Spoiler:
Un rápido galopar se escuchó a través del bosque Everfree; la responsable del mismo, una inquieta potrilla de pelaje amarillo y crines rojas adornadas por un lazo, se detuvo entre varios árboles, mirando alrededor con el miedo en el rostro.
—Oh no.... ¡oh, no, no, no, no! ¡Estaba aquí, no puede haber desaparecido!
Escogiendo la dirección que le pareció correcta, la cual no distaba mucho de haber escogido al azar, empezó a galopar entre los árboles desesperada por encontrar una senda. Llevaba mucho rato perdida, y apenas podía ver el sol a través del follaje. Se volvió a detener en un pequeño claro, pero esta vez no pudo reconocer nada alrededor.
—¡No, no, no, no!
Finalmente, asumiendo que estaba irremediablemente perdida, Applebloom hizo lo único que podía hacer una potrilla en su situación.
—¡¿HOLA?! ¡¿ME OYE ALGUIEN?! ¡Applejack, Zecora! ¿Alguien?
Tras unos segundos de silencio no hubo respuesta alguna a sus gritos. La pequeña empezó a desesperarse, notando cómo la luz empezaba a morir, ¿pero cuánto tiempo había pasado en el bosque? ¡No debería haber entrado en el bosque por la tarde, no quería pasar la noche ahí! El silencio la rodeó completamente, amenazador y terrible, como si algo se preparara para atacarla.
Crack.
Hubo un crujido muy cercano a ella. Applebloom dio un salto, gritó en el aire, y galopó a toda velocidad hacia un arbusto cercano, bajo el que se escondió, temblorosa. Nuevamente el silencio se hizo presente, y la pobre potra tuvo hasta miedo de respirar demasiado fuerte. ¿Qué había ahí fuera? ¿Sería un lobo de madera, un oso lunar? ¡O quizá el SlenderPony! Durant unos instantes solo pudo escuchar el martilleo de su corazón en el pecho... hasta que algo apartó el matorral, descubriendo frente a ella dos brillantes ojos turquesa.
—¡BU!
—¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH!!
Applebloom retrocedió tan rápido como pudo pero, al instante, reconoció la piel y crin con un característico patrón a raya, y los enormes aros dorados que adornaban las orejas de una buena amiga.
—¡Zecora! —gritó la pequeña, aterrorizada y ofendida. La cebra rió ligeramente antes de responder.
—Espero que me puedas perdonar, pequeña Applebloom. Pero no pude evitar hacerte “bú”.
Ya mas tranquila, aunque el corazón aún le golpeaba el pecho a toda velocidad, la pequeña Apple salió del arbusto.
—Iba a verte porque las CMC y yo queríamos ver si estabas en casa para venir a conseguir nuestras cutie marks como... ¡Exploradoras del bosque! ¿Qué, estarás en casa, estarás, estarás, estarás...?
La cebra rió ante el entusiasmo de la pequeña potra antes de hablar con su habitual tono de voz calmado y cantarín.
—Un honor sería para mi contar con la presencia de vosotras tres, pero me temo que el mejor momento este no es.
—¿Qué ocurre, Zecora?
—El bosque está alterado, como si algo lo hubiera atacado. Se está defendiendo y, para eso, sus caminos ha cerrado.
—¡Ah, por eso no pude encontrar la senda! —Zecora asintió a la conclusión de la pequeña— ¿Pero de qué se está defendiendo? ¿Es un monstruo?
—Lo que tu llamas monstruo es un animal poco comprendido. El bosque esconde muchos misterios, nada que ver con un ser enfurecido.
—¿Entonces, qué es?
Casi sin que la pequeña se diera cuenta, ambas se habían puesto a caminar entre los árboles, sin seguir ninguna senda aparente. La cebra encontraba su propio camino a la perfección, lanzando pequeñas miradas a su alrededor para ver señales que la ayudaran a orientarse: la dirección en la que crecía el musgo, la inclinación de los árboles, el viento...
—Lo desconozco, sinceramente. Lo que sí sé, mi pequeña amiga, es que adentrarse hoy en el bosque es algo propio de un demente.
—Eh... pero... —Applebloom dudó, tomando eso como una regañina—. ¡Pero yo no lo sabía!
—En eso tienes razón, y por eso te pido que regreses y de que nadie se acerque al bosque por hoy informes.
—¿Pero cómo voy a ir si estoy perdid...?
Antes de que acabara la queja, el bosque dio lugar a una explanada; frente a ella los árboles se abrían en un gran claro, al final del cual pudo ver el puente de entrada a Ponyville.
—¿Qué? ¿Pero cómo? ¡Si he estado perdida durante horas!
—Solo durante una hora, y dando vueltas como una peonza. Es fácil en el bosque, además, encontrar a una potra chillona —rió Zecora.
—¡Pero...!
—Ve y haz lo que he dicho.
Applebloom se giró para encontrar que su amiga se había dado la vuelta y estaba desapareciendo entre los árboles. Enfadada, hinchó los carrillos, ¡ella quería ver al monstruo! Pero acabó yendo a informar primero a su familia de lo que decía Zecora. Después de todo, no quería que nadie se pusiera en peligro por accidente.
Mientras tanto, Zecora se dirigió a lo profundo del bosque Everfree, siendo pronto engullida por el laberinto de vegetación que conformaba la zona más salvaje del mismo. A medida que avanzaba, la sensación de amenaza y temor que la había invadido a primera hora aquella mañana regresó. El bosque estaba inquieto; una ardilla, temerosa, se asomó de su madriguera, vigilando alrededor antes de volver con sus crías; el follaje de los árboles era más espeso de lo habitual, creando un clima claustrofóbico y aterrador, y varios lugares donde Zecora sabía que solía haber senderos estaban sellados por los arbustos.
Escuchó el crujir de unas ramas cerca de ella; sin temor observó el lugar para ver a un lobo de madera. El enorme y antinatural depredador clavó sus brillantes ojos en la cebra y, tras olisquearla en la distancia, se giró y siguió vigilando. Zecora observó que la criatura mostraba la actitud de un guardián de la manada, pero esta no estaba cerca; el lobo de madera estaba guardando esa sección del bosque.
La cebra cerró los ojos y caminó a ciegas, buscando qué era lo que el Everfree estaba protegiendo. La sensación de inquietud que copaba la atmósfera del bosque era constante pero, tras moverse en una dirección concreta, notó que esta aumentaba. Sabiendo que la fuente del peligro estaba hacia allí, Zecora se dirigió trotando hacia la misma. No tardó en darse cuenta de que se estaba aproximando al castillo abandonado de las hermanas alicornio.
Gritos.
A mucha distancia se escucharon unos gritos que parecían ponis; estos se intercalaron con el rugir de varias criaturas, a cada cual más grande que la anterior.
Fuego.
Grandes resplandores rojizos iluminaron una gran zona del bosque; Zecora galopó hacia el combate, quizá se trataba de un grupo de viajeros perdidos que habían provocado al Everfree sin querer. El sonido del combate duró un par de minutos más, haciéndose más fuerte a cada paso que daba la cebra, hasta que se llegó al claro que daba acceso al antiguo castillo de Nightmare Moon... y observó que el combate había acabado.
No se trataba de viajeros.
Los cuerpos de varios animales se hallaban desperdigados por la zona, entre los cadáveres de media docena de ponis; un oso lunar, gigantesco, resoplaba por el esfuerzo, y su oscura piel perlada con estrellas tenía varias quemaduras recientes. Había también restos de algunos lobos de madera en el suelo, destrozados por una poderosa magia; a Zecora le llamó la atención que uno de estos seres se había marchitado, pareciendo su cadáver una ancestral acumulación de troncos marchitos y desecados.
La sensación de inquietud, en esa zona, se convirtió en un mar de terror antinatural bien conocido para la chamán. El enorme oso gruñó hacia ella, pero la cebra no se inquietó: entonando un gutural cántico en su lengua natal, sacó un bote de sus alforjas y se acercó poco a poco al oso lunar. Este pareció dudar al principio pero, al poco, el extraño cantar pareció infundir algún tipo de entendimiento en la gigantesca criatura, la cual no solo permitió a Zecora acercarse, sino que incluso se agachó y le mostró la zona de su pelaje quemada por el fuego antinatural. La cebra, sin dejar de canturrear en ningún momento, aplicó el ungüento del bote en las heridas del oso. Un ligerísimo gruñido, casi como una exhalación, indicó cómo el producto estaba calmando el dolor del gran animal.
Cuan hubo terminado el tratamiento, Zecora caminó entre los cadáveres de los ponis, estudiándolos con detenimiento. No conocía a ninguno de los mismos. Había tanto unicornios como ponis de tierra; algunos habían caído bajo las mandíbulas de los lobos de madera, la gran mayoría bajo las garras del oso lunar. La chamán se agachó sobre uno de los cuerpos, posando su casco delantero en el mismo y cerrando los ojos. Un instante después se levantó de nuevo, suspirando para sí misma.
