mago estaba inquieto, cavilando cómo empezar a explicar algo que le rondaba por la mente para que la arqueóloga le tomara en serio.

—He estado pensando algo.

La yegua no dijo nada y, tras unos segundos de duda, Hope siguió hablando.

—Aitana, ¿cuántos seguidores de las artes oscuras hay en Equestria?

Durante unos segundos no hubo respuesta, mientras la Arqueóloga trasteaba con algo en la oscuridad. Cuando escuchó el ruido de la yesca y el pedernal, y varios chispazos iluminaron la zona, Hope entendió que estaba encendiendo un cigarrillo.

—No sabía que fumaras.
—Y no lo hago, pero esta noche pedía un cigarro a gritos.

La yegua marrón dio una profunda calada, hecho que hizo que su rostro quedara iluminado por el incandescente resplandor anaranjado del tabaco, y después respondió a la pregunta.

—Suficientes como para que tengamos que combatirlos.
—¿Pero cada cuánto aparecen?
—Están ahí día a día, preparando sus planes. Quizá alguien descubre un antiguo poder oculto, un noble intenta usar la magia negra para dominar a sus enemigos, o alguien decide que es una gran idea hacer un pacto con el Tártaro.
—Pero nunca hay noticias de ello, no puedo creer lo que me dices.

El resplandor del pitillo aumentó con una nueva calada de Aitana. Hope la observó en silencio.

—Estudias magia antigua. Supongo que en Historia habrás aprendido sobre “La prohibición de la magia prohibida”, ¿verdad?
—Claro. Un periodo hace setecientos años en el que los magos del mundo decidieron eliminar toda referencia a la magia negra, nigromántica y demonologista. Querían evitar que esas peligrosas artes se expandieran por el mundo de nuevo.
—Los que estudiamos historia más allá de los libros oficiales le damos otro nombre a ese periodo.
—¿Cuál?
—“El exterminio”.

Aitana dio una nueva calada ante de seguir explicando.

—Tras el exilio de Nightmare Moon, los magos negros, nigromantes y diabolistas pugnaban por conseguir una parte del poder que esta les había prometido. Celestia reorganizó las guardias solares y lunares en una sola, y les encomendó la tarea de poner fin al caos.
—¿Detuvieron a los magos oscuros?
—No. Los mataron.

Hope se incorporó sobre su banco, incrédulo.

—Eso que dices no es posible, Celestia ha demostrado ser una princesa bondadosa. Lo que estás diciendo es que prácticamente ordenó un genocidio.
—Estamos hablando de hace mil años, chaval. Los tiempos eran diferentes, mucho más duros que hoy día. Hay pruebas de lo que digo, pero los historiadores las ignoran como “disparates”. Igual que cuando yo hablé de la guerra entre Unicornia y Cebrania.
—Pero entonces...
—Celestia ordenó erradicar las artes mágicas prohibidas del mundo, y lo hizo con precisión y sin compasión. La última parte de este proceso fue lo que tú has estudiado: “La prohibición”. Así se aseguró de que no quedara casi ningún practicante de las artes prohibidas y, eliminando toda referencia a las mismas salvo las leyendas, evitó que ningún mago sediento de poder las estudiara. Celestia optó por el olvido como mejor arma para proteger al mundo.

Hope Spell pareció quedarse en shock durante unos instantes, tratando de asimilar que el pasado de su nación era mucho más oscuro de lo que le habían contado. Vio una pequeña luz naranja y roja frente a él y, sin pensar, tomó el cigarrillo con su magia y dio una calada.

—Si se olvidó todo, —dijo, echando humo al hablar—, ¿cómo sabes tú tanto de las artes oscuras?
—Porque los cazadores de demonios de la época se rebelaron cuando Celestia les ordenó disolverse. Formaron sociedades ocultas que fueron transmitiendo los conocimientos generación tras generación, combatiendo las artes oscuras en secreto. Yo formo parte de un grupo descendiente de los primeros cazadores de demonios. La magia blanca que tú estudias es la única prueba pública de que una vez hubo que luchar contra la magia prohibida.
—Pero... ha funcionado, ¿no? El “olvido” ha funcionado, ¿por qué mostraste al mundo a Manresht? ¿Por qué rompiste el secreto?

La yegua marrón alargó la pezuña, pidiendo el cigarro de vuelta y, tras darle dos caladas, respondió:

—Era una idea que me rondaba desde hace tiempo: el mundo tiene que recordar las verdades que se le han ocultado. Además —añadió con una risa—, estaba cabreada.
—¿Por qué dices eso? ¿Por qué teníamos que recordar?
—Preguntas demasiado, chaval.

Ante la seca respuesta, Hope se quedó en silencio durante unos largo minutos, mientras Aitana seguía dando ocasionales caladas al cigarro. Mirando al cielo, el semental verde pensó en lo que les había ocurrido a Asunrix y Sinveria... Amigos de toda la vida, ella le había confiado a él su seguridad en su momento de mayor vulnerabilidad, mientras estaba en trance. Ese era el terrible poder de la magia negra, un poder contra el que ni siquiera la lealtad más fuerte se puede resistir. Las ideas le llevaron a pensar en su propia familia: sus dos hermanas pequeñas, su padre, su madre...

¿Qué pasaría si se producía un ataque como el de Lutnia en cualquier ciudad de Equestria? ¿Y si ocurría en Manehattan, y sus familiares no podían huir? Hope no quería esperar a que ocurriera para averiguarlo.

—Aitana, quiero unirme.
—¿Eh?
—Quiero luchar contra las artes prohibidas.
—Chaval, no sabes de lo que estás hablando.
—¿Que no sé? ¡No me vengas con esas! —exclamó el joven, levantándose del banco—. ¿Qué quieres que haga, que vuelva a mi vida normal, que olvide lo ocurrido? Llevo la mitad de mi vida estudiando la magia blanca, y solo aplicándola para la curación y ni siquiera soy un buen sanador. Pero ahora he aprendido que la parte de la magia dedicada a combatir los malos espíritus, los no muertos y la magia negra no es solo una curiosidad, sino un arte que puedo usar para ayudar a otros. No puedo quedarme quieto, Aitana, no después de lo que he vivido.

Aitana observó, en la penumbra, a Hope mientras hablaba. Lo hacía con convicción, y le pareció sincero.

—Je, no tienes ni p*ta idea —respondió ella con cierto sarcasmo—. Dime, chaval, ¿qué estarías dispuesto a hacer?
—¿Para evitar algo como lo de Lutnia? Lo que sea.
—¿Incluso matar?

Hope tardó unos segundos en responder.

—No... no lo sé. Supongo que si mi vida dependiera de ello, pero...
—No lo sabes, normal —concluyó ella—. ¿Y si te dijera de dejar a alguien atrás, de no detenerte a ayudar a un inocente en apuros, y que te centres en el objetivo de la misión? ¿Si tuvieras que dejarlo morir, qué harías?
—Si estuviera en mis pezuñas salvar a alguien, lo salvaría.
—¿Tienes familia, Hope?

La pregunta pareció pillar de improviso al semental, el cual dudó antes dar una respuesta.

—Eh... Sí, dos hermanas y mis padres.
—Imagina que una de tus hermanas está enferma y a punto de morir, y que un diabolista o un nigromante te ofrecen un pacto para salvarla.
—¿Qué? Pero...
—O incluso que ya haya muerto y te ofrezcan resucitarla. ¿Aceptarías?

El joven mago, tras un instante, clavó la mirada en el entarimado de la cubierta, imaginando la situación. Amaba a sus hermanas más que nada en el mundo, e imaginar perder a cualquiera de ellas era una idea demasiado terrible incluso para ser puesta en palabras. Si alguien le ofreciera salvarla...

—Si... si estuviera enferma, no lo sé, Aitana, no lo sé. Pero si ya hubiera muerto... jamás recurriría a la nigromancia ni a los demonios para traerla de vuelta.
—¿Por qué no?
—¡Porque es una monstruosidad! —exclamó el semental—. No permitiré que mi familia se vea envuelta en la nigromancia o los demonios, no pienso permitir que sus almas...

Hope Spell no acabó la frase, lo cual Aitana vio como algo positivo. Ese joven unicornio sabía el precio a pagar por aliarse con las fuerzas del Tártaro, fuera cual fuera el objetivo. Los demonios podían traer a alguien de entre los muertos, pero a cambio atraparían su alma para toda la eternidad; los nigromantes podían volver un cadáver a la vida, pero como una mera marioneta del ser que una vez fue. En ambos casos, era mejor dejar a los muertos tranquilos.

Y ese aprendiz de mago blanco había comprendido esa lección básica de todo aquel que luchaba contra las artes prohibidas, hasta el punto de que imaginar a sus hermanas, siendo maldecidas por las artes prohibidas, lo había trastornado.

La familia... sería un problema.

—Ve a descansar, Hope. Lo pensaré.
—Aitana, tengo muchísimo que aprender, pero si me das una...
—¿Oportunidad? j*der, no seas pesado —le interrumpió ella, ruda pero sin malicia—. Sé que aprenderías, yo misma no había tocado un arma en mi vida cuando empecé en esto. Pero no es tan sencillo, déjame pensarlo.

Hope, al cabo de poco, se levantó en silencio y se fue, murmurando “buenas noches”. Aitana lo observó desaparecer por la trampilla que daba a la zona de la tripulación, después volvió a tumbarse y, mirando a las estrellas, dio una profunda calada, iluminando su rostro con la brasa del moribundo cigarro. Una sonrisa cruzó la cara de la yegua.

—Estúpido, bonachón e idealista. A Macdolia le habría caído bien.

Aitana lanzó la colilla la cual, como una minúscula estrella fugaz, surcó la noche hasta caer por la borda y perderse en la inmensa negrura del océano. Quizá Hope Spell tuviera la madera para convertirse en un buen Arqueólogo, pero siempre era una apuesta arriesgada. Además, primero tendría que conocer todo lo que implicaba luchar contra las artes prohibidas y decidir qué hacer.

Muy pocos decidían asumir los sacrificios y responsabilidades que implicaba llevar una vida como la de Aitana.

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Tal como dijo el piloto, la nave tardó solo seis días en llegar a Manehattan. La imponente ciudad Equestriana, “la capital del mar” como era llamada informalmente, presentaba una visión espectacular con sus grandes construcciones y el continuo tráfico marítimo que la caracterizaba. Desde la distancia no parecía que nada hubiera alterado su normal actividad, como si sus habitantes fueran ajenos a los eventos ocurridos en Cérvidas hacía algo más de una semana.

Sin embargo, Hope observó algo extraño: varios ponis empezaron a seguir al barco desde el muelle y, cuando echaron amarras, una gran multitud se congregó frente al mismo. Los propios marineros del bergantín estaban sorprendidos, pero hubo alguien que supo enseguida qué estaba ocurriendo. Y lo explicó con dos simples palabras:

—Oh, mierda.

La pasarela fue tendida y Aitana fue la primera en descender. Al instante, todos esos ponis, armados con libretas y grabadoras, la rodearon, inclusive los pegasos fotógrafos que se afanaban en tomar una instantánea de la llegada de la doctora Pones a Manehattan.

—¡Doctora Pones! Una entrevista para el Daily Mare: ¿estuvo usted en Lutnia cuando se produjo el ataque?
—¡Doctora, Fast Pen, del Manehattan Express! ¿Sabe algo del ataque no-muerto? ¿Es cierto que combatió usted contra un Maestro de la Guerra?
—¡Señorita Pones! Hay rumores que la relacionan a usted con el ataque, ¿tiene algo que añadir?

Aitana respiró hondo antes de alzar la voz para responder.

—Os voy a dar cuatro respuestas: Sí, sí, no y...

La cuarta llegó como una acción: aún con la pata trasera enyesada, la yegua marrón dio un paso atrás y empujó a una reportera hacia el borde del muelle. Esta no esperaba el empujón y, a pesar de sus esfuerzos, perdió el equilibrio y cayó al agua.

—¡Y si alguien quiere acompañarla que me haga otra pregunta! ¡Hope, vamos!

Los periodistas se separaron de la arqueóloga, la cual, acompañada por el joven unicornio, echó a andar hacia la universidad. A pesar de que algún periodista le lanzó una pregunta o la recriminó por su actitud, ninguno se atrevió a acercarse de nuevo.

A su espalda, un pegaso ayudó a la desafortunada periodista a salir del agua.

—“Estudia periodismo”, dijeron, “será divertido”, dijeron. Yo me vuelvo a mis novelas.

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Ya en la universidad, Aitana se dirigió directamente al edificio de Historia y Arqueología para encontrarse con su padre.

—Hope, ve con tu familia. Hablaré contigo más tarde.
—¿Has pensado sobre lo que te dije?
—j*der, ¿no me has oído que hablaré contigo depués?

Sin despedirse, Aitana se marchó dejando solo al joven semental. Este la miró unos segundos y negó con la cabeza antes de tomar el camino hacia su casa. A fin de cuentas, si las noticias del ataque habían llegado ahí, sus padres debían estar de los nervios.

Aitana, mientras tanto, subió directamente al despacho de su padre. Algunos alumnos la reconocieron y la saludaron, pero la mayoría notaron que la yegua marrón no estaba del mismo buen humor y ganas de fiesta con las que solía volver a la universidad tras sus expediciones. Llamó a la puerta del despacho y entró. Su padre, el profesor Pones, estaba rodeado de un montón de cachivaches y mapas, como de costumbre; nada más verla, salió de detrás del escritorio y el chirrido de su silla de ruedas le acompañó el unicornio gris cuando corrió a abrazar a Aitana.

