La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Mensaje por horwaith » 04 Nov 2015, 21:35

[quote="agustin47";p=295794]Y luego me dices que yo narro bien, jeh... Anda, sigue, que hypea de manera interesante. Omega good job.[/quote]
También dice que narro bien, pero después va y pone estos capítulos xD
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Mensaje por Angelus-Y » 16 Nov 2015, 14:40

Capitulo 13: El abrazo de la oscuridad.

Cuanto más honda era la oscuridad, más gélido era el mismo aire que embriagaba al dracano, hijo de Umbra. La sala que atravesaba parecía no tener fin alguno, salvo oscuridad a lo desconocido. Los ojos de los víridos, las criaturas de la Oquedad, observaban al invitado de la pesadilla de forma inexpresiva y frígida, llegando a ser atemorizante. La soledad que precipitaba sobre Draco y que florecía en su corazón crecía salvaje, obligándole a sentir algo que con tan poca frecuencia había rozado: El miedo.

El miedo es algo natural, y quizás la emoción más antigua de todas. Cada criatura lo concibe en su corazón, aunque a veces, haya que sacudirlo y hacerle sollozar en la desesperación. Dicen que un sueño es imposible de alcanzar si se tiene miedo al fracaso, y Draco, pese a los terrores a los que se enfrentó, siempre tuvo que lidiar con el miedo al fracaso.

El escamoso cuerpo del dragón menor caminaba, entre libros y ojos, entre adornos de serpiente y una niebla opaca que solo se disipaba a su paso, revelando el interminable sendero. Respiraba pausadamente para mantenerse cuerdo, recitándose asimismo números, escritos y datos, todo con razón de que las sombras no desgarraran su cerebro.

Una pregunta rondaba por su cabeza con gran frecuencia. ¿Cuánto más habría de soportar? ¿Cuánto más tendría que aguantar?
Tuvo que enfrentarse a multitud de bestias que infestaban el edificio lectivo, empuñando su preciada Sombra Lunar, de hoja lóbrega, a serpientes, a ilusiones y miedos hechos carne, que provocaban que su cabeza se estremeciera sin control. Son las consecuencias de un ser carnal que se adentra en las fauces de un abismo.

Draco no fue el primero en atravesar el seno de tan misteriosa oscuridad, muchos han buscado en estos lugares, carentes de la luz del sol, y no han podido encontrar el objeto de su obsesion…

Sin embargo, entre toda esa espesura lúgubre tan palpable, una estela de calor resonaba en la profundidad, haciendo seguir su rastro. Muchos lo desconocen, y suelen asignar el frío a la oscuridad, pero antiguos hechiceros, confirman que han sentido un agradable calor en su interior a veces, un calor familiar....
Los recuerdos de Draco se mantenían vivos, con razón de no hacerle desistir en tan amargo camino, al igual que su orgullo y la idea de todo lo que había tenido que pasar hasta ahora. Uno lucha por una razón: amor, odio, obsesión, conocimiento…Siempre ha sido así, y recordar el porqué nos impulsa a seguir afrontando desafíos, en especial cuando involucramos tantas cosas…

Su brazo aullaba de dolor y escozor, tuvo que sacrificar parte de sus fuerzas para usar el ambra y así remediar en la medida de lo posible su extremidad dañada, pese a que aquel lugar interfería en cierta medida con su control. Pudo cicatrizarlo como pudo, aunque su esfuerzo de convocar las sombras despertó en su cabeza un tremendo dolor.

“Malditas jaquecas…maldita sea esa Celestia y toda su raza…” recitaba gruñendo, mientras se agarraba la sien con pesar.
Las tinieblas comenzaban a tirar de la cordura que aun residía en él, deformando su mente y alborotándola de ecos espectrales y un incómodo cosquilleo. Su cuerpo se doblegó a la artimaña de la negra pesadilla…

“No voy a caer…fui destinado a esto. A triunfar, no…no quiero fracasar. Me muero…no aguanto, por favor.” La amargura se expandía, y su voz era corroída por ella. “Deathly, Scaleless, Skillclaw, Bolt, hermano…Alguien. Ya he tenido suficiente…Esto es insoportable. La oscuridad es demasiado poderosa…” recitaba encadenado al continuo temblor y la soledad.