—¿Qué te pudieron ofrecer para que tu alma decidieras vender?
Mientras Zecora repetía el mismo proceso en cada cuerpo, unas enormes criaturas surgieron de las sombras del Everfree. Parecidos a un gran lobo, sus pelajes eran marrones o completamente negros, con unos ojos salvajes que brillaban en la oscuridad; sus mandíbulas, inconcediblemente grandes, mostraban dos hileras de colmillos afilados como dagas, y sus patas delanteras acababan en cuatro enormes garras. Los Worgs, lobos de las sombras y los bosques, aparecieron uno a uno, mirando durante un instante a Zecora antes de enfocar sus miradas hacia el castillo, pero no se atrevieron a adentrarse en él. El poder de su antigua propietaria, la misma Nightmare Moon, todavía rivalizaba con el dominio del bosque sobre la zona, y la mayoría de animales no osaban adentrarse en el ancestral edificio.
Zecora se situó en el centro del claro, mientras que el lobo más grande, el macho alfa, la observaba en silencio. Ahí, la cebra se alzó sobre sus patas traseras, extendió las delanteras a ambos lados de su cuerpo, y cerró los ojos, emitiendo un grave sonido constante desde su garganta. Dejó que el mismo invadiera sus sentidos uno a uno: Primero su oído acalló los ruidos del bosque y los animales que la rodeaban; después su cuerpo dejó de sentir el viento y la tierra bajo sus cascos traseros. Lo más complejo del arte de la meditación era el último movimiento: lograr silenciar los instintos más primarios de un ser vivo. Poco a poco dejó de sentir en su hocico el olor de la sangre, el fuego y la muerte; el sentido primordial que le gritaba que se alejara de esa zona, lentamente, fue silenciado, hasta que una oscuridad y quietud totales invadieron la mente de la chamán cebra.
Finalmente, Zecora abrió los ojos al mundo espiritual.
Los espíritus elementales que poblaban el bosque, los mismos responsables de su inestable clima, circulaban por las corrientes salvajes que ellos mismos provocaban con su danza. Espíritus del viento, del agua, de los árboles y las rocas... todos ellos se enlazaban en una aparentemente caótica danza, pero que trasmitía armonía, naturaleza y equilibrio. El bosque Everfree era de los pocos lugares realmente salvajes que quedaban en Equestria, uno de los pocos que se había resistido al artificial orden y paz que caracterizaba la magia de los ponis. Los habitantes de Equestria eran criaturas... interesantes, a ojos de Zecora. Pacíficos y amistosos, animales de manada que confiaban fácilmente en otras criaturas. Y, sin embargo, en ocasiones tan recelosos que huían de lo desconocido, como le ocurrió a ella cuando llegó a las cercanías de Ponyville.
Los conceptos de la vida y la muerte, que tan olvidados tenían los ponis, copaban ese lugar. Los espíritus de los árboles y la tierra se arremolinaban en torno a los animales y plantas muertos, que pronto darían riqueza y nutrientes al lecho del bosque; el viento, movido por los elementales del mismo, transportaba el polen y los olores que los cazadores usaban para localizar a sus presas, estas para evitar ser devoradas, y todos los animales para encontrar pareja en la época de celo.
Con sus ojos espirituales fue siguiendo la danza de varios elementales del aire que parecían dirigirse hacia el castillo de Nightmare Moon... pero se detuvieron abruptamente, cambiando de dirección en el último instante.
No necesitó preguntarse demasiado tiempo qué estaba ocurriendo: Los espíritus que poblaban la zona se agitaron inquietos durante unos instantes, y Zecora sintió una sensación de calor y peligro atacar su propia alma. El castillo abandonado se distorsionó ante sus ojos espirituales, y pronto sintió la presencia de un poder terrible e inmensamente poderoso surgiendo del interior de la antigua construcción.
Alguien estaba abriendo una ventana al Tártaro. Zecora cerró los ojos y, en un instante, todos sus sentidos volvieron al mundo físico.
Toda la zona era una vorágine de magia demoníaca: los lobos se sobrecogieron y retrocedieron, levantando los belfos y gruñendo; el oso hizo lo mismo, mirando alrededor con miedo; los árboles se agitaron cuando cientos de pequeños animales abandonaron sus refugios y corrieron alejándose de la zona. Hacía muchos años que Zecora no presenciaba algo así, y dudaba de que jamás hubiera ocurrido antes dentro de los límites del bosque Everfree.
La chamán no perdió un instante: Rebuscó en sus alforjas de las cuales sacó un pergamino de color rojo, lo desenrolló y escribió una rápida nota antes de volver a guardarlo. Y, a continuación, avanzó unos pasos hacia el origen del portal.
Pero ella no fue la única en hacerlo.
El viento empezó a soplar con fuerza, y los animales dejaron de retroceder; el terror que había activado sus instintos de supervivencia abandonó sus espíritus. El gran oso lunar y los Worgs estudiaron los alrededores, buscando una presa en vez del peligro. Hubo un violento sonido de galope cuando varios lobos de madera aparecieron en la zona, rugiendo hacia un enemigo que todavía no podían ver.
El oso lunar fue el primero en seguir a Zecora, dirigiéndose al precipicio que separaba el castillo del resto del bosque. Siendo demasiado grande para atravesar el diminuto puente, simplemente descendió a las profundidades de la grieta para, después, escalar por el otro lado. Zecora empezó a atravesar la tambaleante construcción de madera, notando la presencia de la magia prohibida con más fuerza a cada paso. Los Worgs y los Lobos de madera siguieron los pasos de la chamán cebra a través del puente, desplegándose alrededor del castillo y entrando a través de puertas, ventanas y aperturas que el tiempo había abierto en los gruesos muros.
El viento se incrementó, y las nubes salvajes se acumularon sobre la ancestral construcción. El bosque Everfree aulló contra aquellos que se habían atrevido a traer al Tártaro a sus dominios.
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El sol empezó a ocultarse sobre una inmensa selva; el irregular terreno, con montañas que sobresalían de la frondosa composición de la misma, creaba la sensación de que se trataba de un mar verde de olas congeladas que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Los ruidos de los animales sonaban por doquier, pero pocos ponis civilizados se habrían aventurado en una zona tan salvaje y alejada del centro de Equestria.
Cerca a un pequeño lago, sobre varios árboles y sostenida con una ingeniosa y caótica mezcla de lianas, maderas, trozos de tela y refuerzos de metal, se encontraba una pequeña cabaña. Y, de la misma, surgía el continuo rugir de un animal moribundo.
El interior era pobre, escueto y funcional: un rincón donde guardar reservas de comida y agua, otro donde almacenar objetos varios, bastantes libros, telas, ropa, mapas... y mucho desorden. Un visitante avispado no habría tardado en seguir el extraño sonido hasta una hamaca sostenida entre dos paredes, y tampoco habría tardado en ver que el supuesto animal moribundo no era otra cosa que una yegua babeante y roncante. De pelaje amarillo, portaba un chaleco y un salacot que le tapaba la cara, protegiéndola de la luz, bajo el cual sobresalía una larga y característica cabellero que se asemejaba a un arcoíris en blanco y negro.
La joven yegua parecía bien adaptada a los sonidos de la selva, ya que ninguno parecía molestarla: ni los gritos de los monos aullantes, ni los cánticos de los pájaros carnívoros que volaban cerca de la cabaña, ni los gruñidos del tigre selvático. Pero hay sonidos que, automáticamente son capaces de poner en alerta al poni más aguerrido.
—¡¡DARING DO!!
La yegua se levantó de golpe, haciendo saltar a su sombrero que, trazando una parábola extrañamente perfecta, cayó en la posición exacta sobre su cabeza. La crin negra y gris se sacudió a un lado y al otro, cuando su propietaria buscó la amenaza. Conocía demasiado bien esa voz. Después desplegó sus alas y se dirigió a una ventana en un corto vuelo.
—¿Qué te pasa...? ¡Woah!
Nada más asomarse vio una inconfundible mano con pelaje azulado dirigirse hacia ella; se agachó rápidamente, esquivándola y evitando ser atrapada. La intrépida exploradora, famosa por sus novelas -de las que muy pocos conocían realmente su veracidad- no perdió un instante en volar a toda velocidad y dirigirse a una frágil pared cercana. En el último instante plegó sus alas y cargó con las patas traseras por delante; la madera crujió y cedió ante el súbito impacto, y Daring Do sintió el gratificante contacto de pelaje, piel y músculo bajo sus cascos traseros. Ahuizotl perdió el agarré y cayó varios metros, antes de encontrar una rama del inmenso árbol con la que detener su caída, desde donde miró con rabia a su enemiga.
—¡Vamos, Ahuizotl! ¿Acaso he ido yo a despertarte de la siesta? Estos no son modales.
—Maldita Daring Do, ¡aunque te hagas la inocente de nada servirá! ¡Sé que lo tienes tú!
—¿Pero de qué hablas?
