Mensaje por Santiago Brony MLP » 04 Ene 2017, 02:07
Los dos pegasos lograron llegar hasta la orilla, donde tomaron tierra. Savage abrazó a Cloying y la sostuvo en sus brazos. Sundial y Bodyguard plegaron sus alas (con algo de ayuda de los árboles) para evitar salir despedidos.
La terrestre rosada se aferró a Savage como su púnico medio de supervivencia, y el forzudo la atendía. Solo la abrazaba, y eso era suficiente para ambos. Pero Sundial…
Ese pegaso azulino no estaba para eso. La supervivencia era más valiosa que un tonto encuentro romántico:
-¡Epa, debemos irnos! ¡Este lugar es muy peligroso! ¡Ya nos libramos del volcán, pero este clima no es normal!
Bodyguard se puso del lado del azulino:
-¡Es cierto! ¡Alguien debe estar manipulando el clima, y ese alguien está en nuestra contra!
Savage finalmente se dirigió a los dos:
-¡Están en lo cierto! ¡Sundial, perdóname, pero no creo puedas volver con el grupo de bandidos!
-¡¿Qué?! ¡¿Y eso por qué?!
-¡Los vi como se iban hacia el lado opuesto al cual nos dirigimos! ¡Lo siento, dudo puedas volver a encontrarlos!
El aéreo azulado soltó un suspiro. ¿Por qué, por qué ahora le pasaba eso? Para cuando despejara la tormenta, ellos estarían fuera de su alcance, sobre todo con su enfermedad. Pero…
No le molestaba. Por alguna razón, el separarse de su grupo le hacía ver un único objetivo. Buscar por su cuenta a dos desagradables unicornios. Rose y Drink.
Sí. No le importaba estar lejos de su grupo. No le importaba más que su beneficio personal:
-No me importa. Te ayudé y eso es todo. Ahora estoy por mi cuenta, y te aseguro que no voy a… a…
¡Violeta! ¡Thief, su hija, Violeta! ¡No podía dejarlos!:
-¡No, no puedo! ¡Savage, sé que no crees que los alcance, pero espero no tener que ir hasta ellos!
El pegaso tomó vuelo e, ignorando las advertencias de los demás, se dejó llevar por el viento. Voló hasta llegar al claro del bosque. El viento lo había llevado, de modo que no sintió cansancio.
Aterrizó, valiéndose de los árboles para sostenerse. ¡Rayos! ¡Rayos! Debía buscar a esa potranca. Solo quería asegurarse que Thief se había hecho cargo de la niña.
Al poder aterrizar, Sundial se dio cuenta de algo terrible, varios de sus colegas yacían allí. Al revisarlos, notó que desprendían un repugnante olor a carne y pelo quemado, y una parte específica de su cuerpo (muchas veces el lomo) tenía una terrible marca de chamusquina.
Habían sido alcanzador por rayos. Y esos rayos iban dirigidos a ellos. Ni siquiera habían tocado los árboles, o el bosque hubiera estallado en llamas. Todos los rayos les dieron a ellos. Revisando los cuerpos, se horrorizó al ver que, entre ellos, se encontraba Unerring Aim.
Eso le abrió los ojos a Sundial. Él era un líder. Era líder de un grupo que estaba casi desmoronado. Necesitaban de él, ahora que otro líder había caído.
Rápidamente revisó los alrededores y vio el “lecho” de Violeta. Estaba desarmado por alguien y la niña n estaba allí. Eso le dio a Sundial la sospecha de que Thief pudo llevarse a su hija a tiempo, o que la mocosa se despertó y escapó por su cuenta.
Debía de apresurarse. Tenía que asegurarse que no les hubiera ocurrido nada… no es que estuviera preocupado por la mocosa, ¡Para nada!... solo era curiosidad.
El azulino buscó en los alrededores, pero no vio nada. Entonces se le ocurrió pegar su oído al suelo, para ver si captaba algún ruido. Hacerlo resultó ser muy útil.
Oyó a algo parecido a un ligero llanto. El llanto de una niña. ¿Violeta? Sundial se apresuró a captar el origen del llanto y se dirigió hacia allá.
Sí, era esa pequeña pegaso. La pobre estaba sola y lloraba. Parecía que, al despertar, la soledad la había asustado. Sundial miró a los alrededores. Había muchos cuerpos chamuscados, la mayoría era de infortunados que aún seguían en su novatada.
Pero el castaño no detectó ningún cuerpo de silueta simular a la de Thief. Entonces se volteó y vio que Violeta trataba de “despertar” a alguien.
Temiendo lo peor, el pegaso tomó a Violeta y, tapándole los ojos, volteó el cuerpo…
Sundial soltó un jadeo de alivio. No era Thief. El pegaso tomó a la potranca en sus brazos y trató de calmarla. La pobre pequeña estaba asustada, pero el notar un cuerpo al que aferrarse cesó su llanto y, usando el hombro de Sundial como almohada, quedó dormida.