—Hija, me alegro de verte de una pieza —el profesor reparó en la escayola de la pata trasera derecha de su hija—. Bueno, más o menos.
—Yo también me alegro de verte. Y oye, ¿qué hace un ciego burlándose del tuerto?
—Eso ha sido un golpe bajo —rió él—. Espero que tengas una buena historia por contar.
—Demasiado, papá. Saca un par de copas de algo fuerte, nos van a hacer falta. Las cosas van mucho peor de lo que imaginábamos.
—Eso me temo.

El profesor sacó una botella de un licor fuerte de frutas y dos copas, las cuales fue sirviendo a intervalos regulares a medida que Aitana relataba lo que había ocurrido: El intento fallido de destruir a Kolnarg, Sinveria descrifrando el pergamino, el ataque de los no muertos, la dominación de Asunrix y la injusta decisión de Solnes.

—Lo más preocupante de todo esto es que sabían exactamente qué estaban buscando y dónde atacar. ¡Sabían del pergamino! —exclamó Aitana—. Si lo encontraron tus alumnos, ¿cómo podían saber del mismo? ¿Y cómo sabían dónde iríamos a traducirlo? Tenían demasiada información, papá.
—Eso mismo me he preguntado yo, y me temo que tengo la respuesta.

El profesor apuró la copa de un trago y se sirvió otra.

—Nos han utilizado.

Tras comprender todo lo que suponían esas palabras, Aitana apuró su propia copa.

—Atacaron la biblioteca del Imperio de Cristal —continuó el profesor—, se llevaron información del Weischtmann, pero dejaron justamente el único pergamino que necesitaba ser traducido por druidas. Fui un estúpido, debí haberlo imaginado: necesitaban a alguien con contactos entre los maestros druidas para traducirlo.
—Pero si ese alguien eras tú... j*der, ¡j*der! Eso significa que saben de... ¡No puede ser! Cambiamos de identidad, papá, y desconectamos de todo nuestro pasado. ¡Acabamos con todo aquel culto, no pueden ser los mismos!
—Y creo que no lo son, esto no tiene que ver con nosotros dos, Aitana, sino con los Arqueólogos en si. Me temo que, de alguna forma, han descubierto nuestras identidades. Solo me pregunto cuántos estamos en peligro ahora mismo.

Aitana se levantó, inquieta, y acabó caminando hasta la misma pizarra donde había trazado su esquema para explicar su teoría sobre una organización cuando volvió de los Reinos Lobo. Este había sido completado por el profesor Pones con datos y recortes de prensa. Y ahora sabían que esa teoría tenía un nombre: La Hermandad de la Sombra.

—¿Crees que pudo ser por lo de Manresht? Quizá fue culpa mía...
—Creo... que era inevitable, hija. Incluso si nadie sabe quién soy, es fácil que Trottinghoof contara que yo estaba contigo con el sarcófago de Manresht. Sin embargo, reunir un ejército no muerto como el que describes tiene que haberles llevado meses, creo que era un plan que pusieron en marcha desde antes de que volvieras de los Reinos Lobo. Además, todo esto no encaja con los informes de otros Arqueólogos.
—¿Qué? —exclamó Aitana—. ¿También se han encontrado con la hermandad?
—No directamente, pero... hay un patrón. Están reuniendo poder, como tú pensabas, y no solo por Manresht. Por eso he hecho llamar a todos: necesitamos poner información en común y averiguar qué está pasando.
—Su p*ta madre... la Hermandad es mucho más poderosa de lo que creíamos.
—Eso me temo. Están mucho más extendidos de lo que imaginaba, actúan en varios puntos al mismo tiempo.

La arqueóloga volvió a sentarse y se quedó en silencio junto a su padre, bebiendo poco a poco el fuerte y dulce licor. Por primera vez desde el desastre de Kolnarg, los Arqueólogos volvían a reunirse para enfrentarse a un enemigo realmente poderoso. Y no era un pensamiento agradable para ninguno de estos, teniendo en cuenta que esta vez, además, su propia seguridad estaba en peligro.

—Hope Spell dice que quiere unirse, que quiere luchar.
—¿Oh? —respondió el profesor, sorprendido—. ¿Y por qué, si puede saberse?
—Dice que no puede quedarse quieto, que quiere proteger a quien pueda y usar su magia blanca para algo más que curar.
—Je, pobre iluso, no tiene ni idea de qué está hablando.
—Cierto —afirmó Aitana—, pero el muy idiota es listo. Supo usar sus pocas habilidades con frialdad, y no parece que le mueva la codicia. Pero tiene familia.
—Eso será un problema.
—Sí.

Nuevamente se quedaron en un tenso silencio; Aitana acabó su copa de nuevo, pero no la rellenó. No sabía cómo decir lo siguiente, por primera vez en muchos años se sentía realmente aterrorizada. Tenía miedo de lo que podía averiguar al hacerle la siguiente pregunta a su padre, a que todo su pasado y las bases sobre las que había construido su vida se derrumbaran de golpe. Pero sabía que la duda podía llevar a la desconfianza, y no quería que eso ocurriera. El profesor Pones era su única familia, a fin de cuentas.

—Papá, hay algo que no te he contado. Sobre el ritual para destruir a Kolnarg.
—¿Sí?
—Entró en mi mente y... me...
—¿Te dominó de nuevo?
—No —negó la yegua del chaleco—. Me mostró... algo. Por lo visto, cuando llevaste tú la brújula mientras estuve en la cárcel, entró en tu mente.

Súbitamente, Aitana sintió que el susodicho objeto aumentaba en peso y reducía su temperatura. El ligero murmulló que la arqueóloga sentía en la parte de atrás de la cabeza cuando portaba el receptáculo del lich se incrementó, como si el espíritu estuviera escuchando la conversación. El unicornio gris de crines negras pareció ligeramente alterado.

—Eso no puede ser, Aitana. Jamás sentí que nada entrara en mi mente, debió inventárselo.
—Había demasiados detalles, ningún error. Mamá era una guardia nocturna, ¿verdad?

El profesor Pones asintió, por lo que su hija siguió hablando.

—Pero la vi caer, papá, y no iba vestida como una guardia.
—Aitana, seguramente fue una ilusión que...
—¡Sabes que las ilusiones no me afectan! Heredé tu dura cabeza, ni siquiera los mejores magos negros son capaces de dominarme desde que sera una potrilla. ¡Eso no era una ilusión!
—¡Aitana, estás cayendo en el juego de...!
—¡Cállate! Sé lo que he visto, y necesito que me lo expliques, necesito que lo arreglemos ahora. Vi a mamá caer en una explosión, ¡y no llevaba armadura ni símbolos de la guardia! Viví tus recuerdos, luchando junto al tío Gilderald para encontrarla, ¡estabas fuera de ti! La secuestraron, ¿verdad?

El unicornio miró a su hija con severidad.

—Ya te lo dije, tu madre murió luchando contra un demonio, no hay nada más que hablar.
—¡¿Y qué hay de Hellfire?!

La expresión del profesor Pones le traicionó: se quedó con la boca abierta al oír ese nombre, sin poder encontrar una respuesta adecuada. Y, para su desgracia, Aitana confirmó que lo que había visto no eran invenciones de Kolnarg.

—Jamás me dijiste ese nombre, papá, ¡nunca en mi p*ta vida! Él secuestró a mamá, ese hijo de la gran p*ta lo hizo, ¡y tú corriste para salvarla, junto al tío Gilderald! Ninguno de vosotros me lo había contado, ni siquiera conocía ese nombre, ¡j*der! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me mentisteis sobre la muerte de mi madre?! ¡¿Por qué, maldita sea?!
—¡Porque hay cosas que no le puedes contar a una potrilla, Aitana!
—¡Dejé de ser una potra el día que apuñalé a un mago negro con un cuchillo de cocina! ¡Yo tenía quince años entonces, y estoy a punto de cumplir treinta y uno! ¿Cuántas mentiras más me habéis contado?

El profesor Pones no había bajado la mirada durante la retahíla de Aitana y, cuando esta acabó, sirvió dos copas de licor y se pasó una a su hija. Cuando habló, su voz sonó quebrada, sin la seguridad que normalmente transmitía.

—Hay... cosas que no se le puede contar a una potra, hija mía. Y cuando pasan los años es muy complicado desvelar los secretos que se han mantenido toda la vida.

Aitana respiraba rápidamente, luchando por controlarse y calmarse.

—Solo dime una cosa, papá, dime que lo último que vi no era cierto.
—¿Qué es lo que viste?

La arqueóloga, por primera vez en décadas, sintió que se venía abajo emocionalmente. Era una idea demasiado terrible, algo que estaba haciendo flaquear su fuerza de voluntad. Si esto resultaba ser cierto, la confianza que había depositado en su padre, el único poni del mundo en el que lo había hecho, iba a verse rota para siempre. Le costó un rato superar el nudo que se le había formado en la garganta; cuando lo hizo, fue con el susurro de una potra que luchaba por no llorar.

—Dime que tú no la mataste.

El profesor Pones miró a su hija y una profunda tristeza atravesó su mirada, la tristeza de alguien que no deseaba rememorar el episodio más oscuro de su existencia.

—Siéntate, hija, tenemos mucho de lo que hablar.
Un muchas gracias muy grande a Quisco Mcdohl, Sr. Atomo y SG91 por hacerme de beta readers :).
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Angelus-Y » 18 May 2015, 11:46

He llegado hasta el capitulo 8. Sinceramente ya poco mas puedo decir de la magnificencia que se ha resaltado de este fanfic. Una narrativa exquisita, llena de detalles, novedades, cosas originales...Las batallas han sido magistrales, de duracion adecuada, se mantiene siempre la tension en cada momento, hay escenas y momentos inesperados, secretos y datos de la trama desgarradores...Hay de todo, sencillamente es la verdad y es innegable que es dificil estar a la par. Espero poder seguir leyendo pronto y degustar lo que queda, para así hallar la verdad y conocer el destino de Aitana.

Te agradezco este fanfic y ansio desde lo mas profundo de mi ser que puedas continuarlo y ofrecernos el regalo de leer esta aventura, no lo digo ya como alguien conocido, sino como lector, hay poca gente por desgracia que aprecia realmente estas cosas y yo lo hago, tendre paciencia pero al mismo tiempo mi corazon palpitara con ansias de poder continuar.

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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Volgrand » 26 May 2015, 22:25

Capítulo 11: "Night Shield"
Spoiler:
El unicornio gris de crines negras levantó el vaso con su magia y lo revolvió, mirándolo en silencio. En ese mismo instante Aitana notó más que nunca la edad de su padre: las pocas arrugas que tenía se habían acentuado y su crin, al caer al lado de su rostro, desveló las canas que la cubrían. Desde su posición, la yegua marrón apreció el borde de la Cutie Mark que el semental frente a ella ocultaba bajo los anclajes de su silla de ruedas: un rayo cuya punta acababa en una espada. Un tipo de marca que solo unos pocos ponis poseían en Equestria, y que denotaba la inclinación natural de su poseedor hacia el combate.

 

Aitana apenas recordaba el día en que su padre regresó a casa en silla de ruedas, unas semanas después de que Gilderald la salvara de los magos negros que todavía asaltaban sus sueños. El profesor Pones, antaño conocido como Royal Destiny, bebió un trago y alzó la vista hacia su hija, con una mirada cargada de tristeza y... miedo.

 

—No sé por donde empezar.

—Háblame de mamá. De la de verdad.

 

El semental asintió y pasó varios segundos mirando su propio vaso.

 

—No conozco totalmente su historia, Aitana, jamás me la contó, aunque sé algunos retazos. Vivió casi toda su juventud siendo perseguida, y tuvo que luchar para sobrevivir.

—No éramos tan diferentes, entonces.

—Sí que lo sois, hija. Tu madre nació en Isaura, y era huérfana.

 

La yegua marrón se apoyó sobre la mesa, mirando a su padre estupefacta. Había visitado ese reino en un par de ocasiones.

 

—Entonces... ¿era una esclava?

—Sí, pero escapó siendo solo una potra, y pasó años sobreviviendo en las calles, huyendo de los esclavistas y luchando cuando fue necesario. Una vez me comentó que mató a varios de estos.

—Supervivencia —expresó Aitana, sin darle mayor importancia—. Yo misma he tenido que matar a veces en mis...

—No, no es lo mismo: Night Shield asesinó a sangre fría a objetivos concisos. Esclavistas, guardias, nobles...

 

La yegua marrón empezó a deducir hacia donde iba la historia, y no le gustó mucho el desenlace que intuía.

 

—¿Qué demonios quieres decir? ¿Que mamá asesinó a gente inocente?

—Depende de lo que tú entiendas por “inocente”, Aitana. No sé quiénes fueron sus... víctimas, exactamente; sí que sé que Night Shield se convirtió en el terror en su ciudad, y acabó siendo perseguida por toda la guardia.

>>Al final fue capturada pero, por alguna razón, no la ejecutaron. En lugar de ello pasó a trabajar para un burgués, un mafioso.

 

Aitana se quedó totalmente parada ante esa información.

 

—Me estás diciendo que mamá era...

—Una asesina a sueldo.

—¡Qué broma es esta! —gritó la Arqueóloga—. ¡Me has dicho toda la vida que mamá era una guardia, y ahora me vienes con esto!