—¡No mientas, sé que me has robado el Gran Bastón de los Aydara! ¡Lo tenía todo listo para el ritual y TÚ me lo robaste!
—¿Cómo, que ya lo habías encontrado? ¡¿Cómo es que no me lo habías dicho?!
—¡¡PORQUE TÚ ME LO ROBASTE ANTES!!
—¡Que yo no te he robado nada! ¡Estaba durmiendo!
—¡No importa lo que digas, recuperaré el bastón! ¡APRESADLA!
Varios ponis salvajes, enormes y armados con lanzas, entraron en la cabaña. Daring Do echó a volar en dirección contraria, saltando por la ventana y dirigiéndose a la selva; más salvajes la esperaban ahí, preparados para lanzar sus jabalinas. La exploradora hizo un picado sobre el poni más cercano, cayendo con las cuatro patas sobre su cabeza y desequilibrándolo; el resto de ponis no lanzaron sus armas, temerosos de herir a su compañero, momento que Daring Do aprovechó para perderse entre los árboles.
—¡No escaparás, Daring Do! ¡A por ella, mis pequeños!
Mientras alternaba rápidos vuelos y un galope zigzagueante a través de la selva, Daring Do escuchó a su espalda el rugir de varios enormes felinos, coreados por el bufido de un adorable gatito blanco. Maldito gatito, de todos sus hermanos era sin duda el peor. Pero lo más inquietante de todo esto no era que Ahuizotl hubiera encontrado el bastón de los Ay-dara, o que ahora estuviera intentando matarla (otra vez).
Lo realmente inquietante, lo que verdaderamente preocupaba a Daring Do, era que ella no había robado ese objeto milenario. Y, por más que ella siempre lograra desbaratar los planes del gran simio azul, lo cierto es que este no era un rival a subestimar.
Tras unos minutos de huida se detuvo tras un gran árbol, jadeando, escuchando atentamente por si alguien la seguía.
—Al final... —jadeó— el profesor va a tener razón. Tengo que...
Una lanza pasó volando a escasos centímetros de su cara, clavándolse violentamente contra un árbol cercano.
—¡Ahuizotl, no me digas que aún estás resentido porque no te dí el anillo!
—¡ATRAPADLA! —gritó Auithzothl, señalándola y guiando a sus enormes felinos a darle caza.
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—Hay algo que no entiendo —dijo Hope Spell, todavía en pie frente a la familia Pones.
—Pregunta.
—Si solo sois cinco, ¿cómo podéis mantener el orden? ¿Cómo lográis combatir a los nigromantes, demonologistas y demás?
—Ellos tampoco son demasiados, Hope —respondió Aitana.
—Pero, si no me equivoco, cualquier mago mediocre puede volverse inmensamente poderoso usando la nigromancia, o haciendo un pacto con demonios. Podría haber decenas de practicantes de las artes prohibidas en Equestria, ahora mismo. No me creo que podáis con todos ellos.
—No le falta razón, señor Spell.
El profesor caminó con su silla de ruedas hasta situarse en el centro de la sala.
—Es cierto que una criatura puede volverse muy poderosa muy rápido haciendo un pacto con el Tártaro, por ejemplo. Sin embargo este poder es una mera ilusión, y si se conocen las técnicas adecuadas, no son rival para un cazador de demonios. Aitana misma, siendo una poni de tierra, ha acabado con muchísimos magos negros y nigromantes, y ha devuelto al Tártaro a cientos de demonios.
—El auténtico problema no son los idiotas que descubren las artes prohibidas —añadió Aitana —, sino aquellos que han estado toda una vida entrenando en las mismas. Lo que tú viste en Cérvidas no era más que un ejército no-muerto reunido por unos cuantos nigromantes mediocres.
—¿Que un ejército capaz de sitiar la capital de Cérvidas es algo “mediocre” para ti? —exclamó Hope, perplejo —. ¿A qué llamas tú un nigromante competente?
—Por ejemplo, a las plagas de Egiptrot.
Hope conocía bien la historia mitológica: un faraón condenó a un gran mago a morir, junto a todos sus familiares y discípulos, por haber usado magia nigromántica para destruir a un ejercito enemigo. El mago juró que por cada ejecución, cientos de ciudadanos morirían a su vez. La amenaza fue ignorada, y así se desataron las plagas de Egiptrot: La plaga de langostas que devoraron los campos de cultivos, la peste que acabó con todos los trabajadores, la noche en que un hechizo mató a todos los primogénitos de las familias nobles, la lluvia de sangre y, finalmente, el alzamiento de los muertos que arrasó el reino.
—Eso es mitología, Aitana.
—¿Recuerdas lo que te conté en el barco, sobre La Gran Purga y El Olvido que instauró Celestia? La verdadera historia de Egiptrot se ocultó y se convirtió en un mito. Lo cierto es que todas esas plagas las hizo un único nigromante con un poder jamás visto.
—Eso... no es posible.
Aitana y su padre fijaron durante un instante la vista en la brújula rota que colgaba del perchero de la casa, junto al chaleco de la yegua marrón.
—Hijo, créeme, lo hemos comprobado en persona. Ocurrió así.
Hope tomó su vaso con magia para beber un poco más, pero luego recordó que estaba envenenado, y lo volvió a dejar. Viendo el gesto, Aitana se levantó y sacó tres nuevos vasos y una botella de sidra que abrió frente a Hope.
—Pero entonces, ¿cómo hacéis lo que hacéis? ¿Les plantáis batalla abiertamente?
—La verdad es que pocas veces —explicó Aitana —. Últimamente todo ha estado muy animado, pero casi todas mis expediciones han sido investigaciones que han concluido antes de que llegara a haber problemas de verdad. Lo que ocurrió en los Reinos Lobo ha sido el primer alzamiento real de un gran demonologista en siglos. Y, ahora mismo, la Hermandad de la Sombra nos lleva ventaja.
—Los magos oscuros, especialmente los demonologistas, actúan a través de cultos menores —añadió el profesor —. Cuando un gran demonologista hace movimientos es a través de otros ponis que creen estar en control de la situación, cuando en realidad están sirviendo a un mago más poderoso sin saberlo.
>>Su objetivo siempre es otorgar poder a algún señor de Tártaro para así obtener sus favores; en otras ocasiones intentan ganar poder ellos mismos para intentar dominar a algún demonio. Nosotros detectamos estos cultos menores, los perseguimos y acabamos con ellos en silencio antes de que lleguen a ser un verdadero problema. Después seguimos las pistas que estos dejan hasta el cultista principal que ha organizado toda la trama.
—Luego están los nigromantes, esos son fáciles de localizar, las señales de su presencia son muy características y no saben esconderse. Los realmente complicados son los putos magos negros, no es nada fácil dar con ellos.
—Usted, señor Spell, —continuó el profesor— entiende nuestro trabajo como un batalla, y no se puede estar más equivocado. Esto es un juego de ajedrez y poder en las sombras: al igual que ellos tienen sus cultos menores, nosotros tenemos informadores, ayudantes, y contactos en toda Equestria y fuera de esta. Un movimiento en falso por nuestra parte puede suponer nuestra destrucción, y el triunfo de los servidores del Tártaro.
Hope Spell se volvió a sentar, con el vaso de fría sidra frente a él. Sabía que pronto tendría que escoger, ¿unirse a los Arqueólogos y perder a su familia, o ignorarlo todo para permanecer con ella? Quería a sus hermanas, las amaba como a nada en el mundo, ¿cómo podía desprenderse de ellas? Quizá... quizá pudiera pensar otra solución. Quizá....
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Un bólido de color cian atravesó PonyVille a toda velocidad, sorteando edificios con una agilidad impresionante, dejando tras de sí una estela con todos los colores del arcoíris. El cielo se estaba cubriendo rápidamente con densas nubes grises, y los truenos se dejaban escuchar.
—¡Todos los ponis, escuchad! —gritó Rainbow Dash. El viento creciente revolvió su melena multicolor en torno a su rostro—. ¡Se acerca una gran tormenta, tenéis que volver a casa ya!
—¡Rainbow Dash! —exclamó la alcaldesa llamada Alcaldesa*—. ¿Qué significa esto? ¡No había ninguna tormenta planificada para este mes!
A medida que más habitantes del pueblo se reunían en torno a la yegua azul, muchas voces se unieron a la pregunta de la alcaldesa. Rainbow se giró hacia varios antes de llevarse una pezuña a la cara. “'Busca una promoción en el equipo meteorológico', dijeron. 'Será divertido', dijeron.” Era en esos momentos, cuando tenía que dirigirse a un pueblo exigiéndole explicaciones, cuando la pegaso deportista detestaba los bits extra que le daba esa promoción. Con la potencia de unos pulmones entrenados durante toda una vida de atletismo y vuelo, Rainbow cogió aire y berreó:
—¡¡BUENO, YA VALE!! —el griterío a su alrededor murió de golpe—. Esta es una tormenta del Everfree, ¿entendéis? ¡Es una tormenta salvaje y no podemos controlarla! Ya hemos ido a investigar y es muy violenta, ¡así que mejor que os escondáis!
