Al llegar a la otra orilla, el pegaso azulino detectó un ligero ruido. Entonces, rápidamente, escondió a Violeta en un arbusto (la lava se no había llegado hasta allí gracias al río) y miró a su alrededor.
Una silueta se distinguió entre las sombras (después del río aún quedaban unos pocos árboles, aunque un bosque tiene más árboles) y se le acercaba, junto a otras sombras.
Sí, Sundial no podía creer a quien tenía en frente, pero su garra, esa garra inconfundible.
Era Metal Claw, el grifo líder del grupo, o uno de los líderes del grupo. Se le veía bastante enfadado.
El pegaso sonrió nerviosamente y se dirigió hacia el grifo:
-¡H-Hey! ¡Estuve buscándote, pero me dijeron que habían ido muy lejos tú y el grupo! Ya sabes cómo es que no soy bueno volando con mi enfermedad y todo eso y me alegro de encontrarte y…
-Nos dejaste.
Al ver el grifo no olvidaba eso fácilmente. Sin importar qué pasara, debía intentar disuadirlo de ese odio venenoso. Y ¿Qué mejor para eso, que fingir una postura indefensa y pedir perdón? En postura de desventaja, sus palabras parecerían algo más veraces.
Agachando la cabeza, el azulino tembló y tartamudeó:
-M-Metal… en realidad lo siento. Lo siento mucho. Pero… debía… cumplir algo… no sabía que…
-¡¿No sabías?! ¡Nos atacaron! ¡Vino una tormenta no-natural, nos masacró, y solo pides perdón!
-… yo… estaba comprometido, si hubiera sabido de esto, no me habría separado del grupo… en serio lo lamento.
Al ver que Sundial lucía indefenso y asustado, la ira del grifo disminuyó ligeramente, pero mostró una mirada fría:
-Por ahora, lamento decirte que no podemos tener un líder así. Temporalmente estás fuera de liderazgo. ¿Entendido?
-S-Sí, claro. E-Entendido
-Bien.
El pegaso respiró, aliviado de haberse librado de consecuencias peores. Metal Claw era realmente fuerte, y un pegaso sin mucha resistencia nunca tendría oportunidad contra él.
Entonces, repentinamente, Claw comenzó a olfatear el aire. El azulino pegaso se puso nervioso. ¿Estaría oliendo a Violeta? No, el grifo parecía dirigir sus olisqueos hacia… él, Sundial.
Tragando saliva, el plumífero vio como Metal se dirigía hacia él, con los ojos en chispas de ira:
-¡Hueles! ¡Tienes encima de ti el olor de dos ponis diferentes y de Savage! ¡¿A quién fuiste a ver?!
-T-Te dije que tenía una promesa, y…
-¿Una promesa? Dime, ¿Cómo es que te vas, y precisamente somos atacados por un pegaso controlando el clima?
Sundial no sabía la relación entre estar con dos ponis y que haya desaparecido entra la tormenta, pero notó que estaba en problemas:
-Y-Yo… no soy el único pegaso de por aquí ¿Cierto?
-¡No te creo!
-Bueno, ¿Qué vas a hacer?
Un destello metálico, un agudo dolor en su frente y, seguidamente, un líquido pegajoso bajaba desde su frente, esa fue todo lo que vio Sundial.
Tumbado en el suelo, el pegaso vió su casco, que había estado tpando su herida. Estaba empapada de sangre. Miró a Metal, quien tenía su garra metálica cubierta de sangre, y el grifo sonreía:
-Eso es lo que iba a hacer.
El tacto de su sangre, su olor, el ver a ese antipático grifo burlándose de él, no supo por qué, pero algo empezó a bullir en su interior.
Su conciencia se nubló, lo veía todo rojo por la ira, pero no una ira explosiva. Una ira y enojos calmados, calculadores, sanguinarios y peligrosos.
El pegaso azulino se levantó. No recordó cuando tomó el cuchillo, pero el caso es que ya lo tenía empuñado. Cuando habló, cada palabra estaba cargada de odio:
-Intenté hacerlo a las buenas, pero ahora veo que debo ser más brusco.
Riendo, Metal lanzó un zarpazo a Sundial, pero…
Antes de que el grifo se diera cuenta, el pegaso azulino no solo ya había evadido el ataque, sino ahora tenía su cuchillo rozando su garganta. Las últimas palabras que escuchó fueron las del jovial pero ahora letal Sundial:
-¿Decías?
Luego el cuchillo cortó su garganta.