 

El profesor observó a su hija cuando esta se levantó y se alejó, andando el círculos mientras hablaba.

 

—¡La recuerdo poco, pero no podía ser... eso! ¡Tienes que estar de p*ta coña!

—¡Aitana, tranquilízate! —gritó el unicornio. Su cuerno brilló ligeramente, y la sala se cubrió de un aura azulada, insonorizándola—. ¡Esa fue tu madre, cierto, pero no es la misma yegua que era cuando tú naciste! Si vas a juzgarla, antes escucha toda la historia.

 

Aitana miró intensamente a su padre, con la ira y el desengaño reflejados en su rostro. Al cabo de unos segundos se sentó de nuevo sin decir nada, esperando a que el semental continuara. Este requirió de unos momentos para calmarse él mismo antes seguir. Entendía el enfado de su hija, pero si quería conocer la verdad sobre su madre, debía escuchar toda la historia.

 

—Trabajó con ese mafioso durante... no sé, creo que un par de años. Y todo cambió cuando este decidió ampliar el negocio en Equestria. Menospreció a los Equestrianos tratando de hacerse con el control de los bajos fondos de Trottingham.

—¿Qué ocurrió?

 
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Quietos.

 

El calmado susurro de alarma hizo que el gran poni de tierra negro y sus secuaces se detuvieran. Una pegaso, de pelaje azul oscuro y crines lilas, miraba hacia atrás y ligeramente arriba, escudriñando la nave donde retenían a los secuestrados. Su Cutie Mark la formaba una lanza siendo detenida por dos cuchillas de casco.

 

¿Qué ocurre, Night Shield?

Silencio.

 

La pegaso podía notarlo en sus plumas: las leves corrientes de aire que había levantado una gran criatura voladora, probablemente un pegaso. Y... había algo, una ligerísima vibración que sentía en los oídos. Jamás había experimentado nada similar. Por suerte para ella, todos los presentes sabían que no había que menospreciar los agudos sentidos de la asesina, por lo que guardaron un tenso silencio.

 

Y por eso pudo escuchar el inconfundible sonido de la madera y la cuerda al ser tensadas. Saltando al tiempo que desplegaba sus alas, Night Shield se lanzó contra su jefe, apartándolo del ataque. A su espalda escuchó el impacto del virote seguido del de un poni al desplomarse.

 

¡Corred!

 

La pegaso azul oscuro se levantó y voló directamente siguiendo la trayectoria del virote hacia el tirador. La nave era enorme, y las pocas lámparas que había en el suelo no podían iluminarla completamente. Había advertido sobre lo poco seguro que era el edificio, pero no la habían escuchado. Ahora solo le quedaba hacer su trabajo.

 

Sin embargo, cuando llegó a las vigas del techo no había nadie. Buscó a su alrededor, sabiendo que estaba en una posición vulnerable, pero una vez más volvió a escuchar una ballesta al ser cargada. Hizo un rápido picado, evitando el virote que pasó justo donde habría estado su cabeza, clavándose en una viga.

 

¿Puedes ver en la oscuridad, cabrón?

 

Night Shield, conociendo el punto fuerte de su enemigo, voló en picado hasta el suelo, haciendo una parábola para recoger una de las lámparas de aceite y volver al techo. Varios virotes más fueron disparados, pero la pegaso era muy rápida. Cuando llegó a lo más alto de la construcción, lanzó el objeto hacia la zona donde creía que estaba su enemigo. El aceite ardió y se expandió en una enorme lluvia de llamas, cubriendo de fuego gran parte del techo y de las vigas que lo sostenían.

 

Entonces lo vio: una sombra que voló, alejándose del calor y la luz. Night se lanzó contra ella, desplegando en el vuelo dos dagas que llevaba asidas a cada casco delantero. Esperaba acabar con el atacante rápidamente pero, en el último instante, el reflejo del fuego desveló dos largas cuchillas que este portaba. La pegaso detuvo su vuelo rápidamente y se preparó para defenderse.

 

Los metales chocaron en repetidas ocasiones; el atacante era extremadamente rápido y hábil, forzando a Night Shield a mantenerse completamente a la defensiva. Cada ataque que esta lanzaba era rápidamente detenido y, en sus defensas, la pegaso estaba perdiendo terreno, acercándose rápidamente al techo que, a su espalda, estaba siendo consumido por las llamas.

 

Sin poder mantener la posición más tiempo, Night voló hacia atrás, directamente hacia una de las vigas en llamas, girándose en el aire y golpeándola fuertemente con las patas traseras. Esto tuvo el efecto previsto, creando una pequeña explosión de ascuas que la pegaso atravesó limpiamente. Sin embargo, quien fuera a quien combatía, no debió ver el movimiento, ya que gritó cuando varias brasas cayeron sobre él. Un grito que no parecía poni.

 

Night Shield se posó sobre una de las vigas y, frente a él, su enemigo hizo lo mismo. Iluminado por el fuego, la pegaso solo pudo apreciar sus detalles más característicos: Pelaje gris, casi negro; sus dos patas tenían asidas dos largas cuchillas gemelas a algún tipo de brazalete; sus orejas eran grandes y peludas, y mantenía los ojos cerrados. Pero lo más inquietante fue apreciar que sus alas no eran las de un pegaso, sino de un murciélago.

 

La criatura abrió los párpados, revelando unas afiladas pupilas, tan brillantes que se podían apreciar las llamas bien definidas en las mismas. Al mismo tiempo, se agachó ligeramente, adoptando posición de guardia, y bufó como un gato furioso hacia Night Shield.

 

Su dentadura acababa en dos largos y afilados colmillos.

 

Night Shield tardó poco en recuperarse del shock. Cuando lo hizo, sonrió y desplegó sus propias armas, preparándose para el combate.

 

No sabía que los batponis eran reales. Será un placer matarte, asesino.

 

El batpony se lanzó hacia Night Shield, trazando una parábola. Esta notó la sensación que, como siempre, la absorbía en combate: el momento en el que su mente lógica se apagaba y dejaba que el instinto tomara control de sus actos. Detuvo el primer ataque y, con un grave grito, coceó al batpony en el pecho con las patas traseras, lanzándolo al aire y cargando tras él a continuación.

 
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—Un Cazador Batpony, eso es lo que ocurrió. Atacó al mafioso y tu madre le hizo frente.

—Los Cazadores Batpony... Se sabe poco sobre ellos, salvo que son los agentes de élite de la Guardia Lunar.

—En aquel entonces, los cazadores actuaban por libre, protegiendo a Equestria en las sombras. Uno de los primeros actos de Luna fue integrarlos en la guardia.

 

Aitana ató cabos rápidamente.

 

—Espera un momento... ¿Me estás diciendo que mamá se unió a los Cazadores? Eso es imposible, solo los batponis forman parte de ese cuerpo. ¡El propio nombre lo dice!

—Lo sé, Aitana. Tu madre ha sido la única pegaso que llegó a formar parte de sus filas. No sé bien cómo ocurrió pero... viéndola combatir e investigar, pude intuirlo.

 

El profesor se levantó y caminó hacia la ventana del despacho. Desde ella podía ver el campus en su totalidad, y a los estudiantes caminando o volando de un lugar a otro. Se podían contar miembros de todas las razas: pegasos, unicornios, ponis de tierra, grifos e incluso algún ocasional ciervo. También empezaban a verse estudiantes batpony. Desde el regreso de Luna, esa extraña raza poni había empezado a reintegrarse en la sociedad Equestriana, especialmente a través de la guardia Lunar. La presencia de los guardas batpony había ayudado a acabar con los prejuicios creados por generaciones de escritores y dramaturgos.

 

—Tu madre era... grácil. El combate era, para ella, un juego, una parte de su vida; volaba con una precisión absoluta y, siempre que podía, acababa con sus enemigos rápidamente. Pero cuando uno de estos lograba hacerle frente, Night Shield se volvía...

 

El unicornio pareció dudar sobre qué decir a continuación.

 

—Siempre la llamé, medio en broma, “pantera con alas”. No se me ocurre nada mejor.

 

El profesor se giró hacia su hija; su expresión era triste y melancólica.

 

—En combate era terrorífica, no te lo puedes imaginar. Cuando se dejaba llevar se volvía puro instinto cazador y... lo disfrutaba. Era el tipo de poni que podía asesinar a alguien con una sonrisa, mirando a su siguiente víctima.

—Qué... ¡Eso no puede ser! Recuerdo su Cutie Mark: una lanza detenida por dos dagas. Mamá me explicó que era porque a ella le gustaba proteger a...

—Te mentimos, Aitana, no te podíamos decir la verdad. Su Cutie Mark representaba su talento especial: El asesinato.

 

La aludida escuchó esa última palabra, y no pudo evitar empezar a repetirla en su mente. Asesinato. La habilidad especial de su madre era quitar la vida. Asesinato, era aquello para lo que había nacido, lo que disfrutaba. Asesinar sin otro objetivo que la muerte en si.

 

Su madre era una asesina nata.

 

El profesor Pones observó a su hija en silencio: se había quedado callada, mirando a sus propias pezuñas casi sin parpadear. No podía culparla, no podía de ninguna forma: había tenido que mentirle cuando era una potra, para protegerla de que los magos negros, nigromantes y diabolistas a los que él y Night Shield daban caza tomaran represalias contra ella. Como acabó, finalmente, ocurriendo, a pesar de todas sus precauciones.

 

—De esa poni, de esa asesina... me enamoré. Y ella me correspondió —el unicornio gris acabó esa frase con una ligera risa—. No te creerías cómo nos conocimos, suena a algún fanfiction hecho por un escritor frustrado con demasiado tiempo libre.

—A ver... sorpréndeme, si es que puedes hacerlo todavía más.

—¿No es evidente? Intentó matarme.

 
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Royal Destiny estaba quieto, jadeando, esperando cualquier señal de dónde pudiera encontrarse su enemigo. A sus cascos, los cadáveres de varios nigromantes, que él mismo había matado, convertían la zona en un sitio complicado para cabalgar. La noche era cerrada, y la oscuridad casi completa. Su cuerno brillaba ligeramente, manteniendo un hechizo de detección que era la única posibilidad de localizar al cultista restante, que en tantos aprietos le estaba metiendo. A su lado, una alargada espada plateada levitaba, sujeta por su propia magia.

 

Le había lanzado varios ataques, sin detenerse, para después perderse en la oscuridad. Fuera quien fuera, tenía a Royal en su terreno, y este se estaba empezando a debilitar. Tenía que vencer cuanto antes.

 

Una sensación, como un chispazo mágico en su mente, le alertó de un ser vivo acercándose a toda velocidad por su espalda. El unicornio gris se giró, llevando su espada para interceptar el ataque; esta fue detenida por una larga cuchilla que estaba sida a la pata delantera de una yegua de pelaje azul oscuro. Esta vez no se retiró, sino que retrocedió ligeramente y empezó a lanzar veloces tajos a Royal. El semental se defendió, deteniendo el arma de su enemiga con la suya propia y, cuando vio una oportunidad, cargó su magia en una fuerte explosión de luz. El resplandor cogió de improviso a la pegaso, la cual se vio forzada a retroceder de un rápido vuelo. En ese instante, Royal tuvo la oportunidad de ver que la crin de la yegua era violeta, y sus ojos de color azul cielo.

 

Tras unos segundos, escuchó su voz en la oscuridad.

 

Nada mal para un cultista.

¿Qué?

No esperaba que uno de tu calaña ofreciera tanta resistencia. Hagamos un trato: dime dónde está el resto del culto, y te perdonaré la vida.

¿Qué...? ¡¿Pero tú eres estúpida?! ¡No soy un cultista, soy un cazador de demonios!

Aunque mientas no vas a...

¡¿Y por qué te crees que todos estos están muertos?! ¡Mira a cualquier cadáver, que si no fue mi magia, fue mi espada quien lo mató!

 

Pasaron unos segundos antes de que el semental escuchara a la pegaso posarse en el suelo. Solo hizo falta un momento para que una única palabra llegara a sus oídos: “Ups”.

 
[center]**·-----·-----·-----**[/center][/b]
 

El profesor sonreía ligeramente, perdido en sus recuerdos.

 

—Me confundió con un cultista. En aquel entonces ella ya era una agente de los batponis, y había ido a acabar con el mismo culto que yo. Estaban organizando sacrificios rituales e invocando demonios demasiado cerca de la frontera, en las tierras salvajes del noreste.

 

El profesor estuvo a punto de servirse otra copa, pero se dio cuenta que estaba bebiendo demasiado, así que desistió.

 

—A partir de ese momento, Night Shield y yo viajamos juntos. Al principio porque perseguíamos el mismo objetivo, pero acabó acompañando a los Arqueólogos en sus misiones. Hicimos un gran equipo con Gilderald; fue durante una expedición en Cérvidas cuando tu madre y yo... bueno, empezamos nuestra relación. Ahí fue donde conocí a Sinveria, la salvamos de un demonio cuando era una cervatilla.
>>Unos dos años después, si no me falla la memoria, nos retiramos por un tiempo y dejamos las expediciones.

—¿Por qué?

—Porque tu madre se quedó embarazada. De ti.

 

El unicornio, se quedó un rato mirando por la ventana. El ligero brillo de su cuerno, con el que mantenía el campo de silencio, hacía que los rasgos de su rostro se marcaran con intensidad. La ligera sonrisa que le había acompañado hasta entonces, murió ligeramente.