Hubo un momento de silencio que dejó escuchar mejor el aullar del viento a través de los edificios del pueblo. Entre la multitud Rainbow, por fin, pudo ver la cara de una unicornio lila que conocía muy bien.
—Rainbow, ¿cómo de peligrosa es la tormenta? ¿Basta con que nos quedemos en casa?
Súbitamente, la aludida sintió un inmenso resplandor a su espalda, seguido inmediatamente de la onda de choque y la explosión de un rayo que había caído en el bosque, demasiado cerca del linde del pueblo. La pegaso hizo un gran esfuerzo mental por no parecer inmutada en absoluto: era un momento demasiado épico como para estropearlo pareciendo asustada. Guardando la compostura con terquedad, la orgullosa pegaso miró a la multitud y arqueó una ceja.
Ese simple gesto transmitió sin palabras lo peligrosa que era esa tormenta.
—Bueno, ciudadanos, ya habéis oído: id todos a casa y cerrad puertas y ventanas —ordenó la alcaldesa con inquieta tranquilidad.
—¡Mejor quedáos en el sótano! —añadió Twilight—. Si no tenéis id a casa de algún amigo, o venid a Golden Oaks, Spike y yo tenemos sitio de sobra.
—¡Yo voy a avisar a Applejack! —gritó Rainbow antes de salir volando hacia la granja a toda velocidad.
Poco a poco, los ponis abandonaron las calles, siguiendo las recomendaciones de la jefa del equipo meteorológico. Sobre el bosque Everfree, la creciente tormenta rugía. Twilight, mientras acompañaba a un pequeño grupo de ponis hacia Golden Oaks, se detuvo durante un instante, mirando a la misma.
Notó que el corazón se le disparaba, sintiendo en su conciencia el resquemor de un temor que jamás había experimentado. Se concentró, haciendo que su cuerno brillara ligeramente, y no tardó en sentir una corriente de magia surgiendo del bosque. Una magia que le inspiraba... sentimientos parecidos a la magia oscura que había tenido que usar en el Imperio de Cristal para desvelar los planes de Sombra. ¿Qué podía estar causando...?
—¡Twilight Sparkle! ¿Estás bien?
Dejó de mirar a la tormenta ante la pregunta de la señora Cake. La yegua llevaba a sus dos potrillos en sendas alforjas a la espalda. Pudo ver a su marido en el Sugarcube Corner, clavando tablas en las ventanas.
—Sí... sí señora Cake, estoy bien. ¿Su casa cuenta con sótano? —la madre negó, y Twilight sonrió tranquilizadoramente —. Entonces vamos a la mía.
—¡Oh, querida! ¿Cómo puedo agradecértelo?
Los dos gemelos cake parecían divertidos por el viento que hacía volar las crines de su madre, despeinándola. Twilight rió sinceramente.
—Es un placer, no tiene que hacer nada. Aunque sé que Spike será muy feliz si le reserva un pastel de gemás en la próxima hornada.
—Oh, el pequeño siempre tiene uno reservado, ya lo sabes. Pero en la siguiente me aseguraré de ponerle un rubí extra-grande.
Trotaron hacia la biblioteca de Ponyville y, nada más llegar, Twilight se detuvo boquiabierta. Todas las ventanas habían sido selladas con maderas, pero eso no parecía un trabajo apresurado: Estaban todas bien alineadas, sin dejar un resquicio. Varios ponis estaban entrando, dirigidos por Spike. El pequeño dragón vio a Twilight y la llamó en la distancia.
—¡Spike! ¿Pero cómo has hecho todo esto? —preguntó Twilight al acercarse, sorprendida —. ¡Acaban de avisar de la tormenta!
—Si no he sido y, ha sido...
Completando la respuesta de Spike, una poni rosa apareció súbitamente entre este y Twilight, hablando a toda velocidad.
—¡Hola Twilight! Estaba esta mañana preparando pasteles cuando sentí a mi Pinkie-Sentido, pero este era raro. Porque fue temblor de pelo, pelo lacio, pelo afro, pelo lacio, cosquilleto de pata y orejas aleteantes, ¡tres veces! Pero claro, eso me pasa cuando me voy a mojar por sorpresa, ¡pero no había tanta agua cerca! Entonces fui a preguntar a un Clear Skies, ya sabes la pegaso del equipo meteorológico, y me dijo que no iba a llover. Y yo dije, “uy qué raro”, pero entonces quise ir a ver a Zecora, ¡pero el bosque no me dejó pasar! ¿Te lo puedes creer? Porque entonces...
—Pinkie, un bosque es un bosque —objetó Twilight —. ¡No puede decidir no dejarte pasar!
—Bueno, ¡dah! Es un bosque mágico, y había lobos de madera que querían jugar al pilla pilla. ¡Porque no querían dejarme pasar! ¡Si yo siempre he sido buena con el bosque, siempre recojo los papeles de los caramelos cuando paseo por él! Y entonces volví a sentir al pinkie sentido, pero esta vez era aleteo de orejas, patitas tensas, salto salvaje y cosquilleo de nariz. ¡Y entonces vi que iba a haber una tormenta en el bosque, una muy mala! Así que volví al pueblo para avisar, pero pensé “ese es trabajo de Rainbow Dash, mejor le dejo a ella” y decidí venir a tu casa a tapiar las ventanas. ¡Porque esta noche podríamos hacer una GRAAAAAAN pijamada! ¿Qué te parece?
Twilight, Spike y la señora Cake miraban a la poni rosa murmurando “Eh...” y sin saber qué decir ante tal despliegue de verborrea. Pinkie sacudió su esponjosa cola y de ella salió una enorme gema roja que le pasó a la señora Cake.
—Tenga señora Cake, para el pastel de Spike.
Mientras la poni rosa se metía en la biblioteca, las dos ponis y el dragón se miraron mutuamente antes de exclamar a la vez:
—¡Es Pinkie Pie!
Twilight fue la primera en entrar y, en cuanto lo hizo, tuvo que hacer un esfuerzo para no alterarse al ver la biblioteca con tanto movimiento. Y no se trataba de ponis en absoluto: ¡ardillas! ¡Había ardillas transportando una enorme pila de bellotas una a una en una larga fila hacia el sótano! Vio que varios ratones corrían hacia un periódico, rompían varias tiras de papel y se lo llevaban abajo a su vez. Y, en medio de esa pequeña y adorable vorágine animal, un pequeño conejo blanco dirigía a sus amiguitos pronunciando ininteligibles palabrotas conejiles.
—¿También se ha traído a Fluttershy?
—También se ha traído a Fluttershy —confirmó Spike —. Por cierto, al oso le gusta la miel. Fluttershy dice que cuando pase la tormenta nos traerá más.
—¡¿Cómo que “al oso le gusta la miel”?!
Un enorme eructo resonó desde el sótano por toda la casa árbol. Los gemelos Cake se carcajearon como respuesta.
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—Creo que no tengo opción —reflexionó Hope Spell en voz alta —. Amo a mi familia, especialmente a mi hermanas pequeñas más que cualquier cosa en el mundo. No puedo imaginar cómo sería separarme de ellas.
Aitana suspiró en silencio, esperando a que el semental verde rechazara unirse a los Arqueólogos. Una lástima, pero no podía obligarle.
—Entiendo todo el secretismo que traéis, y por qué me haréis olvidar esta conversación si digo que no. Pero me conozco bien, y sé que si mañana despierto sin recordar nada y me dices que no quieres que te acompañe, Aitana... Me pondré a investigar por mi cuenta, y a buscar magos negros en solitario. ¿Qué hago entonces? ¿Me uno a vosotros y me separo de mi familia, lucho en solitario para que acaben descubriendo a los que amo, o me quedo quieto rezando para que no falléis?
El joven unicornio clavó la mirada en el suelo durante unos segundos con expresión serena. El profesor Pones estaba, ciertamente, sorprendido por la madurez que mostraba su estudiante. Los hechos de Lutnia le habían hecho crecer de repente, pasando de ser un inocente poni Equestriano a uno que acababa de conocer los horrores del mundo. Y no solo los había conocido: los había enfrentado y, ahora, estaba a punto de optar por seguir haciéndolo. Hope levantó la cabeza y miró directamente a la familia Pones con sus ojos marrones.
—Acepto. Pensaré qué... hacer con mi familia. Pero acepto.
El anciano gris se levantó y se dirigió hacia Hope, inclinándose ligeramente ante él en señal de respeto.
—Bienvenido a los Arqueólogos, Hope Spell. Mañana empezará tu entrenamiento.
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*El chiste en inglés es que la alcaldesa (mayor) se llama Mayor (Mayor, the mayor mare). Para conservar el chiste en español, decidí traducir su nombre (la alcaldesa Alcaldesa).