“Mi cabeza, oigo cosas…Los oigo.” sonrió desquiciadamente mientras arrastraba el filo de su guadaña por el suelo, desprendiendo un chirriante sonido metálico.

“Mama…mama…mama…quiero luchar. Pero me cuesta, por favor, dame fuerzas. Padre, no me dejes, no quiero fracasar.” Cada vez su voz se cortaba con más frecuencia y una lágrima logró caer por sus mejillas púrpuras, así como el fulgor ígneo de su mirada se iba apagando.

Cuando ladeó la cabeza un instante, vio que las paredes estaban marcadas con sangre, con un escrito que decía así:
“La reina Faust ha concebido una hija. Ella nos salvará…. Alabad la noche.”

Su mente fue atormentada: “Alabad la noche, alabad la noche…” sucesivamente y cada vez con sonidos huecos y fantasmales acompañándolo como un coro del propio abismo, que cantaba en su interior, derrumbándole…

Se agarró sus cuernos con fuerza, apretó su mandíbula como una gran tenaza y su pulso se desbordaba hasta lo innombrable. No aguantaba más…estaba a punto de estallar.

“¡YA BASTA!” gritó con todas sus fuerzas, produciendo eco más allá. “¡ESTOY HARTOOOO!” Rugió como una feroz bestia y seguidamente, cuando el silencio se presentó, cayó arrodillado, gimiendo ante la soledad.

Pasó escasos minutos solo, inspiró hondamente y se levantó con penuria. Las voces cesaron y Draco decidido avanzó hasta que tan solo en cuestión de segundos halló una cueva, cuya entrada estaba entre estanterías, dibujada en la fachada de la pared de roca.

“Cuanto más…” se decía así mismo con andar pesado hacia las entrañas de ese lugar. Y cuando atravesó el umbral, en su cabeza resonó…
“¿Crees que estás a la altura dragón? No oses despreciar el suelo santo que pisas, lleno de oscuridad. ¿Crees que puedes ascender como rey de aquellos malditos, condenados sin razón? Avanza sin demora…pronto te llegará la hora.”

Aquella voz no le sonaba, era como una mezcla entre una grave y corroída voz de una bestia y la dulce sintonía acústica de una dama delicada. Removió su cráneo y sintió extrañas ganas de devolver.

Las paredes de la cueva se recubrían de mineral grisáceo oscuro, había calaveras y cráneos de dragón incrustados en las paredes, esto hizo que el dracano de ojos de fuego confrontara con el temor una vez más. En el suelo había un rastro de sangre, de fuerte olor a metal, que continuaba por las fauces de aquella nueva oscuridad. Esta vez, más pura, y más cálida.

Empezaba a respirar aliviado, sin presión, con serenidad…Aunque su miedo, latente por el momento, se despertaba con vigor. Los ojos incrustados no eran novedad, pero sí los candelabros que alumbraban aquel lugar con llamas azules.

Lo desconocido que se alzaba más allá, sembraban la duda en Draco, y en su férrea voluntad. A pesar de su entrenamiento, el cual debido a sus jaquecas, apenas pudo aprovechar, la oscuridad le doblegaba, y eso le hacía sentirse inseguro.

Los sonidos eran desconcertantes, como si lombrices gigantes surcaran la tierra a sus pies. Espadas de plata sangrientas se hallaban clavadas en la piedra de la cueva. Yelmos yacían atravesados de gruesas zarzas y algo en especial llamó la atención del huésped de la pesadilla.
Arañas gigantes, de patas y cuerpo negro por completo, hecho de Kiodo y cuya cabeza se recubría en hueso, de forma similar a los víridos. El dracano arrojó una mirada seria y firme, tratando de intimidar a las criaturas, aunque sin éxito, una vez más.


Draco observó que aquellas criaturas, repugnantes y que ronroneaban con cada paso de sus patas, parecían no tener intención de hacerle daño. Hay muchas de ellas, trepando las escarpadas paredes y atemorizándole… No obstante, guiado por el instinto no se atrevió a soltar la guadaña de entre sus garras.
“Cada vez esta pesadilla…es mas repugnante…” susurró hacia sus adentros.

Volviendo a su camino, llegó a un pasaje de la cueva en la cual el suelo ya se veía encharcado en sangre. Apenas cubría sus patas, pero era desolador observar cráneos de sus semejantes, por lo visto, que se asomaban entre el fluido rojizo y de olor dulce.