 

—Cuando naciste... me sorprendí por la calidez de Night Shield. Aunque conmigo siempre fue una gran... esposa —dijo el profesor, con un tono que dejaba entrever que había detalles privados que no pensaba compartir con Aitana—, siempre temí que pudiera ser fría o distante contigo. No fue así, y esos recuerdos que tienes de ella son reales, hija. Era... una gran madre, y te amaba. Nos amaba a los dos, y habría dado la vida por ti.

 

Pones calló durante un instante, como si hubiera retenido algo que estuvo a punto de decir. Aitana aprovechó ese instante.

 

—Explícame cómo una asesina nata podía ser tan cálida. Me cuesta pillarlo.

—Porque... a esas alturas, había aprendido a usar su don por un bien mayor. Ella... vivía para el combate y para causar la muerte, pero aprovechaba su... predisposición natural para proteger el mundo de los diabolistas. En ese aspecto, no es tan diferente a ti.

—¡Pero antes me dijiste que sí que lo era!

—Porque tú no disfrutas ni del combate ni de causar la muerte: lo usas como una herramienta, como algo necesario. Tu madre... sí que lo disfrutaba. Era su vida.

 

El unicornio gris aprovechó para mirar a su hija; esta se había servido un nuevo vaso de licor, pero no lo había tocado todavía. Había esperado que Aitana siguiera maldiciendo en voz alta, que le gritara o algo peor. Y la conocía lo bastante bien como para saber que eso no era una buena señal. Era mejor contarlo todo.

 

—Cuando tú cumpliste tres años, los Arqueólogos nos contactaron: había una gran trama diabolista en Cérvidas y Equestria. No podíamos quedarnos quietos, esperando a que quizá fallaran y los diabolistas pudieran ponerte en peligro. Nos reunimos con Gilderald y volvimos a la acción.

>>Viajamos a Cérvidas, y, durante un año, fuimos dando caza a los distintos cultos. Ya sabes cómo funciona: grupos de diabolistas aislados, que creen poseer el control de su zona cuando en realidad eran títeres de alguien sin saberlo. En este caso, era un de poderoso diabolista que había hecho un pacto con dos grandes señores de los demonios: Uno del fuego y la destrucción, y otro de la oscuridad y la dominación.

—¿Quién era?

—Ya conoces su nombre: Hellfire.

 

El profesor, que todavía estaba frente a al ventana, volvió a su mesa y se sirvió un largo trago de licor. Su expresión, abatida, denotaba que llegaba al momento que no quería rememorar.

 

—Lo fuimos arrinconando. Él fue ganando poder, pretendía invocar un gran demonio al que dominaría para hacerse más poderoso y desafiar a Celestia en persona. Suena descabellado pero... podría haberlo logrado.

>>Acabamos... en un empate técnico, eso lo supe después. Él ya tenía lo necesario para el ritual, pero con nosotros pisándole los talones no podía empezarlo. Lo que hizo, en su lugar, fue lanzar un gran ataque contra una población Equestriana.

—Os tendió una trampa —concluyó Aitana.

—Sí. Y caímos en ella.

 
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Royal Destiny lanzó una devastadora lluvia de energía contra el gran demonio de la destrucción que se había interpuesto en su camino. Incluso antes de que este cayera, el unicornio se deslizó entre las patas de la monstruosidad, galopando a continuación hacia su amada. En su mente no había otro objetivo que no fuera recogerla y huir.

 

Frente a él, junto a varios pequeños diablillos del fuego, un unicornio negro lo miraba. Su cuerno, liso y curvado, acababa en una incandescente punta roja, el mismo color que brillaba en sus crueles ojos. Su pelo, gris oscuro, caía a ambos lados de su cuello, protegido por una armadura metálica de color granate. El diabolista miró a Royal con una cruel sonrisa, y el cazador de demonios se detuvo, alzando su espada e invocando varias saetas mágicas que empezaron a orbitar a su alrededor.

 

Royal Destiny en persona... Es un placer, cazador de demonios.

¡Hellfire! Al fin te muestras, cobarde.

Oh, tú y yo combatiremos, Royal...

 

El demonologista detuvo la frase al tiempo que su cuerno se cubría con un aura negra que burbujeaba energía verdosa. Cubierta en un oscuro manto, Night Shield, inconsciente y ensangrentada, levitó al lado del oscuro unicornio.

 

Pero eso será en otra ocasión —dijo, antes de teleportarse junto a la pegaso.

¡NIGHT SHIELD!

 
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Regresando de sus recuerdos, el profesor pegó un largo trago de licor, sintiendo que la culpa que había reprimido por tantos años volvía a embargarlo.

 

—Fuimos en su busca, Aitana. Durante tres días cazamos a los cultistas, interrogamos a los que hizo falta y encontramos su madriguera. Claro que sabíamos que era una trampa, ¿pero qué podíamos hacer?

—j*der...

—Cuando lo encontramos, nos soltó una marabunta de demonios. Gilderald siempre ha sido muy bueno con los campos de contención, así que se encargó de frenarlos, y yo fui directamente a por Hellfire. Pero... usó un arma contra la que yo no podía combatir.

 
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El enorme grifo de plumas doradas lanzó sus dos hachas gemelas; estas recorrieron en aire a través de la oscura estancia hasta que impactaron contra dos pequeños demonios del fuego que avanzaban hacia él, seguidos de otros muchos. Gilderald introdujo sus garras en una bolsa que portaba y lanzó dos puñados de polvo verdoso hacia adelante, en un amplio arco frente a él. A media que el polvo trazaba dos lineas difuminadas en el suelo, el gran grifo tomó un pergamino y lo leyó en voz alta en el antiguo idioma de su raza.

 

Y los pequeños demonios, que esperaban acabar rápidamente con su enemigo gracias a su gran número, se toparon con dos invisibles campos de contención que los frenaron en seco.

 

Una inmensa llamarada surgió a la espalda de Gilderald, cubriendo la zona donde sabía que se encontraba su compañero. Estaba a punto de acudir en su auxilio, pero a través del fuego surgieron varias saetas de brillante magia blanca que, trazando amplias parábolas, convergieron sobre el diabolista negro que lanzaba el ataque. Este se protegió, y el fuego se apagó cuando dejó de concentrarse en el mismo. Y, sin embargo, la sonrisa no murió en el rostro de Hellfire.

 

Deberías darte prisa, arqueólogo —dijo el demonologista con sorna—. Quién sabe, quizá todavía esté con vida. O quizá no lo esté... pero siempre me quedará tu hija para seguir divirtiéndome. ¿Dawn Hope, que está en las afueras de Trottingham?

 

La magia rodeó a Royal Destiny, fruto de la pura rabia y del instinto de proteger a su hija, haciendo que sus crines se sacudieran con furia. Había torturado a Night Shield, su esposa jamás habría revelado que tenían una hija, y menos dónde encontrarla.

 

¡Esta es tu última noche, Hellfire! ¡Te haré sufrir, hijo de p*ta!

¿Y a ella, la harás sufrir?

¿Qué...?

 

En ese instante, Royal Destiny notó un movimiento a un lado y se giró rápidamente para interceptarlo. Su espada chocó contra un largo filo plateado que reconoció al instante: su hoja estaba cubierta por runas lobas y pictogramas ciervo. El enganche, adaptado a la pata de un poni, había sido rematado con la figura de un dragón. No fue hasta que cruzó su mirada con los ojos de Night Shield que no reconoció a su esposa. Pero sus pupilas, en vez del usual azul cielo, se habían vuelto verdes, y emanaba un aura de terror propia del mismísimo Tártaro.

 

No... ¡No! ¡Night Shield, soy yo!

 

La pegaso no reaccionó ante las palabras de su marido, lanzando ataque tras ataque contra el desesperado unicornio.

 
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—Estaba poseída, Aitana —relató el profesor—, no dominada. Ya sabes... hace falta un ritual para exorcizar a alguien. Yo no podía atacarle, Aitana, no podía, yo...

 

El unicornio gris, el que antaño fue el cazador de demonios Royal Destiny, no pudo seguir hablando. Ante una muy sorprendida Aitana, que jamás lo había visto así, el profesor Pones derramó varias lágrimas en silencio. La yegua no supo bien cómo reaccionar pero, tan pronto como había ocurrido, su padre se recuperó y se secó la cara.

 

—Perdona, es... duro recordarlo.

—Vale vale, no te preocupes... j*der, ¿qué pasó? ¿Al final la...?

—No, hija, no exactamente. Yo no podía herirla, incluso aunque hubiera querido no habría podido. Tu madre era muchísimo mejor que yo en combate cerrado, no tenía ninguna posibilidad.

—Entonces... ¿cómo...?

 
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La zona era un caos: decenas de demonios intentaban avanzar hacia los cazadores. Los campos de contención creados por el grifo, Gilderald, los retenían, y los que lograban superarlo eran inmediatamente eliminados por las garras de este. Pero toda esa área era un gran portal demoníaco cuyo vórtice era Hellfire, y los seres del Tártaro aparecían por doquier, entre deflagraciones de llamas.

 

Y mientras tanto, dos ponis libraban un combate singular.

 

Royal Destiny retrocedió, usando un sencillo hechizo para detener la hemorragia de varios cortes que había recibido en las patas delanteras, ahí donde su armadura no le protegía. La pegaso frente a él se preparaba para atacarlo de nuevo y, no lejos de ahí, Hellfire reía cruelmente.

 

¡Night Shield, por favor, recuerda!

 

La aludida rodeó ligeramente al unicornio, buscando una forma de acabar con ese combate.

 

¡Lucha contra el demonio, no le dejes dominarte! ¡No dejes que te esclavicen otra vez!

Ella no puede oírte, Royal —dijo Hellfire—. Ahora es mi títere, y su alma está alimentando mi poder.

¡No! ¡Tienes que luchar, Night, por favor, cariño, no te dejes!

 

La pegaso alzó el vuelo varios metros y se lanzó en picado contra el mago; una barrera mágica la frenó casi en seco, evitando la carga, pero aún así atacó a Royal con grandes arcos de su espada, que cambiaba de posición en su pata según le conviniera. El unicornio gris se defendió con su propia arma , retrocediendo por su vida. En un hábil movimiento, Royal logró bloquear la espada de Night Shield contra el suelo. La yegua de pelaje azul oscuro se revolvió, haciendo que su crin violeta cubriera su rostro durante un instante.

 

¡Night, por todos los dioses, piensa en tu hija! ¡Piensa en Dawn Hope, lucha por ella, lucha!

 

Royal miraba directamente a los ojos de su esposa y, como si de un milagro se tratara, observó que estos habían recuperado su habitual tono azul. En un quedo susurro, la oyó decir “Royal”, pero, tan pronto como había ocurrido, la pegaso se separó y retrocedió de dos poderosos aleteos. Se preparó para una nueva carga y Royal Destiny, maldiciendo, hizo lo propio para defenderse.

 

Night alzó el vuelo y cargó contra su marido. Este levantó la espada para desviar el ataque... pero, en el último instante, lo comprendió.

 

Lo comprendió cuando vio que los ojos de su esposa seguían siendo azules.

Cuando esta retrajo su espada a una posición desde la que no podría atacarle.

 

Antes de que pudiera apartar su arma, Night Shield cayó sobre la afilada punta de esta. Fue un instante, pero tan largo como una eternidad para Royal Destiny quien, impotente, pudo ver cómo su propia espada se hundía en la yegua que amaba. Liberó el agarre mágico que la sostenía, pero ya era demasiado tarde; se alzó sobre las patas traseras para intentar frenar su empuje, para acabar atrapando a la pegaso en un abrazo.

 

¡Night! ¡NIGHT, NO!

Royal... cuídala... no le dejes...

¡NIGHT SHIELD!

 

La muerte tomó sus ojos, que se quedaron fijos mirando al infinito. Royal Destiny gritó su nombre una vez más antes de asumir lo que acababa de ocurrir. Como un montaña, sintió el peso de la pérdida y la culpa amenazar con aplastarlo bajo su abrazo. No podía estar muerta, no debería estarlo.

 

El unicornio se agachó un poco, acompañando la caída de la yegua hasta el suelo, sin dejar que se desplomara completamente. Los gritos e impactos del combate que libraba Gilderald llegaron a él, pero sonaban extremadamente distantes.

 

Calor.

 

Miró hacia un lado para ver cómo una ola de fuego, oscuridad y muerte se echaba sobre él. Y, en un instante, su mente salió del shock y procesó lo que había ocurrido.

 

Hellfire la había matado.

 

Royal Destiny se levantó y conjuró; una barrera de energía blanca se formó frente a él, deteniendo el ataque. Este intensificó su potencia, alimentado por los pactos que Hellfire había hecho con el Tártaro, pero el unicornio gris hizo lo propio, gritando a medida que la energía mágica fluía con más fuerza a través de su ser.

 

Hellfire la había torturado.

 

La barrera del mago de combate se combó hacia adelante, empujando el poderoso hechizo de Hellfire hasta que su lanzador se reveló. Sin perder un instante, Royal cargó su magia y lanzó una tromba de proyectiles azulados contra él, y esta vez fue el turno del diabolista de usar su magia para protegerse.

 

¡Hellfire iba a por Dawn Hope!

 

Los ojos del unicornio gris se volvieron completamente blancos y, con un grito de rabia, se teletransportó justo encima del unicornio negro, conjurando una espada hecha de pura energía. El diabolista se giró a tiempo, convocando él mismo un filo de sombras para defenderse del enloquecido mago de combate que se echaba sobre él.