Espero que la espera haya valido la pena con este capítulo que vale por dos. Vengaaaa, ¿quién quiere conocer a los otros arqueólogos? ¡Que levante el casco!
—Oh no.... ¡oh, no, no, no, no! ¡Estaba aquí, no puede haber desaparecido!
Escogiendo la dirección que le pareció correcta, la cual no distaba mucho de haber escogido al azar, empezó a galopar entre los árboles desesperada por encontrar una senda. Llevaba mucho rato perdida, y apenas podía ver el sol a través del follaje. Se volvió a detener en un pequeño claro, pero esta vez no pudo reconocer nada alrededor.
—¡No, no, no, no!
Finalmente, asumiendo que estaba irremediablemente perdida, Applebloom hizo lo único que podía hacer una potrilla en su situación.
—¡¿HOLA?! ¡¿ME OYE ALGUIEN?! ¡Applejack, Zecora! ¿Alguien?
Tras unos segundos de silencio no hubo respuesta alguna a sus gritos. La pequeña empezó a desesperarse, notando cómo la luz empezaba a morir, ¿pero cuánto tiempo había pasado en el bosque? ¡No debería haber entrado en el bosque por la tarde, no quería pasar la noche ahí! El silencio la rodeó completamente, amenazador y terrible, como si algo se preparara para atacarla.
Crack.
Hubo un crujido muy cercano a ella. Applebloom dio un salto, gritó en el aire, y galopó a toda velocidad hacia un arbusto cercano, bajo el que se escondió, temblorosa. Nuevamente el silencio se hizo presente, y la pobre potra tuvo hasta miedo de respirar demasiado fuerte. ¿Qué había ahí fuera? ¿Sería un lobo de madera, un oso lunar? ¡O quizá el SlenderPony! Durant unos instantes solo pudo escuchar el martilleo de su corazón en el pecho... hasta que algo apartó el matorral, descubriendo frente a ella dos brillantes ojos turquesa.
—¡BU!
—¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH!!
Applebloom retrocedió tan rápido como pudo pero, al instante, reconoció la piel y crin con un característico patrón a raya, y los enormes aros dorados que adornaban las orejas de una buena amiga.
—¡Zecora! —gritó la pequeña, aterrorizada y ofendida. La cebra rió ligeramente antes de responder.
—Espero que me puedas perdonar, pequeña Applebloom. Pero no pude evitar hacerte “bú”.
Ya mas tranquila, aunque el corazón aún le golpeaba el pecho a toda velocidad, la pequeña Apple salió del arbusto.
—Iba a verte porque las CMC y yo queríamos ver si estabas en casa para venir a conseguir nuestras cutie marks como... ¡Exploradoras del bosque! ¿Qué, estarás en casa, estarás, estarás, estarás...?
La cebra rió ante el entusiasmo de la pequeña potra antes de hablar con su habitual tono de voz calmado y cantarín.
—Un honor sería para mi contar con la presencia de vosotras tres, pero me temo que el mejor momento este no es.
—¿Qué ocurre, Zecora?
—El bosque está alterado, como si algo lo hubiera atacado. Se está defendiendo y, para eso, sus caminos ha cerrado.
—¡Ah, por eso no pude encontrar la senda! —Zecora asintió a la conclusión de la pequeña— ¿Pero de qué se está defendiendo? ¿Es un monstruo?
—Lo que tu llamas monstruo es un animal poco comprendido. El bosque esconde muchos misterios, nada que ver con un ser enfurecido.
—¿Entonces, qué es?
Casi sin que la pequeña se diera cuenta, ambas se habían puesto a caminar entre los árboles, sin seguir ninguna senda aparente. La cebra encontraba su propio camino a la perfección, lanzando pequeñas miradas a su alrededor para ver señales que la ayudaran a orientarse: la dirección en la que crecía el musgo, la inclinación de los árboles, el viento...
—Lo desconozco, sinceramente. Lo que sí sé, mi pequeña amiga, es que adentrarse hoy en el bosque es algo propio de un demente.
—Eh... pero... —Applebloom dudó, tomando eso como una regañina—. ¡Pero yo no lo sabía!
—En eso tienes razón, y por eso te pido que regreses y de que nadie se acerque al bosque por hoy informes.
—¿Pero cómo voy a ir si estoy perdid...?
Antes de que acabara la queja, el bosque dio lugar a una explanada; frente a ella los árboles se abrían en un gran claro, al final del cual pudo ver el puente de entrada a Ponyville.
—¿Qué? ¿Pero cómo? ¡Si he estado perdida durante horas!
—Solo durante una hora, y dando vueltas como una peonza. Es fácil en el bosque, además, encontrar a una potra chillona —rió Zecora.
—¡Pero...!
—Ve y haz lo que he dicho.
Applebloom se giró para encontrar que su amiga se había dado la vuelta y estaba desapareciendo entre los árboles. Enfadada, hinchó los carrillos, ¡ella quería ver al monstruo! Pero acabó yendo a informar primero a su familia de lo que decía Zecora. Después de todo, no quería que nadie se pusiera en peligro por accidente.
Mientras tanto, Zecora se dirigió a lo profundo del bosque Everfree, siendo pronto engullida por el laberinto de vegetación que conformaba la zona más salvaje del mismo. A medida que avanzaba, la sensación de amenaza y temor que la había invadido a primera hora aquella mañana regresó. El bosque estaba inquieto; una ardilla, temerosa, se asomó de su madriguera, vigilando alrededor antes de volver con sus crías; el follaje de los árboles era más espeso de lo habitual, creando un clima claustrofóbico y aterrador, y varios lugares donde Zecora sabía que solía haber senderos estaban sellados por los arbustos.
Escuchó el crujir de unas ramas cerca de ella; sin temor observó el lugar para ver a un lobo de madera. El enorme y antinatural depredador clavó sus brillantes ojos en la cebra y, tras olisquearla en la distancia, se giró y siguió vigilando. Zecora observó que la criatura mostraba la actitud de un guardián de la manada, pero esta no estaba cerca; el lobo de madera estaba guardando esa sección del bosque.
La cebra cerró los ojos y caminó a ciegas, buscando qué era lo que el Everfree estaba protegiendo. La sensación de inquietud que copaba la atmósfera del bosque era constante pero, tras moverse en una dirección concreta, notó que esta aumentaba. Sabiendo que la fuente del peligro estaba hacia allí, Zecora se dirigió trotando hacia la misma. No tardó en darse cuenta de que se estaba aproximando al castillo abandonado de las hermanas alicornio.
Gritos.
A mucha distancia se escucharon unos gritos que parecían ponis; estos se intercalaron con el rugir de varias criaturas, a cada cual más grande que la anterior.
Fuego.
Grandes resplandores rojizos iluminaron una gran zona del bosque; Zecora galopó hacia el combate, quizá se trataba de un grupo de viajeros perdidos que habían provocado al Everfree sin querer. El sonido del combate duró un par de minutos más, haciéndose más fuerte a cada paso que daba la cebra, hasta que se llegó al claro que daba acceso al antiguo castillo de Nightmare Moon... y observó que el combate había acabado.
No se trataba de viajeros.
Los cuerpos de varios animales se hallaban desperdigados por la zona, entre los cadáveres de media docena de ponis; un oso lunar, gigantesco, resoplaba por el esfuerzo, y su oscura piel perlada con estrellas tenía varias quemaduras recientes. Había también restos de algunos lobos de madera en el suelo, destrozados por una poderosa magia; a Zecora le llamó la atención que uno de estos seres se había marchitado, pareciendo su cadáver una ancestral acumulación de troncos marchitos y desecados.
La sensación de inquietud, en esa zona, se convirtió en un mar de terror antinatural bien conocido para la chamán. El enorme oso gruñó hacia ella, pero la cebra no se inquietó: entonando un gutural cántico en su lengua natal, sacó un bote de sus alforjas y se acercó poco a poco al oso lunar. Este pareció dudar al principio pero, al poco, el extraño cantar pareció infundir algún tipo de entendimiento en la gigantesca criatura, la cual no solo permitió a Zecora acercarse, sino que incluso se agachó y le mostró la zona de su pelaje quemada por el fuego antinatural. La cebra, sin dejar de canturrear en ningún momento, aplicó el ungüento del bote en las heridas del oso. Un ligerísimo gruñido, casi como una exhalación, indicó cómo el producto estaba calmando el dolor del gran animal.
Cuan hubo terminado el tratamiento, Zecora caminó entre los cadáveres de los ponis, estudiándolos con detenimiento. No conocía a ninguno de los mismos. Había tanto unicornios como ponis de tierra; algunos habían caído bajo las mandíbulas de los lobos de madera, la gran mayoría bajo las garras del oso lunar. La chamán se agachó sobre uno de los cuerpos, posando su casco delantero en el mismo y cerrando los ojos. Un instante después se levantó de nuevo, suspirando para sí misma.
—¿Qué te pudieron ofrecer para que tu alma decidieras vender?