El pegaso azulado miró a su alrededor. La tormenta había amainado. El grotesco espectáculo de todos los cuerpos juntos, carbonizados… el castaño tuvo que cerrar los ojos para n seguir viendo, de otro modo vomitaría.
Sundial tomó el vuelo y miró a los alrededores del lugar. Entonces notó un pequeño claro que parecía haberse salvado de daños tremendos. No estaba carbonizado en su mayoría y parecía apto para guardarse del frío de la noche, que ya estaba haciendo presencia.
El pegaso aterrizó en ese pequeño llano. Ya al día siguiente pensaría qué hacer. Quiso dejar a la pequeña pegaso a un lado, pero ésta, a pesar de dormida, atenazaba su cuello con sus pequeños cascos. Sundial soltó un gruñido y se dijo que tal vez no sea tan incómodo dormir con una mocosa en su encima.
La noche cubrió todo con su manto, y el cuidador azulino ya se había dormido, cubriendo a Violeta con parte de su sudadera para que no despertara. Pobre pequeñaja. ¿Dónde estará tu padre?
El día llegó como si nada, alumbrando el feo desastre que ocurrió en la noche. Dichosa esa bola de fuego, por no tener ojos para contemplar tan fea masacre.
No fueron los trinos de los pájaros quienes despertaron al azulado, sino una pequeña sacudida en su hombro y una voz aguda y asustada que lo llamaba:
-¡D-Despierte! ¡Despierte!
El pegaso se levantó y contempló a la mocosa. Violeta ya había despertado y lo sacudía. Sundial la miró:
-¿Qué sucede?
-¿Dónde está mi papá? Quiero ver a mi papá.
-Hemmm…
-Él está bien, ¿Cierto?
-V-Violeta, lo siento, pero no sé dónde está tu padre.
-¿Q-Quien es usted?
-...
Por un momento, Sundial se quedó mudo. No sabía qué decirle. No se atrevía a mentirle. Los ojos de Violeta (de un color granate oscuro) lo miraban con inocencia. Al final, solo se le corurrió decirle su nombre. Al escucharlo, los ojos de la potranca se iluminaron:
-¡Mi papá me dijo que eras bueno, tío Sundial!
-…¿Tío?
-¡Sí! Papá dijo que yo tenía un tío, y que se llamaba Sundial. Dijo que me cuidaría y que me protegería como también fuera mi papá.
El pegaso se sintió algo incómodo con lo explicado por Violeta. Realmente la potranca estaba poniendo todas sus esperanzas en él, y sentía que lo valoraba más de lo que merecía.
Violeta siguió hablando de todo lo que su papá dijo que su tío haría (pasando por cuidarla, vigilarla, velar por ella, quererla, etc.)
Sundial decidió simplemente dejarla hablar. Después de todo, no iba a pasar nada malo, ¿Verdad?
Cuando violeta terminó la larga explicación, Sundial la tomó del casco:
-¿Ya aprendiste a volar?
-Aún tengo problemas con el aterrizaje.
-Con eso basta. Sígueme, tenemos que ir a algún lado, no nos podemos quedar en el bosque.
-¿Por qué no?
-¿Quieres encontrar a tu papá?
-¡Sí!
-Bueno, no lo encontraremos quedándonos sentados aquí.
La potranca entendió y se aferró al cuello del azulino, quien no esperaba algo tan sorpresivo:
-¡¿Qué haces?!
-Papá me permitía aferrarme a su cuello para cargarme.
-…Vale, si solo es por eso, te llevaré, (tal vez deba acostumbrarme a esto para después)
-¡Gracias!
La pegaso apoyó su cabecita en el hombro de su “tío” y cerró los ojos. Mientras Sundial caminaba, notó como la respiración de Violeta se volvía más regular y pausada, hasta que se quedó dormida.
El volador azulino simplemente siguió caminando. Al llegar a las afueras del pueblo, se estremeció.
El lugar estaba todo rodeado de lava. El lugar, próspero para la cosecha por sus buenos climas, no ayudaba en la solidificación la lava, pero la tormenta sí que lo hizo.
Gran parte ya se había solidificado, pero las más cercanas al volcán seguían de un rojo intenso, pidiendo salir para arder lo poco que quedaba del pueblo.
Sundial se alejó como pudo de la magma (aún solidificada emitía calor) y se dirigió al puente. Demasiadas cosas habían pasado en muy poco tiempo. El terremoto, el volcán, la tormenta, la pérdida del grupo, la masacre en el bosque, la desaparición de Thief, el encuentro de Violeta, y ahora ver el pueblo es tan mísero estado.
Tal vez nunca pueda quitar esas imágenes de su cabeza, el olor a carne quemada del bosque… brrrr.
Al llegar al puente, Sundial miró a Violeta. Tan calmada, inocente, ajena a todo lo malo de la situación… sí, tan inocente:
-Que duerma un poco más, puedo tomar vuelo cargando a una potranca.
Extendiendo las alas, Sundial se elevó en el aire, y cruzó el río.