 
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Aitana miró a su padre, sin saber qué decir.

 

—No recuerdo qué ocurrió, estaba... ido. Lo que sí recuerdo es que superé las defensas de Hellfire y conjuré un hechizo explosivo. La explosión me proyectó contra una columna; cuando desperté, no podía mover las patas traseras. Lo maté.

—Pero... entonces...

—Ahora ya conoces la verdad, hija mía, yo no maté a tu madre: ella se suicidó contra mi espada, para salvarme la vida y protegerte.

 

La yegua marrón se levantó y caminó hasta la ventana, recordando momentos de su pasado que ahora empezaban a cuadrar. La última orden de Hellfire fue ir a por ella, por eso los magos negros irrumpieron en su casa y trataron de secuestrarla. Y los cultistas fueron persistentes, persiguiéndola a ella y a su padre durante años.

 

—¿Eran ellos los que nos persiguieron, papá? ¿Los seguidores de Hellfire?

—Sí, pero como de costumbre, no sabían su verdadero nombre. Solo eran títeres de Hellfire pero... yo ya no podía luchar, no podía protegerte. Por eso decidí huir.

—Pero no funcionó.

—No.

 

Esa había sido la infancia de Aitana: una huida continua. No lograban estar más de unos meses en un lugar antes de que los magos negros, los nigromantes y los diabolistas los encontraran, forzándolos a volver empezar en otra ciudad. Así, durante diez años, hasta que, cuando cumplió quince, Aitana tomó un cuchillo de cocina y decidió no volver a escapar.

 

—Pensé que te perseguían a ti, papá, porque siempre me dijiste que habías sido un cazador de demonios. Luego creí que las veces que habían intentado atraparme fue solo para llegar hasta a ti. Pero... yo era el objetivo, la venganza de Hellfire.

—Sí. Lo siento mucho, hija, pero no podía contarte cuando eras pequeña que un grupo de locos quería capturarte y torturarte hasta la muerte. Y luego... jamás vi la forma de decírtelo. Ni de contarte la verdad sobre tu madre. No sabes cuánto lo siento...

 

Aitana miró a su padre y, después, la botella medio vacía de licor. Y en su mente, todavía bullendo por haber encontrado la verdad sobre por qué había huido durante toda su infancia, solo había el pensamiento de que necesitaba más.

 

—Papá —dijo, levantándose—, tengo que... Necesito pensar. j*der... necesito... ¡j*der!

—Aitana, cálmate.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡Acabo de enterarme de que la misma gente que torturó, dominó y... mató a mi madre nos persiguió durante toda mi infancia! ¡Que mi madre era una ASESINA que vivía para matar, y no una guardia como me hiciste creer! ¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡ME HAS MENTIDO TODA LA p*ta VIDA!

 

El profesor Pones esperó a que su hija acabara de gritar antes de hablar sin alzar la voz.

 

—Debí hacerlo antes, Aitana, pero no sabía cómo.

—¡j*der!

 

La furibunda yegua se dirigió a la puerta y la abrió.

 

—Dawn Hope.

 

Aitana, al oír su nombre de nacimiento, se giró hacia su padre. Este la observaba con un profundo abatimiento.

 

—Lo hice para protegerte, hija mía.

—Creo que podrías haberlo hecho igual contándome la verdad.

 

La Arqueóloga se marchó, dando un sonoro portazo tras ella. El profesor se quedó en silencio, escuchando los irregulares pasos de su hija alejarse a través del pasillo hasta que estos se perdieron en la lejanía.

 

—Debí decírselo antes...

 

Veintisiete años habían pasado desde la muerte de Night Shield, y el profesor Pones todavía recordaba ese momento como si acabara de ocurrir. El unicornio salió de detrás de su mesa y caminó hasta un armario del cual sacó varios cacharros usando su magia. Cuando hubo extraído el último pudo acceder al falso fondo del mueble y abrirlo, un espacio donde solo guardaba un objeto.

 

Con sumo cuidado sacó un alargado fardo de tela cubierto de polvo. Lo había guardado ahí cuando asumió su nueva vida como el Profesor Pones, y no había tenido valor de volver a sacarlo. Era un forma de rememorar su mayor error y, a la vez, un tiempo en el que todo había sido mejor. Colocó el fardo sobre la mesa, desató las cuerdas y empezó a desenrollarlo.

 

El corazón le dio un vuelco cuando la primera pulgada de metal apareció frente a él, todavía tan brillante como la primera vez que lo vio. Se obligó a detenerse y respirar hondo antes de seguir desenvolviendo el objeto. El filo quedó a la vista, mostrando algunos puntos de óxido causados por años de falta de cuidados. El brazalete al que se unía seguía intacto, pero los cierres estaban completamente oxidados y atascados. Y, ahí donde la espada se unía con el ingenioso enganche, la figura plateada de un dragón se alzaba. Sus garras se fundían con el brazalete, como si lo estuviera abrazando, y la hoja surgía como una prolongación de su cola, articulándose sobre la misma.

 

El profesor observó ese objeto único con reverencia y tristeza. El cuerpo del arma estaba cubierto por una amalgama de pictogramas ciervo, runas lobas y escritura mágica de unicornia. Seguían un esquema que invitaba a pensar que podía tratarse de un arma mágica y, sin embargo, no lo era.

 

La espada de Night Shield demostraba su excelente calidad por el buen estado que conservaba tras tantos años. De hecho, ese objeto era un misterio arqueológico en si, ¿en qué momento habían colaborado lobos, ciervos y ponis para crear un arma así? Era la única que existía, o eso creía el profesor. Lo más curioso de todo es que las únicas partes completamente oxidadas eran aquellas que un herrero había forjado para adaptarlas a la anatomía de Night shield; el resto del arma, que contaba con muchos siglos de existencia, era lo que mejor se conservaba. A decir verdad, nunca habían sido capaces de datar o localizar el origen de esa espada. No existía otra igual.

 

Durante años el antiguo cazador de demonios había guardado el arma de su esposa. En principio pretendía entregársela a Aitana, pero nunca logró hacerlo. El por qué, ni siquiera él lo sabía. ¿Quizá porque era reconocer que Night había muerto? ¿Porque era incapaz de seguir adelante? ¿Por miedo a su reacción?

 

Solo el ver la espada trajo mil recuerdos a la mente del unicornio en las puertas de la ancianidad. Recuerdos de batallas, sufrimiento y muerte... y también de amor, pasión, cariño y hogar. No pudo aguantar mucho tiempo antes de volver a cubrir el arma con tela.

Un muchas gracias muy grande a Pandora y Quisco McDohl por su ayuda y betaredeo.
Ahora ya conocemos a Night shield, y el pasado de Aitana. Quizá eso explique en parte su forma de ser, ¿no?
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por agustin47 » 26 May 2015, 23:45

Dramático. Jodidamente dramático y aún así épico y asombroso. Me ha encantado este capítulo. Espero poder seguir leyendo pronto.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Volgrand » 27 May 2015, 01:00

¡Gracias colega!
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Volgrand » 20 Jun 2015, 18:58

Capítulo 12: "Un hombro amigo"
Spoiler:
—Hey Dusht, ¿has visto que Aitana Pones ha vuelto?
—Sep. Pero está rara, ¿no? No ha montado fiestón como otras veces.
—Hombre, solo ha estado algo más de dos semanas fuera. Aunque según los periódicos estuvo en Lutnia cuando ocurrió el ataque.
—Ya, ¿pero te has fijado en cómo bebía? Es raro, ¿no crees?

Hope Spell no había podido evitar escuchar la conversación entre dos estudiantes pegaso que pasaron volando a poca altura por encima suyo.

—¡Perdonad! —les llamó—. ¿Sabéis dónde está la doctora Pones?
—Claro, en la taberna, ¿dónde si no?
—¡Gracias!

El semental verde se encaminó hacia el lugar de ocio y fiesta no oficial del campus, donde Aitana siempre organizaba sus legendarias juergas. Después de lo ocurrido, lo último que Hope esperaba es que la arqueóloga tuviera ganas de la misma, sin embargo le extrañaba lo que había oído, y no pudo evitar preocuparse. Además, sus padres y hermanas habían tenido casi cuatro horas para agobiarlo a besos, abrazos y preguntas; necesitaba despejarse.

Nadie recordaba el nombre de la taberna, ya que el letrero original se había perdido muchos años antes de que Hope entrara en la universidad, y el barman daba una respuesta diferente cada vez que le preguntaban. Sin embargo, la eterna oferta anunciada en la entrada era responsable de su éxito: “Descuento en los combinados para estudiantes y profesores”. Por ello, a ese establecimiento se le conocía como “la taberna”, porque no existía estudiante alguno que pudiera considerar otro establecimiento como una alternativa plausible para salir de fiesta.

Hope entró en el local, el cual estaba bastante tranquilo; una banda tocaba en la tarima, y varios estudiantes y profesores se repartían entre la barra, las mesas o la zona de baile. Sin embargo, en la primera no tardó en ver un espacio vacío en el centro del cual estaba una yegua marrón vestida con un chaleco verde, aunque en ese momento no llevaba su salacot. El unicornio se acercó a la misma, y no tardó en oír la voz de su compañera de desventuras.

—Barman, ponme otra.
—Aitana, ya has bebido bastante.
—¡Yo decidiré cuándo... he bebido bastante! ¡Sirve otra!

El joven semental observó en el cambio tan drástico que había dado Aitana desde que la dejó hacía solo unas horas; entonces la dejó con su habitual mal humor, pero ahora parecía... mal. ¿Qué había ocurrido?

—Jefe —llamó, sentándose al lado de Aitana—, sírvanos lo mismo a los dos.

La aludida miró a Hope durante un segundo. El violento olor a alcohol indicó a este que la yegua había bebido lo suficiente como para tumbarlo a él dos veces. No supo descifrar la expresión de Aitana, pero era demasiado obvio que algo la había afectado.

—¿Qué quieres, Hope?
—¿Qué te ha pasado?
—j*der, ya está el psicólogo —exclamó ella con ironía—. No es asunto tuyo, ¿por qué no te vas a casa, chaval?
—Es asunto mío si así lo decido, Aitana. No sé qué te ha ocurrido, pero beber hasta perder el sentido no te va a hacer sentir mejor.
—¿Y qué te hace pensar que me ha pasado nada más? ¿No es suficiente con lo de Lutnia?
—¿Para ti? —rió él—. No insultes mi inteligencia, te he visto en el barco y no estabas como ahora en absoluto. Algo ha ocurrido esta tarde, desde que te dejé, puedes contármelo si quieres.
—¡j*der, es que no te queda claro que no es tu p*to problema! ¿Qué tengo que hacer para que me dejes tranquila?
—Me preocupo por ti, Aitana.
—¡Me cago en la p*ta! ¿Desde cuando un NIÑATO tiene que preocuparse por mi?

A pesar de que Aitana estaba alzando la voz, haciendo que varias cabezas se giraran hacia ellos, Hope trató de no alterarse, cogiendo con su magia el chupito frente a él y bebiéndoselo de un solo trago.

—Mira, el chico que me acompañó a una expedición y ya se cree arqueólogo —exclamó con cruel sarcasmo—. Haznos a todos un favor y vete a dormir.

El semental verde miró a Aitana a los ojos durante unos segundos, y se sorprendió por lo fácil que entendió lo que estaba ocurriendo. Se sintió ofendido de que, tras lo que habían pasado, tras haber luchado junto a ella, la yegua marrón intentara una treta tan infantil con él; aunque, bien pensado, era posible que ella misma no se estuviera dando cuenta de lo que hacía. Con aire de orgullo herido, Hope Spell se levantó y se alejó unos pasos, dándose en cuenta de que gran parte de la taberna les estaba mirando. Aitana, a su espalda, tomó como pudo el vaso con ambas pezuñas y se lo acercó a la boca.

Pero un resplandor blanco seguido de una pequeña detonación arrancó el recipiente de su agarre, lanzándolo sobre la barra y derramando el licor. La arqueóloga, algo ralentizada por el alcohol que había consumido, tardó un instante en entender qué había ocurrido.

—Eres patética.

Y, ante esas palabras, toda la taberna, inclusive la banda de música, guardó silencio. Aitana se giró con la ira irradiando de su mirar.

—Sí, Aitana, eres patética —repitió Hope Spell, desafiante—. Te las das de dura, de intocable, pero en realidad no eres más que una potra asustada incapaz de aceptar que tiene problemas.

Aitana se levantó y trastabilló hacia Hope Spell, pero este decidió presionar todavía más. En un acto excesivamente teatral, se giró hacia un inexistente público y exclamó:

—“Oh, miradme, soy la dura, solitaria y aguerrida Aitana Pones, no necesito ayuda de nadie y ahora ahogo mis penas en alcohol” —después se tornó hacia el otro lado, actuando para varios de los alucinados clientes de la taberna—. “Oh, mirad cómo me oculto tras una gruesa capa de estupidez y mal humor”. ¡Eres realmente patética, actuando así, sin poder aceptar tus...!

El monólogo de Hope Spell fue acallado por un soberbio casquetazo que Aitana le propinó en la cara. Aunque le dolió, y mucho, la arqueóloga no había podido usar ni la mitad de la fuerza y la habilidad que había demostrado en Lutnia. En circunstancias normales, Hope ya estaría inconsciente, pero con la yegua embriagada, era otra cosa, y eso por no contar la herida pata trasera izquierda de la arqueóloga. Sentía que debía sacarla de ahí para evitar que, fuera lo que fuera lo que había ocurrido aquella tarde, le dejara una huella aún peor de la que estaba mostrando en ese momento. Sobreponiéndose al golpe, Hope alzó la vista haciendo un gran esfuerzo por mostrar una sonrisa fanfarrona.