Mientras Zecora repetía el mismo proceso en cada cuerpo, unas enormes criaturas surgieron de las sombras del Everfree. Parecidos a un gran lobo, sus pelajes eran marrones o completamente negros, con unos ojos salvajes que brillaban en la oscuridad; sus mandíbulas, inconcediblemente grandes, mostraban dos hileras de colmillos afilados como dagas, y sus patas delanteras acababan en cuatro enormes garras. Los Worgs, lobos de las sombras y los bosques, aparecieron uno a uno, mirando durante un instante a Zecora antes de enfocar sus miradas hacia el castillo, pero no se atrevieron a adentrarse en él. El poder de su antigua propietaria, la misma Nightmare Moon, todavía rivalizaba con el dominio del bosque sobre la zona, y la mayoría de animales no osaban adentrarse en el ancestral edificio.
Zecora se situó en el centro del claro, mientras que el lobo más grande, el macho alfa, la observaba en silencio. Ahí, la cebra se alzó sobre sus patas traseras, extendió las delanteras a ambos lados de su cuerpo, y cerró los ojos, emitiendo un grave sonido constante desde su garganta. Dejó que el mismo invadiera sus sentidos uno a uno: Primero su oído acalló los ruidos del bosque y los animales que la rodeaban; después su cuerpo dejó de sentir el viento y la tierra bajo sus cascos traseros. Lo más complejo del arte de la meditación era el último movimiento: lograr silenciar los instintos más primarios de un ser vivo. Poco a poco dejó de sentir en su hocico el olor de la sangre, el fuego y la muerte; el sentido primordial que le gritaba que se alejara de esa zona, lentamente, fue silenciado, hasta que una oscuridad y quietud totales invadieron la mente de la chamán cebra.
Finalmente, Zecora abrió los ojos al mundo espiritual.
Los espíritus elementales que poblaban el bosque, los mismos responsables de su inestable clima, circulaban por las corrientes salvajes que ellos mismos provocaban con su danza. Espíritus del viento, del agua, de los árboles y las rocas... todos ellos se enlazaban en una aparentemente caótica danza, pero que trasmitía armonía, naturaleza y equilibrio. El bosque Everfree era de los pocos lugares realmente salvajes que quedaban en Equestria, uno de los pocos que se había resistido al artificial orden y paz que caracterizaba la magia de los ponis. Los habitantes de Equestria eran criaturas... interesantes, a ojos de Zecora. Pacíficos y amistosos, animales de manada que confiaban fácilmente en otras criaturas. Y, sin embargo, en ocasiones tan recelosos que huían de lo desconocido, como le ocurrió a ella cuando llegó a las cercanías de Ponyville.
Los conceptos de la vida y la muerte, que tan olvidados tenían los ponis, copaban ese lugar. Los espíritus de los árboles y la tierra se arremolinaban en torno a los animales y plantas muertos, que pronto darían riqueza y nutrientes al lecho del bosque; el viento, movido por los elementales del mismo, transportaba el polen y los olores que los cazadores usaban para localizar a sus presas, estas para evitar ser devoradas, y todos los animales para encontrar pareja en la época de celo.
Con sus ojos espirituales fue siguiendo la danza de varios elementales del aire que parecían dirigirse hacia el castillo de Nightmare Moon... pero se detuvieron abruptamente, cambiando de dirección en el último instante.
No necesitó preguntarse demasiado tiempo qué estaba ocurriendo: Los espíritus que poblaban la zona se agitaron inquietos durante unos instantes, y Zecora sintió una sensación de calor y peligro atacar su propia alma. El castillo abandonado se distorsionó ante sus ojos espirituales, y pronto sintió la presencia de un poder terrible e inmensamente poderoso surgiendo del interior de la antigua construcción.
Alguien estaba abriendo una ventana al Tártaro. Zecora cerró los ojos y, en un instante, todos sus sentidos volvieron al mundo físico.
Toda la zona era una vorágine de magia demoníaca: los lobos se sobrecogieron y retrocedieron, levantando los belfos y gruñendo; el oso hizo lo mismo, mirando alrededor con miedo; los árboles se agitaron cuando cientos de pequeños animales abandonaron sus refugios y corrieron alejándose de la zona. Hacía muchos años que Zecora no presenciaba algo así, y dudaba de que jamás hubiera ocurrido antes dentro de los límites del bosque Everfree.
La chamán no perdió un instante: Rebuscó en sus alforjas de las cuales sacó un pergamino de color rojo, lo desenrolló y escribió una rápida nota antes de volver a guardarlo. Y, a continuación, avanzó unos pasos hacia el origen del portal.
Pero ella no fue la única en hacerlo.
El viento empezó a soplar con fuerza, y los animales dejaron de retroceder; el terror que había activado sus instintos de supervivencia abandonó sus espíritus. El gran oso lunar y los Worgs estudiaron los alrededores, buscando una presa en vez del peligro. Hubo un violento sonido de galope cuando varios lobos de madera aparecieron en la zona, rugiendo hacia un enemigo que todavía no podían ver.
El oso lunar fue el primero en seguir a Zecora, dirigiéndose al precipicio que separaba el castillo del resto del bosque. Siendo demasiado grande para atravesar el diminuto puente, simplemente descendió a las profundidades de la grieta para, después, escalar por el otro lado. Zecora empezó a atravesar la tambaleante construcción de madera, notando la presencia de la magia prohibida con más fuerza a cada paso. Los Worgs y los Lobos de madera siguieron los pasos de la chamán cebra a través del puente, desplegándose alrededor del castillo y entrando a través de puertas, ventanas y aperturas que el tiempo había abierto en los gruesos muros.
El viento se incrementó, y las nubes salvajes se acumularon sobre la ancestral construcción. El bosque Everfree aulló contra aquellos que se habían atrevido a traer al Tártaro a sus dominios.
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El sol empezó a ocultarse sobre una inmensa selva; el irregular terreno, con montañas que sobresalían de la frondosa composición de la misma, creaba la sensación de que se trataba de un mar verde de olas congeladas que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Los ruidos de los animales sonaban por doquier, pero pocos ponis civilizados se habrían aventurado en una zona tan salvaje y alejada del centro de Equestria.
Cerca a un pequeño lago, sobre varios árboles y sostenida con una ingeniosa y caótica mezcla de lianas, maderas, trozos de tela y refuerzos de metal, se encontraba una pequeña cabaña. Y, de la misma, surgía el continuo rugir de un animal moribundo.
El interior era pobre, escueto y funcional: un rincón donde guardar reservas de comida y agua, otro donde almacenar objetos varios, bastantes libros, telas, ropa, mapas... y mucho desorden. Un visitante avispado no habría tardado en seguir el extraño sonido hasta una hamaca sostenida entre dos paredes, y tampoco habría tardado en ver que el supuesto animal moribundo no era otra cosa que una yegua babeante y roncante. De pelaje amarillo, portaba un chaleco y un salacot que le tapaba la cara, protegiéndola de la luz, bajo el cual sobresalía una larga y característica cabellero que se asemejaba a un arcoíris en blanco y negro.
La joven yegua parecía bien adaptada a los sonidos de la selva, ya que ninguno parecía molestarla: ni los gritos de los monos aullantes, ni los cánticos de los pájaros carnívoros que volaban cerca de la cabaña, ni los gruñidos del tigre selvático. Pero hay sonidos que, automáticamente son capaces de poner en alerta al poni más aguerrido.
—¡¡DARING DO!!
La yegua se levantó de golpe, haciendo saltar a su sombrero que, trazando una parábola extrañamente perfecta, cayó en la posición exacta sobre su cabeza. La crin negra y gris se sacudió a un lado y al otro, cuando su propietaria buscó la amenaza. Conocía demasiado bien esa voz. Después desplegó sus alas y se dirigió a una ventana en un corto vuelo.
—¿Qué te pasa...? ¡Woah!
Nada más asomarse vio una inconfundible mano con pelaje azulado dirigirse hacia ella; se agachó rápidamente, esquivándola y evitando ser atrapada. La intrépida exploradora, famosa por sus novelas -de las que muy pocos conocían realmente su veracidad- no perdió un instante en volar a toda velocidad y dirigirse a una frágil pared cercana. En el último instante plegó sus alas y cargó con las patas traseras por delante; la madera crujió y cedió ante el súbito impacto, y Daring Do sintió el gratificante contacto de pelaje, piel y músculo bajo sus cascos traseros. Ahuizotl perdió el agarré y cayó varios metros, antes de encontrar una rama del inmenso árbol con la que detener su caída, desde donde miró con rabia a su enemiga.
—¡Vamos, Ahuizotl! ¿Acaso he ido yo a despertarte de la siesta? Estos no son modales.
—Maldita Daring Do, ¡aunque te hagas la inocente de nada servirá! ¡Sé que lo tienes tú!
—¿Pero de qué hablas?
—¡No mientas, sé que me has robado el Gran Bastón de los Aydara! ¡Lo tenía todo listo para el ritual y TÚ me lo robaste!