Mientras caminaba con la mirada imbuida en sorpresa y apartaba la sangre a su paso, pronto las entrañas de la cueva se abrieron en una inmensa cavidad. Grandes esqueletos de dragones caídos se encontraban reposando sobre el gran lago sangriento, y no solo eso parecía sorprender la fina vista del dracano de escamas púrpura, sino los monolitos de piedra que emergían de entre el jugo carnal con inscripciones talladas y las voluminosas raíces que salían de entre las rocosas paredes y se curvaban hasta embeberse en la sangre.

En cierto modo, pese a su cansancio y dolor, no puedo eludir sentir fascinación por lo que sus ojos veían, incluso por la siniestra aura que rezumaba. En algunos islotes, halló algunas monedas de oro y joyas relucientes. Su estómago rugió con intensidad, y dolido, trató de resistirse, sobre todo al brillo tan hermoso que resplandecía del oro y que lo hipnotizó por segundos. Estuvo a punto de coger una moneda cuando le llegó el pensamiento de que quizá fuera una trampa, y tan lejos no podía arriesgarse a caer en tan simples tentaciones. Apretó el puño con fuerza y siguió, pasando al lado de los grandes huesos de dragón y contemplando las inscripciones que era incapaz de comprender.

Dobló la esquina del final, y recorrió un corredor estrecho, para salir a una estancia sin salida.

Y al final, en esa sala, se encontraba el centro de la pesadilla. Los cristales color tizón, puntiagudos como grandes alfileres, recubrían las paredes circundantes, con vidrieras de gran brillo que dejaban pasar la luz de la noche a través de ellas y decorarla con sus colores. El suelo era de piedra lisa, plateado y reflejante, las columnas a sendos lados de las vidrieras estaban siendo estrujadas por zarzas azul oscuro, como las que encontró en el abismo. Las velas de cera pálida, alumbraban con llama normal. Pero siendo francos, lo más destacable, era el aura visible, rojiza y negra que envolvía una esfera, que a su vez, desprendía un haz sangre hacia el techo, en cuyo centro había un espejo que absorbía el rayo.

Exhausto caminó lentamente hacia el centro, donde aquella esfera descansaba sobre un altar de dos pisos, hexagonal y de metal sombrío, cubierto en manteles manchados de sangre seca, y con algunos cráneos que reposaban en el lugar.

“¿Es este el final?” se preguntó el dragón, retorciendo su cola.

Entonces una voz familiar le habla, pero antes suelta una risa oculta entre dientes.

“Volvemos a encontrarnos, joven dragón. Estoy impresionado…Sin duda alguna.”


Al reconocer el Dranil, su corazón dio un vuelvo de alegría, que ni se molestó en expresar, al ver que su camino había llegado a su fin.

“Dime dragón. ¿Qué es lo que quieres realmente? ¿Venganza, justicia, caos…? ¿O algo más?” preguntó el cristal rojizo intentando sonsacar el deseo del dragón. “Muchos reyes de antaño, han caído a la oscuridad, y sin saber porqué… Como una reina de cristal, que huyó a tierras equestrianas, para eludir las sombras. Como un rey de dulces, que se escondió para jamás aparecer y ayudar a sus amigos… O un emperador consumido en las llamas demoniacas.”
El dracano no respondía, solo atendía, aunque desconcertado y con sus ojos, que se volvían pesados.

“Has sufrido mucho y has demostrado cuanto arrojo posees. Tus defectos te impiden controlar la oscuridad… Bien, sin embargo, aún hay un pequeño detalle. El ritual y el recuerdo, solo finalizaran de una forma. Pero antes de eso déjame advertirte…” y volvió a reírse, aunque mas sereno. “Con mi poder, tu decidirás tu destino…Tú serás el rey que decida hacer grandes cosas, si te place, seas orgulloso, ambicioso o malicioso. El destino del dia y la noche, dependerán de ti.” Le explicó con seriedad.

“Nací hace mucho, en un árbol de cristal, solo…” reanudó “Esperando que en algún momento el día y la noche fueran iguales y que las sombras pudieran tocar la luz de la luna. Ese es mi deseo… Creo, que ya sabes a que me refiero. Pero hacerlo o no, es decisión tuya, pues si triunfas, serás monarca, y un soberano puede optar el destino de muchos y moldear sus mentes. El rey tenebrio bendice tu empresa… Joven dragón.”