—¿Tan rápido y ya me ha dado la razón, doctora Pones? ¿Así es como logró que aceptaran su tesis?
—¡Vete a la mierda!

La yegua alzó una pata nuevamente y descargó un golpe, pero hubo una explosión blanca y este no encontró blanco, lo que hizo que Aitana se desequilibrara por la inercia del movimiento. Sintió el agarrón mágico de un hechizo de levitación que trató de tirarla al suelo, pero ella logró afianzar las patas sanas y aguantar en pie. A algunos metros, junto a la puerta, Hope seguía mirándola con la burla reflejada en su rostro.

—¿Y tú eres la que podía mantener una pelea con Steady Rock y los suyos? ¡Ja! Deben haberse dejado ganar, si no, no lo entiendo, ¡cobarde!

Aitana avanzó hacia Hope pero este formó una barrera frente a él para detenerla, esperando poder seguir provocándola. Pero descubrió que ya no era necesario: la yegua marrón se encabritó y descargó ambos cascos sobre la barrera, rompiéndola y cargando contra Hope a continuación. Este, gracias a los segundos que le proporcionó la cojera de Aitana, llegó a conjurar en el último instante, teletransportándose fuera de la taberna justo antes de ser golpeado. Frente a él, la puerta del establecimiento se abrió y a través de ella salió una furibunda y, ciertamente, ebria doctora Pones.

—¡Ven aquí, capullo!

Durante varios minutos, esta extraña danza se repitió: Hope hacía lo posible por frenar a Aitana con su magia y, cuando esta llegaba a él, se teleportaba varios metros, alejándose de la taberna. Poco a poco fueron adentrándose en la zona de aulas del campus, en ese momento muy poco concurrida. Aitana, avanzó tras Hope, el cual giró una esquina, tras lo cual hubo un resplandor blancuzco. Cuando ella hizo lo propio se encontró al semental inmóvil, por lo que no dudó en avanzar para golpearlo. Pero, cuando lo hizo, la figura de este se deshizo como si fuese humo; al instante la arqueóloga miró alrededor, buscando a Hope Spell.

—¿Una ilusión? ¿Y tú me llamas cobarde? ¡Ven aquí, si eres un semental!

Aitana dio caminó por la zona, buscando dónde se había escondido el aludido. Al poco tiempo el agotamiento empezó a vencer a la ira: la cabeza le daba vueltas cada vez más rápido, y fue consciente del amargo sabor que sentía al fondo de la garganta. Acabó apoyándose contra una pared, mientras pensaba cómo ir a casa, que ya le arrancaría la cabeza al unicornio verde al día siguiente.

—Qué, ¿ya hemos terminado de hacer el payaso?

La yegua marrón alzó la vista hacia el origen de la voz; encima de uno de los pequeños edificios de aulas estaba Hope Spell, tumbado y lanzándole una mirada que no supo entender. El enfado la hizo recuperarse ligeramente y caminó hacia el centro de la calle.

—¡Baja aquí si lo que buscabas era pelea!
—¿De verdad crees que la buscaba, Aitana?
—¡Pues la has encontrado, niñato!
—¡Deja de gritar de una vez, estúpida! ¿De verdad crees que no se nota que estás destrozada?

Aitana no dijo nada, pero no por sus palabras, sino porque estaba buscando una forma de subir a partirle la cara a Hope. Este aprovechó ese momento para seguir hablando.

—Mira, no sé qué te ha pasado en la vida, pero hoy me lo has demostrado: Te intentas alejar de todos, no quieres acercarte a nadie y lo puedo entender.
—¡Tú qué vas a saber!
—Me basta con lo que hemos vivido en Lutnia para saber que debes haber visto morir a mucha gente. Si me ocurriera a mi yo también querría estar solo, pero...
—¡¿Pero qué?! ¡Tú qué co*o vas a saber sobre mi!
—¡Que no puedes enfrentarte a todo sola, Aitana! Los ponis somos animales de manada, nos protegemos mutuamente, y suplimos entre todos nuestras debilidades.
—¡¿Me estás llamando débil?!
—¡No, te estoy llamando imbécil!

Hope se sintió algo violento por usar un insulto por el que su madre lo habría castigado una semana sin muffins pero, viendo que la arqueóloga parecía haber reaccionado al mismo, decidió que quizá era la mejor forma de hacerla recapacitar.

—Hay muchas formas de ser débil. En Lutnia eras imparable, la cazadora de demonios que anunciaste hace meses. ¿Y ahora, qué eres? ¡Una simple borracha!
—Tú... —Aitana hablaba despacio, como si no supiera qué decir—. No sabes... no sabes qué es lo que...
—Lo que sí que sé es que en Lutnia tú me ayudaste. Si no me hubiera matado aquel grifo diabolista, habría muerto intentando detener a Asunrix. Si los dos seguimos vivos fue gracias a tu ayuda, porque ahí eras la que sabía qué hacer, la que me hizo reaccionar. Mi madre siempre dice que los ponis debemos ayudarnos y protegernos, que es la forma de vivir en paz, de vivir en familia. Que todos somos débiles, de una forma u otra, y que entonces hay que tener un amigo cerca que te ayude.

Aitana bajó la cabeza ante la mención de la madre de Hope, mientras un montón de ideas se le agolpaban en la mente. Recuerdos, la conversación con su padre, sentimientos... una amalgama de pensamientos que estaba sobrepasándola.

Toda una vida huyendo...
“No podía contarte que un grupo de locos quería capturarte y torturarte hasta la muerte.”
Su madre, cantándole cuando era una potra.
“Ella había aprendido a usar su don por un bien mayor.”
Tenía una voz dulce y cálida que la ayudaba a dormir.
“Era el tipo de poni que podía asesinar a alguien con una sonrisa.”
Era una guardia de Equestria.
“Su Cutie Mark representaba su talento especial.”
Era una asesina nata.
“ Era una gran madre, y te amaba.”
Era una asesina.
Tenía una sonrisa preciosa.
Sonreía tanto a sus víctimas como a ella.

Con un resplandor blanco, Hope se teletransportó junto a Aitana, la cual estaba jadeando, y se puso junto a ella en un gesto de apoyo.

—Déjame ayudarte esta vez, Aitana.

Esta no miró al unicornio, y parecía estar a punto de gritar, de llorar, de golpear a alguien... o todo a la vez. Al poco trató de caminar unos pasos, con Hope a su lado.

—Fue... todo es mentira. Todo es mentira.
—¿El qué, qué es mentira?
—Mi...

Aitana fue interrumpida por una arcada, tras la cual galopó hasta un árbol tras el que se agachó para vomitar ruidosamente. Hope se acercó, rodó los ojos y usó su magia para levantarle la crin a la arqueóloga. Esa iba a ser una noche muy larga.

[center]**·-----·-----·-----**[/center][/b]

Un par de horas después, Hope consiguió que Aitana le indicara el camino hacia su casa, mientras alternaba cargar con ella con su magia o ayudarla a caminar apoyándose en él. La yegua estaba en un estado de semi inconsciencia, por lo que no intentó volver a hacerla hablar. Además, sería mucho mejor si ella decidía hacerlo cuando estuviera en un mejor estado.

La casa de Aitana estaba en las afueras, no demasiado lejos del campus: una pequeña construcción en madera, de una sola planta, y un amplio jardín que, obviamente, no era cuidado como requería. Tras rebuscar un poco en los bolsillos de la Arqueóloga, y descubrir para su desgracia lo profundas que podían llegar a ser por dentro, acabó encontrando las llaves. Agotado como estaba solo entró, con Aitana flotando tras él gracia a su magia y buscó el dormitorio, en cuya cama acomodó a la ebria yegua.

—Al fin... me debes una, Aitana.

Pero esta no contestó, pues empezó a roncar inmediatamente. A Hope Spell le dio un poco de risa, y pensó en dónde podría dormir, ya que no quería despertar a sus padres tan de madrugada. La cama de Aitana era individual y el instinto de supervivencia del semental le decía que era una idea horrible dormir con ella, aún cuando no tuviera ninguna intención. Optó por dirigirse al salón donde, tras un poco de búsqueda, encontró un viejo sofá... enterrado entre cachivaches, objetos, libros y pergaminos.

—Demonios, si mamá viera esto... luego dice de mi cuarto.

[center]**·-----·-----·-----**[/center][/b]

A la mañana siguiente, la luz del sol filtrada a través de la ventana despertó a Aitana; lo primero que escuchó fue el inconfundible chirrido que emitían los Canturos. Tenía un dolor de cabeza horrible pero, ciertamente, había pasado resacas muchísimo peores. La boca le sabía a rayos, por lo que supo que había vomitado y que eso le había evitado las peores consecuencias de una noche de borrachera.

Se levantó, confirmando que se encontraba en su casa y en su cama, ¿en qué momento había vuelto, y cómo? Ya en pie fue a la cocina para prepararse un muy necesario café pero, nada más entrar en el salón, escuchó un ronquido. Extrañada, que no asustada, miró al sofá donde vio a un unicornio verde menta que conocía bastante bien. Entonces recordó varios momentos de la noche: Hope insultándola en la taberna, la carrera, y su intento por ayudarla. ¿Cuánto le había contado de lo de su madre? No estaba demasiado segura.

Además, notó algo extraño en el salón: hacía un par de años que no veía el sofá, ¿dónde...? Sintió que la sangre le bajaba a las pezuñas cuando vio que la pila de pergaminos y cachivaches había sido movida sobre las varias mesas y muebles que tenía.

—Ah.. ¡ah! ¡AH!
—¿Eh? ¿Qué...?
—¡Hope, dónde está todo!
—¿De qué hablas? —preguntó el aludido, somnoliento.
—¡Todo lo que había en el sofá!

La yegua marrón ya estaba yendo de una mesa a otra, tratando de localizar los objetos como una loca.

—Pues por ahí, Aitana, necesitaba dormir...
—¡Esos pergaminos son incunables, valen una millonada! Mierda, mierda... ¡¿dónde está el tratado de Anexión de Kukalamago a Cebrania?!
—Bueno ahora lo encontramos Aitana... —Hope se quedó parado ante lo que había oído, y después se levantó de un salto—. ¡¿Que tienes una copia de la Anexión de Kukalamago?!
—¡No es una copia, es el original!
—¿Que es el...? ¡¿Y POR QUÉ LO TIENES EN EL SOFÁ?!
—¡¡CÁLLATE Y ENCUÉNTRALO!!

Ambos ponis corrieron de un lugar a otro de la casa, buscando el susodicho pergamino y otros objetos entre las montañas de cosas que Hope había movido la noche anterior.

—¡Aquí está, el tratado de Kukalamago!
—¡El cetro, busca el cetro con un rubí en la punta e iconos cebra! —respondió Aitana.
—¿Qué es ese cetro?
—Un objeto vudú para controlar los espíritus. ¡Aquí está la daga ritual de los Maponuches!
—¡Aquí está el cetro, en este montón de pergaminos! Un momento... —dijo el semental mientras ojeaba uno—. ¡¿Esto es el tratado de unificación de Equestria?!
—¡Solo es una de las doce copias originales!
—¡¿QUE SOLO ES...?! ¡¿Pero por qué no vendes todo esto a un museo?!
—¡Luego te lo explico, ahora busca el tomo de tapa roja, pero no se te ocurra abrirlo!
—¡Vale, vale!

Cosa de media hora después acabaron de localizar todos los objetos que Aitana pidió. Esta, ya más calmada, miró a Hope con evidente enfado.

—¡j*der, chaval! ¿No te han enseñado a no tocar nada en casas ajenas? ¡Manda narices!
—Aitana, era esto o meterme en la cama contigo. Y me parece que me habrías pegado una paliza si lo hubiera hecho.
—No lo dudes ni un solo instante. ¿Café?
—Por favor, porque menuda noche me has dado.

Un rato después los dos se sentaron en la mesa de la cocina para tomar sus cargados cafés. Por desgracia Aitana no tenía nada fresco de comer en su casa.

—¿Me explicas lo de las reliquias que escondes aquí?
—Venga, no me arriesgo por hacerlo.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, nada. Mira, en muchos objetos antiguos y reliquias hay escondidos poderosos hechizos de magia negra, nigromántica o diabólica. Cuando descubro que reaparece algún objeto sospechoso voy a estudiarlo y, si es peligroso, o lo destruyo o lo escondo.
—¿Y no es peligroso guardarlo aquí?
—Guardo los trastos que me son útiles por la razón que sea, no es un capricho. No es asunto tuyo, de momento. Sin ofender.

Bebieron en silencio sus cafés. Hope tenía hambre, ya debía ser cerca de medio día.

—Oye Aitana, ¿has pensado en lo que te pregunté?
—Sí. Ven esta tarde a las seis, hablaremos aquí mismo.
—¿Entonces podré unirme a vosotros para...?

Aitana le lanzó una mirada que lo hizo callar.

—Esta. Tarde. A. Las. Seis.
—Eh... vale. Esta tarde. Mejor voy a ir a comer con mis padres, nos vemos luego.
—Venga.