—¿Cómo, que ya lo habías encontrado? ¡¿Cómo es que no me lo habías dicho?!
—¡¡PORQUE TÚ ME LO ROBASTE ANTES!!
—¡Que yo no te he robado nada! ¡Estaba durmiendo!
—¡No importa lo que digas, recuperaré el bastón! ¡APRESADLA!
Varios ponis salvajes, enormes y armados con lanzas, entraron en la cabaña. Daring Do echó a volar en dirección contraria, saltando por la ventana y dirigiéndose a la selva; más salvajes la esperaban ahí, preparados para lanzar sus jabalinas. La exploradora hizo un picado sobre el poni más cercano, cayendo con las cuatro patas sobre su cabeza y desequilibrándolo; el resto de ponis no lanzaron sus armas, temerosos de herir a su compañero, momento que Daring Do aprovechó para perderse entre los árboles.
—¡No escaparás, Daring Do! ¡A por ella, mis pequeños!
Mientras alternaba rápidos vuelos y un galope zigzagueante a través de la selva, Daring Do escuchó a su espalda el rugir de varios enormes felinos, coreados por el bufido de un adorable gatito blanco. Maldito gatito, de todos sus hermanos era sin duda el peor. Pero lo más inquietante de todo esto no era que Ahuizotl hubiera encontrado el bastón de los Ay-dara, o que ahora estuviera intentando matarla (otra vez).
Lo realmente inquietante, lo que verdaderamente preocupaba a Daring Do, era que ella no había robado ese objeto milenario. Y, por más que ella siempre lograra desbaratar los planes del gran simio azul, lo cierto es que este no era un rival a subestimar.
Tras unos minutos de huida se detuvo tras un gran árbol, jadeando, escuchando atentamente por si alguien la seguía.
—Al final... —jadeó— el profesor va a tener razón. Tengo que...
Una lanza pasó volando a escasos centímetros de su cara, clavándolse violentamente contra un árbol cercano.
—¡Ahuizotl, no me digas que aún estás resentido porque no te dí el anillo!
—¡ATRAPADLA! —gritó Auithzothl, señalándola y guiando a sus enormes felinos a darle caza.
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—Hay algo que no entiendo —dijo Hope Spell, todavía en pie frente a la familia Pones.
—Pregunta.
—Si solo sois cinco, ¿cómo podéis mantener el orden? ¿Cómo lográis combatir a los nigromantes, demonologistas y demás?
—Ellos tampoco son demasiados, Hope —respondió Aitana.
—Pero, si no me equivoco, cualquier mago mediocre puede volverse inmensamente poderoso usando la nigromancia, o haciendo un pacto con demonios. Podría haber decenas de practicantes de las artes prohibidas en Equestria, ahora mismo. No me creo que podáis con todos ellos.
—No le falta razón, señor Spell.
El profesor caminó con su silla de ruedas hasta situarse en el centro de la sala.
—Es cierto que una criatura puede volverse muy poderosa muy rápido haciendo un pacto con el Tártaro, por ejemplo. Sin embargo este poder es una mera ilusión, y si se conocen las técnicas adecuadas, no son rival para un cazador de demonios. Aitana misma, siendo una poni de tierra, ha acabado con muchísimos magos negros y nigromantes, y ha devuelto al Tártaro a cientos de demonios.
—El auténtico problema no son los idiotas que descubren las artes prohibidas —añadió Aitana —, sino aquellos que han estado toda una vida entrenando en las mismas. Lo que tú viste en Cérvidas no era más que un ejército no-muerto reunido por unos cuantos nigromantes mediocres.
—¿Que un ejército capaz de sitiar la capital de Cérvidas es algo “mediocre” para ti? —exclamó Hope, perplejo —. ¿A qué llamas tú un nigromante competente?
—Por ejemplo, a las plagas de Egiptrot.
Hope conocía bien la historia mitológica: un faraón condenó a un gran mago a morir, junto a todos sus familiares y discípulos, por haber usado magia nigromántica para destruir a un ejercito enemigo. El mago juró que por cada ejecución, cientos de ciudadanos morirían a su vez. La amenaza fue ignorada, y así se desataron las plagas de Egiptrot: La plaga de langostas que devoraron los campos de cultivos, la peste que acabó con todos los trabajadores, la noche en que un hechizo mató a todos los primogénitos de las familias nobles, la lluvia de sangre y, finalmente, el alzamiento de los muertos que arrasó el reino.
—Eso es mitología, Aitana.
—¿Recuerdas lo que te conté en el barco, sobre La Gran Purga y El Olvido que instauró Celestia? La verdadera historia de Egiptrot se ocultó y se convirtió en un mito. Lo cierto es que todas esas plagas las hizo un único nigromante con un poder jamás visto.
—Eso... no es posible.
Aitana y su padre fijaron durante un instante la vista en la brújula rota que colgaba del perchero de la casa, junto al chaleco de la yegua marrón.
—Hijo, créeme, lo hemos comprobado en persona. Ocurrió así.
Hope tomó su vaso con magia para beber un poco más, pero luego recordó que estaba envenenado, y lo volvió a dejar. Viendo el gesto, Aitana se levantó y sacó tres nuevos vasos y una botella de sidra que abrió frente a Hope.
—Pero entonces, ¿cómo hacéis lo que hacéis? ¿Les plantáis batalla abiertamente?
—La verdad es que pocas veces —explicó Aitana —. Últimamente todo ha estado muy animado, pero casi todas mis expediciones han sido investigaciones que han concluido antes de que llegara a haber problemas de verdad. Lo que ocurrió en los Reinos Lobo ha sido el primer alzamiento real de un gran demonologista en siglos. Y, ahora mismo, la Hermandad de la Sombra nos lleva ventaja.
—Los magos oscuros, especialmente los demonologistas, actúan a través de cultos menores —añadió el profesor —. Cuando un gran demonologista hace movimientos es a través de otros ponis que creen estar en control de la situación, cuando en realidad están sirviendo a un mago más poderoso sin saberlo.
>>Su objetivo siempre es otorgar poder a algún señor de Tártaro para así obtener sus favores; en otras ocasiones intentan ganar poder ellos mismos para intentar dominar a algún demonio. Nosotros detectamos estos cultos menores, los perseguimos y acabamos con ellos en silencio antes de que lleguen a ser un verdadero problema. Después seguimos las pistas que estos dejan hasta el cultista principal que ha organizado toda la trama.
—Luego están los nigromantes, esos son fáciles de localizar, las señales de su presencia son muy características y no saben esconderse. Los realmente complicados son los putos magos negros, no es nada fácil dar con ellos.
—Usted, señor Spell, —continuó el profesor— entiende nuestro trabajo como un batalla, y no se puede estar más equivocado. Esto es un juego de ajedrez y poder en las sombras: al igual que ellos tienen sus cultos menores, nosotros tenemos informadores, ayudantes, y contactos en toda Equestria y fuera de esta. Un movimiento en falso por nuestra parte puede suponer nuestra destrucción, y el triunfo de los servidores del Tártaro.
Hope Spell se volvió a sentar, con el vaso de fría sidra frente a él. Sabía que pronto tendría que escoger, ¿unirse a los Arqueólogos y perder a su familia, o ignorarlo todo para permanecer con ella? Quería a sus hermanas, las amaba como a nada en el mundo, ¿cómo podía desprenderse de ellas? Quizá... quizá pudiera pensar otra solución. Quizá....
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Un bólido de color cian atravesó PonyVille a toda velocidad, sorteando edificios con una agilidad impresionante, dejando tras de sí una estela con todos los colores del arcoíris. El cielo se estaba cubriendo rápidamente con densas nubes grises, y los truenos se dejaban escuchar.
—¡Todos los ponis, escuchad! —gritó Rainbow Dash. El viento creciente revolvió su melena multicolor en torno a su rostro—. ¡Se acerca una gran tormenta, tenéis que volver a casa ya!
—¡Rainbow Dash! —exclamó la alcaldesa llamada Alcaldesa*—. ¿Qué significa esto? ¡No había ninguna tormenta planificada para este mes!
A medida que más habitantes del pueblo se reunían en torno a la yegua azul, muchas voces se unieron a la pregunta de la alcaldesa. Rainbow se giró hacia varios antes de llevarse una pezuña a la cara. “'Busca una promoción en el equipo meteorológico', dijeron. 'Será divertido', dijeron.” Era en esos momentos, cuando tenía que dirigirse a un pueblo exigiéndole explicaciones, cuando la pegaso deportista detestaba los bits extra que le daba esa promoción. Con la potencia de unos pulmones entrenados durante toda una vida de atletismo y vuelo, Rainbow cogió aire y berreó:
—¡¡BUENO, YA VALE!! —el griterío a su alrededor murió de golpe—. Esta es una tormenta del Everfree, ¿entendéis? ¡Es una tormenta salvaje y no podemos controlarla! Ya hemos ido a investigar y es muy violenta, ¡así que mejor que os escondáis!