“Si…he esperado mucho para esto…aunque, esto, no me devolverá nada de lo que me fue arrebatado…”

Hubo un incómodo silencio.

“Cuánta razón tienes, sin embargo, tu, a diferencia de los ponis, luchas… Sabes, que hay solo dos tipos de criaturas: Fuertes y débiles. Fuerte es aquel, que sin nacer con grandeza o sin que la adquiera, lucha por conocer, por fortalecerse, por ver… Mientras que el débil se acopla, y cesa en su búsqueda, como un parasito… los ponis han tomado ya su decisión, y Celestia, que empleó los elementos contra tu raza, ha demostrado ser otra cualquiera, que cede a sus emociones…”

La mirada del dragón y su cuerpo, se habían tensado, mostrando furia y rabia, aunque como siempre, trataba de ocultarlo. Al final Draco se sentó, oyendo la parla de su guía.

“El amor es una ilusión, y el odio una realidad. Aferrarse a una u otra, es un error. La vida y la verdad, no yacen en la realidad, ni tampoco en la ilusión, sino en un lugar más allá. Igual que un necio unicornio a través del tiempo quiso arreglar sus errores, pero el tiempo, es difícil de cambiarlo, y a veces no se puede cambiar el destino, si eso implica grandes cosas....” hizo una breve pausa. “Con la magia, el amor y el odio son necesarios. Día y noche también, pero por ello, por Ambras, te encomendamos el equilibrio Draco…Noctum me ha hablado bien de ti. Confío en que no fracasarás y con tus ideales, llevaras a tu pueblo y al nuestro a la victoria. Demuestra al mundo que la oscuridad es mucho más. Tú, siendo un ser de carne te has adentrado en la locura y en la fealdad de la negrura… Y a la vez, has abrazado su calidez. Yo te ofrezco el renacer, y mi poder…Pero para ello, queda tu última prueba, para este ritual…No obstante, antes de ello, mereces tu recompensa.”

El Dranil levitó cediendo el haz que emitía. La pupila en forma de estrella de cuatro puntas apareció y miró al dracano.

“¿Sabes? Podría simplemente controlar tu mente…esclavizarte y usarte como recipiente… Pero, le hice una promesa a tu madre, y después de ver, cuanto la adoras, y con cuanta vehemencia reclamas la justicia, sé que Ambras te acogerá en su seno en la otra vida, y que eres merecedor de escribir tu destino.”
Por la pupila del ente una sombra emergía, la sombra de algo etéreo y trascendental, una simple sombra retorcida que cobraba forma y emanaba una pureza, que hacía que Draco, feliz, sintiera ese calor tan agradable, como el de una madre… La silueta oscura se deformó en un perfecto dragón de ojos blancos.

Seguidamente la negrura, se tornó en un azul muy muy oscuro, como el reflejo del cielo nocturno, y algunas estrellas se dibujaban por aquella forma. El dragón sombrío extendió sus alas y comenzó a envolver a Draco, quien por su rostro, magullado y cansado, caía una lágrima, pero no de tristeza, sino dicha. Los ecos que sonaban eran agradables y poco a poco esa oscuridad tan pura, iba cubriendo el cuerpo del dracano, hijo de Umbra.
El guantelete de Teniblina fue destrozado, y el zafiro que contenía levitó y se adentró en aquella masa oscura de unión.

Sintió su cabeza ser liberada de un gran peso, sus heridas se cerraron por completo y el brazo herido, fue sustituido por una extremidad de Kiodo. Era doloroso, pero Draco se mantenía callado, notando como sus venas, su sangre, era sustituida en la carne de la propia oscuridad. Negra como la garganta del abismo, su brazo con garras renació. Sus músculos se vigorizaron y el resplandor de su mirada ardía con gran ímpetú. Con los brazos abiertos, Draco era testigo de una nueva ascensión. El rubí de su padre quedó en su cráneo y el zafiro de su madre se incrustó en el pecho. Esa oscuridad tan envolvente era dulce, que desprendía un tañido suave… Liberó un rugido y la oscuridad que le envolvía se disipó como una humareda.

Aterrizó en el suelo, renovado, con un brazo de Kiodo, el cual se hacía sentir raro, fresco y con un tacto único. Lo comprobó rozando sus garras unas con otras. Su pecho ahora era adornado por el zafiro, y su cabeza resplandecía con sus ojos fogosos y el rubí.