El unicornio se levantó y fue a la puerta pero, antes de salir, Aitana le preguntó:

—Oye Hope, ¿qué te conté anoche?
—Que soy el poni de tus sueños, obviamente.
—Muy gracioso —dijo ella sin una pizca de humor—. Ahora en serio.
—Mira que eres sosa, ¿eh? Pues no llegaste a decirme nada, te dio por vomitar cuando ibas a hacerlo.
—Bien. Nos vemos esta tarde.

Hope se despidió y salió, cerrando la puerta tras él. Aitana se quedó en la misma silla, mirando su taza de café. Por alguna razón sentía la palabra “gracias” en la punta de la lengua... pero no llegó a pronunciarla, ni siquiera para si misma.
Gracias a Pandora y Mcdohl por hacerme de beta reader. Y si tú también lo has hecho y no te he mencionado, es por culpa de mi mala memoria y no porque no me guste tu ayuda :D.

Lo cierto es que este capítulo se me ha hecho raro escribirlo: Aitana de golpe muestra una faceta suya que ni yo mismo me esperaba, comparado con la yegua seria, decidida y "echá palante" que es normalmente. Pero todo gran personaje tiene sus debilidades, ¿no creéis?
Última edición por Volgrand el 13 Ago 2015, 21:32, editado 1 vez en total.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por agustin47 » 21 Jun 2015, 03:29

Flipo ante el hecho de que haya sido el único que comentó en el anterior capítulo con el hype que deja cada uno... Y es que tengo mucha intriga, eh.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Volgrand » 23 Jun 2015, 00:03

Estoy llorando T-T pero de alegría. Mirad que mensajito más majo me han mandado en fanfiction :D
Es curioso como una historia elaborada y compleja no tenga lectores afluentes. Desconozco las razones ó motivos. Quizas Aitana Pones se vuelva un fanfiction de culto.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por agustin47 » 23 Jun 2015, 00:05

[quote="Volgrand";p=274826]Estoy llorando T-T pero de alegría. Mirad que mensajito más majo me han mandado en fanfiction :D
Es curioso como una historia elaborada y compleja no tenga lectores afluentes. Desconozco las razones ó motivos. Quizas Aitana Pones se vuelva un fanfiction de culto.
Celestia lo quiera, amigo, Celestia lo quiera.[/quote]

No puedo estar más que de acuerdo con ese mensaje. Es muy típico que en cualquier tipo de arte, algo que al principio no tenía fama pero que era muy bueno se convirtiera tiempo después en algo de culto. Me parece que la historia de Aitana está dentro de estas posibilidades.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por McDohl » 23 Jun 2015, 14:12

Aunque no nos pronunciemos en el hilo, seguro que varios seguimos este fic con interés renovado a cada capi publicado :3

Y yo también espero que llegue el día en que este fic sea uno de los fics de referencia dentro del fanfiction español. Sería hacer justicia.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Sr_Atomo » 25 Jun 2015, 12:22

En el anterior capítulo mi respuesta a Volgrand fue directamente por Skype, pero bueno, debo decir que me gustó mucho.

Y este último aún más, aunque parezca mentira. Este es uno de los fanfics que sigo con fervor, y bueno, ahora que tengo tiempo, podré ponerme al día con otros fanfics.
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Échale un vistazo a mi fanfic "Parallel Stories" y opina.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por agustin47 » 25 Jun 2015, 13:08

Los fans de este fic nos escondemos entre la niebla, pero en cuanto se nos requiera... Saldremos :qmeparto:
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por Volgrand » 13 Ago 2015, 21:29

Capítulo 13: Los Arqueólogos, parte 1
Spoiler:
Hacía un buen rato que desde el exterior de la casa de Aitana se oían ruidos que nada habrían tenido que envidiar al que haría un Oso Lunar en una tienda de porcelana fina. La Arqueóloga tardó casi una hora en lograr despejar una pequeña mesa para el té que, anteriormente, tenía cubierta por una montaña de cacharros variados. El problema no era solo quitarlos de encima de la misma, sino luego encontrar una forma de organizarlos en su caótica organización para poder localizarlos más tarde con facilidad.

Aunque no lo pareciera, Aitana Pones sabía perfectamente dónde encontrar hasta el más diminuto objeto en su hogar.

Justo había terminado la faena cuando alguien llamó a la puerta; la yegua marrón se tomó unos segundos en sacar de un armario tres cojines y, con unas coces bien calculadas, lanzarlos alrededor de la mesa que había preparado. Después fue a abrir y, como esperaba, se topó con su padre.

—Buenas tardes, Aitana, ¿estás bien?
—Peores resacas he pasado. Pasa.

El profesor hizo lo propio, usando su magia para hacer levitar la silla de ruedas y superar el pequeño escalón de la entrada. No pudo evitar un silbido de admiración ante el considerable esfuerzo que había hecho su hija para preparar el comedor para la ocasión.

—Recibí tu mensaje, ya lo tengo todo listo —dijo el anciano unicornio, sacando de una alforja una botella de licor y tres vasos, que puso sobre la mesa.
—Bien, perfecto. Hoy le tocará decidir.

El profesor detuvo su vista sobre el pelaje de su hija; esta no llevaba su chaleco y a decir verdad incluso a él se le hacía raro verla sin el mismo. Eso le llevó a notar, en las zonas normalmente cubiertas por este, las marcas de heridas y cicatrices antiguas: un ligero bulto alargado narraba una profunda herida ya sanada en el costado; el pelaje ligeramente áspero y corto del lomo era un mudo testigo de las quemaduras que sufrió enfrentándose a Manresht en los Reinos Lobo... y eso por no hablar de la pata que todavía llevaba vendada.

Y ahí seguía: habiendo sufrido heridas y traumas por los que cualquier otro poni se encerraría en su casa y no volvería a salir, Aitana continuaba al pie del cañón, investigando, buscando nuevas pistas, enfrentándose a lo imposible... En ese aspecto, era demasiado parecida a su madre.

—Aitana, quería decirte que...
—Papá, si es por lo de ayer, déjalo. No quiero hablar más del tema.
—No pude contártelo antes.
—Escucha —dijo Aitana, en un tono que denotaba que se estaba controlando para no alzar la voz. Tomó aire una vez y luego habló tan calmadamente como pudo—. Sigues siendo mi padre, y me querías proteger. Pero no más secretos.
—Ya no hay más, Aitana, te lo juro.

Ambos se quedaron en silencio, que no tardó en ser roto por el canto de la colonia de canturos que Aitana conservaba bajo el entarimado. El profesor rió brevemente, encaminando la conversación hacia otros temas.

—Hija, ¿no podías escoger un sistema de alarma más molesto que este?
—Hombre, podría criar Worgs y tenerlos en el jardín —bromeó ella—. Aunque el tema de que salgan a cazar por la noche y causen el terror en la ciudad es un poco peliagudo.
—Tanto como worgs... ¿Qué tal un Orthos? Una cabeza con mal humor, y la otra cariñosa, ¡la mascota perfecta!
—Llámame pija, pero a mi lo de cocinar un trozo de carne a diario me da un poco de repelús.
—En el fondo lo entiendo —rumió el profesor teatralmente—. ¿Y si le das de comer muslo de diabolista? Podrías considerarlo como una propina por un trabajo bien hecho.
—¡Eh, una idea cojonuda! —exclamó Aitana—. ¡Podría montar la carnicería en una caseta en el jardín!
—¡Y de paso les vendes la piel a los vecinos!

Padre e hija compartieron unas risas ante esa ligera muestra de humor negro. Aitana sacó dos vasos de un armario y los llenó de sidra, sirviendo uno a su padre. El unicornio gris se fijó en que su hija no parecía cojear tanto como el día anterior.

—¿Qué tal llevas la pata? —preguntó el profesor al cabo de un rato.
—Mucho mejor —respondió, demostrando que podía agacharse completamente sobre los cuatro cascos sin problemas—. Mañana tengo que ir a la enfermería a ver si me pueden quitar la venda de una vez.
—Estaría bien, me temo que pronto tendrás que volver a la acción.
—¿Hay novedades de la hermandad?
—No, pero sí que he visto... indicios. Desapariciones, informes de la guardia encontrando no-muertos, algunos focos demoníacos en distintos puntos de Equestria... Todavía nada grande, pero sí que hay más actividad de la normal. Y si le sumamos lo que me han comentado otros Arqueólogos, todo apunta a que hay una operación a gran escala.
—La Hermandad de la Sombra se prepara para invocar a un gran demonio, ¿verdad?
—Sí. Y por la magnitud de poder que parecen estar reuniendo, tiene que tratarse de un Gran Señor del Tártaro.
—Un Gran Señor... —Aitana hizo un largo silbido, mirando a su vaso—. Viendo que al menos tienen a un poderoso mago negro con ellos, apuesto a que es un demonio de la dominación.
—Aún es pronto para asegurarlo.
—Solo es una conjetura. Pero la gran pregunta es, ¿qué pretenden hacer? ¿Dominarlo? ¿Y cómo van a hacerlo?
—Quizá han creído las falsas promesas del Tártaro.
—Sé que ha habido pocos casos, pero... —Aitana dijo la siguiente frase poco a poco—, ¿qué hay si han dado con un demonio que cumple sus promesas?

El profesor no llegó a responder, pues alguien golpeó la puerta insistentemente. Aitana tomó los vasos de sidra y los puso en el fregadero, antes de gritar “adelante”. El pomo de la puerta se iluminó con un aura mágica verdosa y la puerta se abrió, dando paso a Hope Spell.

—Buenas tardes Aitana... ¿profesor Pones?
—Buenas tardes, señor Spell. Aitana me ha hablado bien de usted, y créame que eso es algo... remarcable.
—Eh... gracias. No sabía que usted iba a venir, profesor.
—Hay muchas cosas que no sabes, Hope —respondió Aitana—. Sentaos, tenemos que hablar.

Todos hicieron lo que Aitana había dicho, y el unicornio anciano usó su magia para descorchar la botella de licor de frutas y servir las tres copas que había en la mesa, repartiéndolas a continuación. Hope tomó la suya con su magia, pero la dejó sobre la mesa. Estaba notablemente inquieto, ya que lo último que esperaba era que el profesor Pones fuese a estar presente para hablar de él luchando junto a Aitana. Aunque bien pensado tenía sentido que el padre de esta estuviese al tanto de sus expediciones, el profesor siempre le había parecido un poni pacífico e incapaz de herir a una mosca.

—Bueno, señor Spell —empezó el unicornio gris— Aitana me ha contado lo ocurrido en Cérvidas. Sin embargo me gustaría saber cómo vivió usted esos eventos.
—No sé bien cómo empezar... Ahora que lo pienso, usted conocía a Sinveria, ¿verdad?
—Sí, la conocí cuando era una cervatilla. De hecho llegué a plantearme...

El profesor se calló a media frase, con los ojos de Aitana y Hope clavados en él. Recordaba cuando vio a Sinveria sola, habiendo perdido a sus padres, en medio de la destrucción de su pueblo. Estuvo a punto de adoptarla, pero Night Shield le quitó la idea de la cabeza, ya que la pequeña ciervo estaría más segura siendo una desconocida para los demonologistas. Pero Sinveria le hizo prometer que le escribiría, y jamás perdieron el contacto.

—No importa —dijo el profesor, sacudiendo la cabeza—. Pero su muerte ha sido una noticia funesta para mi.
—Lo lamento, profesor...
—No fue culpa tuya —le interrumpió el aludido—. Pero quiero saber cómo viviste tú lo ocurrido. ¿Qué ocurrió?
—Pues... lo primero que pasó desde mi llegada fue la segunda noche que pasé ahí. Estuve todo el día ayudando a Sinveria con la traducción.
—¿Cómo la ayudaste, exactamente?

Hope respondió a Aitana, contándole algunos detalles técnicos y mágicos del trabajo que hicieron: usar su magia para debilitar una runa de protección, buscar documentos entre los libros de Sinveria, comprobar datos...

—Lo único que llegamos a sacar en claro, sin hacer todo el ritual, es que el pergamino advertía de algún tipo de peligro, nada más. Lo siento.
—Lo entiendo. Dígame, joven, ¿qué ocurrió aquella noche?
—Salí a tomar algo a una taberna, cerca de la casa de Asunrix. Y... casi no lo recuerdo. Alguien se sentó a mi lado y se presentó, charlamos un rato y después desperté en la cama. Me dijo que se llamaba “Sharp Mind”.
—¿Qué crees que ocurrió, Hope Spell?

El unicornio se sintió incómodo por la pregunta y miró alrededor nerviosamente antes de responder.

—Creo que... me dominó y me obligó a hablar. Debí contarle que había traído el pergamino y que Sinveria lo estaba traduciendo. Obtuvo la información a través de mi, me debió lanzar un conjuro desmemorizante y después me hizo volver a casa.
—¿Qué hiciste entonces?
—Me preocupé, porque Sinveria me había dicho que “los auténticos arqueólogos jamás son demasiado precavidos”. Así que me lancé una protección blanca, pero no tenía magia negra afectándome, por lo que creí que... que...

En vista de que Hope no se atrevía a decirlo, fue Aitana quien completó la frase.

—Que se te había ido la pinza y te lo habías imaginado, o que te habías emborrachado o algo así, ¿verdad?
—Sí —susurró el unicornio verde, con la cabeza gacha.
—Sinveria no era ninguna estúpida, y sabía a qué tipo de magos me enfrento. Si hubieras contado lo que te había pasado ella habría sabido contra qué defenderse. Y hoy seguiría viva.