Hubo un momento de silencio que dejó escuchar mejor el aullar del viento a través de los edificios del pueblo. Entre la multitud Rainbow, por fin, pudo ver la cara de una unicornio lila que conocía muy bien.
—Rainbow, ¿cómo de peligrosa es la tormenta? ¿Basta con que nos quedemos en casa?
Súbitamente, la aludida sintió un inmenso resplandor a su espalda, seguido inmediatamente de la onda de choque y la explosión de un rayo que había caído en el bosque, demasiado cerca del linde del pueblo. La pegaso hizo un gran esfuerzo mental por no parecer inmutada en absoluto: era un momento demasiado épico como para estropearlo pareciendo asustada. Guardando la compostura con terquedad, la orgullosa pegaso miró a la multitud y arqueó una ceja.
Ese simple gesto transmitió sin palabras lo peligrosa que era esa tormenta.
—Bueno, ciudadanos, ya habéis oído: id todos a casa y cerrad puertas y ventanas —ordenó la alcaldesa con inquieta tranquilidad.
—¡Mejor quedáos en el sótano! —añadió Twilight—. Si no tenéis id a casa de algún amigo, o venid a Golden Oaks, Spike y yo tenemos sitio de sobra.
—¡Yo voy a avisar a Applejack! —gritó Rainbow antes de salir volando hacia la granja a toda velocidad.
Poco a poco, los ponis abandonaron las calles, siguiendo las recomendaciones de la jefa del equipo meteorológico. Sobre el bosque Everfree, la creciente tormenta rugía. Twilight, mientras acompañaba a un pequeño grupo de ponis hacia Golden Oaks, se detuvo durante un instante, mirando a la misma.
Notó que el corazón se le disparaba, sintiendo en su conciencia el resquemor de un temor que jamás había experimentado. Se concentró, haciendo que su cuerno brillara ligeramente, y no tardó en sentir una corriente de magia surgiendo del bosque. Una magia que le inspiraba... sentimientos parecidos a la magia oscura que había tenido que usar en el Imperio de Cristal para desvelar los planes de Sombra. ¿Qué podía estar causando...?
—¡Twilight Sparkle! ¿Estás bien?
Dejó de mirar a la tormenta ante la pregunta de la señora Cake. La yegua llevaba a sus dos potrillos en sendas alforjas a la espalda. Pudo ver a su marido en el Sugarcube Corner, clavando tablas en las ventanas.
—Sí... sí señora Cake, estoy bien. ¿Su casa cuenta con sótano? —la madre negó, y Twilight sonrió tranquilizadoramente —. Entonces vamos a la mía.
—¡Oh, querida! ¿Cómo puedo agradecértelo?
Los dos gemelos cake parecían divertidos por el viento que hacía volar las crines de su madre, despeinándola. Twilight rió sinceramente.
—Es un placer, no tiene que hacer nada. Aunque sé que Spike será muy feliz si le reserva un pastel de gemás en la próxima hornada.
—Oh, el pequeño siempre tiene uno reservado, ya lo sabes. Pero en la siguiente me aseguraré de ponerle un rubí extra-grande.
Trotaron hacia la biblioteca de Ponyville y, nada más llegar, Twilight se detuvo boquiabierta. Todas las ventanas habían sido selladas con maderas, pero eso no parecía un trabajo apresurado: Estaban todas bien alineadas, sin dejar un resquicio. Varios ponis estaban entrando, dirigidos por Spike. El pequeño dragón vio a Twilight y la llamó en la distancia.
—¡Spike! ¿Pero cómo has hecho todo esto? —preguntó Twilight al acercarse, sorprendida —. ¡Acaban de avisar de la tormenta!
—Si no he sido y, ha sido...
Completando la respuesta de Spike, una poni rosa apareció súbitamente entre este y Twilight, hablando a toda velocidad.
—¡Hola Twilight! Estaba esta mañana preparando pasteles cuando sentí a mi Pinkie-Sentido, pero este era raro. Porque fue temblor de pelo, pelo lacio, pelo afro, pelo lacio, cosquilleto de pata y orejas aleteantes, ¡tres veces! Pero claro, eso me pasa cuando me voy a mojar por sorpresa, ¡pero no había tanta agua cerca! Entonces fui a preguntar a un Clear Skies, ya sabes la pegaso del equipo meteorológico, y me dijo que no iba a llover. Y yo dije, “uy qué raro”, pero entonces quise ir a ver a Zecora, ¡pero el bosque no me dejó pasar! ¿Te lo puedes creer? Porque entonces...
—Pinkie, un bosque es un bosque —objetó Twilight —. ¡No puede decidir no dejarte pasar!
—Bueno, ¡dah! Es un bosque mágico, y había lobos de madera que querían jugar al pilla pilla. ¡Porque no querían dejarme pasar! ¡Si yo siempre he sido buena con el bosque, siempre recojo los papeles de los caramelos cuando paseo por él! Y entonces volví a sentir al pinkie sentido, pero esta vez era aleteo de orejas, patitas tensas, salto salvaje y cosquilleo de nariz. ¡Y entonces vi que iba a haber una tormenta en el bosque, una muy mala! Así que volví al pueblo para avisar, pero pensé “ese es trabajo de Rainbow Dash, mejor le dejo a ella” y decidí venir a tu casa a tapiar las ventanas. ¡Porque esta noche podríamos hacer una GRAAAAAAN pijamada! ¿Qué te parece?
Twilight, Spike y la señora Cake miraban a la poni rosa murmurando “Eh...” y sin saber qué decir ante tal despliegue de verborrea. Pinkie sacudió su esponjosa cola y de ella salió una enorme gema roja que le pasó a la señora Cake.
—Tenga señora Cake, para el pastel de Spike.
Mientras la poni rosa se metía en la biblioteca, las dos ponis y el dragón se miraron mutuamente antes de exclamar a la vez:
—¡Es Pinkie Pie!
Twilight fue la primera en entrar y, en cuanto lo hizo, tuvo que hacer un esfuerzo para no alterarse al ver la biblioteca con tanto movimiento. Y no se trataba de ponis en absoluto: ¡ardillas! ¡Había ardillas transportando una enorme pila de bellotas una a una en una larga fila hacia el sótano! Vio que varios ratones corrían hacia un periódico, rompían varias tiras de papel y se lo llevaban abajo a su vez. Y, en medio de esa pequeña y adorable vorágine animal, un pequeño conejo blanco dirigía a sus amiguitos pronunciando ininteligibles palabrotas conejiles.
—¿También se ha traído a Fluttershy?
—También se ha traído a Fluttershy —confirmó Spike —. Por cierto, al oso le gusta la miel. Fluttershy dice que cuando pase la tormenta nos traerá más.
—¡¿Cómo que “al oso le gusta la miel”?!
Un enorme eructo resonó desde el sótano por toda la casa árbol. Los gemelos Cake se carcajearon como respuesta.
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—Creo que no tengo opción —reflexionó Hope Spell en voz alta —. Amo a mi familia, especialmente a mi hermanas pequeñas más que cualquier cosa en el mundo. No puedo imaginar cómo sería separarme de ellas.
Aitana suspiró en silencio, esperando a que el semental verde rechazara unirse a los Arqueólogos. Una lástima, pero no podía obligarle.
—Entiendo todo el secretismo que traéis, y por qué me haréis olvidar esta conversación si digo que no. Pero me conozco bien, y sé que si mañana despierto sin recordar nada y me dices que no quieres que te acompañe, Aitana... Me pondré a investigar por mi cuenta, y a buscar magos negros en solitario. ¿Qué hago entonces? ¿Me uno a vosotros y me separo de mi familia, lucho en solitario para que acaben descubriendo a los que amo, o me quedo quieto rezando para que no falléis?
El joven unicornio clavó la mirada en el suelo durante unos segundos con expresión serena. El profesor Pones estaba, ciertamente, sorprendido por la madurez que mostraba su estudiante. Los hechos de Lutnia le habían hecho crecer de repente, pasando de ser un inocente poni Equestriano a uno que acababa de conocer los horrores del mundo. Y no solo los había conocido: los había enfrentado y, ahora, estaba a punto de optar por seguir haciéndolo. Hope levantó la cabeza y miró directamente a la familia Pones con sus ojos marrones.
—Acepto. Pensaré qué... hacer con mi familia. Pero acepto.
El anciano gris se levantó y se dirigió hacia Hope, inclinándose ligeramente ante él en señal de respeto.
—Bienvenido a los Arqueólogos, Hope Spell. Mañana empezará tu entrenamiento.
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*El chiste en inglés es que la alcaldesa (mayor) se llama Mayor (Mayor, the mayor mare). Para conservar el chiste en español, decidí traducir su nombre (la alcaldesa Alcaldesa).
Espero que la espera haya valido la pena con este capítulo que vale por dos. Vengaaaa, ¿quién quiere conocer a los otros arqueólogos? ¡Que levante el casco!