Todas esas cadenas que le apresaban de poder ejercer su poder y de sentirse sometido a la debilidad, se habian quebrado. El tan solo sonreía, sintiendo cada ápice de su cuerpo en contacto con la energía sombría, como infinidad de hilos etéreos conectándose a su ser.

“Asi que, este…es un mero fragmento del poder…” declaraba deleitándose de tan confortable sensación. “Todo lo que sufrido, ha tenido su compensación…”
“Este poder, es una muestra de mi magia. Úsalo para confrontar tu último desafío y ganarte tu derecho a ser rey.” Explicó el cristal esférico, mirando al dragón con satisfacción. “Aquel a quien te enfrentarás es quien guarda la salida de esta pesadilla… El carcelero. “

Draco, con mirada decidida asintió. “Me enfrentaré a un ejercito si hace falta. Demostraré con mi pleno potencial que soy digno. Y estoy dispuesto a derrumbar esta injsticia que reina. Yo traeré la autentica armonía.”

“Muy bien…” La pupila del Dranil se ensanchó, abriéndose en el suelo una brecha oscura, de llamas lilas ascendentes, que se extendió hasta dejar abierto un portal del que emanaba energía lóbrega. Tal oscuridad se hacía sentir, como una gran presión sobre los hombros. “Que las sombras alumbren tu camino, joven dragón.”

La mirada aguda del dracano se centró hacia el portal, con la forma de una boca enorme que tragaba incesante. Titubeó un instante, pero con su potencial, ahora liberado gracias al regalo del Dranil, estaba preparado para lo que encontrara más allá de las fauces de ese negro agujero. Se precipitó en él, y dejó que le engullera, a un espacio negro infinito, que parecía no tener fin.

El dragón debía cazar al guardián del recuerdo, que mantiene erguida la pesadilla solo con su mera existencia y que vela porque ningún iluso que se adentra en recuerdo, salga nunca con vida. El carcelero, engendrado antaño por una sombra elegante, y que por mucho ha esperado que alguien surcara el abismo y llegara hasta él, para mantenerle prisionero.

Mientras que él se adentraba en las entrañas del mundo, sus más fieles comandantes se preparaban para el gran momento de su ofensiva contra el reino equestre. Victoria o fracaso, la lucha era inminente.

Blackfire, que compartía la misma sangre que Draco, con los caballeros de ceniza, llevados a la fortaleza, afilaba su espadón carbonizado y de filo dentado por el desgaste, propiedad de un antiguo señor del fuego. Mientras pasaba la piedra por la hoja para afilarla correctamente, pensaba en su hermano, que se adentraba en la oscuridad, implorando en su mente que los dioses le protegieran y que la pesadilla que por cien años habían aguantado cesara…
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Mensaje por Charming Waltz » 16 Nov 2015, 16:53

;) Wao una hermosa historia
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Mensaje por Angelus-Y » 16 Nov 2015, 17:49

Wow, muchisimas gracias por el comentario ^^ De verdad que anima muchisimo. Me alegra saber que te gusta. Espero poder leerte pronto y que te siga gustando. Un saludo :D2
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Mensaje por horwaith » 16 Nov 2015, 20:47

En este momento es cuando uno se debería preguntar que iba a suceder, pero esa historia ya ha sido contada, por lastima. Muy bueno el capítulo, sabes hacer que la "distancia" no sea tan física como espiritual, lo cual me parece un gran trabajo.
Spoiler:
[quote="Angelus-Y";p=297089]Cuando ladeó la cabeza un instante, vio que las paredes estaban marcadas con sangre, con un escrito que decía así:
“La reina Faust ha concebido una hija. Ella nos salvará…. Alabad la noche.”[/quote]

¿Porque he bajado solo hasta eso? Nada más verlo he pensado mal, ¿no será esa reina Faust la "madre" de Celestia y Luna? Y después, si lo es como estoy pensando, ¿se estarán refiriendo a Luna? Como he dicho, lastima que esa historia ya haya sido contada, al menos su desenlace. Aún así, muy bien hecho el capítulo y las dudas que dejas en él.
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Re: La leyenda del caballero de cristal [Aventura]

Mensaje por agustin47 » 16 Nov 2015, 22:51

Últimamente este fic me deja sin palabras. Poco puedo decir.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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