Hope alzó la cabeza, buscando desesperadamente algo que decir. A pesar de la dura verdad que había dicho Aitana, esta no parecía enfadada.

—Yo... no sabía...
—Es cierto, usted no lo sabía —interrumpió el profesor—. Y con ese desconocimiento juegan los magos negros: casi ningún poni Equestriano conoce la existencia de estas artes y cómo detectarlas: lagunas mentales, tiempo perdido, recuerdos borrosos... Todo eso son signos de que un mago, un demonio o un mago negro pueden haber estado jugando con su mente. No lo olvide nunca, Hope Spell.

Hope murmuró “lo siento” en voz baja y después tomó un trago de licor. Aitana y su padre se miraron rápidamente, y este último asintió. La yegua tomó un trago también y siguió hablando.

—Como te dijo Asunrix, no te culpes, tú no lo sabías. Pero que te sirva de lección si vas a dedicarte a esto. Dime ¿volviste a encontrarte con Sharp Mind?
—Sí, fue... la misma noche del ataque, mientras estabas en el ritual.

Hope hablaba lentamente, tratando de convencerse de que la muerte de Sinveria no había sido culpa suya. Estuvo un rato hasta que logró apartar la cruenta escena que vio en la casa de esta antes de conseguir, poco a poco, enfocar su mente hacia lo que le preguntaban.

—Estaba en otra taberna y Sharp Mind se sentó a mi lado. Al momento sentí la magia negra en mí, pero el hechizo que había lanzado evitó que pudiera dominarme. Me preguntó dónde estabas y yo intenté engañarlo.
—¿Por qué?
—Pues... no lo sé, Aitana. Supongo que fue automático tratar de engañar a alguien que me estaba intentando dominar, ¿no crees? Pero se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y siguió hablando conmigo. Me intentó convencer para unirme a la Hermandad de la Sombra, me ofreció poder y conocimiento. Me negué.
—¿Por qué se negó usted, señor Spell?
—¿Que por qué me...? ¡Porque la magia negra es un crimen contra toda forma de vida! ¡Es una magia que se centra en anular la voluntad de otros seres para tu propio beneficio! —Hope miró luego a Aitana, algo ofendido por la pregunta—. Y si vais a preguntarlo: La nigromancia acaba basándose en provocar la muerte de seres vivos para aumentar tu poder, y la demonología en sacrificar personas inocentes para alimentar con sus almas a un demonio. Preferiría estar muerto antes que unirme a los practicantes de estas artes.

Los dos Pones intercambiaron miradas durante un instante ante el arrebato de Hope Spell, el cual bebió otro trago de su vaso, apurándolo. Aitana se lo volvió a llenar, dejando que su padre preguntara a continuación.

—Me alegra oírle decir eso, señor Spell. Dígame, cuando usted descubrió lo ocurrido con Sinveria decidió perseguir a Asunrix. Encuentro que fue un acto insensato, ya que usted tendría muy pocas posibilidades contra cualquier soldado raso, y ninguna contra un maestro de la guerra. Lo que es más, si usted sigue vivo es porque las órdenes de Asunrix eran llevar el pergamino al puerto, y este no necesitó atacarle para cumplirlas.
—Porque quería ayudarlo, quería liberarle, pero no pude hacerlo. Y también quería contar a alguien lo que había ocurrido, que había un mago negro en Cérvidas.
—¿Para qué?
—¡Para detener a Sharp Mind! ¡Había que impedir que hiciera más daño!

Aitana asintió ante lo que oía, calibrándolo tanto con lo que había observado en Hope tanto en Cérvidas como durante el viaje de vuelta. En cierto aspecto era un estúpido idealista, pero dispuesto a sacrificarse por ayudar a otras personas. Tenía bien claro el papel de las artes oscuras en el mundo, y las despreciaba profundamente.

Era justo el tipo de poni que necesitaban.

—Me gusta lo que dices, Hope. Es hora de que empecemos a hablar de lo que vas a hacer en el futuro.

El aludido miró a Aitana, algo emocionado. ¿Iba a aceptar que la acompañara en sus expediciones? Pero algo le decía que no iba a ser tan simple.

—Entre nosotros nos hacemos llamar los “Arqueólogos” —explicó la yegua—, y de hecho casi todos nosotros tenemos reputación en la misma dirección: arqueología, historia, mitología, exploración... Por una parte, profundizamos más en estas materias, buscando los detalles que la historia ha ocultado. Por otra, tener acreditaciones como arqueólogos nos permite acceder a excavaciones, templos y tumbas recién descubiertos para investigar la presencia de seres o artes oscuras. En muchas ocasiones dirigimos los primeros equipos de excavación que llegan a un nuevo yacimiento, o nos colamos en el mismo antes que nadie.
—La antigüedad ha dejado muchos peligros ocultos, señor Spell —continuó el profesor—. Tumbas de demonologistas aguardando su regreso, como Manresht; el escondite de liches, maldiciones atadas a objetos míticos... Durante cientos de años, la orden de los Arqueólogos hemos velado por detener estos peligros antes de que se desataran. Y, al mismo tiempo, hemos sido la segunda línea de defensa contra las artes oscuras: Ahí donde estas se instalaban, a escondidas de la guardia Solar y Lunar, nosotros acudimos. Actuamos en las sombras, en secreto, sin dejar nunca constancia de la existencia de nuestra orden. De vez en cuando la prensa hace eco de nuestras actividades, pero jamás saben bien qué ha ocurrido. El caso más sonado en los últimos años ha sido el de Aitana en los Reinos Lobo.
—Perdone profesor, pero... ¿cuántos Arqueólogos hay?
—Actualmente, y contándonos a Aitana y a mi... cinco.

La cara de Hope Spell se tornó un poema de incredulidad.

—¿Solo cinco ponis? ¿Pero por qué no reclutan a más gente?
—Hope, eres lo bastante listo para saber lo que significa “actuar en la sombras”, ¿verdad? —dijo Aitana sarcásticamente—. ¿Quieres que coloque un anuncio en el tablón de la universidad?

El unicornio verde se quedó en silencio, sin saber bien qué decir a eso. Aitana miró a su padre durante un instante, lanzando a continuación una pregunta que tenía ensayada mentalmente.

—Mi padre llegó a la universidad hace ya quince años, y yo, entre la carrera y el doctorado, he estado en la misma durante diez. Dime, ¿qué sabes de nosotros? ¿Has oído algo de nuestra familia, amigos, parejas...?
—Pues... nunca he sido demasiado cotilla, la verdad. De usted, profesor, no sé nada. De ti, Aitana, bueno... por ahí se dice que... Bueno...

Hope carraspeó incómodamente, ante lo cual Aitana dijo:

—Sí, lo imagino, que soy un polvo fácil o algo por el estilo. Lo sé y me la suda, sinceramente. Pero ya has respondido: mi padre y yo solo nos tenemos el uno al otro, no tenemos más familia o amigos íntimos.
—Eh... vale —Hope, obviamente, no entendía a dónde quería llegar la yegua marrón.
—Señor Spell, Sinveria se protegió bien cuando recibió el pergamino, eso hacía siempre. ¿Cómo superó Sharp Mind todas sus defensas?
—Pues lo hizo dominando a Asunrix...

Y, en ese instante, todas las piezas encajaron en la mente de Hope Spell, pero se negó a poner en palabras lo que estaba deduciendo.

—Esperad, ¿qué me queréis decir?
—Que los magos negros, demonologistas, nigromantes y demás calaña son unos hijos de p*ta que no dudarán en llegar a ti a través de cualquier medio.
—¿Me estás diciendo que mi familia está en peligro?

Hope se levantó, con los ojos abiertos completamente y la adrenalina disparándose por su cuerpo. El profesor Pones habló con voz tranquilizadora.

—No, señor Spell, dudo que estén en peligro ahora mismo. Por favor, siéntese.

Tras unos momentos, el unicornio verde lo hizo, aún visiblemente alterado.

—Usted, de momento, no es importante para ellos. Solo ha sido un estudiante de magia blanca que casualmente logró resistir un hechizo de Sharp Mind; saben que usted ya habrá contado lo que sabe, así que gastar recursos en acabar con usted sería un sinsentido.
—Y menos aún cuando saben que yo vivo cerca —añadió Aitana—. No se arriesgarán a acercarse al lugar donde reside un Arqueólogo a no ser que sea absolutamente necesario: sabemos detectarlos y combatirlos. Sería una imprudencia.
—Pero si usted decide unirse a los Arqueólogos... entonces sí. Usted se convertirá en un objetivo para la Hermandad de la Sombra, y cualquier otro practicante de las artes oscuras. Y su familia estará en peligro.

Hope se quedó sin palabras, eso era lo último que esperaba. Pero era tan lógico que no entendía cómo no se le había ocurrido.

—Si usted se une a los Arqueólogos, señor Spell, le daremos entrenamiento en las artes de combate y el conocimiento acumulado generación tras generación de cazadores de demonios. Le daremos apoyo, y acompañará a Aitana en sus misiones hasta que esté preparado para tomar las suyas propias.
—Pero si quieres unirte a nosotros y proteger a tu familia, vas a tener que separarte de ella.
—Entonces.... —hope bebió un poco mientras recuperaba la palabras—, tendré que renegar de mi familia. ¿Es eso?
—Ojalá fuera tan fácil, Hope.

Este miró a Aitana, ¿que abandonar a su familia era fácil para ella?

—El problema está, Hope, en que a ti ya te conocen. Eres Hope Spell, el unicornio verde estudiante de magia blanca; uno de los líderes de la Hermandad de la Sombra, Sharp mind, te conoce en persona y sabe de dónde eres. Incluso aunque abandonaras Manehattan, aunque cambiaras de nombre, ellos no lo tendrán difícil para encontrar a tu familia y usarla de cebo para atraparte.
—La única solución, señor Spell, si usted decide unirse a nosotros, es que sea su familia al completo quien cambie de identidad.

El campo de levitación con el que Hope sostenía su bebida tembló ligeramente, sacudiendo el vaso de licor; dejó el mismo en la mesa y, a continuación, se levantó para echar a andar en círculos por la sala, con los ojos fijos en el suelo.

—Tengo a mis padres y a dos hermanas pequeñas. Algunos primos lejanos en Fillydelphia, pero tengo poco contacto con ellos...
—La decisión es tuya, Hope.

El aludido miró hizo un par de círculos más caminando antes de preguntar:

—¿Podéis darme unos días para decidirme?
—No. Podemos darte una hora, dos a lo sumo.
—¿Qué? —inquirió el unicornio verde—. ¿Por qué?
—Porque te hemos envenenado.

Hope abrió completamente los ojos mirando a la familia Pones que seguía sentada tranquilamente. Luego se fijó en el vaso de licor que antes se había bebido, y que Aitana ya había rellenado.

—Es un veneno de memoria —puntualizó rápidamente el unicornio anciano—. De hecho no tendrá efecto a no ser que yo haga un hechizo antes de dos horas; le hará olvidar todo lo ocurrido hoy, desde que despertaste.

Hope, aunque indignado, comprendió qué quería decir Atiana por la mañana cuando dijo que “no arriesgaba nada” por hablarle sobre los objetos de su casa.

—Pero... ¿qué demonios es esto? ¿Se supone que tengo que confiar en vosotros, entonces?
—Hope, no seas idiota. El secretismo de los Arqueólogos es lo que nos permite movernos con libertad y no tener puntos débiles. ¿Te crees de verdad que si tuviera malas intenciones, o si dudara de ti, estaríamos teniendo esta conversación?

El profesor Pones se levantó y se acercó al unicornio verde.

—Es raro que mi hija dé un voto de confianza a nadie; usted muestra todas las cualidades que hacen falta para ser un cazador de demonios. Sin embargo es necesario que conozca usted todos los riesgos y sacrificios que implica serlo; la confianza entre nosotros es absolutamente necesaria, y esta no se consigue con mentiras u ocultando información.
—¿Y qué pasa si me niego? —preguntó Hope.
—Mi padre hará el hechizo —respondió Aitana— y caerás dormido. Despertarás dentro de unas horas y yo te diré que he decidido que no quiero que me acompañes, y que vuelvas a tu vida. A partir de ahí, lo que hagas es cosa tuya, no volveremos a inmiscuirte en nuestros asuntos.

Hope Spell volvió a caminar en círculos, cavilando las implicaciones que tenían cualquier decisión que tomara. Unirse a los Arqueólogos le obligaría a alejar a su familia, a hacerles cambiar de vida, y era algo injusto y doloroso. Por otra parte, si rechazaba la oferta, olvidaría todo lo que habían hablado y... probablemente, él empezaría a investigar a los magos oscuros por su propia cuenta, poniendo a su familia en peligro nuevamente. Todo giraba, finalmente, en torno al mismo problema: proteger a aquellos que amaba luchando, o confiando en que otros lo harían por él.

—La decisión es tuya, Hope —dijo la yegua de hocico oscuro—. Nadie te culpará si dices que no.

(to be continued)


------Siguiente mensaje escrito en: 13 Ago 2015, 21:34 . Beep!------

Acabo de fijarme de que ya hace más de un año que empecé este fic... joooooder. Y aún me falta para acabarlo, vamos bien xD.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Mensaje por agustin47 » 14 Ago 2015, 01:24

Teniendo en cuenta que hay casi dos meses de diferencia entre un capítulo y otro, que dejes tanto hype es cruel por tu parte :qmeparto:
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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